El 19 de septiembre de 1572 se firmaban las capitulaciones de la rendición de Mons, ciudad tomada en mayo de ese año por los protestantes holandeses de Luis de Nassau, y que fue recuperada por los ejércitos del Duque de Alba, gobernador de los Países Bajos.
En el marco de la Guerra de los 80 años, los protestantes preparaban un nuevo golpe de mano empujados por las negociaciones que estaban llevando a cabo con los franceses y los ingleses. Éstos, tras la victoria de los españoles en Lepanto, temían que Felipe II quedase con las manos libres para extender su poder aún más en Europa, por lo que tenían un claro interés en avivar las llamas de las revueltas en los Países Bajos.
Con estas promesas de respaldo se lanzó Luis de Nassau a tomar Mons. Iba acompañado de Mos de Genlis y su ejército de 1.500 hugonotes franceses. Mediante diversas artimañas consiguieron meter una pequeña fuerza en la ciudad y abrir las puertas para que entrase después el resto del ejército. A los pocos días llegarían unos 2.000 soldados franceses más, y otros 2.500 hombres, entre infantes y jinetes, bajo el mando del conde de Montgomery, que irían a conquistar distintas plazas. Los saqueos de templos y abusos y asesinatos contra la población católica no se hicieron esperar.
Sobre el 26 de mayo tuvo noticias de estos acontecimientos el Duque de Alba, incluyendo la pérdida de Valenciennes. Urgía enviar un ejército cuanto antes. Mons era un gran bastión español en la cristiana provincia del Henao, en el sur de los Países Bajos. Perder esa posición allanaba el camino de los franceses para socorrer a los protestantes holandeses, por lo que el de Alba mandó a su hijo, Fadrique Álvarez de Toledo, para tratar de sitiar la ciudad y recuperarla. Por esas fechas llegaba a Flandes el que iba a sustituir al de Alba como gobernador, Juan de la Cerda y Silva, duque de Medinaceli, acompañado de 1.600 hombres bajo el mando del maestre Julián Romero.
Se encontraba Fadrique por aquel entonces poniendo sitio a la isla de Walcheren, pero la petición de ayuda de su padre hizo que abandonase rápidamente la empresa y pusiera rumbo a Mons. Con cerca de 4.000 hombres, con Chapín Vitelli como maestre de campo general, llegó Fadrique a los alrededores de la ciudad el 23 de junio, estableciendo su cuartel general en la cercana abadía de Belian. No contaban con artillería, por lo que se limitaron a impedir que los asediados recibieran refuerzos.
Consiguió salir de la villa Mos de Genlis para pedir refuerzos en Francia, quedando Luis de Nassau con los 1.500 soldados hugonotes para aguantar hasta que llegase el socorro. Para el 11 de julio se producía el primer enfrentamiento relevante: 600 arcabuceros salían de la plaza acompañados por 60 jinetes. Mandó Fadrique cargar contra ellos a la caballería de Bernardino de Mendoza, que llevaba de refuerzo 400 arcabuceros del maestre Rodrigo de Toledo, y otros 200 napolitanos que llevaba el capitán Baltasar Franco. Los españoles hicieron retirarse a los hugonotes tras causarles gran daño, resultando heridos en la contienda Chapín Vitelli y Rodrigo de Toledo.
Llegaron por aquel entonces como refuerzo la compañía del duque de Arschot y del conde de Bossu, y se esperaban 5 banderas del Tercio de Nápoles. También llegó Julián Romero con algunos hombres, y con noticias de que un ejército protestante había sido levantado por Guillermo de Orange en Alemania, para atacar los Países Bajos desde el noreste. Fadrique envió una fuerza de 800 arcabuceros y 400 caballos a reconocer Cateau Cambrésis, informándole inmediatamente de la cercanía de un ejército hugonote que venía a socorrer la plaza. Eran nada menos que 10.000 infantes y 2.000 jinetes los que llegaban.
Fadrique resolvió pelear. Estaban de camino los ejércitos de su padre y del duque de Medinaceli, pero si esos 12.000 hugonotes entraban en la plaza, no habría manera de sacarlos de allí. Fadrique dispuso a su infantería, que eran 30 banderas, en forma de escuadrón, en el centro, mezclando a los piqueros españoles y valones bajo el mando del maestre de campo Julián Romero, y los coroneles Monsieur de Caprés y Monsieur de Liques. Iba también entre estos Chapín Vitelli, llevado en un colchón debido a un arcabuzazo recibido en una pierna. En los flancos se situaban los cuadros de hombres de armas, acompañados por caballería ligera, mientras que en la retaguardia iban 400 arcabuceros y la caballería de Bernardino de Mendoza, como protección por si los sitiados de Mons salían de la villa y les atacaban por sus espaldas.
A media legua de Mons, envió Fadrique a Antonio de Figueroa y a Francisco Hernández de Ávila, capitán castellano de Groningen, junto a la compañía de arcabuceros de García de Valdés para reconocer el terreno y saber por dónde avanzaba el enemigo. Al poco tuvieron una escaramuza con unos franceses e hicieron prisionero a uno que les indicó por dónde habían pasado sus compatriotas en dirección a Mons. Fadrique vio el movimiento hugonote y mandó a Julián Romero a la vanguardia del ejército con la infantería. Una vez llegó el maestre al enemigo, dio orden al capitán Juan de Salazar para que se llevase una manga de arcabuceros a un bosquecillo en el flanco enemigo y comenzase a abrir fuego.
Comenzó la lucha y los hugonotes pronto cargaron con 500 arcabuceros sobre las posiciones de Romero, que se vio superado en número. Pronto hicieron aparición los arcabuceros de los capitanes Francisco de Bobadilla y de Diego de Carvajal, que venían seguidos de la caballería y el resto de infantería y arcabuces. Aquello se convirtió en una auténtica batalla, con los franceses combatiendo bien, refrescando su vanguardia con arcabuceros de la reserva y, finalmente, cargando contra la vanguardia española mientras gritaban, en palabras de Bernardino de Mendoza: "¡Francia, victoria!".
Pero con dicha carga los franceses salieron de la protección que les daba la aldea donde estaban situados, saliendo a campo abierto, por lo que Julián Romero dio orden a la caballería de cargar contra ellos. Iba delante Lope Zapata con algunos jinetes, siguiéndoles más caballeros de las compañías de Bernardino de Mendoza y de Hernando de Toledo, que arremetieron contra su caballería, deshaciendo su orden y poniéndola en fuga, mientras la infantería española se echaba encima de los hugonotes. Para mayor desgracia de los franceses, se levantaron en armas muchos campesinos de la zona, católicos fervientes con ganas de venganza por las tropelías cometidas por los hugonotes, que se dispusieron a cortar la retirada del enemigo, acabando en poco tiempo con más de 400 de ellos.
Mientras esto sucedía en la retaguardia francesa, en su vanguardia los hugonotes se seguían defendiendo con uñas y dientes, pero de poco sirvió ante el empuje de los hombres de Fadrique. Los combates terminaron ya de noche y los españoles tomaron 32 banderas y multitud de prisioneros. Muchos hugonotes acabaron muertos por la gente de aquellas tierras, y otros tantos ahogados en el río. Mos de Genlis también fue hecho preso, y uno de sus generales, el barón de Renti, que llevaba la vanguardia francesa, acabó muerto. Pocos fueron los hombres que lograron volver a Francia y aún menos los que pudieron llegar a Mons, donde entraron apenas 200 infantes y 30 jinetes. Los españoles contaron 21 muertos, entre los que se encontraban los capitanes Lope Zapata y Alonso de Lumbrares.
Informado el duque de Alba de esto, mandó a Gonzalo de Bracamonte con 5 bandera y al barón de Fronsbergh, con su regimiento junto a varios escuadrones de caballería alemana, que partiesen hacia Mons inmediatamente y que, con la artillería que llevaban, comenzasen a batir los muros de la plaza. A finales de julio Guillermo de Orange había llegado con sus tropas a Roermond, en el Limburgo, y amenazaba con marchar sobre la región de Brabante. Pero el Duque quería recuperar a toda costa Mons, considerándola vital, por lo que partió junto al duque de Medinaceli hacia allá, llegando a la villa a finales del mes de agosto.
A la vez que el duque partía, Guillermo avanzaba raudo para tratar de socorrer Mons, tomando la villa de Weert sin resistencia. No ocurriría lo mismo con el castillo. Estaba éste defendido por el capitán Juan Montiel de Zayas, quien contaba para tal empresa con 30 infantes alemanes y 14 arcabuceros españoles a caballo de la compañía del capitán Montero. Casi 40 días resistieron heroicamente aquellos hombres el asedio impuesto por los protestantes, teniendo Guillermo que levantarlo tras haber perdido más de 800 hombres. Las pérdidas del capitán Zayas ascendieron a 8 soldados, y todo esto, tras haberse quedado sin munición y sin alimentos. El duque de Alba no tendría palabras suficientes de admiración y agradecimiento para los defensores.
La noche del 23 al 24 de agosto, noche de San Bartolomé, se producía en Francia la matanza de hugonotes, orquestada por Catalina de Medici, madre del rey de Francia, Carlos IX. Los sucesos comenzaron con la orden de ejecución de Gaspar de Coligny, principal cabecilla hugonote y uno de los más influyentes consejeros del rey, a la que siguieron la de otros destacados hugonotes en París, extendiéndose por todo Francia y dando lugar a una nueva guerra de religión allí. A los pocos días llegaron las noticias de estos sucesos, que fueron acogidas con alegría por el ejército español que sitiaba Mons,
A comienzos de septiembre, tras haber abandonado el sitio del castillo de Weert y haber posteriormente tomado las villas de Diest, Tielmont y Lovaina, Guillermo llegó a las inmediaciones de Mons, donde el Duque estaba batiendo ya las murallas con terrible determinación. El 8 de septiembre la vanguardia protestante se dejó ver por el ejército español. Bernardino de Mendoza estima que traía el de Orange a más de 10.000 infantes y 6.000 jinetes. Fadrique desplegó arcabuceros y jinetes en todos los pasos que podían usar las fuerzas protestantes para romper el cerco español y socorrer Mons. Mientras esto sucedía, el intercambio artillero entre los dos ejércitos se sucedía a la par que entre la villa y las baterías instaladas por el de Alba.
Transcurrían los días y Guillermo no acababa de ver la oportunidad de meter mano a las tropas católicas. Su indecisión fue aprovechada por el Duque. Reunido con Fadrique, el duque de Medinaceli, Monsieur de Noirquermes y Julián Romero, estudiaron la aldea donde el líder protestante tenía su cuartel general. De este modo se puso en marcha Fadrique la noche del 11 al 12 de septiembre, dando instrucciones a Julián Romero para que, mediante una encamisada, táctica usada por los tercios españoles para sorprender a sus enemigos en la oscuridad, irrumpiese en los cuarteles del de Orange y causase el mayor número de bajas posible.
Romero juntó 600 escogidos arcabuceros que irían con él, y otros tantos en retaguardia bajo el mando de Hernando de Toledo. En la vanguardia iban los capitanes Marcos de Toledo y Rodrigo Zapata, seguidos de Julián Romero, y el capitán Rodrigo Pérez con 50 alabarderos, y de Bernardino de Mendoza con un escuadrón de caballería ligera. Como era habitual en las encamisadas españolas, llegó la vanguardia sin hacerse sentir y, tras degollar a los centinelas, irrumpieron en los cuarteles desde varias posiciones, descargando el fuego de sus arcabuces y pasando a cuchillo a todo el que pillaban. A punto estuvo de caer el propio Guillermo, quien tuvo tiempo de escapar milagrosamente. Los protestantes habían perdido casi un millar de hombres por tan solo 60 de los españoles. No le quedaba más remedio al de Orange que huir de allí, dejando a Luis de Nassau solo ante los ejércitos del duque.
El duque de Medinaceli escribió al rey para contarle la encamisada que tan brillantemente había dirigido Julián Romero. "Vuesa Majestad tiene en él un maravilloso soldado y ejecutor de la guerra".
El 19 de septiembre Luis de Nassau firmaba las capitulaciones, en las que se recogía la marcha de la villa de las fuerzas protestantes el día 21, la promesa de los soldados franceses hugonotes de no levantarse en armas contra los españoles ni contra el rey de Francia, o el intercambio de prisioneros.
Plano de la villa de Mons |
Guillermo avanza desde Roermond hacia Mons |
Julián Romero |
Fadrique Álvarez de Toledo |
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