Tras la toma de Oudenaarde, el 5 de julio de 1582, a Farnesio le llegó la noticia, a través de un capitán escocés al servicio del de Orange, que la villa de Lier, a unos 15 kilómetros al sureste de Amberes, tenía pensado entregarse a los realistas, por lo que el de Parma encargó a Matteo Corvini la tarea, y el 2 de agosto la villa se entregó a las tropas que este llevaba. La toma de esta villa fue de capital importancia "por estar tan cerca de la de Amberes, Malinas y Bruselas les sirvió de gran padrastro, porque las corría sus contornos y servían que no se diesen la mano las unas a las otras tan a su salvo como lo hacían antes". La pérdida de Lier, a la vista de Amberes, causó una merma importante en la confianza que los rebeldes habían depositado en el duque de Anjou.
Por su parte, en el Brabante, el ejército realista sufrió un contratiempo importante. Farnesio había ordenado a sus hombres que tomasen la ciudad de Diest al asalto, por lo que amparados en la noche las tropas, usando escalas, accedieron al interior de la villa. Para su desgracia, los soldados rebeldes estaban alertados de las intenciones hispánicas, por lo que les tendieron una trampa y acabaron con todos los infantes que habían accedido sin esperar a que llegase el grueso de la fuerza, que incluía las fuerzas de caballería.
Ese verano, Felipe II había ordenado la marcha a Flandes de 4.000 españoles agrupados en dos tercios, el de Pedro de Paz, antiguo de Sicilia con el que Julián Romero fue a Flandes en 1567, y el de Cristóbal de Mondragón, antiguo de Lombardía que también acompañó al Gran duque de Alba a los Países Bajos de la mano de Sancho de Londoño. También envió el rey 900.000 escudos y 4.000 infantes italianos agrupados en otros dos tercios: el napolitano de Mario Carduini, y el lombardo de Camillo delli Monti, ambos levantados ese mismo año. Todo ello acompañado de caballería española bajo el mando del castellano Antonio Olivera. Con este vital refuerzo del "nervio" del ejército y la recluta hecha por Farnesio de tropas alemanas y borgoñonas, el príncipe de Parma se sentía en disposición de continuar con la ofensiva contra los rebeldes.
En cuanto al duque de Anjou, cada vez más debilitado, solicitó ayuda a su hermano, quien le prometió en secreto el envío de 7.000 mosquetes franceses, 3.000 piqueros suizos y 2.000 hombres de armas, más un subsidio de guerra de 50.000 escudos mensuales. Estas tropas entrarían en los Países Bajos desde Dunkerque, pero mientras esto sucedía en el sur, en el norte, en Frisia, el regimiento inglés de John Norreys y el escocés de Stewart, amenazaban con pasarse al servicio del rey de España si no recibían las pagas debidas por el duque. Farnesio organizó un encuentro entre los malcontentos y los capitanes y maestres de campo españoles para que los primeros no tuvieran suspicacias con la llegada de las tropas extranjeras a Flandes.
-El fallido asedio de Lochem
Mientras Farnesio planeaba su siguiente golpe, las fuerzas de Francisco Verdugo se hallaban inmersas en pleno sitio de Lochem desde el 22 de julio. Juan Bautista de Tassis y el barón de Anholt, contraviniendo las órdenes de Verdugo, habían comenzado el asedio construyendo un poderoso fuerte a las afueras de la ciudad, todo ello sin disponer de fuerzas y suministros suficientes, en la creencia que sería una presa fácil. Nada más lejos de la realidad. Lochem podía ser fácilmente socorrida por los rebeldes desde Zutphen o Deventer, y pronto tanto Anholt como Tassis se vieron envueltos en un terrible asedio con un desgaste que sus pobres fuerzas no podían soportar. El conde de Holac, ante el temor de que la villa se rindiese y pasase a la obediencia del rey, acudió presto con Norreys y el conde Felipe de Nassau, llevando un contingente de infantería y caballos con ellos.
Unas semanas antes, el 26 de agosto, Farnesio se decidió a atacar y partió desde Oudenaarde con la infantería española en la vanguardia y delante de ella los caballos de Richebourg. Nombró a Olivera teniente de la caballería española y a Juan Bautista del Monte le dio el mismo cargo pero de la italiana. La marcha fue más lenta de lo que había pensado el príncipe de Parma, y por el camino se tomó un castillo defendido por 300 valones al servicio de los Estados, por lo que las fuerzas de Anjou tuvieron tiempo para refugiarse en Gentbrugge, en las inmediaciones de Gante. Tanto Anjou como Orange no tuvieron más remedio que plantar batalla, dado que Gante no abrió sus puertas temerosa de la reacción que pudieran tener las fuerzas realistas.
Farnesio envió en vanguardia 4 compañías españolas de arcabuceros a caballos y tres de infantes españoles de los capitanes Sancho Martínez de Leiva, Carlos de Meneses y Pablo de Ucedo, del tercio de Pedro de Paz, a atacar la retaguardia francesa. Los combates llevaron a los hombres de Anjou hasta el foso de Gante, refugiándose en las trincheras que habían cavado, por lo que Farnesio ordenó asaltarlas. En la toma de estas posiciones se señalaron los soldados Hernando de Aledo, de la compañía de Carlos de Meneses, Lorenzo Trillo de Ávalos, de la compañía del capitán Sancho de Leiva, el capitán de caballos Ferrante Gonzaga, herido de un mosquetazo, y el propio Mondragón, al que le mataron el caballo, así como los capitanes de infantería nombrados. La victoria no fue total, a pesar de contar los franceses con 2.000 bajas, entre ellos mucha gente señalada, y buena parte de la culpa la tuvo Juan Bautista del Monte, quien dio la orden de no moverse y cerrar con el enemigo al teniente Papada, de la compañía de caballos del marqués de Rubes.
Para septiembre, los problemas económicos empezaron a agobiar al príncipe de Parma, que con la llegada de las nuevas tropas españolas e italianas se veía obligado a obtener mucho más dinero. La reina madre de Francia había desembarcado en Dunkerque con 19 banderas de infantería francesa, por lo que Farnesio acudió con su ejército y se puso su campo sobre Ypres. Enterada de la derrota de su hijo el duque, Catalina de Médici partió de regreso a Francia con sus fuerzas. Mientras, el asedio de Lochem continuaba y Holac consiguió reunir sus fuerzas con las de Guillermo Luis de Nassau en Zutphen. La fuerza de 5.000 infantes y 2.500 caballos que reunieron los rebeldes era más que suficiente para romper el asedio español y el 21 de septiembre se lanzó contra las líneas de Tassis y Anholt. Antes, Verdugo, alertado por el barón, decidió ir a reforzar el asedio de Lochem "aunque se habían puesto sobre ella sin mi orden no era razón rehusar lo que tal ocasión me pedía".
En los combates que sucedieron en los sucesivos días Verdugo logró derrotar a los franceses que llevaba Holac pero no pudo evitar que este entrase en Lochem con bastante gente y provisiones. Estaba claro que el asedio no podría continuar por mucho tiempo, así que Verdugo envió al capitán Alonso de Frías con las banderas y estandartes capturados al enemigo, algunos de ellos pertenecientes al duque de Anjou. Finalmente, las fuerzas realistas, "sin mover el orden de los escuadrones, vueltas las caras a las de los enemigos", retrocedieron hasta una posición elevada, la colina de Lochemse, y allí estuvieron esperando para dar batalla a los rebeldes, pero estos rehusaron el combate, aunque la retaguardia realista sufrió algunos ataques en los que resultó herido el barón de Anholt. Tras estos hechos, Verdugo llegó a Groenlo, donde tuvo que hacer frente al amotinamiento de la compañía del barón de Anholt.
Asedio de Lochem. Grabado de Frans Hogenberg |
Para finales de septiembre Farnesio se vio obligado a solicitar un préstamo de 700.000 florines al banquero Tomasso Fieschi, pero era insuficiente y pronto escribió al rey para pedirle más dinero. El 18 de octubre llegaba a Flandes Luis de Toledo con 100 caballos italianos y otros 100 infantes de diversas naciones. En el norte, los rebeldes se hicieron en octubre con los castillos de Keppel y Bronkhorst, a poca distancia al oeste de Groenlo, mientras que el príncipe de Parma emprendía a comienzos de noviembre el asedio de la plaza de Nínove, en el Flandes Oriental, entre Bruselas y Oudenaarde, haciéndose con ella a pesar de las inclemencias del tiempo, de la falta de suministros y de la guarnición, compuesta por 9 banderas francesas, el 12 de noviembre. La empresa la llevó a cabo el tercio de Pedro de Paz y, como relata Alonso Vázquez, "los soldados de las naciones habían desamparado sus banderas y solo la española asistió en este sitio".
Tras este éxito, el príncipe de Parma ordenó a Mondragón que acudiese con su tercio de españoles y algunas tropas valonas y alemanas, junto con 6 piezas de artillería, a tomar el castillo de Liederkerke, a 7 kilómetros al noreste de Nínove. Mondragón tomó el castillo sin resistencia, pues las aguas del foso se habían helado debido al frío, saliendo sin sus armas los 200 soldados que estaban de guarnición. Por su parte, Verdugo partió a Lingen para pagar la pólvora y las municiones que había pedido a la villa para el sitio de Lochem, y por las cuales hubo de dejar a su mujer e hijos como garantía. Antes, ordenó a Tassis hacerse con la plaza de Steenwijk, donde los rebeldes habían profanado los templos católicos y causados estragos en la población local católica después del frustrado asedio realista del año anterior. El teniente coronel Tassis cumplió con su misión y tomó la ciudad el 17 de noviembre aprovechando que se encontraba celebrando un gran banquete, degollando a 300 soldados herejes y obteniendo un gran botín pagado por los ciudadanos para evitar el castigo por sus acciones, y dejando al cargo de ella como gobernador a Antoine de Coquelle.
La campaña de 1582 llegaba a su fin y Verdugo, tras recuperar a su familia, partió con sus tropas para invernar en Oldenzaal, mientras que Carlos de Mansfeld se llevó al resto del ejército de Frisia al Brabante. Por su parte, Alejandro montó los cuarteles del ejército para pasar el invierno entre Tournai y Lille, con instrucciones claras a los soldados de que mantuvieran la disciplina a pesar de la falta de pagas. La falta de dineros impidió al príncipe salir al encuentro de las fuerzas enemigas que entraron en Flandes por Dunkerque el 26 de diciembre; 5.000 infantes franceses, 3.000 esguízaros y 800 caballos bajo el mando del señor de la Val. La última acción del año se produjo cuando Farnesio ordenó a Carlos de Mansfeld recuperar la ciudad de Eindhoven, que había sido tomada días antes por los franceses. El conde no disponía de artillería, por lo que ordenó a sus hombres construir una serie de fuertes rodeando la ciudad, saliendo finalmente de la plaza sus defensores con sus armas, banderas y bagajes.
-La traición del duque de Anjou
Para comienzos de 1583 las fuerzas del duque de Anjou habían crecido y sumaban un total 7.000 infantes franceses, varias compañías de infantería inglesa y escocesa, los 3.000 esguízaros que habían llegado y 2.000 caballos alemanes y 700 gendarmes, "todos nobles y belicosos". El duque, bajo el pretexto de pasar muestra a sus fuerzas, ordenó el ejército acudir a Amberes a su encuentro la noche del 6 de enero, pidiendo las llaves de la ciudad para que este entrase. La ciudad, que no se fiaba de las intenciones del francés, negó cortésmente la petición de entrada del ejército de Anjou, pero al día siguiente el duque maniobró secretamente para que 300 hombres de armas se hiciesen con el control de la puerta de Santiago y de parte de la muralla tras vencer al cuerpo de guardia. El cronista Estrada señala que este hecho se produjo el 17 de enero, y no el 7 como indica Vázquez. Las fuerzas francesas, tal y como apunta Vázquez "se ocuparon más en saquear que en hacer escuadrón y guarnecer la muralla y cuerpos de seguridad", por lo que se tocó armas.
Los burgueses de la ciudad, junto con las milicias empezaron la resistencia en la plaza de la Bolsa y acometieron al ejército francés con tanta furia como si se tratase de soldados profesionales. Testimonios como el que nos deja Vázquez de estos hechos son muy interesantes. Un pastelero en camisa que salió con una pica mató a tantos infantes franceses que se aburrió de hacerlo y acometió a un caballero, matándolo y apoderándose de su caballo acometió contra el resto de hombres de armas que encontraba. La derrota fue humillante, y en aquella jornada murieron cerca de 1.500 soldados franceses, incluyendo muchos caballeros reputados. Solo la intervención de Guillermo de Orange y las súplicas de perdón tanto del duque de Anjou por el comportamiento de sus hombres, como de los embajadores de la reina de Inglaterra y del propio rey de Francia, calmaron momentáneamente los ánimos de Amberes, aunque no se trató de un hecho aislado, ya que estos casos de saqueo francés se dieron también en ciudades como Dunkerque, Termonde o Dixmunde.
A pesar de las disculpas ofrecidas, el duque hubo de abandonar Amberes y refugiarse en Alost, desde donde trató sin éxito de reconciliarse con los Estados con la ayuda de Guillermo de Orange. Pero el daño ya estaba hecho, lo que unido a la soberbia del duque acabó en las amenazas de este de entregar las plazas que estaban bajo su control a Felipe II si no liberaban a los franceses presos en Amberes. Las negociaciones que siguieron a lo largo de las siguientes semanas incluyeron la entrada en escena de Farnesio que, sabedor de lo ocurrido, quiso comprar las plazas en manos francesas al duque, pero finalmente este las entregó a los Estados por la suma de 80.000 florines. Además, dejó a los rebeldes el ejército que comandaba el señor de Biron, formado por 2.000 arcabuceros franceses y 2.500 esguízaros, que pasarían a estar a sueldo de Guillermo y los Estados.
-La ofensiva realista de 1583
Alejandro, informado de los ataques franceses por toda la campiña del Brabante, ordenó al conde de Mansfeld dirigirse hacia allá, hacerse cargo de las fuerzas que su hijo Carlos, que se había apoderado de Eindhoven el 23 de abril, tenía en la región y socorrer el castillo de Boude, uno de los más fuertes de aquellas tierras, defendido por 60 italianos, número que se estimaba suficiente. A pesar de las prisas de Mansfeld, la guarnición de Boude se rindió para su descrédito. Farnesio también envió al tercio de Pedro de Paz con algo de caballería para asistir a Mansfeld y, una vez establecido contacto entre ambas fuerzas, se dirigieron el 20 de mayo a tomar la plaza de Diest, a medio camino entre Bruselas y Maastricht. Durante siete días se sucedieron los combates, aproximándose los realistas a los muros de la ciudad, defendida por 3 compañías de holandeses y escoceses, hasta que finalmente, el 27, la ciudad se rindió. Ese mismo día también se entregó al control real la plaza de Sichem y su castillo, estableciéndose el príncipe de Parma en Lier.
Pedro de Paz y el marqués de Rubes fueron a tomar la abadía y el castillo de Westerlo, en Flandes, plaza que se tenía por muy fuerte y difícil de tomar y que contaba con 400 hombres de guarnición. Las fuerzas realistas lograron la rendición de esta plaza, encontrando en ella gran número de armas, municiones y bastimentos, así como abundante trigo y centeno. A mediados de junio la gente de Pedro de Paz y el marqués de Rubes contactó con las fuerzas de Farnesio en Hoogstraten, en Flandes, donde tuvieron noticias de que el señor de Biron se había refugiado con sus fuerzas en Roosendaal, en el Brabante Septentrional. Ordenó Alejandro preparar gran cantidad de pan, queso y cerveza para los hombres, pues iría en búsqueda de las fuerzas rebeldes, y una vez listo todo, partió con el ejército al combate.
Tras tomar un castillo rebelde en Hoogstraten, resultando herido el capitán de arcabuceros a caballo Padilla. Se dio a cada soldado un pan, media libra de queso y un lote de cerveza, y se descansó hasta la media noche, cuando "mandó tocar a caballo, y que en las ancas de cada uno llevasen un soldado de la infantería española del tercio de Pedro de Paz, y sobre el castillo de Hoogstraten dejó un regimiento de valones y otro de tudescos con todo el bagaje, e hizo marchar a la ligera el resto de la infantería". El número de infantes que llevaba Alejandro oscila entre cuatro y cinco mil, acompañados de 1.300 caballos. El 17 de junio sobre las 3 de la madrugada llegó el ejército a Roosendaal, pero Biron y su ejército, con noticias de la llegada de los realistas, habían partido hacia Steenbergen, por lo que ordenó a la compañía de arcabuceros a caballo españoles de Juan García de Toledo, y a la de valones del capitán Carandole, marchar a toda prisa para cortar el paso a los rebeldes.
Grabado de la batalla de Steenbergen. Ledesma y de Hooghe |
Poco tiempo después, Martín de Villalba, de la compañía de Juan García, informó a Farnesio de que Biron se estaba atrincherando alguna de sus fuerzas en un dique a unos 2 kilómetros de Steenbergen. Vazquez afirma que las fuerzas rebeldes superaban los 12.000 hombres, "de nación francesa, inglesa, holandesa y escocesa, todos mezclados, repartidos en 48 banderas y 3 estandartes", ocupando el dique, en reatguardia, la infantería escocesa y holandesa, la mejor y más veterana que tenía, para frenar a los hispánicos en caso de que le dieran alcance. El de Parma ordenó a la compañía del capitán García de Olivera marchar en vanguardia con algunos arcabuceros a caballo, que se deshizo sin problemas de un cuerpo de guardia que custodiaba el camino. Pensando los rebeldes que las fuerzas realistas se limitaban a las de Olivera, holandeses y escoceses salieron a combatir.
A las fuerzas del capitán Olivera se unió pronto el príncipe de Parma y la caballería española y valona, escaramuzando valerosamente desde las tres de la tarde hasta que se escucharon las cajas de los infantes de Pedro de Paz. Eran las siete cuando las compañías de los capitanes de arcabuces Sancho Martínez de Leiva, Carlos de Meneses y Diego Rodríguez de Olivares, y de los capitanes de mosquetes Juan de Rivas y Diego de Arango, todos del tercio de Pedro de Paz, comenzaron a combatir tras rezar un Ave María. Con la primera carga desbarataron las líneas rebeldes, ganando las trincheras y degollando más de 700 soldados enemigos. En un momento de los combates la caballería católica comenzó a retirarse, debiendo Alejandro, espada en mano "tirar de cuchilladas, diciéndoles palabras injuriosas, y que mirasen a la infantería que degollaba al tiempo que ellos se retiraban". Este conato de retirada pudo deberse a la creencia de que los escuadrones enemigos huían ante el avance de los realistas.
La mayoría de las fuerzas de Biron llegaron a Steenbergen, refugiándose bajo sus murallas, mientras trataba de provocar sin éxito a Alejandro. Las bajas rebeldes oscilan entre los 1.500 muertos de los que habla la "relación de la victoria de Alejandro Farnesio el 18 de junio cerca de Steenbergen", mientras que Vázquez aumenta las bajas a 3.200, ganándose 36 banderas y 3 estandartes y parte de su bagaje. Farnesio ordenó prender fuego a la villa de Roosendaal por sus pactos con los rebeldes y posteriormente marchó a Lier. Las noticias de la derrota de Biron causaron un profundo desánimo tanto en el duque de Anjou como en Guillermo de Orange, quien abandonó Amberes y se refugió en Delft para aumentar su seguridad.
-El final de Anjou
Farnesio ordenó a Mondragón avanzar sobre Dunkerque, por lo que Anjou decidió huir de la ciudad y buscar protección tras los muros de Calais. Con la huida del duque, el sito de Dunkerque avanzó a buen ritmo, mandando Alejandro al señor de La Motte que por la parte del puerto, cuando la marea bajase, se plantasen tres baterías de artillería y se batiese la muralla, cosa que se hizo desde el amanecer hasta las 5 de la tarde. Antes de que se lanzase un asalto los defensores pidieron capitular, cayendo la ciudad el 16 de julio, quedando como guarnición de la ciudad tres compañías de infantería española del tercio de Mondragón bajo el mando del nuevo gobernador, el capitán Francisco de Aguilar y Alvarado. Los franceses que se rindieron marcharon a Francia con medio escudo por persona y la promesa de no tomar las armas contra el rey de España.
El 23 de julio, una semana después, Farnesio tomaba Nieuwpoort, plaza costera en el Flandes Occidental a medio camino entre Dunkerque y Ostende. Los tercios de Mondragón y de Pedro de Paz fueron los encargados de llevar a cabo esta empresa, dejando el de Parma tres compañías del tercio de Paz bajo el mando del capitán Juan del Águila, "capitán más antiguo y de los más experimentados que tenía". Ese mismo día se recuperó la plaza de Menen, al suroeste de Nieuwpoort. Por su parte, en el Brabante, había quedado Claude de Berlaymont, señor de Hautpenne, con 2.000 infantes y 300 caballos, cuando desde la villa de Herentals salió una partida rebelde para atacar a estas fuerzas que se iban a acomodar en otros cuarteles, pero Hautpenne, enterado de los planes, logró tender una emboscada a las fuerzas rebeldes y acabó con la mayor parte de ellas.
En la costa occidental, mientras, Farnesio mandaba a los arcabuceros del tercio de Pedro de Paz junto con cuatro compañías de caballos a tomar la plaza de Veurne, a unos 5 kilómetros al sureste de Nieuwpoort, y que era conocida por los españoles como Furnes. Las tres compañías de soldados escoceses que la defendían salieron con sus armas, banderas y bagajes nada más ver llegar a los españoles, tal era la fama que habían alcanzado los hombres de Pedro de Paz. Para terminar de completar la tarea en la región de Flandes, Farnesio ordenó poner bajo asedio la plaza de Dixmuda, a 15 kilómetros al este de Nieuwpoort, mientras él marchaba a Namur a despedirse de su madre, Margarita de Austria. La plaza cayó en manos realistas el 2 de agosto, para nuevo descrédito de Guillermo de Orange, que trataba de convencer a Anjou para que regresara a los Países Bajos, y Alejandro fijó su nuevo objetivo en Ypres, plaza a la que puso bajo asedio.
A comienzos de septiembre entró de nuevo el duque francés por la parte de Cambrai, esperando en la ciudad la llegada de las tropas que esperaba le llegasen de Francia. Farnesio, enterado de esto, envió a Douai, a poca distancia al noroeste de Cambrai, al tercio de Pedro de Paz, junto con una compañías de lanzas españolas, y los regimientos valones del conde de Egmont y del barón de La Motte, más dos compañías de caballos italianos. Mientras, el asedio de Ypres cada vez se estrechaba más, bloqueando completamente el camino a Brujas para evitar los socorros que llegaban por allí, con la construcción de un gran fuerte de cinco puntas con capacidad para 800 infantes y cuatro compañías de caballos bajo el mando del valón Antoine Grenet, señor de Werp. Farnesio, además, emprendió una enérgica política marítima, tanto militar como comercial, ahora que tenía dos de los grandes puertos de Flandes.
A la vez que en el sur Alejandro empeñaba sus esfuerzos en Ypres, en el norte Verdugo había mandado a Tassis a hacerse con la plaza de Zutphen, en la región de Veluwe, en la provincia Güeldres. El señor de Nienoord había recibido la patente de coronel ese año y se le habían entregado 4.000 hombres a cambio de que mantenerlos a su costa. Con esta fuerza constituía una seria amenaza para el país de Groningen, por lo que Verdugo mandó a Tassis marchar para allá con casi todo su regimiento y parte de la infantería de Frisia para guardar los diques y evitar cualquier ataque sobre la región. Pero los de Groningen mandaron de vuelta al teniente coronel Tassis, pues consideraban que no necesitaban a las fuerzas realistas. Justo en por aquellos momentos el capitán Tiesselink, al que Verdugo había ordenado reconocer la plaza de Zutphen, informaba de las posibilidades de tomarla.
Zutphen, en la orilla oriental del río Ijssel, contaba con una doble fortificación, la muralla antigua, detrás del foso, y una "fortificación de tierra a lo moderno, con sus baluartes". Uno de ellos estaba junto a los molinos que recogían agua del Ijssel y contaba con un cuerpo de guardia de entre 25 y 30 hombres. Usando escalas podían penetrar en el baluarte sin ser sentidos pues el ruido del agua en los molinos era ensordecedor. Tassis no perdió el tiempo y escogió 30 de sus mejores infantes y ocupó el puesto de guardia tras trepar por el baluarte, permaneciendo allí durante toda la noche a la espera de que abriesen las puertas de la ciudad por la mañana, mientras el resto de su infantería aguardaba en el foso y la caballería en un bosquecillo cercano. Cuando se abrieron las puertas, el 22 de septiembre, los infantes ocuparon rápidamente las dos puertas que había hasta que llegó el resto de la infantería y los caballos, ganado la ciudad fácilmente pues no había más que una compañía de infantería para su guarda.
Plano de Zutphen. Segunda mitad del siglo XVI |
Tassis tenía órdenes de pasar a la otra orilla del río y fortificarla, pero las tropas se entretuvieron con el saqueo y pospuso el cometido para el día siguiente, lo que fue aprovechado por el conde rebelde Herman de Bergh para ocupar esa posición y construir un poderoso fuerte que suponía una constante amenaza para Zutphen. Verdugo dejó en Zutphen a parte de las fuerzas que la tomaron y a Tassis como gobernador, y le ordenó que le enviase el resto de los hombres al norte, por donde se esperaba que desembarcase el señor de Nienoord, quien finalmente pisó tierra con sus hombres en la villa de Oterdum, en la provincia de Groninga, justo en la desembocadura del Dollard. Verdugo marchó a toda prisa hacia allá enviando por delante dos compañías de caballería, la de lanzas con el alférez Alonso Mendo a la cabeza, y la del capitán Villers, para cortarles el paso.
Ya en octubre Verdugo aisló a las fuerzas de Nienoord, aislándolas en las cercanías de Winschoten y de Wedde, donde fue herido en una pierna de un arcabuzazo, muy cerca de donde el Tercio de Cerdeña fue sorprendido en 1568. Su hijo logró sacarlo de ahí pero también recibió un disparo que le dejó malherido, refugiándose ambos con parte de sus hombres en Oterdum, donde finalmente murieron. Allí, las fuerzas rebeldes que quedaron fueron mantenidas por los Estados para que guarneciesen el fuerte que se había construido junto al mar, que sería mantenido con un gran coste por los rebeldes. En este orden de cosas, los realistas vieron cómo el duque de Anjou partía el 15 de octubre desde Cambrai hacia París, tras esperar en vano el envío de un ejército por parte de su hermano el rey. Sería su última aventura en los Países Bajos.
Los rebeldes se encontraban en horas bajas, por lo que Farnesio prosiguió su ofensiva a la par que realizaba una petición a Felipe II: la restitución de la ciudadela de Piacenza para su padre, además de la obligada reclamación de fondos para las campañas que estaban en curso y las que habría de emprender. Los esfuerzos de Alejandro se centraban ahora en aislar Gante y Brujas, por lo que tomó Sas van Gent, al norte de Gante y a medio camino entre Brujas y Amberes en octubre, mientras Mondragón cortaba el camino entre Brujas y Gante. Para noviembre se hizo con el control del país de Waas, en Flandes, dejando Amberes aislada por el oeste, ocupando a su vez el castillo de Rupelmonde, a orillas del Escalda, entre Termonde y Amberes, y que cortaba el paso fluvial en la zona, quedando como guarnición 60 españoles y unos cuantos valones bajo el mando del alférez del capitán Pedro de Solís.
Esto provocó que las villas de Axel y Hulst se entregaran a la obediencia del rey católico, expulsando a sus alcaldes calvinistas, mientras las tropas realistas tomaban el castillo de Nevele, al suroeste de Gante, cortando así sus comunicaciones a través del río Lys. También cayeron en manos realistas Oedelem, al este de Brujas, y Alost, al sureste de Gante, dejando completamente aislados sus dos principales objetivos para la siguiente campaña. Para finales de diciembre marchó Farnesio con su consejo y hombres más cercanos a invernar a Tournai, mientras que el tercio de Pedro de Paz, junto con 3 regimientos de valones y 4 compañías de caballos debía acudir en ayuda del conde de Arenberg, que se hallaba en auxilio de los católicos de Colonia. El año cerraba con la ruptura de varios diques en Amberes por parte de Guillermo para anegar las tierras que estaban ocupadas por los realistas, pero fue más el daño para la ciudad que para los soldados de Farnesio.
Jean Richardot, uno de los hombres más cercanos a Alejandro y que había sido enviado por este a España para pedir hombres y dineros, regresó en diciembre a Flandes informando al príncipe de que Felipe II, con las manos libres tras su victoria en Las Azores, había decidido enviar hasta 5.400 infantes españoles bajo el mando de Pedro de Tassis junto con 300.000 ducados, con la promesa de enviar hasta 700.000 euros más en los siguientes meses. La campaña de ese año cerraba con el imparable avance de las tropas realistas, que se habían hecho con el control de los puertos más importantes de Flandes, así como el país de Waas y el control de Frisia. No solo eso, mantenía además bajo asedio las ciudades de Ypres y de Gante, asedios que serían rematados para la campaña de 1584.
Asedio de Eindhoven. Grabado de Frans Hogenberg |
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