Batalla de Pavía

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Las Campañas de Farnesio en Flandes. De Lochem a Ypres

 


Tras la toma de Oudenaarde, el 5 de julio de 1582, a Farnesio le llegó la noticia, a través de un capitán escocés al servicio del de Orange, que la villa de Lier, a unos 15 kilómetros al sureste de Amberes, tenía pensado entregarse a los realistas, por lo que el de Parma encargó a Matteo Corvini la tarea, y el 2 de agosto la villa se entregó a las tropas que este llevaba. La toma de esta villa fue de capital importancia "por estar tan cerca de la de Amberes, Malinas y Bruselas les sirvió de gran padrastro, porque las corría sus contornos y servían que no se diesen la mano las unas a las otras tan a su salvo como lo hacían antes". La pérdida de Lier, a la vista de Amberes, causó una merma importante en la confianza que los rebeldes habían depositado en el duque de Anjou.

Por su parte, en el Brabante, el ejército realista sufrió un contratiempo importante. Farnesio había ordenado a sus hombres que tomasen la ciudad de Diest al asalto, por lo que amparados en la noche las tropas, usando escalas, accedieron al interior de la villa. Para su desgracia, los soldados rebeldes estaban alertados de las intenciones hispánicas, por lo que les tendieron una trampa y acabaron con todos los infantes que habían accedido sin esperar a que llegase el grueso de la fuerza, que incluía las fuerzas de caballería. 

Ese verano, Felipe II había ordenado la marcha a Flandes de 4.000 españoles agrupados en dos tercios, el de Pedro de Paz, antiguo de Sicilia con el que Julián Romero fue a Flandes en 1567, y el de Cristóbal de Mondragón, antiguo de Lombardía que también acompañó al Gran duque de Alba a los Países Bajos de la mano de Sancho de Londoño. También envió el rey 900.000 escudos y 4.000 infantes italianos agrupados en otros dos tercios: el napolitano de Mario Carduini, y el lombardo de Camillo delli Monti, ambos levantados ese mismo año. Todo ello acompañado de caballería española bajo el mando del castellano Antonio Olivera. Con este vital refuerzo del "nervio" del ejército y la recluta hecha por Farnesio de tropas alemanas y borgoñonas, el príncipe de Parma se sentía en disposición de continuar con la ofensiva contra los rebeldes. 

Las Campañas de Farnesio en Flandes. De Maastricht a Oudenaarde



La toma de Maastricht había convertido a Alejandro Farnesio ya en una leyenda militar. El joven príncipe se había ganado a pulso una fama de concienzudo y valiente general, capaz de superar cualquier obstáculo que se le pusiese por delante, por muy difícil que pudiera ser. Pero justo en el momento en que más debería estar saboreando la importante victoria obtenida, Farnesio se encontraba debatiéndose entre la vida y la muerte debido a unas fiebres contraídas durante el asedio de la ciudad. De hecho, no fue hasta finales de julio cuando su estado de saludo mejoró, pudiendo hacer su entrada en Maastricht casi un mes después de rendirla.

Al éxito diplomático de la Unión de Arras le había seguido el militar, pero aún así Farnesio parecía no contar con la total confianza del monarca ya que, cuando según lo acordado en el tratado hubo de nombrarse un nuevo gobernador para los Países Bajos, éste otorgó el cargo a Margarita de Parma, la madre de Alejandro. El 8 de marzo de 1580 recibió la hermana del rey sus instrucciones y partió hacia Flandes, escribiendo desde Luxemburgo a su hijo diciéndole que esperaba que se encargase del ejército y la auxiliase como gobernadora. Farnesio lo rechazó, considerando, tal vez, que ese no era el puesto que le correspondería a alguien que había pacificado Flandes y había tomado Maastricht. 

El 12 de agosto de 1580 se encontraron al final Alejandro y su madre, quien estaba acompañada de la hija mayor del primero, de 12 años de edad. Farnesio se negó a compartir el poder y así se lo hizo saber tanto a su madre como a los secretarios reales Granvela e Idiáquez. Era evidente que se había generado una crisis que amenazaba con llevarse por delante todo lo conseguido desde que Juan de Austria se viese contra las cuerdas, por lo que Margarita escribió a Felipe II, su hermano, indicándole que renunciaba al gobierno. A su vez, el Consejo de Estado de los Países Bajos tenía claro que era Farnesio quien debía gobernar aquel país, y así se lo pidió a finales de octubre. 

Guerreros: El Gran Duque de Alba (Parte III)

 


La toma de la ciudad de Brielle por parte del Los Mendigos del Mar y la derrota del conde de Bossu en su intento por recuperarla, dieron lugar a una serie de adhesiones a la causa rebelde que traerían nefastas consecuencias para los intereses de la Monarquía Española, aunque éstas, no las sufriría el duque de Alba por mucho más tiempo. 

Los primeros movimientos del duque ante esto fueron la recluta de diversas compañías valonas que fueron puestas bajo el mando de Cristóbal de Mondragón, y guarnicionar las plazas de Holanda y Zelanda. También escribió al rey pidiendo más dinero. Los planes de los Nassau pasaban por el avance de los Mendigos, en combinación con la entrada desde Alemania de Guillermo y la de Luis, haciendo lo propio desde Francia en compañía de los hugonotes. El 24 de mayo de 1572, el pequeño de los Nassau capturó la ciudad de Mons tras un ardid de los partidarios de Orange que había dentro de la ciudad, y la llegada de refuerzos bajo el mando de Mos de Genlis y François de la Noue. La pérdida de Mons era un problema de graves proporciones, ya que proporcionaba una ruta directa entre Bruselas y Francia. 

La apertura de este segundo frente por parte de Luis de Nassau dejó a Alba en una situación delicada, ya que solo disponía de 7.000 hombres a los que se les adeudaban varias pagas, y, para colmo, al otro lado del Rin el ejército de Guillermo cada día era más numeroso. No tardaron sus enemigos en la Corte en usar esto contra él, mientras que el duque de Medinaceli llegaba a los Países Bajos con la consigna de ofrecer un perdón general que pusiera fin a la revuelta. Pero Alba, a pesar de contar ya con 65 años, no iba a ser presa fácil ni para sus detractores en España, y mucho menos para sus enemigos en Flandes. Logró obtener 200.000 ducados de Cósimo de Médicis, y trajo a las tropas alemanas de Frundsberg y Eberstein, y llamó a su hijo Fadrique, que se hallaba socorriendo Middelburg de los Mendigos, para que se dirigiera a toda prisa a recuperar Mons. 

Asedio de Tournai

 


El 30 de noviembre de 1581, festividad de San Andrés, las tropas hispánicas de Alejandro Farnesio entraban triunfantes en la ciudad de Tournai, tras un asedio que había durado casi dos meses y que había concluido con la entrega de la plaza para evitar el asalto y posterior saqueo de la misma.

El gobernador de la Países Bajos, Alejandro Farnesio, tras lograr firmar la Unión de Arras con las provincias católicas del sur, se había empeñado en una campaña de recuperación de todas las plazas que habían caído en manos de los rebeldes, poniendo así fin a las matanzas y persecuciones que sufrían los católicos desde que, en 1577, se hicieran con buena parte del territorio de los Países Bajos. De esta manera, y tras la exitosa toma de Amberes en junio de 1579, siguió con su campaña. Los siguientes meses supusieron la expansión de las tropas católicas de la mano del futuro duque de Parma, por lo que Guillermo de Orange, alarmado por el cariz que tomaban los acontecimientos, maniobró políticamente para tratar de atraer a Francia a su lado en la Guerra de los Ochenta Años, rompiendo definitivamente su compromiso con el archiduque Matías de Austria, a quien había utilizado en sus ambiciones políticas. 

Guillermo, pues,  había entablado conversaciones con Francisco, duque de Alençon y de Anjou, para que éste ocupara el trono de las Provincias Unidas. Las negociaciones fructificaron y el 29 de septiembre de 1580 se firmaba el tratado de Plessis les Tours. Guillermo pretendía de esta forma forzar a España a reconocer la independencia de estos territorios que ahora tendrían un nuevo rey, si no quería verse abocado a una guerra con Francia. Las intenciones de Guillermo eran claras: el nuevo rey debía ser un títere en manos de los Estados Generales, por los que las limitaciones al poder real recogidas en el tratado levantaron las suspicacias del duque francés. No podía nombrar sucesor, las decisiones debían ser tomadas en conjunto con el Consejo de los Estados Generales, y tampoco comandaría el ejército, cargo que se reservaba Guillermo. 

Guerreros: El Gran Duque de Alba (Parte II)

 


Mientras la influencia de Ruy Gómez crecía sobre la figura de Felipe, el recelo de éste hacia el duque de Alba iba en aumento. De esta forma, y aprovechando el intento de invasión francesa de los Países Bajos, a finales de 1554, rechazado finalmente por las tropas de Carlos y la entrada de una nueva fuerza en el Piamonte, bajo el mando de Charles de Cossé, conde de Brissac, Felipe convenció a su padre para que mandase al duque a poner en orden los asuntos en Italia. 

Allí fue el duque a comienzos de 1555, teniendo que hacer frente no solo a los franceses, sus enemigos externos, sino a las maquinaciones de sus enemigos en la Corte, especialmente el vil Ruy, quien hizo todo lo posible para privarle de fondos y hombres para su campaña en Italia. Y es que ya antes de la partida del duque, a los soldados acantonados en el Estado de Milán se les debía, en concepto de pagas atrasadas, se les debía la desorbitante cantidad de 600.000 ducados. No solo no se le fueron entregadas estas cantidades, sino que apenas se le asignaron 200.000 ducados a última hora, pues uno de sus más fieles partidarios, Francisco de Eraso, se había pasado al bando de Ruy e intentó todo lo que estuvo en su mano para que no le llegasen esos dineros. 

Mientras el duque se reunía en Augsburgo con el rey Fernando, las intrigas continuaban en la Corte, negándole incluso su propio sueldo de 12.000 ducados. Llegado a Innsbruck envió una carta a Felipe advirtiendo de que no tomaría posesión de sus cargos en Italia a menos de que se le abonaran las cantidades prometidas. En vistas de la situación, Alba trató de conseguir dinero de todas las formas posibles, tanto en Italia, a través de Bernardino de Mendoza, como en sus posesiones en España, desarrollando una gran actividad agrícola en sus tierras. 

La Pacificación de Gante y el Edicto Perpetuo

 


El 8 de noviembre de 1576 se firmaba el acuerdo conocido como la Pacificación de Gante, un acuerdo alcanzado por todas las provincias de los Países Bajos, tanto las rebeldes como las leales a la Corona, por el cual se determinaban las condiciones en las que se firmaría una paz con la Monarquía Española, para poner fin de esta manera a la guerra que había comenzado en 1568.

La invasión rebelde de 1572, tras la toma por parte de los Mendigos del Mar de las villas de Brielle, Flesinga o Dordrecht, había hecho crecer como la pólvora la rebelión en los Países Bajos. Guillermo de Orange y su hermano vieron la oportunidad de lograr lo que no habían podido en 1568. Tres fueron los ejércitos rebeldes que penetraron en los Países Bajos; por el norte avanzó Guillermo de Berg, el príncipe de Orange lo hizo por el centro, mientras que Luis de Nassau junto al almirante Coligny avanzó por el sur desde Francia. El Gran Duque de Alba tuvo que redoblar sus esfuerzos para contener el desastre, sin los fondos necesarios y con la sombra del duque de Medinaceli, Juan de la Cerda, que había llegado en teoría para sustituirle.

Pero Medinaceli, conocido por su carácter apacible y comedido, no se entendió desde el primer momento ni con Alba ni con las tropas españolas, que le consideraban débil e incapaz de hacer frente a una situación como la que se venía encima, así que, hastiado, regresó a España. Esta vez Felipe II encontró en el gobernador de Milán, Luis de Requesens, la figura que debía apaciguar mediante la diplomacia el indómito escenario de los Países Bajos. Como mentor de Juan de Austria, estuvo en la Guerra de las Alpujarras o en la Batalla de Lepanto a su lado, lo que le dotaba de buenos conocimientos militares, pero sus años de embajador ante la Santa Sede también le habían conferido un talento diplomático bastante grande.

Los Tercios: El Tercio de Cerdeña



Los orígenes del Tercio de Cerdeña son bastante confusos, pudiendo utilizarse al principio el nombre de Tercio de Córcega o de Bracamonte, debido a que sabemos que fue Córcega su primer destino, bajo poder de la República de Génova, aliada de España, donde se estaban produciendo una serie de revueltas pagadas con dinero de Francia, que había tenido que renunciar a sus pretensiones sobre la isla tras los acuerdos de Cateau-Cambresis, en 1559. 

El líder de estas revueltas era un tal Sampietro Corso que, como se ha dicho, con la ayuda francesa había logrado levantar un pequeño ejército que amenazaba el control genovés sobre la isla. En sus pretensiones de poder, no había dudado en contactar con el Turco prometiéndole puertos en el territorio desde donde amenazar las posesiones españoles a cambio de una flota de galeras, pero las negociaciones fracasaron. Sin embargo, desconociendo el alcance de las intenciones de Corso, los españoles se tomaron muy en serio la amenaza que representaba, por lo que Felipe II se decidió a levantar una fuerza en Italia y enviarla a Córcega. 

Las revueltas de 1564 en Córcega suponían una clara amenaza al equilibrio de poderes por lo que, tras finalizar la recuperación del Peñón de Vélez de la Gomera el 6 de septiembre de 1564 por García Álvarez de Toledo, marqués de Villafranca y virrey de Cataluña, quien contaba con unas 150 embarcaciones, incluyendo más de 90 galeras, el rey ordenó el envió de parte de la tropa que había sido usada en aquella empresa, para poner en buen orden Córcega. Mientras esto sucedía, una fuerza de 1.500 infantes lombardos se había levantado en Cremona bajo el mando del capitán Lorenzo Suárez de Figueroa, quien acudió a Córcega para auxiliar a los aliados genoveses contra los rebeldes. 

El Asedio de Leiden

 


El 3 de octubre de 1574 un ejército hispánico comandado por Francisco Valdés ponía fin al asedio sobre Leiden, iniciado unos meses atrás. La ciudad no pudo ser tomada debido a la apertura de los diques que la rodeaban, provocando la llegada del ansiado socorro de los defensores, pero también la ruina económica de la ciudad. 

En el marco de la Guerra de los Ochenta Años, los avances rebeldes de 1572 en Holanda habían logrado conquistar la ciudad de Leiden, un enclave estratégico en la Holanda meridional. Era sin duda la ciudad más importante de la región, y servía de puente con la Holanda septentrional, estando a poco menos de 50 kilómetros de Ámsterdam o Haarlem. Ahora disponían de un puñal en el corazón de la región, pudiendo moviliza tropas hasta Zelanda sin apenas oposición. Tras esto, la práctica totalidad de Holanda, a excepción de Amsterdam y un puñado de ciudades más, y Zelanda, estaban en manos de los rebeldes. 

Los rebeldes lanzaron una campaña muy fuerte ese año. Desde el sur, Luis de Nassau, hermano del estatúder Guillermo de Orange, avanzó con sus fuerzas sobre Henao y Artois, mientras que Guillermo IV, conde van den Bergh, avanzó sobre Güeldres y el norte de los Países Bajos, con intención de llegar hasta Frisia. Mientras, Guillermo de Orange avanzaría sobre Limburgo, y de ahí acometería contra Brabante y Flandes, en una especie de golpe al corazón de los Países Bajos españoles. El duque de Alba, en ese momento gobernador de los Países Bajos, emprendió una serie de campañas para recuperar lo arrebatado por los rebeldes. Su éxito fue casi total, con asedios tan importantes como el de Haarlem o Mons

Batalla de Cerisoles

 


El 11 de abril de 1544 el ejército francés del conde de Enghien se enfrentó a las tropas imperiales conducidas por el marqués del Vasto en la localidad italiana de Ceresole Alba. Los franceses obtuvieron una victoria táctica, pero los imperiales lograron mantener Milán, objetivo principal francés. 

En el marco de las Guerras Italianas, la última contienda había terminado mediante el Tratado de Niza, que pretendía frenar durante diez años la guerra en Italia entre Carlos V y Francisco I. El emperador, cansado ya de tanta guerra y hastiado por los incumplimientos del rey francés, quiso buscar una solución definitiva al enfrentamiento que desde décadas atrás se venía produciendo entre España y Francia por los territorios italianos. Propuso casar a su hija María de Austria con el hijo de Francisco, heredando el matrimonio los Países Bajos, Charolais y el condado de Borgoña a la muerte del emperador. 

No fructificaron las negociaciones por las enormes ambiciones del rey francés, que ansiaba más que nada en el mundo el ducado de Milán. Francisco quería romper el acuerdo y buscó como pretexto la muerte de dos de sus embajadores ante el Imperio Otomano, acusando falsamente a España de ser la responsable. Las hostilidades se rompieron el 12 de julio. De este modo Francisco tenía al fin su nueva guerra y un nuevo intento para hacerse con el Milanesado. Su primer movimiento fue en el norte, en el frente de Flandes; pero el ejército imperial, con el príncipe de Orange a la cabeza, rechazó a los franceses con la ayuda de las tropas inglesas que habían desembarcado en Normandía tras los acuerdos firmados entre Enrique VIII y el emperador en febrero de 1543.

La Guerra de los 80 Años: Los Orígenes (Parte I)

La Guerra de los 80 Años fue, en gran medida, la causa del derrumbamiento del poderío español y el final de su hegemonía en Europa. Una guerra que siempre se pensó originada por enfrentamientos de índole religioso pero que escondió un trasfondo mucho más complejo; ambiciones políticas y económicas se unieron a las cuestiones de fe para hacer estallar uno de los más largos y sangrientos conflictos que se han dado a lo largo de la historia de Europa. 

Este penoso conflicto desangró durante décadas la hacienda de la Corona Española y se llevó por delante la vida de muchos de los mejores hombres que las tierras de España parieron, lo que, unido a otras guerras en las que se involucró el reino, y al constante flujo de españoles que marchaban hacia las Indias buscando huir del hambre y la pobreza, con la ilusión del oro y la plata que aventuraban las anécdotas e historias que circulaban por cada rincón del reino, propició una debacle demográfica, económica y social de la que España tardaría en recuperarse demasiado tiempo, perdiendo así su posición dominante en Europa. 

A los largo de las ocho décadas que duró esta guerra se vivieron algunas de las batallas más épicas y algunas de las gestas más increíbles que el mundo militar ha visto. Episodios como la batalla de Jemmingen, el Socorro de Goes, el Asedio de Haarlem, el Milagro de Empel, o la Toma de Breda, ya forman parte del imaginario de los amantes de la historia militar, y constituyen solo unos pocos de los muchísimos ejemplos de lo que unos pocos hombres consiguieron luchando contra todo y contra todos, movidos por la lealtad a su reino y a su rey y la inquebrantable fe en su dios. 

Sitio de Middelburg


El 4 de noviembre de 1572 las tropas protestantes de Jerome de Tseraart comenzaban un duro asedio sobre la villa católica de Middelburg, en el corazón de Zelanda, defendida valientemente durante casi un año y medio por Cristóbal de Mondragón.

Inmersas en la Guerra de los 80 años, las tropas españolas tratan de contener el avance de los protestantes holandeses por todos los Países Bajos. En la provincia de Zelanda los protestantes comenzaron una brillante campaña de la mano del gobernador de Flesinga, Jerome de Tseraart, que había levantado un ejército de unos 7.000 hombres, entre holandeses, mercenarios alemanes e ingleses. Solo resistían en Zelanda las villas de Middelburg, la capital de la provincia, Goes y Arnemuiden.

Guerreros: Julián Romero


Nacido probablemente en Torrejoncillo del Rey, Cuenca, en algún momento del año 1518, Julián Romero de Ibarrola estaba destinado a convertirse en uno de los más grandes militares españoles de todos los tiempos, un hombre que pasó de mozo de tambor a maestre de campo general. 

Su padre, Pedro de Ibarrola, hijo de noble familia de Éibar, fue uno de los tantos vizcaínos que buscaron fortuna en otras tierras de España, algunos de los cuales acabaron en la serranía de Cuenca, como Pedro. Éste era maestro mayor de obras y se casó con Juana Romero, de familia de cristianos viejos e hidalga.

En Torrejoncillo pasó su infancia Julián, que había adoptado el apellido de su madre, soñando con huir de la monotonía de aquel lugar y revivir las grandes victorias del Gran Capitán. Fue allí donde, con 16 años de edad, se alistó en el ejército real, y es allí donde empieza la gran aventura en forma de vida de Julián Romero.

Jodoigne. Los Tercios soprenden a los holandeses.


El 16 de octubre de 1568 los Tercios del duque de Alba sorprendían a las tropas mercenarias de Guillermo de Orange en las cercanías de la villa de Jodoigne cuando intentaban cruzar el río Geete.

Poco tiempo atrás se había iniciado el conflicto que sería conocido como la Guerra de los 80 años, tomando las revueltas protestantes un cariz de tal violencia que Felipe II hubo de emplearse a fondo. Guillermo de Orange había comenzado una serie de campañas contra el gobierno del duque de Alba meses atrás sin demasiado éxito. Guillermo basaba su estrategia en la superioridad numérica, gastando ingentes cantidades de dinero en reclutar tropas, muchas veces de calidad bastante pobre, e intentando plantar batalla.

El Asedio de Haarlem


El 14 de julio de 1573, tras más de 7 meses de un duro y penoso asedio, caía la importante ciudad de Haarlem, la segunda en población de Holanda, ante las tropas de Fadrique Álvarez de Toledo, hijo del Gran duque de Alba.

La Guerra de los 80 años se recrudecía, con los rebeldes holandeses inmersos en una violenta revuelta de índole religioso y político que databa de 1566. La mano dura del duque de Alba no ayudó a apaciguar los ánimos, y las ejecuciones de los condes de Egmont y de Hornes, súbditos del rey sobre los que recaía la sospecha de traición a España, propiciaron que buena parte de la nobleza de los Países Bajos que aún se mantenía fiel a Felipe II, se uniese a la causa de Guillermo de Orange, quien se había refugiado en sus tierras de Dillenburg, en Alemania, y desde donde lanzaría un poderoso ejército con el que invadir los Países Bajos en 1568.

En 1572 las cosas no habían cambiado mucho; los rebeldes, con los Mendigos del Mar de Guillermo de La Marck a la cabeza, sacudían con furia los Países Bajos. Los desesperados intentos del duque de conseguir dinero para sostener sus ejércitos allí, le llevaron a imponer la "décima", un tasa que gravaba las transacciones comerciales, tal y como sucedía en los territorios castellanos de España. Este hecho provocó el descontento de parte de la población no solo de Holanda y Zelanda, sino también del Brabante y Flandes.

Batalla de Mook


El 14 de abril de 1574 el ejército hispánico, bajo el mando del maestre Sancho Dávila, obtenía una brillante victoria sobre las tropas protestantes de Luis de Nassau en la localidad de Mook, en la provincia de Limburgo.

En el marco de la Guerra de los 80 años, Luis de Nassau se lanzó con sus tropas desde Alemania a comienzos de 1574. En febrero cruzó la frontera con la misión de unirse a Guillermo de Orange. Con 6.000 infantes y 3.000 jinetes invadió el Brabante e intentó desviar la atención española, cuyas tropas se encontraban asediando Leiden desde octubre del año anterior.

Luis de Requesens, gobernador de los Países Bajos, apenas disponía de hombres, por lo que Luis de Nassau creyó que los católicos no podrían contener su ofensiva. Pero no contó con la extraordinaria capacidad española para reaccionar en situaciones adversas y sobre todo, con la calidad de sus tropas.

Requesens, en cuanto tuvo constancia de la invasión protestante, envió todos los hombres que fue capaz de reunir. El plan: tratar de interrumpir el avance de Luis en el río Mosa. Para ello los españoles recurrieron a escaramuzar con el enemigo ante la superioridad numérica de éste. Uno de estos episodios se dio el día 18 de marzo cuando, mediante una encamisada, táctica muy usada por los españoles, con apenas 300 arcabuceros españoles y casi igual número de valones, causaron al enemigo más de 700 bajas, por tan solo 4 valones y 3 españoles muertos.

Batalla de Gembloux


El 31 de enero de 1578 las tropas realistas, comandadas por don Juan de Austria y Alejandro Farnesio, se enfrentaron en Gembloux a los ejércitos de los Estados Generales de los Países Bajos, obteniendo una aplastante victoria que daría un notorio giro en el devenir de la guerra. 

Llevaba casi 10 años en marcha la Guerra de los Ochenta Años años. Atrás quedaban los inicios de la contienda con la victoria protestante en mayo de 1568 en Heiligerlee, y la posterior devolución del golpe por parte de los españoles en Jemmingen. La sustitución como gobernador de los Países Bajos del Duque de Alba por Luis de Requsens, no había logrado frenar las revueltas protestantes, que se recrudecían por momentos. Felipe II, angustiado por el cariz que tomaban los acontecimientos, resolvió nombrar gobernador, tras la muerte de Requesens en 1576, a su hermanastro Juan de Austria, confiando en que el "Héroe de Lepanto" pudiera hacerse con el control de la situación. Tras su llegada en noviembre de 1576, no perdió un segundo y comenzó a tender puentes con los protestantes.

En febrero de 1577, don Juan lograba firmar el conocido como "Edicto Perpetuo" en el cual aceptaba los acuerdos de la "Pacificación de Gante", por los que se declaraba la tolerancia religiosa en los Países Bajos, se realizaba una amnistía para los presos holandeses, se confirmaban y otorgaban nuevos privilegios a la nobleza y el clero protestante, se nombraba a Guillermo de Orange como Estatúder de Holanda y Zelanda, y se sacaban a las tropas extranjeras de los Países Bajos, incluyendo a los tercios españoles, en un plazo de 20 días. A cambio, los protestantes reconocían a Felipe II como su rey y a Juan de Austria como gobernador actuando en nombre de éste, y se comprometían a respetar a los católicos de sus territorios.

Defensa de Cádiz


El 7 de septiembre del año 1625 la flota anglo-holandesa abandonaba la bahía de Cádiz, tras ser rechazada por las fuerzas españolas bajo el mando de Fernando Girón de Salcedo y de Manuel Pérez de Guzmán y Silva, duque de Medina Sidonia.

Tras reiniciarse las hostilidades con los holandeses al expirar la Tregua de los 12 años, Inglaterra, quien tenía importantes pactos con las Provincias Unidas, mostraba una cada vez mayor hostilidad hacia España. La Guerra del Palatinado, dentro del marco de la Guerra de los 30 años, precipitaría los acontecimientos y la declaración de guerra en marzo de 1624 por parte del rey inglés, Jacobo I, cuya hija estaba casada con Federico el Palatino.

Jacobo moriría apenas un año después, pero el proyecto sería continuado por su hijo, Carlos I de Inglaterra. Los espías del monarca español, Felipe IV, le habían informado de las intenciones de los ingleses de atacar Cádiz, epicentro del comercio con América en la península. Carlos había mandado hacer leva general de marinería, preparar más de un centenar de naves, traer de Holanda más de 2.000 soldados veteranos que se unirían a los 8.000 soldados que estaban preparados en Inglaterra.

Asedio de Mons


El 19 de septiembre de 1572 se firmaban las capitulaciones de la rendición de Mons, ciudad tomada en mayo de ese año por los protestantes holandeses de Luis de Nassau, y que fue recuperada por los ejércitos del Duque de Alba, gobernador de los Países Bajos.

En el marco de la Guerra de los 80 años, los protestantes preparaban un nuevo golpe de mano empujados por las negociaciones que estaban llevando a cabo con los franceses y los ingleses. Éstos, tras la victoria de los españoles en Lepanto, temían que Felipe II quedase con las manos libres para extender su poder aún más en Europa, por lo que tenían un claro interés en avivar las llamas de las revueltas en los Países Bajos.

Con estas promesas de respaldo se lanzó Luis de Nassau a tomar Mons. Iba acompañado de Mos de Genlis y su ejército de 1.500 hugonotes franceses. Mediante diversas artimañas consiguieron meter una pequeña fuerza en la ciudad y abrir las puertas para que entrase después el resto del ejército. A los pocos días llegarían unos 2.000 soldados franceses más, y otros 2.500 hombres, entre infantes y jinetes, bajo el mando del conde de Montgomery, que irían a conquistar distintas plazas. Los saqueos de templos y abusos y asesinatos contra la población católica no se hicieron esperar.

Guerreros: Alejandro Farnesio


El 27 de agosto del año 1545 nacía en Roma Alejandro Farnesio, III duque de Parma, y uno de los más brillantes militares al servicio de España de todos los tiempos.

Alejandro tenía unos antepasados ilustres: era hijo de Octavio Farnesio y Margarita de Austria, hija bastarda de Carlos I y por tanto, Felipe II era su tío. Su bisabuelo fue el papa Pablo III, y recibió el título de III duque de Parma, Plasencia y Castro.

Fue educado primero en Bruselas y después en la corte de Madrid por invitación del rey, donde permaneció hasta 1565, estudiando en Alcalá de Henares con su primo, el infante Carlos, llamado también "El maldito", por una demencia desarrollada a raíz de una caída casi mortal de la que solo se salvó tras una arriesgada trepanación en la cabeza, y su tío y amigo, Juan de Austria, hermanastro del rey Felipe.

El Asedio de Maastricht


El 29 de junio del año 1579 terminaba el largo asedio al que había sido sometida la ciudad holandesa de Maastricht, tras lograr el ejército realista, conducido por Alejandro Farnesio, batir sus defensas y penetrar en ella, saqueándola y poniendo en fuga a la mayor parte de la población. Maastricht seguiría en manos españolas hasta 1632, año en que las Provincias Unidas lograrían conquistarla. 

Corría el año 1577 cuando Alejandro Farnesio llegó a Flandes, tras la llamada de sus tíos, Juan de Austria, y el rey de España Felipe II. La Guerra de los Ochenta Años llevaba ya casi una década y el príncipe de Parma tenía claro que había que recuperar la iniciativa perdida en los años anteriores. La muerte de Juan de Austria a comienzos de octubre de 1578 había convertido al príncipe en el nuevo gobernador de los Países Bajos. Tras una serie de hábiles maniobras políticas emprendidas por Farnesio, el 5 de enero de 1579 se firmaba la Unión de Arras, por la cual las provincias católicas del suroeste se comprometían con la causa de Felipe II, que la ratificaría en noviembre de ese año. Por su parte, las provincias rebeldes formarían unas semanas después la llamada Unión de Utrecht.

De esta forma, Alejandro se aseguró tener la retaguardia cubierta, además de un suministro razonable de tropas, por lo que, una vez preparado, se lanzó a la conquista de las ciudades de Bruselas y Amberes, o eso al menos era lo que pensaba el líder de los rebeldes holandeses, Guillermo de Orange. El príncipe de Parma tenía claro que antes de emprender la toma de estas dos importantes ciudades, era de suma importancia recuperar la ciudad de Maastricht, ya que esta ciudad constituía un magnífico puente sobre el río Mosa, un importante nudo de comunicaciones y una plataforma desde la que emprender acciones contra los rebeldes, y además de cortar los importantes socorros que los rebeldes recibían desde Alemania por dicha ciudad, por lo que en esa tarea empeñaría todos sus esfuerzos en los siguientes meses.

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