Tras la ruptura de hostilidades por parte de Francia, en julio de 1542, bajo el pretexto de la pérdida de dos capitanes enviados a obtener una alianza con el Turco y Venecia contra Carlos V, las fuerzas imperiales se pusieron en marcha en el Piamonte. Así, a la plaza de Chieri había llegado el marqués del Vasto con su gente, siendo recibido por el maestre de campo del tercio de Lombardía, el segundo de creación tras la disolución disciplinaria de Vigevano, en 1538. Francisco de Prado tenía en esos momentos en Chieri cinco banderas de infantería española y cuatro piezas de artillería. Para la campaña que iba a tener lugar, acudió a Chieri también Cesareo de Nápoles con dos banderas de infantes italianos para unirlas a los españoles.
El 17 de septiembre las fuerzas imperiales se pusieron sobre su primer objetivo, la plaza de Chivasso, situada en la margen norte del río Po, a unos 25 kilómetros al norte de Chieri. El maestre de campo envió "a un atambor a los de la villa, mandándoles que se rindiesen", pero los franceses que defendían la plaza, "por verse fuertes", se negaron a ello, creyendo que podrían resistir fácilmente en el interior. Francisco de Prado ordenó tener lista para la mañana siguiente la batería artillera y, al poco de amanecer, se comenzó a batir la muralla de la villa, logrando abrir brecha en ella por la que penetró la infantería española e italiana, causando "muchos muertos de los franceses, y los demás feridos y presos". El maestre ordenó entonces que parte de la infantería italiana quedase de guarnición en Chivasso, por ser una plaza importante para la comunicación entre Turín y el Monferrato.
La siguiente presa sería la villa de Castelrosso, a poca distancia al este de Chivasso. Esta vez no sería necesario plantear combate ya que, los defensores, sabiendo lo ocurrido en la recién tomada villa, se rindieron al maestre de campo español, quien permitió que marcharan sanos y salvos. Al igual que en Chivasso, se dejó gente italiana y provisiones para poder resistir cualquier improvisado ataque francés en la villa, volviéndose Prado y Nápoles a Chieri para informar de las conquistas al marqués del Vasto. Tras ello, Nápoles regresó con los italianos que le quedaban a su plaza de Volpiano, mientras que Francisco de Prado quedó en Chieri a la espera de las órdenes que diese el marqués del Vasto.
El marqués quería juntar el mayor número de españoles en aquella zona, consciente del peligro que representaba el ejército francés en el Piamonte, por lo que mandó llamar al maestre de campo Luis Pérez de Vargas, veterano de las campañas de Argel, y al maestre Cristóbal de Morales. Ambos, al frente de sus tercios, acudieron a Chieri donde el marqués quería pasar revista a sus tropas. Así, el 20 de septiembre, miércoles por la tarde, "manda a los maeses de campo que sacasen todas sus banderas y gente en unas campiñas vecinas de Chieri, y que allí cada Maese de campo por sí hiciese un escuadrón de su gente". Tras la oportuna revista de sus tercios españoles, el marqués del Vasto ordenó a cada uno regresar a sus alojamientos y estar previstos para cualquier posible eventualidad.
Unos días después, el marqués del Vasto puso sus ojos sobre la plaza de Carignano. Situada en la margen occidental del río Po, cuando este fluye de sur a norte antes de tomar dirección hacia el este, Carignano se encontraba a poco más de 20 kilómetros al sur de Turín y en aquel momento, según sabía el marqués por sus espías, contaba con unos 3.000 esguízaros y gascones y unos 200 caballos ligeros. De este modo, ordenó a Francisco de Prado tantear la situación y sondear las defensas de la ciudad. Para esta tarea, el maestre envió a uno de sus cabos de escuadra junto con seis de sus soldados más experimentados a realizar las comprobaciones solicitadas por el marqués. Amparados en la oscuridad de la noche de finales de septiembre, los infantes españoles vadearon el río Po a la altura del objetivo en dos ocasiones, observando que llevaba muy poca agua.
Una vez retornados a Chieri, informaron de esto al maestre de campo quien, junto con el cabo, comunicó la noticia al marqués, que no dejaría pasar la oportunidad de hacerse con tan valiosa pieza. Vasto ordenó a Cristóbal de Morales y a Luis Pérez de Vargas que estuvieran preparados en una llanura que se extendía al oeste de Chieri, a menos de un kilómetros de dicha plaza, con toda su gente. Al día siguiente, los tres tercios se juntaron allí y se dirigieron a Carignano, a unos 20 kilómetros al suroeste. Tras la marcha, se llegó al Po y el marqués ordenó a varios soldados vadearlo para comprobar cuál era el mejor lugar para salvar el río, pero los soldados le comunicaron que este había crecido por las lluvias de los días anteriores y que se antojaba bastante complicado su vadeo. A este contratiempo se le unió el revés de ser detectados por el enemigo, por lo que Vasto había perdido el factor sorpresa y la operación carecía ya de sentido, volviéndose a Chieri.
No se rendiría tan fácilmente el marqués y, tan solo unos días después, volvió a la carga con sus tres tercios de españoles, esta vez reforzados por dos banderas italianas que había traído Nápoles. Ordenó a Prado y a Morales partir con "once banderas de españoles y muchas acémilas cargadas de escalas y botafuegos y alcancías y pólvora y pelotas, con muchas azadas y picos" para atravesar el Po por un paso existente a unos 5 kilómetros al sur de Turín. Mientras tanto, Vasto vadeó el río con el resto de la gente por el norte. La aproximación debía hacerse desde el noroeste, pero los capitanes San Miguel y Juan de Guevara, que iban en la vanguardia de la fuerza con cien arcabuceros, e inspeccionaron las defensas exteriores de Carignano, informaron a sus maestres y al marqués de que los defensores conocían los movimientos de los imperiales, lo que unido a la proximidad del amanecer, imposibilitaba la toma por sorpresa de la plaza. Una vez más, el marqués del Vasto tenía que ordenar la retirada antes de entrar en batalla.
Tras estos dos reveses, Vasto se quiso desquitar tomando por la fuerza la plaza de Cambiano, a unos 5 kilómetros al oeste de Chieri. Esta plaza era pequeña pero contaba con una fuerte guarnición francesa, por lo que ordenó salir de Chieri a siete banderas españolas con seis piezas gruesas de artillería para acometer la empresa. También envió los tercios de Cristóbal de Morales y Luis Pérez de Vargas, acompañados de cuatro banderas de infantería alemana que estaban en Riva de Chieri. Ante la inminente llegada de las fuerzas imperiales, los franceses prendieron fuego a los arrabales de Cambiano, debiendo de emplearse a fondo los españoles para sofocar el fuego. Una vez logrado esto, se comenzó al día siguiente a batir los muros de la plaza con tanta furia que los defensores mandaron un tambor para negociar, pero los españoles tomaron Cambiano al asalto y la villa fue saqueada, haciéndose con tres banderas enemigas y llevando a los soldados capturados a Chieri.
Días después, el marqués del Vasto fue informado de que "en la villa de Caramana estuviesen cinco banderas de gascones y de italianos, y más gente francesa en las otras villas y castillos allí vecinos", por lo que envió a Antonio de Aragón y al maestre Prado con tres banderas españolas y cuatro piezas de artillería a tomarla. Los otros dos tercios debían dirigirse a Carmagnola, a escasos kilómetros al sur de Carignano, y tomar los puestos y castillos próximos. En este punto, el castillo de Orfanella, como lo conocían los españoles, presentó una resistencia inesperada, por lo que hubo que plantar batería y cañonear los muros. Tras una enconada resistencia y un asalto frustrado, por la precipitación con la que actuaron algunos soldados, cabos y alféreces, se tomó finalmente el castillo, hallándose en su interior una gran cantidad de sacos de harina, trigo y legumbres, y vino en abundancia.
La campaña proseguía ya con el otoño metido de lleno en los campos piamonteses, cuando el marqués del Vasto recibió aviso del daño que estaban haciendo varias banderas franceses en la campiña próxima a Alessandria, procedentes de la plaza de Mombaruzzo, a unos 60 kilómetros al este de Chieri. Envió a al maestre Pérez de Vargas al frente de su gente, la cual tomó la villa a costa de perder 30 soldados, contando el enemigo con casi 400 muertos. De los dos capitanes enemigos arrestados, uno fue decapitado por ser súbdito del Emperador y haberse rebelado contra él, mientras que el otro fue liberado tras el pago de un rescate. Así las cosas, la amenaza ahora provenía de Francia.
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Alocución del marqués del Vasto a sus hombres. Tiziano |
Y es que el rey de Francia había reorganizado su ejército tras el catastrófico asedio que había llevado a cabo sobre Perpiñán, brillantemente defendida por el Gran duque de Alba, y que le costó la pérdida de buena parte de aquellas fuerzas compuestas por 40.000 infantes y 4.000 caballos. Así, nombró un nuevo general para Italia y reunió en Turín 9.000 soldados y 400 caballos ligeros, un poderoso contingente que amenazaba el dominio que las fuerzas imperiales ejercían en la campiña piamontesa. Así, Vasto ordenó el traslado de la gente que guardaba Carmagnola, hacia Fossano, a unos pocos kilómetros más al sur; reforzó Chieri con dos compañías alemanas bajo el mando del coronel Félix de Arco, junto con tres compañías de caballos ligeros, y trasladó desde Chieri a Alba la compañía de arcabuceros del capitán Ramón de Cardona y la del capitán Pedro Valenciano del tercio de Vargas. Por su parte, el marqués marchó con su corte y su guardia a Casale Monferrato a la espera de acontecimientos.
Además, ordenó a Cristóbal de Morales acudir a Ivrea con cuatro banderas españolas, y la compañía española del capitán Mendoza y una bandera alemana, que se hallaban en aquella ciudad, fueron trasladadas a Volpiano a reforzar a Cesaro de Nápoles. En Chieri, y siguiendo los consejos del maestre Francisco de Prado, quedó este con ocho compañías españolas y algunos hombres que trajo consigo el duque de Malfa. Tal y como temía Vasto, los franceses avanzaron sobre Carmagnola y la tomaron junto con villas de menor importancia de la zona, pero no pudieron hacer lo mismo con Chieri. Hasta 4.000 hombres y cuatro piezas de artillería empleó el general francés para tratar de hacerse con aquella villa, pero los españoles del tercio de Prado resistieron con firmeza y causaron una gran cantidad de bajas en el enemigo, por lo que este se acabó retirando a Poirino.
Ante aquel fracaso, los franceses se decidieron a atacar Cuneo, al suroeste de Fossano, acudiendo a ella con "diez y ocho mil infantes de todas las naciones, y de mil y quinientos caballos", acompañados de quince piezas gruesas de artillería y otras quince piezas de campaña. Para defender la plaza solo se encontraban unos 150 infantes italianos bajo el mando del gobernador, el conde Pedro del Porto, por lo que de Fossano partió inmediatamente el capitán Baltasar de Soma al frente de 60 infantes, y logró entrar en la ciudad con todos, salvo con 15 albaneses que fueron apresados por el enemigo. Ante este refuerzo, y dada la poca efectividad de las batería francesas, y ante la inminente llegada de un nuevo refuerzo de 300 arcabuceros al mando del capitán Mardones, los franceses, al igual que en Chieri, levantaron el asedio y se retiraron.
Ya con el frío de los últimos días de otoño, el 5 de diciembre salió de Chieri el maestre Francisco de Prado con parte de su gente para tomar la plaza de Avuglione, al noreste de Chieri, llamada por los españoles Avillon, "que es una pequeña villa a tres millas de Chieri, para de allí romper las entradas que iban a Chieri". Rápidamente se puso cerco a la plaza y se capturó a una treintena de soldados franceses que hacían guardia en una casa de los arrabales de la villa. El maestre de campo español se puso a reconocer las defensas de la ciudad cuando, acudiendo a la llamada del alférez Pedro de Guadix para que comprobase una posición, le sorprendió por la espalda un arcabucero enemigo que le disparó a traición. La pelota entró "por la espalda siniestra y salió por la tetilla siniestra, atravesándole el pulmón, del cual golpe cayó a tierra". Rápidamente se levantó y fue llevado por el sargento mayor y el resto de oficiales a la cercana villa de Marentino.
En vista del trágico suceso, el asedio sobre Avuglione fue levantado y el ejército regresó a Chieri acompañando al maestre de campo. El duque de Malfa puso entonces al capitán San Miguel al frente del tercio hasta que el marqués del Vasto decidiese qué hacer. El 12 de diciembre de 1542 fallecía Francisco de Prado, siendo enterrado al día siguiente en la iglesia mayor de Chieri entre las lágrimas de sus hombres. Había enviado el duque carta a Vasto explicando todo lo sucedido y solicitando instrucciones. El marqués ratificó la decisión del duque de poner a San Miguel al frente del tercio e indicó que fuese Pero González de Prado, sobrino del fallecido maestre, quien se ocupase de la compañía de su tío.
Pero no habría tiempo de lamentaciones, ya que el general francés planeaba tomar la plaza de Gabiano, situada en la margen sur del Po, a poco más de 40 kilómetros al noreste de Turín, por ser esta la llave hacia Trino y toda la provincia de Vercelli. Así, ordenó juntar 4.000 infantes y 800 caballos ligeros, acompañados de cuatro piezas de artillería y se dirigieron hacia el este rápidamente, acampando en una pequeña villa. Como no entraba en ella tanta gente, el señor de Termens, con su compañía, quedaron en una llanura a la vista de Volpiano, siendo advertidos por los espías de Cesaro de Nápoles quien, al frente de una compañía de caballos ligeros, dio buena cuenta de ellos "matando a todos los que se le ponían en defensa". Descubierto entonces el plan francés, el marqués de Vasto envió aviso a Pirro Colonna, maestre de campo general, y al maestre Pérez de Vargas, que estaban en Asti, para que marchasen al frente de cinco banderas y se juntasen con las tres compañías de infantería española y dos de caballos ligeros que desde Chieri habían partido para socorrer Gabiano.
Una vez reunidas todas las compañías de infantería española, alemana, y de caballos ligeros, marcharon a toda prisa para interceptar al ejército francés a la altura de la plaza de Chivasso, conocida por los españoles como Chivas, situada en el cambio que hace el río Po del norte hacia el este. Las fuerzas francesas, enteradas de la partida del contingente imperial, salieron de noche de Chivasso para evitar ser detectadas, pero Cesaro de Nápoles, al frente de la compañía del capitán Mendoza y de 200 italianos y alemanes, se encontró de bruces con la retaguardia enemiga, trabando inmediatamente una escaramuza en la que "fueron muertos más de cincuenta franceses, entre los cuales murió un maese de campo con otros oficiales. Fueron otros tantos y más los heridos, y se prendieron treinta de a caballo con otros cuarenta infantes".
Tras esto, la campaña de 1542 se dio por concluida tras la toma de la villa de Seto y el castillo de Braudicon, regresando todas las banderas a sus guarniciones, mientras que el maestre Luis Pérez de Vargas, con cinco compañías españolas, se alojaba en la zona de Crescentino. El marqués quiso adelantar la campaña siguiente y se puso en marcha a comienzos de febrero, ordenando la movilización del ejército para concentrarse a las afueras de Chieri y tratar de tomar Turín. El plan trazado consistía en penetrar en la ciudad en el interior de unos carros construidos para la ocasión. Cesaro de Nápoles encargó la misión de proteger a los hombres que entrarían en la ciudad al capitán Juan de Guevara, quien respondió: "Vuestra Señoría me hará las mayores mercedes que jamás espero haber en ponerme do yo puedo mostrar mi deseo en servicio de Su Majestad y del señor Marqués del Vasto, y prometo mi fe, que si Dios me da tan buena ventura que entre dentro de la puerta, de morir o tenella hasta que vuestra señoría entre con el socorro".
Una vez traídos los carros, que eran cuatro, se cargaron con heno y se metieron en ellos "los cuatro principales hombres": Alessandro del Mayo, milanés, Juan Ángelo Siguarza, Pedro Antonio de Placencia y el capitán Colás de Trato, y en cada carro se metieron cinco hombres más, la mitad italianos y la otra mitad españoles, estos de la compañía del capitán Lorenzo de Mendoza. Aproximándose a Turín desde el noreste, llegaron al río Stura a mitad de la noche, salvándolo con un puente de carros, donde quedaron a salvo de la vista de los defensores de Turín, el maestre Cristóbal de Morales con sus hombres y un regimiento de alemanes y varias unidades de caballería. Por su parte, Cesaro de Nápoles quedó a "tres mil pasos de los muros de la ciudad, do él se había de emboscar en unas casas que allí estaban", mientras mandó a los capitanes Beltrán de Godoy y Juan de Guevara aproximarse lo más posible a las murallas turinesas.
El movimiento de los hombres fue en extremo dificultoso por los malos caminos y la abundante nieve que había, pero lograron esconderse en una casa de un hortelano muy próxima a la ciudad. Junto a Guevara iba el capitán Francisco Isla, dado su gran conocimiento de aquellas tierras y de la ciudad de Turín. Ya con las luces del día, salieron de Turín los labriegos a trabajar la tierra, pero los carros no llegaron hasta las tres y media de la tarde. Una vez llegados a la puerta del revellín, el capitán de los franceses que la guardaba les permitió la entrada, pero los soldados que iban en los carros, no lograron mantener las puertas abiertas, llegando el capitán Juan de Guevara con muy pocos hombres para intentar penetrar en la ciudad. Tras una serie de escaramuzas, los defensores lograron cerrar las puertas y Guevara, con el resto de sus hombres, se retiró de mala gana, siendo herido en una pierna Francisco Isla. El asalto a Turín había fracasado y ahora el ejército francés salía de la ciudad en persecución de los imperiales. Alessandro del Mayo fue hecho prisionero, e Isla murió a los pocos días.
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Arcabuceros españoles en Túnez |
El 25 de mayo desembarcó en Génova el emperador, alojándose en Cremona para despachar los asuntos de Italia y reunir el contingente que partiría con él a Alemania, llevándose los tercios de Álvaro de Sande y de Luis Pérez de Vargas, unos 4.000 españoles, y otros 4.000 infantes italianos de los coroneles Antonio Doria y Camilo Colonna, más 800 caballos ligeros a las órdenes del conde de Ferrara, siendo el general de aquel ejército Hernando de Gonzaga. Con la llegada del verano las operaciones prosiguieron, y el nuevo objetivo sería la villa de Andezeno, a poca distancia al noreste de Chieri, donde quedaría el capitán Gonzalo Hernández al frente de su compañía y otra de alemanes y otra de italianos, mientras que Pirro Colonna emprendería la conquista del objetivo fijado. Tras instalar una batería y comenzar las labores de minado, finalmente los defensores se rindieron con la condición de poder salir de la plaza libremente, como así sucedió el 15 de julio.
Antes, en abril, tras los acuerdos entre Francia y Solimán I, este había puesto a disposición de Francisco I la flota de Barbarroja, la cual llegó a las costas de Marsella en julio. Desde ahí, junto con la flota francesa de Francisco de Borbón, se presentaron en Niza, desembarcando el 6 de agosto. Las fuerzas franco-otomanas se hicieron con la ciudad a finales de mes, pero la ciudadela resistió lo suficiente para que el marqués del Vasto acudiese al auxilio del duque de Saboya, debiendo los enemigos levantar el asedio el 8 de septiembre, no sin antes prender fuego a gran parte de la ciudad, sobre todo los templos cristianos. Pronto comenzaron las discrepancias entre los generales enemigos y el de Borbón hubo de entregar Tolón a Barbarroja para su uso y disfrute; unas 100 galeras otomanas y 30.000 hombres quedaron allí durante meses.
Volviendo al teatro de operaciones del Piamonte, los imperiales acometieron la toma de la plaza de Mondovi, a unos 80 kilómetros al sur de Turín, y de gran importancia puesto que desde ahí los franceses no solo mantenían una línea de suministros a través del mar, sino que amenazaban la costa de Liguria. Las fuerzas imperiales se pusieron a ello, tomando varios arrabales cercanos a la ciudad, por lo que Pirro Colonna ordenó que se empezase con los trabajos de trincheras. Viéndose asediado, y antes de que los imperiales pudieran completar el cerco, envió Charles de Dros, gobernador de la ciudad, correo al señor de Boutières, general francés en Italia, pidiendo auxilio inmediato. Boutières entendió rápidamente el peligro de perder aquella ciudad, ya que eso abría las puertas hacia las plazas más al norte aún en poder francés, como Cherasco o Carignano una fuerza de 2.000 infantes y varios cientos de caballos para su socorro.
El 23 de septiembre la fuerza francesa de socorro se encontraba a unos 11 kilómetros de distancia, dejando su comandante al grueso de sus hombres allí y reconociendo el campo imperial con 500 infantes gascones y la caballería. Esta fuerza entró en el castillo de Baldi, a poca distancia al noroeste de Mondovi, e hizo señas a los defensores para que tuvieran conocimiento de la llegada del socorro y para que saliesen de la ciudad la mayor cantidad de gente para crear un golpe de diversión y así poder entrar con sus hombres. Para su desgracia, Pirro Colonna y Cesaro de Nápoles habían reforzado las guardias en el camino que llegaba desde Alba, que era por donde se esperaba el socorro y, a pesar de la distracción creada por la salida de los defensores, las tropas imperiales interceptaron y rechazaron firmemente el socorro, debiendo este regresar a Alba.
El 26 de septiembre se quiso tomar muestra a las compañías españolas, las cuales, debieron abandonar las trincheras y los fuertes para tal fin. Viendo esto Dros, y creyendo que los españoles no estarían presentes en el campo de batalla, ordenó una salida de 500 hombres contra las posiciones imperiales. El ataque cayó, para desgracia de los franceses, sobre la trinchera en la que se hallaba el capitán Beltrán de Godoy, la cual fue rápidamente auxiliada por la del capitán Gonzalo Hernández, logrando rechazar el asalto y dejando decenas de heridos y seis muertos en el bando francés. Al día siguiente, Dros volvió a ordenar una nueva salida, esta vez de 200 esguízaros que fueron a dar contra las posiciones del capitán Hernando de Figueroa, quien "cierra con el capitán esguízaro y le da un golpe de espada en la cabeza, que desarmada la traía por habérsele caído la celada al tiempo que se arrojó en la trinchera, del cual golpe de espada le abre la cabeza y le deja, yendo en persecución de los demás. Apenas era caído, cuando un atambor del capitán Figueroa le mete la espada por debajo de las armas y le acaba de matar". Murió en aquella salida el capitán y el alférez de los esguízaros, junto a cuatro soldados más.
El 10 de octubre llegó a Mondovi el marqués del Vasto desde Asti con la artillería, compuesta de cinco cañones, un cuarto cañón y siete medios sacres, y ordenó plantar batería. A mediados de mes se comenzaron los trabajos para la instalación de tres minas. A finales de octubre se intentó un asalto por uno de los lienzos pegados a una torre baja, pero los franceses habían conseguido reparar por dentro la brecha y el ataque fue un desastre, muriendo 35 españoles, incluyendo al alférez Bernaldino Ximénez, de la compañía de Gonzalo Hernández. También resultaron heridos más de 80 hombres, incluyendo el capitán Beltrán de Godoy, el alférez del maestre de campo Ramón de Cardona, que había sustituido a Cristóbal de Morales, y el capitán de la guardia a caballo del marqués del Vasto, el caballero Gueyte. El 1 de noviembre se explotó una de las minas, pero los daños no fueron lo suficientemente importantes y además comenzó a caer una fuerte lluvia que imposibilitó el movimiento de los hombres. Al fin, el sábado día 3 de noviembre, las batería abrieron brecha en los muros y, ante la idea de tener que enfrentarse a los hastiados españoles, Dros rindió la ciudad para evitar su muerte y la de sus hombres.
Se permitió la salida de los hombres y de Charles de Dros, a cambio no solo de la rendición de Mondovi, sino del castillo de Baldi y de la villa, de la cual quedó como alcaide Aníbal Blancaccio. Tras esto, el marqués se dirigió al norte y tomó, junto con las cinco banderas del coronel Ludivico Vistarino, la plaza de Carmagnola, mientras que Pirro Colonna y el duque de Saboya, acompañados del maestre Sebastián de San Miguel y de Cesaro de Nápoles y el coronel de alemanes, el barón de Cisneque, tomaron Racconigi, al sur de Carmagnola. Estas conquistas dejaban a los franceses en una situación muy comprometida en el Piamonte y el marqués del Vasto no desaprovechó la oportunidad. Ordenó a Pirro Colonna y a la caballería avanzar hasta la ciudad atravesando un paso del Po entre las villas de Lombriasco y Pancalieri. Poco después, siguiendo el curso del Po hacia el norte, llegaron a La Loggia, conocida por los españoles como La Lonja, una pequeña villa a orillas del Po situada entre Carignano y Moncalieri. Fue allí donde los imperiales atraparon al señor de Ausun y sus hombres, que habían salido de Carignano.
Los franceses no tuvieron ninguna oportunidad. Carignano había caído en manos imperiales y Vasto dejó a Ausun marchar con total liberta, mientras se afanó en repartir las tropas por las distintas plazas conquistadas; cuatro compañías españolas, incluida la de Juan de Guevara, quedaron en Racconigi junto a una de caballos ligeros. En Carignano se quedó el tercio de San Miguel, con nueve banderas, junto con el conde Félix de Arcos, para emprender los trabajos de fortificación de la ciudad, trayendo para ello numerosos gastadores de las plazas vecinas. Era enorme la importancia estratégica de Carignano y Moncalieri, al sur de Turín, desde donde los imperiales atacaban las rutas de suministros francesas, por lo que Francia no tardaría en enviar un nuevo ejército bajo el mando del conde de Enghien, Francisco de Borbón, resuelta en poner fin a la ofensiva imperial en el Piamonte.
Bibliografía:
-Tratado de las campañas y otros acontecimientos del Emperador Carlos V desde 1521 hasta 1545 (Martín García Cerezeda)
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