La plaza de La Mamora estaba situada entre Larache, cedida por Mohammed esh-Sheick el-Mamun a España en 1610, y la ciudad de Salé, en la costa atlántica de Marruecos. Estaba apenas a una jornada de distancia de Rabat y se emplazaba en la desembocadura del río Sebú, ofreciendo una magnífica posición defensiva que la convertía en un enclave de vital importancia dada su situación estratégica. Por todo esto se había convertido en un nido de piratas que abordaban los buques que hacían la rutas de las Indias y de América, y provocaban el pánico en las poblaciones de la costa atlántica del sur de Portugal y de España.
Era un puerto extremadamente complicado de tomar desde el mar, ya que disponía de una barrera marina que solo permitía la entrada en el puerto con marea alta y a buques de poco calado, como era el caso de las galeras. Gonzalo de Céspedes calificaba la barrera marina de "peligrosísima y mortal". A esto había que sumarle las fuertes corrientes de agua del río que hacían aún más difícil la entrada en el puerto.