Batalla de Pavía

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Los Tercios: El Tercio de Lombardía

 


El tercio de Lombardía es, sin duda alguna, una de las mejores unidades y con más prestigio de la historia militar de las armas españolas, considerado como uno de los tercios primigenios, también conocidos como viejos, y que se constituyeron como el orgullo del ejército hispánico. Una unidad que dominó los campos de batalla de Europa durante casi todo el siglo XVI y buena parte del XVII y, que desde entonces, y en distintas formas, ha estado viva hasta nuestros días.

Los orígenes del tercio de Lombardía se remontan a 1532, cuando una unidad de infantería española es enviada a Koroni, en el Peloponeso, Grecia, de la mano de Gerónimo de Mendoza. El historiador Fernando Mogaburo, apunta que esta unidad se crea tras la disolución del tercio que mandaba el maestre Álvaro de Grado cuando iba a ser enviado a Hungría. Lo cierto es que el tercio pasaría a ser denominado "de Lombardía" en 1534, al establecerse allí a la vuelta de Grecia. Gerónimo de Mendoza mandaría el tercio hasta su muerte en Casale, en noviembre de 1536, pasando a hacerse cargo del mismo uno de sus capitanes, Sebastián de San Miguel, quien ostentaría el mando hasta la disolución de la unidad en Vigevano, en 1538, por los fraudes detectados en las muestras por el marqués del Vasto, que había ocupado en febrero de ese año el cargo de gobernador del Estado de Milán. 

Antes de su disolución disciplinaria, el 6 de septiembre de 1536, se tomó muestra al tercio y este contaba con 1.320 hombres distribuidos en 6 banderas; la compañía del propio Gerónimo de Mendoza, con un total de 276 soldados; la de Juan de Vargas, que tenía 231, y quien luego se haría cargo del tercio de Málaga, conocido también como el de Niza, tras la muerte del maestre Garcilaso de la Vega; la compañía de Hurtado de Mendoza, que tenía en ese momento 215 hombres, la de Fernando de Figueroa, con 206 soldados, la del capitán Toribio de Santillana con 205 soldados en total y, por último, la compañía menos numerosa, con 187 soldados, era la de Pedro de Acuña. 

Las Campañas de Farnesio en Flandes. De Lochem a Ypres

 


Tras la toma de Oudenaarde, el 5 de julio de 1582, a Farnesio le llegó la noticia, a través de un capitán escocés al servicio del de Orange, que la villa de Lier, a unos 15 kilómetros al sureste de Amberes, tenía pensado entregarse a los realistas, por lo que el de Parma encargó a Matteo Corvini la tarea, y el 2 de agosto la villa se entregó a las tropas que este llevaba. La toma de esta villa fue de capital importancia "por estar tan cerca de la de Amberes, Malinas y Bruselas les sirvió de gran padrastro, porque las corría sus contornos y servían que no se diesen la mano las unas a las otras tan a su salvo como lo hacían antes". La pérdida de Lier, a la vista de Amberes, causó una merma importante en la confianza que los rebeldes habían depositado en el duque de Anjou.

Por su parte, en el Brabante, el ejército realista sufrió un contratiempo importante. Farnesio había ordenado a sus hombres que tomasen la ciudad de Diest al asalto, por lo que amparados en la noche las tropas, usando escalas, accedieron al interior de la villa. Para su desgracia, los soldados rebeldes estaban alertados de las intenciones hispánicas, por lo que les tendieron una trampa y acabaron con todos los infantes que habían accedido sin esperar a que llegase el grueso de la fuerza, que incluía las fuerzas de caballería. 

Ese verano, Felipe II había ordenado la marcha a Flandes de 4.000 españoles agrupados en dos tercios, el de Pedro de Paz, antiguo de Sicilia con el que Julián Romero fue a Flandes en 1567, y el de Cristóbal de Mondragón, antiguo de Lombardía que también acompañó al Gran duque de Alba a los Países Bajos de la mano de Sancho de Londoño. También envió el rey 900.000 escudos y 4.000 infantes italianos agrupados en otros dos tercios: el napolitano de Mario Carduini, y el lombardo de Camillo delli Monti, ambos levantados ese mismo año. Todo ello acompañado de caballería española bajo el mando del castellano Antonio Olivera. Con este vital refuerzo del "nervio" del ejército y la recluta hecha por Farnesio de tropas alemanas y borgoñonas, el príncipe de Parma se sentía en disposición de continuar con la ofensiva contra los rebeldes. 

El Asedio de Grave y la toma de Venlo


Tras la liberación de los infantes españoles de Francisco Arias de Bobadilla en Bommel, suceso popularmente conocido como el Milagro de Empel, Alejandro Farnesio ordenó al señor de Haupetena dirigirse contra la plaza de Nuis, en Groninga, mientras que el conde Carlos de Mansfeld, hijo de Pedro Ernesto de Mansfeld, debía marchar contra la plaza de Grave, donde ya se habían emplazado una serie de fuertes de cara a plantar asedio. 

Grave se encontraba en el Brabante Septentrional, a unos 30 kilómetros al noreste de Bolduque. El Tercio de Juan del Águila, junto con 7 compañías de los demás tercios, se había adelantado y se encontraba acampado en Herpen, a poca distancia al oeste de Grave, y el 3 de enero de 1586 partió desde allí con dirección a la villa de Mill, al sur de Grave siguiendo la ruta hacia la plaza de Venlo. Inmediatamente se pusieron manos a la obra, levantando un fuerte y emplazando los cañones para tirar sobre Grave. Mansfeld, que también se había puesto en movimiento, situó su cuartel general en el castillo de Oss, a medio camino entre Bolduque y Grave, y en el que se hallaba el tercio de Camilo Capezucca. Al poco de llegar pudo comprobar que los rebeldes holandeses habían construido un fuerte a las afueras de Grave, por lo que mandó a varios de sus hombres ir a Bolduque a por 3 cañones con los que batirlo para poder centrarse sin problemas en las labores de asedio. 

El invierno estaba siendo especialmente duro ese año, por lo que Mansfeld, una vez terminados los fuertes para un futuro asedio, ordenó al ejército invernar en sus cuarteles. El Tercio de Juan del Águila lo hizo en el ducado de Tréveris, tras dejar guarnición en Rondveld, cortando así las comunicaciones entre Grave y Venlo; los italianos se repartieron por todo el Limburgo, mientras que Mansfeld se quedó por los fuertes junto a Grave y Mondragón se instaló en Roermond. A su vez, el coronel Francisco Verdugo había partido junto a Juan Bautista Tassis para tomar posiciones al norte de Grave, en las cercanías de la villa de Arnhem, donde se divide el río Ijssel del Rin. Durante la construcción de un fuerte sobre esa plaza, no fueron pocas las escaramuzas libradas por los realistas contra los rebeldes, destacando la protagonizada por Aníbal Gonzaga con su compañía de caballos, en la que logró acabar con la vida del conde de Solms, a la sazón, gobernador rebelde de Zelanda. 

Las Campañas de Farnesio en Flandes. De Gembloux a Maastricht

 


Habían transcurrido ya seis años desde la gran victoria católica contra el Turco en la Batalla de Lepanto y el ardor guerrero de Alejandro Farnesio se volvía cada vez más difícil de contener, más aún tras la muerte de su mujer, María de Portugal, princesa de Parma. El joven príncipe ardía en deseos de acompañar a su tío don Juan de Austria, que había sido nombrado gobernador de los Países Bajos, y ayudarle en la complicada situación en la que se encontraba. Don Juan había tenido que huir de Bruselas el 13 de junio de 1577, ante las graves informaciones de un complot para asesinarle, y hacerse con el castillo de Namur, donde se refugiaría con los que aún le eran leales. El 15 de agosto don Juan, en una emotiva carta, solicitó el regreso de los soldados españoles, que habían abandonado los Países Bajos en virtud de los acuerdos alcanzados en la Paz de Gante y el Edicto Perpetuo. De igual forma, solicitó la llegada de su querido sobrino, Alejandro Farnesio. 

Unas semanas antes, el 30 de junio, y con su esposa recién fallecida, Farnesio solicitó al rey que le emplease en algún "servicio". Tenía en mente el de Parma acudir a Flandes o embarcarse en la aventura que el rey Sebastián I de Portugal preparaba: la conquista del norte de África. Pero don Juan le reclamaba ante el rey Felipe II, y el 29 de agosto escribió a Farnesio solicitando que acudiese a Flandes a la mayor brevedad posible. Geoffrey Parker en su obra Felipe II, la biografía definitiva, apunta que en reunión del Consejo de Estado, el consejero Quiroga indicó al rey que "el príncipe de Parma estarían bien con el señor don Juan y podría ayudarle mucho", y además expuso el argumento que acabó de convencer al rey: "y lo que más importa es que si el señor don Juan faltas, no quedaría aquello desamparado como cuando murió el comendador mayor (Luis de Requesens), que ha sido la causa de venir a estos términos". 

La situación en Flandes era crítica, tal es así, que don Juan había escrito el 15 de agosto una sentida carta en la que reclamaba la vuelta urgente de los infantes españoles. "A los magníficos, amados, y amigos míos, los capitanes y soldados de la mía infantería española que salió de los Estados de Flandes [...] Venid pues, amigos míos, mirad que no solo aguardo yo, sino también las iglesias, monasterios, religiosos y católicos cristianos, que tienen a su enemigo presente, con el cuchillo en la mano, y no os detenga el interés de lo mucho o poco que se os dejaré de pagar, pues será cosa muy ajena de vuestro valor preferir eso, que es miseria, a una ocasión donde con servir tanto a Dios y a S. M. podréis acrecentar la fama de vuestras hazañas, ganando perpetuo nombre de defensores de la fe". Y concluía don Juan con una última arenga: "a todos ruego que vengáis con la menor ropa y bagaje que pudiereis, que llegados acá no os faltarán de vuestros enemigos".

La Pacificación de Gante y el Edicto Perpetuo

 


El 8 de noviembre de 1576 se firmaba el acuerdo conocido como la Pacificación de Gante, un acuerdo alcanzado por todas las provincias de los Países Bajos, tanto las rebeldes como las leales a la Corona, por el cual se determinaban las condiciones en las que se firmaría una paz con la Monarquía Española, para poner fin de esta manera a la guerra que había comenzado en 1568.

La invasión rebelde de 1572, tras la toma por parte de los Mendigos del Mar de las villas de Brielle, Flesinga o Dordrecht, había hecho crecer como la pólvora la rebelión en los Países Bajos. Guillermo de Orange y su hermano vieron la oportunidad de lograr lo que no habían podido en 1568. Tres fueron los ejércitos rebeldes que penetraron en los Países Bajos; por el norte avanzó Guillermo de Berg, el príncipe de Orange lo hizo por el centro, mientras que Luis de Nassau junto al almirante Coligny avanzó por el sur desde Francia. El Gran Duque de Alba tuvo que redoblar sus esfuerzos para contener el desastre, sin los fondos necesarios y con la sombra del duque de Medinaceli, Juan de la Cerda, que había llegado en teoría para sustituirle.

Pero Medinaceli, conocido por su carácter apacible y comedido, no se entendió desde el primer momento ni con Alba ni con las tropas españolas, que le consideraban débil e incapaz de hacer frente a una situación como la que se venía encima, así que, hastiado, regresó a España. Esta vez Felipe II encontró en el gobernador de Milán, Luis de Requesens, la figura que debía apaciguar mediante la diplomacia el indómito escenario de los Países Bajos. Como mentor de Juan de Austria, estuvo en la Guerra de las Alpujarras o en la Batalla de Lepanto a su lado, lo que le dotaba de buenos conocimientos militares, pero sus años de embajador ante la Santa Sede también le habían conferido un talento diplomático bastante grande.

Guerreros: Cristóbal Lechuga


Cristóbal Lechuga es considerado por muchos como uno de los padres de la artillería española, un ingeniero militar de inmenso talento y que, como tantos otros españoles, logró a base de esfuerzo y valor pasar de simple soldado a sargento mayor y teniente general de artillería en Flandes, ganándose así la admiración de sus mandos, compañeros e incluso enemigos. 

Cristóbal nació en el seno de una familia humilde en la localidad jienense de Baeza, entre el segundo semestre de 1556 y el primero de 1557. Hijo de Rodrigo Gutiérrez Lechuga y de Francisca García, poco se conoce de sus años de infancia por tierras baezanas, pero es probable que antes de cumplir 18 años se enrolase en las filas del Tercio de Sancho Dávila, comenzando su carrera militar sobre 1574 en los combates de Mook, donde los españoles acabaron con 3.000 holandeses, incluyendo a los hermanos Luis y Enrique de Nassau. 

Los soldados de Dávila estuvieron en la defensa de la ciudadela de Amberes resistiendo hasta la llegada del socorro español. Con la llegada de Juan de Austria a los Países Bajos, Dávila regresó a España, y no se sabe qué pudo ser de Lechuga. Lo cierto es que es en 1585 cuando se tienen ya noticias ciertas del militar baezano, el cual se une al Tercio de Francisco de Bobadilla, que era el de Zamora, siendo nombrado sargento mayor del mismo. Llevaba ya más de una década de servicio a España y su rey cuando Lechuga, junto al resto de los hombres de Bobadilla, marcharon hacia Flandes siguiendo la ruta del Camino Español. A su llegada las distintas compañías del Tercio fueron diseminadas por las distintas plazas que aseguraban la frontera con los protestantes. 

Los Tercios: El Tercio de Sicilia


El reino de Sicilia constituía un enclave estratégico, tanto comercial como militar, para la monarquía española. Su situación proporcionaba una base más que necesaria en las campañas militares que el emperador Carlos iba a emprender en el norte de África, como por ejemplo las de Túnez y La Goleta. El propio emperador señalaba muy juiciosamente que "mi reyno de Sicilia, que por estar al aposto del Turco, perpetuo enemigo de la Cristiandad, se puede decir que es como antemuralla de los otros mis Reinos y Señoríos".  

En el Archivo General de Simancas se encuentra una carta en la que Lucas Cifuentes de Heredia, presidente de la Gran Corte de Sicilia, escribía al rey Felipe II las siguientes palabras: "Este Reyno de Sicilia es antemuralla de la christiandad, passo de Levante a Poniente, y cabeça del mar Mediterráneo, arrimado al África, fin del Europa y que el mayor enemigo que tiene viene del mar de Asia que le tiene enfrente, y assí lo que con más facilidad por mar y tierra asegurare el passo del trato y comercio y quitarle los incursos de cossarios en mar y tierra y fuere miembro más principal para ofender al enemigo y defenderse del, son las galeras". 

Por tanto la importancia de este reino era fundamental y los puertos de Sicilia, tales como Palermo, Siracusa, Augusta, Trapani o Mesina, sirvieron de base logística y de reunión de tropas para acometer campañas como las de Túnez, los Gelves, Malta o Lepanto. El virrey de Sicilia, Héctor Pignatelli Carraffa, conde de Monteleón, escribió el 22 de octubre de 1522 al Comendador Mayor de León del Consejo del Rey indicándole que "conviene hazer que sea antes para offender al enemigo que para defender, porque ultra de ser mas provechoso no sperar la guerra en cassa se hará con menos gasto", haciéndonos una idea de la relevancia que tenía este territorio para los intereses de España.

Carlos V debía dar una respuesta a las necesidades militares de España en sus posesiones italianas, y de esta forma se crearon los Tercios Viejos en los enclaves más relevantes de Italia. Los comúnmente denominados  van a ser las primeras unidades militares de carácter permanente, que serán los de Lombardía, Nápoles, Sicilia, Málaga y Cerdeña, que se irán creando formalmente a lo largo de la década de los años 30 del siglo XVI, aunque no tengamos denominación formal como tercios hasta las Instrucciones u Ordenanzas de Génova de noviembre de 1536.

Los Tercios: Soldados y Empleos


Entre los soldados de los tercios de los ejércitos hispánicos podíamos encontrar desde primogénitos de grandes de España, pasando por segundones de casas nobles, caballeros, hidalgos, célebres escritores y por supuesto hombres humildes de toda condición y profesión. Fernando Martínez Laínez calcula que el veinticinco por ciento de los soldados de los tercios tenían derecho al "don", es decir, eran bachilleres o nobles. Esto, por supuesto, no tenía parangón con ningún otro ejército de cuantos campaban por Europa, donde era inconcebible que un noble combatiese a pie como infante, algo muy común entre los españoles. 

El proceso para entrar a formar parte de los tercios era bastante simple. Cuando se necesitaban soldados el rey mandaba designar capitanes que levantasen bandera, esto es, reclutasen gente. Los capitanes se escogían de entre los soldados veteranos que se habían ganado a pulso y por méritos propios la posibilidad de mandar una compañía. Para ello debían presentar ante el Consejo de Guerra sus papeles; éstos eran las cartas y certificados que sus mandos habían firmado y donde se les atribuían méritos, logros y acciones, y que todo soldado llevaba siempre encima. Una vez examinados los papeles por el Consejo, y si era merecedor del cargo, era nombrado capitán y el propio rey firmaba la patente. Este documento lo nombraba capitán, le asignaba un sueldo a él y a sus futuros hombres y le autorizaba a levantar bandera. 

El capitán se presentaba en una población y reclutaba gente de todo tipo; desde veteranos soldados que aspiraban al cargo de sargentos o cabos, así como hombres que tan solo buscaban un salario, o que aspiraban a alcanzar fama, gloria o fortuna. La única condición era que no fuesen ancianos, impedidos o menores de 20 años, aunque esto último muchas veces se incumplía. En la España del siglo XVI resultaba todo un espectáculo ver entrar a los capitanes en los pueblos, acompañados de sus ayudantes, tambor y pífanos lo que unido a las historias que circulaban sobre aventuras y riquezas, lo hacía especialmente atractivo a los ojos de los jóvenes de la población. Al nuevo soldado se le entregaba algo de dinero por adelantado, y vestido y calzado, así como el arma, que se le descontaba de su futura paga.

Guerreros: Sancho Dávila



Sancho Dávila y Daza vino al mundo un 21 de septiembre del año 1523 en la ciudad castellana de Ávila y alcanzó merecida fama por sus notables éxitos militares en las 4 décadas en las que combatió en los campos de batalla de media Europa y del norte de África.

Sancho de Ávila o Dávila era hijo del militar comunero Antonio Blázquez Dávila, veterano del asedio de la fortaleza de Fuenterrabía, y de Ana Daza, de notoria familia hidalga. Tuvo dos hermanos, Tomás y Beatriz, y quedó huérfano a la temprana edad de 15 años, por lo que se encomendó a los hábitos, como muchos otros hidalgos en España.

Inició estudios eclesiásticos esperando seguir los pasos de su tío, Pedro Daza, que era el archidiácono de la catedral de Ávila, recibiendo formación en filosofía, latín, gramática y teología, pero viajó a Italia para seguir formándose y cambiaron todos sus planes, descubriendo la pasión de las armas. Fue en Italia, concretamente en Roma, donde decidió unirse al Tercio de Hungría de Álvaro de Sande, veterano soldado de Túnez, que marchaba para Alemania para luchar en las disputas del Emperador Carlos V con la Liga de Esmalcalda.

Sitio de Middelburg


El 4 de noviembre de 1572 las tropas protestantes de Jerome de Tseraart comenzaban un duro asedio sobre la villa católica de Middelburg, en el corazón de Zelanda, defendida valientemente durante casi un año y medio por Cristóbal de Mondragón.

Inmersas en la Guerra de los 80 años, las tropas españolas tratan de contener el avance de los protestantes holandeses por todos los Países Bajos. En la provincia de Zelanda los protestantes comenzaron una brillante campaña de la mano del gobernador de Flesinga, Jerome de Tseraart, que había levantado un ejército de unos 7.000 hombres, entre holandeses, mercenarios alemanes e ingleses. Solo resistían en Zelanda las villas de Middelburg, la capital de la provincia, Goes y Arnemuiden.

Del motín de Alost al Saco de Amberes


El 4 de octubre del año 1576 las tropas españolas de Sancho Dávila, refugiadas en la ciudadela de Amberes, pedían socorro a los españoles amotinados en Alost, ante la traición de las autoridades de la ciudad que habían dejado entrar en ella a los ejércitos protestantes del conde de Egmont.

Inmersa en la Guerra de los 80 años la Hacienda Real española no podía seguir soportando los ingentes gastos que conllevaba dicho conflicto. En 1574 Felipe II enviaba el doble de dinero al gobernador de los Países Bajos, Luis de Requesens, que en los tiempos del Duque de Alba, pero el 1 de septiembre de 1575 la Corona se quedó sin fondos y declaró la suspensión de los pagos de los intereses de la deuda contraída, por lo que se cortó el grifo de la financiación y los Tercios se quedaron sin pagas.

El ejército de Flandes se vio sin dinero y rodeado de enemigos. Guillermo de Orange no perdió el tiempo y movilizó todas sus fuerzas contra los españoles. Requesens logró tomar Zirickzee, en un asalto encabezado por Dávila, pero la pésima situación financiera impidió la ofensiva sobre Zelanda, así que trató de cerrar acuerdos con las provincias católicas en previsión de lo que se venía encima pero falleció casi repentinamente el 5 de marzo de 1576. Ahora el conde Pedro Ernesto de Mansfeld se hacía cargo de un ejército de más de 80.000 soldados que no cobraban sus pagas.

El Asedio de Haarlem


El 14 de julio de 1573, tras más de 7 meses de un duro y penoso asedio, caía la importante ciudad de Haarlem, la segunda en población de Holanda, ante las tropas de Fadrique Álvarez de Toledo, hijo del Gran duque de Alba.

La Guerra de los 80 años se recrudecía, con los rebeldes holandeses inmersos en una violenta revuelta de índole religioso y político que databa de 1566. La mano dura del duque de Alba no ayudó a apaciguar los ánimos, y las ejecuciones de los condes de Egmont y de Hornes, súbditos del rey sobre los que recaía la sospecha de traición a España, propiciaron que buena parte de la nobleza de los Países Bajos que aún se mantenía fiel a Felipe II, se uniese a la causa de Guillermo de Orange, quien se había refugiado en sus tierras de Dillenburg, en Alemania, y desde donde lanzaría un poderoso ejército con el que invadir los Países Bajos en 1568.

En 1572 las cosas no habían cambiado mucho; los rebeldes, con los Mendigos del Mar de Guillermo de La Marck a la cabeza, sacudían con furia los Países Bajos. Los desesperados intentos del duque de conseguir dinero para sostener sus ejércitos allí, le llevaron a imponer la "décima", un tasa que gravaba las transacciones comerciales, tal y como sucedía en los territorios castellanos de España. Este hecho provocó el descontento de parte de la población no solo de Holanda y Zelanda, sino también del Brabante y Flandes.

Batalla de Mook


El 14 de abril de 1574 el ejército hispánico, bajo el mando del maestre Sancho Dávila, obtenía una brillante victoria sobre las tropas protestantes de Luis de Nassau en la localidad de Mook, en la provincia de Limburgo.

En el marco de la Guerra de los 80 años, Luis de Nassau se lanzó con sus tropas desde Alemania a comienzos de 1574. En febrero cruzó la frontera con la misión de unirse a Guillermo de Orange. Con 6.000 infantes y 3.000 jinetes invadió el Brabante e intentó desviar la atención española, cuyas tropas se encontraban asediando Leiden desde octubre del año anterior.

Luis de Requesens, gobernador de los Países Bajos, apenas disponía de hombres, por lo que Luis de Nassau creyó que los católicos no podrían contener su ofensiva. Pero no contó con la extraordinaria capacidad española para reaccionar en situaciones adversas y sobre todo, con la calidad de sus tropas.

Requesens, en cuanto tuvo constancia de la invasión protestante, envió todos los hombres que fue capaz de reunir. El plan: tratar de interrumpir el avance de Luis en el río Mosa. Para ello los españoles recurrieron a escaramuzar con el enemigo ante la superioridad numérica de éste. Uno de estos episodios se dio el día 18 de marzo cuando, mediante una encamisada, táctica muy usada por los españoles, con apenas 300 arcabuceros españoles y casi igual número de valones, causaron al enemigo más de 700 bajas, por tan solo 4 valones y 3 españoles muertos.

Guerreros: El Coronel Francisco Verdugo


El 13 de marzo de 1537 nacía en Talavera de la Reina Francisco Verdugo. Hijo de carnicera y sin demasiadas oportunidades en el Toledo del siglo XVI, decidió enrolarse en la compañía que en 1556 se encontraba levantando el capitán Bernardino Martín de Ayala, por 1.500 maravedíes, apenas 4 escudos.

A partir de ahí, con 19 años, es donde comienza la andadura de uno de los militares más importantes de la historia de España. 

No tardaría en partir rumbo a Nápoles, donde quedó encuadrado en una compañía de arcabuceros perteneciente al afamado Tercio de Saboya. Tras el fallido intento de invasión francesa del Milanesado, el tercio, comandado por el maestre de campo Alonso de Navarrete, se dirigió a toda prisa rumbo a Flandes, para proteger las fronteras del imperio y amenazar el norte de Francia.

Allí se unieron a las tropas de Felipe II, dirigidas por el duque de Saboya, Manuel Filiberto, que invadieron la Champaña y la Picardía francesa para caer sobre San Quintín en 1557. Tuvo Verdugo una destacada actuación, distinguiéndose junto a su compañía en el apoyo a la carga de la caballería española dirigida por el conde de Egmond, y que acabaría deshaciendo los flancos franceses. El propio capitán Julián Romero le propuso para cobrar una ventaja de 8 escudos, algo poco frecuente entre soldados bisoños.

Batalla de Borgerhourt


El 2 de marzo de 1579 las fuerzas españolas, dirigidas por Alejandro Farnesio, príncipe de Parma, vencían a las tropas inglesas y francesas que apoyaban a los protestantes holandeses de la Unión de Utrecht, en la villa de Borgerhout.

Desde su nombramiento en el cargo de gobernador de los Países Bajos, tras la muerte de su tío Juan de Austria, Alejandro Farnesio, que había llegado a Flandes hacía menos de año y medio, había impulsado una extraordinaria labor diplomática y militar que llevó a la firma de la Unión de Arras, con la que las provincias del sur mostraban su compromiso de permanecer leales a la Corona Española.

Los Estados Generales, por su parte, firmaron la Unión de Utrecht el 23 de enero de 1579, ante la amenaza que suponía el imparable avance de las tropas de Farnesio. Bruselas estaba en serio peligro y los protestantes buscaron refugio en Amberes. El príncipe de Parma, a comienzos de año diseñó una estrategia de acoso y derribo contra los protestantes, que le llevó a tomar Weert y a derrotar a las temibles reiters alemanes de Juan Casimiro en Eindhoven y ponerlos en fuga. Entonces decidió sitiar la ciudad de Maastricht, su principal objetivo, de tal forma que quedase expedito el camino hacia la ansiada Amberes.

Por su parte, y dentro de dicha estrategia, el príncipe de Parma envió al coronel español Cristóbal de Mondragón con la misión de aislar los Países Bajos por el este, evitando que los protestantes alemanes pudieran socorrer a los holandeses, y tomando las importantes villas de Strelen, Erkelenz y Kerpen. De este modo Maastricht quedó completamente aislada por el norte y por el este. Por otro lado, los espías del gobernador le habían informado de la presencia de un contingente de selectas tropas de calvinistas franceses, junto a las inglesas y escocesas de John Norreys en la villa de Borgerhout.

Batalla de Gembloux


El 31 de enero de 1578 las tropas realistas, comandadas por don Juan de Austria y Alejandro Farnesio, se enfrentaron en Gembloux a los ejércitos de los Estados Generales de los Países Bajos, obteniendo una aplastante victoria que daría un notorio giro en el devenir de la guerra. 

Llevaba casi 10 años en marcha la Guerra de los Ochenta Años años. Atrás quedaban los inicios de la contienda con la victoria protestante en mayo de 1568 en Heiligerlee, y la posterior devolución del golpe por parte de los españoles en Jemmingen. La sustitución como gobernador de los Países Bajos del Duque de Alba por Luis de Requsens, no había logrado frenar las revueltas protestantes, que se recrudecían por momentos. Felipe II, angustiado por el cariz que tomaban los acontecimientos, resolvió nombrar gobernador, tras la muerte de Requesens en 1576, a su hermanastro Juan de Austria, confiando en que el "Héroe de Lepanto" pudiera hacerse con el control de la situación. Tras su llegada en noviembre de 1576, no perdió un segundo y comenzó a tender puentes con los protestantes.

En febrero de 1577, don Juan lograba firmar el conocido como "Edicto Perpetuo" en el cual aceptaba los acuerdos de la "Pacificación de Gante", por los que se declaraba la tolerancia religiosa en los Países Bajos, se realizaba una amnistía para los presos holandeses, se confirmaban y otorgaban nuevos privilegios a la nobleza y el clero protestante, se nombraba a Guillermo de Orange como Estatúder de Holanda y Zelanda, y se sacaban a las tropas extranjeras de los Países Bajos, incluyendo a los tercios españoles, en un plazo de 20 días. A cambio, los protestantes reconocían a Felipe II como su rey y a Juan de Austria como gobernador actuando en nombre de éste, y se comprometían a respetar a los católicos de sus territorios.

El Milagro de Empel


El 8 de diciembre de 1585 se producía la milagrosa salvación de los Tercios españoles en la isla de Bommel que se encontraban asediados por las tropas holandesas, gracias a la "mediación" de la Virgen de la Inmaculada Concepción.   

Inmersos en la Guerra de los Ochenta años, y tras tomar Amberes, las tropas españolas del conde Pedro Ernesto de Mansfeld se dirigieron hacia el norte de la región de Brabante, por orden de Alejandro Farnesio, para socorrer a las poblaciones católicas que estaban siendo atacadas por los protestantes y enfrentarse a los ejércitos enemigos que allí se encontraban. El ejército realista disponía en esos moamentos de seis tercios, cuatro de ellos españoles; el de Mondragón, que era el de Lombardía y, por tanto, el más antiguo, el de Juan del Águila, que se había formado con gente del de Sicilia, el de Agustín Íñiguez, y el de Francisco Arias de Bobadilla, a los que se unían los italianos de Gastón Spínola y de Capuzucca. 

Para finales de noviembre de 1585, Mansfeld había llegado ya al río Mosa y se disponía a instalar a su ejército en Alost. Desde allí ordenó a los Tercios de Francisco de Bobadilla, Agustín Íñiguez y Cristóbal de Mondragón, a los que se uniría la compañía de arcabuceros a caballo del capitán Juan García de Toledo, que ocuparan la isla de Bommel, situada entre los ríos Mosa y Waal. La isla contaba con apenas 25 kilómetros de longitud y unos 9 de anchura máxima, un espacio bastante pequeño. En total, la fuerza de Bobadilla la constituían unos 5.000 hombres repartidos en 61 banderas, más un estandarte de caballos, mientras que Mansfeld se quedaba en Bolduque con el Tercio de Juan del Águila.

Socorro de Goes


Un 21 de octubre del año 1572 las tropas angloholandesas de Jerome de Tseraart, gobernador de Flesinga, se batían en retirada, tras tener que levantar el cerco de Goes, ante el empuje de los tercios españoles comandados por Cristóbal de Mondragón.

El duque de Alba, enviado en 1567 por el rey Felipe II para sofocar las revueltas protestantes, había logrado recuperar el control del sur de los Países Bajos, pero el norte era otra cosa. Lejos del control de la gobernadora, se habían multiplicado las ciudades en rebeldía. Esto era algo harto costoso de dominar, ya que habría que entrar en una guerra de expugnación de plazas muy costosa y sufrida, algo que España no se podía permitir. 

A finales de agosto de 1572, y en el marco de la Guerra de los 80 años, el gobernador calvinista de Flesinga, Jerome de Tseraart, levantaba un ejército para sitiar la plaza de Goes, bajo dominio español. Tseraarts ya había intentado arrebatarle la plaza a los españoles, pero había sido repelido brillantemente por los tercios encargados de su defensa. Ahora armaba una potente fuerza: 4.500 calvinistas flamencos y franceses, respaldados por más de 1.000 protestantes alemanes, bajo mando del propio Tseraart, y unos 2.000 ingleses comandados por Thomas Morgan y Humphrey Gilbert. A estas fuerzas había que añadirles la fuerza naval: más de 40 naos gruesas, mucha artillería y decenas de charrúas, todo ello dirigido por Peterson Worst, uno de los almirantes holandeses de los llamados Mendigos del mar.

El Asedio de Maastricht


El 29 de junio del año 1579 terminaba el largo asedio al que había sido sometida la ciudad holandesa de Maastricht, tras lograr el ejército realista, conducido por Alejandro Farnesio, batir sus defensas y penetrar en ella, saqueándola y poniendo en fuga a la mayor parte de la población. Maastricht seguiría en manos españolas hasta 1632, año en que las Provincias Unidas lograrían conquistarla. 

Corría el año 1577 cuando Alejandro Farnesio llegó a Flandes, tras la llamada de sus tíos, Juan de Austria, y el rey de España Felipe II. La Guerra de los Ochenta Años llevaba ya casi una década y el príncipe de Parma tenía claro que había que recuperar la iniciativa perdida en los años anteriores. La muerte de Juan de Austria a comienzos de octubre de 1578 había convertido al príncipe en el nuevo gobernador de los Países Bajos. Tras una serie de hábiles maniobras políticas emprendidas por Farnesio, el 5 de enero de 1579 se firmaba la Unión de Arras, por la cual las provincias católicas del suroeste se comprometían con la causa de Felipe II, que la ratificaría en noviembre de ese año. Por su parte, las provincias rebeldes formarían unas semanas después la llamada Unión de Utrecht.

De esta forma, Alejandro se aseguró tener la retaguardia cubierta, además de un suministro razonable de tropas, por lo que, una vez preparado, se lanzó a la conquista de las ciudades de Bruselas y Amberes, o eso al menos era lo que pensaba el líder de los rebeldes holandeses, Guillermo de Orange. El príncipe de Parma tenía claro que antes de emprender la toma de estas dos importantes ciudades, era de suma importancia recuperar la ciudad de Maastricht, ya que esta ciudad constituía un magnífico puente sobre el río Mosa, un importante nudo de comunicaciones y una plataforma desde la que emprender acciones contra los rebeldes, y además de cortar los importantes socorros que los rebeldes recibían desde Alemania por dicha ciudad, por lo que en esa tarea empeñaría todos sus esfuerzos en los siguientes meses.

Guerreros: Cristóbal de Mondragón



Aún se duda si Cristóbal de Mondragón y Otálora nació en 1504 o en 1514. Quizás esta última fecha sea la más comúnmente aceptada. Lo cierto es que vino al mundo en la localidad vallisoletana de Medina del Campo y que tomó el apellido de la villa de procedencia de la familia de su padre: Mondragón, en Guipúzcoa. Éste se había casado con Mencía de Mercado, de hidalga familia de Medina, donde tenían su residencia. 

Sus primeras acciones militares datan de los tiempos de las campañas de Carlos I en Italia, combatiendo contra los franceses, y posteriormente lo encontramos en las tomas de La Goleta y Túnez. Pero Mondragón obtiene repercusión tanto nacional como internacional durante la Batalla de Mühlberg, contra los rebeldes luteranos de la Liga Esmalcalda.

Allí, junto a diez soldados más, el 24 de abril de 1547 cruzaba el río Elba "con las espadas en la boca y el agua por encima del pecho", como escribiría Lope de Vega, y, tras vencer la resistencia de los vigilantes de los pontones con los cuales poder cruzar el río de manera segura, se apropiaron de ellos y consiguieron llevarlos hasta la orilla española, sorteando el fuego de arcabucería enemiga, mientras sus compañeros de armas gritaban de júbilo y sorpresa ante tal hazaña.

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