Batalla de Pavía

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Batalla de Lens

 


El 20 de agosto de 1648 se producía en Lens la última gran batalla de la Guerra de los Treinta Años en la que combatiría el Ejército de Flandes, al mando del archiduque Leopoldo, y el ejército francés del duque de Enghien. La derrota hispánica, al igual que ocurriese en Rocroi, sería hábilmente explotada por la propaganda francesa. 

En el contexto de los últimos coletazos del conflicto que había sumido a Europa en el caos durante los últimos treinta años, el cardenal Mazarino, primer ministro francés del joven rey Luis XIV, buscaba obtener una mejor posición en las negociaciones que se estaban llevando a cabo en Westfalia con el objetivo de lograr la paz. El desastre anterior de las fuerzas francesas en Cataluña y la firma de la Paz de Münster el 30 de enero de 1648 entre España y las Provincias Unidas, habían complicado la posición de Mazarino al frente del gobierno. El cardenal había tratado sin éxito de torpedear las conversaciones de paz, ofreciendo cuantiosas sumas de dinero al nuevo estatúder, Guillermo II de Orange, y a los gobernadores de varias ciudades importantes de Holanda y Zelanda para que continuasen con la guerra, pero finalmente la paz se impuso para satisfacción de los intereses mayoritarios de holandeses y españoles. 

La campaña de 1648 contra España centraría toda la atención de Mazarino, reanudando las operaciones contra Lombardía, aunque sin éxito alguno, y movilizando un nuevo ejército para atacar los Países Bajos al mando del duque de Enghien, el Gran Condé. El primer objetivo que se fijó Condé fue la toma de la plaza de Ypres, en el Flandes Occidental; la campaña se inició con bastante retraso debido al mal tiempo y a las lluvias, no pudiendo llegar hasta mediados de mayo. La ciudad se rindió tras ofrecer una débil resistencia, lo que provocó el enfado del archiduque, a la sazón gobernador de los Países Bajos, que replicó tomando la plaza de Courtrique, a unos 30 kilómetros al este de Ypres. En este intercambio de golpes, Condé se internó en Flandes y se encaminó hacia la costa con la idea de tomar nada menos que la ciudad de Ostende, la que había dado fama y gloria a Ambrosio Spínola en 1604.

Asedio de Arras



El 9 de agosto de 1640 concluía el sitio sobre la ciudad de Arras, plaza fronteriza de los Países Bajos españoles con Francia. Los defensores españoles, comandados por el oficial irlandés Owen Roe O´Neill, resistieron durante casi dos meses el asedio de las tropas francesas del mariscal La Meilleraye, pero la falta de esperanzas en recibir un socorro les llevó a aceptar una honrosa capitulación. 

A pesar de la derrota naval de las armada de Antonio de Oquendo en la Batalla de las Dunas, el objetivo principal de la misión, que no era otro que desembarca tropas, dineros y suministros para el Ejercito de Flandes, se había cumplido. De esta forma, lograron desembarcar entre 6.000 y 8.000 infantes que reforzaron las fuerzas del Cardenal Infante, a las cuales se habían sumado ya tres nuevos tercios de infantería valona y varias compañías reclutadas por Guillermo de Lamboy, comandante del ejército auxiliar. Las tropas hispánicas derrotaron a los holandeses a las afueras de Brujas, donde una fuerza de 5.000 infantes y 2.000 caballos comandada por Enrique Casimiro se topó con varias compañías españolas de Aragón y de Saavedra. 

Más tarde, un trozo de ejército compuesto por 4.000 infantes y dos compañías de caballos, bajo el mando de Guillermo de Nassau, que habían llegado a la zona para reforzar a Enrique Casimiro, se vieron sorprendidos por las fuerzas hispánicas que seguían vigilantes, siendo nuevamente derrotados. En el fallido intento de hacerse con Brujas, los rebeldes perdieron algo más de 1.000 hombres. Posteriormente, Enrique Casimiro marchó el 3 de julio sobre la plaza de Hulst, en la provincia de Zelanda, con un ejército de 8.000 infantes y 500 caballos. Para su desgracia, el Tercio de Saavedra apareció el 13 de julio y se enfrentó con los holandeses, peleando duramente toda la mañana hasta que se vio reforzado por varias compañías de infantería española y diversas unidades de caballería, logrando así derrotar al enemigo. En esta acción los holandeses perdieron más de 1.000 hombres y Enrique Casimiro de Nassau-Dietz, su gran comandante, falleció un día después, recibiendo sepultura en Leeuwarden. 

Sitio y Socorro de Fuenterrabía

 


El 1 de julio de 1638 un poderoso ejército francés conducido por el príncipe de Condé atravesaba el Bidasoa y se dirigía a poner cerco a la fronteriza ciudad de Fuenterrabía. Francia trataba así de devolver el golpe de la fracasada invasión española del sur del reino del año anterior, y asestar un golpe en el propio corazón de la Monarquía Española.

Hasta 1638, Francia no había conseguido grandes logros con su entrada en la Guerra de los Treinta Años, así que para ese año proyectó una campaña centrada en atacar todos los frentes posibles: Italia, Alemania, Flandes y, en esta ocasión, España. Desde el comienzo de la primavera, Richelieu había dispuesto los preparativos para una fuerza de invasión del norte de España que estaría a cargo de Enrique II de Borbón-Condé, príncipe de Condé. Puestas en alerta las autoridades españolas ante un posible golpe del Francés por la parte de Navarra o Guipúzcoa, se designó al V marqués de los Vélez, Pedro Fajardo de Zúñiga y Requesens, para hacerse cargo de Navarra, y a Antonio Gandolfo para la revisión de las plazas fuertes fronterizas de la zona. 

A finales de mayo las noticias de que el príncipe de Condé había designado Dax como su plaza de armas, y había concentrado allí un contingente de 12.000 infantes y 500 caballos, y con intención de reclutar en aquella región una fuerza hasta alcanzar su ejército los 26.000 hombres, inquietaron al marqués, que se aprestó a realizar los preparativos necesarios para repeler una supuesta invasión. Para mediados de junio el conde Agramont había llegado a Hendaya acompañado de 20 compañías de infantería y la armada francesa había desembarcado en la villa abundante artillería, provisiones y más de 500 caballos. El marqués envió aviso a Pamplona para que se fortificase todo lo bien que pudiese y empezó a despachar correos a las poblaciones cercanas para que enviasen todos los hombres disponibles. 

Los socorros de Constanza y Brisach y la expugnación de Rheinfelden. El ejército de Alsacia del duque de Feria

 


El 17 de octubre de 1633 caía en manos de la Monarquía Española la ciudad de Rheinfelden, tras el asedio al que la había sometido el recientemente creado Ejército de Alsacia, que se hallaba a las órdenes de Gómez Suárez de Figueroa, III duque de Feria. 

En plena Guerra de los Treinta Años, y ante la inactividad de Wallenstein, generalísimo imperial, la Monarquía Española, a través del conde duque de Olivares, había decidido mandar al III duque de Feria, gobernador de Milán, al frente de un ejército con la misión de reabrir el Camino Español, y llevar al infante cardenal a los Países Bajos, para hacer cargo del gobierno, al estar la archiduquesa Isabel enferma. El segundo objetivo pronto se torció, al enfermar el hermano menor del rey Felipe IV, por lo que el duque de Feria debería adelantarse y partir sin su Alteza, cruzando por el paso de la Valtelina, que había estado cerrado años debido a los sobornos franceses sobre Enrique de Rohan para que sus tropas hugonotas se encargaron de que no pasasen los españoles. 

Ahora la misión de Feria era la de desplegarse en la región de Alsacia para frenar las aspiraciones francesas y deshacer la amenaza sueca sobre Lorena, así como proteger el paso del ejército que desde Italia habría de llevar don Fernando de Austria con él a los Países Bajos. En este contexto el emperador había logrado atraer al duque de Sajonia y al duque de Brandemburgo, lo que dejaba a Gustav Horn y a Bernardo de Weimar en una posición complicada, ya que se hallaban en plena campaña contra Baviera. Por su parte, Wallenstein seguía inexplicablemente parado en Silesia, ante el descontento de España, quien presionó al emperador para romper los acuerdos de Göllersdorf, que otorgaban al general el mando único de las fuerzas imperiales. 

Asedio de Lovaina



El 24 de junio de 1635 daba comienzo, por parte de las tropas franco holandesas, el asedio de la plaza de Lovaina, en el Brabante Flamenco, defendida por el veterano gobernador Antón Schetz quien contaba con 4.000 infantes procedentes de distintos tercios valones, irlandeses, y regimientos alemanes e ingleses, junto con 6 cornetas de caballos. 

En el marco de la Guerra de los Treinta Años, 1635 iba a ser el año de entrada en el conflicto de Luis XIII, dando así comienzo a la llamada Fase Francesa. En realidad Francia llevaba muchos años socorriendo con dinero e incluso hombres a los enemigos de la Casa de Austria, por lo que la entrada en la guerra era simplemente una formalidad de París, en un momento en el que se encontraba con el suficiente músculo humano y económico como para poder beneficiarse de una guerra que ya llevaba casi dos décadas librándose. 

De este modo uno de los primeros movimientos franceses fue el soborno del arzobispo de Tréveris, quien acabó abandonando la protección de España permitiendo la entrada de un contingente francés en su territorio. Esta posición jugaba un papel clave ya que permitía a Francia conectar directamente con los territorios de los protestantes. No iba a permitir el Cardenal Infante dejar esa plaza en poder de un enemigo tan peligroso, y ordenó al marqués de Aytona hacer los preparativos pertinentes para recuperarla. De este modo, un capitán valón que mandaba la guarnición de la plaza de Schweich, a unos 15 kilómetros al noreste de Tréveris, ideó un plan para poder tomar la plaza sin tenerla que someter a un costoso asedio. 

El Socorro de Thionville

 


El 7 de junio de 1639 una fuerza hispánica imperial, bajo el mando de Octavio Piccolomini, lograba derrotar al ejército francés de Isaac Manasses de Pas, marqués de Feuquières, que había entrado en Luxemburgo y había puesto bajo asedio la plaza de Thionville. 

Francia había entrado en la Guerra de los Treinta Años en 1635, tras asistir a la derrota de los ejércitos protestantes en Alemania. La Batalla de Nördlingen había supuesto el derrumbe de las fuerzas germano-suecas de Gustav Horn y Bernardo de Weimar; el ejército hispánico que había marchado desde Italia para conducir al infante cardenal, don Fernando de Austria, a los Países Bajos, de los que había sido nombrado gobernador, había auxiliado a las fuerzas imperiales y de la Liga Católica en Nördlingen, dando una lección de poderío y eficacia, y había acabado con el mito de la invencibilidad sueca. 

Francia tenía miedo de que la Casa de Austria se acabara imponiendo a los protestantes, y con ello, quedar atrapada entre los dominios de la Monarquía Española y del emperador. De este modo, y esgrimiendo el peregrino argumento de que España preparaba la detención del elector de Tréveris, declaró la guerra a España como método preventivo. Francia iba a entrar en la guerra en favor de las fuerzas protestantes, a pesar de ser un país con un rey católico, sustituyendo a Suecia como potencia dominante. La alianza entre Suecia, Holanda, Hesse y Francia no era nueva, ya que los franceses habían aportado grandes sumas de dinero a la causa protestante, pero ahora entraba de lleno en la guerra y ponían en circulación una fuerza imponente compuesta por 70.000 infantes y 10.000 caballos, aunque la mayoría de ellas eran fuerzas bisoñas. 

España en la Guerra de los 30 Años (Parte XI. El declive español 1642-1643)

1641 finalizaba con Suecia atrayendo a los hessianos a su esfera de influencia y con el emperador en una posición bastante delicada. Un ejército sueco de 2.500 infantes y 2.000 caballos, bajo el mando del conde de Eberstein, se adentró en el electorado de Colonia causando el terror entre sus habitantes. A esta fuerza se le unió el ejército franco-weimariano de Guebriant. Una fuerza hispano-imperial de 9.000 hombres comandada por Guillermo de Lamboy cruzó el río Mosa para acudir en su auxilio, mientras que otro ejército bajo el mando de von Hatzfeldt, marchaba a toda prisa desde Wurzburgo para apoyar a Lamboy. 

Antes de que Hatzfeldt pudiera llegar, los suecos y franceses se lanzaron el 17 de enero de 1642 contra Lamboy, cuyas fuerzas estaban atrincheradas en una buena posición defensiva en la villa de Kempen. Pero Guebriant maniobró brillantemente y, tras la aparición de sus dragones y mosqueteros por los flancos de Lamboy, se hizo con el control de la batalla. Los hispano-imperiales colapsaron y sufrieron casi 2.000 bajas, además de capturar a unos 5.000 soldados más, incluido su general Lamboy, quien desperdició una ocasión inmejorable para acabar con el ejército francés en Alemania. Por esta victoria el rey Luis XIII ascendió a Guebriant a mariscal.

Por si esta derrota no era suficiente, España estaba sufriendo las revueltas en Cataluña y Portugal, por lo que su posición era comprometida; demasiados frentes abiertos de los que Francia estaba sacando partido poco a poco, sobre todo en Italia. El mariscal francés Philippe de la Mothe se internó en Cataluña donde se le unieron milicianos catalanes, derrotando en Montjuic a las fuerzas españolas en enero de 1641 y posteriormente a un ejército español bajo el mando de Diego Mexía de Guzmán, marqués de Leganés, en Lérida. Además la muerte del Cardenal-Infante en noviembre de 1641 terminaría por complicar más las cosas. 

España en la Guerra de los 30 Años (Parte X. Francia asienta su poder 1640-1641)

 


El final de 1639 no hacía presagiar buenas perspectivas para los intereses españoles. Si bien la victoria en Thionville y la incapacidad de Federico Enrique para movilizar sus tropas indicaban lo contrario, lo cierto es que la derrota en Las Dunas y las nuevas levas en Francia cambiaron el equilibrio de fuerzas. 

Durante el verano de 1639 en Francia se extendieron una serie de revueltas cuyo origen era el cobro de un nuevo impuesto. En las regiones agrícolas pronto se generó un profundo descontento que germinó en una especie de revolución llevada a cabo por los llamados pies descalzos. Para comienzos del invierno la revuelta estaba controlada y sus cabecillas ejecutados, por lo que Luis XIII y el cardenal Richelieu tenían las manos libres para actuar contra España. 

Es por ello que se decidieron enérgicamente a emprender una nueva campaña para la primavera de 1640 levantando tres poderosos ejércitos bajo el mando de los mariscales Châtillon, La Meilleraye y de Chaunes. En total las tres fuerzas sumaban casi 25.000 infantes, 8.000 caballos y 50 piezas de artillería que se concentraron en el noreste del país, en Soissons, y cuya misión era penetrar en el condado de Artois y, mediante un movimiento en pinza junto a las fuerzas holandesas de Federico Enrique, atrapar a las fuerzas españolas del Cardenal-Infante.

España en la Guerra de los 30 Años (Parte IX. El equilibrio de poderes. 1636-1639)


El nuevo año comenzó con una ofensiva de los holandeses para recuperar la importante plaza de Schenkenschans, perdida un año antes. Los holandeses eran el principal objetivo de la política de Olivares, quien no parecía sentir especial miedo de las acciones francesas, los cuales reorganizaban sus fuerzas en torno a un ejército bajo el mando del príncipe Enrique II de Borbón-Condé, con la idea de invadir el Franco Condado. Por su parte los holandeses se adelantaban a los planes que el Cardenal-Infante tenía en mente para las campañas de su ejército de Flandes.

A finales de diciembre de 1636 España había firmado un nuevo tratado con Viena por el cual se comprometía a pagar 100.000 táleros mensuales a cambio de la entrega de un ejército de 25.000 alemanes al servicio del Cardenal-Infante. Pero los intereses del emperador no eran los mismos que los del valido del rey y los generales imperiales no prestaron la ayuda que se debía, por lo que Olivares retuvo en numerosas ocasiones los pagos desde 1636 hasta 1639. La situación de Schenkenschans era inmejorable. Enclavada entre el río Rin y el Waal, constituía una valiosa plataforma de entrada a los Países Bajos desde Alemania y, por lo tanto, una seria amenaza para los protestantes holandeses. Olivares eran consciente de su importancia hasta el punto de afirmar que "sin el Schenkenschans, no hay nada, aunque se tome a París, y con él, aunque se pierda Bruselas, lo hay todo". Pero la realidad era que una plaza así era muy complicada de conservar, incluso a pesar de que Fernando había dejado una guarnición de 1.500 hombres y otros 2.000 más en Cleves. 

Federico Enrique de Orange tenía claro que su objetivo sería esa plaza y que debía adelantarse a cualquier movimiento de las tropas españolas del Cardenal-Infante, que se movilizarían presumiblemente en primavera, si quería apropiarse de ella. No estaban los holandeses muy boyantes de fondos, y los franceses no podían asumir más pagos, al menos momentáneamente. En cuanto a las cosas del imperio los pactos con los sajones se reforzaron y, tras la retirada de Baudissin, el emperador envió un ejército de más de 12.000 infantes bajo el mando del general Melchior von Hatzfeld, para reforzar sus posiciones y hacer frente a la amenaza protestante en la zona de Magdeburgo, Pomerania y Brandeburgo. 

España en la Guerra de los 30 Años (Parte VIII De Nördlingen a la intervención francesa 1634-1635)


El año 1634 comenzaba con Wallenstein sentenciado en la corte de Viena. El gran general había ido demasiado lejos y operaba por libre, sin rendir cuentas, o al menos las debidas, al emperador. Maximiliano ya había presionado a Fernando II a finales de diciembre de 1633, alarmado por la negativa del general a ayudar a Baviera. España presionó aún más ante los aires de superioridad y las exigencias del militar bohemio. Tampoco gustó en Viena que liberase al líder protestante Thurn y su cada vez más notoria inactividad. Pero lo que de verdad sentenció su futuro fue el cambio de opinión de los moderados en Viena, quienes le veían ya como una amenaza que socavaba el poder del emperador.  

Por su parte los ejércitos católicos que se concentraban en Salzburgo habían sido expulsados por el arzobispo y se amontonaban en la Baja Austria y Baviera. La muerte en diciembre de la gobernadora de los Países Bajos, Isabel Clara Eugenia, habían alimentado las conspiraciones del conde Van den Bergh y España organizaba a toda prisa el ejército que debía acompañar al Cardenal-Infante a Bruselas y, tras recoger a las tropas del duque de Feria que habían vuelto a abrir el Camino Español unos meses antes, ayudar a Fernando a hacerse con el control del sur de Alemania y restablecer la situación en los Países Bajos. 

Pero la situación del ejército español del duque de Feria se deterioraba a marchas forzadas. La peste se había extendido entre sus fuerzas a finales de año y en Baviera la situación se volvía insostenible. La enfermedad y el descontento del campesinado por alojar un numeroso y moribundo ejército hacían peligrar todos los planes de Madrid y Viena de volver a tomar el control del sur alemán. La salud del duque de Feria se deterioró rápidamente en los primeros días de enero, muriendo en Múnich el día 12. La pérdida de tan un hombre que era tan buen político como militar fue un duro mazazo para los intereses españoles. El Cardenal-Infante se debería quedar solo para llevar a cabo los planes de su hermano Felipe IV y del conde duque de Olivares. 

España en la Guerra de los 30 Años (Parte VII. Fase Sueca 1632-1633)


Tras la derrota católica en Lech Gustavo se dirigió a Ingolstadt, plaza fuerte bávara a las orillas del Danubio. La idea era tomar esta ciudad y Ratisbona, asegurando así Baviera, pero Maximiliano, siguiendo los consejos de Tilly, había reforzado las defensas de ambas ciudades y las había guarnecido con abundantes y buenas tropas de forma que, cuando los suecos se plantaron ante ellas, no pudieron tomarlas. 

Al León del Norte solo le quedaba saquear Baviera, cosa que hizo durante el mes de mayo. Especialmente violento fue el saqueo de Múnich, ocurrido a mediados de mes. Por su parte Wallenstein, que había sido llamado nuevamente por el emperador en diciembre de 1631, logró reunir para mayo un ejército de unos 50.000 soldados. Su propósito era dividir el ejército protestante para lo cual marchó contra Bohemia con unos 30.000 hombres tomando Praga a finales de mayo. Controlada Bohemia y Silesia, Wallenstein se dirigió al norte invadiendo Sajonia, mientras que Pappenheim avanzaba por Westfalia, haciendo que Jorge Juan solicitase ayuda urgente a Gustavo ante la posibilidad de quedarse atrapado entre los dos ejércitos católicos.

Gustavo llegó a Nuremberg al frente de 10.000 infantes, 9.000 caballos y 70 cañones a finales de junio, y apenas una semana después Wallenstein se plantaba ante los muros de la ciudad con 27.000 infantes y 13.000 caballos más un tren de artillería de 80 piezas. Allí, a las puertas de la ciudad se libró una guerra de desgaste durante todo el verano, sin que ambos ejércitos chocasen frontalmente, tan solo escaramuzas de menor relevancia. Pero la inmovilización de las fuerzas de Wallenstein en Nuremberg hizo que Juan Jorge y Arnim invadiesen Silesia. Baltasar de Marradas plantó cara a la avalancha sajona pero la superioridad de los enemigos era demasiado grande, por lo que tuvo que ceder Breslau a primeros de septiembre y adoptar una guerra de guerrillas con la que ir mermando poco a poco a las fuerzas de Arnim.

España en la Guerra de los 30 Años (Parte VI. Fase Sueca 1630-1632)


Son diversos los motivos que llevaron a Gustavo Adolfo a intervenir en la Guerra de los 30 años, si bien el principal que se esgrime es su preocupación ante el aumento del poder católico en Alemania, amenazando los propios intereses suecos en la costa báltica, no es menos cierto que el rey nórdico buscaba, como asegura William P. Guthrie en su obra Batallas de la Guerra de los Treinta Años, "compensación", es decir, conseguir todo lo que pudiera y expandir al máximo su poder. 

Lo cierto es que desde comienzos de 1628 Suecia se venía preparando para la guerra, otorgando el parlamento plenos poderes al rey para que dispusiera lo necesario para un futuro conflicto. La derrota danesa era ya un hecho para 1629 y la influencia y el comercio sueco en el Báltico estaban amenazados. Además Francia había mandado emisarios a Suecia ofreciendo financiación para su intervención militar. Por ello Gustavo Adolfo se preparó a conciencia para una guerra que supondría invadir la costa norte de Alemania y asegurar así el control de esa parte del continente.

Así las cosas el emperador no debió tomarse muy en serio la amenaza que supondría un rival como Suecia cuando, tras acabar con los daneses y firmar la paz de Lubeck, y estar a punto de poner fin a la cuestión de la  Sucesión de Mantua, en 1630 disolvió la mayor parte de su ejército y cesó al general Wallenstein en la Dieta de Ratisbona en julio de ese año. Mucho se ha especulado con esta destitución, pareciendo la causa más probable la desconfianza de Fernando II ante el aumento de poder del general imperial. Ahora las fuerzas imperiales se reducían a 40.000 hombres mientras que las de la Liga sumarían un total de 20.000, quedando los dos ejércitos bajo el mando único del conde de Tilly, todo ello a pesar del ultimátum dado por los diplomáticos suecos para que los imperiales se retirasen de Mecklenburg y Pomerania el 11 de mayo.

España en la Guerra de los 30 Años (Parte V. Guerra de Sucesión de Mantua)


En plena Guerra de los 30 Años, mientras en los campos de Alemania y Holanda se dirimía la hegemonía europea de los Habsburgo, la repentina muerte de Vincenzo II Gonzaga a la edad de 33 años, abría en el ducado de Mantua, al igual que unos años antes en el Monferrato, una disputa por la elección del nuevo duque.

El ducado de Mantua formaba parte del Sacro Imperio y eso le otorgaba al emperador la última palabra en caso de una disputa por el ducado. En este orden de cosas Vincezo II había casado a su sobrina María Gonzaga con Carlos de Gonzaga-Nevers, un familiar del duque perteneciente a la línea francesa de la familia Gonzaga. Fernando II no veía con buenos ojos otorgar el ducado de Mantua a éste, consciente del peligro que suponía tener un aliado de Francia a las puertas del Milanesado. Además el emperador estaba casado con Leonor Gonzaga, hermana del fallecido duque, por lo buscó el ducado para Fernando Gonzaga de Guastalla.

Sucedía que Carlos de Gonzaga-Nevers veía reconocido por Francia, Venecia y el Papa, su derecho a la sucesión del ducado de Mantua, por lo que si el emperador no daba su brazo a torcer y cedía a las pretensiones de Carlos, la guerra estallaría. Francia y Venecia, siempre dispuestas a cualquier acción que pudiera debilitar el poder de los Habsburgo, no dudaron en apoyar diplomática, económica e incluso militarmente a Carlos. Para complicar más aún las cosas, apareció en escena el siempre complejo duque de Saboya, Carlos Manuel, que tanta guerra había dado a los españoles en el Monferrato, con la propuesta de intervenir en favor de los Habsburgo en este conflicto. Así se lo comunicó al gobernador de Milán, el héroe de Fleurus Gonzalo Fernández de Córdoba.

España en la Guerra de los 30 Años (Parte IV. Fase Danesa)


Tras la exitosa Campaña del Palatinado emprendida por los ejércitos católicos de Gonzalo Fernández de Córdoba y el conde de Tilly, la guerra, que había comenzado en 1618 tras la revuelta en Bohemia, parecía llegar a su fin y el emperador empezaba a consolidar su poder de manera definitiva.

Para 1624 Mansfeld había disuelto su ejército ante la imposibilidad de seguir combatiendo y pagarlo, y estaba cómodamente asentado en Frisia, mientras que Brunswick había sufrido la pérdida del suyo tras la Batalla de Stadtlohn, y Bethlen Gabor se había avenido a un nuevo acuerdo de paz en Hungría. Esto supuso que Fernando II empezase a licenciar a sus tropas y que el ejército de la Liga Católica detuviese sus levas y se acuartelase a la espera de nuevos acontecimientos.

En el norte del continente Dinamarca y Suecia empezaban a erigirse como nuevos paladines del protestantismo. Cristian IV de Dinamarca era un luterano moderado que tenía en alta estima a España, con la que guardaba muy buenas relaciones, y desconfiaba de los holandeses, con los que tenía una enemistad manifiesta. No era partidario del calvinismo radical que estaba asolando el imperio por lo que había buscado la paz en los primeros años del conflicto. Era un hombre de una constitución formidable, fuerte y sagaz, pero sus miedos le llevaron a cometer gravísimos errores. Por otro lado estaba el rey sueco Gustavo Adolfo, un belicoso monarca con un carisma tremendo, que entendía aquella guerra como una especie de cruzada contra Roma y para la cual comenzó a prepararse ya en 1623.

España en la Guerra de los 30 Años (Parte III. Fase Alemana. Campaña del Palatinado 1622-1623)


1622 comenzaba con las fuerzas españolas de Córdoba como señoras de la mayor parte del Palatinado, la disolución de la Unión Protestante, y Fernando consolidando su poder. Pero lo cierto es que en Alemania las tensiones crecían por la filtración de las promesas que el emperador había hecho a Maximiliano de Baviera sobre las tierras y la dignidad electoral.

Por su parte Francia se hallaba inmersa en unas guerras religiosas causadas por las revueltas de hugonotes, pero contribuía en secreto con fondos a promover cualquier causa contra España. Las hostilidades contra Holanda se habían reanudado, lo mismo que contra las ligas grisonas en la Valtelina, y Francia, Venecia o Saboya las apoyaban, por lo que pronto España se vio luchando en 3 frentes y con sus recursos cada vez más debilitados.

Para hacerse una idea de la falta de medios baste con leer el informe de las tropas de Fernández de Córdoba en el Palatinado Inferior, que el capitán Álvaro de Losada envió a Ambrosio de Spínola: "De las calidades del ejército que el señor don Gonzalo tiene a su cargo, se decir a V.E. en conciencia, que a mí se me ha hecho milagro por más partes y valor que tiene este caballero, el haber salido sin desaire este verano pasado, porque se apretó mucho la campaña, y porque lo más de él consta de levas, y los españoles y italianos con resabios de Nápoles, la caballería sin oficial principal, ni la artillería, y con el tren muy disipado".

España en la Guerra de los 30 años (Parte I. La Fase Bohemia y la Batalla de la Montaña Blanca)


Podríamos referirnos a la Guerra de los 30 años como el primer conflicto global acaecido; una guerra que comenzó con unos calvinistas exaltados arrojando por uno de los balcones del castillo de Hradçany, en pleno corazón de Praga, a los representantes del rey Fernando y que acabó involucrando a las principales potencias europeas y dejando unos 4 millones de víctimas sobre la mesa.

A pesar de que la mayor parte de los campos de batalla de esta guerra se encontraban en la Europa central, España no fue ajena a este conflicto y acudió pronto a él para ayudar a sus parientes de la Casa de Austria y de paso dar un golpe sobre el tablero y reivindicar su hegemonía mundial. Por desgracia, esta guerra se uniría a otras en las que la monarquía española ya estaba implicada, suponiendo un desgaste de hombres y recursos que acabarían llevando al país al desastre y a la pérdida de su liderazgo en el viejo continente.

Y es que España no pudo evitar el conflicto a pesar de las políticas de paz emprendidas por el rey Felipe III y su valido, el duque de Lerma, que llevaron a España a alcanzar la Tregua de los Doce Años con las provincias holandesas, y a mantener unas buenas relaciones con la Francia de la regente María de Médicis, que acabó cristalizando en los matrimonios de 1615. En octubre de ese año María casó a su hijo, futuro Luis XIII de Francia con la hija del monarca español, Ana María de Austria, y a su hija Isabel de Borbón con el infante Felipe, futuro Felipe IV de España.

España en la Guerra de los 30 años (Parte II. Fase Alemana. Campaña del Palatinado. 1620-1621)


La Fase Alemana supuso la intervención efectiva de los ejércitos españoles en la Guerra de los 30 años entrando en el Palatinado. De la mano de Ambrosio de Spínola, marqués de los Balbases, España emprendió una campaña que buscaba detraer recursos de Bohemia y privar a Federico el Palatino de sus posesiones.

Spínola levantó levas; el duque de Aerschot, Charles de Ligne acudió con un regimiento de 3.000 alemanes, los mismos que llevó el coronel Bauer. El conde Cristóbal de Emden aportó un regimiento de 3.600 alemanes viejos, mientras que el maestre de campo Monsieur de Gulzin, llevaba su tercio valón con 3.000 infantes. También acudió el barón de Balanzón, Claude de Rye, con su tercio de 3.000 infantes borgoñones, y el maestre de campo general Carlos Coloma de Saa con sus tercios de españoles. Además 5 compañías de caballos se unieron bajo el mando del conde de Isemburg.

El plan consistía en invadir el Palatinado desde los Países Bajos con las fuerzas del general Spínola, las cuales sumaban unos 22.000 hombres, mientras que el duque de Baviera, con 20.00 infantes y 5.000 caballos, atacaría a la vez a las fuerzas protestantes del duque de Wurtemberg y de los marqueses de Brandenburgo y de Baden-Darlach, que ascendían a 17.000 infantes y 1.000 caballos. Pero el 3 de julio se firmó el Tratado de Ulm, por el cual Maximiliano de Baviera podía deponer a Federico sin que la Unión Protestante opusiera resistencia.

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