La plaza de La Mamora estaba situada entre Larache, cedida por Mohammed esh-Sheick el-Mamun a España en 1610, y la ciudad de Salé, en la costa atlántica de Marruecos. Estaba apenas a una jornada de distancia de Rabat y se emplazaba en la desembocadura del río Sebú, ofreciendo una magnífica posición defensiva que la convertía en un enclave de vital importancia dada su situación estratégica. Por todo esto se había convertido en un nido de piratas que abordaban los buques que hacían la rutas de las Indias y de América, y provocaban el pánico en las poblaciones de la costa atlántica del sur de Portugal y de España.
Era un puerto extremadamente complicado de tomar desde el mar, ya que disponía de una barrera marina que solo permitía la entrada en el puerto con marea alta y a buques de poco calado, como era el caso de las galeras. Gonzalo de Céspedes calificaba la barrera marina de "peligrosísima y mortal". A esto había que sumarle las fuertes corrientes de agua del río que hacían aún más difícil la entrada en el puerto.
Tras la llegada a Madrid de las noticias de que los holandeses estaban negociando un acuerdo con el sultán marroquí para instalarse en el puerto de La Mamora, se comenzaron los preparativos para una posible operación bélica para tomar la plaza. Mauricio de Nassau había cerrado el acuerdo definitivo y para comienzos de 1614 enviaba desde Rotterdam una flota bajo el mando del almirante Cornelius Aerssens. Alarmado por el cariz que tomaban los acontecimientos Felipe III autorizó que se zarpase una flota desde Cádiz bajo el mando del capitán general de la Armada del Mar Océano Luis Fajardo y Chacón, quien llevaba como segundo al almirante Diego de Santurce y Orozco, y como piloto general a Bartolomé García de Nadal.
Sin perder un segundo de tiempo se organizó una flota compuesta por 15 galeones, 20 galeras y otros 50 buques de transporte y auxiliares. Llevaban a bordo 2.500 marineros, 4.000 infantes del Tercio de la Costa de Granada bajo las órdenes del maestre de campo Hernando de Añasco, y algo menos de 2.000 soldados del Tercio de Galeones del maestre de campo Jerónimo Agustín, quien llevaba como sargento mayor a Cristóbal Lechuga, destacado maestro de artillería y fortificación. Partieron de puerto el día 1 de agosto y al día siguiente ya habían llegado a la altura de Larache.
El plan de Fajardo constaba de un ataque de diversión sobre Salé realizado por el almirante Vidazabal con varios buques para inmovilizar las tropas moras y evitar un socorro desde esa posición. Pero el día 3 de agosto, cuando los españoles se presentaron en las playas cercanas a La Mamora, los defensores ya estaban en alerta. Los moros habían cerrado la el puerto con cadenas y allí habían emplazado 15 buques corsarios tras 3 barcos que barrenaron oportunamente por si las cadenas no bastaban para detener a los españoles. Además habían emplazado varias baterías artilleras en distintas posiciones desde las que dominaban toda la costa. Por si esto no fuera sufciente, se encontraron también con 4 buques de guerra holandeses bajo el mando de Jan Eversten.
Afortunadamente para los holandeses su declaración de neutralidad les sirvió para escapar al castigo español que se avecinaba. Ese día los españoles no pudieron alcanzar la costa dado el mal tiempo y el no poder aprovechar la marea alta. Pero el día 4, y con una ligera mejora del tiempo, las galeras Capitana, bajo el mando del capitán José de Mena, y la San Francisco, capitaneada por Pedro de Legorreta, lograron desembarcar a unos cuantos infantes para deshacerse de una de las baterías de costa.
A la par de esto los españoles se mandaron varios botes y chalupas con infantes de las compañías de Gaspar González del Águila, Genaro Marcio, Fermín de Codosa y Martín de Ibarra. El maestre Jerónimo de Agustín fue el primero en desembarcar con 600 infantes transportados en galeras y chalupas estableciendo una cabeza de puente en la ribera norte de la desembocadura del puerto. Poco a poco fueron llegando más infantes hasta sumar un total de 2.000 que inmediatamente se pusieron al asalto del fuerte que dominaba la playa norte de La Mamora.
Mientras tanto desde diversos buques los españoles cañoneaban las baterías artilleras y las posiciones defensivas de los moros que, ante el empuje de los españoles, emprenden la huida internándose río arriba. Los españoles lograron de este modo tomar el fuerte y recuperar varias cañones. La desbandada general llegó por la noche, cuando ya era más que evidente que la posición era indefendible y los españoles habían desembarcado ya casi todas sus tropas y habían tomado la mayor parte de los fuertes. Aprovechando la oscuridad huyeron en dirección a Salé dejando 10 buques intactos para los españoles y la mayor parte de los cañones.
Al amanecer del día 6 los españoles ya habían logrado quitar las cadenas y limpiar la entrada al puerto, entrando la escuadra de galeras y los buques con todo el material para reforzar y fortificar las posiciones de aquel estratégico lugar. Cristóbal Lechuga y el ingeniero Cristóbal de Rojas se pusieron esa misma tarde con los trabajos. El resultado fue espectacular; en apenas 4 meses levantaron el castillo de planta pentagonal de San Felipe, al sur de la entrada al puerto, el cual contaba con 50 cañones. Además se levantaron las torres fortificadas de Nuestra Señora de las Nieves y de San Cristóbal, en la margen izquierda de la desembocadura del río, mientras que la torre de San José cubría la margen derecha y el fondeadero.
No solo eso, 9 días más tarde de haber tomado posesión de La Mamora los trabajos defensivos fueron suficiente para rechazar un ataque moro proveniente de Salé que contaba con más de 2.000 soldados. Jerónimo de Agustín envió durante los siguientes días diversas patrullas bajo el mando del capitán Francisco Andía y el sargento mayor Diego Jera, cuya misión era limpiar los alrededores del puerto, sobre todo en dirección a Salé, al sur, y hacia el interior. Durante el transcurso de estas incursiones los infantes españoles causaron bastantes bajas a los moros, llegando incluso a presentar batalla contra varios escuadrones de jinetes y capturando a su capitán, que acabaría muriendo en las mazmorras de La Mamora.
Ya a finales de mes el Consejo de Estado resolvió dejar como gobernador de La Mamora a Cristóbal Lechuga, quien ostentaría el cargo hasta que en 1622 fue sustituido por Diego de Escobedo, aunque en torno a los últimos años de la vida de Cristóbal Lechuga hay un halo de misterio y muy poca información. Por las memorias del capitán Alonso de Contreras se sabe que la plaza tuvo que ser socorrida por lo españoles de un ataque holandés. "Diéronme mil abrazos el buen viejo Lechuga, que era gobernador de aquella plaza, y la había defendido como tan aleroso", escribiría el famoso capitán.
Sea como fuere el caso es que La Mamora quedó bajo la gobernación de Lechuga, quien contaría para su defensa con una guarnición de 2.500 soldados; más que suficiente cuando los trabajos de fortificación se terminaron, aunque lo insalubre y duro del entorno en el que se situaba aquella posición, causarían multitud de bajas por enfermedad entre los defensores. Sirva como ejemplo el dato de que en la primavera de 1615 el número de defensores se había reducido a poco más de 1.000, entre las muertes por enfermedad y el traslado a España de numerosos soldados, teniendo que ser abastecidos por mar de manera frecuente.
La plaza de La Mamora, rebautizada como San Miguel de Ultramar, se mantuvo bajo dominio español casi 7 décadas hasta que en la primavera de 1681 fue reconquistada por el sultán de Marruecos, Abdul Nasir Mulay Ismail, tras una exitosa campaña en la costa atlántica. La ocupación de La Mamora mitigó notablemente los efectos de la piratería en aquellas aguas y provocó grandes capturas de escuadras piratas.
Desembarco en La Mamora |
Conquista de Larache |
Entrada al puerto de La Mamora |
No hay comentarios:
Publicar un comentario