tag:blogger.com,1999:blog-11271844080696425342024-03-16T11:52:55.661-07:00Tercios ViejosEspaña mi natura, Italia mi ventura, Flandes mi sepulturaTercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.comBlogger187125tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-52209339853937449572024-02-15T10:32:00.000-08:002024-03-02T00:57:25.646-08:00Batalla de Lens<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBwFjZqZktlz8uHAWJah8Rh5AxxMzcazA1OzoxyCV2_-6fwBnDtrh8jiEMXsu9vaVNcXiPwJ75b6QfHirz44kaBCKR30UNVWDPPmShK7Sy6dcidqDkRA7qdkRqahClbXvE6w0e5OTNp53mSoCm9mtXHlIeFNLJFboSN_vzv1xGbFBlk5vVs6d4FqDeZebt/s450/Lens%20Jean-Pierre%20Franque.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="378" data-original-width="450" height="336" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBwFjZqZktlz8uHAWJah8Rh5AxxMzcazA1OzoxyCV2_-6fwBnDtrh8jiEMXsu9vaVNcXiPwJ75b6QfHirz44kaBCKR30UNVWDPPmShK7Sy6dcidqDkRA7qdkRqahClbXvE6w0e5OTNp53mSoCm9mtXHlIeFNLJFboSN_vzv1xGbFBlk5vVs6d4FqDeZebt/w400-h336/Lens%20Jean-Pierre%20Franque.jpeg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p>El 20 de agosto de 1648 se producía en Lens la última gran batalla de la Guerra de los Treinta Años en la que combatiría el Ejército de Flandes, al mando del archiduque Leopoldo, y el ejército francés del duque de Enghien. La derrota hispánica, al igual que ocurriese en Rocroi, sería hábilmente explotada por la propaganda francesa. </p><p>En el contexto de los últimos coletazos del conflicto que había sumido a Europa en el caos durante los últimos treinta años, el cardenal Mazarino, primer ministro francés del joven rey Luis XIV, buscaba obtener una mejor posición en las negociaciones que se estaban llevando a cabo en Westfalia con el objetivo de lograr la paz. El desastre anterior de las fuerzas francesas en Cataluña y la firma de la Paz de Münster el 30 de enero de 1648 entre España y las Provincias Unidas, habían complicado la posición de Mazarino al frente del gobierno. El cardenal había tratado sin éxito de torpedear las conversaciones de paz, ofreciendo cuantiosas sumas de dinero al nuevo estatúder, Guillermo II de Orange, y a los gobernadores de varias ciudades importantes de Holanda y Zelanda para que continuasen con la guerra, pero finalmente la paz se impuso para satisfacción de los intereses mayoritarios de holandeses y españoles. </p><p>La campaña de 1648 contra España centraría toda la atención de Mazarino, reanudando las operaciones contra Lombardía, aunque sin éxito alguno, y movilizando un nuevo ejército para atacar los Países Bajos al mando del duque de Enghien, el Gran Condé. El primer objetivo que se fijó Condé fue la toma de la plaza de Ypres, en el Flandes Occidental; la campaña se inició con bastante retraso debido al mal tiempo y a las lluvias, no pudiendo llegar hasta mediados de mayo. La ciudad se rindió tras ofrecer una débil resistencia, lo que provocó el enfado del archiduque, a la sazón gobernador de los Países Bajos, que replicó tomando la plaza de Courtrique, a unos 30 kilómetros al este de Ypres. En este intercambio de golpes, Condé se internó en Flandes y se encaminó hacia la costa con la idea de tomar nada menos que la ciudad de Ostende, la que había dado fama y gloria a Ambrosio Spínola en 1604.<span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>El asedio sobre Ostende acabó resultando un completo fracaso que obligó a Mazarino a enviar más recursos y hombres al duque de Enghien debido al serio riesgo que tenía su ejército de colapsar y desaparecer. Leopoldo respondió a este envite llevando al Ejército de Flandes hasta Veurne, una de las plazas avanzadas que los franceses tenían al norte de Dunkerque. Tras tomar esta villa, el archiduque se dirigió a Courtrai, haciéndose con ella casi sin oposición. Era obvio que Enghien quedaba en una situación muy comprometida, y lo mismo ocurría con Mazarino, cuya posición negociadora perdía fuerza mientras la opinión pública francesa clamaba hastiada a favor del final de la guerra. </p><p>Desde comienzos de año, en Francia había estallado una velada rebelión cuando la regente Ana de Austria, madre de Luis XIV e hija de Felipe III, acudió al parlamento para lograr la aprobación de nuevos impuestos con los que sufragar el coste de la guerra. Al mismo tiempo que Condé ponía bajo asedio la ciudad de Ypres, las cortes de Francia se reunían en la Cámara de San Luis del Palacio de Justicia, donde se redactaron una serie de medidas, siendo las más importantes la exigencia de la abolición en las cortes de los últimos impuestos decretados, y la garantía real de las libertades individuales de los súbditos, muy mermadas desde los tiempos del cardenal Richelieu. La regente, temiendo que estallase una revolución abierta, accedió a todo lo propuesto, sobre todo cuando llegaron las noticias del descalabro del ejército de Enghien en Flandes. </p><p>Viendo peligrar seriamente sus intereses y hasta su posición y su propia vida, Mazarino suplicó al antiguo general bernardino Johann Ludwig von Erlach, que acudiese con su cuerpo de ejército desde Alemania para apoyar a Condé. El militar suizo y sus hombres, que llevaban años al servicio de Francia, acudieron de manera inmediata desde su cuartel general en Alsacia. Erlach había sido informado de que Leopoldo se dirigía con parte del Ejército de Flandes a recuperar Lens, que había sido tomada por los franceses el año anterior tras un asedio en el que murió su mariscal, Jean de Gassion. Sin duda, Mazarino debió pensar que una victoria contra los españoles en el crucial teatro de operaciones de Flandes el daría no solo una ventaja en las negociaciones de paz que se sucedían con el emperador Fernando III y con Felipe IV, sino que le permitiría reforzar su poder ante Ana de Austria y ante la nobleza, que cuestionaba cada vez más su capacidad de decisión y su enconada animadversión hacia España. </p><p>El cuerpo de ejército de von Erlach, con más de 4.000 hombres, conectó con las fuerzas del duque de Enghien a los dos días de que el archiduque Leopoldo retomara Lens, para decepción del general suizo, que había forzado la marcha con el objetivo de evitar la pérdida de la ciudad. Inmediatamente se puso a disposición del joven duque, quien estaba a punto de cumplir 27 años, y que con la suma de esta fuerza pudo movilizar un ejército bastante respetable, compuesto por 10.000 infantes agrupados en 12 regimientos de infantería, y 45 escuadrones de caballería que sumaban 6.000 caballos en total. Condé, con su habitual saber hacer, dispuso sus hombres en una llanura que se extendía a las afueras de la ciudad de Lens, donde observó la fuerte posición defensiva que había adoptado el archiduque y sus 18.000 hombres, situados en un terreno elevado y con un buen sistema de fortificaciones y trincheras. </p><p>El ejército hispánico no solo estaba mejor posicionado, sino que tenía una ligera superioridad numérica en infantería, ya que contaba con unos 12.000 hombres, y también en cañones, disponiendo de 38 piezas, mientras que en lo que respecta a la caballería, las fuerzas estaban igualadas. Leopoldo había formado sus fuerzas con Jean de Beck comandando el centro, donde se situaban los tercios valones del conde de La Mottiere, el del barón de Crevacoeur, el del conde de Bruay, y el del señor de Hellem, antiguo tercio del barón de Grobbendonck. Con ellos estaban los regimientos alemanes del barón de Berlo, de Fernando Arias de Saavedra, de Juan de Monroy, el del barón de Wangen y el del propio Beck. También se encontraba un regimiento inglés al mando del coronel William Alselme, los tercios italianos de Ippolito Bentivoglio, marqués de Magliano, y el de Guiseppe María Guasco, que había sido levantado ese mismo año. </p><p>Por último, los tercios de veteranos españoles de Gaspar Bonifaz de Escobedo, antiguo tercio del marqués de Rivas, el de Gabriel Toledo de Zúñiga, antiguo de Esteban Gamarra, el de Bernabé de Vargas-Machuca, levado en 1639 por Jerónimo de Aragón, el de Fernando Solís y Vargas, antiguo tercio de Luis de Velasco, y que databa de 1591, y el de Francisco Deza, cuyos orígenes se remontaban al Tercio de Sicilia que condujo Julián Romero a Flandes en 1567. Acompañando a la infantería del ejército hispánico se encontraban en retaguardia las fuerzas del duque de Lorena, que se componían de 8 regimientos loreneses; 3 irlandeses y 2 alemanes, bajo el mando del barón de Clinchamp, y para completar la formación en el centro, Leopoldo dispuso 13 escuadrones de caballería y todas sus piezas de artillería, que estaban bajo el mando del conde de Saint-Amour, general de la artillería de Flandes. El ala derecha estaba a cargo del príncipe de Ligne, general de la caballería hispánica, y de Charles Albert de Longueval, conde de Bucquoy, hijo del mítico general al servicio, primero de España y después del emperador en la Guerra de los Treinta Años. Estaba compuesta por 27 compañías, en su mayoría valonas, formadas en dos escalones. Y para finalizar, en el ala izquierda estaban situadas 20 compañías de caballos loreneses bajo el mando del conde de Ligneville. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjBw68A1hWXQvD9xZxnI1DC1UYwksNx_XS4LhRL5Ymjfx1WHh6gIcbNLdH8qWxCBODBJtHRdAXM7DMd8RZ-COT6Do9B3QfNrXkZj4CcIIQU20iGEx_zl3yzbfkDYuu0vnZDL6-3RJKpFl6NGYH1RrwnpuOwB7CclAjuhThkmuS8J1ZaELfBWbdeZwqoCKAL/s500/Lens.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="379" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjBw68A1hWXQvD9xZxnI1DC1UYwksNx_XS4LhRL5Ymjfx1WHh6gIcbNLdH8qWxCBODBJtHRdAXM7DMd8RZ-COT6Do9B3QfNrXkZj4CcIIQU20iGEx_zl3yzbfkDYuu0vnZDL6-3RJKpFl6NGYH1RrwnpuOwB7CclAjuhThkmuS8J1ZaELfBWbdeZwqoCKAL/w304-h400/Lens.jpg" width="304" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Grabado de época. Disposición de ejércitos</td></tr></tbody></table><br /><p>En contra de la habitual impulsividad de la que solía hacer gala el joven Enghien, analizó con detenimiento el terreno y las fuerzas de su rival, y entendió que no era posible asaltar el emplazamiento hispánico con las fuerzas de las que disponía, por lo que simuló una retirada formal con la esperanza de que el archiduque mordiese el anzuelo y saliese a perseguirle. ¡Y vaya si lo mordió! Leopoldo, de manera incomprensible, ordenó a Beck marchar con parte de la caballería croata y lorenesa para hostigar la retaguardia francesa, mientras él avanzaba abandonando su posición. Con una maniobra tácticamente brillante, Enghien hizo virar todo su ejército y formó a toda prisa para la batalla. En el centro, gobernado por el mariscal Châtillon, se distribuyeron en dos escalones los 10.000 infantes, agrupados en 12 batallones de infantería, 7 delante y 5 detrás, acompañados de 6 escuadrones de caballería y de los 18 cañones disponibles. La derecha, mandada por el propio Condé, la ocupaban 17 escuadrones de caballería divididos igualmente en dos escalones, mientras que en el ala izquierda, a cargo del mariscal Gramont, se situaron los otros 16 escuadrones de caballos restantes. </p><p>La sorpresa para los hispánicos fue total. Leopoldo había caído en la trampa que le había tendido Enghien y había salido a combatir a campo abierto. A pesar de perder la ventaja del terreno, el ejército del archiduque seguía teniendo todas las papeletas para obtener la victoria, pues contaba con una infantería superior en número y muy experimentada. El centro hispánico cargó contra la infantería francesa aplastando rápidamente su vanguardia, 4 batallones de veteranos, con un potente ataque ejecutado por los tercios españoles e italianos, quienes también arrollaron con su empuje a los regimientos de la Guardia francés y escocés. Especialmente dura fue la carga del tercio de Bonifaz y del de Bentivoglio, que querían cobrarse la venganza por los compañeros caídos en Rocroi en 1643. </p><p>Pero si en el centro las cosas iban sobre ruedas y parecía auspiciar una pronta victoria para los hispánicos, en las alas la situación era bien distinta. El mariscal Gramont estaba vapuleando a la caballería valona de Bucquoy, incapaz de presentar una organizada resistencia ante el ataque galo, mientras que Condé se las veía a cara de perro con la fuerza de Ligneville, que conseguía detener con muchos apuros el avance de los franceses en ese sector. Pero mientras Condé sujetaba el ala izquierda hispánica, el general bernardino von Erlach aprovechó para colarse por el flanco abierto y llegar hasta la retaguardia de Leopoldo. Fue en ese momento cuando se produjo el completo descalabro de la caballería hispánica, colapsando el ala izquierda al igual que había hecho antes la derecha ante el avance de Gramont. La caballería acabó emprendiendo la huida y abandonando a su suerte a los infantes que tan cerca habían tenido la victoria, al igual que en Rocroi, pero a diferencia de lo sucedido cinco años antes, esta vez la infantería hispánica no se iba a sacrificar en una resistencia numantina y optaría por capitular. Nuevamente Condé se había impuesto gracias a su superior manejo de la caballería.</p><p>El número de bajas sigue suscitando bastante controversia, ya que, de la misma manera que ocurrió tras Rocroi, Francia, en otra notable campaña propagandística, exageró las cifras de bajas enemigas para tratar de aumentar la minada moral del pueblo francés y de buena parte de la nobleza, descontenta y hastiada por la asfixiante presión fiscal y los rigores de una guerra prolongada en el tiempo. Se sabe que los franceses perdieron más de 1.500 hombres, la mayor parte muertos a manos de la infantería hispánica en los combates acaecidos en el centro de la batalla, mientras que el ejército del archiduque Leopoldo sufrió, según la propaganda francesa, 3.000 bajas entre muertos y heridos, además de la captura de cerca de 5.000 soldados más. </p><p>Estas cifras serían puestas en duda por el conde de Fuensaldaña, que ejercía en la batalla de Lens como ayudante del archiduque junto a Jean de Beck, y quien afirmaba que se habían perdido un total de 3.500 infantes, lo que está muy lejos de las cifras dadas por los franceses, ya que de la caballería apenas hubo de lamentar bajas pues se retiró. Lo que sí sabemos es que el número de oficiales y suboficiales capturados fue muy elevado, ya que un documento francés de 1649 proporciona una lista muy detallada de ello. El propio barón de Beck fue hecho prisionero, falleciendo días después en Arras; "murió de disgusto más que de las heridas", afirmaba Fuensaldaña en carta al rey de España. Junto a él fueron apresados el príncipe de Ligne, el conde de Saint-Amour, Francisco Albelda, teniente general de Beck, los maestres de campo Gabriel de Toledo, Bernabé de Vargas, Fernando Solís, Gaspar Bonifaz, Giuseppe María Guasco y el barón de Crevecoeur, así como los coroneles Juan de Monroy, Thomas Plunket, Verduisant y Hous. </p><p>Además de estos nombres propios, también fueron capturados más de 100 capitanes y banderas, 63 tenientes y 94 sargentos, así como muchos reformados. Los efectivos hispánicos apresados fueron trasladados a las fortalezas de Arras, La Bassé y otras plazas fronterizas. A pesar de la derrota sufrida por el Ejército de Flandes y la captura de tantos oficiales y personas de importancia, lo cierto es que la mayoría consiguieron escapar o serían liberados en intercambios de prisioneros y pagos de rescates durante los siguientes meses, por lo que las fuerzas del archiduque no se resistieron en demasía. De todas formas, no podemos olvidar que la la victoria francesa debió de escocer, y mucho, entre las tropas hispánicas, ya que no eran pocos los que habían combatido en Rocroi en 1643. </p><p>Por ejemplo, el tercio español de Bernabé de Vargas había luchado bajo el mando del maestre Antonio de Velandia, el de Fernando Solís lo había hecho a las órdenes de Bernardino de Ayala, conde de Villalba, o el de Francisco Deza había combatido a las órdenes del conde de Garciez, mientras que el tercio de Gaspar Bonifaz se encontraba aquel 19 de mayo de 1643 bajo el mando de Alonso de Ávila que, si bien no llegó a combatir, marchaba con el cuerpo de ejército que llevaba Jean de Beck para auxiliar a Melo. También estuvieron unidades de otras naciones, como el tercio italiano de Bentivoglio, que en aquella jornada estaba comandado por Luigi Visconti, o el valón del conde Bruay, que en Rocroi era mandado por el barón de Granges, y unidades de caballería como el regimiento de Garnier, de Savary o de De Brouck. Así, Beck, el príncipe de Ligne, que dirigía un tercio valón, o Saint-Amour, también estuvieron en Rocroi, por lo que no es de extrañar, que les afectara sobremanera la derrota, no obstante, Beck moriría días después. </p><p><b>Bibliografía: </b></p><p><i>-Batallas de la Guerra de los Treinta Años. De Wittstock a la Paz de Westfalia. 1638-1648 </i>(William P. Guthrie)</p><p>-<i>La Guerra de los Treinta Años. Una tragedia europea II. 1630-1648 </i>(Peter H. Wilson)</p><p><i>-Con balas de plata II: 1641-1650. Y el Cid </i>(Antonio Gómez Cayuela)</p><p><i>-En defensa del Imperio. Los ejércitos de Felipe IV y la guerra por la hegemonía en Europa. 1635-1659 </i>(Davide Maffi)</p><br /><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3SrRZYphRtyapAWP09eZsjmeE-cQovTGgo1i2oE5QptFIZap6Jc8uPFD3rqXXv5JnMry0XkUFqrCz3GA_ibyR4kxBBiXp3v8wt1UqGaDdt5hz4veTjWPXCIV4H8y9avTl_-DyoBu-IveJX_bZb9GeUL9ALb1Wnk6sp6NzMz75qx_fqyuvkDbxb8lgqUF9/s450/Lens%20Jean-Pierre%20Franque.jpeg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="378" data-original-width="450" height="269" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3SrRZYphRtyapAWP09eZsjmeE-cQovTGgo1i2oE5QptFIZap6Jc8uPFD3rqXXv5JnMry0XkUFqrCz3GA_ibyR4kxBBiXp3v8wt1UqGaDdt5hz4veTjWPXCIV4H8y9avTl_-DyoBu-IveJX_bZb9GeUL9ALb1Wnk6sp6NzMz75qx_fqyuvkDbxb8lgqUF9/s320/Lens%20Jean-Pierre%20Franque.jpeg" width="320" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Batalla de Lens. Jean-Pierre Franque<br /><br /><br /></td></tr></tbody></table><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgV5AKUmZyZ_9w_0MrxvEZASF3I08dt-2tUhln4XtrqKQUyCB9p82VX1y5u4JXVHEu7tbla5Vo_NQNHVPUqnweQgWR1g2f0Rk_r-ibksGez9Tl7h6XNIvjbTNMpxD_DrXJKJMsJczcCs4570gLrpIwpnK40ULGySQXUHZXmG61WRuSEA8NvI02N2Whdnmsk/s474/Lens%20disposicion%20de%20ej%C3%A9rcitos.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="289" data-original-width="474" height="195" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgV5AKUmZyZ_9w_0MrxvEZASF3I08dt-2tUhln4XtrqKQUyCB9p82VX1y5u4JXVHEu7tbla5Vo_NQNHVPUqnweQgWR1g2f0Rk_r-ibksGez9Tl7h6XNIvjbTNMpxD_DrXJKJMsJczcCs4570gLrpIwpnK40ULGySQXUHZXmG61WRuSEA8NvI02N2Whdnmsk/s320/Lens%20disposicion%20de%20ej%C3%A9rcitos.jpg" width="320" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Detalle de la disposición de los ejércitos</td></tr></tbody></table><br />Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-11523775118490269452024-01-19T00:06:00.000-08:002024-03-02T00:55:38.160-08:00El Asedio de Grave y la toma de Venlo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3RAnA3uLzdhBBc0s0H1qbrFx_Lf0-Sh_FNkd841gPAcsem2bq_VgUZzdRu12USkLt6c9qvt8cdt70bm9Ti-blB6uSQNN5ifPNk_O7HsT0O1NW3VgVuHJTnoK7s9fGZPfr_sHmIfRGwddVpj3eS0fuZbuRa7oPpoqS4UVAUTm8Hk5lQDKYeGAXaPnNaeld/s621/Grave%20grabado.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="621" height="323" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3RAnA3uLzdhBBc0s0H1qbrFx_Lf0-Sh_FNkd841gPAcsem2bq_VgUZzdRu12USkLt6c9qvt8cdt70bm9Ti-blB6uSQNN5ifPNk_O7HsT0O1NW3VgVuHJTnoK7s9fGZPfr_sHmIfRGwddVpj3eS0fuZbuRa7oPpoqS4UVAUTm8Hk5lQDKYeGAXaPnNaeld/w400-h323/Grave%20grabado.jpg" width="400" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><p>Tras la liberación de los infantes españoles de Francisco Arias de Bobadilla en Bommel, suceso popularmente conocido como el <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/12/el-milagro-de-empel.html" target="_blank">Milagro de Empel</a>, Alejandro Farnesio ordenó al señor de Haupetena dirigirse contra la plaza de Nuis, en Groninga, mientras que el conde Carlos de Mansfeld, hijo de Pedro Ernesto de Mansfeld, debía marchar contra la plaza de Grave, donde ya se habían emplazado una serie de fuertes de cara a plantar asedio. </p><p>Grave se encontraba en el Brabante Septentrional, a unos 30 kilómetros al noreste de Bolduque. El Tercio de Juan del Águila, junto con 7 compañías de los demás tercios, se había adelantado y se encontraba acampado en Herpen, a poca distancia al oeste de Grave, y el 3 de enero de 1586 partió desde allí con dirección a la villa de Mill, al sur de Grave siguiendo la ruta hacia la plaza de Venlo. Inmediatamente se pusieron manos a la obra, levantando un fuerte y emplazando los cañones para tirar sobre Grave. Mansfeld, que también se había puesto en movimiento, situó su cuartel general en el castillo de Oss, a medio camino entre Bolduque y Grave, y en el que se hallaba el tercio de Camilo Capezucca. Al poco de llegar pudo comprobar que los rebeldes holandeses habían construido un fuerte a las afueras de Grave, por lo que mandó a varios de sus hombres ir a Bolduque a por 3 cañones con los que batirlo para poder centrarse sin problemas en las labores de asedio. </p><p>El invierno estaba siendo especialmente duro ese año, por lo que Mansfeld, una vez terminados los fuertes para un futuro asedio, ordenó al ejército invernar en sus cuarteles. El Tercio de Juan del Águila lo hizo en el ducado de Tréveris, tras dejar guarnición en Rondveld, cortando así las comunicaciones entre Grave y Venlo; los italianos se repartieron por todo el Limburgo, mientras que Mansfeld se quedó por los fuertes junto a Grave y Mondragón se instaló en Roermond. A su vez, el coronel <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2019/03/guerreros-el-coronel-francisco-verdugo.html" target="_blank">Francisco Verdugo</a> había partido junto a Juan Bautista Tassis para tomar posiciones al norte de Grave, en las cercanías de la villa de Arnhem, donde se divide el río Ijssel del Rin. Durante la construcción de un fuerte sobre esa plaza, no fueron pocas las escaramuzas libradas por los realistas contra los rebeldes, destacando la protagonizada por Aníbal Gonzaga con su compañía de caballos, en la que logró acabar con la vida del conde de Solms, a la sazón, gobernador rebelde de Zelanda. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>Más adelante, Francisco Verdugo hubo de marchar a Frisia, región de la que era gobernador, dejando a Tassis con su gente para ayudar al señor de Haupetena, el cual se instaló junto a la villa de Rhenen, próxima a Utrecht. Allí, el anterior coronel al servicio de la Monarquía Española, Martin Schenck, que ahora combatía por los rebeldes, asaltó su campamento. El ataque no solo fue rechazado, sino que los rebeldes fueron aplastados, debiendo huir a toda prisa Schenck y su ayudante, el conde de Murs, por miedo a morir o quedar presos, como el ocurrió al señor del Villiers. Por su parte, Farnesio ordenó a Juan del Águila estar prevenido, pues se había enterado de que los ingleses habían mandado un socorro para Grave. Su tercio, junto a las 10 compañías que quedaban del de Íñiguez después de las reformas que hizo Bobadilla, y que estaban bajo el mando del capitán Acasio de Yera, y 4 compañías de caballos ligeros españoles, abandonaron sus cuarteles a finales de febrero. </p><p>A comienzo de abril Farnesio ordenó que las 11 compañías que quedaban del Tercio de Bobadilla, bajo el mando del capitán Manuel de Vega Cabeza de Vaca, se uniesen a 300 hombres del Tercio de Mondragón que llevaba el capitán Juan Chasco, y que este contingente reforzase al conde. La noche del 14 de abril los rebeldes desembarcaron al otro lado del río Mosa tomando el puesto del dique de Batenburg y la esclusa, a la altura de la villa de Ravenstein, al noroeste de Grave, donde pusieron guarnición con sus mejores 800 hombres, casi todos mosqueteros experimentados. Desde esta posición podían socorrer mejor Grave, por lo que fue Juan del Águila junto con los hombres de Chasco a desalojarles de allí, momento en que se produjo un encontronazo entre el maestre y el capitán, por ver quién ocupaba la vanguardia del ataque. Finalmente, del Águila ordenó a Gonzalo Girón, capitán de su tercio, adelantarse con unas mangas de arcabuces y detrás un escuadrón de picas para cerrar con los rebeldes. El miedo a que los hombres de Chasco les ganasen la vanguardia llevó a los españoles a desordenarse durante la marcha, lo que hizo que la posición fuese mucho más difícil de ganar. </p><p>Finalmente, el empuje de los españoles acabó por decantar del lado de las armas realistas la victoria, huyendo los rebeldes en desbandada perseguidos por los indisciplinados españoles, que se vieron sorprendidos cuando desde las charrúas holandesas empezaron a dispararles cañonazos. De esta manera, los rebeldes contraatacaron y recuperaron el fuerte perdido, y a punto estuvieron de hacerse con la bandera del capitán Baltasar de Hortigosa, ya que el alférez que la portaba quedó atrapado y los rebeldes le mataron, pero el sargento Jerónimo de Vega logró hacerse con la bandera, peleando hasta la muerte por ella, momento en el que tomó el relevo Alonso Vázquez, logrando salvarla al precio de ser herido por una pica. En estos combates los rebeldes contaron más de 600 muertos, entre ellos 13 capitanes, y de los españoles murieron más de 300, la mayoría del Tercio de Juan del Águila, quedando otros 100 heridos. Este pequeño éxito animó a los rebeldes a tomar el castillo de Batenburg, a menos de 8 kilómetros al norte de Grave, el cual hubo de rendirse, imposibilitado de recibir socorro alguno, el 23 de abril. </p><p>El conde Holac, que había roto uno de los diques del Mosa para anegar los terrenos próximos a Grave, marchó con el grueso de su ejército y consiguió mandar barcas con víveres y municiones, así como un refuerzo de 400 hombres para la ciudad. Esto no desanimó a Mansfeld, que levantó un fuerte por la parte por la que los sitiados mandaban avisos a Holac y puso en él a 100 españoles bajo el mando del capitán Bartolomé de Torralva. Con esa parte cubierta, el conde dispuso la construcción de otro fuerte a tiro de mosquete de Grave, de tal forma que de la ciudad no pudiera salir nadie sin ser detectado. El príncipe de Parma quería acelerar la toma de esta ciudad, por lo que ordenó a Haupetena abandonar el sitio de Nuis y dirigirse al frente de los 4.000 hombres de los que disponía para reforzar a Mansfeld, llegando a Grave el 4 de mayo. Tan solo dos semanas después lo haría el propio Alejandro, acompañado de Pedro Ernesto de Mansfeld y parte de la caballería de Flandes, lo que da una muestra del interés que tenía por hacerse con aquella plaza. </p><p>Los siguientes dos días los dedicó Farnesio a inspeccionar las obras de asedio realizadas y encontrar el mejor punto para abrir nuevos ramales y asaltar las murallas, y en el transcurso de la visita a uno de los fuertes que había ganado Haupetena en la ribera opuesta del Mosa, un cañonazo procedente de la ciudad le mató al caballo sobre el que iba montado, quedando "en pie sin atemorizarle ni mostrar alteración más que si no le hubiera sucedido semejante caso, porque jamás a este animoso príncipe se le conoció miedo ni mudanza en el rostro en muchos mayores peligros que se le habían ofrecido". Ese mismo día los españoles apresaron a tres espías rebeldes que trataban de entrar en la ciudad, los cuales confesaron que Holac preparaba un gran socorro desde la parte del país de Güeldres que llegaría al Mosa, al noreste de Grave, de donde saldrían varias barcas para introducirlos en ella. </p><p>Dio orden Alejandro de que cada noche saliesen de los tercios de Juan del Águila y de Bobadilla 400 infantes para hacer guardia por la parte por la que se esperaba la llegada del socorro, pero los espías de Holac debieron descubrir esta fuerza porque no se atrevieron a intentar el auxilio, salvo el envío de un pequeño grupo de ingenieros escoltados por un capitán, un sargento y 6 soldados, que fue interceptado por el centinela Martín de Morales, perteneciente a la compañía de Alonso de Espinosa Calderón, del Tercio de del Águila. Para evitar cualquier socorro desde la parte de Güeldres o a través de Mosa, se construyó un puente y unas fortificaciones en la parte más estrecha del río, lo que se hizo con mucha presteza para comenzar a instalar allí unas baterías de artillería con los cañones que había traído el de Parma desde Amberes, y los que se sacaron de Nimega y Bolduque. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgONvefWMGdNFN5bWMJjf-T4i9PQNf19olavmcOVlbF4R96RxQt-KJrQ2ORetH7mH8YD2hZu4kr1RDM8awIAybtgT3spv3D7bXKHBgzuiU_Kq1cC5BRcOyPZBFeih4U-npoAP78TecD00Qr7MNSTBH-sDz7cS6rTHyO-rokIMFirzDeoR6-VYffhRZnWX8F/s1280/Grave_1586_-_1.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1012" data-original-width="1280" height="316" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgONvefWMGdNFN5bWMJjf-T4i9PQNf19olavmcOVlbF4R96RxQt-KJrQ2ORetH7mH8YD2hZu4kr1RDM8awIAybtgT3spv3D7bXKHBgzuiU_Kq1cC5BRcOyPZBFeih4U-npoAP78TecD00Qr7MNSTBH-sDz7cS6rTHyO-rokIMFirzDeoR6-VYffhRZnWX8F/w400-h316/Grave_1586_-_1.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Asedio de Grave. Grabado de Michelangelo Cerquozzi<br /><br /></td></tr></tbody></table><p>Una vez instalados los 23 cañones disponibles, llegó al cuartel general de Farnesio desde Frisia el coronel Francisco Verdugo junto con 300 alemanes y una compañías de lanzas españolas. No se veían desde hacía mucho tiempo, por lo que ambos conversaron durante horas sobre un sinfín de temas, principalmente militares, y acordaron que, una vez tomada Grave, el siguiente objetivo sería la plaza de Arnhem, a menos de 40 kilómetros al norte, en el país de Güeldres. Pero la desgracia se cebó con Verdugo cuando, al tercer día de estar con Farnesio en Grave, le llegó la noticia de que su mujer, Dorotea de Mansfeld, hija de Pedro Ernesto, había muerto, por lo que pidió licencia para regresar a Groningen y enterrarla. Entretanto, en Brujas, en el Flandes Occidental, se interceptó un correo de algunos burgueses partidarios de los Orange en el que se detallaba cómo tenían pensado entregar la ciudad a un ejército rebelde compuesto por 4.000 hombres que debía llegar desde Ostende. El señor de la Mota, gobernador de Gravelinas, sacó tropas de las guarniciones cercanas y entró en Brujas reforzando sus defensas y deteniendo a los traidores. </p><p>Farnesio entonces redobló sus esfuerzos para acometer la toma de Grave y mandó traer el Tercio de Mondragón a Grave, dejando en su lugar 4 compañías de caballo y una de lanzas bajo el mando del capitán Sancho Martínez de Leiva. Las fuerzas hispánicas prosiguieron con los trabajos de construcción de trincheras, aproximándose cada vez más a los muros de la ciudad; los tercios de Bobadilla y de Juan del Águila desde la villa de Ravenstein, al noroeste, plantando una batería con 5 cañones, los tercios italianos y de demás naciones desde el sureste, cortando la ruta a Venlo, y el Tercio de Mondragón desde el otro lado del Mosa, donde pusieron 12 cañones que se unían a los otros 23 ya colocados por Farnesio. Para comienzos de junio los muros de Grave estaban ya muy batidos, por lo que Farnesio comenzó los preparativos para el asalto final sobre la ciudad. </p><p>Al cuartel general de Farnesio llegaron noticias de que la ciudad estaba planteando rendirse, por lo que envió una trompeta para decir al gobernador y a los defensores de Grave que "si querían la paz y entregar la villa al Rey, su tío, les haría buenos pactos y que le parecía buen acuerdo por excusar mucha sangre que se podría derramar". Pero, a pesar de la oferta realizada por el general hispánico, no quisieron saber nada de acuerdos en esos momentos y continuaron con su lucha. El día del Corpus Christi se comenzó a batir un revellín que había en el norte de la plaza, en la ribera del Mosa, y tras un intenso cañoneo se ordenó a los capitanes Sancho de Solís y Torres de Vivero que, con 50 hombres, lo tomasen y mantuviesen hasta la llegada de refuerzos. La lucha por el revellín fue terrible, arrojando los defensores muchas guirnaldas de fuego, granadas, piedras y balas de arcabuz y mosquete, debiendo por momentos los españoles arrojarse al agua para evitar ser quemados, pero finalmente consiguieron su objetivo y se hicieron con la posición.</p><p>Pero tras comprobar el príncipe de Parma que esa parte de la villa era la más difícil de batir, ordenó a los hombres que acaban de tomar el revellín que abandonasen el fuerte recién ganado y volvieran a la seguridad de sus unidades de procedencia. La lucha por esta posición costó la vida de más de una decena de españoles, entre ellos el capitán Solís, y de unos 200 rebeldes, distinguiéndose los alféreces Cristóbal de Montero, Francisco de Borja, Bartolomé de Amaya, Martín de Morales, Gaspar de Biedma o Francisco Luzón, que fue herido de un arcabuzazo en su brazo izquierdo. Con todo, los sitiados se encontraban muy tocados, más aún después de ver cómo, tras una enconada defensa en la que disponían de superioridad numérica y de armamento, habían salido derrotados, y además, no podían esperar ningún auxilio por parte de Holac ya que el cerco hispánico era muy fuerte. El 6 de junio, cuando los cañones de Farnesio batían con extrema violencia la parte noreste de la plaza, salió un tambor con una carta con los términos para la capitulación. El general hispánico, viendo la buena defensa que habían hecho los rebeldes de la plaza, aceptó la rendición de la ciudad y permitió la salida de los 1.000 defensores que aún quedaban en ella, subiéndoles en barcas y ofreciéndoles un paso seguro a través del Mosa. No perdió el tiempo Alejandro y ordenó a sus hombres reparar y mejorar las defensas de la ciudad, pues la consideraba clave en su estrategia de asegurar Brabante y Güeldres. </p><p>Aún quedaban dos últimos incordios: el castillo de Megen, al noroeste de Grave, siguiendo el curso del Mosa, y un poco antes de llegar a éste, en la ribera opuesta del río, el castillo de Batenburg, por lo que ordenó al conde Carlos coger varias compañías de infantería valona y tomar el primero. Iba provisto Mansfeld de varias piezas de artillería y, nada más llegar al castillo por el sureste, comenzó a disponer sus cañones, así que viendo los rebeldes que en breve comenzarían a abrir fuego decidieron entregar el fuerte sin combatir. Ya solo quedaba el castillo de Batenburg, que estaba completamente aislado pero que aún mantenía una fuerza de 300 soldados en su interior. A mediados de junio, una partida de 20 soldados españoles interceptó dos barcas cargadas de bastimentos que se dirigían a abastecer el castillo, apresando a los marinos y haciéndose con el botín que transportaban. Estaba claro que nadie iría a socorrerlos, por lo que, nada más aparecer el conde Carlos y sus hombres en las inmediaciones, los defensores se rindieron y salieron del castillo sin armas ni banderas. </p><p>El Brabante Septentrional y Limburgo estaban prácticamente bajo control real, pero todavía se antojaba una presa al sur: Venlo. Como Farnesio deseaba limpiar toda la ribera del Mosa de plazas rebeldes, se decidió a tomarla posponiendo la ejecución de la expugnación de Arnhem, cuya captura era de mucho interés para los españoles, pues era la puerta de entrada a Holanda. Venlo se encontraba bien guarnecida y contaba con fuertes defensas, además de poder ser abastecida a través del Mosa, pero el de Parma iba a poner toda la carne en el asador en esta empresa, en parte por su deseo de acabar con la amenaza que representaba Maarten Schenck y sus mercenarios ingleses. Informado por espías de Nimega, Schenck creyó que el ejército realista iría contra Arnhem, por lo que sacó de Venlo parte de la guardia para marchar hacia el norte, dejando apenas 300 hombres para su defensa. </p><p>En vista de esto, Alejandro ordenó a Haupetena que se adelantase con los tercios de las naciones italianas y valonas y compañías de cada uno de los 3 tercios españoles, marchando a toda prisa a Venlo para cerrar todos los pasos sobre la ciudad y evitar cualquier socorro. También ordenó a Pedro Ernesto de Mansfeld y a su hijo tomar el castillo de Veld, en la orilla oriental del Mosa, a poca distancia al norte de Venlo, con los alemanes, borgoñones, parte de la caballería y 4 cañones. Al día siguiente, 14 de junio, el castillo se rindió al poco de empezar a recibir cañonazos, permitiéndoles salir a los defensores con sus armas y bagajes. Ese mismo día se puso en marcha el ejército de Farnesio, alertado por el posible socorro que llevaba Schenck para Venlo, y a media noche ya estaba instalando su campamento a las afueras de la ciudad. A eso de las 3 de la mañana el coronel holandés, acompañado de 300 caballos holandeses e ingleses, pasó sin saberlo por el cuerpo de guardia de la caballería italiana, atravesando sus defensas y cayendo en la emboscada que le había preparado Haupetena con los españoles del alférez Alonso de Ribera Zambrana, de la compañía de Pedro de Luna. </p><p>No le quedó más remedio a Schenck que huir, siendo perseguido por caballería española e italiana hasta que pudo refugiarse en el castillo de Wachtendonck, a unos 15 kilómetros al este, en el ducado de Cléveris. En esa acción perdió el holandés 170 hombres, entre muertos, que fueron alrededor de un centenar, y el resto prisioneros. Ese mismo día se arrimó ya el ejército sobre Venlo y al día siguiente llegaron los Mansfeld con la fuerza que había tomado el castillo de Veld, tras dejar guarnición en él, junto con 23 piezas de artillería que llegaron en barca desde Grave a través del Mosa. Las obras de asedio iban a buen ritmo, estando las trincheras más avanzadas por la parte donde se hallaba el Tercio de Juan del Águila, cuyos hombres comenzaron a minar el revellín que cubría esa parte de la muralla, rindiéndose los 50 soldados que lo defendían. El 19 de junio se tomó una media luna que había en la otra orilla del río y se emplazó una batería para comenzar a disparar sobre la parte oeste de la ciudad. Mientras, esa noche, los hombres del Tercio de Mondragón tomaron una fuerte sobre una pequeña isla cuyo brazo pasaba muy cerca de los muros de Venlo.</p><p>Prosiguieron los trabajos y la ciudad cada día estaba más cercada y las obras de zapa estaban ya casi finalizadas, y en vistas de que el socorro mandado por Schenck había fracasado, los burgueses de la ciudad empezaron a negociar con los soldados de la guarnición la rendición, saliendo el día 28 a la muralla a pedirla. Envió Farnesio una trompeta con las condiciones de la capitulación, a las que accedió el gobernador, saliendo el día 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, los 300 defensores sin armas ni banderas y solo con el bagaje que pudieran llevar a cuestas. Dentro de la ciudad se hallaban la mujer y el hermano de Schenck, a los que se permitió partir donde quisieran. Farnesio había logrado tomar las plazas sobre el Mosa en el Limburgo en una campaña relámpago que sorprendió a los rebeldes holandeses, que se encontraban en una complicada posición para afrontar lo que quedaba de año. </p><p><b>Bibliografía: </b></p><p><i>-Los sucesos de Flandes y Francia en tiempo de Alejandro Farnesio </i>(Alonso Vázquez)</p><p><i>-Alexander </i>(Luis de Carlos)</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCKh-9ezJzcEEUSzWpMxRA_Ns-RLGyFSbbKsM04W4DM1-iHUe9OIs5IFsA1cJMPtd2D3WaElaQGwB2DV1OEjUzJWaJiL1XBr7iyf_XoMcsr8hBSS_PGMg30qKKpHPlHaVhEx5SbPx4yKJ5W2ggwa0HtfDX2cBTCbueLtWBz_k9A5pDyp4SmPgYyIFf0Z0M/s2832/Venlo_28_juni_1586.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="2364" data-original-width="2832" height="334" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCKh-9ezJzcEEUSzWpMxRA_Ns-RLGyFSbbKsM04W4DM1-iHUe9OIs5IFsA1cJMPtd2D3WaElaQGwB2DV1OEjUzJWaJiL1XBr7iyf_XoMcsr8hBSS_PGMg30qKKpHPlHaVhEx5SbPx4yKJ5W2ggwa0HtfDX2cBTCbueLtWBz_k9A5pDyp4SmPgYyIFf0Z0M/w400-h334/Venlo_28_juni_1586.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Grabado del asedio de Venlo. Por Simon Frisius</td></tr></tbody></table><br /><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-17634202488061451742023-12-26T10:41:00.000-08:002024-03-02T00:57:11.750-08:00Asedio de Arras<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0v-vIp5h0ntDgXBCKrLIkffcUCeu3rrc60LPYl2Lnmd3WSqXxbnuIOA0UtoqXNWetenub8hLvPqyaE-WKcUTfUIEjeDm4Q_0xM26VbSXce4v-_nSPGdgZVxT5-5IZWXiMMLPYrvxUbLvWNf93GHZGHg8bHmx60fVlzpmW2_ONr9lLQeeIEDpxpmbXNWMV/s474/arras%20asedio.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="211" data-original-width="474" height="178" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0v-vIp5h0ntDgXBCKrLIkffcUCeu3rrc60LPYl2Lnmd3WSqXxbnuIOA0UtoqXNWetenub8hLvPqyaE-WKcUTfUIEjeDm4Q_0xM26VbSXce4v-_nSPGdgZVxT5-5IZWXiMMLPYrvxUbLvWNf93GHZGHg8bHmx60fVlzpmW2_ONr9lLQeeIEDpxpmbXNWMV/w400-h178/arras%20asedio.jpg" width="400" /></a></div><br /><div><br /></div><div>El 9 de agosto de 1640 concluía el sitio sobre la ciudad de Arras, plaza fronteriza de los Países Bajos españoles con Francia. Los defensores españoles, comandados por el oficial irlandés Owen Roe O´Neill, resistieron durante casi dos meses el asedio de las tropas francesas del mariscal La Meilleraye, pero la falta de esperanzas en recibir un socorro les llevó a aceptar una honrosa capitulación. </div><div><br /></div><div>A pesar de la derrota naval de las armada de <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2019/10/guerreros-antonio-de-oquendo.html" target="_blank">Antonio de Oquendo</a> en la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2020/10/la-batalla-de-las-dunas.html" target="_blank">Batalla de las Dunas</a>, el objetivo principal de la misión, que no era otro que desembarca tropas, dineros y suministros para el Ejercito de Flandes, se había cumplido. De esta forma, lograron desembarcar entre 6.000 y 8.000 infantes que reforzaron las fuerzas del Cardenal Infante, a las cuales se habían sumado ya tres nuevos tercios de infantería valona y varias compañías reclutadas por Guillermo de Lamboy, comandante del ejército auxiliar. Las tropas hispánicas derrotaron a los holandeses a las afueras de Brujas, donde una fuerza de 5.000 infantes y 2.000 caballos comandada por Enrique Casimiro se topó con varias compañías españolas de Aragón y de Saavedra. </div><div><br /></div><div>Más tarde, un trozo de ejército compuesto por 4.000 infantes y dos compañías de caballos, bajo el mando de Guillermo de Nassau, que habían llegado a la zona para reforzar a Enrique Casimiro, se vieron sorprendidos por las fuerzas hispánicas que seguían vigilantes, siendo nuevamente derrotados. En el fallido intento de hacerse con Brujas, los rebeldes perdieron algo más de 1.000 hombres. Posteriormente, Enrique Casimiro marchó el 3 de julio sobre la plaza de Hulst, en la provincia de Zelanda, con un ejército de 8.000 infantes y 500 caballos. Para su desgracia, el Tercio de Saavedra apareció el 13 de julio y se enfrentó con los holandeses, peleando duramente toda la mañana hasta que se vio reforzado por varias compañías de infantería española y diversas unidades de caballería, logrando así derrotar al enemigo. En esta acción los holandeses perdieron más de 1.000 hombres y Enrique Casimiro de Nassau-Dietz, su gran comandante, falleció un día después, recibiendo sepultura en Leeuwarden. <span><a name='more'></a></span></div><div><br /></div><div>Mientras tanto, el mariscal francés La Meilleraye, se hizo cargo del ejército de Luis XIII. Ordenó a sus dos mariscales de campo avanzar sobre la ciudad de Saint-Omer, ciudad que había sido testigo de las revueltas iconoclastas de 1566, mientras que él se dirigió a sitiar la plaza de Charlemont, en la región de las Ardenas. Las fuertes lluvias de la época anegaron los caminos y retrasaron el avance de las tropas francesas, lo que dio tiempo a Felipe de Silva a preparar a conciencia las defensas de la región de Namur, que ahora se veía amenazada por los movimientos franceses. También ordenó a Lamboy acantonarse con su cuerpo de ejército en Arleux, una ciudad enclavada entre los ríos Mosa y Givet, y que constituía un importante nudo de comunicaciones entre el Henao y Luxemburgo. </div><div><br /></div><div>A pesar del gran número de hombres y recursos con los que contaban los franceses, el asedio sobre Charlemont fue todo un fracaso, lo mismo que el acometido sobre Arleux, por lo que Meilleraye se retiró a Amiens donde le esperaba el monarca y el cardenal Richelieu. El alto mando francés ideó entonces un nuevo golpe de mano: la toma de la ciudad de Arras, enclave fronterizo de suma importancia situado en la ribera sur del río Scarpe. El ejército francés se puso nuevamente en marcha y el mariscal francés maniobró hábilmente para cruzar el Mosa, atravesar el Henao, y llegar a Arras el 13 de junio de 1640, donde se le unieron los cuerpos de ejército de los mariscales Chaulnes y Châtillon, que habían llegado a la ciudad siguiendo el curso del Scarpe por su orilla septentrional. Las fuerzas francesas ascendían a más de 24.000 infantes y 9.000 caballos. </div><div><br /></div><div>Para oponerse a este asedio Arras contaba con 1.500 infantes y poco más de 400 caballos, bajo el mando del coronel irlandés Owen Roe O'Neill. La ciudad se dividía en dos partes; la ciudad propiamente dicha, al este, y el recinto amurallado de la iglesia, formando ambas partes separadas la forma del número infinito. Las defensas de Arras no eran muy buenas, ya que databan de la época del emperador Carlos V, y las pocas mejoras que se habían hecho eran de arena. Aunque el número de soldados era muy escaso para enfrentarse a un ejército de asedio de tal magnitud, la población cerró filas con las tropas españolas, iralndesas y valonas allí presentes. O´Neill se aprestó desde el comienzo del asedio a mejorar las fortificaciones y centró buena parte de su defensa en organizar constantes salidas, sobre todo nocturnas, para hostigar los trabajos de sitio de los franceses y dar tiempo a la llegada de un socorro. </div><div><br /></div><div>El Cardenal Infante llegó a Lille a finales de junio y se reunió con Lamboy. La unión de ambas fuerzas, a las que había que añadir las del duque de Lorena, apenas sumaban 15.000 infantes y 6.000 caballos, un número ciertamente insuficiente si se quería batir las defensas de contravalación francesas. Ciertamente éstas eran espectaculares. La Meilleraye había desplegado toda una línea de asedio unida por "fuertes reales, y de trecho a trecho otros fuertes ordinarios en forma de reductos y estrellas, y cordones que los ceñían a todos; y antes de llegar a las trincheras que tenían abiertas a la villa, otra fortificación en la misma forma; y todo estaba hecho con la perfección que se puede pensar, pues siempre estuvieron temiendo que les habíamos de atacar por diferentes partes", tal y como relata Lorenzo de Cevallos, alférez reformado del Tercio de Saavedra. </div><div><br /></div><div>Reunidas las fuerzas hispánicas en Douai, el Cardenal Infante debatió con su consejo la mejor opción a seguir. Lamboy, el maestre de campo general Andrea Cantelmo, y los condes de Fuensaldaña y de Isemburg, defendieron el ataque directo sobre los sitiadores, pero Fernando de Austria, siguiendo las recomendaciones de Felipe de Silva, se inclinó por cortar las líneas de suministros de los franceses, situándose en Avesnes, a escasos kilómetros de Arras, para interceptar cuanto enviaba desde Amiens y Douellens el enemigo. En un principio el bloqueo funcionó muy bien, logrando atrapar en un solo día un envío que incluía más de 700 carros, un millar de ovejas y medio centenar de vacas. </div><div><br /></div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJbDjaynHspcK4haASBFimQlwWgNQDywfcGdBl67SMh8g64UrVLlrNWxP7_Wj7mH0LjccHgoqEJ0jE51xMPSRWrqHKRiFfC5w-Jav7PJOkOIQXkftpjMV8e0-X3Jjgb6pmy9_BJIjTZVNGxLADnMAfe2osbnCaNLbkG7ecDsCNNoNgErINLXu202s6MA9Y/s1314/arras%20asedio1.png" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="943" data-original-width="1314" height="288" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJbDjaynHspcK4haASBFimQlwWgNQDywfcGdBl67SMh8g64UrVLlrNWxP7_Wj7mH0LjccHgoqEJ0jE51xMPSRWrqHKRiFfC5w-Jav7PJOkOIQXkftpjMV8e0-X3Jjgb6pmy9_BJIjTZVNGxLADnMAfe2osbnCaNLbkG7ecDsCNNoNgErINLXu202s6MA9Y/w400-h288/arras%20asedio1.png" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Asedio de Arras. Stefano della Bella</td></tr></tbody></table><div><br /></div><div>El corte de suministros pronto comenzó a dar sus frutos, puesto que un ejército tan numeroso debía ser constantemente aprovisionado, y el bloqueo estaba dejando a las tropas francesas al borde del colapso. Hambrientas y enfermizas, todo parecía que al final deberían retirarse. Pero por desgracia para los defensores de Arras, un enorme convoy con más de 1.000 carromatos escoltados por 2.000 hombres, logró saltarse el cerco de las tropas de Lamboy a comienzos de agosto, aprovisionando de esta forma al ejército de asedio. A pesar del éxito momentáneo, los franceses necesitaban más suministros, por lo que partió de Amiens un nuevo y más grande convoy, esta vez con más de 5.000 carromatos, y al que La Meilleraye puso una escolta de más de 8.000 hombres para asegurar su feliz llegada. Todo un prodigio logístico para la época. </div><div><br /></div><div>En ese momento, el Cardenal Infante vio la ocasión de atacar a los sitiadores, algo que antes o después debería de hacer dada la grave situación que se padecía en el interior de Arras. El maestre de campo general, Andrea Cantelmo, dirigiría el ataque. Envió al duque de Lorena a cargar sobre el punto más débil del ejército francés, los cuarteles en los que se alojaban las tropas del coronel Josias Rantzau, mientras que el resto de las fuerzas hispánicas realizaron varios ataques de diversión sobre varios puntos para desviar todos los recursos enemigos posibles. El 2 de agosto cargó el duque de Lorena con los tercios de infantes napolitanos de Strozzi y de delli Ponti, secundados por el tercio español de Pedro de León. El hecho de que Cantelmo otorgara la vanguardia a los italianos constituyó toda una ofensa para los españoles, pues era a éstos a quienes correspondía siempre ocupar ese lugar en un ataque. </div><div><br /></div><div>La acometida de los italianos obtuvo buenos éxitos iniciales, penetrando en las filas francesas e hiriendo gravemente al coronel Rantzau, debiendo la infantería gala ponerse a la fuga. Pero los ataque de diversión que debían lanzar los hombres del marqués de Villerval no causaron el efecto deseado, es más, sufrieron grandes bajas provocadas por el acertado fuego de la artillería francesa, incluyendo la del propio Villerval que resultó herido de gravedad en la acción. Para colmo de males, el éxito inicial de su ataque no fue aprovechado por Cantelmo, quien lamentablemente titubeó ante el fracaso de Villerval y no se decidió a penetrar con la caballería por la brecha abierta por la carga de los italianos y españoles. Esta imperdonable pérdida de tiempo permitió que La Meilleraye se reorganizara y enviase a sus tropas más experimentadas a plantar cara a los tercios los cuales, ante la abrumadora superioridad numérica francesa, debieron replegarse, consiguiendo hacerlo en buen orden. </div><div><br /></div><div>Ambos contendientes perdieron en aquellas acciones más de un millar de hombres entre muertos y heridos, siendo el número de oficiales caídos muy elevado. Ante la imposibilidad de socorro alguno, O`Neill realizó una salida desesperada contra los sitiadores el 8 de agosto, pero, tras una encarnizada lucha, su ataque fue finalmente rechazado por los hombres de La Meilleraye. Al día siguiente, y viendo que los franceses habían colocado varias minas en los muros de la ciudad, O´Neill negoció una honrosa rendición consiguiendo salir de la plaza con sus armas en las manos y las banderas y estandartes desplegados. Durante casi dos meses habían aguantado el asedio de una fuerza de más de 30.000 hombres que disponían de abundante artillería. </div><div><br /></div><div>La caída de Arras no supuso ningún varapalo estratégico, pero reforzó la moral de los franceses y les otorgó una plaza fronteriza desde donde penetrar en Flandes. La propaganda francesa, muy prolífica en esa época, explotó hasta la saciedad esta victoria, como más adelante haría con la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2021/05/rocroi-el-porque-de-la-derrota.html" target="_blank">Batalla de Rocroi</a>, con el fin de levantar la moral de su pueblo, exprimido terriblemente por los impuestos para poder mantener los ejércitos de su rey. La población de Arras, a la que Richelieu tildaba de "más españoles que los castellanos", era profundamente antifrancesa, y en este sentido la propaganda de Luis XIII aprovechó esto para publicar numerosos pasquines con un curioso hecho acaecido al comienzo del asedio. Y es que en los muros de la ciudad los ciudadanos habían dejado pintado que los franceses tomarían Arras cuando los ratones se comieran a los gatos. Pues bien, infinidad de panfletos aparecieron por toda Francia en los que se podía ver a ratones venciendo a los gatos de Arras. </div><div><br /></div><div>Pero por muy buena que fuera su propaganda, lo cierto es que los franceses habían perdido durante los casi dos meses de asedio cerca de 10.000 hombres, esto es, un tercio de sus efectivos, y al cardenal Richelieu no le quedó más remedio que autorizar a La Meilleraye a replegarse con sus hombres al otro lado del Somme. También hay que señalar la falta de capacidad de Andrea Cantelmo para poder levantar el asedio. Sus graves dudas en momentos clave estarían presentes a lo largo de su carrera militar. Un ejemplo muy ilustrativo de ello se daría unos años más tarde en el frente catalán, cuando su falta de decisión le llevó a perder las batallas por Camarasa y San Lorenzo de Montgai, lo que llevó a la pérdida de la crucial plaza de Balaguer, dejando expuesto así el flanco norte de Lérida y el este de Aragón. </div><div><br /></div><div><b>Bibliografía:</b></div><div><b><br /></b></div><div><i>-Sucesos de Flandes en 1637, 38, 39 y 40 </i>(Lorenzo de Cevallos y Arce)</div><div><br /></div><div><i>-Con Balas de Plata I </i>(Antonio Gómez)</div><div><br /></div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi93qqcQwKbQ5VERBkIFrtRx2XHfIlnS93qbhVdeEJuay33z1Tl5ztVDP32Fnt6YyiA0qwIBdVdIhVBmLtBBTtkJB7zUGuua-gShZkJdeuo0Qtp1xQNtCHB4tnbX7bcZZ8RKSNtwTZZuZiDutAc6uPYHYUntJj5RM-0vcv_nxWN5mvl4vdFDBSlpYHxzQh-/s948/arras-1640--plano.png" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="786" data-original-width="948" height="331" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi93qqcQwKbQ5VERBkIFrtRx2XHfIlnS93qbhVdeEJuay33z1Tl5ztVDP32Fnt6YyiA0qwIBdVdIhVBmLtBBTtkJB7zUGuua-gShZkJdeuo0Qtp1xQNtCHB4tnbX7bcZZ8RKSNtwTZZuZiDutAc6uPYHYUntJj5RM-0vcv_nxWN5mvl4vdFDBSlpYHxzQh-/w400-h331/arras-1640--plano.png" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Plano de las obras de asedio francesas sobre Arras</td></tr></tbody></table><br /><div><br /></div><div><br /></div><div><br /></div><div><br /></div><div><br /></div>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-26745396659499031642023-11-29T10:41:00.000-08:002024-03-02T00:56:25.353-08:00El Asedio de Lérida de 1644<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjm1TJInYvZNHofho4uRXiYeVJGg_uc0q4Kbfc1JqkOHl1p7UEvlKc-teqqGE7-KW7jZcfYjKJtY-JOGlFxjaBFcoAH7-3tFVxtSBO0QfvwyrtrRZ-lGTye7yKTPHQQWCOPu7jiXoBAUwNFY9PbIEuLmGZspgQkiUVm90HocVFmqZBAmJI_zjs_uxR2oL1p/s1345/Lerida-1644--plano-del-asedio.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="736" data-original-width="1345" height="219" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjm1TJInYvZNHofho4uRXiYeVJGg_uc0q4Kbfc1JqkOHl1p7UEvlKc-teqqGE7-KW7jZcfYjKJtY-JOGlFxjaBFcoAH7-3tFVxtSBO0QfvwyrtrRZ-lGTye7yKTPHQQWCOPu7jiXoBAUwNFY9PbIEuLmGZspgQkiUVm90HocVFmqZBAmJI_zjs_uxR2oL1p/w400-h219/Lerida-1644--plano-del-asedio.png" width="400" /></a></div><br /><p></p><p>El 25 de julio de 1644 la ciudad de Lérida se rendía al Ejército Real de Felipe de Silva que el 15 de mayo había derrotado al ejército franco catalán del mariscal La Mothe, cuando trataba de socorrer la ciudad y eliminar la amenaza sobre Cataluña. El rey Felipe IV, que se hallaba en Fraga, entró en la ciudad el 7 de agosto, una semana después de que los franceses se retirasen de ella. </p><p>Cuatro años habían transcurrido desde la sublevación de los rebeldes catalanes, y tras dos años de varapalos militares en ese frente, 1643 sería el punto de inflexión. Los cambios realizados por el rey, con el nombramiento de Felipe de Silva como capitán general de Cataluña, y la provisión de más hombres y fondos, contribuyeron a levantar la moral de las tropas y los ciudadanos. Los problemas internos que atravesaba Francia, como una incipiente revuelta por los elevados impuestos, o la muerte de Richelieu y de Luis XIII, también contribuyeron a mejorar la situación española. Ante esto, al mariscal La Mothe no le quedó más remedio que adoptar una posición defensiva, privado de los ingentes recursos de los que hasta el momento había disfrutado. Antes de la llegada de Silva, las tropas españolas de Juan de Garay lograron tomar Mora de Ebro, una pequeña plaza anclada entre las sierras de Almos, Cardo del Boix y de Pandols-Cavalls. Los franceses perdieron en aquella acción más de 900 hombres, entre ellos 500 muertos. </p><p>Para finales de julio de 1643, la estrategia diseñada por Silva de acoso a los franceses y rebeldes comenzaba a dar sus frutos. Una partida de 500 caballos españoles atacó los cuarteles franceses de Villanoveta, a las afueras de Lérida, causando muchos muertos al enemigo y obteniendo un botín de 400 caballos y mulas, dinero y mucha plata y bastimentos, logrando además capturar a más de 100 franceses. Lo mismo ocurrió en la zona de Barbastro, lo que obligó a las fuerzas francesas a adoptar las máximas precauciones en sus desplazamientos y cuarteles. En octubre, el Ejército de Aragón, reorganizado por Silvam estaba listo y atravesó el río Cinca para poner sitio a Monzón. La Mothe partió a toda prisa desde Barcelona para tratar de salvar la ciudad pero, tras más de un mes de combates en los que el mariscal francés fue incapaz de romper las líneas de asedio, Monzón volvió a manos españolas el 3 de diciembre, para alegría de la población. </p><p><b>-El camino a Lérida</b></p><p>Con el ánimo renovado por las victorias obtenidas, el Ejercito de Aragón consolidó sus posiciones al otro lado del Cinca y se lanzó a por el principal objetivo de su campaña para 1644: la reconquista de Lérida. Si se tomaba se obtenía una base desde la que lanzar operaciones sobre Cataluña, dominar todo el paraje de Cervera, y asegurar la posición defensiva privando a los franceses de hacer incursiones en Aragón y Navarra. El 1 de mayo de 1644 el ejército estaba listo y el propio rey, que días antes había publicado en Zaragoza un perdón para Cataluña, pasó revista las unidades. La infantería se componía de 9 tercios, de los cuales 6 eran españoles. Los de Simón Mascareñas, Francisco Freire, Alonso de Villamayor, Esteban de Ascárraga, Martín de Mujica y Nuño Pardo de la Costa. También había 3 tercios italianos, el de napolitanos de Bautista Brancaccio, el del duque de Lorenzana y el del barón de Amato. A éstos se añadían 2 regimientos valones, el del barón de Brandestrat y el de Carlo Colonna, y los regimientos alemanes de Galasso y Grosfelt, el del barón de Sebac y el de Hanmel. En total la infantería sumaba 9.554 hombres, de los cuales 1.209 eran oficiales. </p><p>En cuanto a la caballería, ésta se componía de 4.436 jinetes y en ella se encuadraba el trozo del Rosellón, bajo el mando de Andrés de Haro, el trozo de las Órdenes Militares, gobernado por Juan Bautista de Oto, los hombres de armas de las Guardias de Castilla, comandados por Roque Matamoros, la caballería del Estado de Flandes, mandada por Blas Gianini, la caballería de Nápoles y Milán, bajo el mando de Ferrante Limonti, y el regimiento de caballos borgoñones del barón de Brutier. Además, Felipe de Silva llevaba para batir los muros de Lérida un tren de artillería compuesto por 16 cañones de diversos calibres gobernado por Francesco Tuttavila. Con todo dispuesto, el ejército se puso en marcha el 3 de mayo, avanzando a través de la sierra Larga de Noguera, y tomando sin oposición la pequeña villa de Castellón de Farfaña, para continuar su camino hacia Balaguer, a unos 25 kilómetros al norte de Lérida siguiendo el curso del río Segre. </p><p>Los espías franceses detectaron los movimientos del Ejército de Aragón y La Mothe partió a toda prisa desde Barcelona hacia Lérida acompañado de algo más de 9.000 infantes y 2.000 caballos, más 12 cañones, enviando varias compañías para reforzar Balaguer, que fue dejada atrás por los españoles. Silva ordenó a Juan de Vivero, general de la caballería, que se adelantase para construir un puente sobre el Segre al norte de Lérida, junto con los tercios de Mújica, Brancaccio y un regimiento de alemanes, mientras que el grueso del ejército cruzaba el río Noguera a la altura de Corbins. Vivero tuvo noticias de que los franceses se aproximaban a su posición y la fortificó a la espera de la llegada de Silva con el resto de la fuerza, que llegó dos días después y cruzó el Segre por el puente de barcas ya levantado, y en el cual quedaron dos tercios, 200 caballos, y alguna pieza de artillería para protegerlo. También se empleó un tercio para custodiar un convento y unas fortificaciones hechas por los hombres de Vivero, mientras se rechaza un intento francés de meter un pequeño socorro en la ciudad. </p><p>El 14 de mayo celebró Silva consejo con sus oficiales y decidió atacar al ejército francés que se aproximaba desde el este y que estaría en el campo de batalla al día siguiente. A eso de las 8 de la mañana del día 15, el ejército realista divisó a las fuerzas francesas que se encontraban muy próximas a Villanoveta, y comenzaban a desplegarse sobre el campo de batalla, en lo alto de una pequeña loma. El centro francés, con dos baterías con 6 cañones cada una por delante, lo ocuparon los regimientos de infantería de Houndacourt, Lyonnais, Albret, Mompouillan, Vandy y Rébé, situados en primera línea, y por detrás de ellos formaron el regimiento francés de Barlot, el regimiento suizo de An-Buchel y tres regimientos de rebeldes catalanes. El flanco derecho fue ocupado por la caballería del marqués de la Valière, quien contaba con los regimientos de d'Alais, Bussy-de-Vair, Villeneuve, Du Terrail y de Roches-Baritaut, mientras que en la izquierda se situaron los regimientos de caballería de Balthasar, de Mérinville, de Saint Simon, Boissac y Chasteaubriand. En total, los franceses desplegaron unos 8.000 infantes y 2.000 caballos, junto con 12 piezas de artillería. </p><p>Por su parte, el ejército de Silva se situó al oeste de las fuerzas francesas, siendo desplegado por el marqués de Mortara. El flanco derecho lo ocupó la caballería de Flandes y la del Rosellón, acompañados de un regimiento de caballos borgoñones y desplegados en dos líneas. Gobernaba este flanco Juan de Vivero, teniendo como teniente general a Carlos de Padilla. En el centro formó la infantería, ocupando la vanguardia el Tercio de Mascareñas, y siguiéndoles los tercios de Nuño Pardo de la Costa, el de Martín de Mújica, el de Francisco Freire y un cuerpo formado por los regimientos de Carlo Colonna y Brandestrat, y otro con los de Galasso y Gronsfelt, y cerrando la retaguardia el Tercio de Brancaccio, formando un escuadrón junto con al del barón de Amato. El cuerno izquierdo, gobernado por el marqués de Cerralbo y el duque de Lorenzana, fue ocupado por la caballería de las órdenes, con Juan de Oto, y los hombres de armas de Roque Matamoros. El ejército de batalla estaba compuesto por un total de 6.000 infantes y 2.500 caballos.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5nM_r_0nSiOG8qSC4284rw2as2PoGbWak8mPYkq6MGaV3qGvb4y0akj_pSlXiV6-1SV_xvbB5KyUID_KPW8BdIt69O4aPjA4dpG0EMKXXpIuVkXfMQO2Q4pd5TRsuWx1g5EdeANlcbgBzviGyoiQKj7d0KW8caidkbyCjdvgTb7iNlacI9s3gmRX4IbYn/s474/LERIDA.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="295" data-original-width="474" height="249" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5nM_r_0nSiOG8qSC4284rw2as2PoGbWak8mPYkq6MGaV3qGvb4y0akj_pSlXiV6-1SV_xvbB5KyUID_KPW8BdIt69O4aPjA4dpG0EMKXXpIuVkXfMQO2Q4pd5TRsuWx1g5EdeANlcbgBzviGyoiQKj7d0KW8caidkbyCjdvgTb7iNlacI9s3gmRX4IbYn/w400-h249/LERIDA.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Vista de Lérida</td></tr></tbody></table><br /><p><b>-La batalla de Lérida</b></p><p>Felipe de Silva y el marqués de Mortara juzgaron más seguro avanzar de costado hacia el enemigo para ocupar una posición más idónea desde la que cargar contra el flanco derecho de los franceses, que estaban desplegados sobre lo alto de una colina. La Mothe, que entendió el movimiento de las tropas hispánicas, ordenó extender sus líneas hacia la derecha, pero sin llegar a mover su ala izquierda. Durante más de una hora los españoles se estuvieron moviendo de esta forma, buscando la pendiente más suave por la que ascender, y haciendo creer al enemigo que se retiraban, lo que provocó las burlas de éste. Pero llegado el momento justo, se dio la orden de virar dando frente a las líneas francesas, causando confusión y miedo en éstas. Ante la maniobra española para vencer la diferencia de altitud entre ambos ejércitos, La Mothe ordenó descargar el fuego de sus baterías sobre las líneas de los hombres de Silva, que se acercaban cerrando los huecos abiertos por las balas rasas a las que acompañaban sacos de batería de mosquete añadidos a la boca del cañón. </p><p>Llegado el momento, preguntó Simón Mascareñas a Silva si embestían y, según las crónicas, Silva abrazó al maestre de campo y le dijo: "hijo, embiste". Las líneas españolas se lanzaron a la pelea, momento en el que un batallón de arcabuceros a caballo francés se adelantó y cerró con la caballería del marqués de Cerralbo, que pudo contener el ataque de los jinetes del marqués de la Valière. Viendo el rechazo de su asalto, Valière lanzó un escuadrón de arcabuceros a caballo y otro de corazas, pero nuevamente la caballería de las Órdenes y de Castilla aguantaron bien, dando tiempo a que la infantería viniera en su apoyo. En el cuerno derecho español, Juan de Vivero dio orden a Padilla de avanzar con la caballería de Flandes y el Rosellón, y cargar contra la izquierda francesa. Gianini y Padilla empujaron con fuerza, pero los franceses aguantaban bien, por lo que Vivero se lanzó con el resto de sus caballos y rompió las filas del enemigo, que se vio ampliamente superado y comenzó a huir, dejando en el campo muchos muertos. </p><p>Mientras tanto, la infantería empezó a combatir, con el Tercio de Mascareñas cerrando contra el Regimiento de Houndacourt. El asalto fue tan brutal que se derrumbaron al instante, haciéndose los españoles con cinco piezas de la artillería que tanto daño les había causado antes. Con la victoria al alcance de la mano, Mascareñas indicó a Freire que se unieron ambos tercios y fueran con la caballería de Padilla contra los cinco escuadrones franceses que aun guardaban la formación. Dos de éstos, viendo ya que la batalla estaba perdida, comenzaron a huir en dirección a Cervera, a medio camino entre Lérida y Tarrasa, quedando los otros tres escuadrones a merced de la infantería y los caballos hispánicos, que les cerraron el paso. Sin posibilidad de resistir, y tras haber perdido la última pieza de su artillería, al enemigo no le quedó más remedio que rendirse, tirando sus armas al suelo. </p><p>Al mismo tiempo, el marqués de la Valière se afanaba por agrupar el mayor número de gente posible y llevarla a la protección de los muros de Lérida, mientras que los afortunados soldados franceses y rebeldes intentaban escapar de la persecución de los caballos españoles que buscaban abortar su fuga hacia Cervera. Eran las 5 de la tarde y los combates habían llegado a su final, con una sorprendente victoria del ejército hispánico, que no solo hubo de sobreponerse a la inferioridad numérica, sino también a las adversidades del terreno, ya que el ejército franco catalán se encontraban en una mejor posición sobre el campo de batalla. Silba había perdido en aquella jornada 400 hombres, entre los que se encontraban 50 oficiales, de ellos 5 eran capitanes de caballos y 8 de infantería, y hubo de atender a algo más de 300 heridos. La muerte más sentida fue la de Roque Matamoros, comisario general de las Guardias de Castilla. </p><p>Por la parte francesa se contaron entre 2.500 y 3.000 muertos, según las fuentes que se consulten, y fueron apresados cerca de 4.000 soldados, incluidos 700 oficiales, entre los que se encontraban el hermano de La Mothe, y el sargento mayor de batalla, además de perder todo su tren de artillería, compuesto por 12 piezas, y todo el bagaje y provisiones que llevaban. De los que escaparon hacia Cervera no hay datos, pero Valière logró entrar en Lérida con más de 1.500 hombres de a pie y a caballo, uniéndose así a los defensores, aunque muchos de ellos no se encontraban en condiciones de empuñar un arma y ocasionarían más molestias que ayuda, ya que eran más bocas que alimentar y se precipitaba sobre la ciudad un asedio. La Mothe escapó por los pelos junto a tres de sus hombres de confianza, incluyendo al marqués de Terrail. </p><p>Tras reorganizar su ejército, Felipe de Silva envió una trompeta al gobernador de Lérida instándole a rendir la ciudad, pero la respuesta de éste fue negativa, argumentando que un ejército tan pequeño jamás podría tomar una gran plaza como Lérida. El 17 de mayo Silva ordenó a Antonio Gandolfo que preparase una línea de circunvalación más allá del río Segre, que incluyese Villanoveta y el puente de barcas. Se mandaron a Fraga más de 3.000 prisioneros franceses, quedando los rebeldes catalanes bajo custodia de Silva, y el día 22 Juan de Vivero, junto al tercio de Mújica, ocupó el Burgo junto al puente de Lérida y se fortificó dejando allí 300 infantes para su defensa. Pero no pasaron ni 24 horas cuando los soldados hubieron de abandonar la posición ante el incesante fuego de la artillería de la ciudad. Silva, contrariado, envió a Gandolfo a dirigir las obras de fortificación del Burgo, que quedaron completamente acabadas tras dos días seguidos de trabajo sin apenas descanso. </p><p>El 24 de mayo entregó Felipe IV al duque de Nájera un decreto real que decía: "En la batalla de Lérida han muerto algunos soldados míos y entre ellos hombres particulares que pelearon con grande valor, débolos honrar que no pudieron hacer más que morir sirviéndome. Holgaré que toméis por vuestra cuenta hacer unas honras generales convidando a todos los que hallaren ahí y como sé que acudiréis a esto de buena gana por encomendároslo yo y por lo que amáis a los soldados, fío que se hará con la brevedad que conviene". Esto se cumplió el 3 de junio en el convento de San Felipe de Madrid. Más tarde se tuvo noticias de la llegada de refuerzos franceses por mar a Barcelona, y que se habían puesto en marcha con dirección a Lérida, por lo que Silva ordenó a Vivero dejar a la gente de Colonna y de Ascárraga en el Burgo y marchar con el resto del ejército a bloquear el paso del enemigo. </p><p>Las noticias de que el ejército que juntaban los franceses era más numeroso que el anterior alarmaron a Silva, que despachó a Carlos de Padilla a Fraga para pedir consejo al rey sobre lo que hacer. Felipe IV no dudó de que el asedio debía continuar a cualquier precio, y que intentaría enviar refuerzos con la mayor urgencia posible, por lo que Silva, al recibir el mensaje de boca de Padilla, metió más prisa a los hombres que trabajaban en la circunvalación de la plaza. Las noticias de la presencia del rey en Fraga y de la victoria de Lérida hicieron que acudiesen muchos nobles y caballeros aragoneses como el duque de Villahermosa, el marqués de Navares, o los condes de Fuentes, de Antares y de Almunias. Desde Castilla acudieron los duques del Infantado y de Camiña, el conde de Santa Coloma, los marqueses de Peñalva, de Salinas o el de Almazán, y junto a ellos un gran número de sargentos mayores y de capitanes. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitFPrDhSEoUXgHfRQuwrt94dws4lrez6dW-32PH3PWqtGb0xx5dMDGMew8hFdmnCsN6o6K1ZC24mbWEGYc-q9wWDyyn_iduDxYpqY96QScBHaeSVmyAfiK71vBHLq_dk_f_o9z3lJGKBO0rno62LePFQsh2F3eceRzlNd5WusuBJQ9msRw6mZ7y_xC3pa7/s1345/Lerida-1644--plano-del-asedio.png" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="736" data-original-width="1345" height="219" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitFPrDhSEoUXgHfRQuwrt94dws4lrez6dW-32PH3PWqtGb0xx5dMDGMew8hFdmnCsN6o6K1ZC24mbWEGYc-q9wWDyyn_iduDxYpqY96QScBHaeSVmyAfiK71vBHLq_dk_f_o9z3lJGKBO0rno62LePFQsh2F3eceRzlNd5WusuBJQ9msRw6mZ7y_xC3pa7/w400-h219/Lerida-1644--plano-del-asedio.png" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Asedio español del Lérida</td></tr></tbody></table><br /><p><b>-El asedio de la ciudad </b></p><p>Junto a estos nobles y caballeros llegaron también desde Aragón tres tercios, incluyendo el del barón de Leteza. Valencia mandó un tercio de 1.200 hombres bajo el mando del maestre Gerónimo Monsiuri, mientras que Navarra envió otro con 1.000 hombres dirigidos por el maestre de campo Baltasar de Rada. Por su parte, desde Castilla llegaron unos 6.000 hombres levantados por el Condestable de Castilla y el conde de Luna, bajo mandato de la propia reina, Isabel de Borbón, que se encontraba embarazada. Mientras esto sucedía, las obras de asedio avanzaban a buen ritmo y La Mothe seguía recibiendo refuerzos. Los defensores de la ciudad, viendo lo bien que avanzaban las defensas que Colonna realizaba en el Burgo, hicieron una salida con 1.500 hombres, pero fueron rechazados en las trincheras, y luego perseguidos por varias compañías del tercio de Mújica y de los regimientos alemanes y valones. En aquella acción los sitiadores perdieron un soldado español y un capitán alemán, mientras que los franceses contaron más de un centenar de muertos. </p><p>La noche del 2 de junio un nuevo socorro francés fue interceptado y se tomaron 21 prisioneros y gran cantidad de harina y otras provisiones, además de matar a varios franceses. Silva se decidió a atacar el fuerte de Gardeny, en la parte sur de la ciudad, y para ello envió a Tuttavila con los tercios de Villamayor y de Brancaccio, pero de los muros de Lérida salieron 3.000 hombres y lograron rechazar el intento de asalto, perdiendo los hispánicos 150 hombres. Ante este contratiempo, Silva le envió a Tuttavila los tercios de Nuño de Pardo y de Ascárraga, que se incorporaron para un nuevo asalto a Gardeny. Para contrarrestar la amenaza, volvió a salir una fuerza de 3.000 hombres pero esta vez los tercios hispánicos lograron desbaratarlos y llevarlos hasta los mismos muros de Lérida. Ganados los exteriores del fuerte, Tuttavila preparó una mina, la cual estuvo lista el 15 de junio, y viendo los defensores el estado de los trabajos de minado, riendieron Gardeny y se marcharon a Francia. </p><p>El 27 de junio las obras de circunvalación estaban terminadas y el ejército francés se concentraba en Castellón de Farfaña. Durante todos estos días muchos soldados catalanes escapaban de Lérida para unirse al ejército real llegando, incluso, el 7 de julio, a enviar una petición de socorro a Silva prometiendo entregar una de las puertas de la ciudad, pero los franceses maniobraron para evitar el botín, usando al letrado Micer Inglesi, que era uno de los principales responsables del levantamiento de Barcelona contra su señor el rey Felipe IV. Los catalanes leales que se encontraban en la ciudad le acabaron matando a puñaladas. Para el 16 de julio los sitiadores enviaron un tambor a la ciudad ofreciendo nuevas condiciones para la rendición, pero nuevamente el gobernador rechazó la propuesta, advirtiendo que aún disponían de comida para dos meses y de que La Mothe les socorrería antes. </p><p>Casi al mismo tiempo le llegaron al mariscal francés nuevos refuerzos; 3.000 infantes, 300 mosqueteros y 600 caballos, por lo que, confiado en su nueva superioridad, se movió hacia el río Noguera para buscar el punto más débil de las defensas españolas. La Mothe decidió entonces quemar el puente de barcas sobre el Segre lanzando cuatro improvisados brulotes por el río, pero los hombres de Freire lograron deshacer el peligro y dieron al traste con el desesperado intento de los franceses. Tras varios días intentando encontrar un sitio por donde batir las defensas españolas, La Mothe se dio por vencido y se retiró hacia Balaguer el día 23 de julio, abandonando así a su suerte Lérida. En vista de los nuevos acontecimientos, el gobernador de la ciudad pidió capitular el 25 de julio, festividad de Santiago. El 29 de julio entró Carlos de Padilla a reconocer la plaza y ultimar las condiciones de rendición. El 30 se firmaron las capitulaciones de entrega de Lérida y el 31 los franceses salieron, unos 3.000 hombres ponían rumbo a Francia por el camino de Navarra. </p><p>Se capturaron 20 piezas de artillería, numerosa munición y abundantes provisiones. El 7 de agosto hizo su aparición el rey Felipe, entrando en la ciudad "bizarrísimo con un vestido de ante bordado de oro pasado con unos rejadillos, sembrado el campo de flores de lis, banda carmesí bordada de lo mismo, espadín de oro pendiente de lavanda, balona caída de puntas, sombrero pardo con plumas coloradas, botas de ámbar con espuelas doradas, con banda y pluma roja en un caballo airoso y quieto, con bastón general en la mano llevándole de los cordones algunos ciudadanos por antigua costumbre". Se dirigió a la Iglesia Mayor, a donde tardó casi 3 horas por la multitud de gente que se agolpaba en las calles para recibirle. Otorgó el rey a la ciudad el privilegio para labrar 30.000 ducados de moneda de plata castellana y 2.000 ardites y menudos, y dio a los conventos 100 ducados de limosna. </p><p><b>Bibliografía: </b></p><p><i>-Con Balas de Plata III. 1640-1650. Cataluña y el Rosellón </i>(Antonio Gómez)</p><p>-<i>La rebelión de los catalanes </i>(John H. Elliott)<br style="background-color: white; color: #222222; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: small;" /><br style="background-color: white; color: #222222; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: small;" /><br /></p>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-60374369525959643642023-10-26T10:37:00.006-07:002023-10-27T12:15:23.702-07:00Guerreros: El Gran Duque de Alba (Parte III)<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjz13rPpKzmDALBbs-CuL1cBWLbt0rrJuMS3xxwDR8M7zQ7TQDqxrApowq5y8gXgQHbbILQqXcn43UhPVguVbIT_tPJtSnY9hpRjxe-yszkq6JcJER9hIBe9U1r00QhWZ3w6u9d67jZYMQuaJeuh45Oshu2rb3bMOCN5DP2y3HomqExpW0fGbZ25D4x6tDy/s474/duque%20de%20alba2.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="316" data-original-width="474" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjz13rPpKzmDALBbs-CuL1cBWLbt0rrJuMS3xxwDR8M7zQ7TQDqxrApowq5y8gXgQHbbILQqXcn43UhPVguVbIT_tPJtSnY9hpRjxe-yszkq6JcJER9hIBe9U1r00QhWZ3w6u9d67jZYMQuaJeuh45Oshu2rb3bMOCN5DP2y3HomqExpW0fGbZ25D4x6tDy/w400-h266/duque%20de%20alba2.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p>La toma de la ciudad de Brielle por parte del Los Mendigos del Mar y la derrota del conde de Bossu en su intento por recuperarla, dieron lugar a una serie de adhesiones a la causa rebelde que traerían nefastas consecuencias para los intereses de la Monarquía Española, aunque éstas, no las sufriría el duque de Alba por mucho más tiempo. </p><p>Los primeros movimientos del duque ante esto fueron la recluta de diversas compañías valonas que fueron puestas bajo el mando de <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/06/cristobal-de-mondragon.html" target="_blank">Cristóbal de Mondragón</a>, y guarnicionar las plazas de Holanda y Zelanda. También escribió al rey pidiendo más dinero. Los planes de los Nassau pasaban por el avance de los Mendigos, en combinación con la entrada desde Alemania de Guillermo y la de Luis, haciendo lo propio desde Francia en compañía de los hugonotes. El 24 de mayo de 1572, el pequeño de los Nassau capturó la ciudad de Mons tras un ardid de los partidarios de Orange que había dentro de la ciudad, y la llegada de refuerzos bajo el mando de Mos de Genlis y François de la Noue. La pérdida de Mons era un problema de graves proporciones, ya que proporcionaba una ruta directa entre Bruselas y Francia. </p><p>La apertura de este segundo frente por parte de Luis de Nassau dejó a Alba en una situación delicada, ya que solo disponía de 7.000 hombres a los que se les adeudaban varias pagas, y, para colmo, al otro lado del Rin el ejército de Guillermo cada día era más numeroso. No tardaron sus enemigos en la Corte en usar esto contra él, mientras que el duque de Medinaceli llegaba a los Países Bajos con la consigna de ofrecer un perdón general que pusiera fin a la revuelta. Pero Alba, a pesar de contar ya con 65 años, no iba a ser presa fácil ni para sus detractores en España, y mucho menos para sus enemigos en Flandes. Logró obtener 200.000 ducados de Cósimo de Médicis, y trajo a las tropas alemanas de Frundsberg y Eberstein, y llamó a su hijo Fadrique, que se hallaba socorriendo Middelburg de los Mendigos, para que se dirigiera a toda prisa a recuperar Mons. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>Fadrique, asistido por Chiappino Vitelli y <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2019/11/guerreros-julian-romero.html" target="_blank">Julián Romero</a>, llegó a las cercanías de Mons y se desplegó vigilando los pasos y evitando que la ciudad pudiera recibir refuerzos. Era lo único que podía hacer, dado que no contaba con artillería para asediarla. Medinaceli ya había llegado por esas fechas, y las relaciones entre ambos duques eran malas, no obstante, la experiencia militar de Medinaceli era escasa, y no podría haber sido capaz de enfrentarse a una situación tan crítica por sí solo. Las relaciones se tensaron más cuando Alba se negó a suprimir la alcabala del diez por ciento, ni siquiera cuando el propio rey Felipe había despachado una orden por escrito el 29 de julio de 1572. Con este panorama llegaron a finales de agosto ambos duques a Mons, acompañados de casi 40 cañones y 8.000 hombres. </p><p>La entrada de Guillermo en los Países Bajos no resultó ser la amenaza que se esperaba, ya que el de Orange perdió un valioso tiempo en tratar de tomar el castillo de Weert, no logrando llegar antes de que Alba plantase sus baterías y estableciera formalmente el asedio. La matanza del Día de San Bartolomé, ejecutada durante la noche del 23 al 24 de agosto, y que supuso la ejecución de Gaspar de Coligny, líder de los hugonotes, junto con muchos de sus partidarios, causó un enorme alivio en el duque, ya que temía que el rey Carlos IX acabase entrando en guerra contra España instigado por Coligny. La incapacidad de Guillermo de romper el asedio acabó llevando a la capitulación de <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/09/asedio-de-mons.html" target="_blank">Mons</a> el 19 de septiembre, saliendo las tropas el día 21 las tropas bajo la promesa de los soldados hugonotes de no volver a luchar contra las armas de España. </p><p>Tras esta victoria, tocaba reducir a las ciudades que habían abierto sus puertas a los Mendigos o a Guillermo. La primera fue Malinas, entre Amberes y Bruselas, donde el de Orange se había refugiado tras su marcha de Mons. El 30 de septiembre se plantaron las baterías y se exigió la entrega de las tropas rebeldes, las cuales abandonaron la ciudad aprovechando la noche, algo de lo que no se percataron las tropas realistas que, tras no recibir respuesta del Consejo de la ciudad, entraron a degüello en ella, saqueándola sin piedad. Lovaina y Termonde no quisieron correr la suerte de Malinas y abrieron sus puertas a las tropas del duque. El siguiente destino sería Nimega, en la provincia de Güeldres, en la orilla sur del río Waal, donde estableció su cuartel general. Desde allí siguió hacia el norte y mandó a su hijo Fadrique hacerse con Zutphen, en la margen oriental del río Ijssel. La ciudad presentó una débil resistencia, lo suficiente para ser sometida a saqueo por las tropas realistas. </p><p>Para octubre de 1572, tan solo Holanda y algunas plazas de Zelanda seguían en rebeldía. Aun así, los holandeses trataron de sitiar la villa de Goes, defendida por 200 españoles y 150 valones bajo el mando del capitán Isidro Pacheco. El encargado de la operación de asedio fue Jerome de Tseraart, gobernador de Flesinga. Pero el duque no iba a consentir que la plaza cayese en manos rebeldes, por lo que ordenó a Cristóbal de Mondragón socorrerla. Dicho y hecho. Mondragón, en una acción propia de las hazañas mitológicas, socorrió <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/10/socorro-de-goes.html" target="_blank">Goes</a> el 21 de octubre, tras cruzar el Escalda con la marea baja. A su vez, Fadrique avanzó hacia el oeste, con intención de internarse en Holanda. En Amersfoort, a menos de 50 kilómetros al este de Ámsterdam, Fadrique estableció su base y desde allí envió un contingente para recuperar Naarden. La ciudad se resistió y fue sometida a saqueo. Varias versiones existen sobre los hechos, aunque las únicas presenciales fueron las de Bernardino y del propio Fadrique. Los holandeses aprovecharon para extender el rumor de que los españoles no habían permitido la rendición de los rebeldes y habían arrasado la ciudad, lo que llevó a otras poblaciones holandesas a pensar que el único camino posible era la resistencia hasta el final. </p><p>Tras esto, se dirigió Fadrique a Ámsterdam, la principal ciudad realista en Holanda, con una población de 30.000 hombres y una guarnición compuesta por 4 banderas católicas leales, que estaba siendo asediada, sin éxito, por los <i>Mendigos. </i>Pero el problema no era éste, sino la rebeldía de Haarlem, la segunda ciudad en población más importante de Holanda. La ciudad se hallaba bajo un gobierno calvinista dirigido por el capitán Wibold van Ripperda, quien solicitó tropas a Guillermo de Orange en previsión de un posible ataque de las fuerzas del duque de Alba. La llegada de refuerzos bajo el mando del coronel protestante Müller, y del plenipotenciario del príncipe de Orange, Philips van Marnix, bastaron para que el gobierno de la ciudad emprendiese una cacería de católicos, llegando a ejecutar hasta a los parlamentarios enviados por Haarlem a Ámsterdam para escuchar las propuestas negociadoras de los españoles. </p><p>Alba ordenó a Fadrique recuperar la ciudad a cualquier precio y éste se puso manos a la obra. La llegada a Haarlem no era nada fácil, pues a pesar de encontrarse a unos 20 kilómetros al oeste de Ámsterdam, el camino había de hacerse a través de un dique que corría entre las aguas del mar interior de Haarlemmermeer y las del río Ij. Para complicar más las cosas, las fuertes nevadas de diciembre complicaban cualquier avance y el fuerte de Spaarndam se interponía en el camino, pero las fuerzas de Fadrique descubrieron un dique sumergido y lograron pasar, sorprendiendo a la guarnición del fuerte y dejando de esta manera el camino a Haarlem expedito. El asedio se inició formalmente el 12 de diciembre de 1572 y mientras esto ocurría, las disputas entre Alba y el duque de Medinaceli seguían creciendo. Cuando este último regresó a España a finales de noviembre, no escatimó en ataques al veterano general por toda la Corte. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsOust5QtSiBnw-bcs3OP9kQBEMcJNfKj-m7qbhp4RNjM_iEN4znnfm0HepOyaBfPDsLCu9lC6O75xxgc_l7VLZp2OgX-cAuFDxB-i5o3tHitCjKifcxOJ38PHYmFDAL3s8aQDjC3XQCdCcSk-FfCaMVekGCklvzvk_WmGfJMjpPNO6scf5FjJc6F5EroV/s400/Haarlem%20mapa.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="372" data-original-width="400" height="373" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsOust5QtSiBnw-bcs3OP9kQBEMcJNfKj-m7qbhp4RNjM_iEN4znnfm0HepOyaBfPDsLCu9lC6O75xxgc_l7VLZp2OgX-cAuFDxB-i5o3tHitCjKifcxOJ38PHYmFDAL3s8aQDjC3XQCdCcSk-FfCaMVekGCklvzvk_WmGfJMjpPNO6scf5FjJc6F5EroV/w400-h373/Haarlem%20mapa.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Mapa de época de Haarlem </td></tr></tbody></table><br /><div>De todas formas no eran éstos sus mayores problemas, ya que el duque caería enfermo en diciembre y estaría postrado en cama en Nimega hasta mediados de enero de 1573. Mientras seguía la enconada resistencia de Haarlem, el duque hubo de lidiar con una posible amenaza en forma de ayuda inglesa al príncipe de Orange, pero finalmente, y demostrando de nuevo sus habilidades diplomáticas, logró sellar un acuerdo con los ingleses en marzo de ese año. Las semanas pasaban y la situación en Haarlem cada vez era más comprometida, lo que aprovecharon los enemigos del duque en la Corte, que lograron convencer al rey de la necesidad de enviar un nuevo gobernador a los Países Bajos. Alba escribió a su hijo que "si alzaba el campo sin rendir la plaza, no lo tendría por hijo suyo; que si moría en el asedio él iría en persona a reemplazarle aunque estuviese enfermo y en cama; y que si faltaban los dos, iría de España su madre a hacer la guerra". Finalmente, la entrada en acción de una flota bajo el mando del conde de Bossu, inclinó la balanza del lado español cuando se hicieron con el mar de Haarlem y aislaron por completo la ciudad, que fue rendida el 14 de julio de 1573, poniéndose formalmente fin al <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2019/07/el-asedio-de-haarlem.html" target="_blank">Asedio de Haarlem</a>. </div><div><br /></div><div>Pero no solo ocupaban al duque los asuntos militares o las intrigas en la Corte contra su persona. Desde Flandes llegaban quejas también al rey contra el autoritarismo del duque, casi siempre relacionadas con el Tribunal de Tumultos, y ante las cuales se quejaba amargamente en carta al propio Felipe II el 16 de abril de 1573: "No hay caso civil o criminal que no se venda como la carne en la carnicería". Por si no hubiera suficientes problemas, los soldados españoles, que llevaban más de dos años sin cobrar sus pagas, se amotinaron al poco de ganar Haarlem, la cual había sido librada por el duque del "normal" saqueo según los usos de la guerra. El duque pronunciaría un sentido discurso a sus españoles el 30 de julio: "Sois soldados de Dios, del Rey de España, de la nación, y ante todo míos, por cada uno de los cuales derramaría yo la sangre que me queda sin dejar gota en mi cuerpo. No desearéis que nos convirtamos, vosotros y yo, en el hazmerreír y el oprobio de otras naciones". </div><div><br /></div><div>Pero ni los discursos del propio Alba bastaron para aplacar el descontento de los infantes españoles, y como desde la Corte se bloqueaban constantemente los fondos para sus campañas, el duque tuvo que ofrecerse como rehén de sus soldados y abonarles a cada uno 30 escudos, lo que sirvió, junto con su propia autoridad, para aplacar la furia de éstos. A comienzos de agosto llegó la noticia del fallecimiento de su eterno rival, Ruy Gómez, que había muerto en Madrid el 29 de julio. Sin duda hubo de ser un alivio para el duque la desaparición del príncipe de Éboli, que tantos sinsabores y tantas noches de desvelo le había ocasionado. Aunque bien es cierto que sus partidarios seguían en puestos importantes de la Corte y no iban a dejar que el duque pudiera restablecer su figura y su influencia sobre el rey así como así, por lo que pocas cosas cambiarían. </div><div><br /></div><div>Tras pasar el verano, el siguiente objetivo sería la ciudad de Alkmaar, a poco más de 30 kilómetros al norte de Haarlem y que permanecía en rebeldía para sorpresa del duque. Allí se dirigió Fadrique, cansado y enfermo, con una fuerza de 16.000 hombres, llegando a las proximidades de la ciudad el 21 de agosto, la cual estaba defendida por una guarnición de más de 2.000 hombres bajo el mando de Jacob Cabeliau. La plaza contaba con unas modernas fortificaciones que seguían la traza italiana y un gran foso cubierto de agua, lo que la convertía en un objetivo muy difícil de batir. Pero Fadrique, que hubo de ser llevado en carro durante el viaje, había recibido la orden de tomar Almaar, y a ello se puso junto a sus hombres. Los trabajos de asedio eran especialmente complejos dado el pantanoso terreno y, para cuando la artillería había logrado batir una parte de la muralla, el asalto general fue rechazado por los defensores, a los que auxiliaba la población, en la creencia de que, de tomarse la ciudad, les matarían a todos. </div><div><br /></div><div>Otro asalto general ordenó Fadrique, y nuevamente éste fue rechazado, y para cuando el general español planteó la posibilidad de un tercer ataque, su consejo lo desautorizó alegando la enorme pérdida de vidas que había sufrido el ejército hasta la fecha, cerca del millar, la llegada del invierno, y la apertura de los diques, que anegarían los campos y destruirían las obras de asedio y ahogarían a muchos hombres. Así, el 8 de octubre, Fadrique dio la orden de levantar el sitio. La situación de los Alba en Flandes era ya insostenible. En la carta que el duque escribió a Antonio de Toledo, con fecha de 23 de octubre de 1573, se podía apreciar con toda su descarnada crudeza el hastío de Fernando con el gobierno de los Países Bajos: "Por el amor de Dios, libradme de este gobierno y sacadme de él, y cuando no pueda hacerse de otro modo, hacedlo enviando a alguien que me dispare con un arcabuz".</div><div><br /></div><div><b>-El final del gobierno de los Países Bajos. La vuelta a España</b></div><div><br /></div><div>En estas circunstancias recibió el duque a Luis de Requesens en Bruselas el 17 de noviembre, haciendo gala de una extraordinaria cortesía para con el que sería el nuevo gobernador, a pesar de que éste había estado alineado en el bando de Ruy Gómez. El duque quería abandonar cuanto antes los Países Bajos y el 19 de diciembre, enfermo y con los rigores del invierno azotando, emprendió el camino de regreso a Madrid. Atrás dejaba un gobierno de seis años en los que había consumido 12 millones de ducados que no le habían servido para contener la rebelión, a pesar de haber estado a punto de hacerlo en 1568. Quién sabe si, de haber adoptado políticas más tolerantes tras derrotar a Guillermo de Orange, y haber confiado en las gentes leales de aquel país para los asuntos de gobierno, las cosas hubieran cambiado a mejor en los Países Bajos. Posiblemente sí. Y es más que probable que el duque pasase largos momentos meditando sobre esto durante su vuelta a España, a donde llegó a mediados de marzo de 1574.</div><div><br /></div><div>Nada más llegar a Barcelona, Felipe II le hizo llamar para rendir cuentas en Madrid. En la Corte, la facción dominante era la representada por Antonio Pérez, un personaje traicionero y sin escrúpulos que había logrado atraer a su causa a personas tan notables como Requesens o el duque de Medinaceli, aprovechando su atractiva personalidad. Pero lejos de encontrarse con el desprecio, o incluso el castigo del rey, Alba permaneció en el Consejo de Estado, y sus opiniones en todo lo relativo a los Países Bajos, se siguieron tomando en cuenta, al menos en cierta medida, como su recomendación de que Juan de Austria ocupara el gobierno de aquel país. Pero en cuanto a las políticas a aplicar en Flandes, estaba claro que el rey quería romper con la línea que el duque había llevado durante los anteriores años, y así lo hizo Luis de Requesens, quien otorgó un perdón general a los rebeldes, suprimió el impuesto de la alcabala, y se mostró tolerante con la libertad de culto, aunque sin concederla, dado que no tenía órdenes reales para hacer tal cosa. </div><div><br /></div><div>El tiempo pronto dio la razón al duque, y Requesens hubo de ir a la guerra dado que todas las concesiones que había realizado no bastaron a los rebeldes, tal y como había predicho Alba. Requesens se vio arrastrado a una guerra para la que no estaba preparado y, para colmo, para la que no disponía del dinero necesario, ya que la bancarrota del año 1575 provocó la suspensión de pagos a unas tropas a las que ya se les debían 6 millones de escudos. Mientras las cosas se complicaban en Flandes, los consejos del duque en el ámbito militar se empezaron a dejar de tener en cuenta dada la falta de recursos económicos para ello y el ascenso imparable de Antonio Pérez quien, como señala Maltby en su obra, "estaba en camino de convertirse en un auténtico privado, con acceso prácticamente ilimitado al rey". No obstante, Felipe II no le apartó de su lado, quizás recordando los sabios consejos de su padre, el <i>César </i>Carlos. </div><div><br /></div><div>Otra cosa bien distinta era la situación de Fadrique. La afrenta cometida antes de su marcha a los Países Bajos no estaba ni mucho menos olvidada, y nada más regresar a España fue desterrado primero de la Corte, y posteriormente trasladado al castillo de Tordesillas en 1576. Tampoco ayudaron al vástago del duque los informes que Requesens enviaba al rey desde Bruselas, en los que acusaba a Fadrique de incompetencia y de excederse contra la población en las campañas de los años 1572 y 1573. Siguiendo con las intrigas contra los Alba, tanto Antonio Pérez como la princesa de Éboli elaboraron un astuto plan para reactivar el caso de la mujer a la que Fadrique había propuesto matrimonio contra la voluntad real en 1566. Ésta era Magdalena de Guzmán, y desde entonces se hallaba en un convento. Curiosamente, a partir de 1578, comenzó a enviar una serie de cartas al rey quejándose de la situación a la que le había llevado el proceder de Fadrique, y exigiendo que éste la desposara. </div><div><br /><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmqYPgloTjTvkQdL0bzIw-zdte02TYmUrVcrvVdbIdrXD1Wcpzi2MxHNYuEZp3IaO6mtmLiAXDmqgVkFMPlPbpoeycoJpEWO52A1RHvM1dDuEfwQoIE43PEi_S-Tde3aRwYpUfNzqyA2pWGNZjAz6zWS0VSfzHzf9fUVwDIyMRboEtrAUOvelg7WQ5N8Ci/s995/Fernando_%C3%81lvarez_de_Toledo,_III_Duque_de_Alba,_por_Antonio_Moro.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="995" data-original-width="800" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmqYPgloTjTvkQdL0bzIw-zdte02TYmUrVcrvVdbIdrXD1Wcpzi2MxHNYuEZp3IaO6mtmLiAXDmqgVkFMPlPbpoeycoJpEWO52A1RHvM1dDuEfwQoIE43PEi_S-Tde3aRwYpUfNzqyA2pWGNZjAz6zWS0VSfzHzf9fUVwDIyMRboEtrAUOvelg7WQ5N8Ci/w321-h400/Fernando_%C3%81lvarez_de_Toledo,_III_Duque_de_Alba,_por_Antonio_Moro.jpg" width="321" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">El duque de Alba. Retrato de Tiziano, 1563</td></tr></tbody></table><br /></div><div>Era evidente que el duque no iba a permitir que su hijo contrajese matrimonio con aquella mujer, por lo que reaccionó con celeridad y organizó el enlace de Fadrique con su prima, María de Toledo, hija del marqués de Villafranca. De este modo, el 2 octubre de 1578 Fadrique abandonó Tordesillas y se casó en la residencia familiar en secreto. Obviamente, el rey no tardaría mucho en descubrir aquello. Tras una serie de investigaciones que concluyeron que el duque había contravenido dolosamente la voluntad del rey, se acordó su destierro a Uceda, en Guadalajara. En el castillo de la localidad estuvo recluido durante un año, mientras que en la Corte, la estrella de Antonio Pérez se iba apagando tras llegar a oídos del rey las maquinaciones y engaños de éste en el asesinato de Juan de Escobedo, secretario de Juan de Austria. Las acusaciones contra Pérez no pararon en los meses siguientes al proceso contra el duque, instigadas principalmente por el fiel funcionario real Mateo Vázquez, y el 28 de junio de 1579 tanto Pérez como la princesa de Éboli fueron arrestados y condenados al destierro. </div><div><br /></div><div>Si bien mucho en España consideraban el arresto del duque de Alba una ofensa difícil de entender contra un héroe nacional, el mejor militar de su tiempo, el rey no dio su brazo a torcer hasta que la crisis sucesoria al trono de Portugal le hizo comprender que necesitaba de su persona si quería obtener aquel reino por la fuerza de las armas. Tras la muerte del rey Sebastián, el 4 de agosto de 1578, su tío, el cardenal Henrique, había accedido al trono y, poco antes de su muerte, había firmado unos acuerdos con los embajadores españoles para que la corona de Portugal pasase a Felipe, no obstante, éste era hijo de Isabel de Portugal y, por tanto Nieto del rey Manuel I de Portugal. La nobleza estaba de acuerdo con esta especie de unión ibérica, creyendo que sería beneficiosa para su reino, pero Antonio, prior de Crato, hijo ilegítimo de Luis de Avis y, por tanto, nieto también de Manuel I, reclamó el trono para él con el apoyo de franceses e ingleses, que no deseaban una unión dinástica de los reinos de la Península. </div><div><br /></div><div><b>-El final del destierro. La última campaña del duque de Alba</b></div><div><br /></div><div>Felipe II debería contar con su ejército para hacer valer sus derechos, y nadie había en el reino tan capaz como el duque de Alba para ello. Pero a pesar de esta obviedad, y de las insistencias de sus consejeros por llamar al duque para dirigir la campaña, el rey se resistió todo lo que pudo hasta que el tiempo se le echó encima. Fue entonces cuando convocó a Alba al cuartel general instalado en Badajoz, eso sí, sin entrevistarse personalmente con él. En cambio, la actitud de Fernando, a pesar de los agravios a su persona, fue de total lealtad y compromiso con su rey, y allí acudió, a sus 72 años, para dirigir una vez más los ejércitos de la Monarquía Española. El plan consistía en lanzar tres ejércitos contra el enemigo; el principal, mandado por el duque, entraría en Portugal desde Badajoz, y se reuniría en la costa al sur de Lisboa con la segunda fuerza, llevada por mar desde Sevilla por Álvaro de Bazán y, finalmente, un tercer ejército, dirigido por el duque de Medina Sidonia, se haría con el Algarve. </div><div><br /></div><div>El duque planificó la campaña hasta el más mínimo detalle. La provisión y el transporte de suministros era lo que más le preocupaba junto con la recluta de los soldados, aun así, logró reunir cerca de 40.000 hombres y un abundante tren de artillería, así como provisiones para mantener a las tropas hasta la primavera del siguiente año. El 13 de junio el rey pasó revista al ejército y a finales de mes éste penetró en Portugal conducido por el duque, que tomó la ciudad de Elvas sin oposición, lo mismo que Estremoz, a unos 60 kilómetros al oeste de Badajoz. El ejército continuó su marcha por el Alentejo y pasó por Évora haciendo frente a un enemigo invisible, la gripe, que causó no pocos estragos entre los hombres. El calor también se convertía en un duro rival y las deserciones aumentaban según pasaban los días, y así llegó a las puertas de Montemor, a medio camino entre Badajoz y Lisboa, y donde supuestamente las tropas portuguesas de Diego de Meneses iban a plantar batalla, cosa que no sucedió, pues a la llegada del duque ya habían huido. </div><div><br /></div><div>Tras dejar guarnición de 300 soldados allí, prosiguió su avance hacia Setúbal, donde habría de unirse a las tropas que traía el marqués de Santa Cruz desde Sevilla. A Setúbal llegó el 16 de julio, pero allí no estaban los buques de Bazán, por lo que el duque ordenó comenzar el cerco sobre la ciudad, mientras que Hernando de Toledo exigía su rendición. Fue un soldado inglés el encargado de intentar negociar, pidiendo 24 horas de tiempo para tomar una decisión, pero el duque no estaba dispuesto a perder ni 24 segundos, por lo que emplazó su artillería sobre unos montes que dominan el norte y el este de la ciudad. En realidad, Setúbal no podía ofrecer resistencia alguna, por lo que unas horas más tarde la ciudad aceptó capitular a la mañana siguiente, cuando la mayor parte de la guarnición, compuesta por soldados ingleses, se dio a la fuga.</div><div><br /></div><div>Lo siguiente era asegurar la zona, y el duque envió a Próspero Colonna a someter la Torre de Outao, que dominaba la entrada al puerto desde el noroeste, tarea que le llevó tres largos días y que consiguió gracias a la aparición de la flota de Bazán. Hacia el norte había enviado a Hernando de Toledo y a Sancho Dávila para acabar con la amenaza que suponían las tropas al mando de Martín Gonzales el cual, para enfrentarse con los soldados de los tercios, puso en vanguardia a un grupo de esclavos negros prometiéndoles la libertad si luchaban. Al parecer Alba, según narra Maltby, sintió especial pena por aquellos desdichados que no tenían oportunidad alguna de salir vivos de aquel lance, y los dejó marchar en libertad. Para el 27 de julio el duque reunió a su consejo para debatir la mejor opción para tomar Lisboa. Tras muchas deliberaciones finalmente se decidió navegar desde Setúbal hasta Cascais, a menos de 30 kilómetros al oeste de Lisboa, dado que bordear todo el estuario del Tajo hubiera llevado muchísimo tiempo. </div><div><br /></div><div>Tomar Cascais no estaba exento de dificultades, empezando por una batería de costa cercana a su pequeña playa, y continuando por las fuertes corrientes atlánticas que hacían de la navegación una aventura muy peligrosa. Pero Bazán, aprovechando las buenas condiciones que se ofrecían en los siguientes día, se hizo a la mar en un viaje que duró tres días, llegando a las proximidades de Cascais la mañana del día 30 de julio, y con la guarnición alertada por la presencia española. Para evitar los cañones de las baterías portuguesas se desembarcó más al este, hacia Estoril. Para el 1 de agosto todas las tropas estaban en tierra y las barcas navegaban a recoger los cañones que se habían dejado en Setúbal, poniendo sitio a Cascais, cuya defensa se le había encargado a Diego de Meneses. La ciudad no resistió más que unas pocas horas, hasta que se abrió brecha en sus débiles muros y los soldados la asaltaron. Lo que siguió a continuación fue un saqueo que ni el propio duque pudo evitar, tal y como se lamentaba por carta a Felipe II, al que advertía que "la indisciplina reina desde los coroneles abajo". </div><div><br /></div><div>Por supuesto, el duque tomó nota de los principales cabecillas y mandó ahorcar a algunos, y a otros los envió a galeras o al presidio. El ejército prosiguió hacia el este por la línea de costa y tomó el 12 de agosto el fuerte de San Julián, en Oeiras, y el 23 caía la torre de Belém, tras un breve bombardeo. Por su parte, Bazán había solicitado la rendición de Lisboa, pero el alcalde, presionado por el Prior de Crato, se negó. Alba, que no deseaba atacar Lisboa, comprendió que la única opción que le quedaba era derrotar al enemigo por la fuerza de las armas. El Prior de Crato sabía que sus posibilidades solo pasaban por derrotar a los españoles en una batalla fuera de los muros de Lisboa, y eligió el arroyo de Alcántara para ello. Era un pequeño arroyo, situado a unos 10 kilómetros al oeste de Lisboa, que desembocaba en el Tajo y que en esa época estival apenas llevaba algo de agua. Las tropas portuguesas, comandadas por el conde de Vimioso, sumaban cerca de 10.000 infantes con poca o ninguna experiencia en el combate, algo más de 2.000 caballos y una treintena de cañones. </div><div><br /></div><div>Crato confiaba en que su posición, en lo alto del barranco que llevaba las pocas aguas del Alcántara, le proporcionase una ventaja defensiva decisiva, junto con las fortificaciones que habían construido los hombres de Vimioso y un pequeño bosque que le daba cobertura al norte. Pensaba el aspirante al trono portugués que la única manera de sobrepasar sus defensas era por un puente que cruzaba el arroyo, y allí concentró sus mejores tropas, la mayor parte de su caballería y sus cañones. Por su parte, el duque de Alba, aprovechando su ventaja numérica, extendió lo más posible sus líneas, con su hijo ocupando el ala izquierda al frente de la caballería, él, junto al grueso de la fuerza, el centro, y los italianos de Colonna y Spinelli la derecha, con la vista puesta en el puente. A las tres de la mañana del 25 de agosto el duque se despertó y escuchó misa, trasladándose después en camilla, por estar convaleciente, hasta un lugar desde el que dominaba todo el campo de batalla. Tan solo unas horas después, la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/08/batalla-de-alcantara_25.html" target="_blank">Batalla de Alcántara</a> había terminado con una aplastante victoria española y una nueva demostración del genio militar del duque. </div><div><br /></div><div>La victoria en Alcántara le dio una nueva Corona a Felipe II, pero el duque no se hallaba especialmente contento; tal y como relata Maltby, su hijo Hernando le confesaba a Diego de Córdoba que "los muertos han sido más de lo que hubiéramos querido". No es de extrañar, pues el duque no quería derramamiento de sangre portuguesa por considerarlos muy próximos a los españoles. Lisboa se rindió de inmediato y el duque desarrolló una intensa actividad para preparar la llegada del rey a la ciudad, soportando un terrible ataque de gota que le acompañó hasta bien entrado octubre. Para finales de mes, Alba ya intuía que el rey, nuevamente, no iría a Lisboa, esta vez a causa de una epidemia de gripe que azotaba el centro de Portugal y llegaba hasta Badajoz, no obstante, la reina Ana de Austria fallecería el 26 de octubre por dicha causa, causando un hondo pesar al rey, que también había contraído la gripe pero logró recuperarse. </div><div><br /></div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg1yjmc0mnjm-7HBXJnI6lp-l6UdCM1PGLuMueaAKMEZpAyjWt860ka3DBXCwRO8saQDdFpHLZNOiWTJwQkDmuChQw0P9KxqMYfTz4ss18NUg1slkDkS1TVS7vjZyFH-F03pW7aEH2QTMyCFPPyXLx-hn5MmfzuGE38ii82Rfw1QRvBQJH5mf6wmqCJgBUN/s300/Alc%C3%A2ntara.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="228" data-original-width="300" height="304" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg1yjmc0mnjm-7HBXJnI6lp-l6UdCM1PGLuMueaAKMEZpAyjWt860ka3DBXCwRO8saQDdFpHLZNOiWTJwQkDmuChQw0P9KxqMYfTz4ss18NUg1slkDkS1TVS7vjZyFH-F03pW7aEH2QTMyCFPPyXLx-hn5MmfzuGE38ii82Rfw1QRvBQJH5mf6wmqCJgBUN/w400-h304/Alc%C3%A2ntara.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Grabado de la batalla de Alcántara</td></tr></tbody></table><br /><div>No iban a tardar en volver a producirse el choque entre el rey y el duque, el cual estaba seriamente molesto tras el nuevo plantón del rey, como ya había ocurrido trece años antes en los Países Bajos. El envío de un hombre de la confianza de Felipe II para fiscalizar los asuntos de Alba al frente de Portugal, acabaron con la poca paciencia que le quedaba al septuagenario noble. Desde comienzos de diciembre su insistencia para ser licenciado de un cargo que ni pidió ni quería, se volvieron casi diarias, siendo ignoradas por el rey, cuya actitud para con el duque rayaba en lo cruel, no digamos en la ingratitud. El duque hubo de lidiar con un ejército indisciplinado al que había que licenciar, y una población enferma, y así estuvo hasta que Felipe convocó cortes en la localidad de Tomar, a unos 130 kilómetros al norte de Lisboa, las cuales se celebraron en abril de 1581, donde obtuvo el respaldo de los tres estados como rey, pasando a ser Felipe I de Portugal. Mientras tanto, Alba, seguía ejerciendo las funciones de virrey, cada vez más convencido de que nunca regresaría a su casa. </div><div><br /></div><div>El duque pasó sus últimos meses de vida en compañía principalmente de su nuevo confesor, fray Luis de Granada, con quien compartió interminables horas de conversación sobre la fe y la vida. Asentado entre Lisboa y Tomar, Fernando enfermó en el otoño de 1582, aquejado de fuertes fiebres y diarreas constantes, e imposibilitado para comer sólido. Pasó sus últimos momentos en compañía de su amigo y confesor, rezando y dejando una carta a su mujer, la duquesa, la cual fue redactada por Granada y se conserva en la Biblioteca Nacional. El 12 de diciembre de 1582 Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III duque de Alba, El Gran Duque de Alba, fallecía en Tomar, lejos de su casa, sus tierras, y sus seres queridos. Sin duda, fue el militar más brillante de su tiempo, pero no solo eso, fue un gran estadista, un hombre cuyas dotes diplomáticas competían con las bélicas, que ya es decir. Pero sobre todo, fue el general más querido por sus hombres, por los cuales siempre se preocupó más que de sí mismo. Como narra Maltby en su magistral biografía del duque, "cuando murió, endurecidos veteranos, desde Flandes a Portugal, exclamaron: «Ha muerto el padre de los soldados, y lloraron»".</div><div><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div><p><b>Bibliografía: </b></p><p><b>-</b><i>El Gran Duque de Alba </i>(William S. Maltby)</p><p>-<i>Felipe II y la sucesión de Portugal </i>(Alfonso Danvila)</p><p><i>-Comentario de lo sucedido en las Guerras de los Países Bajos </i>(Bernardino de Mendoza)</p><p><i>-El Asedio de Haarlem </i>(Carlos J. Carnicer)</p><p><br /></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgbKKHNDWAAH_IRWIYdqfENZPIZyCFvEDSa72xRR1hbgsdH5ywBYn_dhhzUHpFPY3kfINWvn5Q_iR8p7yn0mBGXAKSnItmPhR_3YBxOKiRdq8y7bghAg7ae1n4IhB0Gdcfd-FatZ6LmhH_Q0HKgCWTZ9HpfKEsw4jOfMJUbNa-GMz4ZVBS5LaQyNNhb2eEE/s640/duque%20Alba1%20estatua.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="640" data-original-width="392" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgbKKHNDWAAH_IRWIYdqfENZPIZyCFvEDSa72xRR1hbgsdH5ywBYn_dhhzUHpFPY3kfINWvn5Q_iR8p7yn0mBGXAKSnItmPhR_3YBxOKiRdq8y7bghAg7ae1n4IhB0Gdcfd-FatZ6LmhH_Q0HKgCWTZ9HpfKEsw4jOfMJUbNa-GMz4ZVBS5LaQyNNhb2eEE/w245-h400/duque%20Alba1%20estatua.jpg" width="245" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Estatua del duque de Alba, ciudadela de Amberes</td></tr></tbody></table><br /><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><br />Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-29114492949307810972023-09-26T09:52:00.003-07:002024-03-02T00:56:51.330-08:00Sitio y Socorro de Fuenterrabía<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjwOG9nZBmp_Ti8HR0TxTJRnU0VUVkyLN3WBrZRVWL3F6sNaYfg9Xeod66klYJeJhb3ZN2N8QkgBQ1SSRZ2w3F9KY_FWpfB65TN1ES6xJKGbA838juYxIuumJS1zWoSA_oYTwfAXJQ6Vt5fLkifEg5Rwg0zAmuqUjocKMCA6OtXBuqWDHojVcPiZc3hmLn/s1280/Fuenterrab%C3%ADa%20en_1638_gravure_allemande.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="875" data-original-width="1280" height="274" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjwOG9nZBmp_Ti8HR0TxTJRnU0VUVkyLN3WBrZRVWL3F6sNaYfg9Xeod66klYJeJhb3ZN2N8QkgBQ1SSRZ2w3F9KY_FWpfB65TN1ES6xJKGbA838juYxIuumJS1zWoSA_oYTwfAXJQ6Vt5fLkifEg5Rwg0zAmuqUjocKMCA6OtXBuqWDHojVcPiZc3hmLn/w400-h274/Fuenterrab%C3%ADa%20en_1638_gravure_allemande.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p>El 1 de julio de 1638 un poderoso ejército francés conducido por el príncipe de Condé atravesaba el Bidasoa y se dirigía a poner cerco a la fronteriza ciudad de Fuenterrabía. Francia trataba así de devolver el golpe de la fracasada invasión española del sur del reino del año anterior, y asestar un golpe en el propio corazón de la Monarquía Española.</p><p>Hasta 1638, Francia no había conseguido grandes logros con su entrada en la Guerra de los Treinta Años, así que para ese año proyectó una campaña centrada en atacar todos los frentes posibles: Italia, Alemania, Flandes y, en esta ocasión, España. Desde el comienzo de la primavera, Richelieu había dispuesto los preparativos para una fuerza de invasión del norte de España que estaría a cargo de Enrique II de Borbón-Condé, príncipe de Condé. Puestas en alerta las autoridades españolas ante un posible golpe del Francés por la parte de Navarra o Guipúzcoa, se designó al V marqués de los Vélez, Pedro Fajardo de Zúñiga y Requesens, para hacerse cargo de Navarra, y a Antonio Gandolfo para la revisión de las plazas fuertes fronterizas de la zona. </p><p>A finales de mayo las noticias de que el príncipe de Condé había designado Dax como su plaza de armas, y había concentrado allí un contingente de 12.000 infantes y 500 caballos, y con intención de reclutar en aquella región una fuerza hasta alcanzar su ejército los 26.000 hombres, inquietaron al marqués, que se aprestó a realizar los preparativos necesarios para repeler una supuesta invasión. Para mediados de junio el conde Agramont había llegado a Hendaya acompañado de 20 compañías de infantería y la armada francesa había desembarcado en la villa abundante artillería, provisiones y más de 500 caballos. El marqués envió aviso a Pamplona para que se fortificase todo lo bien que pudiese y empezó a despachar correos a las poblaciones cercanas para que enviasen todos los hombres disponibles. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p><b>-Los preparativos de la defensa</b></p><p>De igual modo, el Consejo de Estado y de Guerra decidió que el Almirante de Castilla estuviese prevenido para acudir a la defensa de la frontera, ya que la invasión del norte de España parecía inminente. También se dieron instrucciones para llevar a San Sebastián una fuerza de 1.500 infantes irlandeses que Lope de Hoces había traído de la isla hasta Galicia, y se le dieron órdenes para que preparase los buques para el combate. La infantería irlandesa se pondría bajo el gobierno del marqués de Mortara, mientras que el marqués de Torrecuso se haría cargo de las fuerzas de Navarra. Se dispuso que 1.500 arcabuceros que llegaban a Cataluña procedentes de Italia fueran enviados de manera inmediata, y que los corregidores de Calahorra, Alfaro y Logroño acudieran los más prontamente posible a la frontera con las fuerzas que pudieran reunir. </p><p>También se dieron instrucciones al Consejo de Aragón para prepararse para la defensa y mandar, igualmente, los hombres que se necesitasen en caso de entrar la fuerza de invasión por Guipúzcoa o Navarra. En nuevas instrucciones dadas al marqués, el Consejo le encargó la fortificación de la fábrica de armas de Egui, en Navarra, ya que bajo ningún concepto debía caer en manos del enemigo. Se puso en aviso al Consejo de Castilla para tener listas las milicias y se enviaron de manera urgente 50.000 ducados a Navarra y 30.000 a Guipúzcoa. De entre los soldados viejos y capitanes que se hallaban en la Corte, se enviaron a seis capitanes y ocho alféreces a Guipúzcoa, y ocho capitanes y seis alféreces a Navarra, pues hacían falta oficiales veteranos, e incluso se valoró la idea de que el propio rey acudiese hasta allí, pues su presencia sin duda animaría los ánimos de la tropa y, sobre todo, haría que toda la nobleza acudiese tras él. </p><p>Al capitán Francisco de Íbero se le encomendó la tarea de disponer a su gente para vigilar y proteger los valles de Ayezcoa, Salazar y del Roncal, por si el enemigo asomaba por allí, y se guarneció el Burguete, en el Pirineo Navarro, con 1.100 hombres bajo el mando del sargento mayor Andrés Marín. A su vez, se desplegaron tres compañías de infantería bajo el mando del sargento mayor Baltasar de Rada, otros 1.300 hombres más en los valles próximos, y en las Cinco Villas otros 1.500 soldados a las órdenes del sargento mayor Juan de Rada, caballero de la Orden de Santiago. </p><p><b>-La llegada del ejército francés</b></p><p>Mientras tanto, el príncipe de Condé había juntado ya sus fuerzas y se habían detectado partidas de franceses reconociendo algunos pasos en la frontera navarra, pero ante la imposibilidad de penetrar por ellos, dado lo difícil del lugar y las fuerzas defensivas españolas, el ejército francés avanzó hacia el oeste hasta llegar al Bidasoa, descubriéndose por Hendaya el 30 de junio, y llegando a la frontera el 1 de julio. El ejército de Condé se componía de 16.000 infantes y más de 2.000 caballos, y para oponerse a él se hallaba una fuerza de 2.000 hombres mandada por el coronel Diego de Isasi Sarmiento, quien solo pudo plantear una pequeña resistencia antes de tener que retirarse ante la abrumadora superioridad numérica del enemigo. Los franceses cruzaron el Bidasoa por cinco puntos aprovechando la bajamar, y se hicieron ese mismo día con Irún, tomando al día siguiente Oyarzun, Rentería y Lezo, y el día 3, Pasajes, completando así la separación de Fuenterrabía del resto de Guipúzcoa. </p><p>Realizó Condé un amago de dirigirse a San Sebastián, pero la defensa organizada por el corregidor de la Provincia, Juan Chacón, desanimó al general francés, que temía adentrarse demasiado y exponer su ejército, por lo que, tras dejar guarniciones en Pasaje y Lezo, se dirigió sobre Fuenterrabía para reconocer las defensas de la villa y ver por dónde entrar en ella. Mientras tanto, Diego de Isasi reorganizó sus fuerzas en Hernani, a menos de 25 kilómetros de Fuenterrabía, fortificándose allí a la espera de recibir refuerzos con los que atacar, dejando antes en el paso de Astigarraga 500 hombres, que hubieron de emplearse a fondo para evitar que cayera en manos francesas. </p><p>Condé se dirigió entonces al castillo de San Telmo, un castillo situado al norte de la villa y que guardaba la boca del puerto. En su interior solo se encontraban diez soldados y un capitán que, ante la llegada de los franceses, se arrojaron al mar y huyeron a nado hasta la villa. Esta vergonzosa acción no recibió castigo alguno debido a la necesidad de hombres que había en esos momentos, salvando así sus vidas. Con la captura del castillo, Fuenterrabía quedaba completamente aislada. La ciudad había sido fortificada a conciencia en tiempos del emperador Carlos V, construyendo altas murallas de piedra de sillería de 14 pies de grosor y tres poderosos baluartes. En 1598 se le añadió otro baluarte más, en la parte que daba a Francia. La ciudad tenía dos puertas principales, situadas al oeste y al sur de ésta, las cuales contaban con puentes levadizos y revellines, aunque sin fortificaciones exteriores.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgINi7UAIZy-o3IEc3uagGdNsqNacYFVvHwbdSG4NkmU0wzI4SBWh8ZUzy-zXreGMx74C996z9Bzjcq0wOuF_BLF82js9t0R74GP_SfsElmFL9QwU360pjzZuNpPtsQa_Ddq6eGPhDqHNZGhXypDoVjv60f136bXog7J3Hc1XkJIvAsfJ_7qJseGe83ioWn/s499/Fuenterrab%C3%ADa.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="429" data-original-width="499" height="344" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgINi7UAIZy-o3IEc3uagGdNsqNacYFVvHwbdSG4NkmU0wzI4SBWh8ZUzy-zXreGMx74C996z9Bzjcq0wOuF_BLF82js9t0R74GP_SfsElmFL9QwU360pjzZuNpPtsQa_Ddq6eGPhDqHNZGhXypDoVjv60f136bXog7J3Hc1XkJIvAsfJ_7qJseGe83ioWn/w400-h344/Fuenterrab%C3%ADa.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Vista del asedio de Fuenterrabía</td></tr></tbody></table><p>En el momento del asedio se hallaban en Fuenterrabía 700 hombres, entre soldados y civiles, mandados por el capitán bilbaíno Domingo de Eguía. Eran estos hombres de gran valor y arrojo, acostumbrados a los rigores de la vida en la frontera y del clima de la región, así que, cuando el 30 de junio se vio a la vanguardia del enemigo asomar por Hendaya, celebraron la corrida de toros que cada año por esas fechas celebraban. Contaban con abundante munición, pólvora y artillería, así como provisiones, dada la previsión y la buena labor logística que se había desempeñado en las fechas previas a la llegada de los franceses.</p><p>Antes de que los franceses completaran el cerco, un pequeño auxilio consiguió entrar en la villa. Se trataba del capitán Domingo de Osoro, que pasaría a ser sargento mayor de la plaza, y de los capitanes Martín de Elizalde, que llevaba con él 50 infantes procedentes de Tolosa, y Francisco López de Ondarroa, con otros 22 infantes procedentes de Azpeitia. El capitán Eguía dividió a sus hombres en cinco compañías y los repartió por distintos puntos de la ciudad, quedándose él en el palacio del gobernador, por poder acudir desde ahí a cualquier punto en el que hiciera falta su presencia. La defensa del Baluarte de la Reina fue encargada a la compañía del capitán Juan de Beaumont; la defensa de la Puerta de Santa María, situada al sur, corría a cargo de la compañía del capitán Juan Garcés. </p><p>Esteban de Lesaca, alférez de la compañía del capitán García de Alvarado, estaba al cargo junto a sus hombres del baluarte nuevo; el revellín de la estacada estaba defendido por la compañía del capitán Juan de Esain, mientras que los hombres de Martín de Elizalde se encargaron de defender el Baluarte de San Felipe. Por su parte, la gente de López de Ondarroa cubrió el cubillo que cae desde la estacada de San Felipe, el Baluarte de Leyva y el cubo de la Magdalena, y el capitán Diego de Butrón, alcalde de Fuenterrabía, se encargó junto a sus hombres de la parte del lienzo más expuesto. La artillería quedó bajo el mando del capitán Juan de Urbina. Desde la Corte varios nobles partieron para allá, pero por expreso deseo del rey se les detuvo a su llegada a Burgos, ya que podían ser necesitados en otras acciones.</p><p>Las noticias que llegaban a la Corte eran alarmantes; el príncipe de Condé llevaba órdenes de tomar Fuenterrabía en ocho días, en otro ocho tomar San Sebastián, y después hacerse con Navarra, por lo que se "echó bando en toda España, que cuantos hubiesen vencido sueldo del Rey partiesen a la provincia de Guipúzcoa en esta ocasión, con pena de vida si no lo cumplían, dando a cada uno de los que partían de la Corte dos pagas". Solo desde la Corte acudieron más de 500, entre ellos muchos nobles, que quedaron bajo el mando del Almirante de Castilla, que se hallaba preparando su partida inminente, llevando con él al maestre de campo Miguel Pérez de Egea, eminencia en materia de fortificaciones, para que se encerrase en Fuenterrabía y se hiciese cargo como gobernador de la plaza. También partía con ellos el maestre Carlo Guasco, y se envió correo urgente para que Lope de Hoces acelerase su partida desde La Coruña.</p><p>Alonso Idiáquez, con las embarcaciones que había logrado sacar del puerto de Pasajes antes de que éste fuera tomado por los franceses, intentó meter gente en la plaza por mar, mientras que Diego de Isasi le hacía la guerrilla al Francés con los pocos medios de los que disponía. Por su parte, desde Cataluña partió el maestre de campo general Gerónimo Roo con 1.400 de la Coronelía del Rey, con el Regimiento del marqués de la Hinojosa, 1.400 hombres de la armada, 300 napolitanos y cuatro compañías de caballos, rumbo a Guipúzcoa. Mientras esto ocurría, los franceses habían ocupado la colina de nuestra señora de Guadalupe, y doce navíos cerraban la entrada a la ría para el día 4 . Los ramales que iban abriendo para llegar por las trincheras al foso, hicieron que los defensores tapiaran con arena la puerta de Santa María, a la vez que una chalupa llegaba con 170 hombres procedentes de Tolosa y Azpeitia bajo las órdenes del alférez Miguel de Ubilla. </p><p>El 6 de julio 40 españoles a las órdenes del sargento Chacón realizaron una salida de la plaza y atacaron las trincheras enemigas, matando a más de 20 enemigos, incluyendo al ingeniero que planificaba la disposición de las trincheras. Para el 11 de julio se hizo otra salida, estaba vez a cargo del capitán Beaumont al mando de 150 hombres, y que causó grandes destrozos en las fortificaciones francesas, matando a muchos enemigos. El 13 de julio entró un nuevo auxilio en Fuenterrabía. Eran 150 irlandeses bajo el mando del maestre Miguel Pérez de Egea, y cuatro españoles reformados: el capitán Gerónimo de Gibaja, Agustín de Valencia, y los alféreces Juan de Roa y Alonso de Vergara, para júbilo de los defensores que seguían disparando su artillería mientras los proyectiles enemigos descargaban contra los muros de la ciudad. </p><p>El 14 de julio, con los franceses a tan solo 40 pies del foso, se hizo otra salida con 400 escogidos hombres, causando mucho daño en las obras del enemigo y matando a muchos franceses, perdiéndose por la parte española 22 hombres, entre muertos y heridos. Desde ese momento, el príncipe de Condé ordenó lanzar bombas sobre la ciudad, habiendo días que se lanzaban hasta 20 de estos artefactos que hacían serios daños en el interior de la plaza, todo ello sin que cesase el fuego de sus cañones, que batían la muralla sin piedad, la cual era reparada con notable éxito por los defensores durante la noche. El 24 de julio, aprovechando una fuerte tormenta, el alférez Juan de Roa salió con 40 hombres y pudo matar a varios enemigos, pero la felicidad de los españoles no duró demasiado, ya que una explosión de unos barriles de pólvora voló los cuarteles y mató a casi una treintena de defensores. </p><p>La noche del 26 de julio los franceses habían llegado a los muros por la parte del cubo de la Magdalena, pero una lluvia de proyectiles, agua hirviendo y piedras los desalojó de sus posiciones, muriendo muchos de ellos. Diego de Isasi, viendo lo comprometida que era la situación en Fuenterrabía, mandó al sargento mayor Pedro Vélez de Medrano tomar Pasajes con mil hombres repartidos en cuatro trozos, mientras que Miguel de Verroiz, con otros mil hombres, cerraría el posible auxilio francés en Rentería. Los franceses, prevenidos de esta acción, fueron conveniente reforzados y la empresa no se pudo llevar a cabo, perdiendo los españoles en aquella acción 150 hombres. Justo por esas fechas llegó el Almirante de Castilla con mucha nobleza y soldados distinguidos a Tolosa, dando aviso a los sitiados de ello. </p><p>Se celebró consejo y, dado que la gente enviada desde Cataluña no había llegado, y dado lo numeroso que era el ejército francés, se estimó que Alonso Idiáquez debía meter un socorro en la plaza con varias pinazas y barcos de corso, así como siete bajeles. Justo cuando se iba a partir, se avistó una armada de 37 buques bajo el mando de Henri d'Escobleau de Sordis, arzobispo de Burdeos. Aun así, Idiáquez no dudó en intentarlo, pero la marea baja no le permitió navegar más pegado a la costa y fue descubierto, debiendo volverse por donde había venido. El 5 de agosto, con los defensores bajo mínimos en cuanto a munición y pólvora se refiere, un nuevo auxilio intentó entrar en la plaza, aunque solo 75 hombres lo consiguieron. Con todo, los ánimos de los defensores crecieron al recibir varias cartas, entre ellas una del propio rey, anunciándoles un inminente socorro, y loando el valor y la gallardía con la que estaban combatiendo la gente de la "muy noble y muy leal Villa de Fuenterrabía", tal y como figuraba en dicha carta. </p><p>El Almirante de Castilla iba formando poco a poco su ejército, a la espera de que llegasen los hombres procedentes de Cataluña. Por esas fechas se tuvo conocimiento de un intento de invasión francesa con 6.000 infantes y 500 caballos por la villa de Bera, en Navarra, pero los milicianos y los soldados que se habían desplegado en la frontera, junto con los vecinos de las localidades, destrozaron la retaguardia del Francés, quitándole todas las municiones y provisiones que llevaba, y matándole a muchos soldados. Para el día 8 de agosto la situación era tan comprometida que se resolvió hacer una nueva salida, esta vez con 200 hombres, y retrasar lo máximo posible los trabajos de asedio de los franceses. Esta acción fue todo un éxito, y los franceses tuvieron que abandonar sus puesto avanzados tras perder decenas de hombres. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRuJOO834j-DatVdoaGTVia4pk7-nru3gWCKroo5aybPPT-pbNUN5BOeMPEqPxNTgHJdIindcdGyy5NgfnqSb9v099G4MiOB-dixmfOqi7X6SK5Rc-_5Rde4-joB89Q6QC93BebNkjYIm0mcswjJt071zi2njkvK8KJPWA_mKx7DQ1CYgTzmmOYlM4UAIT/s512/Fuenterrabia%20de%201638.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="314" data-original-width="512" height="245" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRuJOO834j-DatVdoaGTVia4pk7-nru3gWCKroo5aybPPT-pbNUN5BOeMPEqPxNTgHJdIindcdGyy5NgfnqSb9v099G4MiOB-dixmfOqi7X6SK5Rc-_5Rde4-joB89Q6QC93BebNkjYIm0mcswjJt071zi2njkvK8KJPWA_mKx7DQ1CYgTzmmOYlM4UAIT/w400-h245/Fuenterrabia%20de%201638.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Asedio de Fuenterrabía</td></tr></tbody></table><p>Mientras se hallaba reconociendo las defensas, Miguel Pérez de Egea, gobernador de la plaza, fue alcanzado por una bala de mosquete que le atravesó la muñeca y se le introdujo en las tripas, muriendo doce horas después, sucediéndole nuevamente en el cargo el capitán Domingo de Eguía. El día 9 un prisionero les dijo que ya había preparadas varias minas, pero los defensores no le creyeron, aunque ese día se recibieron más de 700 cañonazos, debiendo los civiles y los defensores emplearse a fondo en los trabajos de reparación. Las crónicas cuentan que las mujeres gritaban "¡Quedemos con las murallas solo, y piérdase lo demás, que no importa!". El 14 de agosto los franceses centraron sus baterías en la parte del orejón de la Magdalena, derribando "todo el través de la casamata", mientras las mujeres acudían con municiones para los defensores, atendiéndoles, y ayudando en los trabajos de reparación. </p><p>El 18 de agosto salió uno de los defensores, que era de origen francés, con varias cartas para el Almirante, que exponían lo urgente que era que Fuenterrabía fuese socorrida, y volvió dos días más tarde con la respuesta de éste, en la que se decía que el socorro era cuestión de días. Antes, el día 16, el Almirante había establecido su nuevo cuartel en Astigarraga y sus fuerzas sumaban ya 7.000 infantes, faltando aún el tan ansiado refuerzo procedente de Cataluña. En Astigarraga recibiría las noticias de que el marqués de los Vélez llegaría a Oyarzun con 5.000 hombres el día 22 de agosto, desde donde intentaría desalojar a los franceses de Pasajes. Pero los franceses se habían retirado de esa villa, así como de Lezo y Rentería, posiblemente para reforzar el asedio al que Condé sometía Fuenterrabía, así que el marqués de Mortara dejó 400 hombres de su tercio repartidos por esas villas, junto con gente de San Sebastián.</p><p>Unidas ya las fuerzas del marqués de los Vélez y del Almirante de Castilla en Oyarzun el día 22, éste último ordenó al marqués de Mortara que fuera con su tercio, el tercio de irlandeses y 200 mosqueteros a vista de Fuenterrabía, para infundir ánimos a los defensores. También ordenó a Guasco y a Diego Caballero que reconocieran los puestos que el enemigo tenía en el monte Jaizquibel, que se extendía de oeste a este desde Pasajes hasta Fuenterrabía, informando éstos que se podían ocupar. Se lanzó el marqués entonces a tomar esas posiciones, pero fue descubierto por una guarnición de 200 mosqueteros a los que acometió con sus fuerzas poniéndolas en fuga. Los huidos dieron el aviso al cuartel general, y Condé mandó tocar arma, haciendo lo mismo el marqués, y lanzando los defensores de la plaza una salva en homenaje al socorro. El marqués volvió a acometer al enemigo, esta vez contando con mayor número de hombres, y logró desalojarlo del fuerte que había construido en la ermita de Santa Bárbara. </p><p>Mientras tanto, la escuadra de Lope de Hoces llegó desde Coruña, pero estando cerrado el puerto de Fuenterrabía por la armada del arzobispo de Burdeos, se internó en el puerto de Guetaria para esperar a la escuadra que debía traer Francisco Mexía. Pero el 22 de agosto el arzobispo acudió a Guetaria con varias decenas de buques, incluyendo 6 brulotes holandeses, para acabar con la amenaza que suponía la escuadra de Lope de Hoces. Primero se combatió con la artillería de los buques, y viendo el arzobispo que no podía vencer de aquella manera, y aprovechando el viento a favor, ordenó lanzar los brulotes contra los buques españoles. Se quemaron 12 navíos y también se perdieron muchas vidas, incluyendo las de los generales Juan Bravo de Hoyos, el almirante de la escuadra de Galicia, Juan Pardo de Osorio, y los almirantes Pedro de Marquintana y Alonso de Mesa. Tras estos nefastos sucesos, se decidió poner una cadena en el puerto de Pasajes y traer artillería desde San Sebastián para su defensa, quedando al frente de ella el sargento mayor Miguel de Beroiz. </p><p>Llegó en esos días, procedente de Cataluña, el <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2023/07/regimiento-de-guardias-de-infanteria-de.html" target="_blank">Regimiento de la Guardia del Rey</a>, que pasaría a estar bajo el mando del marqués de Mortara. Llegó también el maestre de campo Gerónimo Roo, 300 hombres del Regimiento del conde de Aguilar, varios infantes escogidos del Tercio de Leonardo de Moles y otros 500 hombres más procedentes de la Armada Real bajo el mando del capitán Antonio de Salamanca. Celebró entonces consejo el Almirante de Castilla con los marqueses de Mortara, Torrecuso y de los Vélez, y el maestre Gerónimo Roo. Entretanto, los franceses seguían con los trabajos de asedio y tenían preparada una mina muy cerca del muro, por lo que el acalde Diego de Butrón, junto con varios hombres, estuvo trabajando en la contramina sin descanso, pero los franceses lograron prenderla. La explosión fue devastadora, sobre todo para los sitiadores, ya que el fuego se volvió contra ellos matando a muchos soldados. En cuanto a los defensores, murieron los siete hombres que estaban con las labores del contraminado, pero el muro resistió y la brecha fue insuficiente.</p><p>Pero los franceses no desistieron en su empeño y realizaron nuevos trabajos de minado, pero el 25 de agosto se pudo desbaratar por los defensores. El día 26, los hombres del alférez Lesaca consiguieron acabar con varias decenas de franceses a mosquetazos desde los muros de la ciudad, pero el 27, y dado el estado en que se encontraba la zona del baluarte de la Reina, se comenzó con la retirada de esos puestos, ayudando las mujeres a cubrir con arena la zona; unos trabajos que duraron tres días. El 30 de agosto envió el príncipe de Condé a una emisario para ofrecer las condiciones de capitulación a los defensores, dado el avanzado estado de las minas francesas. El maestre Domingo de Eguía, como gobernador de la plaza, contestó al enemigo diciendo que "hemos resulto que vuestra Alteza vuele las minas cuando mandare, y disponga en ellas y lo demás como le pareciere, que aquí estamos resueltos a resistir y hacer lo que se debe a lealísimos vasallo de nuestro Rey y Señor Don Felipe IV (que Dios guarde), en cuyo real nombre y servicio, en defensa de esta plaza, todos, mujeres e hijos estamos dispuestos a morir antes que entregarla a vuestra Alteza, ni a otro que tuviese el gobierno de las armas del Cristianísimo Rey de Francia; y en orden a ello vuestra Alteza lo que fuere servido. Guarde Dios a vuestra Alteza felices años".</p><p>El tiempo, mientras, jugaba a favor de los defensores. Las fuertes lluvias de últimos días de agosto retrasaron los trabajos de asedio y permitieron a los españoles abastecerse de agua, de la que estaban escasos. Además, el 31 se colocó en el centro de la plaza un cañón de 40 libras apuntando hacia el baluarte de la Reina, por si el enemigo abría brecha por ahí. El 1 de septiembre voló una mina francesa, volando casi todo el frente del baluarte, y los defensores se echaron sobre la muralla y sobre la contramina, combatiendo con mucha decisión los irlandeses. Ante la desesperada situación de los sitiados, el Almirante de Castilla, tras debatir en consejo, consideró que era necesario cargar contra las líneas de asedio con todo el ejército, aun a riesgo de perderse, lo cual conllevaría la pérdida seguro de la provincia, y quien sabe si de Navarra también. </p><p>De este modo, se ordenó a Pedro Girón ir hacia el cuartel francés de Irún con 2.000 hombres, mientras que el maestre Antonio de Espejo descendería por la falda del Jaizquibel que desemboca en Irún, con 1.500 hombres para caer sobre los cuarteles que tenían los franceses a los pies del monte. El marqués de Mortara llevaría la vanguardia del ejército, cargando de frente contra Irún, siguiéndole el resto de la fuerza, que estaba formada en nueve escuadrones. La noche del 2 de septiembre una fuerte tormenta se desató en la zona, ahogándose muchos caballos y huyendo bastantes soldados bisoños. Palafox afirma que fueron 7.000 infantes los que huyeron, aunque es probable que fueran bastantes menos, y se envió al marqués de Torrecuso a las poblaciones locales a lograr traer cuantos se pudieran, no siendo posible juntar nada más que unos pocos cientos de ellos. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEixNEnXvixVpUWpKw7aOHAs7Qqo7njiCwZll4ZBtrmZdBfk0oJklgW-pt3mxGoOb2vhv77BIDlQfGSplZbjrp52m-cXFJ0xgCiV0Ub1NnNbFdHB5NRYrec4SxkGlMffvcC0C9AylIkPHb7NFFPtXgvZbLCV8w5pN5gzjLZCe5KMelMKMqLIhO8XsV9fyp_6/s1280/Fuenterrab%C3%ADa%20en_1638_gravure_allemande.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="875" data-original-width="1280" height="274" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEixNEnXvixVpUWpKw7aOHAs7Qqo7njiCwZll4ZBtrmZdBfk0oJklgW-pt3mxGoOb2vhv77BIDlQfGSplZbjrp52m-cXFJ0xgCiV0Ub1NnNbFdHB5NRYrec4SxkGlMffvcC0C9AylIkPHb7NFFPtXgvZbLCV8w5pN5gzjLZCe5KMelMKMqLIhO8XsV9fyp_6/w400-h274/Fuenterrab%C3%ADa%20en_1638_gravure_allemande.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Grabado de Fuenterrabía. Asedio de 1638</td></tr></tbody></table><p>El 3 de septiembre, en vista del roto que las inclemencias del tiempo habían hecho en el ejército de socorro, y la preparación de dos minas para volar los muros de la plaza, se envió una nueva carta de rendición a los defensores de Fuenterrabía. El alcalde Diego de Butrón, ante los titubeos de algunos defensores, amenazó con matar con sus propias manos a aquellos que pretendiesen rendirse, y que aún tenían balas suficientes para enfrentarse a los franceses, y que cuando se acabasen disponía de 18.000 reales de a ocho para convertirlos en más balas. En la carta de contestación se advertía a los sitiadores que "para defender la plaza no se necesita socorro alguna de gente, ni municiones de fuera, ni se aguarda a ninguno, y que su Alteza puede dar los asaltos que fuere servido, que aquí estamos resueltos a aguardarlos". </p><p>El príncipe de Condé ordenó el volado de las dos minas, las cuales hicieron explosión el día 4 a las 5 de la mañana, volando parte de la muralla, y quedando una brecha bastante amplia como para lanzar un ataque. Así, una treintena de franceses se lanzaron a subir el terraplén que los defensores habían construido tras los muros, pero fueron acribillados a balazos y pedradas por los españoles. Tras esto, otras dos compañías francesas se lanzaron al asalto, pero la determinación del sargento mayor Osoro y del capitán Juan de Esain, que murió en unos combates que duraron cuatro horas, y de otros muchos defensores que se decidieron a defender la brecha, resultó decisivo en el éxito de la defensa, en la que los españoles quedaron expuestos a las baterías y a las trincheras enemigas. La heroicidad de los defensores resulta casi inimaginable, en unos combates a cara de perro en el que las mujeres de la villa también participaban llevando cabos encendidos a los muros donde peleaban los defensores, balas, pólvora y picas. </p><p>En esos combates perdieron la vida 20 defensores españoles, quedando otros12 mutilados, y perdiendo los franceses unos 150 hombres en aquel asalto. El día 5 los franceses lo dedicaron a reorganizar sus fuerzas, y el 6 por la mañana lanzaron un nuevo asalto a la brecha. Nuevamente el sargento mayor Osoro se distinguió, yendo el primero a pelear con el enemigo y exponiéndose tanto, que las crónicas afirman que recibió 16 mosquetazos, aunque ninguno grave, y pudo seguir peleando para el tercer asalto que los franceses lanzaron. Osoro, acompañado de seis coseletes de Tolosa, mató a la primera partida de enemigos que asomó a la brecha, e hirió al coronel que mandaba el asalto. También se distinguieron notablemente los irlandeses. Los combates prosiguieron en la plaza, donde los defensores habían levantado unas defensas bastante considerables y, saliendo de ellas en varias ocasiones, acabaron con la vida de muchos enemigos. </p><p>En estos combates se distinguieron el cabo de escuadra de la gente de Fuenterrabía, Pedro de Iburruzteta, Diego de Miranda, Tomás de Arsu, Antonio de Belui, Marín de Alberro y Joanes de Argaiz. Desde los restos del baluarte de la Reina, el capitán Juan de Urbina junto a varios de sus hombres, se empleó a fondo para dar cobertura a los defensores de la plaza. En los muros se encaramaron unas cuantas decenas de muchachos de entre 13 y 15 años, disparando arcabuces y tirando todo lo que podían a los asaltantes. Uno de esos jóvenes, Alonso del Moral, logró acabar con la vida de más de 30 franceses al arrojar una bomba sobre ellos. Ante la enconada defensa de los de Fuenterrabía, el marqués de Mortara se lanzó contra las posiciones más expuestas del ejército de Condé, por lo que éste no puedo seguir enviando gente para el asalto. Al final del día el enemigo contaba más de 300 muertos, entre ellos 4 capitanes y gente distinguida. </p><p>Esa misma noche el Almirante de Castilla decidió que se atacaría al día siguiente con lo que se tuviera, ordenando al marqués de Torrecuso que se fuera acercando a las posiciones francesas con 2.500 hombres procedentes del Regimiento del conde de Aguilar, de la armada, de los napolitanos de Leonardo Moles y del Tercio de navarros de de Fausto de Lodosa. La misma orden recibió el marqués de Mortara, que con sus 2.500 hombres, incluidos los del Regimiento de la Guardia del Rey y los irlandeses, debía descender el Jaizquibel y atacar al enemigo por el norte de Irún, mientras que los tercios de Pedro Girón y de Sebastián Granero harían lo propio desde el oeste. El resto del ejército, unos 5.500 infantes, quedaron mandados por el maestre de campo general Gerónimo Roo, y en él iba el Almirante, el marqués de los Vélez, y demás nobles. El ataque se lanzó el día 7 por la mañana, y el primero en romper las líneas defensivas francesas fue el marqués de Torrecuso, tras tres duros ataques sobre ellas. </p><p>Por el flanco izquierdo cargó el marqués de Mortara con tal ímpetu que logró juntarse con la gente de Torrecuso y ocupar las trincheras enemigas. La caballería francesa trató de desalojarlos de su recientemente conquistada posición, pero los infantes españoles se mantuvieron firmes y la caballería del comisario general Juan de Terrazas hizo el resto. En ese momento llegó el grueso del ejército, que Roo había formado en tres batallones, y se abalanzó sobre los cuarteles de los franceses, que nada pudieron hacer ante el empuje de los atacantes. En este punto, el príncipe de Condé juzgó prudente retirarse ante la inminente derrota, huyendo en barca hasta el puerto de Socoa, en San Juan de Luz, dejando tras de sí más de 3.500 compatriotas suyos muertos, incluyendo los que se ahogaron intentando escapar. Los restos del maltrecho ejército francés lograron escapar hasta Francia por el paso de Beobia amparados en la oscuridad de la noche. </p><p>El ejército de Condé había perdido más de 50 banderas, 23 piezas de artillería, todo su bagaje, y sus municiones y bastimentos. También todo el dinero, ropas, alhajas, plata e incluso las órdenes de su rey, y más de 2.000 de sus hombres quedaron presos. Por su parte, el ejército del Almirante de Castilla contó un centenar de muertos y otros tantos heridos. En Fuenterrabía se dejaron la vida 300 defensores, y más de 1.700 enemigos. Sus muros recibieron 11.000 cañonazos, 400 bombas y aguantaron la voladura de seis minas. El fracaso del asedio de Fuenterrabía fue un mazazo para las pretensiones de Richelieu, quien daba por hecho la toma de la plaza, y ansiaba fortificarla a toda prisa para convertirla en base desde la que lanzar operaciones contra España, tal y como aseguraba en una carta enviada a Condé el 23 de agosto, la cual iba acompañada de 40.000 libras para tal propósito. Por aquella heroica defensa, la ciudad recibió el título de "muy noble, muy leal, muy valerosa y muy siempre fiel".</p><p><b>Bibliografía: </b></p><p><i>-Sitio y socorro de Fuenterrabía y otros sucesos del año de 1638 </i>(Juan de Palafox y Mendoza)</p><p><i>-Sitio de Fuenterrabía </i>(Manuel Silvestre de Arlegui)</p><p>-<i>Con Balas de Plata. 1631-1640 </i>(Antonio Gómez)</p><p><br /></p><p><i>-</i></p>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-1096172073186763192023-08-29T08:54:00.003-07:002023-09-21T09:17:50.622-07:00Las Campañas de Farnesio en Flandes. De Gembloux a Maastricht<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDrWDlnMnUFKjnaNY23r3dzem1BLlOFSYGUzJ4WNeVAR7IB6rD-QQQSUnbP2V6Q4Rikba5MZvG63i8JICSp5ThxEckZhR9cJc9_5m9oHQTOu0cBmyj6arAwJSEbtZpMGKaHDo6i11WJiJh0m8RSOJWUl8xQEkTKQS_nUpRtF9DPbTPi7aXaKZJjUCklIBt/s644/farnesio-adulto--644x362.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="362" data-original-width="644" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDrWDlnMnUFKjnaNY23r3dzem1BLlOFSYGUzJ4WNeVAR7IB6rD-QQQSUnbP2V6Q4Rikba5MZvG63i8JICSp5ThxEckZhR9cJc9_5m9oHQTOu0cBmyj6arAwJSEbtZpMGKaHDo6i11WJiJh0m8RSOJWUl8xQEkTKQS_nUpRtF9DPbTPi7aXaKZJjUCklIBt/w400-h225/farnesio-adulto--644x362.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p>Habían transcurrido ya seis años desde la gran victoria católica contra el Turco en la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/search?q=lepanto" target="_blank">Batalla de Lepanto</a> y el ardor guerrero de Alejandro Farnesio se volvía cada vez más difícil de contener, más aún tras la muerte de su mujer, María de Portugal, princesa de Parma. El joven príncipe ardía en deseos de acompañar a su tío don Juan de Austria, que había sido nombrado gobernador de los Países Bajos, y ayudarle en la complicada situación en la que se encontraba. Don Juan había tenido que huir de Bruselas el 13 de junio de 1577, ante las graves informaciones de un complot para asesinarle, y hacerse con el castillo de Namur, donde se refugiaría con los que aún le eran leales. El 15 de agosto don Juan, en una emotiva carta, solicitó el regreso de los soldados españoles, que habían abandonado los Países Bajos en virtud de los acuerdos alcanzados en la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/search?q=edicto+perpetuo" target="_blank">Paz de Gante y el Edicto Perpetuo</a>. De igual forma, solicitó la llegada de su querido sobrino, Alejandro Farnesio. </p><p>Unas semanas antes, el 30 de junio, y con su esposa recién fallecida, Farnesio solicitó al rey que le emplease en algún "servicio". Tenía en mente el de Parma acudir a Flandes o embarcarse en la aventura que el rey Sebastián I de Portugal preparaba: la conquista del norte de África. Pero don Juan le reclamaba ante el rey Felipe II, y el 29 de agosto escribió a Farnesio solicitando que acudiese a Flandes a la mayor brevedad posible. Geoffrey Parker en su obra <i>Felipe II, la biografía definitiva, </i>apunta que en reunión del Consejo de Estado, el consejero Quiroga indicó al rey que "el príncipe de Parma estarían bien con el señor don Juan y podría ayudarle mucho", y además expuso el argumento que acabó de convencer al rey: "y lo que más importa es que si el señor don Juan faltas, no quedaría aquello desamparado como cuando murió el comendador mayor (Luis de Requesens), que ha sido la causa de venir a estos términos". </p><p>La situación en Flandes era crítica, tal es así, que don Juan había escrito el 15 de agosto una sentida carta en la que reclamaba la vuelta urgente de los infantes españoles. "A los magníficos, amados, y amigos míos, los capitanes y soldados de la mía infantería española que salió de los Estados de Flandes [...] Venid pues, amigos míos, mirad que no solo aguardo yo, sino también las iglesias, monasterios, religiosos y católicos cristianos, que tienen a su enemigo presente, con el cuchillo en la mano, y no os detenga el interés de lo mucho o poco que se os dejaré de pagar, pues será cosa muy ajena de vuestro valor preferir eso, que es miseria, a una ocasión donde con servir tanto a Dios y a S. M. podréis acrecentar la fama de vuestras hazañas, ganando perpetuo nombre de defensores de la fe". Y concluía don Juan con una última arenga: "a todos ruego que vengáis con la menor ropa y bagaje que pudiereis, que llegados acá no os faltarán de vuestros enemigos".<span></span></p><a name='more'></a> <p></p><p>El 11 de noviembre Farnesio era informado por el marqués de Ayamonte, gobernador de Milán, de que el rey había dispuesto su marcha a Flandes para ayudar a su tío en todo cuanto pudiera. De este modo, el 5 de diciembre de 1577 Alejandro salía de Parma junto a un pequeño séquito, haciéndose pasar por el criado del capitán Pedro de Castro, parando unos días en Turín para visitar a Manuel Filiberto de Saboya, el héroe de la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/08/batalla-de-san-quintin.html" target="_blank">Batalla de San Quintín</a>. Mientras tanto, Felipe II tenía serias dudas sobre la capacidad de su hermano para recuperar el control de los Países Bajos, por lo que barajó la opción de hacer que su hermana, y madre de Alejandro, Margarita de Parma, volviese a hacerse con las riendas del gobierno junto al cardenal Granvela. Pero el nombramiento del archiduque Matías de Austria como gobernador por parte de los Estados Generales hizo que el rey cambiase de opinión. <span></span></p><p>El 17 de diciembre llegó Farnesio a Luxemburgo y pudo reunirse con don Juan, que se hallaba con gran deterioro de salud, algo que no impidió su alegría al ver a su sobrino. Éste rechazó el mando de la caballería, pues consideraba que debía recaer en Octavio Gonzaga, y también una paga de mil ducados mensuales. No solo llegó Farnesio, también lo hicieron las tropas españolas. Los primeros en llegar fueron un contingente de 300 soldados españoles que se hallaban en Francia como mercenarios. El resto, conducidos por el mítico maestre de campo <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2019/11/guerreros-julian-romero.html" target="_blank">Julián Romero</a>, que murió durante el viaje a Flandes a los 59 años de edad, llegaron casi a la par que Alejandro. Dos tercios de infantes españoles; el de Sicilia, antiguo tercio de Julián Romero que ahora mandaba Francisco Valdés, y el de Lombardía, cuyo maestre era Hernando de Toledo. Para finales de 1577, y según nómina del Ejército de Flandes, éste estaba compuesto por 20.736 infantes, de los que 4.790 eran españoles, y 2.610 caballos, de los que 400 eran hombres de armas. </p><p>El príncipe de Parma no perdió el tiempo y su primera misión fue salir al encuentro del señor de Hierges, Gilles de Berlaymont, que acudía con 4.000 hombres desde Roermond, que se encontraba bajo asedio de las fuerzas rebeldes del conde de Hollack. La plaza estaba defendida por el gallardo barón de Pollweiler o, como se le conocía por los españoles, Polbeyra. La tenaz defensa y la llegada de la fuerza de Berlaymont forzaron a Hollack a levantar el sitio y huir, aunque en la persecución perdió gran cantidades de hombres y todo su tren de artillería y municiones. Farnesio se reunión con don Juan en Marche-en-Famenne, donde se celebró un consejo de guerra y se decidió plantar batalla al ejército de los Estados Generales que estaba acampado en las proximidades de Namur. El principal argumento para tal acción era evitar la unión del ejército rebelde con las tropas que traía el elector Casimiro desde Alemania. </p><p>El 25 de enero de 1578 el gobernador publicó un edicto donde exponía las razones para ir a la guerra contra los Estados y ofrecía un perdón general en caso de rendición. Don Juan contó también con el apoyo del papa Gregorio XIII, que le envió un estandarte en el que se había bordado la frase <i>In hoc signo vici turcos, in hoc haereticos vincam</i>, es decir, con este signo vencía a los turcos, con este signo venceré a los herejes. El papa incluso publicó una bula otorgando el perdón de los pecados a quienes combatieron junto a los realistas contra los herejes. De esta forma el 16 de enero el ejército realista se concentró en Namur. Farnesio y don Juan sabían por sus servicios de espionaje que el competente general rebelde, Maximiliano de Hénin, conde de Bossu, se hallaba junto a Philippe de Lalaing, Robert de Melun y el señor de la Motte, en una boda en Bruselas. </p><p>Así, los jefes del ejército rebelde no estarían presentes si los realistas deseaban atacar, recayendo el mando en Antoine de Goignies, señor de Vendregies, un antiguo comandante que había servido a las ordenes de Felipe II. Mucho se ha especulado con el hecho de que los principales lideres militares de los Estados no estuvieran presentes en Gembloux; lo cierto es que poco después todos pasarían nuevamente a las filas realistas. El ejército rebelde se hallaba en Saint Martin, una localidad situada entre Namur y Gembloux, hacia donde comenzó a replegarse a última hora del día 30 de enero de 1578. A las 7 de la mañana del 31, don Juan celebró consejo; sus exploradores a caballo le habían advertido del movimiento del ejército rebelde hacia Gembloux, por lo que se decidió a salir en su persecución a fin de evitar que pudiera atrincherarse en una plaza tan fuerte. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh3mMKVu98UuKmgZfmsiAWgO3sOYxtvWsZM03b3phl-scSeTB1uBnaUNJ8O8LFQxOn9pktvxr-EBG2UQY08Y8QMnaXDggcrTX8EjgD5zmaf-2Oa05C1NBmWk4VCA5RkpFckrNE0D9DDOvW2R8HHR0w0zh5TFbdMYD4EcnywFiruEfEUGmu_fZDa7kHAr8Ii/s2500/Gembloux.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1584" data-original-width="2500" height="254" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh3mMKVu98UuKmgZfmsiAWgO3sOYxtvWsZM03b3phl-scSeTB1uBnaUNJ8O8LFQxOn9pktvxr-EBG2UQY08Y8QMnaXDggcrTX8EjgD5zmaf-2Oa05C1NBmWk4VCA5RkpFckrNE0D9DDOvW2R8HHR0w0zh5TFbdMYD4EcnywFiruEfEUGmu_fZDa7kHAr8Ii/w400-h254/Gembloux.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Grabado de la batalla de Gembloux</td></tr></tbody></table><p>Decidido a acabar con el ejército rebelde, don Juan envió a parte de su caballería, bajo el mando de Octavio Gonzaga, junto con varias mangas de arcabuceros valones y borgoñones a las órdenes de Alonso de Acosta y del barón de Chevraux, junto con la compañía española del capitán Troncoso y unos cuantos alemanes para cubrir a la caballería. Posteriormente, el propio Farnesio, ante la debilidad de uno de los flancos rebeldes, cargaría en persona junto a varios escuadrones de caballos, lo cual desarbolaría por completo la resistencia del ejército rebelde. La <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2019/01/batalla-de-gembloux.html" target="_blank">Batalla de Gembloux</a> fue un auténtico paseo triunfal de las fuerzas realistas conducidas por don Juan y Alejandro. Los rebeldes contaron entre cinco y siete mil muertos, perdieron 30 banderas de infantería y 4 cornetas, así como todo su bagaje, pertrechos y artillería. </p><p>Gembloux supuso el impulso definitivo al gobierno de don Juan, logrando cambiar el sentido de la guerra, minando profundamente la moral del enemigo, y recuperando la iniciativa perdida tras la muerte de Luis de Requesens. El arrojo mostrado por el príncipe de Parma rayaba en la temeridad, por lo que le valió una pequeña reprimenda de su tío, aunque lejos de arrepentirse, Alejandro le contestó que "<i>no podía llenar el cargo de capitán quien valerosamente no hubiese hecho primero oficio de soldado". </i>Lo cierto es que las noticias de la carga del joven príncipe debieron correr como la pólvora, tal es así que Felipe II le escribió felicitándole por el arrojo y la audacia demostrados en este lance. </p><p>La reacción de Guillermo ante aquella estrepitosa derrota fue la de abandonar Bruselas y buscar refugio en Amberes, algo que hizo acompañado del archiduque Matías. Ahora la cuestión era ver si se atacaba Bruselas o se consolidaban las posiciones realistas en el sur; don Juan decidió lo segundo, seguramente pensando en que sería necesario un largo y costoso asedio, en contra del parecer de Farnesio, que aconsejaba atacar Bruselas aprovechando la desaparición del ejército de los Estados. Don Juan decidió crear dos cuerpos de ejército y concentrar sus ataques en el Brabante; uno bajo las órdenes de Octavio Gonzaga con la misión de tomar Lovaina y Malinas, y otro a las órdenes de Carlos de Berlaymont, barón de Hierges, debería apoderarse de la plaza de Bouvignes. </p><p>Lovaina se entregó sin oponer resistencia. Al aparecer el ejército realista, que había tomado antes la villa de Jodoigne, los habitantes de la ciudad expulsaron a la guarnición de escoceses y permitieron la entrada de don Juan y sus hombres. Por su parte, Berlaymont también tomó Bouvignes, que abrió sus puertas en cuanto los realistas empezaron a colocar los cañones. El 20 de febrero partió Farnesio desde Lovaina con la misión de ocupar Zichem, en el Brabante Flamenco, a unos 30 kilómetros al noreste de Lovaina, y también la plaza de Diest, a 6 kilómetros al este de Zichem, que era el principal objetivo por ser una baronía perteneciente a Guillermo de Orange. De esta forma Alejandro mandó al conde de Meghen adelantarse con su regimiento de alemanes a tomar Zichem, pero la ciudad no quiso capitular, incluso, el gobernador mandó un mensaje desafiante para el rey Felipe. Farnesio no iba a permitir tal afrenta, por lo que plantó los cañones y comenzó a batir los muros de la ciudad. </p><p>Tras el castigo de la artillería los infantes valones atacaron por la parte trasera de la plaza, mientras que los alemanes y loreneses lo hacían por la parte de la puerta. Los combates fueron durísimos, pero la entrada en escena de cuatro compañías de españoles desequilibraron la balanza lo que, unido al ataque valón por la retaguardia, acabaron con la resistencia de los defensores, Los que pudieron salvarse y huir fueron cazados por la caballería, mientras que el gobernador, con unos pocos soldados, se refugió en el castillo. La muerte de los capitanes españoles Diego de Barajas y Pedro de Henríquez, enfureció a los infantes, que se cebaron con la población, debiendo intervenir el propio Farnesio para detener lo que podía haber sido una carnicería. A la mañana siguiente, 25 de febrero, el gobernador y sus hombres rindieron el castillo, pero Farnesio no tuvo clemencia y ordenó la ejecución de todos por haber desafiado la autoridad real y, sobre todo, porque eran soldados que habían sido perdonados en Gembloux y liberados con la condición de no volverse a enfrentar al rey de España. </p><p>Farnesio dejó de guarnición dos compañías valonas y se dirigió a Diest, que después de lo ocurrido en Zichem se entregó sin oponer resistencia alguna. Leau fue la siguiente en caer, situada a medio de camino al sur de Zichem, entregando la plaza y uniéndose una de las compañías que la defendían al ejército realista. El Brabante Flamenco se había tomado en una semana, demostrando Farnesio su genio militar. Además, llegaron refuerzos compuestos por casi 2.000 caballos y 5.000 infantes, incluyendo un tercio de infantería italiana, todo ello bajo las órdenes de Alonso Martínez de Leiva, quien llevaba consigo capitanes de renombre como Diego Hurtado de Mendoza, Pedro de Toledo Osorio o Sabcho de Leyva. Junto al importante contingente militar, llegaban también 200.000 ducados que sirvieron para liquidar las pagas debidas a los soldados. </p><p>Los siguientes objetivos de los realistas eran la plaza de Nivelles, en el Brabante valón, a tan solo 30 kilómetros al sur de Bruselas, y la plaza de Chimay, a 70 kilómetros al sur de Nivelles, en el Henao. El 14 de marzo capituló Nivelles, y Chimay se tomó poco después, además de las plazas de Soignies, Maubeuge, Havré, Beaumont o Roeulx. El rey Felipe reconoció por carta los buenos servicios que prestaba Farnesio, que se estaba forjando ya una merecida fama de reputado comandante y hábil diplomático. El 28 de marzo llegaba a Flandes el <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2020/03/guerreros-lope-de-figueroa-y-su-tercio.html" target="_blank">Tercio de Lope de Figueroa</a> con 4.000 hombres y su primera misión fue participar en la toma de Philippeville, una ciudad situada al norte de Chimay, a medio camino entre ésta y Charleroi. La plaza estaba fuertemente defendida, contando con numerosos cañones y unas murallas fuertes y elevadas. Farnesio y don Juan no juzgaron prudente asaltar los muros directamente y recurrieron al levantamiento de trincheras y la excavación de túneles. Las obras de asedio avanzaban a buen ritmo y, finalmente, el 19 de mayo la ciudad se rindió, uniéndose cuatro compañías al ejército realista. </p><p>Tras empeorar la salud de don Juan, Farnesio continuó con la campaña, cayendo esta vez sobre el ducado de Limburgo, que capituló tras una breve resistencia el 15 de junio, uniéndose buena parte de los defensores a las tropas de Alejandro. Tras esto, mandó a <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/06/cristobal-de-mondragon.html" target="_blank">Cristóbal de Mondragón</a> a tomar Dalhem, una de las pocas plazas en la región que se negó a abrir las puertas a las tropas realistas. Tras un duro bombardeo, los soldados borgoñones lograron entrar en la plaza por la parte trasera de la ciudad, y la saquearon a placer, lo que provocó el enfado de Mondragón. Poco después la favorable situación que tenían los realistas se complicó con las noticias de la posible llegada de un ejército protestante de 12.000 hombres a las órdenes de Juan Casimiro, y la llegada a Mons el 12 de julio de una fuerza de 10.000 infantes y 2.000 caballos que traía al duque de Anjou, hermano del rey de Francia. Por otra parte, se estaba formando un movimiento católico llamado los <i>Malcontentos, </i>contrarios al príncipe de Orange y a los calvinistas. </p><p>Don Juan tenía claro que si las fuerzas de Anjou y de Juan Casimiro lograban unirse a las fuerzas que el conde de Bossu había levantado y concentrado en Malinas, complicaría mucho la campaña de reconquista que estaba llevando a cabo, por lo que se decidió a atacarlas. Farnesio no estaba de acuerdo con esa estrategia, ya que consideraba un peligro exponer al Ejército Real de esa manera, más aún con la amenaza francesa en retaguardia. Pero una vez que se hubo decidido el ataque, y tal y como afirma Famiano Strada, Alejandro solicitó "que se le diese lugar delante de los maestres de campo, en la primera hilera del Escuadrón de los españoles, a quien tocaba el principio a la pelea". Desde la ciudad de Thienen, los realistas partieron, llegando a Rijmenan el 1 de agosto. El ejército de don Juan contaba con 12.000 infantes y 5.000 caballos, mientras que el de los Estados Generales tenía algo más de 17.000 infantes y 7.000 caballos, y se encontraba bien fortificado en su campamento. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6Q1jMVLfOuM3MHtBvAIJT4wvE4eCFxW_1jZD3TG6kLhdbQz1IHOdj01F2oyhZFCudoaPXGBwCsaYHhzIg--UqR3P3odtmMb-Gf-BC7I7XVott-3i0YDDk6Kd5Njv5gV5KMjuf-ktvvkxYa38zeJ_UVxPzWUSGde47HeCUz2egfnxu31znnSkPIyX7Kxu2/s942/Rijmanen.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="628" data-original-width="942" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6Q1jMVLfOuM3MHtBvAIJT4wvE4eCFxW_1jZD3TG6kLhdbQz1IHOdj01F2oyhZFCudoaPXGBwCsaYHhzIg--UqR3P3odtmMb-Gf-BC7I7XVott-3i0YDDk6Kd5Njv5gV5KMjuf-ktvvkxYa38zeJ_UVxPzWUSGde47HeCUz2egfnxu31znnSkPIyX7Kxu2/w400-h266/Rijmanen.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Grabado de la batalla de Rijmenan</td></tr></tbody></table><p>La vanguardia del ejército realista, mandada por Alonso de Leiva, fue enviada para hacer salir de su campamento a los rebeldes del conde de Bossu. Los infantes iban apoyados por 600 hombres de armas y, tras encontrar varias compañías inglesas al mando de John Norris, comenzaron a escaramuzar con ellas. El propio Farnesio acudió allí con la pica en la mano para ponerse al frente de sus hombres, haciendo retroceder a las fuerzas inglesas, que se retiraron prendiendo fuego a varias casas de la villa. Los soldados comenzaron la persecución y mordieron el anzuelo que había puesto el conde de Bossu, encontrándose de frente con todo el ejército de los Estados Generales. Farnesio, consciente de la celada que los protestantes habían tendido, impidió a don Juan enviar al resto del ejército, y consiguió sacar a la mayoría de sus tropas de aquella emboscada, perdiendo 600 hombres en aquella batalla, pero logrando salvar el ejército. Poco después, el 26 de agosto, se unían las fuerzas de Bossu a las de Juan Casimiro. Los rebeldes ocuparon la recientemente conquistada Nivelles y trataron sin éxito de hacerse con Lovaina, firmemente defendida por las tropas borgoñonas del barón de Gibrao. El 16 de septiembre don Juan sufrió un fuerte ataque de fiebre tras la visita a unos soldados convalecientes por la fiebre tifoidea. </p><p>En Namur se detuvo a dos conspiradores ingleses que tenían como misión apuñalar con una daga envenenada a don Juan. Éste, finalmente se trasladó al campamento de Lope de Figueroa, donde el aire era más sano. Enfermo, y con un sentimiento de abandono por parte de su hermano el rey, ya que todas las promesas de envío de dinero no se habían cumplido, convocó el 28 de septiembre a su consejo y capitanes, y les pidió obediencia a Farnesio, su querido sobrino, al que nombró su sucesor. El 1 de octubre a eso de las dos de la tarde acabó muriendo Juan de Austria a la edad de 33 años. El príncipe de Parma escribió al rey informándole de lo ocurrido y pidiendo instrucciones. Igualmente, organizó personalmente el funeral de su amado tío, cuyo cuerpo fue llevado por los miembros del Consejo de Estado, con los soldados de Lope de Figueroa encabezando la procesión. Cinco meses después, el cadáver del joven don Juan, cortado en distintas partes para evitar que fuera apresado por los enemigos, sería llevado al Escorial por orden del rey, encomendando la misión Farnesio a Gabriel Niño de Zúñiga, maestre de campo. </p><p>El ejército realista no atravesaba su mejor momento; afectado por fiebres tifoideas y falto de pagas, se agrupaba principalmente en Bouge, muy próximo a Namur. Mientras, los rebeldes contaban con tres ejércitos y amenazaban con deshacer todo el trabajo realizado por Alejandro y don Juan en los meses anteriores. El 20 de octubre el rey escribió a Alejandro otorgándole el gobierno de los Países Bajos. Contaba por aquel entonces con 33 años y era el militar más dotado en el que podía confiar Felipe II y, además, contaba con el respeto y la admiración de los hombres, cosa muy importante en un momento en que el ejército se encontraba falto de pagas. Mientras tanto, el ejército del duque de Anjou se había puesto en marcha cayendo sobre la plaza de Binche, la cual, tras una férrea y heroica resistencia, en la que los defensores realizaron varias salidas y mataron un gran número de franceses, acabó capitulando a mediados de octubre. </p><p>Tras el luto por la muerte de don Juan, Farnesio escribió a las provincias valonas informándolas de la muerte del gobernador, e instándolas a vuelta a la obediencia al rey de España. El príncipe de Parma pasó al ataque nada más recibir refuerzos traídos por el conde de Altemps y el barón de Pollweiler, unos 6.000 hombres en total. Tras debatir con su consejo de guerra, en el que se encontraban ilustres como Pedro Ernesto de Mansfeld, el conde de Berlaymont, Juan Bautista de Tassis, Octavio Gonzaga o Robles de Billy, decidió que el objetivo sería la ciudad de Maastricht. Al poco de partir hubo de enviar a Billy y Berlaymont con parte de su fuerza para socorrer Deventer, que se hallaba bajo asedio de las fuerzas rebeldes del conde de Renenberg. Pero la ciudad se rindió cuando aún tenía víveres para tres o cuatro semanas, lo que enfureció sobremanera a Farnesio, que se centró de lleno en el objetivo marcado. </p><p>El 15 de diciembre el Regimiento del conde de Altemps deshizo sin muchas dificultades una fuerza de 17 banderas de franceses. Por esa época murió el conde de Bossu, el general más competente de los Estados, por lo que mermó notablemente la dirección de su ejército, que ahora se encontraba bajo el mando de Juan Casimiro, aunque éste no tardó en dejar al ejército en manos de su segundo, Mauricio de Sajonia-Lauenburgo, ya que Guillermo de Orange le había encargado una misión diplomática de suma importancia: viajar a Inglaterra y solicitar a la reina apoyo económico y hombres a cambio de varios puertos. Ya el 23 de enero de 1579 Guillermo logró llevar a buen término las negociaciones con diversas provincias del norte en lo que se conoció como la Unión de Utrecht. Era la reacción a la Unión de Arras, impulsada por Farnesio, y de la que informaba al rey por carta el 9 de enero de 1579, y que sería ratificada por Felipe II el 22 de noviembre de ese año. </p><p>Paralelamente a las negociaciones diplomáticas, Alejandro continuaba con las operaciones militares que, como se ha dicho, tenían como objetivo la toma de Maastricht. Envió al coronel Mondragón para tomar las cercanas plazas de Straelen, Erkelenz y Kerpen, todas al este de Maastricht, asegurando así la margen occidental del Rin, y las comunicaciones con Alemania. El plan era aislar la ciudad de cualquier posible socorro que pudiera venir desde Alemania. Kerpen, la situada más al sur de las tres, fue tomada por Mondragón a mediados de enero tras un asedio de cuatro días y el asalto a sus murallas. El comandante español prosiguió hacia el norte y tomó Erkelenz sin oposición alguna, y poco después Straelen, que también abrió sus puertas. Después el ejército cruzó el Mosa a la altura de Roermond, a algo más de 50 kilómetros al norte de Maastricht, y desde ahí se envió al Tercio de Valdés a tomar la plaza de Weert, a 20 kilómetros al oeste de Roermond, aislando así totalmente Maastricht. </p><p>Tras tomar Weert, el ejército de los Estados se dividió; algunos fueron a Maastricht, otros a Malinas o Amberes, los mercenarios de Juan Casimiro se refugiaron en Bolduque, y los reiters alemanes al servicio de Guillermo fueron hacia Eindhoven, a muy poca distancia al noroeste de Weert. Mandó Farnesio de vanguardia a Octavio Gonzaga con cuatro compañías de arcabuceros a caballo y otras cuatro de hombres de armas, y después fue él mismo en persona con el Tercio de Valdés y cuatro compañías de corazas. A las afueras de Eindhoven interceptó Alejandro a los reiters alemanes y, tras unos breves combates, los puso en fuga en dirección a Turnhout. De ahí, los alemanes bajo el mando de Mauricio siguieron hacia el norte, intentando refugiarse en Bolduque sin éxito, ya que los habitantes de la ciudad no les abrieron las puertas. Mauricio, perseguido por las tropas del príncipe de Parma, envió una desesperada propuesta al general español: se marcharían del país a cambio del abono de las pagas que les debía Guillermo. Alejandro se negó en rotundo, pero les ofreció un salvoconducto para regresar a Alemania. De este modo se libró de un incómodo ejército enemigo. </p><p>A su regreso de Inglaterra Juan Casimiro, descontento por la marcha de los acontecimientos, también volvió a Alemania, abandonando la causa de los Orange. Farnesio se había librado del duque de Anjou y de las fuerzas alemanas, por lo que se podía concentrar plenamente en su misión. Pero antes de asediar Maastricht, se decidió a acabar con el grueso del ejército de los Estados. Informado de que éste había establecido sus cuarteles de invierno en la aldea de Borgerhout, a las afueras de Amberes, se lanzó en su busca para acabar con la amenaza. Las fuerzas rebeldes estaban compuestas por una treintena de compañías francesas, escocesas e inglesas, dirigidas por François de la Nouë y por el coronel inglés John Norris. El 2 de marzo el ejército realista se desplegó en el campo de batalla y obtuvo una aplastante victoria en la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2019/03/batalla-de-borgerhourt.html" target="_blank">Batalla de Borgerhout</a>. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-wzjeO73kT-mvaZKhDTkXjxKI7TiHPxK1K0njPdLbayV9Xu3f0NeMUXFEpvkKBARgo5fVHlEtgbN2BJsuVjUT8V2X6wWj3kwcCQ1bR1k8KiXpZpiYXYePXYZ25c2Cq-aoqh1GE7ul4JTkJABwXOF69gMorLqQRwc4oXg9GikEla26-nL1AnUhxc43hPpX/s1600/borgerhout.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1295" data-original-width="1600" height="324" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-wzjeO73kT-mvaZKhDTkXjxKI7TiHPxK1K0njPdLbayV9Xu3f0NeMUXFEpvkKBARgo5fVHlEtgbN2BJsuVjUT8V2X6wWj3kwcCQ1bR1k8KiXpZpiYXYePXYZ25c2Cq-aoqh1GE7ul4JTkJABwXOF69gMorLqQRwc4oXg9GikEla26-nL1AnUhxc43hPpX/w400-h324/borgerhout.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Grabado de la batalla de Borgerhout</td></tr></tbody></table><br /><p>Acabada con la amenaza que suponían las mejores tropas de las que disponían los Estados Generales, el príncipe de Parma se lanzó con todo sobre Maastricht. A través del Mosa transportaron 48 piezas de artillería gruesa, 3 culebrinas, unos 50.000 proyectiles y la necesaria pólvora, algo más de 20 toneladas. El ejército realista avanzó a través del curso del Mosa; Lope de Figueroa por la margen izquierda y la caballería de Octavio Gonzaga por la derecha. Mientras, el propio Alejandro realizó un movimiento de diversión sobre Amberes, virando sorpresivamente para caer en realidad contra Maastricht desde el oeste, llegando a las inmediaciones de la ciudad el 8 de marzo de 1579. Farnesio dividió su ejército en dos, para completar el cerco sobre la ciudad. Al oeste quedaría él al frente de los tercios españoles de Lope de Figueroa, de Francisco Valdés, y de Hernando de Toledo, con la artillería de Berlaymont, mientras que Cristóbal de Mondragón se haría cargo del asedio desde el este, por la parte de Wijck. Los trabajos de asedio fueron francamente impresionantes, levantando seis fuertes y diversos puentes sobre el Mosa para cortar las comunicaciones fluviales de los rebeldes y poder comunicar son las fuerzas de Mondragón. </p><p>El asedio que siguió fue una lucha encarnizada entre los defensores de la ciudad, unos 6.000 hombres entre soldados y milicia, con el sargento mayor Sebastián Tapino, de origen francés, a la cabeza, y las fuerzas del príncipe de Parma. Durante los casi cuatro meses de asedio, se sucedieron casi sin descanso durísimos combates, incluyendo varias atrevidas salidas de los defensores que hicieron peligrar el sitio sobre la ciudad. Pero finalmente, el 29 de agosto de 1579, día de San Pedro y San Pablo, el ejército de Alejandro Farnesio se hacía con el control de Maastricht tras tomarla al asalto. Unos 2.000 atacantes se dejaron la vida en el asedio, incluyendo más de una treintena de oficiales y al general de artillería Berlaymont. Muy pocos defensores lograron escapar, perdiendo la vida el gobernador interino, Melchior Schwarzenberger y el sargento mayor Tapino. Se calcula que entre un cuarto y un tercio de la población de la ciudad murió en aquel asedio. </p><p>La <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/06/fin-del-asedio-de-maastricht.html" target="_blank">Toma de Maastricht</a> fue, hasta la fecha, el mayor éxito militar del joven príncipe, que ya era tomado como un veterano y experimentado general. Sus dotes para la guerra de asedio se habían revelado más que brillantes, como demostraría en los siguientes años, y su capacidad para dirigir a los hombres estaba fuera de toda duda. Felipe II había encontrado al hombre que estaba llamado a sustituir al <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2022/07/guerreros-el-gran-duque-de-alba-parte-i.html" target="_blank">Gran Duque de Alba</a> como el mejor general de la Monarquía Española. En cambio, para los rebeldes holandeses, la pérdida de tan importante ciudad fue un golpe demoledor, que además les hizo perder crédito frente a las provincias católicas del sur, que además estaban descontentas por los excesos de los calvinistas, lo cual las llevó a restablecer la paz con el rey de España. Alejandro, que había contraído unas fiebres que le dejaron postrado en cama, envió a Madrid a Cristóbal de Mondragón para comunicar la buena nueva a Felipe II, y a uno de sus secretarios, Ercole Magno, para que se dirigiera a Italia a informar a sus padres de su reciente éxito militar. </p><p><br /></p><p><b>Bibliografía: </b></p><p><i>-Primera y Segunda década de la Guerra de Flandes </i>(Famiano Strada)</p><p>-<i>Los sucesos de Flandes y Francia en tiempo de Alejandro Farnesio </i>(Alonso Vázquez)</p><p>-<i>Alexander </i>(Luis de Carlos)</p><p><i>-Don Juan de Austria </i>(Juan Antonio Vaca de Osma)</p><p><i>-La guerra sin fin </i>(Ignacio José Notario López)</p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTQ1DVxEZ8vdb5qi_hvfOu_kFohvpt1AGrhQbXhgwA-1KbBHcPBkIA0TEkSzSKygEhsTXncSqybuJ-vEVRxl9lMw-1-C7tM38c5niqA3xRweJVwUJ6R6L2bC776t-RL5UFjlslPMEzdz1N8aPb6qxQ-VZeyFaaZNFFj8DabubXsbya0KxMiSSTDF_rStSt/s638/Farnesio%20por%20Sofonisba%20de%20Anguissola.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="638" data-original-width="474" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTQ1DVxEZ8vdb5qi_hvfOu_kFohvpt1AGrhQbXhgwA-1KbBHcPBkIA0TEkSzSKygEhsTXncSqybuJ-vEVRxl9lMw-1-C7tM38c5niqA3xRweJVwUJ6R6L2bC776t-RL5UFjlslPMEzdz1N8aPb6qxQ-VZeyFaaZNFFj8DabubXsbya0KxMiSSTDF_rStSt/w298-h400/Farnesio%20por%20Sofonisba%20de%20Anguissola.jpg" width="298" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Alejandro Farnesio, por Sofonisba de Anguissola</td></tr></tbody></table><br />Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-69993393073325294562023-07-30T13:13:00.001-07:002023-07-30T23:19:19.170-07:00Regimiento de Guardias de Infantería de Felipe IV<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGUJ0FLa2C6Wugi-TO5gA7zD4iZBtc6CCLNGHvGvmgjQarvukSubdzYGUr7htr6s0RWx59tyIQf-ykpTj1lIsqHoxWYaijy4shv_gg32xb6Zv0GzGW3RQpngNOPwufQP1wxacIEvGh_otOn5UkRn06qUhTKKckFNRtszEcx3c_kBGIQi10pv5L4p69aQkd/s498/Guardia%20del%20rey%20Felipe%20IV%20infantes%20y%20caballo%201.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="498" data-original-width="464" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGUJ0FLa2C6Wugi-TO5gA7zD4iZBtc6CCLNGHvGvmgjQarvukSubdzYGUr7htr6s0RWx59tyIQf-ykpTj1lIsqHoxWYaijy4shv_gg32xb6Zv0GzGW3RQpngNOPwufQP1wxacIEvGh_otOn5UkRn06qUhTKKckFNRtszEcx3c_kBGIQi10pv5L4p69aQkd/w373-h400/Guardia%20del%20rey%20Felipe%20IV%20infantes%20y%20caballo%201.jpg" width="373" /></a></div><p>El 10 de septiembre de 1634, por orden del rey Felipe IV, se crea la Coronelía o Regimiento de Guardias del Rey, siguiendo las indicaciones del conde duque de Olivares, como una fuerza que sirva de <i>freno </i>a los enemigos de la Corona. </p><p>En el año 1634 la guerra con Francia parecía del todo inevitable. El fin de las Guerras de Religión dejó a Luis XIII y a su primer ministro, el cardenal Richelieu, las manos libres para intervenir directamente en la Guerra de los Treinta Años, en la que su participación, hasta la fecha, se había limitado a la aportación de grandes sumas de dinero a la causa protestante, y a diversos golpes de diversión contra España en el escenario italiano. Ahora, una Francia que llevaba años en paz y que disponía de una economía más o menos saneada y una administración fuertemente centralizada, se podía permitir el lujo de entrar en la contienda y reclamar el lugar de España en la hegemonía europea. </p><p>Preocupado por la beligerancia del vecino del norte, el conde duque de Olivares instó al rey a ponerse al frente de su ejército y a presionar a la nobleza para que levantasen tropas para la guerra que habría de venir. Su famosa <i>Unión de Armas, </i>de 1624, no estaba dando los resultados esperados y las cifras propuestas de reclutamiento, 140.000 soldados aportados por los distintos territorios de la Monarquía, no se alcanzaban ni de lejos. La preocupación de Olivares era lógica, a pesar de las victorias obtenidas por el <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2023/05/los-socorros-de-constanza-y-brisach-y.html" target="_blank">Ejército de Alsacia del duque de Feria</a> en 1633, pues las fuerzas de Bernardo de Weimar y Gustav Horn se habían recuperado del varapalo sufrido y, apenas un año después, estaban decididas a hacerse con el control de Alemania. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>Apenas unos días después de la gran victoria de las armas hispánicas en la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2022/05/nordlingen-analisis-de-la-victoria-de.html" target="_blank">Batalla de Nördlingen</a>, se dictó la Real Decreto por el cual se levantaba una escogida fuerza para custodia del Rey. <i>"El Rey. Sabed que Yo he mandado formar una coronelía de dos mil quinientos a tres mil infantes, soldados viejos, que se nombre y tenga privilegio de mi guarda siempre que Yo saliere personalmente y nombrado por coronel de ella al conde duque de Sanlúcar, mi caballerizo mayor, de mis consejos de Estado y Guerra y mi capitán general de la Caballería de España; al cual he concedido los honores y los privilegios siguientes: </i></p><p><i>Que por ser esta coronelía de mi guarda, ha de preceder a las demás que he mandado formar. Que ha de tener el privilegio la gente de ella de no salir de España si no fuese saliendo Yo en persona. Que así mismo tenga privilegio de no meterla en castillo, ni fortalezas, si no en caso de estar sitiados de enemigos o para sitiar. Que los servicios hechos por esta coronelía se hayan de reputar como de guerra viva, para ir ascendiendo a todos los puestos que pueden tener las personas que sirven en ella, conforme a las Ordenanzas militares que mandé publicar en 28 de junio de 1632. </i><i>Que de los capitanes reformados que sirvieren en esta coronelía, se hayan de ir rellenando los entretenimientos que tengo resuelto haya en los presidios de España y las compañías de infantería que vacaren en ellos, hasta que ninguno de los capitanes quede por ocupar; después de los cuales han de entrar los alféreces en el servicio de dichas compañías y entretenimientos. </i></p><p><i>Y porque conviene que la gente que al presente está sirviendo en otras partes no se ausente de sus puestos, por la falta que haría en ello, es mi voluntad no se reciba en esta coronelía gente alguna de esa calidad; con lo cual se previene el inconveniente de acudir a alistarse movidos por de haber de gozar de las dichas preeminencias. Que las personas que se alisten han de ser socorridas desde el día que lo hicieran, hasta llegar a la parte donde deben residir, en la cual se les ha de dar sus pagas prontamente y todas las demás comodidades de alojamiento, cama, luz y lumbre que tengo mandadas dar y se acostumbra para que mejor se puedan conservar".</i></p><p>De esta manera, se publicaron bandos con todos los privilegios y prerrogativas concedidas para el alistamiento de la gente en Madrid, Toledo, Sevilla, Burgos, Granada, Cuenca, Cáceres o Trujillo. A los 15 días de la publicación los capitanes y banderas se presentarían en las distintos puntos para el recibir, alistar y socorrer a la gente. El regimiento se formó definitivamente en Madrid, con la gente más veterana y válida de cuantos se presentaron y, a pesar de que en el Real Decreto nada se decía acerca de su composición y organización, es casi seguro que éstas se hicieran siguiendo las Ordenanzas de 1632. No se sabe bien el motivo, pero el regimiento o coronelía estaría formado por quince compañías, cada una de ellas compuesta por 200 infantes, que es la distribución que en las Ordenanzas se hace de los tercios existentes fuera de España, en vez de las doce compañías con 200 hombres cada una, previstas para los tercios que se creen dentro del país.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvG2qLSzHet_qqyCQwv4feLK4Uqm1PwBbyL0bNgX5VKrFjFYEjJx4w1436LCvvqkpssB7JNg95Sf3VlSGSGx68T8WFhF7YcrVZ41XWOPZOIYWKwz27Pua6VqP_dAzCbdHtM2Us3L8Sw0SZcuH0LUnHTftajPaejCPOuYG9QJX9DtawfAjoYQ94oKCfz-oD/s640/Guardia%20del%20rey%20Felipe%20IV.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="640" data-original-width="454" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgvG2qLSzHet_qqyCQwv4feLK4Uqm1PwBbyL0bNgX5VKrFjFYEjJx4w1436LCvvqkpssB7JNg95Sf3VlSGSGx68T8WFhF7YcrVZ41XWOPZOIYWKwz27Pua6VqP_dAzCbdHtM2Us3L8Sw0SZcuH0LUnHTftajPaejCPOuYG9QJX9DtawfAjoYQ94oKCfz-oD/w284-h400/Guardia%20del%20rey%20Felipe%20IV.jpg" width="284" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Guardia del Rey</td></tr></tbody></table><p>La plana mayor estaba compuesta por el coronel, acompañado de un teniente coronel y de un sargento mayor, mientras que las compañías estaban gobernadas por el capitán, quien contaba con un alférez, un abanderado, un paje, un sargento, dos tambores, un pífano, un furriel, un barbero y un capellán, mientras que la distribución de los infantes se haría, tal y como disponían las citadas ordenanzas, de la siguiente manera: 40 mosquetes, 90 arcabuces y 60 coseletes. Ni que decir tiene que, al igual que con la mayor parte de unidades que componían los ejércitos de la Monarquía Española, esta deseada distribución rara vez se cumplía, bien por falta de efectivos o medios, bien por desdén del capitán de la compañía e incluso, en algunos casos, por mala fe de éste. Este regimiento iba a ser conocido por el pueblo como "Los Guzmanos", por ser el conde duque su creador. </p><p>Una vez estuvo listo, el regimiento marchó para incorporarse al Ejército de Cataluña, ya que la entrada de Francia en la Guerra de los Treinta Años en 1635 amenazaba el flanco noreste de España. Esta unidad se puso a la vanguardia de las tropas que invadirían la provincia francesa de Languedoc. Richelieu había logrado movilizar, a pesar de los reveses sufridos en los dos primeros años de combates, cuatro cuerpos de ejército con los que atacó Luxemburgo, Alsacia, el Franco Condado y diversas plazas de Picardía. La invasión española de esta provincia estaba encaminada no solo a abrir un nuevo frente al francés, sino a animar a las revueltas a los partidarios del duque de Orleans. El rey consultó con los Consejos y resolvió que la mejor opción que se presentaba era la de atacar el castillo de Leucate, ya que los franceses concentraban ahí gran cantidad de recursos con los que controlaban los pasos fronterizos. </p><p>Felipe IV ordenó al virrey de Cataluña, Enrique de Aragón y Cardona, que con sus 4.000 hombres y 1.200 caballos se internase en Francia, y que además apremiase a Felipe de Silva a hacer lo propio desde Guipúzcoa y Navarra. El virrey Cardona acuarteló a la coronelía del rey en Esgel e Illa, en el Rosellón. Por orden del rey hizo el duque de Cardona invocó el <i>Princeps Namque, </i>por el cual todos los fedatarios del rey en Cataluña debían acudir con sus armas a los lugares indicados por las autoridades. De este modo, al fin, esta región rica en hombres y dineros, iba a contribuir al bien común de España. Pero no sería tan fácil la contribución, pues los catalanes solo querían circunscribirla al territorio exclusivo del principado, llegando incluso a cobrar arbitrios por guardar los bastimentos del ejército del rey dentro de Barcelona. </p><p>A finales de agosto se pasó revista a las tropas españolas concentradas en el Rosellón, compuestas por cerca de 12.000 infantes, unos 1.300 caballos, y 31 cañones, según el Mercure François. El mando lo ostentaba el conde de Cervellón, mientras que la caballería la gobernaba el duque de Ciudad Real. Leucate era una plaza de vital importancia pues abría las puertas del Languedoc. El regimiento de Guardias se destacaba en la vanguardia y fueron los primeros en fortificarse tras la toma del puesto de Nouvelle y completar el cerco. Charles de Schomberg, duque de Halluin, se puso al frente del ejército de socorro. El asedio continuaba, pero el 23 de septiembre Cervellón escribió al duque de Cardona que los franceses se aproximaban con una fuerza de 15.000 infantes y 2.000 caballos, y solicitó que se reclutasen milicias en Gerona y Barcelona. </p><p>El 27 de septiembre los franceses ya estaban librando los primeros combates, reforzados por algunos miles de hombres que le habían ido llegando por el camino a Schomberg y, el 28 por la mañana, lanzaron el ataque general contra las trincheras españolas. Sin los refuerzos prometidos por Cataluña y Aragón, los soldados españoles resistieron hasta tres asaltos sucedidos a lo largo del día. Con la caída de la noche, el ejército de Cervellón se retiró en buen orden. El Regimiento de Guardias pasó un tiempo en el principado hasta que, en junio de 1638, un ejército francés bajo el mando del príncipe de Condé y del arzobispo de Burdeos, Henri de Sourdis, compuesto por 18.000 infantes, 2.000 caballos, y diversos buques de guerra, puso sitio a la ciudad de Fuenterrabía. </p><p>La coronelía puso a disposición de los defensores de la plaza 1.400 hombres bajo el mando del marqués de Mortara, nuevo teniente coronel, con los que reforzar la guarnición, que en un principio era de poco más de 1.000 hombres. El resto de la coronelía se quedó en Cataluña reforzando la frontera. El sitio fue definitivamente levantado por el almirante de Castilla, Juan Alfonso Enríquez de Cabrera, el 8 de septiembre cuando, al frente de un ejército de socorro de 15.000 infantes y 500 caballos derrotó a las fuerzas francesas. Son destacados los combates que protagonizaron los soldados de la Guardia en el en la zona de Oyarzun y sobre todo, en el monte Jaizquibel, donde obtuvieron una sonada victoria en inferioridad numérica. </p><p>Para el verano de 1639 la coronelía estaba al completo nuevamente en Cataluña, preparada para la campaña contra Francia de ese año. Con un nuevo teniente coronel, Fernando Rivera, los hombres de la Guardia formaban la vanguardia de la fuerza que atacó Rivesaltes, en el Rosellón. La coronelía se dividió posteriormente en dos cuerpos; uno bajo el mando del maestre de campo Juan de Arce, y otro a cargo del coronel Luis Méndez de Haro. Estos dos cuerpos intervendrán en los primeros combates contra los sublevados en Gerona, pero los resultados no serán los esperados, produciéndose un número importante de deserciones entre sus filas, y se volverá a refundar en un solo cuerpo que será retirado al río Ebro. También existe la teoría de que la disolución de uno de los cuerpos se debió a los excesos de Arce con la población de Perpiñán. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjkS5dKQ1vWxz0_AOKdfIt0xHjlwbuz8I4yPVLpCxUZGfkmLeP35rKzP8q9cHfum3k44aB7hMCamaxMxNvhziU278I7NAu4d--ModePcOoaWRLVXTkVtDa0d3hEyNOnL4aHh4--3z441u7sTgp7M6Gp9zOhOobz4a7ByEjkn2FDblgYWS18f1p-Sy5Y-Hjb/s1280/Fontarabie_en_1638_gravure_allemande.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="875" data-original-width="1280" height="274" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjkS5dKQ1vWxz0_AOKdfIt0xHjlwbuz8I4yPVLpCxUZGfkmLeP35rKzP8q9cHfum3k44aB7hMCamaxMxNvhziU278I7NAu4d--ModePcOoaWRLVXTkVtDa0d3hEyNOnL4aHh4--3z441u7sTgp7M6Gp9zOhOobz4a7ByEjkn2FDblgYWS18f1p-Sy5Y-Hjb/w400-h274/Fontarabie_en_1638_gravure_allemande.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Asedio francés de Fuenterrabía</td></tr></tbody></table><p>A pesar de los refuerzos de hombres asignados a la coronelía en esa época, Rivera no contaba con suficientes fuerzas, como indica la revista que pasó la unidad en diciembre de 1640 en la localidad de Tortosa, donde se destaca que "<i>D. Fernando de Rivera, hijo del duque de Alcalá, gobernaba la coronelía del conde duque, que se formaba de 1.500 infantes". </i>La coronelía pasó en el frente de Cataluña la mayor parte del tiempo hasta que, tras firmarse la Paz de los Pirineos entre España y Francia, el 7 de noviembre de 1659, acompañó al rey a la isla de los Faisanes, situada en el río Bidasoa, y actualmente es el territorio en condominio más pequeño del mundo. Para esta fecha la coronelía estaba gobernada por el teniente coronel Pedro Nuño Colón de Portugal, duque de Veragua. </p><p>Sobre los soldados de la Guardia se escribía que vestían con "<i>casacas amarillas, guarnecidas con franja de terciopelo ajedrezado de dos colores, y mirábanse en las partes opuestas que caían sobre los pechos y las espaldas las armas reales bordadas con curiosidad y primor, figurándose también de los mismos torzales y matices en las que cubrían los hombros las cruces celebradas de Borgoña. Formando una vista hermosa, lo que sobresalía esta airoso traje en la alternativa de las picas y mosquetes, en la igual ordenanza de las hileras, y precedía en el frente de escuadrón el duque de Veragua con la misma casaca que los demás infantes y su pica".</i></p><p>La coronelía recibiría pronto una nueva misión: desplegarse en Portugal, que en aquellos tiempos se había sublevado proclamando rey al duque de Braganza. En 1661 se desplegó en el frente de Extremadura, siendo reforzada por dos compañías del Tercio de la Armada del Mar Océano, lo que le hacía disponer de un total de 15 compañías. No duraría mucho la coronelía como tal, ya que Juan José de Austria, hijo de Felipe IV y de la actriz María Calderón, presionó a su padre para que acabase con las prerrogativas que la unidad tenía, lo que sumado al intento de borrado de todo cuanto tenía que ver con la figura del conde duque de Olivares, y las permanentes quejas del resto de unidades, desembocó en la Real Orden de 2 de marzo de 1661 por la cual la coronelía de Guardias de Infantería del Rey se redujo al pie de tercio ordinario de infantería. </p><p>El tercio se rebautizará en 1664 con el nombre de Tercio de Castilla, continuando encuadrado en las fuerzas españolas para la campaña de Portugal. Mediante disposición de la reina regente Mariana de Austria, de 27 de febrero de 1668, se le cambiará el nombre nuevamente pasando a denominarse como Tercio Provincial de Sevilla, aunque coloquialmente se le llamará como Tercio de los Morados, por el color que usaban en su librea. El Tercio combatirá en Francia y en las campañas africanas. Con el cambio de dinastía tras la llegada del borbón Felipe V, la unidad será nuevamente rebautizada en 1707 con el nombre de Regimiento de Castilla, y en 1710 como Regimiento Inmemorial de Castilla, tomando parte en la Guerra de Sucesión, y combatiendo en Mallorca, Polonia o Austria. </p><p>Ya durante el reinado de Carlos III adquiriría la unidad el nombre por el que será conocido en la actualidad. Y es que por Real Orden de 17 de enero 1766, y a instancias del marqués de Esquilache, se bautizará como Regimiento de Infantería Inmemorial del Rey, y se le otorga "<i>patente absoluta de antigüedad, ordenando que lleve el nombre de Inmemorial para ponerlo al abrigo de toda competencia". </i></p><p><b>Bibliografía:</b></p><p>-<i>Tropas de la Casa Real. Historia Orgánica </i>(Eladio Baldovín Ruiz)</p><p>-<i>La Empresa de Leucata. Lance fatal del virrey Cardona </i>(E. Zudaire Huarte)</p><p><i>-web ministerio de defensa. Ejército de tierra </i></p><p><i><br /></i></p><p><br /></p><p><br /></p>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-40983698356178256642023-06-26T12:24:00.000-07:002023-11-30T03:59:43.005-08:00Asedio de Tournai<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicY7m_T8Z__D_NrpbQdDoIsMbSIvZE9GY6oJeKeF_2eNVlAI9Y827J5sPMUdO-bpc716XGzMq_sAQHAK8lGeStR-d9wdVqkEjG_mm2M-I68KYE9M-F8g4VCthpunZ8WcXqibTz5Wv161ykucVzBt9pPhQCY91G1zCDYJduHsXDNawPx_gQoCGQPaf0DJ4Y/s1280/Tournai%20asedio.tif" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1003" data-original-width="1280" height="314" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicY7m_T8Z__D_NrpbQdDoIsMbSIvZE9GY6oJeKeF_2eNVlAI9Y827J5sPMUdO-bpc716XGzMq_sAQHAK8lGeStR-d9wdVqkEjG_mm2M-I68KYE9M-F8g4VCthpunZ8WcXqibTz5Wv161ykucVzBt9pPhQCY91G1zCDYJduHsXDNawPx_gQoCGQPaf0DJ4Y/w400-h314/Tournai%20asedio.tif" width="400" /></a></div><br /><p></p><p>El 30 de noviembre de 1581, festividad de San Andrés, las tropas hispánicas de Alejandro Farnesio entraban triunfantes en la ciudad de Tournai, tras un asedio que había durado casi dos meses y que había concluido con la entrega de la plaza para evitar el asalto y posterior saqueo de la misma.</p><p>El gobernador de la Países Bajos, Alejandro Farnesio, tras lograr firmar la <i>Unión de Arras</i> con las provincias católicas del sur, se había empeñado en una campaña de recuperación de todas las plazas que habían caído en manos de los rebeldes, poniendo así fin a las matanzas y persecuciones que sufrían los católicos desde que, en 1577, se hicieran con buena parte del territorio de los Países Bajos. De esta manera, y tras la exitosa toma de <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/06/fin-del-asedio-de-maastricht.html" target="_blank">Amberes</a> en junio de 1579, siguió con su campaña. Los siguientes meses supusieron la expansión de las tropas católicas de la mano del futuro duque de Parma, por lo que Guillermo de Orange, alarmado por el cariz que tomaban los acontecimientos, maniobró políticamente para tratar de atraer a Francia a su lado en la Guerra de los Ochenta Años, rompiendo definitivamente su compromiso con el archiduque Matías de Austria, a quien había utilizado en sus ambiciones políticas. </p><p>Guillermo, pues, había entablado conversaciones con Francisco, duque de Alençon y de Anjou, para que éste ocupara el trono de las Provincias Unidas. Las negociaciones fructificaron y el 29 de septiembre de 1580 se firmaba el tratado de Plessis les Tours. Guillermo pretendía de esta forma forzar a España a reconocer la independencia de estos territorios que ahora tendrían un nuevo rey, si no quería verse abocado a una guerra con Francia. Las intenciones de Guillermo eran claras: el nuevo rey debía ser un títere en manos de los Estados Generales, por los que las limitaciones al poder real recogidas en el tratado levantaron las suspicacias del duque francés. No podía nombrar sucesor, las decisiones debían ser tomadas en conjunto con el Consejo de los Estados Generales, y tampoco comandaría el ejército, cargo que se reservaba Guillermo. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>Éste había sido declarado proscrito el 15 de marzo de 1580 por el rey Felipe II que, en vista de la nueva situación en Flandes, concentró en Farnesio todos los poderes de aquel país, para tranquilidad del ejército. El 26 de julio en La Haya los rebeldes firmaban el Acta de Abjuración, por la cual declaraban la independencia de las Provincias Unidas y se desmarcaban de la fidelidad a Felipe. Mientras esto sucedía en allí, en Portugal se había iniciado una revuelta contra la Monarquía Española que había obligado al rey a sacar del ostracismo a su gran general, el duque de Alba, que en agosto de ese año destrozaba al ejército rebelde en la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/08/batalla-de-alcantara_25.html" target="_blank">Batalla de Alcántara</a>. </p><p>Las intrigas se sucedían en Flandes. Guillermo de Horn, señor de Heeze, en el Brabante Septentrional, noble supuestamente leal a la Monarquía Española, decidió cambiarse de bando, contactar con el duque de Anjou, y urdir un plan para acabar con la vida de Alejandro Farnesio. El plan se llevaría a cabo en la ciudad de Cambrai, ciudad que había pasado al bando rebelde tras la traición de su gobernador, el señor de Inchy. Pero Farnesio fue informado de aquellos planes por un comandante valón, y se procedió al arresto del traidor, desarticulando el complot de Horn, que acabó siendo ejecutado. Puesta fin a aquella amenaza, el duque de Parma planificó su siguiente campaña, la cual pasaba por recuperar el control de la ciudad de Cambrai. </p><p>El primer objetivo sería la toma de la fortaleza de Bouchain, al noroeste de Cambrai, a orillas del río Escalda. Las fuerzas enviadas por Farnesio incluían los efectivos del señor de la Mota, del señor de Roubaix, y del conde de Mansfeld, maestre de campo general del Ejército de Flandes. La fortaleza cayó sin resistencia, entregándola a los católicos el comandante rebelde Joost de Soete, señor de Villiers, quien había preparado una gran cantidad de explosivos con una mecha lo suficientemente larga como para tener tiempo de salir del fuerte y emprender la huida buscando refugio en Cambrai. La explosión no logró su objetivo: matar al mayor número de soldados realistas y destruir la fortaleza. En su lugar, fueron las casas de los villanos las que salieron mal paradas y no se encontraron heridos entre los infantes católicos. </p><p>Tras esto, el ejército debía elegir el siguiente objetivo. Pedro Ernesto de Mansfeld abogaba por atacar Nivelles, en el Brabante Valón, mientras que el señor de Roubaix, comandante de la caballería, era de la opinión de cargar contra Cambrai directamente. Farnesio tomó detalle de los consejos de sus comandantes y decidió dividir el ejército en tres cuerpos con tres objetivos distintos. Hacia el sur partiría Roubaix con el Tercio de Egmont, dos compañías de caballos pesados, cuatro compañías de caballos ligeros y una de dragones, con la misión de levantar un fuerte en Marquion, a poco más de 10 kilómetros al oeste de Cambrai. Este encargo tenía por objeto establecer el corte de comunicaciones de Cambrai con Francia. El segundo cuerpo de ejército, comandado por el propio Mansfeld, tenía por objeto tomar la plaza de Nivelles, situada sobre el Escalda. Esta plaza , junto con Condé-sur-L'escaut, y Valenciennes, era un puñal rebelde en el sur de los Países Bajos Españoles, por lo que el maestre de campo general se esmeró en tomarla a la mayor brevedad posible. </p><p>Apenas dos días opusieron resistencia sus defensores y la plaza se tomó con las defensas prácticamente intactas. El tercer cuerpo, comandado por Alejandro Farnesio, acompañado por Manuel Filiberto, conde de Lalaing, se ocupó de la plaza de Condé-sur-L'escaut, desde la que saltaría sobre Valenciennes, a menos de 15 kilómetros al sur. La toma de Condé se produjo tras una salida de los defensores aprovechando que el grueso de la fuerza realista se encontraba cruzando el Escalda. Por fortuna para Farnesio, su buen hacer evitó una catástrofe, dado que apostó una pequeña fuerza escondida que debía asegurar el cruce del resto del ejército. Esta fuerza, percatada de la salida de los defensores, se lanzó contra ellos causándoles más de 400 bajas. El resto de hombres que aún quedaban en el interior de Condé entregaron la plaza para salvar sus vidas. Desde ahí se pudo tomar Valenciennes sin demasiados problemas. </p><p>Por esos días recibió el duque de Parma aviso de Charles de Grave, conde de Beaurieu, quien se hallaba preso por los rebeldes en el castillo de Breda. En el mensaje aseguraba que se podía tomar la ciudad de Breda sin apenas riesgo gracias a uno de los centinelas a los que tenía sobornado. De este modo el duque envió para acometer la importante misión al señor de Haultpenne, Claude de Berlaymont, quien se encontraba en Bolduque. Acompañado de Maarten Schenk, unos cientos de infantes y una corneta de caballería, se plantó antes del amanecer en la ciudad, siendo ayudado por el centinela, apodado Balafré, y entrando en la ciudad por una puerta secreta existente en la muralla. Las fuerzas de Berlaymont habían acabado con la mayoría de los guardias antes de la salida del sol y, tras la entrada de los caballos católicos, las milicias protestantes que se habían organizado en la ciudad se rindieron, quedando Breda de nuevo bajo el poder real. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGauGQvqezGKVmmIlzrwUlBAC0Q3AIOMjW23I3Tuaxq_nFIpMbBZuM35Nnghy0u1_GppEpyPafEG4iBn2wT2isgjJe0spR-nTljVoCmawLOakp-PqsZcHc_rnsOFrF7CYur2AfSl3WqTq9ndYEP802x8OUh1lNkAkQJT6I0_dU1kNEQdcnMEFbHr7jHsC1/s583/Breda%20toma%20de%201581%20HautepennesFury.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="450" data-original-width="583" height="309" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGauGQvqezGKVmmIlzrwUlBAC0Q3AIOMjW23I3Tuaxq_nFIpMbBZuM35Nnghy0u1_GppEpyPafEG4iBn2wT2isgjJe0spR-nTljVoCmawLOakp-PqsZcHc_rnsOFrF7CYur2AfSl3WqTq9ndYEP802x8OUh1lNkAkQJT6I0_dU1kNEQdcnMEFbHr7jHsC1/w400-h309/Breda%20toma%20de%201581%20HautepennesFury.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Asalto a Breda de 1581</td></tr></tbody></table><p>Por su parte, el duque de Anjou proseguía con sus planes, los cuales no estaban ni mucho menos subordinados a los intereses de los holandeses. Envió una fuerza de 4.000 hombres a la frontera con los Países Bajos Españoles, y de ahí partieron 1.000 infantes escogidos con la misión de penetrar en Cambrai. Las fuerzas valonas de Roubaix no pudieron impedir el refuerzo de la ciudad. Tras este éxito inicial, el comandante francés se decidió a enviar otra fuerza con la intención de entrar en Cambrai, pero esta vez Roubaix estaba preparado y les tendió a los franceses una emboscada que acabó con la vida de la mayoría de los ellos, apresando a unos pocos oficiales por los que se exigiría con posterioridad un rescate. En vista del fracaso de sus hombres, el propio duque de Anjou resolvió internarse en Flandes acompañado de un ejército de 12.000 infantes y 5.000 caballos, y establecerse en Cambrai. </p><p>El futuro duque de Parma no era ajeno a los movimientos del duque francés. Desde Valenciennes había recibido correo del mismísimo rey de Francia, Enrique III, para advertirle de estos movimientos y de los deseos de mantener la paz entre ambos reinos, indicando que aquella flagrante acción era responsabilidad única de Francisco. Farnesio, sin tiempo que perder, partió desde Valenciennes hacia Cambrai con apenas 5.000 infantes y algo más de 2.000 caballos. Ante la diferencia de fuerzas, el duque de Parma juzgó más prudente unirse a las fuerzas de Roubaix, dejando el camino libre a Anjou, quien entró en Cambrai a mediados de agosto. De la alegría por la llegada se pasó pronto al estupor; el duque de Anjou no tenía intención alguna de sostener la causa rebelde, sino su propia causa. </p><p>Lo primero que hizo fue destituir a Balduino de Haveren y colocar un hombre de su confianza. Además, la guarnición fue reemplazadas por soldados franceses, ya que no se fiaba de ella, y en las torres se enarbolaron las banderas del duque. La mayor parte de la infantería que traía con él se quedó en Cambrai y guarnicionando plazas aledañas, mientras que la caballería partió acompañándolo con destino a Catelet. El duque volvía a posiciones seguras en la frontera francesa, desoyendo así las peticiones de Guillermo de auxilio. Por su parte, desde Tournai, los holandeses enviaron una fuerza para tomar la plaza de Saint Ghislain, a unos 40 kilómetros al este, siguiendo el curso del río Escalda. La pequeña población fue tomada y sometida a un brutal saqueo, lo que despertó la animadversión de la población católica, cada vez más convencida de la necesidad de las tropas hispánicas. </p><p>Farnesio reaccionó rápido a este envite y recuperó la plaza tras un breve asedio mediante el cual acabaron rindiéndose los defensores, que se contaban en un número de trescientos soldados. En vista de la defección del duque de Anjou, el de Parma se dispuso a lanzar el órdago de la campaña de 1581: la toma de Tournai. Esta ciudad era de las más antiguas de Flandes, situada en el sur de la provincia de Henao, en ambas orillas del río Escalda. La ciudad había caído en poder de los rebeldes en 1577 y desde entonces se antojaba como una espina que había que arrancar de cuajo. Sus fortificaciones eran formidables, con una muralla alrededor de toda la ciudad y con el río atravesándola, pudiendo recibir suministros por esa vía en caso de un asedio. </p><p>El gobernador de la plaza era Pierre de Melun, príncipe de Épinoy, aunque se encontraba ausente por estar acometiendo el asedio sobre la ciudad de Gravelinas, por lo que era su mujer, Christine de Lalaing, quien tenía el gobierno en el momento del asedio. La ciudad contaba con dos grandes torres con abundante artillería: la torre Bourdiel, situada en la orilla izquierda del Escalda, y la torre Thieulerie, en la derecha, ambas unidas por el Puente de los Hoyos. También disponía de una ciudadela que ofrecía un buen resguardo en el caso de que la ciudad fuese asaltada. El frío otoño también era un poderoso aliado en la defensa de la ciudad, ya que comenzar un asedio con esas condiciones y con la cercanía del invierno era considerado una temeridad en la época. No obstante, el propio Guillermo de Orange había manifestado al príncipe de Épinoy la imposibilidad de un ataque sobre Tournai en aquel momento. </p><p>Para sorpresa de los rebeldes, el 1 de octubre de 1581 Alejandro Farnesio se plantó ante los muros de Tournai. El general español reconoció personalmente las defensas de la plaza y concluyó que el punto más débil de ésta era la puerta de San Martín, por tener el foso menos agua en ese punto. Allí fue donde plantó su campamento y comenzó a realizar todos los preparativos para el asedio, para lo que contaba con una fuerza de 15.000 infantes y algo menos de 5.000 caballos. Una vez realizados los trabajos de asedio, las baterías artilleras de Farnesio fijaron como objetivo el baluarte que protegía la puerta de San Martín, que también fue el blanco de los zapadores hispánicos, que lograron abrirse camino hasta el foso y el baluarte y colocaron dos hornillos en la base de éste, que ya estaba muy deteriorado por el fuego de la artillería hispánica. </p><p>No hizo falta volar el baluarte, ya que los defensores lo habían abandonado viendo la imposibilidad de mantener la posición. Mientras tanto, los defensores intentaban recibir ayuda del exterior; una fuerza de caballería enviada por el príncipe de Épinoy intentó romper el cerco pero fue rechaza por un contingente de dragones y coraceros. El intercambio de la artillería era constante, incluso el puesto de mando de Farnesio fue cañoneado desde la ciudad, pero el comandante español logró salvar la vida intacto, pese a que hubo de ser rescatado de entre los escombros. Los defensores realizaban algunas salidas con la esperanza de poder romper el cerco al que estaban sometidos. En una de ellas, los rebeldes estuvieron a punto de tomar el cuartel de una de las unidades valonas, pero Farnesio reaccionó rápido y acudió con la caballería ligera para retomar el control de la situación.</p><p>Farnesio no estaba dispuesto a más sorpresas, por lo que se decidió a batir la muralla a toda costa. Colocó 18 cañones que bombardeaban sin cesar la parte del muro que se consideraba más propicia y, tras cuatro días de bombardeo incesante, la brecha era lo suficientemente grande como para lanzar un asalto a través de ella. Antes de eso, los valones explotaron unas minas bajo los restos de la muralla, volando por los aires lo que quedaba de ella. El asalto comenzó de inmediato por las fuerzas valonas de Farnesio, pero la tenaz defensa de los rebeldes, dirigida por la valiente princesa de Épinoy, Christine de Lalaing, era difícil de quebrar. La muerte del coronel Bours, que dirigía las tropas valonas, y las fuertes lluvias que se estaban produciendo, terminaron por detener la ofensiva hispánica. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhM1zO9RR8tcw4iCYIQBrhsRP6sL_Akf0bbbeHbBhzj_U6EJNu55_Z_0f7r-MdSGxZNhty8J9FdznvkkmGB48NG2yN2ni67EBx2PDBJmalfEABzROsZ8LpYcxNlg2uKFygcewkawEyyWeOmUb7dbQNJjnxShfXZVBffjObHWkyoUL06sMQZxecCOE_mLHFw/s1280/Tournai%20asedio.tif" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1003" data-original-width="1280" height="314" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhM1zO9RR8tcw4iCYIQBrhsRP6sL_Akf0bbbeHbBhzj_U6EJNu55_Z_0f7r-MdSGxZNhty8J9FdznvkkmGB48NG2yN2ni67EBx2PDBJmalfEABzROsZ8LpYcxNlg2uKFygcewkawEyyWeOmUb7dbQNJjnxShfXZVBffjObHWkyoUL06sMQZxecCOE_mLHFw/w400-h314/Tournai%20asedio.tif" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Grabado del asedio de Tournai</td></tr></tbody></table><p>Pero las tropas hispánicas seguían manteniendo la moral y el asedio no iba a terminar por este revés, y además los defensores estaban cada vez más desmoralizados, ya que tan solo recibían promesas de socorro, pero ninguna ayuda concreta, salvo los intentos de Pierre de Melun por levantar el cerco. Uno de estos intentos se produjo a mediados de noviembre, cuando Épinoy lanzó un movimiento de diversión sobre Gravelinas. Unos cuantos de soldados valones que defendían esta ciudad habían sido hechos prisioneros y, sobornados por los ingleses, habían regresado a Gravelinas con las órdenes de traicionar a sus compañeros y permitir la entrada de las fuerzas rebeldes. Pero el plan no salió como los enemigos de España tenían previsto. Los supuestos traidores dieron cuenta del plan que ingleses, franceses y holandeses habían urdido, por lo que cuando las fuerzas de Épinoy se presentaron ante los muros de Gravelinas, fueron duramente rechazadas. </p><p>En Tournai, mientras, se sucedían las salidas de los defensores para ganar tiempo y minar la moral de los atacantes. Hasta doce salidas se produjeron, pero ninguna logró romper el cerco, ni siquiera cuando el coronel escoces Edward Preston logró atravesar las líneas de sitio gracias a haberse hecho con la contraseña para permitir el paso a través de las posiciones realistas, "Santa Bárbara", y entrar en la ciudad con unos 200 coraceros. Las tropas de Alejandro Farnesio estrechaban el cerco y tenían a tiro el asalto cuando desde la ciudad se pidió negociar la rendición. Muchos habitantes eran contrarios a proseguir la lucha, el temor al saqueo que vendría después era muy grande, por lo que forzaron a Christine de Lalaing a solicitar la negociación.</p><p>Farnesio, haciendo gala de su habitual perspicacia y sentido común, ofreció a los defensores unas honrosas condiciones de capitulación, permitiendo que éstos salieran con las mechas encendidas y las banderas desplegadas. Además, los habitantes protestantes no serían obligados a renegar de su fe, y a los príncipes de Épinoy se les permitiría marcharse llevando con ellos sus riquezas, o quedarse si así lo preferían. La ciudad debería pagar 250.000 florines como condición para evitar el saqueo. La ciudad finalmente aceptó la propuesta realizada por el gobernador de los Países Bajos, y las tropas realistas entraron en Tournai el 30 de noviembre, ante la alegría de los vecinos católicos, que habían sufrido muchas calamidades durante los años de gobierno protestante. </p><p><b>Bibliografía:</b></p><p><i>- La Guerra sin Fin </i>(Ignacio José Notario López)</p><p><i>- Segunda década de las Guerras de Flandes </i>(Famiano Strada)</p><p>-<i> Las Guerras de Flandes desde la muerte del emperador Carlos V hasta la conclusión de la Tregua de Doce Años </i>(Cardenal Guido Bentivollo)</p><p><br /></p><p><br /></p>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-2129131885986696552023-05-26T06:15:00.003-07:002024-03-13T12:46:52.653-07:00Los socorros de Constanza y Brisach, y la expugnación de Rheinfelden. El ejército del duque de Feria<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyVbhFPwidU-kCCQGNH2xh7LJh3NOXC0EOtt0Wb0FiXNZIAQpXsR-ErBJUGbb1WxKsTGvKJtpOQrFaKf5e2T9RKH1A6S3wAHTunPxQar51D4hxJnBU_VjyMhJiJCjOK_HizHtmpoh-PI9K5rx4LPi7iXymV32qmmxizpXFfs1NezjK6Ko2uA-FcLY_NQ/s700/Rheinfelden.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="597" data-original-width="700" height="273" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyVbhFPwidU-kCCQGNH2xh7LJh3NOXC0EOtt0Wb0FiXNZIAQpXsR-ErBJUGbb1WxKsTGvKJtpOQrFaKf5e2T9RKH1A6S3wAHTunPxQar51D4hxJnBU_VjyMhJiJCjOK_HizHtmpoh-PI9K5rx4LPi7iXymV32qmmxizpXFfs1NezjK6Ko2uA-FcLY_NQ/w320-h273/Rheinfelden.jpg" width="320" /></a></div><br /><p></p><p>El 17 de octubre de 1633 caía en manos de la Monarquía Española la ciudad de Rheinfelden, tras el asedio al que la había sometido el recientemente creado Ejército de Alsacia, que se hallaba a las órdenes de Gómez Suárez de Figueroa, III duque de Feria. </p><p>En plena Guerra de los Treinta Años, y ante la inactividad de Wallenstein, generalísimo imperial, la Monarquía Española, a través del conde duque de Olivares, había decidido mandar al III duque de Feria, gobernador de Milán, al frente de un ejército con la misión de reabrir el <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/06/el-camino-espanol.html" target="_blank">Camino Español</a>, y llevar al infante cardenal a los Países Bajos, para hacer cargo del gobierno, al estar la archiduquesa Isabel enferma. El segundo objetivo pronto se torció, al enfermar el hermano menor del rey Felipe IV, por lo que el duque de Feria debería adelantarse y partir sin su Alteza, cruzando por el paso de la Valtelina, que había estado cerrado años debido a los sobornos franceses sobre Enrique de Rohan para que sus tropas hugonotas se encargaron de que no pasasen los españoles. </p><p>Ahora la misión de Feria era la de desplegarse en la región de Alsacia para frenar las aspiraciones francesas y deshacer la amenaza sueca sobre Lorena, así como proteger el paso del ejército que desde Italia habría de llevar don Fernando de Austria con él a los Países Bajos. En este contexto el emperador había logrado atraer al duque de Sajonia y al duque de Brandemburgo, lo que dejaba a Gustav Horn y a Bernardo de Weimar en una posición complicada, ya que se hallaban en plena campaña contra Baviera. Por su parte, Wallenstein seguía inexplicablemente parado en Silesia, ante el descontento de España, quien presionó al emperador para romper los acuerdos de Göllersdorf, que otorgaban al general el mando único de las fuerzas imperiales. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>Feria recibió los últimos despachos el 9 de agosto y preparó la marcha del ejército durante dos semanas de frenética actividad en el Estado de Milán. El día 20 comenzaron a partir las vanguardias de sus fuerzas, y el día 22 marchó definitivamente Feria al frente de 10.000 infantes y 1.500 caballos, "lo más soldados viejos", como afirmaba Diego de Aedo y Gallart. Como teniente general de la caballería tenía el duque a Gerardo Gambacorta, uno de los más diestros y competentes oficiales hispánicos. La artillería la mandaba el conde Juan Cervellón, que era comisario general de la artillería del Estado de Milán. Ésta sería la última vez que el duque de Feria pisase Milán. El ejército pasó por los territorios grisones y llegó al Tirol, donde se le unieron el Regimiento del conde de Althems, y 12 compañías de caballos del barón de Sebac. Feria debía llevar a cabo una titánica misión, que en condiciones normales requeriría al menos el despliegue de tres o más ejércitos, pero las circunstancias eran las que eran, y todo lo que podía reunir la Monarquía Española era eso. </p><p>La llegada del duque de Feria a Alemania puso en alerta a Horn y Bernardo, quienes decidieron dividir sus fuerzas para contener la amenaza. Bernardo se dirigió contra el ejército imperial, comandado ahora por Aldringen, y las fuerzas bávaras dirigidas por Johann von Werth, mientras que Horn partió a mediados de agosto para tratar de tomar Constanza y de esta forma intentar bloquear los pasos del Tirol. Constanza se hallaba en una posición privilegiada, y solo podía ser atacada desde el sur, desde la parte de los cantones suizos. Horn cruzó el Rin desde el norte por la plaza de Stein, y llegó a sur de la ciudad el 8 de septiembre con 10.000 hombres, montando ahí su campamento y violando la neutralidad de los territorios suizos. Nada más establecerse, Horn comenzó el bombardeo de Constanza. </p><p>Sin posibilidad de ser socorrida por Baviera, que se hallaba bajo la presión de las fuerzas de Gustav Horn, la única posibilidad que le quedaba a Constanza era el Ejército de Alsacia del duque de Feria. De este modo, llegado al duque a la plaza de Fiessen sin sus fuerzas al completo, ordenó al conde Altemps, que llevaba dos años al servicio de Feria, que partiese desde Lindau con su regimiento. Lindau se hallaba en el extremo este del lago, por lo que debían partir bordeando la costa de éste por el sur. Altemps llevaba dinero y víveres, ya que las noticias que llegaban desde la sitiada ciudad era que había mucha necesidad. La misión fue todo un éxito y el conde logró introducir hasta cinco socorros en la ciudad, aliviando de esta manera la pesada carga de los defensores. </p><p>Mientras esto sucedía, el duque de Feria pasó a Baviera para entrevistarse con el general Aldringen, y le conminó a unir sus fuerzas para expulsar a Horn. Así, se pusieron en marcha ambos ejércitos; Aldringen aprovechando la cercanía de la plaza de Biberach, tomada por los suecos anteriormente, la reconquistó tras una breve descarga de artillería de sus baterías, y siguió hacia el sur para reunirse con Feria en la ciudad de Ravensburg, a poco más de 35 kilómetros al noreste de Constanza. Una vez reunidos los ejércitos, partieron de inmediato hacia el oeste, rumbo a Überlingen, ciudad imperial sobre el lago, y enfrente de la propia Constanza. </p><p>Tras haber ocupado las posiciones, se envió parte del regimiento imperial de Suamburgh, y del hispánico del conde de Salm, para entrar en la ciudad asediada y reforzarla, entrando en ella por barca a través del lago. Viéndose los defensores con tan buen refuerzo, se acometió una salida encabezada por el conde de Salm sobre las trincheras del enemigo, logrando matar a muchos de ellos y hacerse con parte de su artillería, tras retirarse los suecos a sus cuarteles. Tras este revés, Horn intentó una última acometida sobre la ciudad, pero la cercanía del duque de Feria, que marchaba a toda prisa hacia sus posiciones, le hicieron desistir y levantar el sitio sobre Constanza, para alegría de la población de la ciudad. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSHxiH_x4TSHSTYvlAGQWbeV7WXC_LarfvYGe1w9oAtVeFJOX6MqqTqdhvRAgyRDDIkqZ8L6iO5Z3cOX_YWYm7_tEdWFcgtR79rV1fYqRM8A-aMY4Ffc1iHFRuS8mCFZovxFd47HWYwWtFs6WL_LzECPMbyfkyP_Tfoc1hwUPaBLdxTN_eEwNsG1GqrA/s1280/Constanza%20Vicente_Carducho,_Socorro_de_la_plaza_de_Constanza..jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1027" data-original-width="1280" height="321" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSHxiH_x4TSHSTYvlAGQWbeV7WXC_LarfvYGe1w9oAtVeFJOX6MqqTqdhvRAgyRDDIkqZ8L6iO5Z3cOX_YWYm7_tEdWFcgtR79rV1fYqRM8A-aMY4Ffc1iHFRuS8mCFZovxFd47HWYwWtFs6WL_LzECPMbyfkyP_Tfoc1hwUPaBLdxTN_eEwNsG1GqrA/w400-h321/Constanza%20Vicente_Carducho,_Socorro_de_la_plaza_de_Constanza..jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Socorro de Constanza, por Vicente Carducho</td></tr></tbody></table><p>El mariscal Horn puso rumbo al oeste, cruzando el Rin por la plaza de Stein, para reunirse con el duque de Wurtemberg y el Rhinegrave Otto Louis de Salm, que llegaban desde Alsacia con abundantes fuerzas. Montaron su campamento en el camino de la Selva Negra, en un terreno que no propiciaba ningún posible ataque de los católicos, y allí esperaron la llegada de las fuerzas de Bernardo de Weimar, que había marchado de Baviera. La principal misión del duque de Feria ahora era levantar el asedio al que las tropas protestantes del Rhinegrave Otto tenían sometida Brisach, pero para ello debían entrar los católicos en el ducado de Wurtemberg, territorio enemigo y donde los protestantes gozaban de todas las comodidades posibles. </p><p>Y eso es lo que hizo el duque de Feria, entrando en Wurtemberg por el Danubio, debiendo de esta manera el ejército protestante moverse para socorrer un territorio amigo y, además, de no hacerlo, dejaba el paso libre a los católicos para expugnar las cuatro ciudades con puente sobre el Rin antes de llegar a Estrasburgo. Los protestantes se movieron entonces ante la inminente amenaza y se reunieron en la ciudad de <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2020/11/batalla-de-tuttlingen.html" target="_blank">Tuttlingen</a>, donde diez años después los franceses encajarían una derrota mayúscula. Los protestantes quedaron con el puente sobre el Danubio a sus espaldas, mientras que los católicos se situaron en la cercana ciudad de Neuhansen, formando todo el ejército en batallón, a la vista del enemigo. </p><p>El ejército protestante había dejado oculta su caballería en los cercanos bosques de Tuttlingen, pero la que se encontraba a la vista sufrió el bombardeo de la artillería católica, al que siguió una carga de dragones y varias mangas de mosqueteros, logrando desalojar al enemigo, haciéndolo huir para ponerse a salvo tras una colina que cubría su retaguardia. Al día siguiente los protestantes cruzaron el Danubio y se internaron en Wurtemberg, dejando el camino expedito al Ejército de Alsacia para tomar las ciudades sobre el Rin en manos enemigas. Primero se encargaron de Reckingen y después le tocó el turno a Waldshut, para cuyo asedio se escogió a 2.000 infantes de cada ejército, el hispánico y el imperial, rindiéndose en poco tiempo. </p><p>El ejército hispánico imperial siguió avanzando hacia el oeste siguiendo el curso del Rin, tomando otras dos ciudades sobre el río y asegurando así sus pasos. De este modo solo falta expugnar Rheinfelden y levantar el cerco sobre Brisach, que estaba siendo asediada por las fuerzas del Rhinegrave Otto. A esta plaza llegó el 16 de octubre la vanguardia de las fuerzas católicas formada por 4.000 escogidos infantes y diversas piezas de artillería. Rheinfelden era una plaza situada en la margen sur del Rin, que le servía como barrera natural al norte. De este a oeste se levantaba una doble línea de murallas, que estaban separadas entre sí por un foso. Contaba con 6 poderosos baluartes; los dos que daban al oeste, disponían además de un canal que servía como barrera natural contra posibles ataques. </p><p>Además, un puente en el extremo noroeste de la ciudad, permitía el cruce del Rin y el camino hacia el norte. Rheinfelden presentaba, por tanto, una formidable estructura defensiva, por lo que los suecos no habían dejado en ella una gran guarnición. Apenas 400 hombres dirigidos por el coronel Cronich, un renegado súbdito del emperador que se había pasado al bando sueco traicionando así la causa imperial, al igual que su sargento mayor, por lo que ambos sabían que no recibirían clemencia alguna en caso de que la ciudad cayera en manos católicas. El duque de Feria envió emisarios hasta en dos ocasiones para tratar de rendir la ciudad por la vía de la negociación, pero ambos intentos fueron rechazados de plano por los defensores, que venderían caras sus vidas por conservar aquella plaza. </p><p>Ante el rechazo de la oferta, el duque plantó una batería compuesta por siete cañones y comenzó a bombardear los muros de Rheinfelden sin dilación. El rugido de los cañones escupiendo fuego no amedrentaron a los defensores, que rechazaron una nueva oferta de rendición, lo cual encendió más los ánimos de los católicos que sitiaban la ciudad. El día 17 de octubre, con las murallas ya bastante batidas, juzgó Feria que era el momento de lanzar un asalto contra la ciudad, por lo que ordenó a su maestre de campo general, Tiberio Brancaccio, preparar el asalto final a Rheinfelden. </p><p>Dicho y hecho; el maestre seleccionó unas cuantas compañías con los mejores infantes españoles e italianos y preparó el ataque con sumo detalle. Mientras la artillería seguía martilleando la parte más castigada de los muros, los soldados hispánicos se lanzaron a un asalto que cogió completamente por sorpresa a los defensores, que se encontraban tapando todos los huecos posibles y consideraban que la brecha aún no era lo suficientemente grande como para que los católicos atacasen. Sin tiempo de reacción se vieron avasallados por la vanguardia de aquella pequeña fuerza de asalto, por lo que el coronel Cronich ordenó replegarse al interior de la ciudad. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJD2WBwRga-nAZHFLMGUBTrV7_qisCLe6mP9zN4syH1oRgAJVu8aLFddWv12o-oSLy82DmOn2a0uGnq7043ze2OqiFbZ6f8lzBZucn5LyLUdVD3sQ2zx8DumzD3AudtQwujH4iIuVr5TlbU3ehQq3aF-p-o2qQT90d1cGUgL6FEq_1h81a8fjcaC4WNA/s1450/Rheinfelden%20mapa.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="754" data-original-width="1450" height="208" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiJD2WBwRga-nAZHFLMGUBTrV7_qisCLe6mP9zN4syH1oRgAJVu8aLFddWv12o-oSLy82DmOn2a0uGnq7043ze2OqiFbZ6f8lzBZucn5LyLUdVD3sQ2zx8DumzD3AudtQwujH4iIuVr5TlbU3ehQq3aF-p-o2qQT90d1cGUgL6FEq_1h81a8fjcaC4WNA/w400-h208/Rheinfelden%20mapa.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Rheinfelden. Plano de la época</td></tr></tbody></table><p>El plan de los defensores suecos era huir a través de las calles de la ciudad y alcanzar la puerta que daba al puente sobre el Rin, pero no lo tendrían nada fácil, ya que el ataque hispánico era muy rápido y agresivo. Las carreras se sucedían y los soldados españoles e italianos iban dando caza a los defensores, que huían como buenamente podían. El sargento mayor cayó muerto en mitad de la ciudad, mientras que el coronel Cronich siguió el mismo destino poco antes de alcanzar el puente. Varios infantes españoles cruzaron el Rin a nado y se situaron al otro lado del puente, para evitar la huida de los defensores. Además, el duque había destacado varias cornetas de jinetes croatas en la otra orilla del río para evitar cualquier posible fuga enemiga. Los pocos desdichados que lograron llegar con vida al puente y cruzarlo, cayeron en manos de los aguerridos españoles o de los fieros croatas. </p><p>También se vieron combates en el puente, cuando un grupo de infantes suecos intentaron quemarlo para evitar la persecución de los españoles, pero no lo consiguieron ya que un infante arrancó sobre ellos con una alabarda y los puso en fuga, algo de lo que, al parecer, el coronel Ossa fue testigo. La guarnición fue completamente aniquilada, y la ciudad quedó intacta, no obstante, se trataba de una ciudad imperial, por lo que sus ciudadanos, considerados súbditos de los archiduques del Tirol, no sufrieron daño alguno. En tan solo cuatro días, el duque de Feria había tomado todos los pasos sobre el Rin antes de Estrasburgo, todo un hito logístico y militar. </p><p>Ahora el duque se debía dirigir al norte y lograr levantar el asedio sobre Brisach, un importante nudo de comunicaciones entre Bruselas y Milán, vital para el Camino Español. La simple noticia de que el Ejército de Alsacia de Feria estaba en camino bastó para que las fuerzas del Rhinegrave Otto levantaran el asedio y marchasen hacia Estrasburgo, llegando el duque a la ciudad el día 22 de octubre, para satisfacción de la población y de los sufridos defensores. Feria dejó mucho dinero, provisiones, hombres y trigo en la plaza, pues debía seguir hacia oeste, tal y como se le había ordenado. Había completado una campaña realmente brillante, a la que sumaría después la toma de diversas plazas más, como Ensisheim o Thann, en Alsacia. </p><p>La campaña del Ejército de Alsacia finalizaría a comienzos de noviembre, cuando se encontró con las fuerzas protestantes en las inmediaciones de Soultz, una plaza a unos 40 kilómetros al suroeste de Brisach, entre las ciudades de Thann y de Ensisheim. Los protestantes habían llenado la ciudad de Basilea con pasquines en los que aseguraban que pelearían con los españoles y los vencerían. Nada más lejos de la realidad. El duque de Feria formó su ejército el 2 de noviembre a la vista del protestante, a pesar del extremo frío de esos días y la falta de leña y víveres. Wallenstein había enviado cartas a Aldringen ordenándole no presentar batalla, una muestra más del doble juego del generalísimo imperial, pero Feria, que tenía el mando, no era de esa opinión. </p><p>Los protestantes tenían más de 10.000 caballos, por lo que el Rhinegrave Otto estaba convencido de la victoria y animaba a Horn a entablar combate. Pero el mariscal sueco no era de la misma opinión, y sabía bien cómo se las gastaba la infantería hispánica, argumentando que, una vez formasen en escuadrones compactos, sería imposible para sus caballos penetrar en ellos y, una vez acabada con la caballería, la infantería protestante no sería rival para los veteranos soldados católicos. Horn y el resto de generales protestantes decidieron retirarse y buscar refugio en Colmar, para descrédito de sus fuerzas. Por su parte, el duque de Feria, tras haber asegurado Alsacia, regresó a Brisach y, tras dejar más guarnición y dineros, tomó el camino de la Selva Negra hacia el Danubio, para dirigirse finalmente a Baviera, enfermando en el viaje por el extremo frío y la escasez de víveres. Fue trasladado a Múnich en estado muy grave, muriendo el 12 de enero a la edad de 46 años. </p><p><b>Bibliografía: </b></p><p><i>- La Guerra de los Treinta Años. Una tragedia Europea </i>(Peter H. Wilson)</p><p>- <i>El memorable y glorioso viaje del infante cardenal D. Fernando de Austria </i>(Diego de Aedo y Gallart)</p><p><i>- El Ejército de Alsacia. Intervención Española en el Alto Rin </i>(Carlos de la Rocha. Hugo Cañete. Javier González Martín)</p><p>-<i> Con Balas de Plata. 1631-1640 </i>(Antonio Gómez)</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAkGQGzIrTvj7xqdWdDxwZLGG3BdYllQCadUo4XBN7lGDRZTTgCOqao34imZdtYPn6b6yNX6JEhHxcTMmDlOSDlUDbPO6FnBWiv7RXxXdSkoMtJ4Sk7AgAV017d0Z_NPplWnDbHOx60KuBAyztT12C4yI7pjlAngVJtT6-9pvY_Zqwd3WcAVdwuoXxgQ/s1024/socorro%20de%20brisach.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="867" data-original-width="1024" height="339" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjAkGQGzIrTvj7xqdWdDxwZLGG3BdYllQCadUo4XBN7lGDRZTTgCOqao34imZdtYPn6b6yNX6JEhHxcTMmDlOSDlUDbPO6FnBWiv7RXxXdSkoMtJ4Sk7AgAV017d0Z_NPplWnDbHOx60KuBAyztT12C4yI7pjlAngVJtT6-9pvY_Zqwd3WcAVdwuoXxgQ/w400-h339/socorro%20de%20brisach.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Socorro de Brisach. Jusepe Leonardo<br /><br /><br /></td></tr></tbody></table><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLoeCQAZFEWOGbZj5SEogfsAE08085xoHGW2G446kQZEfh5ZtR30dn4JsMwPqZXYzSoWoTN5_4Tny7lPBTwRBC7hLZ6iWLp5Cq4TR7YphAz4UWzf7is5Bmnzf7zPtU0McCnnh8JZvXmVsE_uCL9_HlkcjJT_aIn0soJ0EssyDqY7mHXaoQgTnQ5yoY7Q/s700/Rheinfelden.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="597" data-original-width="700" height="341" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLoeCQAZFEWOGbZj5SEogfsAE08085xoHGW2G446kQZEfh5ZtR30dn4JsMwPqZXYzSoWoTN5_4Tny7lPBTwRBC7hLZ6iWLp5Cq4TR7YphAz4UWzf7is5Bmnzf7zPtU0McCnnh8JZvXmVsE_uCL9_HlkcjJT_aIn0soJ0EssyDqY7mHXaoQgTnQ5yoY7Q/w400-h341/Rheinfelden.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Expugnación de Rheinfelden. Vicente Carducho</td></tr></tbody></table><br />Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-35220469646821929872023-04-22T10:06:00.001-07:002024-03-02T00:58:09.482-08:00Asedio de Lovaina<p><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiUizYpGPrZyH7ORJ5MnKPMLlZ2BfqxNGteRStZXNKGkRIvAmDRcmBhIBpWEpJQSkRE9FVN719GrurpiqBsVCSy6fak-LwlAmK6PnS5Ep_c9_-e3jXDL_qe9D4a4IWnUgwoGFaHhcjf2eqHOfJKkVO8F_B6xOj8NQeQDC6X7Ok7j0l2TmUQKvXMLtsOjQ/s1280/Lovaina.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="994" data-original-width="1280" height="311" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiUizYpGPrZyH7ORJ5MnKPMLlZ2BfqxNGteRStZXNKGkRIvAmDRcmBhIBpWEpJQSkRE9FVN719GrurpiqBsVCSy6fak-LwlAmK6PnS5Ep_c9_-e3jXDL_qe9D4a4IWnUgwoGFaHhcjf2eqHOfJKkVO8F_B6xOj8NQeQDC6X7Ok7j0l2TmUQKvXMLtsOjQ/w400-h311/Lovaina.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p>El 24 de junio de 1635 daba comienzo, por parte de las tropas franco holandesas, el asedio de la plaza de Lovaina, en el Brabante Flamenco, defendida por el veterano gobernador Antón Schetz quien contaba con 4.000 infantes procedentes de distintos tercios valones, irlandeses, y regimientos alemanes e ingleses, junto con 6 cornetas de caballos. </p><p>En el marco de la Guerra de los Treinta Años, 1635 iba a ser el año de entrada en el conflicto de Luis XIII, dando así comienzo a la llamada <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2020/06/espana-en-la-guerra-de-los-30-anos.html" target="_blank">Fase Francesa</a>. En realidad Francia llevaba muchos años socorriendo con dinero e incluso hombres a los enemigos de la Casa de Austria, por lo que la entrada en la guerra era simplemente una formalidad de París, en un momento en el que se encontraba con el suficiente músculo humano y económico como para poder beneficiarse de una guerra que ya llevaba casi dos décadas librándose. </p><p>De este modo uno de los primeros movimientos franceses fue el soborno del arzobispo de Tréveris, quien acabó abandonando la protección de España permitiendo la entrada de un contingente francés en su territorio. Esta posición jugaba un papel clave ya que permitía a Francia conectar directamente con los territorios de los protestantes. No iba a permitir el Cardenal Infante dejar esa plaza en poder de un enemigo tan peligroso, y ordenó al marqués de Aytona hacer los preparativos pertinentes para recuperarla. De este modo, un capitán valón que mandaba la guarnición de la plaza de Schweich, a unos 15 kilómetros al noreste de Tréveris, ideó un plan para poder tomar la plaza sin tenerla que someter a un costoso asedio. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>El plan consistía en descender el río Mosela en barcas durante la noche, de tal forma que antes de que amaneciera, las tropas hispánicas pudieran acometer la plaza sin despertar la atención de los defensores. Las barcas se pusieron en marcha amparadas por la oscuridad, llegando poco antes de la salida del sol a una zona por donde le solían llegar provisiones desde Lorena. La fuerza que desembarcó a orillas del Mosela estaba compuesta por 1.000 escogidos infantes y 600 caballos. Al llegar a una de las puertas de entrada a la ciudad, colocaron unos petardos, la volaron, y embistieron con gran furia y rapidez. En menos de tres horas los soldados hispánicos eran los amos y señores de Tréveris, habiendo acabado con la mayoría de los más de 800 franceses que se encontraban de guarnición, y arrestando al arzobispo, Príncipe Elector, llevándolo a Luxemburgo tras saquear su casa. </p><p>Éste fue el hecho que sirvió de excusa a Francia para declarar la guerra a España y entrar de lleno en la Guerra de los Treinta Años. De esta forma el ejército francés se puso en marcha en el norte, con Urbain de Maillé, marqués de Brezé y cuñado del cardenal Richelieu, y Gaspard III de Coligny, duque de Châtillon, al frente de las tropas. Las fuerzas que mandaban sobrepasaban los 22.000 infantes, distribuidos en 13 regimientos, y algo más de 6.000 caballos, los mejores que habían podido reunir en Francia, y muchas piezas de artillería. El plan era atravesar el río Mosa y unirse de esta forma al ejército holandés que mandaba Federico Enrique de Orange, y así, reunidas ambas fuerzas, atacar Bruselas nada menos, donde se encontraba el infante cardenal. </p><p>Enterado del plan, don Fernando de Austria se decidió a actuar para impedir la unión de las fuerzas. Moviéndose rápido ordenó a Tomás Francisco de Saboya, príncipe de Carignano, acantonar tropas en Namur consistentes en un tercio de españoles, otro de italianos, otro de loreneses, dos de valones, y un regimiento de alemanes y otro de irlandeses, sumando todas las fuerzas algo menos de unos 10.000 infantes, a los que se unió un regimiento de caballería. Tomás Francisco había sido informado erróneamente sobre el número de hombres que traían los franceses, pues su secretario le había asegurado que no superarían los 10.000 infantes y 2.000 caballos. El 19 de mayo, ya por la noche, llegaron noticias de algunos de sus exploradores de que el enemigo disponía de unos 30.000 soldados, no dando crédito a semejante afirmación y partiendo a la búsqueda de la fuerza francesa. </p><p>El 20 de mayo las fuerzas hispánicas se desplegaron sobre unas colinas situadas frente a un pequeño valle en Les Avins, en el principado de Lieja, con el río Hoyoux a sus espaldas. Les Avins se encontraba a poco más de 40 kilómetros de distancia al este de Namur. La infantería se situó en vanguardia, con los mosqueteros del capitán Antonio de la Rúa en primera línea, acompañados de la artillería. Detrás el grueso del ejército y la caballería se desplegó por escuadrones en los flancos. Los franceses del marqués de la Brezé formaron en dos líneas de infantería, con la caballería cubriendo sus flancos, mientras que los hombres del duque de Châtillon alargaron el frente situándose en el flanco izquierdo de Brezé. El príncipe de Carignano contemplaba horrorizado la tremenda superioridad numérica de los franceses, pero ya era tarde para retirarse. </p><p>El ataque de Brezé no se hizo esperar; ordenó la carga de siete escuadrones de caballería, algo más de 700 caballos se lanzaron sobre la vanguardia hispánica, pero fueron rechazados por los mosqueteros españoles y la artillería. Brezé insistía ahora enviando a su primera línea de infantería sobre las fuerzas españolas que defendían la colina, pero nuevamente su ataque fue rechazado en seco, teniendo grandes bajas por el fuego de mosquete y artillería. Châtillon, entonces, envió a su caballería para romper la defensa hispánica, saliéndole al encuentro los escuadrones de caballos de Carlos Alberto de Longueval, hijo del gran general católico, el conde de Bucquoy, y del señor de Villerval. La abrumadora superioridad de las fuerzas francesas no permitió a los hispánicos mantener mucho tiempo la posición y, tras el apresamiento de Villerval, la caballería se retiró. </p><p>Tomás Francisco, viendo lo imposible de continuar resistiendo, ordenó la retirada general. Ésta se llevó con bastante orden gracias a la cobertura que hicieron el tercio español de Alonso Lodrón y el italiano de Sfondrati. Ambas fuerzas resistieron un total de cinco cargas hasta que pudieron replegarse tras el grueso del ejército en huida, tras perder más de 1.000 hombres entre muertos, heridos y prisioneros. Las cifras de bajas son bastante confusas. Los franceses aseguraban haber hecho 800 prisioneros y haber causado más de 6.000 bajas al ejército hispánico entre muertos y heridos. Por parte de los españoles se habla de 700 prisioneros y unos 1.500 muertos y heridos. Sea como fuere, el ejército católico hubo de retirarse dejando el paso libre a los franceses para reunirse con los rebeldes holandeses. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh63K862TXA2oVA_aiAO7OMOkf_O27hQVR5fkQBv64ty6ESqoXfvn3-LYVqIVLli7r-0lCSor5UcgKvDq9FKEEKlHKRBV-7mHK8CqaQqQfzVeHM2RcEyBQvcRAk8LnQYJMjFyS7UNTaWqQ-_rrJWsrXOXPtml0Bd0tVCPel4G2fhcKYhnUItFDQ5h9WTA/s554/Les%20Avis%20batalla.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="554" data-original-width="389" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh63K862TXA2oVA_aiAO7OMOkf_O27hQVR5fkQBv64ty6ESqoXfvn3-LYVqIVLli7r-0lCSor5UcgKvDq9FKEEKlHKRBV-7mHK8CqaQqQfzVeHM2RcEyBQvcRAk8LnQYJMjFyS7UNTaWqQ-_rrJWsrXOXPtml0Bd0tVCPel4G2fhcKYhnUItFDQ5h9WTA/w281-h400/Les%20Avis%20batalla.jpg" width="281" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Batalla de Les Avins</td></tr></tbody></table><p>El 2 de junio las tropas francesas llegaban a Maastricht, a unos 80 kilómetros al norte de Les Avins, aunque su número se había visto seriamente reducido a unos 25.000 hombres por los muertos, heridos y desertores. El ejército holandés, conducido por Federico Enrique, llegaba dos días después. Estaba compuesto por 12 regimientos con unos 15.000 infantes holandeses, y también alemanes, escoceses y frisones, a los que había que sumar unos 5.000 caballos. La unión de ambos ejércitos resultaba imponente a los ojos del más experimentado militar. Para hacerse una idea de la magnitud de la empresa que pretendían emprender los enemigos de la Corona Española, en Maastricht y Aquisgrán se hornearon 350.000 toneladas de pan, y se suministraron 200.000 libras de bizcocho, todo ello para abastecer a un ejército que superaba los 50.000 hombres. </p><p>Parecía que la suerte de Bruselas estaba echada, pero el Cardenal Infante aún tenía un as en la manga. Uniendo a las tropas que habían sobrevivido en Les Avins, con fuerzas procedentes de distintas guarniciones del país y reclutas de Flandes y Brabante, logró reunir un ejército de 19.000 hombres y se construyeron diversas posiciones defensivas y fortalezas al oeste del río Gete. Mientras tanto, el ejército franco holandés cruzó el río Mosa entre el 5 y el 6 de junio y, avanzando en varias columnas, llegaron a a las afueras de Tirlemont, en el Brabante Flamenco, el 8 de ese mes. El enemigo se encontraba a menos de 50 kilómetros al este de la capital y a poco más de kilómetro y medio del ejército hispánico. </p><p>En vista de que la posición defensiva no era lo más adecuada, ordenó al capitán Martín de los Arcos quedarse al frente de 1.200 valones en Tirlemont, mientras que el grueso de su fuerza se establecería en Lovaina. Esta era una ciudad a medio camino entre Tirlemont y Bruselas, situada en la confluencia de los ríos Dijle, un afluente del Ruper, y Voer. Contaba con un extenso perímetro circular amurallado con varios revellines y un foso, así como una muralla interior de tipo medieval. La plaza estaba defendida por el veterano militar Antón Schetz, que estaba al frente de 4.000 hombres de distintas naciones y 6 cornetas de caballería. Las tropas franco holandesas se desplegaron alrededor de Tirlemont y comenzaron el asedio. </p><p>La artillería gala comenzó el bombardeo y logró abrir brecha en los muros de la plaza. Martín de los Arcos, en vista de la imposibilidad de defender la ciudad negoció una rendición con Federico Enrique acordando respetar la villa, pero las tropas francesas desoyeron los pactos alcanzados y saquearon Tirlemont y no solo eso, quemaron a católicos dentro de iglesias, violaron a las mujeres e incluso empalaron a los sacerdotes. Mientras esto sucedía, el infante cardenal seguía dirigiendo los trabajos de fortificación al sur de Lovaina, en la ribera del río Dijle. Una vez terminada de saquear Tirlemont las tropas franco holandesas avanzaron en dirección a Lovaina a la vez que llegaban noticias de que un socorro imperial comandado por Octavio Piccolomini se aproximaba con una fuerza de 16.000 hombres. </p><p>El 20 de junio el ejército franco holandés llegó al río Dijle a unos 20 kilómetros al sur de Lovaina y trató de vadearlo por la villa de Florival, por lo que don Fernando mandó al tercio del marqués de Celada junto con varias cornetas de caballos para reforzar la posición del regimiento alemán del conde de Isemburg, que era el encargado de defenderla. Las tropas franco holandesas encontraron un paso por una abadía cercana a Florival tras hacer prisioneros a los 80 defensores que allí se encontraban. Con ese paso controlado, los ingenieros franceses lograron tender pontones y pasar a la mayor parte del ejército el día 21 de junio, por lo que el cardenal infante decidió retirar sus fuerzas a Bruselas, para poder defenderla en caso de que el enemigo la atacase. Pasando por el sur de Lovaina el ejército franco holandés llegó a vista de Bruselas el día 23. </p><p>Ese mismo día el cardenal infante se enteró de que uno de sus secretarios estaba a sueldo de los Orange, falseando comunicaciones con los imperiales para retrasar de esta manera el socorro. Fue juzgado y condenado a ser descuartizado por cuatro caballos a los que fue atado por las extremidades. Con Bruselas a tiro de artillería, ambos mariscales franceses juzgaron más prudente acabar antes con la amenaza que suponía una plaza como Lovaina en su retaguardia, por lo que ordenaron al ejército sitiar la ciudad, comenzando el cerco el día 24. Las fuerzas francesas se desplegaron al sur de Lovaina, contra la puerta de Vilvarde, defendida por el regimiento de irlandeses de Preston, mientras que los holandeses lo hicieron por el norte, donde se encontraba la puerta de Malinas. </p><p>Poco a poco los sitiadores iban completando los trabajos de circunvalación y contravalación para aislar por completo la ciudad, mientras Anton Schetz coordinaba los ataques de los defensores. El día 27 un pequeño auxilio de 500 caballos comandado por el capitán Pedro de Villamor logró sortear las defensas enemigas y pasar entre los sitiadores, logrando así entrar en la ciudad con cientos de kilos de pólvora para la artillería. Tras recibir los refuerzos, Schetz procedió a inundar el terreno circundante abriendo las esclusas de la ciudad. Esto provocó la destrucción de muchos de los trabajos realizados por los sitiadores, mientras que el fuego de los cañones y las salidas de los defensores, provocaban cuantiosas bajas en el enemigo. Para finales de junio se calcula que el ejército francés había perdido más de 8.000 hombres, entre bajas y deserciones. De hecho, la situación era tan grave que el propio Richelieu, informado de los acontecimientos, escribió al duque de Châtillon prometiéndole el envío de 8.000 infantes y 2.000 caballos, pero debían aguantar asediando Lovaina al precio que fuera. </p><p>Mientras tanto, las fuerzas francesas estaban ya a menos de 200 metros del foso que rodeaba la ciudad y trataban de minar la contraescarpa. Habían instalado también dos baterías artilleras que estaban haciendo mucho daño en los muros de la plaza, por lo que Schetz ordenó una salida a cargo de las tropas irlandesas que se encontraban defendiendo esa posición, causando bastante bajas e interrumpiendo los trabajos de expugnación. El día 29 le tocó el turno a los holandeses, quienes lanzaron un fuerte ataque contra la media luna de la Puerta de Malinas, que fue detenido por los soldados valones a los que apoyaron los estudiantes de la universidad de Lovaina, que se unieron a la defensa con picas, espadas y mosquetes. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0plWrjIG30jmiBxH2gjghd9lk3Po0pYV56nR_0GixmPoRmUmryiK8Z9rSOTm5qn5aECOk0GQ2EXSfQHVnIz35F7s19L1KEY0wmYao2s6y5yhOPU1HuR-VYXk82U0XaelsZavg_JNKbNYKXrY-or1ILoAk5YJ-R6svzkn9wbdwsaHppCa6kFrmxvf5qA/s1600/Lovaina%201.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="911" data-original-width="1600" height="228" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg0plWrjIG30jmiBxH2gjghd9lk3Po0pYV56nR_0GixmPoRmUmryiK8Z9rSOTm5qn5aECOk0GQ2EXSfQHVnIz35F7s19L1KEY0wmYao2s6y5yhOPU1HuR-VYXk82U0XaelsZavg_JNKbNYKXrY-or1ILoAk5YJ-R6svzkn9wbdwsaHppCa6kFrmxvf5qA/w400-h228/Lovaina%201.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Universidad de Lovaina</td></tr></tbody></table><p>Ese mismo día Schetz, que se encontraba dirigiendo la defensa de la ciudad desde el torreón llamado Verloren Kost, ordenó una salida de soldados valones contra las posiciones de los holandeses, que tuvieron en aquel ataque 400 muertos. Había transcurrido ya una semana desde que comenzó el sitio y las pérdidas de las fuerzas franco holandesas eran considerables, cobre todo en los franceses, asolados por las enfermedades. Por si no era suficiente, el infante cardenal envió una columna de tropas españolas y valonas para tomar el fuerte de Schenkenschans, un fuerte de suma importancia para los intereses de los holandeses enclavado entre los ríos Rin y Waal, estratégico paso entre Holanda, Zelanda y Alemania. Su importancia era de tal magnitud, que Olivares decía que "Sin el Schenkenschans no hay nada, aunque se tome a París, y con él, aunque se pierda Bruselas, lo hay todo".</p><p>Este hecho propició que Federico Enrique decidiera abandonar la campaña de 1635 con Francia para centrarse en la recuperación del fuerte. El 2 de julio llegaron noticias de que el socorro de Piccolomini y Colloredo, quienes conducían un ejército de 15.000 infantes, 7.000 corazas, 2.000 dragones y 3.000 croatas, se hallaba ya en Namur, a unos 50 kilómetros al sur de Lovaina, y su vanguardia, compuesta por 6.000 caballos, avanzaba a toda velocidad. Los franceses, en vista de que sus aliados van a abandonar la campaña para ocuparse de sus asuntos, decidieron levantar el asedio. Su retirada fue de todo menos tranquila; el cardenal infante ordenó hostigar al enemigo a lo largo del río Mosa, recuperando Diest tras asaltarla y acabar con la guarnición. </p><p>Las bajas francesas fueron terribles; apenas una cuarta parte de las tropas que partieron de Francia llegaron a los puertos holandeses para regresar. Más de 22.000 hombres perdieron los mariscales Brezé y Coligny en aquella campaña. A las bajas ocurridas durante el asedio hubo de sumarle las causadas por las fuerzas del cardenal infante, quien había salido desde Bruselas en persecución de los enemigos, capturándoles todos los suministros, municiones, artillería y más de 240 banderas y estandartes. Tampoco los holandeses se libraron de las pérdidas y las persecuciones, perdiendo un convoy con la plata del príncipe de Orange y más de 1.800 hombres. La campaña franco holandesa de 1635 fue un fracaso en toda regla. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhCpSVmZZCUchNVodxaN4o1qp29og2TPHt_FBgAOR65s584oVgHRY97ZLNyj0nUa_lbupgOqRxNlr_MdkOozPm02H6K68q0YWOKv8ZE-0czsqX9WRPfgMrK7qQ2cWqH4ABckQYEnkg8i8VYgce4zlTIf8dRnitz46cS3hnBWYo-5wbmeE6JVs1bJ3InHw/s1280/Lovaina.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="994" data-original-width="1280" height="311" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhCpSVmZZCUchNVodxaN4o1qp29og2TPHt_FBgAOR65s584oVgHRY97ZLNyj0nUa_lbupgOqRxNlr_MdkOozPm02H6K68q0YWOKv8ZE-0czsqX9WRPfgMrK7qQ2cWqH4ABckQYEnkg8i8VYgce4zlTIf8dRnitz46cS3hnBWYo-5wbmeE6JVs1bJ3InHw/w400-h311/Lovaina.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Mapa de Lovaina. Siglo XVII</td></tr></tbody></table><p><br /></p><p><b>Bibliografía: </b></p><p><i>- Con Balas de Plata. 1631-1640 </i>(Antonio Gómez)</p><p>- <i>La Guerra de los Treinta Años. Una tragedia Europea </i>(Peter H. Wilson)</p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-38384160810998139972023-03-18T01:30:00.003-07:002023-03-18T03:09:20.210-07:00La Jornada de Túnez<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1AYVFm-SqlN_6e3Pmusud3szOyovCkFVmHv5KnEjHhrKmvSk4sOvQRbCm5x3kaZfgaPyPNCauZ0iUWdVnvZvCIew7iDvO4xy2AbLci5OVO_m3mXUi8Xb2VQOtMhazW7_HjnngbKivRpiQIgD72IZj-ThrOFWFhTLJcX7nX8KTixtK197ByAp75TmcVQ/s640/Tunez%20Tapiz%20II.%20Carlos%20pasa%20revista%20en%20Barcelona.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="473" data-original-width="640" height="296" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1AYVFm-SqlN_6e3Pmusud3szOyovCkFVmHv5KnEjHhrKmvSk4sOvQRbCm5x3kaZfgaPyPNCauZ0iUWdVnvZvCIew7iDvO4xy2AbLci5OVO_m3mXUi8Xb2VQOtMhazW7_HjnngbKivRpiQIgD72IZj-ThrOFWFhTLJcX7nX8KTixtK197ByAp75TmcVQ/w400-h296/Tunez%20Tapiz%20II.%20Carlos%20pasa%20revista%20en%20Barcelona.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p>El 21 de julio de 1535 las fuerzas imperiales del César Carlos V entraban en la plaza de Túnez, que había sido tomada por el corsario Barbarroja un año antes tras deponer a Muley Hassan, vasallo de España, acabando momentáneamente con la amenaza corsaria en la zona. </p><p>Durante el verano de 1534 los corsarios otomanos suponían un grave peligro en el Mediterráneo Occidental, destacando entre todos ellos, Jeireddin Barbarroja, quien consiguió aglutinar bajo su mando una potente fuerza berberisca y la puso al servicio del sultán Solimán I, llamado <i>El Magnífico. </i>La situación empeoró ostensiblemente tras la captura de Túnez por parte de Barabarroja, en agosto de 1534; los ataques de los corsarios otomanos se incrementaron de tal forma, que muchos pueblos costeros de España e Italia tuvieron que ser abandonados ante la imposibilidad de protección, mientras otros gastaban ingentes cantidades en mejorar sus defensas ante un eventual ataque. </p><p>La situación era tan crítica, que el rey Carlos I de España hubo de convocar a su Consejo de Guerra para decidir cómo solventarla. Para ello solicitó la ayuda de otras naciones que estaban viendo sus intereses amenazados por la actividad corsaria otomana. De este modo se le unieron Portugal, la República de Génova, los Estados Pontificios y la Orden de Malta. Venecia, que también había visto atacadas algunas de sus poblaciones, decidió no intervenir puesto que aún estaba vigente un pacto de no agresión firmado con el Imperio Otomano décadas antes. De este modo, durante el invierno de 1534-1535, se desarrolló una febril actividad en los puertos de Barcelona, Génova, Lisboa o Amberes, Todos los preparativos estaban encaminados a poner en circulación una gran armada que llevase al poderoso ejército que el rey español iba a llevar consigo para recuperar Túnez.<span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>Desde Málaga zarpó Álvaro de Bazán <i>El Viejo </i>con su armada, compuesta por 15 galeras, 80 naos gruesas y cantidad de embarcaciones menores para el transporte de hasta 10.000 soldados, para reunirse con el emperador en Barcelona. Andrea Doria hizo lo propio desde Génova con una veintena de galeras, una de ellas de cuarenta remos y con gran cantidad de artillería. Por su parte el Papa aportó 12 galeras, cuatro de ellas de la Orden de Malta, y puso al mando de la armada a Virgilio Ursino. Al marqués del Vasto le había ordenado Carlos V poner en Génova todas las compañías de gente española, italiana y alemana que gobernaba, no pudiendo acompañarle Antonio de Leiva por encontrarse bastante enfermo, juzgando el emperador prudente que quedase en Milán con algunos soldados viejos para la defensa del Estado. Además de los soldados españoles, el marqués contaba 5.000 italianos de los capitanes Federico Carretto, Augustino Spínola, y el conde de Sarno, y también 8.000 tudescos comandados por Maximiliano Eberstein. </p><p>Mientras tanto, a Barcelona iban llegando importantes hombres para combatir al lado de su rey, viendo que éste era el primero en embarcarse en semejante aventura. Así, llegaron nobles de la talla del <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2022/07/guerreros-el-gran-duque-de-alba-parte-i.html" target="_blank">Gran Duque de Alba</a>, el duque de Nájera, los condes de Benavente y de Niebla, el marqués de Aguilar, el comendador mayor de Alcántara, el futuro conde de Buendía, Fadrique de Acuña, y un largo etcétera de ilustres nombres. Junto a ellos, 8.000 infantes y 700 caballos de las guardias ordinarias. También acudió a Barcelona el hermano de la emperatriz, el infante Luis de Portugal, con 25 carabelas y un gran galeón, el <i>San Juan Bautista, </i>el mayor de su época, y 2.000 infantes. Además, habían acudido desde Flandes 60 urcas con multitud de gente y con remeros para las galeras, y 40 naos de la Escuadra del Cantábrico. Con todo listo, la armada partió de Barcelona el 30 de mayo de 1535, llegando a Mahón el 3 de junio, mientras que el marqués del Vasto partía desde Génova en 12 galeras y 30 barcos de transporte de Antonio Doria, para recoger a las galeras del Papa y las de Nápoles. </p><p>Llegado el marqués a Civitavecchia, el Sumo Pontífice le estaba esperando para dar su bendición a la armada, y hacer entrega a Ursina de las insignias de capitán general de su escuadra. Desde allí siguieron hacia el sur para recoger en Nápoles a las 6 galeras del virrey, Pedro de Toledo, marqués de Villafranca, de los príncipes de Salerno y de Bisignano, de Espineto, Garrufa, y la de Hernando Alarcón, éstas pagadas a su costa, más otras 7 galeras más del reino. Una vez reunidas las tres flotas en Nápoles, partieron hacia Palermo, en Sicilia, y de allí hasta Cagliari, en Cerdeña, donde se reunió con la armada que traía el emperador desde Barcelona el 14 de junio. </p><p>En Cerdeña Carlos V pasó revista a las tropas; iban cerca de 25.000 infantes, de los cuales, como se ha dicho, 8.000 eran alemanes, 5.000 italianos, 2.000 portugueses, y el resto, españoles. Iban también unos 2.000 caballos, la mayoría ligeros, y un tren de artillería muy importante, sobre todo en lo que a cañones gruesos se refiere. Una vez finiquitados los últimos detalles de la operación, el emperador ordenó zarpar rumbo a las antiguas ruinas de Cartago. Al poco de hacerse nuevamente a la mar, la flota cristiana apresó dos naves francesas que habían acudido a Túnez a dar aviso a Barbarroja de los planes del emperador. Francisco I, rey de Francia, no solo se había negado a auxiliar a la cristiandad en su lucha contra los otomanos, sino que se posicionaba abiertamente a favor de Solimán, y traicionaba nuevamente su religión y su palabra, algo que ya no sorprendería a un veterano Carlos. </p><p>Barbarroja, enterado del inminente ataque, había enviado emisarios a Solimán para que éste le mandase refuerzas, pero el sultán otomano se hallaba empeñado en una serie de conflictos en Asia y no podía desviar recursos para tal fin, menos aún sin apenas margen de tiempo. En vistas de que estaba solo, Barbarroja decidió concentrar sus fuerzas en la ciudad de Túnez, y reforzar la fortaleza de La Goleta, con lo que esperaba retrasar e incluso diezmar el avance cristiano. El 17 de junio la armada llegaba frente a las costas tunecinas, en Útica, ciudad de Berbería entre las ruinas de la antigua Cartago y Bizerta, encallando la galera capitana, donde iba el emperador, pero Doria maniobró rápido para evitar cualquier peligro y tomar agua y continuar. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgeAa33IQPDqvWxnjTiMtOomVzZjbZ3b-EWPZPbcmshxpldtspNSTTcoAVf-Y5Q69jiv_Nt25_xpOdZekDPrrY1sjJgXRGSrq35-DS-CFji1pBO2YVT-MP1sMB38QgkVZrwaF6GUKw6qZCY5T3z2oMb2YYskS7wmX2HIdNA6JB7fHnyaOeDze0F7Tmg0Q/s4032/T%C3%BAnez%20llegada%20y%20ataque%20a%20la%20Goleta.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="3024" data-original-width="4032" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgeAa33IQPDqvWxnjTiMtOomVzZjbZ3b-EWPZPbcmshxpldtspNSTTcoAVf-Y5Q69jiv_Nt25_xpOdZekDPrrY1sjJgXRGSrq35-DS-CFji1pBO2YVT-MP1sMB38QgkVZrwaF6GUKw6qZCY5T3z2oMb2YYskS7wmX2HIdNA6JB7fHnyaOeDze0F7Tmg0Q/w400-h300/T%C3%BAnez%20llegada%20y%20ataque%20a%20la%20Goleta.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Ataque sobre la Goleta. </td></tr></tbody></table><p>Barbarroja contemplaba temeroso la poderosa flota cristiana y aquel enorme ejército conducido en persona por el emperador. El corsario, furioso porque un genovés al que había apresado unas semanas atrás le había asegurado que el ejército estaría conducido por Doria, ordenó cortarle la cabeza por considerar que le había engañado. Barbarroja basó la defensa de Túnez en mantener la fortaleza de La Goleta, llave para acceder a la ciudad, confiando en sus fuerzas y el calor reinante y la falta de agua que padecería el ejército cristiano. A la altura de la llamada Torre del Agua el emperador ordenó tomar tierra y que el ejército desembarcase en buen orden, protegido por la artillería de las naves, algo que se logró con mucho esfuerzo de los capitanes y suboficiales, pudiendo establecer el marqués del Vasto una cabeza de playa y unos cuarteles, y dando la orden de que se permaneciese en formación en tanto en cuanto no hubiera desembarcado la caballería y la artillería. </p><p>Después, el marqués ordenó explorar el terreno, produciéndose algunas escaramuzas en las que resultaron muertos los capitanes italianos Corretto y Jerónimo Spínola. El tiempo, si bien propicio para la navegación, era desaconsejable para llevar a cabo cualquier acción militar sobre el terreno, motivo por el cual el ejército cristiano concurría ligero de vestimenta, con las armaduras guardadas hasta el momento de entablar combate. Cuando todo hubo estado dispuesto, el emperador ordenó avanzar hacia La Goleta. La vanguardia la mandaba el marqués del Vasto, quien llevaba a los soldados viejos españoles y a los italianos del príncipe de Salerno, su coronel, escoltados por la caballería del marqués de Mondéjar y la caballería albanesa del marqués de Alarcón. En batalla iba el emperador acompañado de algunos grandes y diversos caballeros de su Casa y su Corte, que marchaban tras el estandarte imperial llevado por el señor de Bosu, caballerizo mayor de Carlos V. Detrás iban las fuerzas alemanas de Ebertein junto con la artillería, tirada por los presos de galeras y en retaguardia, llevada por el duque de Alba, iba el resto de caballeros, los arqueros de la guarda y dos escuadrones de infantería española bisoña. </p><p>De esta forma el ejército se encaminaba hacia La Goleta, con el emperador a la cabeza, muchas veces corriendo incluso gran peligro, como afirman los cronistas García Cereceda o Gonzalo de Illescas. "Algunas veces salía Su Majestad a correr el campo, con harto peligro de su persona, y tanto, que algunos lo tenían a temeridad; como quiera que en la guerra el Capitán General mayormente siendo rey o emperador, el principal cuidado que ha de tener es guardar su salud, porque de ella depende la de todo el ejército que lleva", narraba Illescas. De esta manera se fue ganando terreno poco a poco hasta tener La Goleta a tiro de cañón. Los trabajos de trincheras eran realizados por los sufridos gastadores quienes recibían constantes visitas del emperador para animarles en las tareas. </p><p>Mientras esto sucedía, los corsarios de Barbarroja realizaban continuas salidas de La Goleta para tratar de destruir los trabajos de asedio de los cristianos. Una de esas salidas, protagonizadas por la gente del capitán corsario Saleco, uno de los hombres de confianza de Barbarroja, se produjo el 23 de junio y tenía como objetivo las posiciones italianas del conde de Sarno. Éste no dudó en salirle al encuentro con sus hombres pero Saleco fingió la huida y el conde italiano mordió el anzuelo, siendo rodeado en un rapidísimo movimiento envolvente y cayendo muerto junto a muchos de sus hombres. Illescas narra que "llevó Saleco a Barbarroja la cabeza y la mano derecha del conde, e hicieron con ella gran fiesta los turcos; de que Su Majestad sintió grandísimo dolor, por el conde era muy buen caballero".</p><p>Apenas dos días después, se produjo una nueva salida de los corsarios, esta vez contra las posiciones de los infantes españoles. Otro de los capitanes de confianza de Barbarroja, Tabaques, salió con mucha de su gente y cayó sobre las trincheras de los españoles, provocando una gran confusión entre los sitiadores. El ataque fue tan furioso y bien planeado, que el Turco logró capturar una bandera de la compañía de Francisco Sarmiento. En la defensa de la posición española llegó a perder la vida el capitán Méndez, debiendo acudir el emperador en persona con sus más allegados para mantener la posición, reprochando a los hombres el descuido en la defensa de las trincheras y los fosos, más aún siendo soldados veteranos la mayor parte de ellos. Tampoco se ahorró reproches el marqués del Vasto, quien reprendió a los oficiales y les conminó a lanzar un ataque y así recuperar el honor perdido en semejante actuación. </p><p>El 2 de julio se volvió a producir otra salida de los corsarios. Otro de los hombres de confianza de Barbarroja, a cargo de los jenízaros y con numerosa tropa mora, cargó contra las trincheras españolas, pero esta vez los infantes estaban prevenidos y, capitaneados por el marqués del Vasto, quien había reforzado las posiciones con arcabuceros a caballo y a pie, lograron repeler con mucho éxito el ataque de los corsarios, matando al capitán de éstos y a muchos de los jenízaros. El resto de la tropa mora, viendo que su capitán había caído, al igual que las fuerzas de élite de Barbarroja, emprendieron la huida para refugiarse tras los muros de La Goleta, siendo perseguidos hasta la misma puerta y quedando muchos fuera y a merced de las armas españolas. El marqués, viendo el ímpetu de su gente y lo expuesta que quedaba al fuego procedente del interior de la fortaleza, mandó regresar a los hombres, pero la artillería corsaria mató a algunos de ellos, incluyendo al alférez Diego de Ávila, e hirió a otros tantos, como Rodrigo de Ripalta. </p><p>El emperador, viendo que se había restaurado el ánimo entre sus hombres, e impaciente por tomar ya aquella plaza ante los rigores del verano y la posibilidad de que recibiera algún socorro, ordenó batir sus muros con la artillería que traían tanto por tierra como por mar. Durante los siguientes doce días se bombardeó La Goleta sin interrupción hasta lograr batir una de las torres principales donde los turcos tenían gran parte de su artillería. El 14 de julio se había abierto una brecha tan grande en los muros de La Goleta que se podía penetrar por ella fácilmente. Así, el marqués del Vasto ordenó el asalto, mientras uno de los frailes del ejército portaba un crucifijo y arengaba a los hombres para combatir por la gloria de Dios y del emperador. El asalto se hizo en buen orden y con gran furia, más aún cuando el emperador hacía acto de presencia y combatía al lado de sus hombres. Sinán, <i>el judío, </i>uno de los más temidos capitanes de Barbarroja y encargado de la defensa de la plaza, huyó a toda prisa ante el asalto cristiano. </p><p>El 14 de julio de 1535 se ganó La Goleta. Más de 1.000 defensores habían muerto y se capturaron unas 500 piezas de artillería y más de 60 naves. Los cristianos perdieron apenas 100 hombres y la sorpresa de éstos fue mayúscula cuando vieron que la mayoría de los cañones de La Goleta eran franceses. La traición del rey Francisco I había ido demasiado lejos. Barbarroja cargó su ira contra Sinán, a quien reprochó que huyese y no plantase cara al enemigo, respondiéndole éste: "yo te digo, Señor, que si hubiera de pelear con hombres no huyera, mas no me pareció cordura tomarme con Satanás, y por eso me quise guardar para mejor tiempo". Al día siguiente de ganarse La Goleta, llegó Muley Hasan para felicitar al emperador por su éxito y reiterar su vasallaje, algo que agradó a Carlos V, quien le hospedó en la tienda del marqués del Vasto, quedando bajo el cuidado de éste, y dando cuenta de todo lo que conocía de aquellas tierras, incluidos los valiosos pozos de agua. </p><p>El emperador celebró Consejo de Guerra para decidir si seguir hasta Túnez y conquistarla, o si por lo contrario, tras la captura de la flota corsaria y la recuperación de La Goleta, la misión ya estaba más que cumplida. En esto Muley Hasan se pronunció mostrando a la gente del Consejo el mejor lugar por el que avanzar hacia Túnez sin caer en alguna emboscada y que Barbarroja saldría a combatir fuera de la ciudad, sin esperar a que se plantara sitio a la ciudad, reservando a sus mejores hombres, los jenízaros, en la retaguardia y colocando a los moros y alárabes en vanguardia. La opción de conquistar Túnez se acabó imponiendo por mayoría, ya que el peligro de dejar aquella plaza en manos del corsario era muy grande. De este modo se ordenó dejar una guarnición de unos 1.000 hombres para defender La Goleta mientras se sucedían los trabajos de reparación y fortificación de ésta, y partir en campaña el 20 de julio. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizqZ3fS8d74cqNBI7L5hBGhCq5ZOJjc320Kba4oVZdC0BX0nzrXM1rwh1BfRVMQ-Dizt6febXq-zSdFJYcmrqzMitChrWYip6r-Y-Lub4JqXUNRx35PXx2G9NvWIdTMPLHPt0nA9e_KWMvAbMDP5WXwFczcP1jZ7-89reQ9kgwvJIvdRHgLTnl5YnoaQ/s640/Tunez%20combates%20en%20La%20Goleta.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="299" data-original-width="640" height="188" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizqZ3fS8d74cqNBI7L5hBGhCq5ZOJjc320Kba4oVZdC0BX0nzrXM1rwh1BfRVMQ-Dizt6febXq-zSdFJYcmrqzMitChrWYip6r-Y-Lub4JqXUNRx35PXx2G9NvWIdTMPLHPt0nA9e_KWMvAbMDP5WXwFczcP1jZ7-89reQ9kgwvJIvdRHgLTnl5YnoaQ/w400-h188/Tunez%20combates%20en%20La%20Goleta.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Combate en La Goleta</td></tr></tbody></table><br />Se quedaría Andrea Doria al mando de la armada y de la guarda de La Goleta. Por su parte, el ejército se pondría en marcha el 20 de julio. Muley Hasan había advertido de la necesidad de llevar grandes cantidades de agua en el camino, pues durante el camino a Túnez solo encontrarían para beber algunas cisternas y sería necesario desordenar la formación, cosa demasiado peligrosa cuando se avanza hacia un enemigo fortificado. El emperador ordenó a los capitanes que se fueran moviendo las trincheras lo más rápido posible, para ir ganando tierra hasta estar a tiro de la artillería, de la cual solo se llevaban las culebrinas por no disponer de medios para llevar el resto sin que se retrasase demasiado el avance del ejército. Mientras esto ocurría, no había momento en que no se sucedieran distintas escaramuzas de mayor o menor intensidad en las que cayó herido el poeta y militar Garcilaso de la Vega, que tuvo que ser socorrido por el oficial napolitano Federico Garrafa. <div><br /></div><div>El mismísimo emperador, según cuenta Illescas, peleando "valentísimamente, sacó de entre los pies de los moros a un Andrés Ponce, caballero andaluz, que le habían muerto el caballo, y él estaba caído en tierra". Aunque muchos cronistas cifran en más de cien mil ("Doce mil de a caballo y Cien mil peones") las fuerzas de Barbarroja que salieron de la ciudad para plantar batalla al ejército imperial, lo cierto es que los hombres de los que disponía el comandante corsario no se aproximaban ni de lejos a esa cifra. Illescas habla de que "salieron de ahí a dos o tres días hasta treinta mil moros a tomar una torre que tenían ganada los nuestros en un cerro alto, donde antiguamente fue la antigua ciudad de Cartago". Y aunque no se refiere al total de hombres, sino solo a los que intentaron retomar esa torre, es más probable que las fuerzas de Barbarroja rondaran esas cifras, aún así, superiores a las fuerzas de Carlos V. </div><div><br /></div><div>En los combates que se sucedieron los moros "tenían a los nuestros tan conocida ventaja en el saberse menear, y en sufrir el calor y los otros trabajos de aquella calurosísima tierra", y por ello entre alguna de la tropas había cundido el desánimo y no faltaban las voces que clamaban por volver a España con el triunfo de haber ganado la armada de Barbarroja y la plaza de La Goleta. Enterado de ese derrotismo el emperador, se dirigió a sus hombres para infundirles ánimos clamando que "pudiere él estarse en su casa con su mujer y con sus dulcísimos hijos, si hubiera querido pasar en disimulación, como otros reyes, las injurias de toda la Cristiandad". De esta manera el ejército se puso en marcha el día 20, con el marqués del Vasto nombrado capitán general del mismo y marchando en la vanguardia, con los españoles a su derecha, mandados por el marqués de Alarcón, y los italianos en la izquierda, dirigidos por el príncipe de Salerno. En el centro de la formación, mandado por el duque de Alba, iban los alemanes con su coronel Eberstein, y en retaguardia el resto de la caballería y de la infantería española y tudesca. </div><div><br /></div><div>El César Carlos, que iba en el centro de la formación acompañado del infante don Luis, su cuñado, que llevaba en esta ocasión el estandarte imperial, se movía por la formación para infundir ánimos entre sus hombres, que le aclamaban enardecidos por poder combatir al lado de su emperador. Alertado por la cercanía del ejército imperial, Barbarroja salió al campo a pelear, tal y como había advertido Muley Hasan, quien dispuso a sus mejores hombres en la retaguardia, con las espaldas a los muros de la ciudad. Fue ese el momento de mayor tensión, ya que la infantería del emperador, sediente y acalorada, llegó hasta los pozos que se hallaban muy próximos a la ciudad, desordenándose para poder beber. Por fortuna para los cristianos, Barbarroja vaciló y no ordenó atacar, salvo las instrucciones dadas a la artillería para que abrieran fuego contra los asaltantes. </div><div><br /></div><div>Viendo la situación, el marqués del Vasto, tras consultarlo con el emperador, ordenó atacar sin esperar a la artillería, pues consideraba que la batalla había de plantarse ya, dedicándole, según Illescas, las siguientes palabras a su señor: "ante todo pido a Vuestra Majestad que luego se vaya a su puesto, y se ponga en su batalla con el estandarte, no sea nuestra mala suerte que se desmande algún arcabuz y peligre vuestra persona para total perdición del mundo". A lo que el emperador le contestó: "pláceme por cierto de obedecer lo que mandáis, aunque no había de qué temer; que nunca emperador murió tal muerte como esa, no es de creer que la moriré yo". Poco después, y recuperado el orden del ejército, el marqués dio la orden de atacar, avanzando en primer lugar el capitán Hernando de Gonzaga con sus caballos ligeros, dando cuenta de entre 300 y 400 moros. </div><div><br /></div><div>Detrás de ellos iba la infantería de veteranos españoles e italianos, cuya acometida hizo volver la espalada a la infantería mora, que era la de peor calidad del ejército de Barbarroja. Éste, viendo que su fuerza se resquebrajaba, corrió a refugiarse en Túnez, ordenando que se matara a los cautivos cristianos que allí se hallaban encerrados en las mazmorras de la ciudad. Según las crónicas, fueron dos renegados cristianos, Francisco Catario y Francisco de Medellín, quienes se hicieron con las llaves de las mazmorras y liberaron a todos cuantos allí se encontraban, cuya cifra rondaba los 6.000 hombres, advirtiéndoles del destino que Barabarroja había firmado para ellos. Los cautivos cristianos lograron llegar a la sala de armas de la fortaleza de Túnez y formar para el combate, comenzando a quemar madera y telas para que el ejército imperial pudiera ver desde fuera que en el interior de la ciudad la cristiandad ofrecía resistencia al Turco. <br /><div><p>Barbarroja no daba crédito a lo que estaba sucediendo y estalló en cólera tratando de acceder a la fortaleza, que estaba muy bien defendida por los recién liberados cristianos. Viéndose acorralado entre dos fuerzas, el corsario decidió emprender la huida junto a los turcos, llevándose consigo todos los tesoros que pudo, y refugiándose en Bona, plaza muy cercana y donde aún disponía de 14 galeras. El 21 de julio caía Túnez, tras entregar los magistrados de la ciudad las llaves al emperador y pedirle clemencia. Aunque el César no tenía intención alguna de saquear la ciudad, más aún cuando se lo había pedido Muley Hassan, no pudo evitar que los cautivos cristianos saliesen de la fortaleza y comenzaran el saqueo. El marqués del Vasto, que fue el primero en entrar en la ciudad, logró confiscar 30.000 escudos antes de que los soldados se diesen al saqueo imitando a los cautivos. Quedaban en la ciudad algunos focos de resistencia mora, dando buena cuenta de ellos los soldados católicos. </p><p>Los alemanes fueron sin duda los que más se desataron, matando a muchos hasta que el emperador se vio obligado a intervenir para poner fin a aquellos desmanes. Recuperada la calma, Muley Hassan hizo recuento de lo que Barbarroja le había arrebatado, entre lo que destacaban armas, una gran librería y pinturas y joyas. El saqueo sirvió a Barbarroja para llegar a Bona y poner a punto sus naves para emprender la huida, ya que se prolongó durante bastante tiempo. Andrea Doria, que había recibido la orden de tomar Bona, envió a Adán Centurione a combatir con la escuadra de Barabarroja, pero éste no llegó a entablar combate, algo que fue objeto de reproche tanto por parte de Doria, que era su tío, como del propio emperador. Bona se tomó sin más contratiempos, y el emperador restituyó a Muley Hassan en el gobierno de aquella tierra. </p><p>Las condiciones que le impuso fueron bastante buenas; el pago anual, en reconocimiento de vasallaje y tributo, de dos halcones y dos caballos, así como el sostenimiento de los hombres que quedaban guarnicionados en La Goleta y en algunas plazas de Túnez. También se le impuso que liberase a todos los cristianos cautivos en sus tierras, así como garantizar la seguridad, libertad y los derechos de los cristianos, no acoger corsarios en sus puertos ni en todo el territorio de su reino, y que las plazas que pudiera conquistar en la Berbería fuesen para el emperador, lo mismo que La Goleta, Bizerta, Bona o Mehedía. Recuperado Túnez, el debate ahora giraba en torno a atacar Argel y derrotar definitivamente a Barbarroja, que se había refugiado allí, o regresar a Italia. Esta última opción se sustentaba en la pronta llegada del cambio de estación, lo que podía suponer un cierto peligro para la armada. También tenía que ver la amenaza que representaba Francia, que podía aprovechar que el ejército imperial se hallaba en la Berbería para atacar Italia. </p><p>De esta forma se optó por regresar, zarpando el 17 de agosto y llegando a Palermo, donde fue recibido con multitud de festejos y alabanzas. De allí cruzó el estrecho de Messina y se dirigió a las tierras del príncipe de Salerno, donde se detuvo unos días, y finalmente la entrada triunfal en Nápoles le aguardaba. Por su parte, Barbarroja, tras armar una nueva flota en Argel, se dirigió contra Mallorca, donde se advirtió su presencia, por lo que puso rumbo a Mahón donde, mediante engaño, e incumpliendo la promesa de respetar a la población, sometió la ciudad a un terrible saqueo en venganza por su derrota en Túnez. Tras esta campaña de rapiña, puso rumbo a Constantinopla, donde Solimán le nombró almirante de su armada. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1MUdwfABgKttHsgSr2ju4eaddIsa5HOjsCqPq0GmAd4aZ35WFq2c_D3AVFRiEKnmNy0CYnv1Oo_1kDzYhcE7gkrfkyoacwr8261jSMAq9Y1hyV1hMGccg4vhucfoNEYUvbSTxGUHSlFxMlwqpHcSOS8IrWew0iHn0NzzL5nhy7K6qZ3u8PqM3S9AaEg/s594/T%C3%BAnez%20Saqueo.%20Pa%C3%B1o%20X.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="342" data-original-width="594" height="230" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1MUdwfABgKttHsgSr2ju4eaddIsa5HOjsCqPq0GmAd4aZ35WFq2c_D3AVFRiEKnmNy0CYnv1Oo_1kDzYhcE7gkrfkyoacwr8261jSMAq9Y1hyV1hMGccg4vhucfoNEYUvbSTxGUHSlFxMlwqpHcSOS8IrWew0iHn0NzzL5nhy7K6qZ3u8PqM3S9AaEg/w400-h230/T%C3%BAnez%20Saqueo.%20Pa%C3%B1o%20X.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Saqueo de Túnez</td></tr></tbody></table><br /><p><b>Bibliografía: </b></p><p>-<i>La Jornada de Carlos V en Túnez </i>(Gonzalo de Illescas)</p><p>-<i>Las Guerras del Emperador </i>(Agustín Alcázar Segura)</p><p>-<i>Los Tercios en las campañas del Mediterráneo. Siglo XVI </i>(Eduardo Mesa Gallego)</p><p><br /></p><p><br /></p></div></div>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-74249449129553123742023-02-20T12:29:00.004-08:002024-03-02T00:58:21.783-08:00El Socorro de Thionville<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhf16h-BHoYEzAuYOI7OsWv66t1_xxYUDy_--EyR8ZnW7EiuURhVXx-rXKGC1VY9Iwc_bLCxWB9DMpUD6VW4vqVTCYG0v2XIopm_Dhax1yKsZb5kxPZ0PBRoiL2P8QrsZ1OeqUzScb_R9gnz3VeN5rta1p2m9xymvihTY3-OiG97jvXfTtDkL8JkCdoLQ/s381/Thionville_1639%20Peter%20Snayers.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="278" data-original-width="381" height="291" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhf16h-BHoYEzAuYOI7OsWv66t1_xxYUDy_--EyR8ZnW7EiuURhVXx-rXKGC1VY9Iwc_bLCxWB9DMpUD6VW4vqVTCYG0v2XIopm_Dhax1yKsZb5kxPZ0PBRoiL2P8QrsZ1OeqUzScb_R9gnz3VeN5rta1p2m9xymvihTY3-OiG97jvXfTtDkL8JkCdoLQ/w400-h291/Thionville_1639%20Peter%20Snayers.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p>El 7 de junio de 1639 una fuerza hispánica imperial, bajo el mando de Octavio Piccolomini, lograba derrotar al ejército francés de Isaac Manasses de Pas, marqués de Feuquières, que había entrado en Luxemburgo y había puesto bajo asedio la plaza de Thionville. </p><p>Francia había entrado en la Guerra de los Treinta Años en 1635, tras asistir a la derrota de los ejércitos protestantes en Alemania. La <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2022/05/nordlingen-analisis-de-la-victoria-de.html" target="_blank">Batalla de Nördlingen</a> había supuesto el derrumbe de las fuerzas germano-suecas de Gustav Horn y Bernardo de Weimar; el ejército hispánico que había marchado desde Italia para conducir al infante cardenal, don Fernando de Austria, a los Países Bajos, de los que había sido nombrado gobernador, había auxiliado a las fuerzas imperiales y de la Liga Católica en Nördlingen, dando una lección de poderío y eficacia, y había acabado con el mito de la invencibilidad sueca. </p><p>Francia tenía miedo de que la Casa de Austria se acabara imponiendo a los protestantes, y con ello, quedar atrapada entre los dominios de la Monarquía Española y del emperador. De este modo, y esgrimiendo el peregrino argumento de que España preparaba la detención del elector de Tréveris, declaró la guerra a España como método preventivo. Francia iba a entrar en la guerra en favor de las fuerzas protestantes, a pesar de ser un país con un rey católico, sustituyendo a Suecia como potencia dominante. La alianza entre Suecia, Holanda, Hesse y Francia no era nueva, ya que los franceses habían aportado grandes sumas de dinero a la causa protestante, pero ahora entraba de lleno en la guerra y ponían en circulación una fuerza imponente compuesta por 70.000 infantes y 10.000 caballos, aunque la mayoría de ellas eran fuerzas bisoñas. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>El cardenal infante había comenzado la campaña de 1639 a comienzos de marzo, con un ejército compuesto por 18.000 infantes y 8.000 caballos, dividiendo sus fuerzas en dos cuerpos. El Consejo de Guerra había planificado una campaña esencialmente defensiva, pero don Fernando de Austria no desaprovechó la ocasión de reconquistar diversos castillos perdidos el año anterior en Güeldres, así como para tomar Cateau-Cambrésis. De esta forma el rey de Francia, Luis XIII, movilizó dos ejércitos con 18.000 hombres cada uno; el gobernado por el señor de Bresse y el señor de Chatillon, que habría de poner sitio a Hesdin, en Artois, y el que estaba bajo las órdenes del marqués de Feuquiéres, gobernador de Metz y gran privado del cardenal Richelieu, que debía penetrar en Luxemburgo y tomar cuantas plazas pudiera. </p><p>De esta manera las fuerzas del infante cardenal se ocuparon del ejército francés que campaba por Artois, mientras que el ejército francés del marqués de Feuquières, entrando en Luxemburgo el 1 de junio, ponía sitio a una de las plazas fuertes de aquel país, Thionville, conocida por los alemanes como Diedenhofen, aprovechando que don Fernando se hallaba ocupado con Hesdin. Las fuerzas con las que el mariscal francés había sitiado la plaza eran el Regimiento de Picardía, al mando del marqués de Breauté, el Regimiento de Navrra, del marqués de Fors, los regimientos de Rambures, del conde D'Onzain, del conde de Granzey, del conde Bussy-Rabutin, del marqués de Saint-Luc, del marqués d'Effiat, y el regimiento del propio Feuquières, además de diversas compañías sueltas y del regimiento de alemanes de Adam von Kolhass. En total, aquellas fuerzas ascendían a unos 13.000 infantes y casi 5.000 caballos.</p><p>Octavio Piccolomini, que se había puesto en marcha desde Bruselas a finales de mayo, alertado por el avance de las fuerzas francesas sobre Luxemburgo, reunió sus tropas en este condado a la mayor brevedad posible. Había mandado despacho al emperador para advertirle del peligro que suponía el avance del ejército francés en aquel país. Thionville era una plaza muy bien fortificada, situada en la margen izquierda del río Mosela, por lo que ofrecía una buena capacidad defensiva al poderse abastecer por el río, pero los franceses habían establecido su cuartel general en la margen derecha del Mosela, cortando así las comunicaciones fluviales. Al norte de la ciudad había unos pantanos que ofrecían una buena protección natural, y al noroeste se extendían los bosques de Thionville. Piccolomini marchó con gran celeridad pero sin descuidar la cautela y el orden, pues la provincia de Luxemburgo estaba repleta de montes y valles, con angostos pasos donde resulta fácil ser emboscado.</p><p>Octavio Piccolomini era un reputado general al servicio del emperador, aunque había comenzado su carrera militar como piquero en una compañía de infantería española asentada en Milán. Al estallar la Guerra de los Treinta Años levantó una compañía de coraceros junto con su hermano y partió hacia Viena bajo las órdenes del conde de Bucquoy, que había sido enviado por el rey de España, Felipe III, para el auxilio de los Habsburgo vieneses. Se distinguió notablemente en la defensa de Viena y posteriormente en la Batalla de la Montaña Blanca. Pasó al servicio del emperador como capitán de caballos, y comandó un regimiento en apoyo español para el <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/06/sitio-de-breda.html" target="_blank">Sitio de Breda</a>. Estuvo en Italia como coronel, enfrentándose a las tropas del duque de Saboya, y se destacó nuevamente en la Batalla de Lutzen, donde fue herido hasta en cinco ocasiones, pero capturó multitud de banderas y estandartes enemigos. Desde 1635 fue enviado como general de las tropas imperiales en los Países Bajos, en apoyo de España.</p><p>El futuro duque de Amalfi estableció su plaza de armas en Bastangue, al norte de la asediada ciudad, y su ejército, a la espera de la llegada de 3.000 infantes del duque de Lorena y otros 2.000 que habrían de sacarse de los presidios de Luxemburgo, se componía de 11.000 infantes y 4.500 caballos. Además contaba con 33 piezas gruesas y 2 morteros que se habían sacado de la ciudad de Namur. El día 6 de junio, a última hora de la noche, el ejército de Piccolomini estaba reunido y dispuesto, ordenando el general imperial que sus hombres cenasen y descansasen un rato, pues a las dos de la mañana se habría de hacer frente de banderas para, tras escuchar misa, ponerse en marcha para acometer al enemigo a eso de las 4 de la mañana. De este modo el día 7 de junio, con las primeras luces, el ejército de Piccolomini avanzó hacia Thionville, en buen orden y sin tocar las cajas, para no dar aviso a los franceses de su llegada. </p><p>La vanguardia de la fuerza hispano-imperial la mandaba el sargento mayor Jean de Beck, que se había distinguido en los comienzos de la Guerra de los Treinta Años en el ejército imperial que combatía en Hungría y Bohemia. El grueso de la fuerza era conducido por Francesco Antonio del Caretto, marqués de Grana, sargento general de batalla del ejército y por el conde de Suys, Ernesto Roland. De este modo el ejército se componía de los regimientos del duque de Savelli, de Florencia, Cercaro y del barón de Saya, así como los regimientos imperiales de La Fosse, de Johann Cristoph von Aldenshofen, de Balthasar de Mora, del margrave de Baden, del barón de Fernemont, el de Gallas, y el Regimiento imperial de Luxemburgo, al mando del coronel Gerardini. La caballería, bajo el mando del barón Jean de Beck, estaba formada por los regimientos <i>Viejo</i> y <i>Nuevo </i>de Octavio Piccolomini, el regimiento de caballos del conde de Rittberg, el de Niccolo de Larcari, el de Ludovico Gonzaga y el de Jakob Bruck. En total Piccolomini disponía de más de 16.000 infantes y 4.500 caballos.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7nvNDolwd-qtOHp6PqZbKLWvQScdwI_0zBF5prwMFzR3Jr-GJcQX_p-1R8cwPhM4cVS8FMlzPmpo_aQ7apy1reIpIgZu5qSEywSULU0VlHbdDfTknFNloosfYOvwUcYE2tVMFnLXJPPWPJ564gM3F9tJ9IVFwWfaJaQYA8CQY5ZzN8esNVr25fhYUag/s1600/Thionville%20avance%20de%20Picolomini.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="633" data-original-width="1600" height="159" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7nvNDolwd-qtOHp6PqZbKLWvQScdwI_0zBF5prwMFzR3Jr-GJcQX_p-1R8cwPhM4cVS8FMlzPmpo_aQ7apy1reIpIgZu5qSEywSULU0VlHbdDfTknFNloosfYOvwUcYE2tVMFnLXJPPWPJ564gM3F9tJ9IVFwWfaJaQYA8CQY5ZzN8esNVr25fhYUag/w400-h159/Thionville%20avance%20de%20Picolomini.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Avance del ejército de Piccolomini</td></tr></tbody></table><p>A poca distancia de Thionville, los franceses habían ocupado un castillo donde situaron más de 50 mosqueteros y 30 caballos. Estaba situado en los alto de una montaña que dominaba el campo de batalla, y justo debajo se extendía una granja, que fue rápidamente ocupada por una partida de dragones, y luego el llano donde se hallaba el campo francés. Fueron los hombres del Regimiento de Florencia los que se ocupar de ganar el castillo, tras la rendición de sus defensores sin apenas resistencia. Eran las 8 de la mañana y la vanguardia del ejército, unos 1.200 hombres, observaron a la fuerza enemiga, escaramuzando para ocupar algunos puestos avanzados. Estaban los franceses bien atrincherados y fortificados. La mayor parte de sus fuerzas se hallaban al otro lado del Mosela, mientras que al oeste y al sur de la ciudad habían construido todo un sistema de trincheras, por lo que la empresa se antojaba difícil.</p><p>Una vez hubo ascendido todo el ejército y la artillería, Piccolomini mandó reconocer el terreno y señalar los mejores lugares por donde embestir al enemigo. Entretanto, 500 caballos franceses se habían adelantado para tratar de romper la vanguardia, por lo que Piccolomini envió 30 jinetes ligeros croatas, 100 caballos de su guardia personal, 100 dragones, y 500 mosqueteros, bajo el mando del coronel Altier. También ordenó adelantarse al escuadrón que habían formado el Regimiento del barón de Saya, el regimiento del barón de Fernemont y unos mil infantes del de Luxemburgo. Se adelantó el barón de Saya con dos escuadrones para expulsar de sus trincheras a los franceses los cuales, tras una fuerte resistencia, hubieron de huir después de haber tenido grandes bajas.</p><p>Las fuerzas de Feuquières comenzaron a replegarse, cubiertas por los regimientos de Navarra, al mando del marqués de Fors, y del de <i>Beauce, </i>del conde d'Onzain, que se encontraban en uno de los principales puestos fortificados de asedio. Estos regimientos, juntos con los de Picardía y el de Rambures, eran la élite del ejército francés. Vista por Piccolomini la maniobra de repliegue, ordenó al conde de Suys cortarla con el regimiento de Rittberg y varias compañías de infantes. Mientras, la caballería del coronel Altier peleaba con la francesa mandada por Roger de Choiseul, marqués de Praslin, desbaratándola y haciéndose con sus guías. El conde de Suys logró vencer la resistencia de los hombres del regimiento de Navarra y de <i>Beauce, </i>descomponiéndolos y avanzando rápidamente hasta otro de los puestos fortificados, dio buena cuenta de otros dos regimientos franceses, que no tuvieron más remedio que emprender la huida.</p><p>El grueso del ejército de socorro descendió hasta alcanzar el llano y el campo enemigo, formando escuadrones para seguir combatiendo al enemigo. Piccolomini vio entonces que los restos de los regimientos franceses estaba cruzando el río Mosela con la intención de unirse al conjunto del ejército, el cual aún no había peleado y estaba fresco y formando en batallones para resistir la acometida del general imperial. Así, Piccolomini ordenó adelantar varias piezas de artillería y comenzar a tirarle al enemigo, impidiéndole de este modo organizarse, y debiendo adelantarse hasta cubrirse en un foso poco profundo que había muy cerca de la ribera este del Mosela. Entonces el barón de Saya marchó con dos escuadrones para tratar ganar la ribera oeste, el lado que había ocupado ya el ejército de socorro. Por su parte, el Regimiento de Luxemburgo acometió un fuerte donde los franceses guardaban las municiones y la pólvora. </p><p>La resistencia francesa fue enorme, debiendo el coronel Gerardini pedir ayuda al general imperial, quien envió al Regimiento de Gallas para reforzarle. El marqués de Grana no dudó, con las fuerzas del barón de Saya, y acompañado de diversos oficiales y soldados particulares, cruzó el río protegidos sus flancos por el regimiento de Florencia, en el derecho, y por el de de Savelli a la izquierda. De esta manera se batieron a pica y espada con las fuerzas francesas que protegían la ribera este del Mosela, haciéndoles retroceder y ponerse a salvo en las posiciones más retrasadas de Feuquières. La victoria parecía más cercana viendo cómo los franceses trataban de ponerse a salvo, pero la contienda no había terminado y el mariscal francés sacó al campo a su reserva. </p><p>Así, se adelantaron varios regimientos de caballería que estaban completamente frescos y atacaron el flanco izquierdo imperial, haciendo retroceder al regimiento de Savelli, que tuvo que multiplicarse para evitar la ruptura de su formación. El general imperial observó con preocupación la situación y envió al barón de Saya y al marqués de Grana, con los dos regimientos de Piccolomini para embestir al enemigo. La acometida de las fuerzas imperiales fue brutal y logró su propósito de hacer retroceder a la caballería francesa. Nuevamente la victoria parecía al alcance de la mano, pero Feuquières puso orden y restableció sus formaciones, pero Piccolomini no iba a dar tregua al enemigo y mandó un nuevo ataque a cargo de su regimiento <i>viejo </i>apoyado por el grueso de la infantería, que ocupó los cañones franceses y los volvió contra ellos.</p><p>En ese momento, y tras más de dos horas de combates, las fuerzas francesas se deshicieron por completo y emprendieron la huida hacia la protección de la ciudad de Metz, siendo perseguidos por la caballería de Piccolomini. Cuenta éste que "del modo de marchar y orden de pelea, como estaba dividida la artillería, y que cumplió el marqués de Grana todo con tanta puntualidad y prisa, que a él se le debe mucha grandiosa parte de la victoria. Y el sargento general de batalla Beck, no solamente hizo de guía y norte, sino que nos representó el sitio de la plaza y puestos del enemigo como si el mismo lo viese y llevó con gran coraje la vanguardia. Y grandísimo valor y esfuerzo de todos los oficiales y soldados del ejército".</p><p>La victoria fue total, quedando preso el propio mariscal Feuqières, que había sido herido en un brazo, y que moriría meses después en presidio por complicaciones en las heridas causadas en batallas. El número de bajas sufridas oscila en función de las fuentes; Piccolomini, en carta escrita al cardenal infante al día siguiente de la batalla, informaba que "el combate duró cosa de dos horas y ha sido de los más furiosos y reñidos que yo he visto en mi vida". Señalaba que "Hanse ganado multitud de cornetas y banderas". Lo cierto es que los franceses perdieron aquel 7 de junio todo el bagaje, así como todo su tren de artillería y, según lo detallado en la misiva, tuvieron unos 6.000 muertos.</p><p>El general, en carta al emperador el día 9 de junio, afirma que "los franceses han perdido toda la infantería y banderas, muertos de ellos cinco o seis mil, quedando presos tres mil y trescientos oficiales mayores y menores, entre ellos el general Feuquières, que queda preso en Thionville, para que cumpliese su palabra dada a su rey de entrar muy presto en esta villa". También señaló que "de nuestra parte entre muertos y heridos no ha habido más que setecientos, y entre ellos herido de dos pistoletazos el marqués de Grana, pero sin peligro de vida". Las cifras de muertos franceses se elevan si atendemos a las crónicas de José Pellicer, quien habla de 11.000 bajas francesas, algo quizás exagerado si lo comparamos con lo narrado por el propio Piccolomini. Pero es seguro que los regimientos de infantería quedaron completamente diezmados, ya que semanas después se ordenaban levas para rehacer los de Picardía, Navarra, <i>Beauce, </i>o el de Feuquières. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxg5akY_-Z9XOslS2tyof2eF8WuVCx03PYGpOdiC4RqKkiuQ95DEjac5MjcrpLi9NXleTJcZmSrTZ82hfzQDhzRCdAz-nRZ1WoZJMAhPI6jDwinsYaNCD5QDk89oT6q5vqGgAoD3AbfMlxtVWQ7QV-iEZFseh2HVU3XSWrEWzUsLDgTuih-v1jRCL77A/s400/Thionville%20auxilio%20posiciones%20francesas%20asaltadas.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="290" data-original-width="400" height="290" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxg5akY_-Z9XOslS2tyof2eF8WuVCx03PYGpOdiC4RqKkiuQ95DEjac5MjcrpLi9NXleTJcZmSrTZ82hfzQDhzRCdAz-nRZ1WoZJMAhPI6jDwinsYaNCD5QDk89oT6q5vqGgAoD3AbfMlxtVWQ7QV-iEZFseh2HVU3XSWrEWzUsLDgTuih-v1jRCL77A/w400-h290/Thionville%20auxilio%20posiciones%20francesas%20asaltadas.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Detalle del asalto a posiciones francesas</td></tr></tbody></table><p>Las crónicas francesas apuntan cifras más bajas, entre 2.500 y 3.000 muertos, algo del todo improbable dado que a Metz no llegaron si quiera 2.000 infantes, muchos de ellos heridos, como apunta el intendente general del ejército francés, Jean de Choisy. Lo cierto es que la mayor parte de la caballería de Feuquières se salvó, dado que apenas combatió, extremo que confirma el alférez Lorenzo de Cevallos, que habla de cómo huyeron cuando el marqués de Grana arremetió con los regimientos de Piccolomini y el grueso de la infantería. </p><p>El ejército de Feuquières dejó de existir, y las operaciones en la Champaña fracasaron estrepitosamente. Pero no todo fueron malas noticias para Luis XIII; el 29 de junio el ejército dirigido por el mariscal Châtillon lograba tomar la importante plaza de Hesdin, sin que las fuerzas del infante cardenal pudieran evitarlo. La guarnición, que resistió durante semanas el terrible asedio francés, salió de la plaza con "sus armas, caballos, bagajes y banderas, balas en boca y cuerda encendida por dos cabos, dos piezas, un trabuco, cuatro barriles de cuerda y los carros y caballos para llevarlos, y escolta para ir a Bethune, en Artois, en dos días, y ciento cincuenta carretas con tres o cuatro caballos para llevar ropa, heridos, así soldados como paisanos".</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3MlRDdYnf5ija2eGd6CyTHTmMlHrndRosbdLXbvM9K2Bo67cypPj3kgtpaPWvieg9t-9U8XPY8O-Xjlu-vT-sjuF5xUemG8nwYRepT3iZjURy-Sn115abDDBjUybhG7CpA-RnJ5_jr8aUGbzbHgt24F7GeUw6b-s683jjFfTVYa-tQJNA2a3MckH-lg/s381/Thionville_1639%20Peter%20Snayers.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="278" data-original-width="381" height="291" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3MlRDdYnf5ija2eGd6CyTHTmMlHrndRosbdLXbvM9K2Bo67cypPj3kgtpaPWvieg9t-9U8XPY8O-Xjlu-vT-sjuF5xUemG8nwYRepT3iZjURy-Sn115abDDBjUybhG7CpA-RnJ5_jr8aUGbzbHgt24F7GeUw6b-s683jjFfTVYa-tQJNA2a3MckH-lg/w400-h291/Thionville_1639%20Peter%20Snayers.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Asedio de Thionville. Peter Snayers<br /><br /><br /></td></tr></tbody></table><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7dmZhKdCLtWVi4cR4wgTZzWgHSsesc5385J-S26CripNxwL_yVjSrCU87Nicns46Ie1vb5nW0K7drPVOGE6uHrwnOUn_idBbsjYg8d0uLzfiWVsntZvSZ5hwsDafM9Iik2jBd4fo83zhAOYWWJhVLXQMGZj20uZfksswizF0dVvyaDT-cDmWXSg6JXQ/s1093/Piccolomini%20Anselm%20van%20Hulle.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1093" data-original-width="800" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7dmZhKdCLtWVi4cR4wgTZzWgHSsesc5385J-S26CripNxwL_yVjSrCU87Nicns46Ie1vb5nW0K7drPVOGE6uHrwnOUn_idBbsjYg8d0uLzfiWVsntZvSZ5hwsDafM9Iik2jBd4fo83zhAOYWWJhVLXQMGZj20uZfksswizF0dVvyaDT-cDmWXSg6JXQ/w293-h400/Piccolomini%20Anselm%20van%20Hulle.jpg" width="293" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Octavio Piccolomini. Anselm van Hulle</td></tr></tbody></table><b><br /></b><div><b>Bibliografía: </b></div><div><b><br /></b></div><div>-<i>Con balas de plata. 1631-1640 </i>(Antonio Gómez)</div><div><br /></div><div>-<i>Avisos históricos </i>(José Pellicer)</div><div><br /></div><div><i>-La Guerra de los Treinta Años. Una tragedia europea </i>(Peter H. Wilson)</div><div><br /></div>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-75796233872226462982023-01-02T11:43:00.001-08:002023-01-02T11:48:22.749-08:00Del Viaje a Flandes del Cardenal-Infante (Parte III)<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyYAssharEYxXsSIRFr-YToXDp1gZDoNhHYGW4m8huRqySDbFgVG0GPlRQ6ZqAziemR2YpwzVVmdfSCbhQuSwhM37mTtdG0dezYWJdQ4wCxdsYBVmdG1rN7PgAAWTrmb0JPiuzN8AKDgU2SeGRjmRRNFHjse-wRi_7ZERFVfRgQP8GOOcgVNvx7US9Dw/s263/Cardenal%20infante%202.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="148" data-original-width="263" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyYAssharEYxXsSIRFr-YToXDp1gZDoNhHYGW4m8huRqySDbFgVG0GPlRQ6ZqAziemR2YpwzVVmdfSCbhQuSwhM37mTtdG0dezYWJdQ4wCxdsYBVmdG1rN7PgAAWTrmb0JPiuzN8AKDgU2SeGRjmRRNFHjse-wRi_7ZERFVfRgQP8GOOcgVNvx7US9Dw/w400-h225/Cardenal%20infante%202.jpg" width="400" /></a></div><br /> <b>- De la memorable Batalla de Nördlingen</b><p></p><p>Tras tener noticias de la llegada del ejército protestante de Gustav Horn y Bernardo de Weimar, y la resistencia que mostraba la ciudad de Nördlingen, hubo una reunión del Consejo de Guerra en la tienda del Rey de Hungría, decidiendo un nuevo asalto, para lo que el rey pidió al Infante Cardenal mil hombres. "Cien españoles del Tercio de Don Martín de Idiáquez, cien del conde de Fuenclara, cien napolitanos del Príncipe de San Severo, y cien del marqués de Torrecuso, trescientos alemanes del conde de Salm y otros trescientos alemanes del coronel Wormes, y por cabo de todos a Pedro de León, teniente de maestre de campo general". </p><p>Mientras tanto, el duque de Lorena, junto con Gallas, el marqués de Leganés, Piccolomini y otros, fueron a reconocer el terreno por donde llegaba el enemigo. A eso de las cuatro de la tarde apareció el enemigo asomando entre dos bosques al suroeste de la posición católica, por lo que "se tocó vivamente arma por todas partes". Su Alteza salió a la plaza de la armas de manera inmediata y el rey de Hungría lo hizo dos horas después, apresurándose a formar sus escuadrones. Se mandaron caballos para retrasar el avance del enemigo y más tarde se conoció que los protestantes querían tomar la colina que se encontraba en el flanco izquierdo del campo católico, "que era el puesto más eminente de todo este distrito, y que dominaba a todos nuestros batallones, para facilitar más el socorro de Nördlingen y obligar al ejército de su Alteza a retirarse del puesto donde estaba".</p><p>Es por ello que el infante cardenal ordenó al marqués de Leganés que se tomase un bosquecillo que servía de falda a la colina del Albuch. De esta forma se envió a Francisco de Escobar, sargento mayor del conde de Fuenclara con 200 mosqueteros de su tercio y dos capitanes, y viendo que era poca gente y que el enemigo estaba cerca y era muy numeroso, se enviaron otros 200 mosquetes del tercio de Gaspar de Toralto y otros 200 borgoñones con algunas compañías de dragones bajo el mando del capitán Pedro de Santa Sicilia. Mientras esto sucedía seguía la escaramuza de la caballería imperial contra la protestante que, aprovechando su gran superioridad numérica, logró hacerse con la posición ya al anochecer. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>Tras esto el enemigo llegó al bosquecillo donde Escobar y sus hombres esperaban, cargando contra ellos con no menos de 2.000 soldados, a pie y a caballo. Viendo el daño que le estaban causando, Horn decidió plantar tres baterías con diez piezas de artillería y empezó a batir las posiciones de los españoles, que habían recibido órdenes de su Alteza de aguantar la posición hasta morir. En los combates murieron peleando un capitán de la infantería española y otro napolitano. Don Fernando se hallaba recorriendo el campo católico, dando instrucciones sin parar, enviando a conde de Salm tomar la cima del Albuch y ordenando al conde Juan Cervellón, "que andaba muy solicito en conducir y disponer su artillería", que preparase las defensas de aquella posición y, viendo lo importante de ésta y el gran número de gente que traían los suecos, mandó también a los regimientos de alemanes de Wurmser y Leslie, quienes se fortificaron con dos trincheras de tres pies de alto y varias piezas de artillería. </p><p>Cervellón mandó al Albuch al tercio de Gaspar de Toralto, reforzado con 200 hombres del príncipe de San Severo, y se dirigió con doscientes mosqueteros del conde de Salm al bosquecillo a las faldas de la colina, "trabando una escaramuza muy viva". Pero Gustav Horn apretó "embistiendo con más de cuatro mil hombres de a pie y a caballo, y acabó de ganar todo el bosquecillo, prendiendo al sargento mayor Escobar y a un capitán de Toralto". Cervellón ordenó la retirada de sus hombres hacia la cima, dando cuenta a don Fernando de todo lo ocurrido y de la imposibilidad de recuperar el bosque, por lo que éste le ordenó que "asistiese en la colina y echase el resto en defenderla con la gente que estaba allá, y se le irían enviando más por si el enemigo viniese el día siguiente a procurar ocuparla". Mientras esto sucedía la artillería imperial seguía batiendo los muros de Nördlingen, aunque los sitiados realizaron una salida donde prendieron fuego a varias trincheras. </p><p>Escobar fue llevado a presencia de Bernardo de Weimar, quien le interrogó sobre el número de gente que traía su Alteza, indicándole éste que 15.000 infantes y 3.500 caballos, amenazando Bernardo con ahorcarle si no le decía la verdad, pues no podía creer semejante cifra, y ratificándose en ello el sargento mayor cada una de las veces que se le preguntaba. Durante la noche la caballería borgoñona de los condes de La Tour y de Arberg ocupó el cuerno izquierdo de la cima y la caballería napolitana del teniente general Gerardo Gambacorta el derecho. En mitad de la noche se celebró consejo en presencia de "su Majestad, su Alteza, el duque de Lorena, y los ministros de los tres ejércitos". Tras una discusión entre Gallas y el infante cardenal por la pérdida del bosquecillo bajo el Albuch, tomó la palabra el marqués de Grana: </p><p>"Señores, en esta batalla nos van muchos reinos y provincias, y así, con licencia de su Majestad y su Alteza Rea diré lo que siento; el peso de la batalla ha de ser en aquella colina, y de los cuatro tercios que están en ella uno es nuevo, que en su vida no ha visto al enemigo, y así, Señores, sería necesario enviar allí un tercio de españoles, e irle socorriendo con más y más gente, conforme la necesidad nos enseñase". Su Alteza estuvo de acuerdo, aunque no algunos comandantes, y decidió enviar al Tercio de Idiáquez y nombrar los tercios que habrían de socorrerlo, previendo también las mangas de mosqueteros que habrían de apostarse en la cima, estando en todo y con tanto "valor y providencia en un Príncipe, que no se había visto en ocasión en vida, estando con un rostro tan sereno y sosegado, como si estuviese ordenando un torneo". El enemigo también celebró consejo, siendo Horn de la opinión de no combatir al día siguiente, pero prevaleciendo la decisión de Bernardo. </p><p>"Aún no había amanecido bien, miércoles seis de septiembre, día de San Víctor y víspera de la víspera de nuestra Señora, gloriosísimo para siempre para España y la Augustísima Casa de Austria, y en que Dios mostró bien el cuidado que tiene de acudir a su pueblo en los mayores aprietos con la mano de la misericordia, y a los dos Fernandos, que mereciendo otro título de Católicos, venían en tan tierna edad a defender su causa" cuando el enemigo avanzó con su batallones sobre la colina. Gustav Horn llevaba 4.000 escogidos infantes y 5.000 caballos, quedando Bernardo en la izquierda del ejército protestante. Atacó el enemigo tras llegar en buen orden, cargando contra los napolitanos de Toralto por la derecha y contra los alemanes por el frente, rompiendo a los regimientos de Salm y Wurmser, que emprendieron la huida teniendo los oficiales de los otros tercios que hacerles "volver a cuchilladas las mayor parte de ellos a sus puestos con sus banderas".</p><p>Mientras tanto, la caballería de Gambacorta rompió al enemigo, pero Horn envió al grueso de la caballería, seguida por un escuadrón de infantería escocesa "que era nombrado el amarillo" contra el Tercio de Toralto, y volvió a la carga contra los alemanes, muriendo el coronel Wurmser e hiriendo de muerto al conde de Salm, quedando pocos alemanes en la defensa de la colina, mientras el resto huía en desbandada. Idiáquez, que veía cómo los bisoños alemanes que escapaban se le echaban encima "mandó calar las picas, con lo cual, y a cuchilladas, los apartó para que no le rompiesen y desbaratasen, acción propia de tan grande soldado, y gran prueba de valor y de la constancia de los españoles, pues tan furioso desorden de los alemanes no los desordenó nada". De esta manera ocupó el Tercio de Idiáquez el lugar de los alemanes, ganándoles el terreno a los protestantes y recuperando los cañones que les habían arrebatado, adelantando una manga de mosquetes de los capitanes Francisco de Aragón, Diego de Contreras y Lope Ochoa de Oro, rechazando así al enemigo.</p><p>En aquellos momentos la artillería enemiga estaba causando gran daño, por lo que el marqués de Leganés ordenó emplazar más cañones y abrir los escuadrones protestantes. También reforzó el Tercio de Toralto con dos mangas de mosqueteros del Tercio de Cárdenas, y otra procedente del Tercio de Torrecuso, mientras solicitaba a Gallas el envío de 1.000 caballos bajo el mando de Piccolomini. Por tercera vez acometieron las fuerzas de Horn a los tercios de Idiáquez y Toralto, siendo rechazadas nuevamente con el apoyo de los caballos de Gambacorta, quien resultó herido en los enfrentamientos, no sin antes capturarle tres estandartes al enemigo, que se enviaron a su Majestad y a su Alteza. Habiendo pasado ya las siete de la mañana, ordenó el marqués de Leganés enviar otros 1.000 mosqueteros más a reforzar el Albuch, "y que se fuesen mejorando los tercios de lombardos del conde de Paniguerola y Carlos Guasco, por la falda de la montaña a la vuelta del bosque".</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgS0YfjfxxPrVUexTXmPTfGlAEc4MMvz55yb134VNd1T8URhKtMhULeEqh3CjtKpId-4L4BAnh3DrHGWrM9TTWzbPrlUW9e8HTNk5NiyVgqKGJXZpevtj4d740Hd8t_o02R0tLZGORsJf8p8UtHprp3kXHVaZ4wOgmX2oUL86QBIs_W8UsYq0gwuAKqsA/s1200/Nordlingen-1634--el-cardenal-infante%20Jan%20van%20der%20Hoecke.png" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="836" data-original-width="1200" height="279" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgS0YfjfxxPrVUexTXmPTfGlAEc4MMvz55yb134VNd1T8URhKtMhULeEqh3CjtKpId-4L4BAnh3DrHGWrM9TTWzbPrlUW9e8HTNk5NiyVgqKGJXZpevtj4d740Hd8t_o02R0tLZGORsJf8p8UtHprp3kXHVaZ4wOgmX2oUL86QBIs_W8UsYq0gwuAKqsA/w400-h279/Nordlingen-1634--el-cardenal-infante%20Jan%20van%20der%20Hoecke.png" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Don Fernando dirige la defensa del Albuch. Jan van der Hoecke</td></tr></tbody></table><p>La caballería de Gambacorta peleaba duramente contra la protestante, mientras el duque de Lorena "enfadado del ocio de estar con sus tropas y algunas del Rey esperando en lo llano, a ver los movimientos que tomaba Weimar con las suyas, subió la colina con una banda de caballeros de su séquito, embistiendo al frente de ellos, de las de su Majestad y su Alteza, con el más gallardo valor que jamás se vio, mezclándose entre los enemigos". Mientras tanto, los regimientos Azul y Negro, junto con abundante caballería, cargaban contra el puesto de los hombres de Idiáquez quien "ordenó con gran providencia a sus soldados que dejasen venir al enemigo muy cerca, sin tirar hasta que el diese señal, y que al tiempo de quererles dar la carga se arrodillasen. Hízose así, y luego que el enemigo les hubo dado la carga, que les pasó por alto, y teniéndole tan cerca, hizo la señal Don Martín a sus mosqueteros, que dieron tal carga al enemigo que no se perdió bala, abriéndole los escuadrones con gran mortandad que quedó tan atemorizada y desmayada su gente, que se les conoció el miedo en la flojedad con que volvieron a embestir, que lo hizo el enemigo quince veces a este puesto en seis horas continuas con lo florido y mayor cantidad de su gente".</p><p>Horn ordenó concentrar el ataque en el lugar donde se hallaba el Tercio de Toralto, enviando Cervellón mangas de mosqueteros del Tercio de Torrecuso, del príncipe de San Severo y otras dos procedentes de los tercios de Paniguerola y de Guasco, llegando después otras del de Cárdenas y del marqués de Lunato. Luego ordenó junta en batallón los tercios de Paniguerola y Guasco, entrando a pelear por la parte donde se hallaba la manga de mosquetes de Torrecuso. Apenas comenzar los combates el conde de Paniguerola quedó muerto por un mosquetazo en la garganta, mientras que Guasco fue herido en la pierna y el brazo derecho, quedando su sargento mayor, Alexandro Campi, al frente del batallón hasta que, otro mosquetazo le hirió en la garganta, debiendo ceder su puesto al sargento mayor del Tercio de Paniguerola, Juan de Orozco. </p><p>Poco antes de las diez de la mañana los batallones de la caballería de Weimar se aproximaron al cuerno derecho del Albuch, donde estaba el duque de Lorena, acudiendo en su ayuda la caballería imperial de Werth, y también gente de la caballería de Paolo Denticci que traía el marqués de los Balbases. 400 mosquetes del conde de Fuenclara acudieron también para ayudar al duque. Mientras tanto, en la colina continuaban los combates, "los españoles, con perpetua gloria suya, estaban como unas peñas en su puesto, defendiéndolo con valor y gallardía nunca vista a fortísimos acometimientos del enemigo". Toralto, mientras, emplazó dos piezas de artillería para batir el escuadrón enemigo que estaba pegado al bosque. Viendo que los protestantes flojeaban, "el sargento mayor Orozco acometió al enemigo dentro del mismo bosque con gran valor, y peleó hasta que lo desalojó de él".</p><p>En el llano Piccolomini ordenó adelantar dos regimientos de infantería imperial para juntarse a los 400 mosqueteros de Fuenclara y a cuatro compañías de la caballería de Denticci, con la intención de rodear el bosque que acababa de tomar Orozco. Los tercios de Idiáquez y de Toralto comenzaron a descender la colina, viendo que el enemigo se desordenaba "de manera que volvió la cara algo antes del mediodía, comenzando al mismo tiempo las tropas de Horn, que combatían en la colina, a palotear". La desbandada fue total, se les ganó la artillería y el duque de Lorena consiguió el estandarte de Bernardo de Weimar. La persecución de la caballería católica causó gran mortandad, sobre todo en el camino a Hurnheim, a la izquierda del Albuch, donde el terreno era bastante pantanoso y la infantería apenas tenía escapatoria. </p><p>La caballería del duque de Lorena continuó la persecución durante tres leguas, y se capturó a Gustav Horn, "que tanto estrago había hecho en la Cristiandad", y a Cratz, "que parece que Dios quiso entregar a este traidor en las manos de este príncipe", y a mucha otra gente particular. Bernardo consiguió escapar de milagro, acompañado de muy poca gente, y llegó a Hurnheim, donde no le quisieron abrir las puertas de la ciudad, y tuvo que llegar hasta Wurtemberg. Murieron ese día en la batalla y la tarde antes "ocho mil hombres del enemigo, en el alcance y seguimiento que hizo la caballería, particularmente la de Johann Werth y los croatas, que siguieron más de cuatro leguas, murieron más de nueve mil, que no es creíble cuán llenos y cuán sembrados estaban los campos de armas, banderas, cadáveres y caballos muertos". </p><p>Entre ellos cayeron 3 sargentos mayores, 8 coroneles, más de 100 capitanes, y los prisioneros eran más de 4.000, "que los más se agregaron al servicio del Emperador". También perdieron todo el bagaje y toda su artillería, "que eran setenta piezas". "Hasta en los árboles había muertos, de los que habían subido a ellos para escaparse, que jamás se vio tanta mortandad ni batalla donde quedase tan deshecho del todo punto tan grande y poderoso ejército. En fin, el que dijo que almorzaría españoles e italianos, quedó almorzado de ellos esa mañana". Del ejército católico hubo 600 muertos, entre los que se contaban de la gente particular el conde de Paniguerola o el coronel Wurmser. </p><p>Tras la huida del enemigo el Rey y su Alteza, escoltados por su guardia, fueron a visitar uno a uno a todos sus escuadrones de infantería y caballería, agradeciéndoles su valor y su esfuerzo. Don Fernando se bajó de su caballo para abrazar a los maestres Martín de Idiáquez y Gaspar de Toralto, "premio y honra debida a tan valerosos caballeros, pues sustentaron con tanto valor en sus puestos todo el peso de la batalla", mientras la gente del emperador gritaba a voces: "¡Viva España, que nos ha dado la victoria y el Imperio. Viva la valentía de los españoles e italianos!". Se esmeró mucho el Infante cardenal en que los heridos fueran atendidos debidamente procurándoles todas las comodidades posibles, enviando a su camarero mayor, Manuel de Guzmán, para ayudar en todo lo que se necesitase. Finalmente se despacharon correos para "España, Viena, Flandes, Italia y a toda la cristiandad, dando cuenta de esta merced tan señalada que Dios había hecho a su pueblo, y su Alteza ofreció hacer una memoria perpetua en la Iglesia Mayor de Toledo".</p><p><b>- La rendición de Nördlingen y el camino a Bruselas.</b></p><p>"Después de ganada y vencida esta feliz y nunca vista victoria, trataron luego los de la ciudad de rendirse a la misericordia y discreción del Rey, pidiendo que no los saqueasen; con lo cual salió luego la guarnición del enemigo, permitiendo tan solamente a los oficiales que saliesen con solas sus espadas, y a los soldados sin ningunas armas, ni cajas, y sin artillería, y de bagaje lo que cada uno podía llevar". El día 8 la ciudad se entregó, entrando en ella al día siguiente, triunfantes, el Rey de Hungría y el Infante cardenal. El día 10 Fernando se acercó al cuartel del duque de Lorena, ya que disfrutaba mucho de su compañía y amistad. Allí se encontraba preso Gustav Horn. Poco después envió al rey de España dos vestidos suntuosamente adornados, y premió a Gallas, Piccolomini y otros comandantes con algunas joyas, mientras que recibió del rey de Hungría dos caballos de guerra, y de Piccolomini la espada que portaba Bernardo de Weimar.</p><p>Las tropas hispánicas tomaron doce cañones y, tras nombrar comisario general de la caballería a Pedro de Villamor, el infante cardenal marchó con su ejército sobre la villa de Guingen, ganándola con un ataque de la caballería borgoñona. Mientras, los ejércitos imperiales y de la Liga se dirigieron a Ulm, tras despedirse del príncipe español el día 11. El día 12 su Alteza envió hombres a exigir la rendición del castillo de Heydenheim, en la frontera de Baviera, pero sus defensores se negaron a entregarlo ya que no tenían órdenes del duque de Württemberg, de tal forma que se enviaron 600 caballos al mando del coronel Ossa para eliminar las defensas exteriores y comenzar el asedio, que sería efectuado por los tercios de españoles de Fuenclara, el de napolitanos de Toralto, el de lombardos de Lunato y el de alemanes de Leslie. El castillo contaba con 500 soldados para su defensa y 40 cañones, además de abundante munición y víveres, pero no opuso resistencia alguna al ver la llegada de las fuerzas hispánicas y se rindió, lo que no pudo evitar el saqueo cometido por algunos soldados, debiendo su Alteza castigar a algunos y advertir al resto con severas penas, haciendo devolver a éstos todo lo obtenido en el botín.</p><p>El día 14 envió al marqués de los Balbases para comunicarle al Rey de Hungría que el tiempo se echaba encima del ejército de su Alteza y debía llegar lo antes posible a Flandes, por lo que no podría desviarse de su camino para socorrer Brissac, debiendo hacerlo el ejército imperial. El 16 se reunió con el marqués de Grana, el de los Balbases y el conde de Tiefenbach, quienes le trasladaron la petición del rey Fernando para que su Alteza no abandonase tan pronto Alemania. Un día después ambos Fernandos volvían a reunirse, mientras que desde la ciudad de Stuttgart se enviaron emisarios para suplicar el perdón del infante cardenal y evitar el saqueo, a cambio de abundantes víveres y pertrechos para el ejército, accediendo a ello su Alteza. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfTOR2uii8nX0fznNsAS_vEFqfRCLejN3Avz58Hu4AC__FXBBPGhX5hVnMjQrDeddxPdk6ezM2CPeXtvnMeOMn0VquT8UD1AJt3bRjDdeStpBhy_YPLgFX0oOcaXu2ZsO5bMMIylHI8I6po2ewKCcIiU8Ym72Us0eiXH3qokiKExprKP5tLS2nWIRLVw/s599/Cardenal%20infante%20a%20caballo%20por%20Gaspar%20de%20Crayer.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="599" data-original-width="483" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfTOR2uii8nX0fznNsAS_vEFqfRCLejN3Avz58Hu4AC__FXBBPGhX5hVnMjQrDeddxPdk6ezM2CPeXtvnMeOMn0VquT8UD1AJt3bRjDdeStpBhy_YPLgFX0oOcaXu2ZsO5bMMIylHI8I6po2ewKCcIiU8Ym72Us0eiXH3qokiKExprKP5tLS2nWIRLVw/w323-h400/Cardenal%20infante%20a%20caballo%20por%20Gaspar%20de%20Crayer.jpg" width="323" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">El Cardenal Infante, por Gaspar de Crayer</td></tr></tbody></table><br /><p>El 18 se produjo una nueva reunión con los ministros del rey de Hungría, resolviéndose que para tomar Brissac se emplearían 500 caballos del sargento mayor del ejército de la Liga, a los que se unirían otros 500 caballos y 5.000 infantes enviados por la archiduquesa de Austria sacados principalmente del Regimiento del Tirol y de las guarniciones de Lindau y Constanza. Envió Fernando de Austria al caballero de la Orden de Santiago, Juan Tomás Blanco, nombrado a la sazón maestre de campo, para asistir en todo lo necesario a las fuerzas que habían de socorrer Brissac, y que se reunirían en la villa de Überlingen, en el lago Constanza, ya que los protestantes habían sacado fuerzas de todo Suabia para juntarlas en Frankfurt con las del Rhingrave Otto y el Landgrave de Hesse. </p><p>El 19 se rindió al ejército de su Alteza la villa de Esling y, tras atravesar el río Neckar, se envió al marqués de Aytona con correo a Flandes, avisando de la llegada del infante cardenal. Mientras que el ejército hispánico seguía su camino, apoderándose de todas las plazas rebeldes con las que se encontraba, mientras que las fuerzas imperiales de Piccolomini se imponían en Franconia y la caballería de Johann von Werth se imponía en las cercanías de Heilbronn, en las orillas del Neckar, a una fuerza protestante de tres banderas de caballería y dos compañías de infantes que acudían a reunirse con el Rhingrave, que ante esto, decidió volver a Alsacia. En el camino se juntó con 6.000 infantes franceses que habían marchado a reforzar a las fuerzas protestantes. El ejército de la archiduquesa se juntó felizmente con la caballería de la Liga, y reconquistaron todas las plazas de Suabia salvo Ulm y Augsburgo, a la que el duque de Baviera pondría bajo asedio.</p><p>Tras la retirada hacia Alsacia del Rhingrave, los ministros del rey de Hungría volvieron a pedir a su Alteza que invernase en Alemania y acudiese con su ejército al socorro de Brissac, cosa que negó cortésmente por ser necesarios sus hombres en Flandes. El día 25 entraron las fuerzas hispánicas en el Palatinado Inferior, no sin antes despedirse ambos príncipes católicos en la villa de Gruppenbach. Tras ocupar el castillo de Hornec, don Fernando dio orden a Martín de Idiáquez para que se adelantase con su tercio, encontrándose con 150 infantes católicos que se le unieron. El 29, tras escaramuzar con algo de caballería protestante y derrotarla, se tomó la villa de Miltenberg y su castillo, guarnecido por 200 suecos. Posteriormente se llegó al río Meno y su Alteza ordenó que se juntaran 200 mosqueteros de distintos tercios con el Regimiento de Caballería del barón de Sebac, para rendir la ciudad de Aschaffenburg, corte del arzobispo de Maguncia, y ocupada por los tropas suecas. Ese mismo día llegaron noticias sobre la rendición de la ciudad de Heilbronn a las tropas imperiales. </p><p>En Franconia Piccolomini seguía haciendo excelentes progresos "de manera que ya en ella no quedaban del enemigo sino Visburg y Haymford, habiendo desamparado la ciudad de Bamberg y todo su arzobispado, y tenía tan apretada la ciudad de Nuremberg, corriendo los croatas todos sus campos, que no podía salir nadie de ella, estando cortada por todas partes, de manera que trataba de componerse con el emperador". El 2 de octubre "yendo el coronel Ossa con mil caballos hacia Aschaffenburg, oyó ruido de armas, y acudiendo allá halló que a tres compañías de Sebac les habían atacado nueve de dragones del enemigo, las cinco de alemanes y cuatro de franceses, que entre todas tendrían quinientos hombres, envistió contra ellos y degolló unos cuatrocientos, prendiendo tres capitanes franceses, de quien se supo que Oxenstierna y Weimar estaban con gran miedo en Frankfurt con solo cuatro mil hombres, y que esperaban al Landgrave de Hesse con otros tantos".</p><p>Ese mismo día llegó al campamento de don Fernando el marqués de San Martín para hacerse cargo de los dos mil caballos que le había enviado el rey de Hungría, con nuevas de que éste se uniría a Piccolomini y que pensaba atacar Frankfurt del Meno. También llegó un emisario del Landgrave de Darmstadt para ofrecer cuanto necesitara el ejército hispánico en aquellas tierras. El día 3 entró su Alteza en Aschaffenburg y mandó repartir los 12.000 infantes de su ejército en siete batallones, en prevención de un ataque del enemigo, quedando de la siguiente manera: dos batallones con los dos tercios españoles; un batallón con los tres tercios de lombardos, uno con los tercios de napolitanos del príncipe de San Severo y de Gaspar de Toralto, otro con los dos tercios napolitanos del marqués de Torrecuso y de Pedro de Cárdenas; otro batallón con los tercios de borgoñones de los condes de La Tour, Arenberg, más los alemanes del coronel Wurmser, y el último batallón con los alemanes de los regimientos de Montoya y de Leslie. </p><p>El día 5 el infante cardenal durmió en la villa de Hanau, en Darmstadt, a orillas del río Kinzig, mientras que el 7 ya estaba en Dorheim, menos de 10 kilómetros al este de Friedberg "sin que en todo este distrito desde los campos de Nördlingen asomase enemigo, ni hubiese memoria de él, ni estorbo, estando bien cerca por todas estas partes, caminando con tanto desembarazo y quietud por estas provincias que eran el corazón del dominio del enemigo, como si se caminase por Castilla la Vieja, hallando por todo las casas llenas de comida y las caballerizas llenas de heno y cebada, las cuevas llenas de vino y las arcas llenas de ropa". El día 8 ya se entró en el condado de Nassau, enviando al capitán Francisco Carnero a Colonia para hacerse con barcas y pontones con los que cruzar el Rin, y un día después se internó el ejército al noreste de las tierras del arzobispo de Tréveris, y el 13 llegó a Wallmerod, plaza del arzobispado de Colonia. </p><p>Llegado al Rin se encontró con que no habían llegado los pontones para cruzarlo, quedando a la espera las tropas a las afueras de la villa de Andernach, en la orilla sur del río. Los siguientes días los empleó en recibir a los comisarios del Elector de Colonia, o a los embajadores del arzobispo de Maguncia y del obispo de Wurzburgo hasta que por fin, el día 18, terminaron de cruzar el Rin los últimos hombres de su ejército en un espectáculo que era contemplado por los aldeanos ya que "jamás se había visto ejército tan real y grande de dieciséis mil infantes y tres mil quinientos caballos, con tan grande tren de artillería, en tan largo tiempo, atravesar de parte a parte tan grande y dilatada provincia como Alemania, caminando lo más por tierras del enemigo, a pesar de las fuerzas de los más de la Europa, ganándolas y sujetándolas, deshaciendo tan bravos y valerosos contrarios, con la mayor reputación y felicidad que jamás se ha visto".</p><p>Una vez pasado el Rin, su Alteza se embarcó en un par de naves con unos cuantos hombres de su confianza rumbo a Colonia, enviando al ejército a Juliers, donde se reuniría con él. El día 19 por la noche, llegaba Don Fernando a Colonia, hospedándose en la casa de Gabriel de Roy, y recibiendo al día siguiente a electores y embajadores, todos deseosos de ver en persona al insigne vencedor de Nördlingen. Después de oír misa en la catedral, contempló los cuerpos de los Santos tres Reyes Magos y el resto de reliquias, y tras unos días en la ciudad, partió hacia Juliers para reunirse con sus hombres, siendo recibido con una salva real a su llegada. En esta villa pasó varios días siendo agasajado con festejos y banquetes hasta su marcha el 27. La salida de la ciudad fue todo un espectáculo, con el príncipe Thomas y mil caballos del duque de Neoburgo, así como la compañía de arcabuceros del marqués de Aytona y mil corazas de su Majestad, pertenecientes al Regimiento del conde de Bucquoy. El 28 entraron en Güeldres, y a comienzos de noviembre en Lovaina, desde donde partieron el día 3 para Bruselas. </p><p>"Amaneció sábado 4 de noviembre, día dichoso para Bruselas, y por haber nacido en otro su Alteza, que Dios guarde en El Escorial a 16 de mayo de 1609, para gloria de la Augustísima Casa, y remedio de la Cristiandad, día verdaderamente festivo y en que se habían de lograr los grandes cuidados de su Majestad de dos años y medio a pesar del de tantos que los habían procurado estorbar, y en que habían de ver cumplir sus deseos los obedientes de los Países Bajos, viendo entrar a este Príncipe, y fundar su habitación en Bruselas, para que los gobernase con el acierto que esperaban y se prometían con tanta razón de su valor y talento". La entrada de su Alteza en la ciudad fue triunfal, que no escuchaba "otra cosa por las calles, sino pláticas y exclamaciones de contento, con grande reconocimiento a su Majestad de haberles enviado con tanto trabajo y tan inmenso gasto a su único y por tantas razones, amable hermano". En vanguardia iban la Compañía de corazas del conde Juan de Nassau y la de arcabuceros de don Juan de Vivero. </p><p>De esta manera llegó su Alteza a las tres y media de la tarde a la puerta de Lovaina, por donde los príncipes soberanos tenían costumbre de entrar en Bruselas, que estaba engalanada con la inscripción "Plus Ultra". Tras pasarla, los magistrados de la ciudad le entregaron las llaves de la misma, que "recibió con su natural agrado", mientras la artillería de la ciudad no paraba de tirar en honor al infante cardenal. Así entró en la ciudad, "cuyas calles estaban tan llenas de gente, y las ventanas tan llenas de bellísimas damas, que faltaban ojos para mirarlas, y días para gozar de tan buena, varia, y grandiosa vista". Visitó la iglesia colegial de Santa Gudula para adorar las tres Sagradas Hostias, donde fue recibido por el arzobispo de Malinas y todo el clero, besando su Alteza la cruz arrodillado ante ella, y entraron todos en la iglesia, donde se cantó el <i>Te Deum Laudamus. </i>Bruselas entera se había llenado de arcos triunfales que no pudieron ser acabados por la prisa que don Fernando se había dado en llegar, reservándolas para cuando volviera de visitar las provincias. De este modo, se prolongaron los festejos en la ciudad durante tres días, "con continuas y grandes luminarias, no quedando casa en toda ella que no diese testimonio de tan deseada y natural alegría". Y de esta manera concluye el memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal Don Fernando de Austria. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibwMImwoVYldf_YIQQYQGOv1oQ_Sy3FMLNdrZVZNtAGhc3Vb8mYg9gNjj7L3NknidIs0ClUfNC9BYPfzyAiZaDBCrAnspYXn09GP0yz6Vi1CV0bMj3ua9t9APn_qKkAbecS6wVaebEpO2liCm9jSDrGxES7CD-3vBMaGHfVUzT8n_CCzCwQsLQXv6a3g/s600/cardenal%20infante%20entrando%20en%20Amberes%20Jan%20van%20den%20Hoecke.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="483" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibwMImwoVYldf_YIQQYQGOv1oQ_Sy3FMLNdrZVZNtAGhc3Vb8mYg9gNjj7L3NknidIs0ClUfNC9BYPfzyAiZaDBCrAnspYXn09GP0yz6Vi1CV0bMj3ua9t9APn_qKkAbecS6wVaebEpO2liCm9jSDrGxES7CD-3vBMaGHfVUzT8n_CCzCwQsLQXv6a3g/w323-h400/cardenal%20infante%20entrando%20en%20Amberes%20Jan%20van%20den%20Hoecke.jpg" width="323" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Entrada del Infante Cardenal en Amberes, por Jan van den Hoecke</td></tr></tbody></table><p><br /></p><p><b>Bibliografía: </b></p><p>-<i>El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria </i>(Diego de Aedo y Gallart)</p><p>-<i>Con balas de plata. 1631-1640 </i>(Antonio Gómez)</p><p><i>-La Guerra de los Treinta Años. Una tragedia europea </i>(Peter H. Wilson)</p><p><i>-Batallas de la Guerra de los Treinta Años. 1618-1635 </i>(William P. Guthrie)</p><p><br /></p>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-67067716450898259892022-12-05T03:45:00.000-08:002022-12-05T03:45:50.489-08:00Guerreros: El Gran Duque de Alba (Parte II)<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjIabfMDEOgGl6EF9BaQCQr2fUl8OtGM5rgmYnueADJfqeLMMKaNFZ7ossXCWSKhxTX8-ZdGyVwbECmQeA6dlfbqUwn17SFnD3zhx2eKl5Xl4STVKlgMHW2K9IyqXScWCJX3CAKBcTXxZd3fVSvzsEo-32KmFiym28EAyFcrRVUHNuVimQ-EMcYQMu48Q/s619/duque-de-alba%201.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="349" data-original-width="619" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjIabfMDEOgGl6EF9BaQCQr2fUl8OtGM5rgmYnueADJfqeLMMKaNFZ7ossXCWSKhxTX8-ZdGyVwbECmQeA6dlfbqUwn17SFnD3zhx2eKl5Xl4STVKlgMHW2K9IyqXScWCJX3CAKBcTXxZd3fVSvzsEo-32KmFiym28EAyFcrRVUHNuVimQ-EMcYQMu48Q/w400-h225/duque-de-alba%201.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p>Mientras la influencia de Ruy Gómez crecía sobre la figura de Felipe, el recelo de éste hacia el duque de Alba iba en aumento. De esta forma, y aprovechando el intento de invasión francesa de los Países Bajos, a finales de 1554, rechazado finalmente por las tropas de Carlos y la entrada de una nueva fuerza en el Piamonte, bajo el mando de Charles de Cossé, conde de Brissac, Felipe convenció a su padre para que mandase al duque a poner en orden los asuntos en Italia. </p><p>Allí fue el duque a comienzos de 1555, teniendo que hacer frente no solo a los franceses, sus enemigos externos, sino a las maquinaciones de sus enemigos en la Corte, especialmente el vil Ruy, quien hizo todo lo posible para privarle de fondos y hombres para su campaña en Italia. Y es que ya antes de la partida del duque, a los soldados acantonados en el Estado de Milán se les debía, en concepto de pagas atrasadas, se les debía la desorbitante cantidad de 600.000 ducados. No solo no se le fueron entregadas estas cantidades, sino que apenas se le asignaron 200.000 ducados a última hora, pues uno de sus más fieles partidarios, Francisco de Eraso, se había pasado al bando de Ruy e intentó todo lo que estuvo en su mano para que no le llegasen esos dineros. </p><p>Mientras el duque se reunía en Augsburgo con el rey Fernando, las intrigas continuaban en la Corte, negándole incluso su propio sueldo de 12.000 ducados. Llegado a Innsbruck envió una carta a Felipe advirtiendo de que no tomaría posesión de sus cargos en Italia a menos de que se le abonaran las cantidades prometidas. En vistas de la situación, Alba trató de conseguir dinero de todas las formas posibles, tanto en Italia, a través de Bernardino de Mendoza, como en sus posesiones en España, desarrollando una gran actividad agrícola en sus tierras. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p><b>- El duque de Alba en Italia.</b></p><p>A su llegada, a mediados de junio de 1555, el duque disponía de una fuerza inferior a 35.000 hombres, de los que un cuarenta por ciento se encuadraban en labores de guarnición. Las fuerzas franceses eran ampliamente superiores, sobre todo con la llegada de otro mariscal, el duque de Aumale, Claude de Guisa. Por si lo problemas militares no fueran pocos, se encontró con otro de índole social. En la casa que se alojaba, la de los príncipes de Ascoli, se produjeron una serie de disputas por el honor de la princesa que acabaron con los hombres de los Ascoli asesinando al capitán de caballos Antonio de Mendoza y a varios de sus hombres. Antes de que los ciudadanos empezaran a protestar por aquellos hechos, el duque no vaciló en encerrar en el castillo a los príncipes, asegurando los en teoría poderes plenipotenciarios con los que había llegado a Italia, y ganando gran reputación entre la gente. </p><p>A mediados de julio abandonó Milán con rumbo a Pavía para inspeccionar las defensas del estado, y emprendió una campaña a través del río Po expulsando a todas las tropas francesas que se encontraban en las inmediaciones. La fortaleza de Volpiano, a 20 kilómetros al noreste de Turín, que aseguraba un importante paso en el alto valle del Po hacia el Milanesado, se encontraba cercada por los franceses. Incapaz de socorrerla, dado el gran número de enemigos, logró meter diversos socorros, siendo el más importante el mandado por Lope de Acuña quien, con 750 hombres, logró introducirse en la plaza a espada y fuego. Pero todo fue en balde, pues a mediados de septiembre cayó, amenazando toda la región. La llegada del invierno fue providencial para salvar la situación. </p><p>Pero los problemas no cesaban. Varias unidades de alemanes se amotinaron por la falta de pagas, y el duque les ofreció a su hijo como rehén, algo que fue rechazado de plano por los alemanes, quienes no osarían negociar con la vida del hijo del duque. Ya en febrero de 1556 se firmó la Tregua de Vaucelles, que puso fin a la guerra en Italia. El resto del tiempo en Milán se afanó por llevar a cabo una serie de reformas de carácter legislativo, político y social, que redundaron beneficiosamente en el Estado. De allí partió a Nápoles. Allí se encontró con un gobierno incapaz de revertir la situación de pobreza y hambruna entre la población, así como la delincuencia que campaba a sus anchas, por lo que no dudó en pedir un préstamo a la reina de Polonia, y enviar diversas compañías españolas a combatir a los malhechores, así como a reformar las fuerzas de seguridad, corruptas de arriba a abajo. </p><p>Otro de los problemas con los que hubo de tratar fue con el nuevo Papa. Paulo IV había ascendido a la silla de San Pedro en mayo de 1555. De familia napolitana, odiaba profundamente a los alemanes, a los que llamaba "bárbaros" y "renegados", y no era de extrañar, por tanto, sus recelos, si no animadversión, por los Austrias. La política anti española del nuevo Papa fue en aumento, desde alcanzar pactos con los franceses hasta confiscar tierras de hombres muy cercanos al ya rey Felipe II. En contra de la opinión generalizada, el duque no deseaba enfrentarse con Paulo IV, pues suponía un conflicto con su férrea fe. Pero Felipe quería que se respetaran sus derechos y apremió al duque a revertir la situación. A Alba no le tembló entonces el pulso para dar un ultimátum al Papa, y éste respondió con arrogancia inusitada que se les varía con él espada en mano. </p><p>Ante este desafío, y siempre siguiendo instrucciones de Felipe II, Alba partió con un ejército de 12.000 hombres desde Nápoles. En poco más de dos semanas los objetivos militares que el duque se había propuesto se habían logrado y Roma se encontraba en una situación desesperada, y a instancias de los cardenales se entablaron conversaciones de paz. El 25 de septiembre, en una reunión que habría de tener lugar entre el Papa y Alba, el primero no apareció, dando rotas las negociaciones, por lo que la campaña prosiguió. El duque dio auténticas lecciones del arte de guerra en acciones como la de Tívoli, Frascati u Ostia. Pero la llegada del invierno hizo que se decretase una tregua y las fuerzas realistas se retiraran a Nápoles. La buena fe del duque no tuvo contraprestación en el Papa, quien recibió un ejército francés bajo el mando del duque de Guisa y, mediante sobornos, logró recuperar Ostia a comienzos de 1557. </p><p>Los franceses se vieron arrastrados por el duque a sitiar Civitella, en los Abruzos, fijando allí el grueso de sus fuerzas, mientras que él avanzaría por Pescara, en la costa adriática, con una fuerza de casi 30.000 hombres. Guisa se fue hacia él con su ejército mientras dejaba una pequeña fuerza de asedio en Civitella. El duque no tuvo problemas en lograr la victoria y el 15 de mayo los franceses se retiraban. En el centro era Marco Antonio Colonna, aliado de Alba, quien derrotaba a las fuerzas papales conducidas por Giulio Orsini. El Papa, asediado por las fuerzas realistas y abandonado por sus aliados, recibió la noticia de la derrota francesa en la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/08/batalla-de-san-quintin.html" target="_blank">Batalla de San Quintín</a> el 10 de agosto, pero siguió sin ceder, por lo que el duque se plantó ante los muros de Roma el 25 de agosto. Tras arduas negociaciones, amenazas de excomunión, y de un nuevo saqueo de Roma, el duque halló una solución diplomática que ponía fin a la guerra, demostrando una vez más sus excelentes dotes no solo militares, sino políticas. </p><p><b>- De la Paz de Cateau-Cambresis a Flandes.</b></p><p>No podía faltar el duque en las negociaciones para alcanzar un acuerdo con Francia. A pesar de la desconfianza de Felipe II hacia su persona y las maquinaciones de Ruy Gómez, el rey entendía que no había nadie como Alba para esos menesteres. El Tratado se concluyó el 2 de abril de 1559, y supuso la paz con Francia, sellada definitivamente tras la muerte del rey Enrique II de Francia durante la celebración de un torneo de justas en París en los festejos por la paz acordada. También resulta curiosa la reunión de personajes en esos festejos que iban a tener posteriormente destinos tan dispares, como los condes de Horn y Egmont, o el príncipe de Orange. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6rSTF0OcEdq7SU7prJYqvyZusJ0jJjT0nQhUPIeWsQBb8HgXFrlVqXzBGXNZrRbyBfbi_Tc57ZDZt8sD6luzkgVQjFk7BxZZqIjtK3WGYzul5Vf2zVcbsqDVo0OBcXkg2WR1vx9FvBuSUP5ZOFwgFnVV2Qi7V7bixbZM0SPh3cmuz_InapJmIbmiCYg/s1017/Cateau-Cambresis.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="851" data-original-width="1017" height="335" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6rSTF0OcEdq7SU7prJYqvyZusJ0jJjT0nQhUPIeWsQBb8HgXFrlVqXzBGXNZrRbyBfbi_Tc57ZDZt8sD6luzkgVQjFk7BxZZqIjtK3WGYzul5Vf2zVcbsqDVo0OBcXkg2WR1vx9FvBuSUP5ZOFwgFnVV2Qi7V7bixbZM0SPh3cmuz_InapJmIbmiCYg/w400-h335/Cateau-Cambresis.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Paz de Cateau-Cambresis</td></tr></tbody></table><p>Solventado el problema con Francia, quedaban el sempiterno Turco y la cuestión de los Países Bajos. Ésta centró la actividad política y militar del duque de Alba en los siguientes años que habrían de venir. Los Países Bajos eran un conjunto de diecisiete provincias que mantenían sus asambleas, leyes y privilegios, aunque, por la Pragmática Sanción de 1549, se convertían en una entidad única e indivisible gobernada por el hijo del emperador, esto es, por Felipe II. Desde los años 50 del siglo XVI su contribución económica a sus soberanos había ido en descenso; ésta se hacía mediante los <i>aides, </i>que en palabras de Maltby eran "impuestos recaudados por los Estados para fines específicos, y cada uno había de votarse por separado, y cada uno de ellos proporcionaba casi siempre ocasión para procurar arrancar nuevas concesiones políticas de la monarquía". El otro aspecto espinoso de dichos estados era la cuestión religiosa; una amalgama de cultos había florecido allí, desde luteranos, anabaptistas, hasta los más radicales calvinistas. </p><p>Felipe II no iba, por el momento, a revertir drásticamente la situación, pero sí dejó a su hermanastra Margarita de Parma como regente, y aupó al Obispo de Arras, el cardenal Granvela, a la presidencia del Consejo de Estado. Sin entrar a profundizar sobre el <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2020/09/la-guerra-de-los-80-anos-los-origenes.html" target="_blank">origen del conflicto en los Países Bajos</a>, la situación se empezó a escapar al control de las autoridades reales con cada intento de reforma pretendido por el rey. El duque de Alba, que se hallaba en España en el verano de 1559, seguía encontrándose con los recelos de Felipe, influido por Ruy Gómez, y no veía sus logros recompensados como él creía. El tándem formado por Ruy y Eraso le influía cada vez más negativamente, hasta el punto de que, en una ocasión, insultó gravemente a Eraso en presencia del rey, retirándose posteriormente a sus posesiones. </p><p>El duque de Alba pasó los siguientes años condenado al ostracismo, a caballo entre la Corte y sus dominios, viendo como Eraso y Ruy movían los hilos y desautorizaban las políticas de Granvela en Flandes, a quien acusaban de ser muy laxo con los herejes y quien no podía contar en esos momentos con la protección del duque. siendo destituido de su cargo en 1564. Pero lo cierto es que las políticas de intrigas de los enemigos del duque solo habían desestabilizado el gobierno de los Países Bajos, donde aumentó la herejía y la insubordinación. Felipe comenzó a recelar ahora de Eraso, quien más tarde fue hallado culpable de corrupción y cayó en desgracia, y Ruy fue relegado a mayordomo del príncipe Carlos, así que el rey volvió a llamar al único hombre a quien podía confiar su reino. El duque llevó el peso de las negociaciones en Bayona para ver si España respaldaba a Catalina de Médicis y a su hijo Carlos IX de Francia contra los hugonotes. </p><p>El duque no quiso alcanzar acuerdo alguno mientras Catalina se comprometiera a una lucha contra los hugonotes, quienes además tenían fuertes lazos con los protestantes en los Países Bajos. La situación fue deteriorándose más en los siguientes meses hasta el estallido de la conocida como <i>Furia Iconoclasta</i>, de agosto de 1566. La principal consecuencia fue el anuncio del propio rey de que viajaría a los Estados de Flandes en la primavera del siguiente año, pero finalmente, y por motivos que aún son objeto de especulación, declinó su propia decisión y resolvió enviar al duque de Alba, quien aceptó de mala gana. De manera inmediata se puso a trabajar sobre los preparativos del viaje, sin dejar nada al azar, aunque antes tuvo que ver el enésimo agravio cometido contra él, cuando su hijo Fadrique fue desterrado a Orán por haber contraído matrimonio con una dama de la Corte, en lugar de poder viajar a Flandes, como había pedido el duque. </p><p>Tras reponerse de este revés, la ruta elegida finalmente sería determinante y abriría lo que se conocería como el <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/06/el-camino-espanol.html" target="_blank">Camino Español</a>. Consideraba el duque que la ruta marítima era demasiado peligrosa y además la mayoría de las tropas se encontraban en Italia. Alba quería llevar consigo los tercios de Lombardía, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, algo menos de 10.000 soldados, entre los que se encontraban dos compañías con 300 zapadores, a los que habrían de acompañar unos 7.000 acompañantes, entre familiares, comerciantes y demás personal. Por Francia no podrían pasar, ya que el frágil equilibrio de las guerras de religión en aquel país se podría romper con la presencia de semejante ejército católico. Así que finalmente se decidió la ruta que, saliendo de Milán, atravesaba el Piamonte, Saboya, cruzando los Alpes por los pasos del Monte Cenis, para llegar a los bosques del Franco Condado, atravesarlos, y entrar en el amigo ducado de Lorena y, desde ahí, llegar a Luxemburgo y cubrir el trayecto final por el obispado de Lieja hasta llegar a Flandes. </p><p>Más de 1.000 kilómetros de distancia y cotas de más de 2.000 metros de altitud eran algunos de los obstáculos que habría que enfrentar, amén del problema de bordear la región de Ginebra, calvinista, o ciudades libres como Besançon, o de tener que enviar embajadas diplomáticas a los distintos territorios por donde habría de pasar el ejército para evitar posibles ofensas o contratiempos de última hora. El duque envió a Juan de Acuña con los zapadores para abrir los pasos alpinos. Junto con Francisco de Ibarra, se prepararon a conciencia las <i>etapas</i>, donde se adelantaban algunos oficiales que iban negociando los lugares de descanso del ejército y su avituallamiento con los pueblos y ciudades por los que pasaban. De este modo partieron el 20 de junio de 1567 divididos en tres cuerpos separados por un día de marcha. La vanguardia iba gobernada por el propio duque, el centro por su hijo Hernando, y la retaguardia por Chiappino Vitelli. </p><p>En 56 días lograron cubrir el trayecto y a mediados de agosto había entrado en Flandes. Sus relaciones con Margarita de Parma serían tensas pero cordiales, y se romperían definitiva tras la detención de los condes de Egmont y Horn, según las órdenes secretas del propio rey que traía el duque. Si bien su primer intento de dimisión no fue aceptado, el 13 de septiembre Felipe II lo consintió, tomando el poder el duque en octubre como capitán general. El duque, que estaba convencido de que solo había ido a Flandes a preparar la llegada del rey, debió emprender una serie de reformas económicas y sociales que despertaron el recelo de la nobleza. Estas reformas se especificaban en unas instrucciones secretas que traía desde España. También se afanó en licenciar a las tropas poco confiables y acuartelar a sus hombres en las ciudades clave, donde además se construyeron ciudadelas como la de Amberes, donde puso todo su empeño. </p><p>También creó el <i>Tribunal de los Tumultos</i>, un tribunal especial que tenía como misión castigar a los responsables de las revueltas, pero ni mucho menos fue una decisión suya, sino que se había tomado en la Corte y formaba parte de las instrucciones que llevaba con él. La idea era descabezar la rebelión y, una vez puesto en orden aquellos estados, otorgar un perdón general que sirviera como base para la reconstrucción de una nueva relación soberano-vasallos. Desde la entrada en funcionamiento del tribunal, en 1567, hasta 1576, se ejecutaron a un total de 1.083 personas, y se desterraron a 20, como señala Maltby, concentrándose el número de ejecuciones entre 1568 y 1569. Esto, que puede parecer brutal hoy en día, era algo muy habitual en la época, no pudiendo olvidar la persecución religiosa tan horrible contra los católicos ingleses, o las atrocidades cometidas por los calvinistas. </p><p><b>- El estallido de la Guerra.</b></p><p>El duque había apresado a algunos de los principales cabecillas de las revueltas, pero ni mucho menos se había podido hacer con la presa más cotizada. Guillermo de Nassau, príncipe de Orange, se hallaba a salvo en sus dominios alemanes de Dillenburg, apoyado por su hermano Luis y los condes de Hoogstraten y de Culemburg. El duque de Alba había intervenido un cargamento de armas en unos buques en Nimega, y era sabedor de los planes del príncipe. La jugada de éste llegó en abril, cuando un ejército al cargo de su hermano Luis compuesto por 12.000 hombres entraba desde Alemania por el norte hacia Frisia, mientras que el conde de Hoogstraten lo hacía por Maastricht al frente de 3.000 soldados. </p><p>El intento de invasión fue repelido por las fuerzas del duque de Alba; primero golpeando en Dalen el 25 de abril de 1568, cuando las fuerzas de Hoogstraten y del señor de Villiers se vieron ampliamente superadas por un contingente español con la mitad de efectivos, pero mucho más profesional y formado. El resultado fue la desaparición del cuerpo de ejército rebelde, por apenas una veintena de muertos españoles. En el norte, Luis avanzaba y había tomado el castillo el castillo de Wedde, amenazando así toda la región de Groninga. Alba envió al conde de Aremberg con su regimientos de alemanes y seis cañones, a los que se debían sumar las fuerzas del conde de Mega, con otro regimiento de alemanes bajos y las fuerzas de caballería, y el Tercio de Cerdeña de Gonzalo de Bracamonte. El resultado es de sobra conocido, en Heiligerlee, el ímpetu y la indisciplina de las tropas del Tercio de Cerdeña </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhoqeRs-70OOkmrMDRb8p0z6iTHfbmXiFELmmRzcJ7AQmFPrI3gVCU10Af-kw24Y-RcaC98WsBiRnu6rwztGdh2hCfqaj3ULS4xQAbEgJQp4bU2JdZDtRpKKzPLfuoBhuapl1BLUweTi6cKI5PEE6CPu60fQ07gEYFp6XiZPCbp4ahjd2g1Y8Ff96kLiQ/s1280/Heiligerlee,%20por%20Frans%20Hogenberg.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="971" data-original-width="1280" height="304" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhoqeRs-70OOkmrMDRb8p0z6iTHfbmXiFELmmRzcJ7AQmFPrI3gVCU10Af-kw24Y-RcaC98WsBiRnu6rwztGdh2hCfqaj3ULS4xQAbEgJQp4bU2JdZDtRpKKzPLfuoBhuapl1BLUweTi6cKI5PEE6CPu60fQ07gEYFp6XiZPCbp4ahjd2g1Y8Ff96kLiQ/w400-h304/Heiligerlee,%20por%20Frans%20Hogenberg.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Batalla de Heiligerlee</td></tr></tbody></table><p>Antes de solventar la invasión de 1568, Alba se concentró en acabar con cualquier disidencia interna. El 28 de mayo publicó un edicto de destierro contra Guillermo y su hermano, así como otros nobles que habían escapado, y el 5 de junio se ejecutó en el la plaza del mercado de caballo de Bruselas a los condes de Egmont y Horn. Esta acción, que la historiografía tradicional ha atribuido al duque, pero nada más lejos de la realidad; éste solo ejecutaba las órdenes del rey, demostrando un sentido de la disciplina y la obediencia absoluto. No podemos olvidar que el duque era amigo de ambos, sobre todo de Egmont. Además era miembros de la Orden del Toisón de Oro, por lo que fue Felipe quien otorgó la oportuna cédula para poder ajusticiarles. Estaba claro que el rey no entendía las particularidades de algunos de los dominios que le había dejado su padre. </p><p>El duque, de hecho, escribió al rey el 9 de junio de 1568: "Siento gran compasión por la condesa de Egmont y la pobre gente que deja. Ruego a V.M. se apiade de ellos y les haga una merced con la cual puedan sustentarse, pues con la dote de la Condesa no tienen suficiente para alimentarse un año, y V.M me perdonará por dar mi opinión antes de que se me ordene hacerlo. La condesa es aquí considerada una santa, y es cierto que desde que su marido fue encarcelado ha habido pocas noches en que ella y sus hijas no hayan salido tapadas y descalzas a visitar muchos lugares de devoción de esta ciudad, y antes de ahora tenía muy buena fama, y V.M. no puede de ninguna manera del mundo, dada su virtud y devoción, dejar de darle algo de comer a ello y sus hijos". </p><p>Tras esto, partió con el ejército al norte, llegando a Groninga el 15 de julio. Las fuerzas de Luis se retiraron tras varias escaramuzas a una posición que consideraba excelente para su defensa, entre los ríos Ems y Dollert, donde además los diques podían abrirse e inundar el terreno por el que se aproximaban los españoles. Pero también era un callejón sin salida si los rebeldes no podían anegar los terrenos circundantes a su posición. El resultado fue la gran victoria del duque en la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/07/batalla-de-jemmingen.html" target="_blank">Batalla de Jemmingen</a>, donde demostró nuevamente sus grandes dotes militares. Entre 7.000 y 9.000 soldados rebeldes perecieron en la batalla, durante la persecución o ahogados en las aguas del Ems. Luis de Nassau perdió también las 16 piezas de artillería que tenía, 20 banderas, y más de 1.500 caballos. Se cuenta que el resultado de la batalla se conoció inmediatamente en Groninga y Emden cuando vieron como la corriente del río arrastraba los sombreros de los soldados rebeldes hacia el mar. </p><p>Tras acabar con la amenaza de la invasión rebelde, el duque aprovechó un incidente al paso del ejército por la localidad de Heligerlee, para reformar el <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2022/11/los-tercios-el-tercio-de-cerdena.html" target="_blank">Tercio de Cerdeña</a>. Antes de que acabase el verano su hijo Fadrique, por decisión del rey, llegó a los Países Bajos, con mando sobre dos compañías de arcabuces. El 11 de septiembre un nuevo ejército rebelde entraba en los Países Bajos, esta vez de la mano del propio Guillermo, quien llevaba consigo algo más de 20.000 infantes y unos 9.000 caballos. En Maastricht esperaba el duque con poco más de 20.000 hombres, incluyendo una fuerza de 5.000 caballos. La táctica del duque, como ya era costumbre, fue no entablar combate en inferioridad numérica a no ser que las circunstancias le fueran provechosas, sabedor de que el precario ejército de Orange, acabaría por deshacerse y que los desmanes de los alemanes que llevaba con él, le granjearían la animadversión de la población local, como así ocurrió. </p><p>Durante más de un mes el duque se limitó a seguir los pasos de Orange, viendo como la disensión crecía en las filas rebeldes. Tras varias escaramuzas en Tongres y Saint-Truiden, donde los rebeldes salieron malparados, Guillermo comprendió que su única opción de supervivencia pasaba por unirse a las tropas hugonotas de Genlis, y para ello tenía que cruzar el río Geerte. Alba vio el movimiento y decidió enviar a lo más granado de sus arcabuceros para obstaculizar el vadeo del río. Puso en vanguardia a 600 arcabuceros del Tercio de Lombardía, 400 del de Sicilia, 500 arcabuceros valones y 6 cornetas de herreruelos, dirigidos todos por Lope de Acuña, mientras que un cuerpo central de caballos e infantes dirigido por Fadrique se encargaría de cortar el paso a los que escaparan. Guillermo también dispuso sus arcabuceros para proteger el paso, pero nada pudieron hacer contra los experimentados hombres del duque, que el 16 de octubre sorprendieron en la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2019/10/jodoigne-los-tercios-soprenden-los.html" target="_blank">Acción de Jodoigne</a> a las tropas rebeldes.</p><p>Desde ese momento, sin lo mejor de sus fuerzas, a Guillermo solo le quedó la opción de huir hacia Alemania, hostigados permanentemente por las fuerzas realistas. Finalmente, el príncipe de Orange logró cruzar a Alemania a través de la ruta francesa. La amenaza de 1568 había llegado a su fin y el duque regresaba a Bruselas donde mandó erigir una estatua al artista Jacob Jonghelink hecha con la artillería apresada en Jemmingen, donde aparecía portando una armadura y aplastando la herejía y la rebelión. Pero no todo iba a ser positivo; con la llegada del otoño la salud del duque había empeorado, teniendo que verse durante el invierno postrado en la cama; sin duda el clima de la región y la enorme presión a la que se veía sometido le pasaban factura. Otro problema, ni mucho menos baladí, fue la decisión de la reina Isabel de Inglaterra de quedarse con el dinero que transportaban cinco buques españoles y que debieron refugiarse en Plymouth perseguidos por corsarios hugonotes. En principio la reina prometió al embajador español una escolta para llevar los buques españoles hasta puerto seguro en Flandes, pero el 28 de diciembre informó a éste que se quedaría con el dinero, un total de 285.000 ducados destinados a pagar a las tropas del duque. </p><p>Pero sin duda alguna lo que más mermó el ánimo del duque fue la decisión de Felipe de no acudir a los Países Bajos. Mucho se ha especulado sobre este cambio de opinión del rey; desde el miedo a lo que se podría encontrar, hasta el hastío que le suponían los viajes, sobre todo al extranjero. Lo cierto es que Felipe tenía demasiados problemas domésticos. Su único hijo, el príncipe Carlos, fruto del matrimonio con su primera esposa María Manuela de Portugal, presentaba claros signos de demencia, que llevaron al rey a tener que encerrarle por su propia seguridad, muriendo en julio de 1568. Su tercera esposa, Isabel de Valois, cuyo matrimonio fue consecuencia del tratado de Cateau-Cambrésis, y por la que sentía un gran amor, murió a comienzos de octubre de ese año y, para colmo, esas navidades se produjo la sublevación morisca de las Alpujarras. En tal estado de cosas, abandonar España no debía ser una tarea factible para el monarca y el duque lo sabía, agravando de esta manera su precaria salud y sumiéndole en una profunda depresión durante los siguientes meses. </p><p><b>- La cuestión inglesa.</b></p><p>Todos estos problema estaban mermando no solo la salud del duque, sino su buen juicio. Ante la aprehensión del dinero por la reina inglesa, ordenó confiscar los bienes de los ingleses en los Países Bajos, algo que originó la confiscación de los bienes de los españoles en Inglaterra, iniciando así una guerra comercial infinitamente más perjudicial que el dinero que se pretendía quedar Isabel, como afirma Maltby. Lo cierto es que el duque recapacitaría después enviando una delegación para suavizar las relaciones con Inglaterra, algo que logró no sin esfuerzo, ya que se descubrió una conspiración de los condes de Northumberland y de Westmoreland para reinstaurar el catolicismo en Inglaterra, lo que hizo que Isabel tomase una posición de abierta desconfianza hacia el duque, a pesar de que éste no tenía nada que ver en aquel entuerto. </p><p>Cuando las cosas parecían ponerse en buen orden con los ingleses, el Papa Paulo V, muy belicoso con la herejía, escribió en noviembre de 1569 al propio duque animándole a atacar Inglaterra desde los Países Bajos. Ni que decir tiene que Alba informó inmediatamente a Felipe II de aquel exabrupto papal, provocando un tremendo enfado en el rey, y no sin cierto sarcasmo contestó al Papa indicándole que la empresa era imposible de acometer en las circunstancias en que se encontraban los Países Bajos, con la amenaza rebelde, Francia, con las guerras religiosas, y una Inglaterra que solo debía limitarse a defender su territorio y que recibiría el apoyo de todo el protestantismo europeo. No debió parecerle satisfactoria la respuesta al Papa, ya que en febrero dictó una bula papal excomulgando a la reina Isabel por hereje. Dicha bula fue ampliamente contestada tanto por el rey de España como por el emperador Maximiliano, quienes la consideraban un disparate absoluto, llegando a prohibir su publicación en sus dominios. </p><p>El duque no daba crédito a cómo sus esfuerzos por mantener unas normales relaciones con Inglaterra eran torpedeadas tanto por el Papa como por el embajador español en Londres, Guerau de Spes, quien propició la publicación de la bula de excomunión en la misma puerta del obispado de Londres. Alba, agotado por los constantes problemas y la mala salud, acabó concluyendo que las relaciones con Inglaterra serían más pronto que tarde imposibles, algo que comunicó al rey, quien poco a poco se fue convenciendo ante los consejos del duque y las peticiones de auxilio de católicos ingleses, escoceses e irlandeses que llegaban a la Corte. La situación de la reina de Escocia, María Estuardo, también era un elemento de preocupación para el duque y para el rey, ya que de su supervivencia prendía la chispa de una vuelta del catolicismo a Inglaterra. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEin7QNSJR1CczmRSrG9BBFVyvNdQtVGXl5bLMdjM_uYhCdzRJ3IYw0Npb9Hw_axOPmUdHczpQetkGzWdYFORXUAWcxCeMUBvXIPNBRqXmvvwWrIZ4S52d4ubAb3OQUD68NC4GziWwapPh94cPTNVTR9CWX1XRCuzMpoQ5sTJ2YbmcS4g1s2ttV_6xNZkQ/s1236/Mar%C3%ADa%20I%20de%20Escocia%20por%20Fran%C3%A7ois%20Clouet.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1236" data-original-width="800" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEin7QNSJR1CczmRSrG9BBFVyvNdQtVGXl5bLMdjM_uYhCdzRJ3IYw0Npb9Hw_axOPmUdHczpQetkGzWdYFORXUAWcxCeMUBvXIPNBRqXmvvwWrIZ4S52d4ubAb3OQUD68NC4GziWwapPh94cPTNVTR9CWX1XRCuzMpoQ5sTJ2YbmcS4g1s2ttV_6xNZkQ/w259-h400/Mar%C3%ADa%20I%20de%20Escocia%20por%20Fran%C3%A7ois%20Clouet.jpg" width="259" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">María I de Escocia. Por François Clouet</td></tr></tbody></table><br /><p>Los católicos ingleses aceleraron sus planes contra la reina, y en marzo de 1571 se plantaron en los Países Bajos para solicitar del duque 6.000 soldados para unirse a los nobles que preparaban la rebelión. Éste lo consideraba un dislate, y como tal informó al rey de ello. Pero Felipe estaba ciertamente influenciado por Ruy Gómez, y se creía con el deber de escarmentar a Isabel por romper la tradicional alianza que había existido entre sus dos reinos. La embajada de católicos ingleses se reunió con el Papa, quien dio su total aprobación y, más tarde, con el rey de España, quien el 14 de julio escribió una carta al duque ordenándole que preparase la invasión de Inglaterra. Huelga decir que Alba no daba crédito a esto; ni tenía dinero, ni flota, ni entendía un complot que, probablemente fuera ya conocido por los espías de la reina de Inglaterra, dado que guardar un secreto entre tanta gente era tarea imposible. A finales de agosto el rey envió nuevas instrucciones indicando al duque que si el plan podía ser descubierto, dejando a los católicos ingleses a merced de las tropas de Isabel, no se debía llevar a cabo. </p><p>Desde luego, el plan era sabido por la reina, quien arrestó y ejecutó a Thomas Howard, IV duque de Norfolk, como principal instigador de los hechos en enero de 1572, y María de Escocia se vio sometida a una continua vigilancia desde ese momento. El embajador español fue expulsado, para alivio del duque, pero las relaciones con Isabel estaban totalmente descompuestas, y la reina tomó muy en serio la propuesta realizada unos meses atrás por los Nassau de organizar un ataque conjunto sobre los Países Bajos. El plan, en esencia, consistía en un ataque desde Alemania por dos ejércitos, uno bajo el mando de Guillermo y otro de Luis. Desde el sur serían los hugonotes franceses los que penetrarían en la zona de Flandes y Artois, territorios que quedarían en poder de Francia, mientras que por el Canal de la Mancha la flota inglesa desembarcaría en Holanda y Zelanda, quedando estos territorios tras la victoria sobre los españoles en poder de Inglaterra. El resto quedaría anexionado a los dominios del príncipe de Orange. </p><p>Sin duda se trataba de una empresa muy ambiciosa y que ofrecía muchos interrogantes. Los españoles y sus aliados habían vencido al Turco en <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/10/lepanto.html" target="_blank">Lepanto</a>, y las fuerzas del duque en los Países Bajos eran la élite de las tropas europeas. Además, estaba el más que posible apoyo que recibiría España del Imperio y del papado, que amenazaría todo el ataque procedente de Alemania. El plan se empezó a venir abajo a comienzos de 1572; la actitud conciliadora del duque llevó a la reina Isabel a expulsar a los corsarios holandeses de sus puertos y finalmente, ingleses y franceses firmarían el Tratado de Blois de 1572, por el que se socorrerían mutuamente en caso de invasión de alguno de ellos por parte de España, aunque Isabel se guardaba la carta de decidir si intervendría en caso de que la invasión se produjese contra Francia, ya que no confiaba en las posibilidades de presión de los hugonotes, algo que quedaría constatado tras la Matanza de San Bartolomé en la noche del 23 al 24 de agosto de 1572, donde Carlos IX ordenó matar a los cabecillas hugonotes a excepción de Enrique de Navarra y de Enrique de Borbón, príncipe de Condé, qiuenes fueron obligados a convertirse al catolicismo. Aquella purga se cobró solo en París la vida de más de 3.000 personas.</p><p><b>-Los últimos tiempos en los Países Bajos.</b></p><p>Los problemas con Inglaterra o Francia no eran los únicos que debía afrontar el duque en aquellos tiempos. No se debe olvidar que su principal misión, además de sofocar la rebelión en los Países Bajos, era la de emprender las reformas necesarias que garantizasen un sistema fiscal acorde a otros territorios de la Monarquía. Lo primero se había logrado, sin que pareciese que la población se viese demasiado afectada, más allá del impacto que causó el ajusticiamiento de los condes de Egmont y Horn. También se había afanado el duque en dotar de unas leyes adecuadas a los Países Bajos, y fruto de ello fue la publicación de la Ordenanza de Derecho Penal de octubre de 1570, que dotaba, en palabras de Maltby, de "protección contra decisiones arbitrarias y garantías procesales para los derechos de los individuos". De igual manera, impulsó la reforma de la organización de la Iglesia en los Países Bajos, algo que se había estancado durante largo tiempo. En general, el duque, junto a un amplio grupo de juristas y eclesiásticos, llevaron a cabo una serie de necesarias reformas que contribuyeron a suavizar, que no olvidar, la idea de la dureza con la que había reprimido la rebelión. </p><p>Pero iba a ser la cuestión fiscal la que iba a desatar el conflicto. Como ya se ha dicho, las contribuciones, <i>aides, </i>se llevaban a cabo de manera independiente y para ocasiones especiales, lo cual dejaba las arcas en una situación muy precaria. Era necesario aumentar las rentas percibidas por la Corona y el duque se puso a ello mediante las confiscaciones de los rebeldes, que aumentaron de los 75.485 florines anuales en 1567 a 242.957 en 1571, según indica Jan Craeybeckx. De igual manera acabó con la especulación de la moneda, tan extendida en aquellos territorios, y tomó el control del establecimiento de los seguros marítimos. Por otra parte su Consejo de Hacienda presentó un plan en 1568 para implementar un impuesto del 1% sobre toda propiedad, y posteriormente implantó la alcabala, un impuesto que gravaba el comercio en un 10%, y otro impuesto que gravaba con el 5% cualquier venta de bienes inmuebles, principalmente impulsado para que la carga fiscal recayera también en los ricos, y no solo en los pobres, como se acostumbraba en la época. </p><p>Éste es sin duda un aspecto desconocido del duque, su preocupación de que los pobres no cargaran en exclusiva con las exigencias impositivas que la Corona requería. De hecho, descartó un impuesto sobre bodas y bautizos presentado por el tesorero Schetz, por esta cuestión. Negoció durante meses con los estados obteniendo al fin el compromiso de recaudar la suma de un millón de florines anuales durante los siguientes seis años a partir de 1570, pudiendo implantarse una alcabala del 1% tras este periodo en caso de conflicto, lo que significó todo un triunfo de su política, o al menos eso creía, pues como se vería más adelante las provincias no estaban, ni de lejos, interesadas en cumplir con los acuerdos alcanzados. Para comienzos de 1571 la necesidad de recaudar dinero era acuciante, pues se debían más de cuatro millones de florines a los soldados, y los banqueros evitaban concesiones de préstamos en esas circunstancias. Los consejeros se enfrentaban abiertamente a sus decisiones fiscales y los rumores de su sustitución al frente del gobierno de los Países Bajos no hacían sino empeorar la situación. </p><p>Felipe II, consciente de que la situación se le escapaba al duque de las manos por momentos, anunció a finales de septiembre de 1571 la designación del duque de Medinaceli, Juan de la Cerda, como nuevo gobernador de los Países Bajos, que no llegaría a Bruselas hasta junio de 1572. Para esa época, era evidente que la población no quería a Alba allí, situación agravada por las constantes incursiones de los <i>Mendigos del Mar, </i>que hicieron estragos en el comercio marítimo de la región, baste como ejemplo la práctica paralización del puerto de Amberes a comienzos de 1572. Esto quedó remitido gracias a, como se ha dicho, la expulsión de los Mendigos de los puertos ingleses como consecuencia de las negociaciones del duque con la reina Isabel. Pero las consecuencias de aquella acción tendrían un resultado mucho más complejo del que ni el duque, ni el rey, podrían imaginar. </p><p>Los Mendigos, capitaneados por Guillermo de la Marck, entraron remontando el río Mosa en el puerto de Brielle, en la Holanda meridional, con sus 24 buques y poco más de 200 hombres el 1 de abril, y la población huyó atemorizada. Aún hoy no se entiende cómo no se pudo rechazar a una tan reducida y mal equipada fuerza, pero ésta acabó tomando la ciudad, quemando las iglesias y torturando a los católicos que encontraron. El duque envió al conde de Bossu a retomar la ciudad, pero su pequeña flota fue derrotada, no quedándole más remedio que regresar a Rotterdam. Esta acción menor desencadenó una serie de adhesiones a la causa rebelde, sobre todo cuando cinco días después tomaron la ciudad de Flesinga, y posteriormente las villas de Dordrecht y Gorcum, comenzando de esta manera con una revuelta que ya no podría ser controlada. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwIKkFABbZFPL7_Hu_bxfN4AufmwZI11nWlShr_LqfxKUkwsIabwPbcFW54-V5d7BTvzy9zpwTY8J9LmsS_I9apyUm1vUhodDc4UWDb60okDPZtXAa-ezphyfSQiOKDyR5uI0QlpJyyHkTx6GCCHBHUL1BKEIM5OeyU14wSqrgW3C9lzKLlgoMnkctbw/s512/Brielle-1572.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="424" data-original-width="512" height="331" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwIKkFABbZFPL7_Hu_bxfN4AufmwZI11nWlShr_LqfxKUkwsIabwPbcFW54-V5d7BTvzy9zpwTY8J9LmsS_I9apyUm1vUhodDc4UWDb60okDPZtXAa-ezphyfSQiOKDyR5uI0QlpJyyHkTx6GCCHBHUL1BKEIM5OeyU14wSqrgW3C9lzKLlgoMnkctbw/w400-h331/Brielle-1572.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Captura de Brielle</td></tr></tbody></table><br /><p><b>Bibliografía: </b></p><p>-<i>El Gran Duque de Alba </i>(William S. Maltby)</p><p>-<i>España y la Rebelión de Flandes </i>(Geoffrey Parker)</p><p><i>-El Ejército de Flandes y el Camino Español </i>(Geoffrey Parker)</p><p>-<i>Las Campañas del duque de Alba. Los Países Bajos </i>(Rubén Sáez Abad)</p><p><i>-La Europa Dividida </i>(John H. Elliot)</p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-70779955673477403012022-11-10T04:35:00.000-08:002022-11-10T04:35:44.117-08:00La Pacificación de Gante y el Edicto Perpetuo<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7dQHVsMRXzELPd5zxbyoQ_CEFoVzFlP4Mv8zIavH1oNG5sRuSHOFsyKXfZby02FMc4_pJ49jTZLS55qI-kF7KEiRr_w2bNMmJYtEWsQh5EO6W98cz6fFXMt38P4a3LTgsIfzgdtrv_r5Gh8dCINgs2AX1z9YNse30W-mRtFLfQu8Bqv2-SJX5kvw7DA/s968/Gante%20Pacificaci%C3%B3n,%20alegor%C3%ADa%20de%20Adriaen%20van%20de%20Venne.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="788" data-original-width="968" height="325" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7dQHVsMRXzELPd5zxbyoQ_CEFoVzFlP4Mv8zIavH1oNG5sRuSHOFsyKXfZby02FMc4_pJ49jTZLS55qI-kF7KEiRr_w2bNMmJYtEWsQh5EO6W98cz6fFXMt38P4a3LTgsIfzgdtrv_r5Gh8dCINgs2AX1z9YNse30W-mRtFLfQu8Bqv2-SJX5kvw7DA/w400-h325/Gante%20Pacificaci%C3%B3n,%20alegor%C3%ADa%20de%20Adriaen%20van%20de%20Venne.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p>El 8 de noviembre de 1576 se firmaba el acuerdo conocido como la Pacificación de Gante, un acuerdo alcanzado por todas las provincias de los Países Bajos, tanto las rebeldes como las leales a la Corona, por el cual se determinaban las condiciones en las que se firmaría una paz con la Monarquía Española, para poner fin de esta manera a la guerra que había comenzado en 1568.</p><p>La invasión rebelde de 1572, tras la toma por parte de los <i>Mendigos del Mar </i>de las villas de Brielle, Flesinga o Dordrecht, había hecho crecer como la pólvora la rebelión en los Países Bajos. Guillermo de Orange y su hermano vieron la oportunidad de lograr lo que no habían podido en 1568. Tres fueron los ejércitos rebeldes que penetraron en los Países Bajos; por el norte avanzó Guillermo de Berg, el príncipe de Orange lo hizo por el centro, mientras que Luis de Nassau junto al almirante Coligny avanzó por el sur desde Francia. El <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2022/07/guerreros-el-gran-duque-de-alba-parte-i.html" target="_blank">Gran Duque de Alba</a> tuvo que redoblar sus esfuerzos para contener el desastre, sin los fondos necesarios y con la sombra del duque de Medinaceli, Juan de la Cerda, que había llegado en teoría para sustituirle.</p><p>Pero Medinaceli, conocido por su carácter apacible y comedido, no se entendió desde el primer momento ni con Alba ni con las tropas españolas, que le consideraban débil e incapaz de hacer frente a una situación como la que se venía encima, así que, hastiado, regresó a España. Esta vez Felipe II encontró en el gobernador de Milán, Luis de Requesens, la figura que debía apaciguar mediante la diplomacia el indómito escenario de los Países Bajos. Como mentor de Juan de Austria, estuvo en la Guerra de las Alpujarras o en la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/10/lepanto.html" target="_blank">Batalla de Lepanto</a> a su lado, lo que le dotaba de buenos conocimientos militares, pero sus años de embajador ante la Santa Sede también le habían conferido un talento diplomático bastante grande.<span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>Llegado a finales de 1573 a un territorio que consideraba imposible de mantener por la fuerza de las armas, dado el elevado coste que suponía mantener ejércitos permanentes a tanta distancia, y en un ambiente de continua rebeldía, se centró en detener la ofensiva de Guillermo de Orange de la manera más efectiva, para poder negociar una paz en unos términos aceptables para la Monarquía Española. En sus primeros meses obtuvo derrotas como el fallido <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2022/11/el-asedio-de-leiden.html" target="_blank">Asedio de Leiden</a> y brillantes victorias como la lograda en la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2019/04/batalla-de-mook.html" target="_blank">Batalla de Mook</a>, pero lo que quedaba en evidencia es que el conflicto tomaba tintes de encallarse en un callejón sin salida que amenazaba con consumir los recursos de la Corona de manera inexorable. </p><p>Los tres años que Requesens estuvo de gobernador mermaron su salud notoriamente, pero no por ello dejó de intentar buscar la paz. La vía elegida fue el emperador Maximiliano II, iniciando una serie de conversaciones en Breda que no concluyeron con buen término debido a la hostilidad calvinista. La campaña lanzada por Requesens a finales del verano de 1575 buscaba dividir Holanda y Zelanda, con una incursión de dos cuerpos de ejército a cargo de <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2019/12/guerreros-sancho-davila.html" target="_blank">Sancho Dávila</a> y de <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/06/cristobal-de-mondragon.html" target="_blank">Cristóbal de Mondragón</a>, logrando asediar la importante ciudad de Zierikzee, en Zelanda, desde octubre de 1575 hasta julio de 1576, cuando la ciudad finalmente se rindió por hambre pagando la cantidad de 200.000 florines para evitar el saqueo, como era costumbre. Pero poco antes de iniciarse la Hacienda Real quebró por segunda vez durante el reinado de Felipe II, lo que impidió abonar los sueldos de los soldados, los cuales muchos de ellos llevaban más de un año de retraso. </p><p>En medio de este desagradable panorama llegó la muerte del gobernador Requesens de manera repentina en marzo de 1576, quedando el ejército en las manos del conde Pedro Ernesto de Mansfeld y el gobierno en las del Consejo de Estado. Felipe había elegido a su hermanastro, Juan de Austria, para hacerse cargo del gobierno de los Países Bajos y buscar una paz estable. Su figura de príncipe de la cristiandad, respetado en toda Europa, aumentaba las esperanzas del rey de lograr la estabilidad en aquellas tierras. Tras su paso por Madrid, donde se le negaron las opciones de acceder al trono inglés vía matrimonio con María de Escocia, y el título de infante de Castilla, partió hacia Flandes a través de Francia disfrazado de un criado morisco del militar italiano Octavio Gonzaga. Al llegar a Luxemburgo, provincia leal, se encontró con su madre, Bárbara Blomberg. </p><p>Entre medias de estos acontecimientos llegaban a Don Juan las noticias del amotinamiento de los hombres del Tercio de Valdés en julio de 1576, que se dirigieron a Brabante y saquearon la ciudad de Alost, donde se hicieron fuertes. Muchos españoles llevaban más de dos años y medio ya sin cobrar, y la situación era desesperada, teniendo que vivir de la caridad, las sobras o lo que podían rapiñar. Resulta que Alost era leal a la causa del rey, por lo que el príncipe de Orange aprovechó la ocasión para convencer al Consejo de Estado de que armase a la población y echase a las tropas españolas. El Consejo estaba lleno de traidores a la Corona, pero Felipe desconocía este extremo cuando puso el gobierno en su mano, por lo que pronto las guarniciones españolas se vieron asediadas. </p><p>Don Juan envió urgente correspondencia a los Estados Generales, Bruselas y a Amberes, intentando sin éxito que se depusieran las armas, Los Países Bajos eran un polvorín azuzado a merced de la voluntad de Guillermo de Orange, quien conspiraba para hacerse con el poder total. El hermano del rey hubo de contratar 2.000 herreruelos católicos franceses como guardia personal, temiendo seriamente por su seguridad. En Bruselas el de Orange acampó en los arrabales junto a diez compañías de mercenarios escoceses y veinte de hugonotes, y el 9 de septiembre se reunieron en Gante los Estados Generales para determinar cómo proceder contras las guarniciones españolas. En Liere se hizo fuerte el maestre <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2019/11/guerreros-julian-romero.html" target="_blank">Julián Romero</a> con varias banderas de su tercio, mientras que en Maastricht Francisco Montesdoca reforzaba las defensas y recibía como refuerzo varias compañías de Martín de Ayala. Los españoles también guarnicionaban Utrecht, Valenciennes, Gante, Amberes y Alost. No podían fiarse de nadie más.</p><p>Tal y como sospechaba Dávila, los soldados alemanes de Maastricht se cambiaron de bando y trataron de tomar la ciudad, evitándolo el socorro mandado por Hernando de Toldo y Alonso de Vargas. De esta manera, a finales de septiembre un ejército rebelde de 5.000 infantes y más de 1.500 caballos se dirigió primero contra Gante y, tras ponerla bajo asedio, contra la ciudadela de Amberes, defendida por Sancho Dávila. Uno de sus hombres, el capitán de arcabuceros a caballo Juan de Alconeta, se había hecho con un mandato rebelde en el que se autorizaba a degollar a los españoles y a todos los que les ayudasen; iba firmado por el Consejo de Estado. La traición se había consumado y se había puesto precio a la cabeza de los españoles. </p><p>El gobernador de Amberes, monsieur de Champaigney, y el conde de Eberstein abrieron la puerta de Borgerhout de la ciudad de Amberes, permitiendo la entrada del ejército rebelde y armando a la población local. 6.500 soldados y 14.000 civiles armados se afanaban en tomar la ciudadela. Dávila solo podía enviar peticiones de socorro a los suyos, acudiendo Julián Romero, Alonso de Vargas y, para sorpresa de los rebeldes, los amotinados de Alost que se resolvieron a "socorrer el castillo y ganar la villa o perder las vidas sobre ello". El socorro pudo acceder a la ciudadela y, finalmente, el 4 de noviembre salieron los 3.000 infantes y caballos españoles que se habían juntado, junto a otros 800 alemanes que permanecieron leales, desencadenándose los sucesos conocidos como el <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2019/10/del-motin-de-alost-al-saco-de-amberes.html" target="_blank">Saqueo de Amberes</a>, o la Furía Española, que se extendieron durante tres días y que la propaganda protestante no dudó en exagerar para favorecer su causa.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2UNCzgkyiDiSfrFXzMQUnFEjaK7693wlb58-h2yHOuu_kQOMbZ4k7RvcnThd6IOmIuJV6-gkydRwGhoqO-5AEB99aXAdcZp7rOTgRXKw45QiE741Dy3P-jQPWnrAc6UJhOmSdZb3o_eTVaUp7P68ATBHkDg6b9P48G6uMdltMWZtLWhmwdQZkcB6s0A/s1280/Amberes%20saqueo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="970" data-original-width="1280" height="304" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2UNCzgkyiDiSfrFXzMQUnFEjaK7693wlb58-h2yHOuu_kQOMbZ4k7RvcnThd6IOmIuJV6-gkydRwGhoqO-5AEB99aXAdcZp7rOTgRXKw45QiE741Dy3P-jQPWnrAc6UJhOmSdZb3o_eTVaUp7P68ATBHkDg6b9P48G6uMdltMWZtLWhmwdQZkcB6s0A/w400-h304/Amberes%20saqueo.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Incendio del ayuntamiento de Amberes. Frans Hogenberg</td></tr></tbody></table><p>El miedo a la llegada de las tropas españolas para liberar la ciudadela de Gante llevó a los Estados Generales a firmar un acuerdo con el príncipe de Orange el 8 de noviembre, conocido como la Pacificación de Gante. De esta manera se obligaba a la unión de todas las provincias para pedir la expulsión de las tropas extranjeras de su territorio, la libertad de culto, la liberación de todos los prisioneros de manera inmediata y sin que mediase rescate alguno, el derribo de las fortificaciones construidas por el duque de Alba, la devolución de las confiscaciones realizadas a los nobles rebeldes, la capacidad de los Estados Generales de legislar y la designación de Guillermo de Orange como estatúder de Holanda y Zelanda, que actuaría en la práctica como jefe de gobierno asistido por el gobernador designado por la Corona. </p><p>El Consejo de Estado redactó el acuerdo en nombre del propio rey, cuando Felipe ni siquiera tenía noticias de ello, y fue enviado a Juan de Austria para su firma ya que, en caso de negarse, no sería reconocido como nuevo gobernador. Octavio Gonzaga le recomendó no ceder en cuanto a la salida de las tropas españolas, ya que su gobierno quedaría a merced de unos hombres que habían demostrado abiertamente traicionar la causa real. Mientras esto sucedía, la ciudadela de Gante continuaba resistiendo el incesante fuego de los cañones rebeldes, que se concentraban en tratar de derribar el estandarte real que ondeaba en el torreón más elevado, usando incluso embarcaciones especialmente dotadas con cañones para la ocasión. </p><p>Los intentos de los rebeldes de hacerse con la ciudadela fracasaban constantemente debido al ímpetu en la defensa de los españoles que, para ahorrar munición, empleaban piedras, agua hirviendo o cadenas. No fue hasta el 11 de noviembre, enterados de los acuerdos de pacificación, y tras las negociaciones de los soldados flamencos, cuando la ciudadela se rindió, siendo escoltados los soldados hasta Francia. Lo mismo ocurrió con los poco más de 100 españoles que guarnecían Valenciennes, que fueron traicionados por sus aliados alemanes y no tuvieron más remedio que entregar la ciudad, recibiendo el mismo trato que sus compañeros de Gante. </p><p>Por su parte, el conde de Bossu, Maximiliano de Hénin, que se hallaba preso de los rebeldes desde 1573 y había sido liberado merced a los acuerdos de Gante, se pasó al bando de Guillermo de Orange, recibiendo el encargo de éste de tomar el castillo de Utrecht, defendido por un centenar de hombres bajo el mando del capitán Francisco Hernández de Ávila. La resistencia de los españoles consternó a los sitiadores, que vieron cómo sufrían las salidas de los defensores causándoles grandes bajas. Tras varias semanas y muchas pérdidas, los rebeldes trataron de convencer a los españoles de que abandonasen la resistencia, ya que el nuevo gobernador había ordenado que todo soldado español debía dejar de luchar y abandonar los Países Bajos. Ávila respondió que no había visto jamás la firma del gobernador y que, a menos que pudiera comprobarlo mediante un emisario, no iba a rendir la plaza. </p><p>El conde de Bossu hubo de enviar emisarios a Juan de Austria para que convenciera a los defensores de entregar el castillo de Utrecht. El nuevo gobernador, asistido por su fiel secretario, Juan de Escobedo, hubo de ratificar la Pacificación de Gante si quería ser reconocido como tal, haciéndolo mediante la firma del Edicto Perpetuo, firmado el 7 de enero de 1577. Con este acuerdo las provincias reconocían a Felipe II como su rey, y a su hermanastro como nuevo gobernador, mientras "todos y cada uno de nuestras gentes de guerra, Españoles, Alemanes, Italianos, Borgoñones y otros extranjeros, así a caballo, como de a pie, que presentemente se hallan en nuestros dichos Países Bajos, deben salir y salir libre y francamente". Esto incluía la entrega de todas las fortificaciones, artillería y municiones al Consejo de Estado. </p><p>De igual manera, serían los Estados Generales los encargados de pagar los sueldos de los soldados que debían abandonar el territorio. Cuando estos acuerdos fueron hechos públicos el 17 de febrero, el conde de Bossu exigió la rendición inmediata del castillo de Utrecht, pero Hernández de Ávila se siguió negando, advirtiendo de que sus soldados, que habían peleado por el rey para defender aquella plaza, no se lo permitirían jamás. Solo accedieron una vez que se les mostró que el propio rey era quien daba la orden de entregar el castillo, dirigiéndose entonces Ávila y sus hombres hacia Amberes para reunirse con el resto de españoles comandado por Sancho Dávila, quienes aún guardaban la ciudadela, tal y como se correspondía con el juramento que habían hecho. </p><p>Amberes se entregó a la guardia valona cuando Dávila recibió la orden por escrito del propio rey Felipe, conminándole a regresar a España con sus hombres, en virtud de los acuerdos alcanzados con los Estados Generales. El Consejo de Estado maniobró ladinamente para retorcer los acuerdos a favor de la causa del príncipe de Orange. Tan solo dos días después de firmarse el Edicto Perpetuo, se procedía a la creación de la Segunda Unión de Bruselas. Juan de Austria veía cómo era traicionado nada más ratificar la Pacificación de Gante, mientras que sus últimas tropas, concentradas en Maastricht, se preparaban para abandonar los Países Bajos rumbo a Italia, algo que no sucedió hasta abril ya que los Estados Generales no abonaban las cantidades prometidas a los soldados. De hecho, de los 600.000 florines que les tenían que pagar, tan solo desembolsaron 10.000, debiendo el propio don Juan poner 100.000 florines de su propio bolsillo para evitar males mayores.</p><p>El cronista Antonio Carnero ilustra a la perfección lo que hubo de ser la marcha de aquellos valerosos y orgullosos soldados que se marchaban "después de haber, a costa de su sangre, con tantas hazañas y valor nunca visto, defendido tantos años aquellas Provincias". Soldados, familias y acompañantes podían ascender a casi 30.000 personas. Se cuenta que de manera profética un capitán advirtió que "no tardarían en volver a defender la fe católica y la autoridad real, y a las buenos y a los fieles". De este modo el 1 de mayo de 1577 entraba en Bruselas el nuevo gobernador, Juan de Austria, ante la indiferencia, o más bien el recelo, de buena parte de la población. </p><p>De nada sirvió la postura conciliadora de Juan, todo lo contrario, aumentó las intrigas de los Estados, espoleadas por el ambicioso príncipe de Orange, que buscaba aislar por completo al gobernador y forzarle a dimitir para hacerse con el control total de los Países Bajos. Guillermo y sus partidarios hicieron circular todo tipo de rumores infundades acerca de tropas españolas escondidas en los bosques de Borgoña a la espera de la orden de don Juan para invadir el país. La situación se hizo tan insostenible para el hermano del rey que hubo de abandonar Bruselas por el temor a ser asesinado, instalando su corte en Malinas, en la región de Flandes, a unos 30 kilómetros al norte de Bruselas. La salida de la capital fue aprovechada por Guillermo, que entró triunfante aclamado por sus seguidores; la traición se había consolidado.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3w3x3gq7zu2aYOuFjIgPx7p6OxR5QAAedJQCAkYi8vHmxD7X5diXR0G_TpAfEllrZyDlQDRyOh0oLLlxDv5srOYTyxSg4JfdaYKttZ-fi1VP5j9qfizd5MA1_3nL3dgwOxETpHGo2xnoruY93UO3tgiLjz3qF57_8ldB-GcKOEbuLtadVRYDD4xbETA/s1088/castillo-de-vredenburg-en-utrech-antes-de-su-demolicion-1577-81.png" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="755" data-original-width="1088" height="278" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi3w3x3gq7zu2aYOuFjIgPx7p6OxR5QAAedJQCAkYi8vHmxD7X5diXR0G_TpAfEllrZyDlQDRyOh0oLLlxDv5srOYTyxSg4JfdaYKttZ-fi1VP5j9qfizd5MA1_3nL3dgwOxETpHGo2xnoruY93UO3tgiLjz3qF57_8ldB-GcKOEbuLtadVRYDD4xbETA/w400-h278/castillo-de-vredenburg-en-utrech-antes-de-su-demolicion-1577-81.png" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Castillo de Utrecht, refugio de las tropas españolas</td></tr></tbody></table><p>Poco después de llegar a Malinas, el gobernador hubo de huir a toda prisa y refugiarse en el castillo de Namur, después de descubrir un complot de los rebeldes para asesinarlo. A don Juan no le quedó más remedio que pedir el regreso de los tercios a los Países Bajos si quería sobrevivir a la traición de la que había sido víctima, cumpliéndose de esta forma la profética frase de aquel capitán español de que no tardarían en volver a defender la fe católica y la autoridad real. Don Juan solicitó ayuda a sus tercios. "a todos los magníficos Señores, amados y amigos míos, los capitanes de la mía infantería que salió de los Estados de Flandes... a todos ruego que vengáis con la menor ropa y bagaje que pudiereis, que llegados acá no os faltará la de vuestros enemigos".</p><p><b>Bibliografía: </b></p><p><i>-Historia de las guerras civiles que ha habido en los estados de Flandes desde el año 1559 hasta el de 1609 y las causas de la rebelión de dichos estados </i>(Antonio Carnero).</p><p><i>-Comentarios de lo sucedido en las guerras de los Países Bajos, desde el año 1567 hasta el de 1577 </i>(Bernardino de Mendoza).</p><p>-<i>El laberinto de Flandes </i>(Ignacio José Notario lópez).</p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-84787522572303735492022-11-06T08:18:00.003-08:002022-12-04T01:56:23.176-08:00Los Tercios: El Tercio de Cerdeña<p><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicVaEc8URrfeChrxZbtx43fBiNppHpeLwtiWSVmddijMTSEzgOFa5UyxVNr5pOAeGVQp0TWrR45lM9bxpRXn5UHffCOzAbJTJCTbwxfpcEHg8_2pwNNcmIL42pFAuy7Mb8X8BTbKxOvY-W7xCHzk-fp-fLfjdvT-B7QNCDjmec0r8aMFpann41HARmTA/s474/tercios%20del%20duque%20de%20alba.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="233" data-original-width="474" height="196" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicVaEc8URrfeChrxZbtx43fBiNppHpeLwtiWSVmddijMTSEzgOFa5UyxVNr5pOAeGVQp0TWrR45lM9bxpRXn5UHffCOzAbJTJCTbwxfpcEHg8_2pwNNcmIL42pFAuy7Mb8X8BTbKxOvY-W7xCHzk-fp-fLfjdvT-B7QNCDjmec0r8aMFpann41HARmTA/w400-h196/tercios%20del%20duque%20de%20alba.jpg" width="400" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><p></p><p>Los orígenes del Tercio de Cerdeña son bastante confusos, pudiendo utilizarse al principio el nombre de Tercio de Córcega o de Bracamonte, debido a que sabemos que fue Córcega su primer destino, bajo poder de la República de Génova, aliada de España, donde se estaban produciendo una serie de revueltas pagadas con dinero de Francia, que había tenido que renunciar a sus pretensiones sobre la isla tras los acuerdos de Cateau-Cambresis, en 1559. </p><p>El líder de estas revueltas era un tal Sampietro Corso que, como se ha dicho, con la ayuda francesa había logrado levantar un pequeño ejército que amenazaba el control genovés sobre la isla. En sus pretensiones de poder, no había dudado en contactar con el Turco prometiéndole puertos en el territorio desde donde amenazar las posesiones españoles a cambio de una flota de galeras, pero las negociaciones fracasaron. Sin embargo, desconociendo el alcance de las intenciones de Corso, los españoles se tomaron muy en serio la amenaza que representaba, por lo que Felipe II se decidió a levantar una fuerza en Italia y enviarla a Córcega. </p><p>Las revueltas de 1564 en Córcega suponían una clara amenaza al equilibrio de poderes por lo que, tras finalizar la recuperación del Peñón de Vélez de la Gomera el 6 de septiembre de 1564 por García Álvarez de Toledo, marqués de Villafranca y virrey de Cataluña, quien contaba con unas 150 embarcaciones, incluyendo más de 90 galeras, el rey ordenó el envió de parte de la tropa que había sido usada en aquella empresa, para poner en buen orden Córcega. Mientras esto sucedía, una fuerza de 1.500 infantes lombardos se había levantado en Cremona bajo el mando del capitán Lorenzo Suárez de Figueroa, quien acudió a Córcega para auxiliar a los aliados genoveses contra los rebeldes. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>En vista del cariz que tomaba la revuelta, y los éxitos de Corso, se aceleró la llegada de los hombres procedentes de Vélez de la Gomera, a quien se le puso bajo el mando del maestre de campo Gonzalo de Bracamonte, a finales de 1564, llegando a Córcega poco después. A su llegada el panorama no era muy halgüeño, estando la tropa en malas condiciones y muy mermada debido a las bajas por las emboscadas y las enfermedades. La táctica de Corso era muy simple, esconderse en las montañas y acechar cuando las condiciones se lo permitían, de tal forma que resultaba muy escurridizo de combatir. Además, la llegada del invierno había hecho que muchos soldados italianos volviesen a Lombardía, por lo que la situación era aún más crítica. </p><p>Por si no fueran pocos los problemas, se tenían noticias ciertas de que el Turco planeaba un gran ataque en el Mediterráneo, siendo muy posible el objeto de éste la isla de Malta. El rey le había prometido a Bracamonte el envío de 2.000 infantes españoles y otros 2.000 del estado de Milán, que serían reemplazados por españoles que habrían de llegar a Génova en marzo de 1565. Pero la amenaza del Turco era muy grande y, con la llegada de toda la fuerza de lombardos de Lorenzo Suárez de Figueroa, se puso en previsión a Bracamonte para que estuviera preparado con sus hombres, unos 1.200 españoles, para embarcarse en las galeras que habrían de llevarles a Sicilia para combatir a los otomanos, que aún no quedaba claro si se dirigían contra Malta o contra La Goleta, en Túnez. </p><p>Finalmente el objetivo elegido por el Turco fue Malta. El 18 de mayo asomaban a la isla más de 200 naves otomanas que llevaban unos 29.000 soldados, por lo que las tropas de Gonzalo de Bracamonte fueron recogidas por las galeras de Génova para reunirse con el resto del ejército español, compuesto por más de 9.000 hombres, debiendo permanecer Lorenzo de Figueroa con sus lombardos en Córcega conteniendo el avance de Corso y los rebeldes. Por tanto, no se había puesto fin a la amenaza en aquella isla, cuando el contingente de Bracamonte hubo de abandonarla a toda prisa para encargarse de una empresa de mayor envergadura e importancia. </p><p>En la muestra tomada en Siracusa el Tercio de Gonzalo de Bracamonte se componía de cuatro compañías de las que traía de Córcega, que eran a la sazón la del capitán <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2020/03/guerreros-lope-de-figueroa-y-su-tercio.html" target="_blank">Lope de Figueroa</a>, con 162 hombres a su cargo, la del capitán Juan Osorio de Ulloa, con 147, la de Isidro Pacheco, con 141, y la de Pedro González, con 165 infantes. A esta fuerza de 615 hombres había que sumarle nueve compañías llegadas desde España bajo el mando de los capitanes Pedro Ramírez de Arellano, Pedro de Cabrero, Juan de Alagón, Rui Franco de Buitrón, Toribio Zimbrón, Juan Maldonado, Carrillo de Melo, Francisco Hernández de Ávila y Diego de Mendoza, que traían un total de 1.840 hombres, muy cerca de los 2.000 españoles prometidos por el rey. Tres compañías más se unieron desde Mesina, la de Osorio de Angulo, Marcos de Toledo y Beltrán de la Peña, aportando otros 500 soldados más. </p><p>De esta manera Gonzalo de Bracamonte contaba con un total de algo más de 3.100 hombres encuadrados en 16 banderas. Tras varios intentos de la flota de acudir al socorro del <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/09/gran-sitio-de-malta-parte-iii.html" target="_blank">Gran Sitio de Malta</a>, finalmente se pudo desembarcar el 7 de septiembre en el norte de la isla, en la zona del Freo. Tras dejar a las tropas, incluidas las de Bracamonte, que quedaron con alimentos y municiones para más de un mes, García de Toledo volvió a Sicilia para recoger a las tropas del duque del duque de Urbino, llegando el día 14 de septiembre, cuando el Turco se había retirado ya a sus naves el día 10 por la presencia de los españoles, que no dejaron de hostigarles durante toda la huida, matando a muchos de ellos, y alejándose a toda vela el 11 por la mañana. </p><p>Después de esto sabemos que Gonzalo de Bracamonte es enviado con su tercio a Cerdeña por la carta que escribe García de Toledo a Felipe II en la que le indica que envía a "D. Gonzalo de Bracamonte con su tercio en Cerdeña en las galeras del duque de Florencia y va pagado hasta el día que parte y avituallado hasta Cerdeña". Hay que destacar que en esta misiva se referiría al Tercio de Bracamonte como Tercio de Córcega, pues era realmente donde se había formado dicha fuerza para auxiliar a las fuerzas lombardas de Lorenzo Suárez de Figueroa. En Cerdeña invernaría el tercio y descansaría, como era habitual en esa época.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjgvzp6GCrhmpI7Y0agJVdhmCTGlaXDE_lcvNaxjoMZ5MmvG0LJJWfGXs7dUNpubBfk9Yu8G7-kozjESk1x8G22B2k9fnqtRlM8h9KotYO0fm0rBd3_a7HeRx2TDW4qHLH6fsJs8ladJL2fZY-Vp5N9YPolQv1gUrZ7EnPYvH5mY4fg3ORtOxiToM6C7Q/s403/Grann%20Sitio%20de%20Malta.%20socorro.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="234" data-original-width="403" height="233" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjgvzp6GCrhmpI7Y0agJVdhmCTGlaXDE_lcvNaxjoMZ5MmvG0LJJWfGXs7dUNpubBfk9Yu8G7-kozjESk1x8G22B2k9fnqtRlM8h9KotYO0fm0rBd3_a7HeRx2TDW4qHLH6fsJs8ladJL2fZY-Vp5N9YPolQv1gUrZ7EnPYvH5mY4fg3ORtOxiToM6C7Q/w400-h233/Grann%20Sitio%20de%20Malta.%20socorro.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Llegada del socorro a Malta</td></tr></tbody></table><p>Para el año 1566 la previsión de nuevos ataques del Turco obligaban a reorganizar la distribución de fuerzas en el Mediterráneo. De este modo en Cerdeña quedarían nuevamente soldados italianos, en un número entre 1.400 y 1.800. Mientras que a La Goleta era enviado el Tercio de Nápoles con varias compañías más de españoles, el Tercio de Cerdeña volvía a Malta, al menos diez compañías de éste, que se unían a cinco compañías del Tercio de Sicilia bajo el mando de Pedro de Padilla, y otras diez compañías del Tercio de Lombardía de Sancho de Londoño, que sumaban una fuerza entre todas de más de 4.500 soldados. </p><p>Pero 1566 no iba a ser el año del Turco, sino el año de las revueltas iconoclastas en Flandes, que a la postre supusieron el <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2020/09/la-guerra-de-los-80-anos-los-origenes.html" target="_blank">origen de la Guerra de los Ochenta Años</a>. La situación se había vuelto preocupante en la Corte y Felipe II no estaba dispuesto a tolerar una revuelta así en sus dominios. Así que ordenó que se sacasen las tropas que estaban en Malta y en La Goleta y se repartiesen entre Nápoles y Lombardía, incluyendo, por supuesto, el Tercio de Gonzalo de Bracamonte. Aquí hay que detenerse porque el rey pretendía que, con las unidades que se encontraban en Malta, se formasen solo dos tercios, el de Lombardía de Sancho de Londoño y otro tercio con las diez compañías del Tercio de Cerdeña más las cuatro del de Sicilia de Pedro de Padilla, cosa que nunca llegó a hacerse, desconociéndose los motivos. </p><p>En carta enviada por García de Toledo al rey el 2 de septiembre de 1566, y tras realizar muestra a todas las tropas procedentes de Malta y La Goleta que se habían reunido previamente en Sicilia, detallaba con pesar como había enviado al gobernador de Milán, el duque de Alburquerque cinco compañías del Tercio de Gonzalo de Bracamonte y que creía que éste las reformaría para integrarlas en el Tercio de Lombardía, como así sucedería, algo que "me pesa en el ánima porque son muy buenos capitanes y así los son los demás que quedan en el Tercio de D. Gonzalo". A mediados de septiembre los Tercios de Cerdeña y de Lombardía partían en las galeras de Florencia y de Juan Andrea Doria. </p><p>Los planes pasaban por reunir el mayor número de tropas en Lombardía para, desde allí, pasar a Flandes escoltando al propio Felipe II, que tenía pensado acabar en persona con las revueltas que sucedían en los estados de Flandes. De este modo, las compañías del Tercio de Cerdeña que aún quedaban en la isla, fueron enviadas a Milán a la mayor brevedad, para juntarse con el resto de la fuerza de Gonzalo de Bracamonte. Hizo lo propio el virrey de Nápoles, enviando el tercio a Lombardía para unirse al resto de las tropas españolas. El Tercio de Cerdeña, por lo tanto, vuelve a juntar compañías y la amenaza de reforma desaparece, al menos por el momento. </p><p>Desde España, concretamente desde el puerto de Cartagena, parte finalmente el <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2022/07/guerreros-el-gran-duque-de-alba-parte-i.html" target="_blank">Gran Duque de Alba</a> sin el rey, que había decidido no viajar finalmente y enviar a su mejor militar con las instrucciones pertinentes a pacificar los Países Bajos y castigar a los rebeldes. No era empresa que agradara al duque, pero su carácter disciplinado y su creencia ciega en su servicio a la Corona eran más que suficiente para ponerse en marcha. Llevaba consigo en las galeras de Andrea Doria diecisiete compañías de infantería española bisoña para que guardasen los presidios italianos y se formaran como soldados. Llegado a Génova, el duque se dirigió a Milán, desde donde partió el 20 de junio de 1567 hacia Flandes inaugurando así el llamado <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/search?q=camino+espa%C3%B1ol" target="_blank">Camino Español</a>, llegando a su destino 56 días después, toda una proeza logística. </p><p>El Tercio de Cerdeña, que según muestra tomada el 2 de junio en Italia contaba con 1.728 hombres repartidos en diez compañías, quedó alojado en la población de Enghien, a menos de 40 kilómetros al suroeste de Bruselas. Durante los siguientes meses el Tercio de Cerdeña estará en labores de vigilancia y de mantenimiento del orden, ante la represión por parte del duque de Alba, siguiendo las instrucciones reales, de los cabecillas de las revueltas. Guillermo de Nassau, quien tenía motivos suficientes para ser castigado por su participación en las revueltas, no dudó en huir a sus posesiones en Alemania. No así los condes de Egmont y Horn, quien en otro tiempo fueron leales servidores del rey de España, pero que se habían alineado con las ansias de poder del príncipe de Orange. </p><p>La creación del <i>Tribunal de los Tumultos </i>y su apresamiento produjeron una serie de protestas que fueron en aumento con el nombramiento del duque de Alba como gobernador de los Países Bajos tras la renuncia de Margarita de Parma, según las instrucciones secretas que portaba el duque firmadas de puño y letras por Felipe II. El Tercio de Cerdeña apenas tuvo trabajo en aquellos momentos. En enero de 1568 era evidente que Guillermo preparaba algo, dada la intervención de varios barcos cargados con armas en Nimega, pero no fue hasta abril cuando se precipitaron los acontecimientos. Luis de Nassau atravesaba la frontera y se internaba en Frisia al frente de 12.000 hombres, mientras que el conde de Hoogstraaten lo hacía Maastricht con 3.000 hombres. Pero, para sorpresa de los rebeldes, las población no se les unió. </p><p>En este punto Gonzalo de Bracamonte recibió la orden de juntar todos sus hombres, repartidos como estaban en ese momento entre Bolduque y Odenaarde, y dirigirse a Boxmeer, en el Brabante septentrional, a poco más de 30 kilómetros al sur de Nimega. Al aproximarse las tropas del Tercio de Cerdeña, los rebeldes huyen al noroeste, refugiándose en Grave, a orillas del Mosa, pero desalojan la ciudad ante la previsión de un posible asedio, siendo ocupada inmediatamente por dos banderas del tercio. Tras las victorias del Tercio de Cerdeña y la del de Lombardía en Dalen, donde se tomó como prisionera al conde de Hoogstraaten, parecía que la revuelta iba a llegar a su fin, pero Luis de Nassau tomó el castillo de Wedde, y amenazaba la provincia de Groninga. </p><p>De esta forma el duque envió al conde de Aremberg, Johann de Ligne, a desalojar a los rebeldes. Para ello contaba con un regimiento de alemanes bajos organizados en cinco compañías, y 6 piezas de artillería. Aremberg debía recibir a su vez el refuerzo del Tercio de Cerdeña y de las tropas del conde de Mega, quien contaba con cuatro compañías de infantes y tres de caballos ligeros españoles, italianos y albaneses, que se encontraban en las inmediaciones de Bolduque. Todos se pusieron en marcha hacia el norte llegando las diez compañías del Tercio de Bracamonte primero, uniéndose con la fuerza de Aremberg. Las primeras escaramuzas comenzaron el 22 de mayo, cuando los arcabuceros españoles se las vieron con sus homólogos rebeldes en las proximidades de Appigendam, al este de la ciudad de Groninga. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjM0TttpodY-ugCFQzhQKaBEygXT1DtMgeB0W_qHDOzxKO9P4zezUsbZ88BWLD2VZyzujymJQalkqWO7baIfOZcOOnwIXQUHSu_WVHrbFklxDymSIG4lLTg_xTlJwQuM_YV_lGiJGhgcAyri_e6vXUDT8oiBACjh3F8e7jHTlgwYDu6Sh43KyPp0-ubRw/s450/Dalen,%20por%20Frans%20Hogenberg.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="334" data-original-width="450" height="297" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjM0TttpodY-ugCFQzhQKaBEygXT1DtMgeB0W_qHDOzxKO9P4zezUsbZ88BWLD2VZyzujymJQalkqWO7baIfOZcOOnwIXQUHSu_WVHrbFklxDymSIG4lLTg_xTlJwQuM_YV_lGiJGhgcAyri_e6vXUDT8oiBACjh3F8e7jHTlgwYDu6Sh43KyPp0-ubRw/w400-h297/Dalen,%20por%20Frans%20Hogenberg.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Batalla de Dalen. Por Frans Hogenberg</td></tr></tbody></table><p>Como quiera que la posición de los rebeldes no era óptima para la defensa, se desplazaron más de 25 kilómetros hacia el sur, estableciéndose definitivamente en las inmediaciones de la abadía de Heiligerlee. Éste era un buen lugar para situar una posición defensiva, pues se encontraba en una elevación del terreno, que contaba además con los muros que la protegían y lodazales y fosos que había en el lugar. La decisión de perseguir a los rebeldes sin esperar la llegada del conde de Mega ha sido objeto de todo tipo de polémicas y conjeturas. El cronista Bentivoglio afirma que los españoles "bramaban de que en descubriendo el Aremberghe los enemigos, no hubiese querido acometerlos. A que se opuso y se oponía todavía con prudente consejo, supuesto que Mega no había llegado, y también esperaba otra infantería y caballería en refuerzo de su gente, muy inferior a la de Luis de Nassau. Más poco fue oído su consejo, y poco respetada su autoridad, porque los españoles no sufriendo tardanza alguna, y despreciando sus órdenes, no quisieron esperar más".</p><p>La realidad es que Aremberg, contraviniendo las órdenes del duque de Alba, que había dejado bien claro que las tres fuerzas debían juntarse para acometer al ejército de Luis de Nassau, se lanzó en persecución de éste sin esperar la llegada del conde de Mega. El 23 de mayo los rebeldes se desplegaron en dos escuadrones de 1.600 hombres uno en su derecha, junto a la caballería que mandaba su hermano pequeño Adolfo de Nassau, y otro de casi 1.000 en su ala izquierda, donde había situada una gran manga de arcabuceros. Tenían un bosque que cubría su retaguardia y su flanco derecho, y en el izquierdo y en la frontal, una loma con una pendiente suficiente para complicar un avance. Si a esto le sumamos que el terreno, como se ha dicho, estaba lleno de fosos debido a la extracción de turba, un ataque sin caballería contra una posición así suponía un gravísimo error. </p><p>A primera hora de la tarde, mientras los rebeldes comían, el ejército de Aremberg llegó a Heiligerlee, apostando los seis cañones que traía y comenzando a batir la loma, sumándose los arcabuceros españoles que iban en vanguardia, desalojando de sus posiciones a los arcabuceros rebeldes que buscaron refugio en los escuadrones. Aremberg ordenó dirigir el fuego de artillería sobre el escuadrón causando cierto daño al palotear las picas rebeldes, que fue interpretado por los españoles como signo de una inmediata huida, por lo que los arcabuceros españoles se lanzaron en tromba sin esperar a que el resto de la fuerza formara en escuadrón. Este gesto fue replicado por unos 200 coseletes a la deshilada, es decir, sin guardar formación alguna, siendo recibidos por una lluvia de fuego procedente de los arcabuces enemigos. </p><p>Vista la complicada situación en la que se encontraban sus compañeros, más soldados españoles corrieron a su auxilio ante la sorpresa e incredulidad de sus compañeros de armas alemanes, que no daban crédito a aquella muestra de indisciplina de la que se suponía, era la nación más disciplinada en las cosas de las armas. El resultado fue idéntico, por lo que Luis de Nassau ordenó a sus escuadrones avanzar en buen orden y acabar así con las picas españolas. Mientras que su caballería se lanzó por el flanco izquierdo de los españoles, el escuadrón más pequeño rebelde realizó un movimiento de envolvimiento por la derecha española, para así coger su retaguardia. Aremberg, que en aquel momento carecía de cualquier capacidad de controlar la situación, quiso salvar su honra y reputación con una valerosa carga al frente de los poco más de 30 caballos que tenía. </p><p>Por su parte, las cinco compañías de alemanes del regimiento de Aremberg no entraron en combate, limitándose a observar la carnicería a la que eran sometidos los españoles. En el transcurso de los combates a caballo Adolfo de Nassau murió, según cuentan diversas crónicas, a manos del propio Aremberg, quien también resultaría muerto tras haber sido alcanzado por un disparo de arcabuz y, posteriormente, tras intentar escapar en su caballo, caerse de éste siendo rematado por un soldado rebelde que le apuñaló en el cuello. Ante tales acontecimientos, los alemanes se rindieron se presentar batalla con la promesa de no combatir para el rey de España en seis meses, por lo que el resto de la fuerza de Bracamonte emprendió la huida perseguida por los rebeldes. </p><p>Las crónicas hablan de entre 400 y 500 españoles muertos, algunos de ellos que se habían rendido y que "fueron presos y arcabucearon vivos atados en palos, y algunos mataron con otras crueles formas de tormentos", como afirma Carnero en su crónica. La masacre no fue mayor gracias a la aparición de la vanguardia del conde de Mega, formada por tres compañías de caballos bajo el mando del capitán Andrés de Salazar, que acogió a los huidos y puso en fuga a los perseguidores, que volvieron a la seguridad de su ejército. El resto de las fuerzas fue puesto a salvo por el regimiento del conde de Mega, quien, tras hacer noche en Zuidbroek, a unos 25 kilómetros al este de Groninga, acabó llegando al día siguiente a la seguridad de los muros de esta ciudad, protegida por cuatro banderas de alemanes bajo las órdenes del coronel Schamburg.</p><p>Cerca de 1.000 hombres del Tercio de Cerdeña pudieron salvar la vida y refugiarse en Groninga. Luis de Nassau, al frente de sus tropas, puso sitio a la ciudad esperando un levantamiento en el interior de la misma, levantamiento que nunca se produjo. El duque de Alba se encaminó hacia Groninga al frente de su ejército para romper el asedio, cosa que hizo auxiliado por una salida de los hombre del Tercio de Cerdeña dirigidos por Bracamonte el 14 de julio. Esta victoria daría lugar a una persecución que acabaría con el ejército de Luis de Nassau en la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/07/batalla-de-jemmingen.html" target="_blank">Batalla de Jemmingen</a> el 21 de julio de 1568, cuando por fin los españoles se tomarían su particular venganza por lo ocurrido en Heiligerlee. </p><p>La disolución del Tercio de Cerdeña ocurriría a la vuelta de esta campaña. Tras obtener la victoria en Jemmingen, en la Frisia oriental, el ejército del duque se dirigía al centro de los Países Bajos, pasando por Heiligerlee. En venganza por la masacre cometida contra los españoles que se habían rendido y habían sido vilmente asesinados, algunos miembros del Tercio de Cerdeña, junto con varios mochileros que andaban en la retaguardia, decidieron prender fuego a varias casas de aldeanos sospechosos de haber colaborado con el ejército de Nassau en la matanza. Al duque de Alba no le tembló el pulso para corregir ese acto de indisciplina, y mandó ejecutar allí mismo a algunos de los autores y reformó el Tercio de Cerdeña, tanto por la desobediencia mostrada en la batalla de Heiligerlee, como por no haber podido los capitanes controlar a sus hombres en estos últimos sucesos. </p><p>Sirvan como ejemplo del descontento de Alba con el Tercio dos cartas enviadas al rey. En la primera pide que se tenga en cuenta el injusto comportamiento de los hombres del Tercio de Cerdeña con el conde de Aremberg. "No puedo negar a V.M. que me ha dolido más el desorden de lo que me había de doler, lo que ello fue de la persona de Aemberghe, pero a él le hicieron no tener paciencia dos cosas: la una, que él había oído decir a los soldados que dejaba de pelear por ser una gallina, como ellos suelen decir muy bien de todos sus generales; la otra pensar tener despachado antes que llegase Meghen. Suplico a V.M. se acuerde de lo que el dicho Aremberghe ha servido, y que deja dos hijos y dos hijas, y que ha muerto en servicio de V.M. como muy buen caballero".</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhY-PpZM2L5HkpcJ7GZ5MrBMTGVkeG0wOJCLSrSuG4WSgi9eMKkwtB67kXK9wCHqdhsgRooMl-gvi6yICd-J3ohplkinq_w2avDNmNsHzJmnK8udOKeceMV9oLSMNH0aKNbX8c0QMbJ9yr-y6w5IOGK43AZyvo73INlfIEoYS5nV7bOiBCFlQ3ik2L7Aw/s1280/Heiligerlee,%20por%20Frans%20Hogenberg.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="971" data-original-width="1280" height="304" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhY-PpZM2L5HkpcJ7GZ5MrBMTGVkeG0wOJCLSrSuG4WSgi9eMKkwtB67kXK9wCHqdhsgRooMl-gvi6yICd-J3ohplkinq_w2avDNmNsHzJmnK8udOKeceMV9oLSMNH0aKNbX8c0QMbJ9yr-y6w5IOGK43AZyvo73INlfIEoYS5nV7bOiBCFlQ3ik2L7Aw/w400-h304/Heiligerlee,%20por%20Frans%20Hogenberg.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Batalla de Heiligerlee. Por Frans Hogenberg</td></tr></tbody></table><p>La segunda explica los motivos de la reforma del Tercio. "Escribí a V.M. como había reformado al Tercio de Cerdeña. Yo lo hice por no tener aquella estatua en pie que pudiesen decir que los españoles habían huido sin orden y aguardé a tomar ocasión de ciertas granjas que tomaron en Frisia. Por cumplir al servicio de V.M. castigar un delito y el otro, hice meter los soldados entre los otros tercios. A Don Gonzalo de Bracamonte y a Don Pedro González, su hermano, que como capitán de arcabuceros estuvo con la artillería hasta la postre y peleó muy bien, y a otros oficiales les he hecho agravio, conviene que V.M. les haga merced, y se lo recompense en otra cosa, como a su tiempo lo suplicaré a V.M.".</p><p>La contestación del rey no deja lugar a dudas sobre su confianza en el buen hacer y juicio del duque: "cuanto a lo que me escribisteis de las causas porque habíais reformado el tercio de Cerdeña, yo no tengo que decir, sino que, por las mismas me parece muy bien hecho, y que, pues Don Gonzalo de Bracamonte y Don Pedro, su hermano , no tuvieron culpa, quedará acerca de mí, a la figura que merecen". De esta forma los soldados del Tercio de Cerdeña fueron repartidos por Chiappino Vitelli, siguiendo instrucciones del duque de Alba, entre los distintos tercios, cesando en su cargo el maestre y los diez capitanes, respetando tan solo la compañía del capitán Martín Díaz de Armendáriz, que contaba con 400 arcabuceros y no había viajado a Flandes, quedándose destacada en Italia. </p><p>Para vergüenza de los soldados, sobre todo de unos tan veteranos, se partieron las astas de las armas y se quemaron las bandas rojas que llevaban los oficiales. Así mismo se rompieron las banderas de las compañías, entre las lágrimas de los presentes, heridos en su orgullo. Sin duda alguna se trataba de un trágico final para unos de los tercios primigenios pero cuya conducta no podía excusarse ni pasarse por alto. El duque de Alba, hombre que estimaba la disciplina y la lealtad por encima de todas las cosas, obró con toda la firmeza que requería la ocasión, esperando el momento oportuno y las circunstancias, toda vez que su campaña para acabar con la invasión rebelde de 1568, había llegado a su fin de manera victoriosa. En cuanto a Gonzalo de Bracamonte, se le asignó el cargo de maestre de campo del recién creado Tercio de infantería de los estados de Flandes, salvando así su reputación y excusándole de lo acontecido en Heiligerlee. </p><p><b>Bibliografía: </b></p><p><i>-Relación de la infantería para el socorro de Malta y Çaragoça de la que hizo Andrea Doria para esto.</i></p><p><i>-Relación de gente que pareció en la muestra que se tomó en Çaragoça a las cuatro compañías del tercio de don Gonzalo de Bracamonte. </i></p><p><i>-Las guerras de Flandes desde la muerte del emperador Carlos V hasta la conclusión de la Tregua de los Doce Años </i>(Guido Bentivoglio).</p><p>-<i>Historia de las guerras civiles que ha habido en los estados de Flandes desde el año 1559 hasta el de 1609, y las causas de la rebelión de dichos estados </i>(Antonio Carnero).</p><p>-<i>Comentarios de lo sucedido en las guerras de los Países Bajos desde el año de 1567 hasta el de 1577 (Bernardino de Mendoza).</i></p><p><i>-Colección de documentos inéditos para la Historia de España. Volúmenes XXVII y XXIX.</i></p><p><i>-Los Tercios en el Mediterráneo. Los sitios de Castelnuovo y Malta </i>(Hugo A. Cañete).</p><p>-<i>El laberinto de Flandes </i>(Ignacio José Notario López).</p><p><br /></p>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-73922010945846433952022-11-02T03:26:00.003-07:002022-11-05T01:02:32.410-07:00El Asedio de Leiden<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEii4H4C9-F81hekLdw0oBOTXyBd1a6QJ8TZn8529NWK_qfIwu85M4bJGfc57sUr50A9lquLoUvJeBx6rPDkOQ9VQ2mJq7N5pVri_pru3mzRvgWS6dNQklhg91oKodaR8Sv_g0MDYG90yP9a54u9zsYbq_Kb7xoJtO4Xh6nfBTUkE73hyDIbn5FFdRyvFQ/s1200/socorro%20de%20Leiden%20por%20Frans%20Hogenberg.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="893" data-original-width="1200" height="297" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEii4H4C9-F81hekLdw0oBOTXyBd1a6QJ8TZn8529NWK_qfIwu85M4bJGfc57sUr50A9lquLoUvJeBx6rPDkOQ9VQ2mJq7N5pVri_pru3mzRvgWS6dNQklhg91oKodaR8Sv_g0MDYG90yP9a54u9zsYbq_Kb7xoJtO4Xh6nfBTUkE73hyDIbn5FFdRyvFQ/w400-h297/socorro%20de%20Leiden%20por%20Frans%20Hogenberg.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p>El 3 de octubre de 1574 un ejército hispánico comandado por Francisco Valdés ponía fin al asedio sobre Leiden, iniciado unos meses atrás. La ciudad no pudo ser tomada debido a la apertura de los diques que la rodeaban, provocando la llegada del ansiado socorro de los defensores, pero también la ruina económica de la ciudad. </p><p>En el marco de la Guerra de los Ochenta Años, los avances rebeldes de 1572 en Holanda habían logrado conquistar la ciudad de Leiden, un enclave estratégico en la Holanda meridional. Era sin duda la ciudad más importante de la región, y servía de puente con la Holanda septentrional, estando a poco menos de 50 kilómetros de Ámsterdam o Haarlem. Ahora disponían de un puñal en el corazón de la región, pudiendo moviliza tropas hasta Zelanda sin apenas oposición. Tras esto, la práctica totalidad de Holanda, a excepción de Amsterdam y un puñado de ciudades más, y Zelanda, estaban en manos de los rebeldes. </p><p>Los rebeldes lanzaron una campaña muy fuerte ese año. Desde el sur, Luis de Nassau, hermano del estatúder Guillermo de Orange, avanzó con sus fuerzas sobre Henao y Artois, mientras que Guillermo IV, conde van den Bergh, avanzó sobre Güeldres y el norte de los Países Bajos, con intención de llegar hasta Frisia. Mientras, Guillermo de Orange avanzaría sobre Limburgo, y de ahí acometería contra Brabante y Flandes, en una especie de golpe al corazón de los Países Bajos españoles. El <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2022/07/guerreros-el-gran-duque-de-alba-parte-i.html" target="_blank">duque de Alba</a>, en ese momento gobernador de los Países Bajos, emprendió una serie de campañas para recuperar lo arrebatado por los rebeldes. Su éxito fue casi total, con asedios tan importantes como el de <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2019/07/el-asedio-de-haarlem.html" target="_blank">Haarlem</a> o <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/search?q=mons" target="_blank">Mons</a>. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>Hastiado de aquel país, y siempre debiendo mendigar recursos para defender los intereses del monarca en aquellos lares, Alba lanzó un órdago a Felipe II solicitando una abundante suma de dinero, una flota para poder enfrentarse en condiciones a los rebeldes holandeses, y una petición para ser relevado lo antes posible de su puesto. Esto no sentó nada bien al rey, que además estaba fuertemente influenciado por el bando pacifista de la corte, encabezado por el intrigante Antonio Pérez. El rey escribió a Alba comunicándole su reemplazo y añadiendo que "nunca tendré bastante dinero para llevar vuestra codicia; pero sin trabajo hallaré un sucesor hábil y fiel que terminará, con su moderación y clemencia, una guerra que no se puede fenecer por las armas, ni a fuerza de severidad". Esto debió doler, y mucho en el orgullo del duque, quien, no obstante, había acudido forzado a esas tierras para cumplir la voluntad real. </p><p>Con la llegada de Luis Requesens la estrategia cambió. Éste era un hombre esencialmente diplomático, que había servido tanto en la corte de Felipe como en la de su padre. Había desempeñado de manera notable el puesto de embajador español en la Santa Sede, y jugó un papel fundamental en la elección de Pio V, en 1566, como nuevo papa, a la postre, el impulsor de la Santa Liga contra el Turco. Tras su paso por Roma fue elegido nuevo consejero de Juan de Austria, quien tenía la complicada misión de sofocar la Revuelta de las Alpujarras, y después le asistió en la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/10/lepanto.html" target="_blank">Batalla de Lepanto</a>. Tras esto, se le nombró gobernador de Milán en 1572, y un año después, acabaría ocupando el cargo que el duque de Alba dejaba en los Países Bajos, muy a su pesar, ya que según fuentes de la época, en diversas ocasiones le pidió al rey no ocuparse de ese regalo envenenado. </p><p>Requesens llegó a Flandes el 17 de noviembre de 1573, por el <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/06/el-camino-espanol.html" target="_blank">Camino Español</a> que el de Alba había inaugurado en 1567, y lo hizo en acompañado de una corneta de lanceros italianos y otra de arcabuceros a caballo de la misma nación. Lo primero que hizo fue reunirse con el duque, quien le informó del estado de aquel país y le aconsejó la creación de una potente flota, pues sabía que éste era el único camino para poder recuperar el dominio de la totalidad de los Países Bajos. Requesens emprendió entonces una política diplomática que no halló resultado alguno, pues los rebeldes exigían la marcha de las tropas extranjeras y la extensión del culto protestante. De nada sirvió el perdón general decretado por el nuevo gobernador para todo aquel que abjurase del protestantismo.</p><p>De este modo Requesens se decidió a recuperar la plaza de Leiden, de suma importancia para cortar las comunicaciones entre Zelanda y la Holanda septentrional. Así que ordenó ponerse a ello al maestre de campo Francisco Valdés, quien debía acometer la empresa con dos tercios de soldados españoles. La defensa de la ciudad de Leiden estaba encomendada a Jan van der Does, un político y humanista protestante, encargado de recabar apoyo de Inglaterra para la causa de Orange. Éste no había puesto excesivo celo en fortificar las defensas de la ciudad, por lo que recibió las reprimendas de Guillermo y le apremió a abastecerse de todo lo posible ante un más que posible ataque español, advirtiéndole que en ese caso, un socorro no sería posible hasta al menos tres meses. </p><p>Enterado van der Does de la llegada de un contingente español de unos 8.000 hombres comenzó la acumulación de víveres, municiones y pólvora, y se procedió a la expulsión de todos los extranjeros de la ciudad, en previsión de un posible motín y para ahorrar alimentos. Sucedía que en esos momentos se encontraban amotinadas numerosas tropas realistas en Amberes, mientras Requesens trataba de manera desesperada de conseguir los dineros necesarios para ponerlas de nuevo en buen orden, ya que se hacía necesario disponer del máximo número de tropas posibles si se quería asestar un golpe definitivo tras la serie de victorias emprendidas por el duque de Alba ante la ofensiva rebelde de 1572.</p><p>El plan para tomar Leiden era bastante complejo, dado el gran número de pequeñas fortalezas que había en la región homónima. De esta manera las fuerzas de Valdés, formadas por los dos tercios de españoles, once compañías de valones y cuatro compañías de caballos ligeros, fueron divididas en dos cuerpos; el primero, bajo el mando del propio maestre de campo, avanzaría desde el este, mientras que desde el suroeste atacaría el contingente gobernado por el barón de Licques, Philippe de Recourt. Según relató el propio Valdés en una carta enviada al gobernador Requesens, las compañías alemanas, tan necesarias para esta importante empresa, se negaron a combatir a menos que se le pagasen los numerosos atrasos que se les debía.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLg9ghSF9aqncFLiS8-iJoHvJn0jkvmHyB2hNziWkgBKhJgjPHYtMXQCyzxldWAc7oYYEYrGwZPabGqJNwUVPCGxkyVHPO6vqf3alWU1ZNXK1oMZZ-mxSQ7saAy76bZ8VUqjeh9URUhUfsrP2VGjeKsg6OuL89UZoTvna7MxhBr3Uog4GZkb43lEmbdw/s1035/Luis%20de%20Requesens,%20por%20Francisco%20Jover%20y%20Casanova.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1035" data-original-width="800" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjLg9ghSF9aqncFLiS8-iJoHvJn0jkvmHyB2hNziWkgBKhJgjPHYtMXQCyzxldWAc7oYYEYrGwZPabGqJNwUVPCGxkyVHPO6vqf3alWU1ZNXK1oMZZ-mxSQ7saAy76bZ8VUqjeh9URUhUfsrP2VGjeKsg6OuL89UZoTvna7MxhBr3Uog4GZkb43lEmbdw/w309-h400/Luis%20de%20Requesens,%20por%20Francisco%20Jover%20y%20Casanova.jpg" width="309" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Luis de Requesens, por Francisco Jover y Casanova</td></tr></tbody></table><br />Tras pasar Woerden, las fuerzas de Francisco Valdés se toparon con el primer obstáculo, la plaza de Alphen aan den Rijn, a menos de 20 kilómetros al este de Leiden. Esta villa contaba con un fuerte guarnecido por numerosa tropa inglesa. Para tomarlo Valdés escogió cuatro compañías de españoles, las más escogidas de entre todos sus hombres, mientras que el resto de sus compañeros hacían fuego sobre el enemigo para cubrir el asalto. La resistencia inglesa fue notable, mandando Valdés a la mitas de sus fuerzas de asalto atacar por la retaguardia del fuerte, teniendo para ello que cruzar a nado uno de los canales del río Rin. Los primeros en cruzar, cerca de una treintena de arcabuceros españoles, cubrieron al resto de sus compañeros durante una hora aproximadamente, que era lo que tardó toda la fuerza en cruzar el río. <div><br /></div><div>Durante todo ese tiempo se produjo un intercambio de disparos entre casi un centenar de ingleses que habían salido del fuerte para evitar el cruce y las apenas tres decenas de arcabuces españoles, que los mantuvieron a raya. Otro grupo de españoles logró trepar los muros del fuerte y finalmente los ingleses que quedaban con vida hubieron de huir, dejando sobre el terreno más de 200 muertos y 3 banderas perdidas. El bando español apenas hubo de lamentar una veintena de bajas entre muertos y heridos. Después, la villa cayó sin demasiadas complicaciones, dejando otro buen número de muertos en el campo los defensores ingleses y holandeses, que acabaron huyendo en desbandada. </div><div><br /></div><div>Por su parte, el barón de Licques, avanzó sobre La Haya, llevando una parte de sus fuerzas por mar, bajo el mando del capitán Luis Gaitán, quien contaba con cuatro compañías de españoles y dos de alemanes. Llegados a la fortaleza de la ciudad Gaitán envió a un alférez con unos cuantos españoles para tantear la posición. En palabras de Bernardino de Mendoza las fuerzas llegaron al fuerte donde "se trabó escaramuza con los de dentro, a quien halló flojos, que fue ocasión de cerrar con ellos y el fuerte se ganó retirándose los rebeldes", El resto fue tarea igual de sencilla, ya que la ciudad se hallaba defendida por tropas de mala calidad y poco motivada, por lo que Gaitán, con apenas una compañía de españoles, los puso en fuga tras dar muerte a algunas decenas de enemigos, quedando La Haya bajo su control. </div><div><br /></div><div>El grueso del contingente del barón de Licques se dirigió sobre Voorschoten, a apenas 7 kilóemtros de Leiden, con la intención de tomar su castillo, llegando el capitán Gaitán con su fuerza al poco, tras haber dejado guarnición en la fortaleza de La Haya. Antes se habían tomado los fuertes de Vlaardigen y la villa de Schiedam, ambas posiciones sobre el río Mosa y al sureste de La Haya. El castillo fue tomado sin necesidad de combatir, ya que la guarnición holandesa se retiró a toda prisa hacia Leiden, mientras que alrededor de 500 infantes inglesas se rendían a los españoles quienes, les enviaron de vuelta a Inglaterra a cambio de los las peticiones de Bernardino de Mendoza, a quien Requesens había enviado a la Pérfida Albión en labores diplomáticas para lograr de la reina puertos donde atracar y provisiones. </div><div><br /></div><div>También ordenó Requesens a Chiappino Vitelli tomar posiciones en la isla de Bommel, comprendida entre los río Waal y Mosa, donde unos años más tardes se desarrollarían los sucesos conocidos como el <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/12/el-milagro-de-empel.html" target="_blank">Milagro de Empel</a>. Estas acciones tenían por objeto evitar movimientos de las tropas rebeldes de Zelanda. Por otra parte, en las cercanías al este de Leiden, donde se encontraban las tropas de Valdés, algunos soldados españoles abandonaron sus posiciones fortificadas saliendo a campo abierto, aprovechando la ocasión los soldados rebeldes para hacer una salida y poder matar a unos cuantos españoles. Pero viendo la maniobra del enemigo, salió buen parte de la fuerza de Valdés y le causó muchas bajas. A pesar de la victoria, Valdés reprendió a los soldados por abandonar las posiciones. </div><div><br /></div><div>A finales de mayo, ya en las inmediaciones de Leiden, se empezaron a construir las características líneas de circunvalación y contravalación propias de los asedios de la época. Francisco Valdés envió rápidamente una misiva a van der Does, invitándole a rendirse para obtener una buenas condiciones de capitulación, pero el comandante de la plaza se negó abiertamente. Existe la leyenda de que Valdés no asaltó la ciudad, prefiriendo rendirla por hambre, por la promesa de una dama de la que se había enamorada de casarse con él si no lo hacía, pues parte de su familia se hallaba en Leiden. Tanto por cronistas de la época holandeses como por algunos hispanos como el italiano Famiano Estrada, se propagó está leyenda.</div><div><br /></div><div>La ciudad de Leiden estaba situada a poca distancia de la costa, y por la ciudad discurrían desde el este las dos ramas del viejo Rin, uniéndose en el centro de la misma. Contaba con multitud de canales por los alrededores, con un amplio sistema de diques, así como una gran cantidad de pequeños fuertes y posiciones fortificadas. El terreno no invitaba a un asedio, ya que el suelo era bastante pantanoso y las enfermedades eran frecuentes. Al poco de completarse el cerco los defensores realizaron una serie de salidas infructuosas. Una de las salidas más poderosas y mejor documentadas ocurrió el 28 de julio, cuando los defensores realizaron un ataque coordinado por tierra y agua. Al tiempo que dos compañías salían por la puerta principal de la ciudad, una galera artillada y cargada con abundante arcabucería se lanzaron contra una de las posiciones defendidas por los españoles.</div><div><br /></div><div>Los atacantes emplearon artefactos incendiarios compuestos por pólvora y azufre que prendían con una mecha y los arrojaban sobre las trincheras de los sitiadores. Solo la llegada de refuerzos evitó que los rebeldes pudieran tomar la posición, debiendo finalmente replegarse al interior de la ciudad tras haber sufrido una gran cantidad de bajas. Poco a poco las salidas fueron perdiendo intensidad, a medida que el hambre y las enfermedades avanzaban en el interior de la ciudad. De hecho, no fueron pocas las voces discrepantes con van der Does pidiendo negociar una rendición con las fuerzas de Valdés. Pero el comandante de la ciudad se mostraba inflexible en este punto, y eso a pesar de la imposibilidad de Guillermo de Orange de poder auxiliarlos. </div><div><br /></div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-BO0dcfVQvqCm3FcQvf77Kqw1sOauHwE7gV7dASEFHSjbkGI080QB_lh7OQ5AudRcVzXMpLngZ4iFdn53CFIuXDpR2-EUfb9GZfzjFi9DGq2e7aFuM6FOBrZ9PQsBTQhLbd6o0DTCsC7rd7UAkPukk79KnV514acwOwxZy_CPMHnAhQXqLx-Dl2uSMw/s1024/Francisco%20vald%C3%A9s.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1024" data-original-width="749" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh-BO0dcfVQvqCm3FcQvf77Kqw1sOauHwE7gV7dASEFHSjbkGI080QB_lh7OQ5AudRcVzXMpLngZ4iFdn53CFIuXDpR2-EUfb9GZfzjFi9DGq2e7aFuM6FOBrZ9PQsBTQhLbd6o0DTCsC7rd7UAkPukk79KnV514acwOwxZy_CPMHnAhQXqLx-Dl2uSMw/w293-h400/Francisco%20vald%C3%A9s.jpg" width="293" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Grabado de Francisco Valdés</td></tr></tbody></table><br /><div>Por medio de palomas mensajeras se comunicaban los defensores con los hombres de Guillermo de Orange, recibiendo a primeros de agosto una carta en la que éste indicaba a van der Does la necesidad e abrir los diques y anegar los terrenos para, de este modo, poder enviar un socorro en forma de flotilla. La decisión fua adoptada por los defensores tras una junta en la que se puso encima de la mesa la pérdida de la ciudad o la ruina económica de la misma, eligiendo los defensores la segunda opción. De esta manera Guillermo dio orden de abrir los diques de Rotterdam, al sur de Leiden. A 21 de agosto Guillermo volvió a contactar con los defensores apremiándoles a que defendieran la ciudad con uñas y dientes, dado que las inundaciones se estaban sucediendo más lento de lo previsto.</div><div><br /></div><div>Mientras tanto, Guillermo organizaba la flota, compuesta por unos 200 barcos de poco calado y mucha anchura, que puso bajo el mando del almirante Lodewijk van Boisot. Iban cargados de alimentos algunos, y otros de soldados y marineros muy experimentados. La flota se puso en marcha a comienzos de septiembre, cuando el agua empezó a tener una profundidad óptima para su navegación. La campiña del sur de Leiden hasta las inmediaciones de Rotterdam estaba completamente anegada, debiendo los hombres de Valdés buscar refugio en las partes altas de la tierra. En las zonas donde la profundidad no era suficiente, los holandeses empleaban zapadores para facilitar la navegación, y también debían enfrentarse a los puestos avanzados de los españoles. Un ejemplo de ello fue el enfrentamiento en el dique de Leidschendam, al sur de Leiden, donde los pocos españoles que lo custodiaban fueron expulsados tras un ataque en plena noche por una fuerza mucho más numerosa de rebeldes. </div><div><br /></div><div>La misión holandesa era siempre la misma, llegar a los diques que quedaban sin romper en la llanura en los alrededores de Leiden. Al este de Leidschendam, en la villa de Waddinxveen, a unos 25 kilómetros al sureste del objetivo. Allí rompieron otro de los diques que elevó aún más el nivel de las aguas, y formando un ancho canal navegable, pero el problema para los holandeses era que ese canal formado era también una trampa mortal, dado que en los lados del mismo los españoles aprestaron sus arcabuces y una poca artillería ligera, causando muchas bajas entre los rebeldes, que se vieron forzados a desistir de esa ruta. El almirante Boisot desesperaba ante los retrasos padecidos por el lento ascenso de las aguas y la fuerte resistencia de los hombres de Valdés. </div><div><br /></div><div><span>Hubo de pasar una semana para que unos exploradores holandeses descubrieran una posible ruta por donde navegar con seguridad. Entre un arrabal de Alphen an den Rijn llamado Benthuizen, y la villa de Zoetermeer, a menos de 15 kilómetros al sur de Leiden, se abría una extensa lengua de agua por donde los barcos no tendrían problemas de paso. De este modo los rebeldes realizaron varios movimientos de diversión para fijar las posiciones de tropas hispánicas y meter la flota sin que éstas se percatasen de lo que estaba ocurriendo. En estos combates, los holandeses utilizaron abundante fuego de arcabuz y cañones, destacándose el alférez Luis Pimentel, quien a pesar de estar herido, siguió manteniendo la moral de sus hombres y una enconada defensa. </span></div><div><br /></div><div>Los barcos holandeses pudieron pasar y desalojar a los defensores españoles, dado que la posición era insostenible ante la crecida de las aguas y el abundante fuego procedente de los barcos rebeldes. La situación de Valdés empezaba a ser desesperada, cuando la flota se plantó en Zoeterwoude, a tan solo 6 kilómetros al sur de Leiden. Allí se encontraba otro dique que debían romper para garantizar la navegación segura y poder socorrer la ciudad, pero no hizo falta, ya que a finales de septiembre y primeros de octubre las fuertes lluvias y la crecida del Mar del Norte elevaron las aguas tanto, que rebasaron la altura de los diques. </div><div><br /></div><div>En las posiciones elevadas de la villa se hallaban los defensores españoles quienes, tras un fortísima resistencia, hubieron de abandonar sus posiciones el 2 de octubre, ante la superioridad numérica del enemigo y su gran potencia de fuego. Los españoles, que hubieron de huir con el agua hasta el pecho en algunos casos, fueron perseguidos sin piedad por los holandeses que, con barcazas de menor calado, los iban cazando con arcabuces, espadas y dagas, e incluso con arpones, como si de una pesca se tratase. En este extremo afirma el cronista Antonio Carnero que "en esta retirada hubo harta sangre por el favor que los enemigos tenían del viento y del agua, e ir por los prados los españoles en agua hasta la cintura, y aún más arriba muy trabajados".<br /><p>Los rebeldes tenían el socorro de Leiden a tiro, y Guillermo de Orange había enviado palomas mensajeras a la ciudad para coordinar un ataque general desde el interior de la ciudad y desde los barcos para la mañana del día 3 de octubre. Cuando al amanecer comenzaron a salir las primeras tropas de la ciudad, el ejército de asedio ya no estaba, Valdés había ordenado una retirada general ante la imposibilidad de combatir en esas circunstancias, ya que poco se podía hacer sin apenas artillería contra el poder de fuego de los buques holandeses en combinación con una ataque desde tierra. La huida dejó anécdotas muy curiosas, como la del sargento Pedro Chacón, que tras ser capturado por uno de los botes que empleaban los holandeses para perseguir a los españoles que huían con el agua al cuello, logró matar a toda su tripulación y hacerse con él, rescatando a varios de sus compañeros de armas y poniéndolos a salvo. </p><p>Las últimas acciones de este malogrado asedio tuvieron lugar en la villa de Wateringen, al sur de La Haya, donde los rebeldes acababan de hacerse con una posición defendida por muy poca tropa, apenas una treintena de hombres. Éste enclave era de vital importancia para cubrir la retirada de los españoles, por lo que Valdés envió un destacamento con algo más de 150 hombres bajo el mando del capitán Palomino, quien a su vez era asistido por el valiente alférez Luis Pimentel. La posición estaba defendida por más de 300 rebeldes, y se encontraba completamente anegada, lo cual no impidió a que los españoles se lanzaran al ataque sorteando barro y agua a partes iguales. En el transcurso de la acción fue herido varias veces el alférez Pimentel, quien siguió al frente de sus tropas hasta que un arcabuzazo le alcanzó en el corazón. Enardecidos por la muerte de su alférez, los soldados españoles se lanzaron con más resolución si cabe a tomar la villa, espoleados también por el ejemplo de su capitán que, al frente de sus fuerzas, no dejó de combatir ni un segundo. </p><p>Tras sufrir cuantiosas bajas, los holandeses decidieron retirarse en sus barcos antes de verse completamente cercados. Muchos no lo consiguieron. Los españoles decidieron quemar la población para evitar que sirviese a los intereses holandeses y poder facilitar la huida del resto de los suyos. El asedio de Leiden había terminado después de varios meses de duros combates. Leiden, que contaba con una población de unos 18.000 hombres tras la expulsión de los extranjeros, contó más de 6.000 habitantes debido al hambre y a las enfermedades, así como más de 1.000 defensores. Las bajas entre las tropas hispánicas no están muy claras, aunque debieron contarse por centenares. Como recompensa a la heroica resistencia de la ciudad, Guillermo ofreció a los habitantes lo que quisieran; su respuesta fue que deseaban tener una universidad, por lo que al año siguiente se comenzó la construcción de la misma, cuyo primer director fue el propio Jan van der Does.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjOMZhkad1e0yjQKwm29FhJqcuIWmN9nLqycxpOGL5TEcKEa4lLWkWml6ZrmxtzaL-XovSXwq_g60hEoKbwQTqMtJkio-NVC12y6A3Iv5NSJSj7XR3BaYOmV_6ttXfkNkTpbA3Rm0KfivS2h_MqAN2gKceI6v0zY1oQgg5IlQrH-Gl8dsYytb_SnUv1lQ/s1200/socorro%20de%20Leiden%20por%20Frans%20Hogenberg.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="893" data-original-width="1200" height="297" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjOMZhkad1e0yjQKwm29FhJqcuIWmN9nLqycxpOGL5TEcKEa4lLWkWml6ZrmxtzaL-XovSXwq_g60hEoKbwQTqMtJkio-NVC12y6A3Iv5NSJSj7XR3BaYOmV_6ttXfkNkTpbA3Rm0KfivS2h_MqAN2gKceI6v0zY1oQgg5IlQrH-Gl8dsYytb_SnUv1lQ/w400-h297/socorro%20de%20Leiden%20por%20Frans%20Hogenberg.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Socorro de Leiden, por Frans Hogenberg</td></tr></tbody></table><br /><p><b>Bibliografía: </b></p><p><i>-Historias de las guerras civiles que ha habido en los estados de Flandes desde el año 1559 hasta el de 1609 y las causas de la rebelión de dichos estados </i>(Antonio Carnero)</p><p><i>-Comentarios de lo sucedido en las guerras de los Países Bajos, desde el año 1567 hasta el de 1577 </i>(Bernardino de Mendoza)</p><p><i>-El laberinto de Flandes </i>(Ignacio José Notario López)</p><p><i>-El Gran Duque de Alba </i>(William S. Maltby)</p><p><i>-Historia de D. Fernando, primero del nombre, duque de Alba </i>(Joseph V. Rustant)</p><p><br /></p></div>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-19223646469340832192022-10-29T14:14:00.000-07:002022-10-29T14:14:09.504-07:00Del Viaje a Flandes del Cardenal-Infante (Parte II)<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgzPrF1FCaIJYq8qKS7TNnNGXwc2ROgvOkXMsHUBrQucxxDT99fZqnYg9Ivw-MpZEc20yqDbX3PPjjKayayxNK4m4z8XgOnY-o1emmu9CqewbsKpzwxRiBIWCEqVxaR-r2J6RcD5y-WROOjGap_VKT1zUncOMmyFFaKTNqa_4RdJpsKDwF_WEp4Y5x4A/s2048/cardenal%20infante%20van%20dyck.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="1652" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgzPrF1FCaIJYq8qKS7TNnNGXwc2ROgvOkXMsHUBrQucxxDT99fZqnYg9Ivw-MpZEc20yqDbX3PPjjKayayxNK4m4z8XgOnY-o1emmu9CqewbsKpzwxRiBIWCEqVxaR-r2J6RcD5y-WROOjGap_VKT1zUncOMmyFFaKTNqa_4RdJpsKDwF_WEp4Y5x4A/w323-h400/cardenal%20infante%20van%20dyck.jpg" width="323" /></a></div><br /><p></p><p>Habiendo llegado el duque de Feria a Baviera, su estado de salud deterioró rápidamente por los grandes padecimientos que había pasado durante aquel invierno, muriendo finalmente el once de enero de 1634 en la ciudad de Múnich. Las semanas de enero fueron empleadas por su Alteza para trata de reunir el mayor número de fuerzas posibles con las que pasar a Flandes, mandando hacer levas en Nápoles y Milán de infantes y caballería. El príncipe Doria levantó un tercio en sus tierras, y desde Alemania y Borgoña se enviaron dineros para las correspondientes reclutas. </p><p>De esta forma envió dinero y dos mil caballos alemanes al emperador a cambio de cuatro mil caballos húngaros. Desde Madrid se envió al marqués de Leganés a Italia para acompañar a Fernando de Austria y hacerse cargo del ejército del duque de Feria, y a Martín de Idiáquez se le nombró maestre del tercio de Juan Díaz Zamorano. En febrero su Alteza intervino diplomáticamente para solventar las diferencias que había entre el duque de Saboya y la República de Génova. A finales de marzo llegó a Milán el hermano del rey de Polonia, Ladislao, que además era primo hermano de Fernando, "a quien hospedó magníficamente en Palacio, y comieron algunas veces juntos; estuvo doce días, y su Alteza le presentó seis caballos con ricos aderezos y otras cosas curiosas y de valor". </p><p>Mientras que el príncipe Tomás de Saboya había partido a Flandes a servir al rey, su mujer se trasladó a Milán, otorgándole una paga de dos mil quinientos escudos al mes. El 4 de mayo llegaron a Milán el duque de Lorena y su mujer, tras la captura de Nancy, celebrando el vigesimoquinto cumpleaños de su Alteza "fueron juntos a un festín muy lucido que se hizo en casa del conde de Sagra, y el día siguiente, a diecisiete, habiéndoles su Alteza dado muy grandes presentes, partieron a embarcarse a Génova". Ese mismo día llegó el marqués de Leganés a Milán para hacerse cargo del puesto de Gobernador de las Armas, y junto a él acudieron igualmente el maestre de campo Idiáquez y varios soldados particulares. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>Por ese tiempo "llegó nueva de que el Rey de Hungría había salido en campaña a dos de mayo con muy poderos ejército, y que habiendo buscado al enemigo, que debajo del mando del duque Bernardo de Weimar tenía juntas muy grandes y sus mejores fuerzas, para darle batalla, no se había atrevido a esperarla". Ante el rechazo protestante a presentar combate con Fernando de Hungría, éste puso sitio a Ratisbona. En la bahía de Savona desembarcaron a finales de mayo la infantería española del tercio de Pedro de Cárdenas y la napolitana de la coronelía del príncipe de San Severo. El 31 de mayo se puso en marcha el cardenal infante hacia la Valtelina, no pudiendo cruzar los pasos alpinos por estar éstos cerrados por la nieve, ordenando de esta forma al teniente de maestre de campo general Pedro de León que las limpiase, entregándole dineros para que se sirviera de los aldeanos del lugar. </p><p>También ordenó a Felipe Spínola, II marqués de los Balbases, que levantase quinientos caballos del Estado de Milán, y nombró al marqués de Orani capitán de las dos compañías de su guardia personal, compuestas por 150 hombres cada una. Con todos los preparativos hechos, su Alteza escribió a Flandes para avisar de su partida de Milán el 25 de junio. Finalmente la salida se retrasó, yendo el día 26 de junio a Pavía a despedirse de su prima, la duquesa viuda de Mantua, y recibiendo el día 28 a Antonio de Portocarrero, marqués de Villanueva del Fresno, quien le habría de servir en dicha jornada, al conde de Fuensaldaña y al hijo del conde de Salvatierra. </p><p>Al fin, el 30 de junio salió el ejército del cardenal infante de Milán, entre los vítores y el cariño del pueblo. Salió "a las seis de la tarde en coche, acompañado de muchísima nobleza". Al día siguiente llegó a Como a la hora de la comida. "Todas las calles estaban entoldadas y las casas colgadas de diferentes tapicerías y colgaduras, y las ventanas llenas de muchas y muy lucidas damas, y todo tan en orden que no pudiera hacer mayor ostentación ciudad de más vecindad: a tanto alienta el amor con que esperaban a quien por fama y obras amaban tanto". Cinco días pasó allí Don Fernando esperando que el ejército pasase el lago. El 7 de julio llegó a la villa de Gravedona, despachando correo al marqués de Aytona en Flandes para darle noticias de su salida. </p><p>Llegados al río Adda, le costó a la infantería su vadeo debido a la crecida de las aguas, que habían anegado gran parte de la zona de la Valtelina por la que discurría. Nombró su Alteza a Martín de Aragón maestre de campo general de todas las tropas que iban en la marcha, colocando en la vanguardia de la fuerza a la compañía de infantes españoles del capitán Carlos de Padilla y una de las compañías de la guardia del propio Fernando, y en retaguardia a la compañías del capitán Gabriel Cobo de la Cueva, junto a otra compañía de la guardia. Llegó el ejército el 11 de julio a la plaza de Sondrio en medio de una lluvia incesante que dificultaba enormemente el paso de las tropas. Allí fue recibida su Alteza con gran alegría por la población a la que la Corona de España había librado de la amenaza grisona. Un arco del triunfo tenía la siguiente inscripción: "Ferdinando Austriaco Hispaniarum Infanti Maximo". </p><p><b>- De la llegada a Insbruck y la reunión del ejército en Kufstein.</b></p><p>El 21 de julio llegó el ejército a Innsbruck, saliendo el archiduque Fernando a recibirle acompañado de un gran séquito de ilustres caballeros y nobles. Las persistentes lluvias impidieron una celebración a la altura de la ocasión. Al día siguiente se reunió con el coronel Salms y con los representantes del rey de Hungría y del duque de Baviera. De allí partió a Rottemberg, donde permaneció varios días para acabar de juntar al ejército de Alsacia que había conducido el duque de Feria el año anterior y que se hallaba en el Tirol. Solo quedaba un tercio de veteranos españoles junto con varias compañías de infantería lombarda; esa fuerza era mandada ahora por el maestre de campo Martín de Idiáquez. El 25 de julio llegó aviso de la toma de Lanshut, una ciudad de Baviera enclavada en el río Isar, situada entre las ciudades de Ratisbona, Múnich e Ingolstadt. </p><p>Todo esto se producía mientras trataba Don Fernando de que se le unieran dos regimientos de infantería borgoñona, uno de alemana y un regimiento de caballería, y moría el marqués de Villafranca del Bierzo en Rottemberg. También llegaban noticias de la rendición de Ratisbona a manos de las fuerzas imperiales. El 1 de agosto llegó el cardenal infante a las inmediaciones de la ciudad, alojándose en un convento de Franciscanos, y asistiendo al día siguiente a la toma de Ratisbona. El 5 de agosto se reunión con el marqués de Grana, general de artillería del Rey, con quien debatió la necesidad de unir los ejércitos del Rey de España con el imperial, para poder batir más fácilmente a las fuerzas protestantes que campaban por Baviera y Suabia.</p><p>Se unieron a las disquisiciones el II marqués de los Balbases, Felipe Spínola, y el consejero Martín de Aspe, que venían de España con instrucciones del Rey. "Aquella misma noche y el día siguiente, después de haber conferido y ponderado todos los ministros en algunas juntas todas las razones de una parte y de la otra, vinieron a resolver que por muchas conveniencias se encaminase el ejército de su Alteza hacia Ingolstadt, a juntarse con el del Rey, para obrar lo dicho, marchando el uno del otro lejos tres o cuatro leguas por la comodidad de los víveres, y otras consideraciones, y que tomando su Majestad Apostólica al enemigo la mano derecha del Danubio, y su Alteza buscándole por frente, siempre retirándose hacia donde su Alteza no se apartaba de su camino derecho a Flandes". </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhru_CC82WgvWFPyE9QiUfLITcgCnpczMci4FTxcs5FYUMRfxQFcFVimcER55xCy130l4TJAiNlYVnvohJiUtfUuGWrM_MgyP3JlFipEJ_hKJqRdihnjL7SLveiBQkHCZ1UjWGkK0thV_KeeY-ihvGaCFPxvt6YrxxpUfKTEBzH_ENOijQIPJ6X0V2lOg/s1191/Cardenal-infante%20por%20Gaspar%20de%20crayer%201639.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1191" data-original-width="800" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhru_CC82WgvWFPyE9QiUfLITcgCnpczMci4FTxcs5FYUMRfxQFcFVimcER55xCy130l4TJAiNlYVnvohJiUtfUuGWrM_MgyP3JlFipEJ_hKJqRdihnjL7SLveiBQkHCZ1UjWGkK0thV_KeeY-ihvGaCFPxvt6YrxxpUfKTEBzH_ENOijQIPJ6X0V2lOg/w269-h400/Cardenal-infante%20por%20Gaspar%20de%20crayer%201639.jpg" width="269" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">El Infante Cardenal, por Van Dyck</td></tr></tbody></table><p>Una vez acordado esto, se mandó tomar muestra general de todo el ejército y pagar a los soldados. Había "tres mil infantes españoles, dejándolos mil ochocientos al maestre de campo Don Martín de Idiáquez, y formó de los mil doscientos restantes otro tercio, del que hizo maestre de campo a Don Enrique de Alagón, conde de Fuenclara, al cual mandó agregar otros doscientos infantes, que vinieron pocos días después de escolta del dinero que venía de Italia, con lo que había dos tercios de españoles bien llenos y muy lucidos de bravos y bizarros soldados". </p><p>El día que partió Don Fernando para Passau, llegaron a Rottemberg las tropas de caballería lombarda, en cuatro compañías de "muy buena gente", y otra al mando de Andrés Manrique, así como los mosqueteros de César Tarragón, y el dinero que faltaba y el trigo. De esta manera despachó las órdenes oportunas el marqués de los Balbases, que había quedado al mando de los cuarteles de caballería e infantería llegada de Italia. El día 10 llegó a la ciudad el duque de Lorena, para entrevistarse con el cardenal-infante, pero al no hallarse allí, marchó a Insbruck a ver a la archiduquesa, regresando al poco a Rottemberg sin que su Alteza hubiese vuelto aún. </p><p>La muestra tomada entre las tropas concentradas en Rottemberg y Kufstein quedó de la siguiente manera: la caballería se componía de diez compañías de caballos napolitanos bajo el mando de del conde de Ayala, sumando un total de 700 hombres "muy bien montados". La caballería borgoñona estaba compuesta por 587 caballos divididos en siete compañías bajo el mando del conde de la Tour. En ambas había muchos títulos, nobleza y gente particular. Cuatro compañías de caballería Lombarda del marqués Florencio, a las que había que sumar la compañía de la misma nación de Andrés Manrique, la de Pedro Villamor, la de Alfonso Filomartín, y la de mosqueteros de César Tarragón, sumando un total de 500 hombres. Por último, en lo relativo a la caballería, las dos compañías de la Guarda de Don Fernando, comandadas por el marqués de Orani, con 230 hombres en total. </p><p>En cuanto a la infantería, se encontraban veintiséis compañías de infantería española del tercio de Martín de Idiáquez, "caballero del hábito de Santiago y comendador de Villas buenas", a las que se le agregaron de Lombardía, "toda gente bizarra", habiendo un total de 1.800 hombres entre oficiales y soldados. El tercio del conde de Fuenclara, con 1.450 hombres, divididos en diecisiete compañías procedentes de Nápoles y Lombardía. El tercio de napolitanos del príncipe San Severo contaba con 1.900 hombres distribuidos en veinticuatro compañías. El tercio napolitano de Gaspar de Toralto tenía 750 hombres distribuidos en diez compañías. El tercio de Pedro de Cárdenas, de la misma nación, traía 950 hombres formados en trece compañías, mientras que el del tercio lombardo del marqués de Lunato llevaba 1.300 en quince compañías. </p><p>El tercio lombardo del príncipe Doria, cuyo maestre de campo era Carlo Guasco, llevaba 1.000 hombres encuadrados en doce compañías. A esto había que sumar la compañía de esguízaros y otras naciones de Rafael Sachi, con 90 hombres. En total 9.240 infantes y 2.017 caballos, a los que había que sumar cinco compañías de dragones con 500 caballos en total. Este era el ejército de Don Fernando, con el que debía reunirse con las fuerzas del rey de Hungría y asestar un golpe definitivo a las fuerzas protestantes en Baviera antes de reemprender el camino a Flandes, misión en la cual se había embarcado ya tantos meses atrás. </p><p>"A toda esta gente se le dio una paga al contado además de muchos socorros que les habían dado, y se repartieron entre ellos dos mil vestidos de munición, zapatos y sombreros, y se les daba con mucha puntualidad su pan de munición, de manera que jamás se vio ejército también sustentado ni mantenido". Gobernaba aquella fuerza el teniente general de su Alteza, el marqués de Leganés, comendador mayor de León. Era general de caballería el marqués de los Balbases, Felipe Spínola. Como general de la artillería estaba el conde Juan de Cervellón, que era quien se había hecho cargo del Ejército de Alsacia tras la muerte del duque de Feria, y teniente de maestre de campo general Pedro de León, con Juan de Padilla y Tiberio Brancaccio. </p><p>"Cerca de la persona de su Alteza había (fuera de veinticinco capitanes entretenidos) muchos soldados viejos, y maestres de campo reformados, como Cheri de la Reina, Juan Tomás Blanco, Juan Luis Rugier, el sargento mayor Don Diego de Bustos". Mientras, Don Fernando estuvo en compañía de su hermana, la reina de Hungría, apenas tres días, pues no disponía de más tiempo, aunque no se separó de ella en ese tiempo, conversando hasta altas horas. </p><p>El 9 de agosto, después de comer, embarcó Don Fernando junto al marqués de Leganés y unos pocos hombres más, remontando el río Eno y llegando a Rosenheim, donde le esperaba una embajada del duque de Baviera para darle la bienvenida. De allí se dirigió a Passau subiendo el Eno, a donde llegó el día 11 de ese mes. "Fue su Alteza con gran acompañamiento de caballeros y concurso de gente en coche al palacio, donde estaban esperándole su hermana acompañada del cardenal Diatristán, que con extraordinario lucimiento había venido sirviendo a su Majestad en esta jornada; del conde de Frankenburg y del marqués de Castañeda, embajador de su Majestad Católica, y de todas sus damas vestidas a la española". </p><p>"Estuvo su Alteza gozando de la deseada y amable compañía de su hermana tres días, comiendo siempre juntos y logrando en continua conversación todo el tiempo, que podían quitar a cumplimientos públicos; y aunque no había menester otro ni mejor entretenimiento que este, quiso su Majestad festejar a su hermano con un sarao de muchas y lucidas damas a la alemana; habiendo ido a la mañana antes juntos a misa a la iglesia mayor, y su Majestad en silla como embarazada, y su Alteza a caballo a su lado acompañándola, que fue vista de mucho gusto". Abandonó el día 14 la compañía de su querida hermana para volver a sus tareas, que no eran pocas, encontrándose por el camino al duque de Baviera y su séquito. "Venía el Elector en coche, y antes de llegar su Alteza a él, se apeó a esperarle, recibiéndole con gran agasajo y amor que era razón que hubiese entre dos tan grandes príncipes".</p><p>Tras montarse en la carroza, conversaron ambos, el duque en italiano y el infante cardenal en español, entendiéndose muy bien, llegando a Braunau, hospedándose en una de las casas del duque, donde fue recibido por la duquesa. Tras una larga conversación, fueron a cenar y dormir al convento de los Canónigos Regulares de la Orden de San Agustín, donde también comieron antes de que sus obligaciones obligaran a Don Fernando a partir, llegando el día 17 a Kufstein. El 18 pasó revista a toda la infantería y caballería de su ejército, en medio de una fina y continua lluvia que duró hasta la noche, padeciendo la tropas estoicamente mientras su Alteza impartía órdenes y despachaba y recibía correos que llegaban de Lorena y de Flandes. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJlIqh23vzjjQEDBwR3IzTvhvERdhgkm3-ygdQbuaBpuHMtVCpY9EKyXOtQopEA5hvaXf94My4LN2KapSZN6kTYhooNPXYPlk5uWoxKyfY4HiBsOXaAG1u6OSpsK-guFzSEGar-SgQpSxgARIYw48g4KHutDnndLSpUOYwpTQDfh1shjpS0Q3R3E5Utw/s981/Ferdinand_III,%20por%20Jan%20van%20den%20Hoecke.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="981" data-original-width="800" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJlIqh23vzjjQEDBwR3IzTvhvERdhgkm3-ygdQbuaBpuHMtVCpY9EKyXOtQopEA5hvaXf94My4LN2KapSZN6kTYhooNPXYPlk5uWoxKyfY4HiBsOXaAG1u6OSpsK-guFzSEGar-SgQpSxgARIYw48g4KHutDnndLSpUOYwpTQDfh1shjpS0Q3R3E5Utw/w326-h400/Ferdinand_III,%20por%20Jan%20van%20den%20Hoecke.jpg" width="326" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Fernando, rey de Hungría, por Jan van den Hoecke</td></tr></tbody></table><br /><p><b>- De la salida de Kufstein al frente del Ejército y su llegada a Nördlingen.</b></p><p>El 19 de agosto, y tras mejorar el tiempo, partió Don Fernando al frente de las tropas a eso del mediodía, mientras desde el castillo se disparaban salvas en su honor. Iba delante la compañía de Guarda de arcabuceros a caballo con su capitán, el marqués de Orani al frente; tras ellos iba la tropa de la corte del infante cardenal, y después el guion "que era de seda carmesí bordado todo de oro; tenía de una parte un Cristo crucificado, y de la otra nuestra Señora de la Concepción". Su Alteza, con el bastón de general en la mano por primera vez, iba escoltado por la compañía de la Guarda de lanzas. Iba "tan bizarro y gallardo, que no hubo soldado que no estuviese hecho un león, contentísimo de ir a servir debajo de la mano de tal general".</p><p>Al entrar en Baviera les recibieron los comisarios del duque para asistirles en lo referente a los alojamientos y "demás cosas del ejército", y a informarles de que el rey de Hungría había tomado la ciudad de Donauwörth el 16 de agosto, para contento de Don Fernando y todos sus hombres, ya que era una importante plaza sobre el Danubio. Se detuvo el ejército en la villa de Ailbing durante tres días, saliendo el 24, tras nombrar tenientes generales de la caballería al caballero napolitano Paulo Denticci, con 10 compañías de caballos napolitanos, 7 borgoñones y 8 lombardos, y a Gerardo Gambacorta con 18 compañías napolitanas, 5 de borgoñones y 10 alemanas. </p><p>Recibió Don Fernando dos misivas la noche del 24, ambas del rey de Hungría, en las que le conminaba a acelerar el paso lo máximo posible, pues debían juntarse para el día 29, ya que las fuerzas de Gustav Horn y de Bernardo de Weimar se estaban reuniendo y amenazaban con atraparlo. No perdió un segundo y dio órdenes a los cabos para organizar la partida, entrando el día 25 en la ciudad de Múnich, corte del duque de Baviera acompañado del duque de Lorena que había ido en su busca a unos dos kilómetros de la ciudad. Al entrar "halló su Alteza en escuadrón haciendo muy linda vista y una salva real, el Regimiento del príncipe de San Severo, los tercios de Don Gaspar de Toralto y de Don Pedro de Cárdenas, napolitanos, acompañados del de Lombardía del conde Paniguerola y los regimientos de alemanes del conde de Salm, que estaban aquí desde el año pasado, y el de Wurmser".</p><p>Mandó el cardenal-infante tomar una nueva muestra general y dar una paga al ejército que se encontraba en Múnich desde el año anterior. De esta forma se hallaron quince compañías de infantería napolitana del marqués de Torrecuso con 950 hombres entres oficiales y soldados. Doce compañías de infantería lombarda del Tercio del conde de Paniguerola, con 800 hombres. Once compañías de alemanes del Regimiento del conde de Salm, con 2.400 efectivos. Diez compañías del Regimiento de alemanes del coronel Wurmser, con 2.150 hombres. Dieciocho compañías de caballería napolitana y lombarda, repleta de de títulos y nobleza, con 630 caballos. Cinco compañías de caballería borgoñona del conde de Arberg, con 450 caballos. </p><p>Tras la unión de las fuerzas concentradas en Múnich con las que Don Fernando traía de Italia y los españoles del maestre de campo Idiáquez, se hallaban 3.250 españoles en dos tercios, 4.550 napolitanos en cuatro tercios, 3.100 lombardos en tres tercios, y 4.640 alemanes en dos regimientos, que entre todos eran 15.540 infantes en once tercios. 1.080 caballos en veintitrés compañías del cargo del teniente general Gerardo Gambacorta, y 2.017 en veintiséis del cargo del teniente general Paulo Denticci, incluidas las dos compañías de la Guarda de su Alteza, y diez piezas de artillería, entre cuartos de cañón, culebrinas, sacres y otras piezas, con los carros que eran menester para la pólvora, balas de todo género, cuerdas, mechas, capas, pontones, y todo lo demás necesario tocante al tren de la artillería, así artilleros, gastadores, como los demás oficiales y personas precisas en ella."</p><p>A estas fuerzas faltan por juntarse el regimiento de alemanes viejos de Leslie, los tercios de infantería borgoñona de La Tour y de Arberg, así como un regimiento de caballería alemana del barón de Sebac. Estas fuerzas se habían unido al rey de Hungría para el sitio de Ratisbona, y después se reincorporarían al ejército del infante cardenal. Con todos los preparativos hechos, partió su Alteza el día 26, durmiendo en la villa de Dachau. Al día siguiente salieron a buen paso dirigiéndose hacia un castillo de una encomienda de la orden Tuetónica, conocido como Blumendael, donde recibió correo del rey de Hungría con el aviso de que los protestantes se hallaban en un alto a tan solo dos horas de las fuerzas imperiales fortificándose para esperar la llegada de los refuerzos del Rhinegrave Otto Louis de Salm, que llegaba con 6.000 hombres, del conde Johann Cratz, con unos 3.500 hombres, y de los milicianos de Wurtemberg que mandaba el coronel Liebenstein, y que sumaban otros 6.000 infantes más. </p><p>Don Fernando pasó el resto de la tarde visitando los cuarteles, infundiendo ánimos entre la tropa, escuchando las preocupaciones de los soldados y preocupándose por ellos como un padre se preocupa por sus hijos de tal forma que "le adoraba todo el ejército, y cautivaba los ánimos de todos, y allí iban hechos unos leones deseosos de verse ya con el enemigo y ganarle una batalla". El día 29 recibió el infante cardenal a un coronel español llamado Contreras, que venía de parte del emperador, y pasó por la villa de Aichach, que había sido destruida y quemada por las fuerzas protestantes a su paso, al igual que una vasta extensión de tierras al noroeste de Múnich. Un día después, el ejército hispánico cruzaba el río Lech, afluente del Danubio, por la villa de Rain, apenas a 10 kilómetros al sureste de la ciudad de Donauwörth. </p><p>Allí recibió su Alteza al marqués de Grana, quien le comunicó que a las fuerzas de Horn y Weimar se habían unido ya 6.000 infantes procedentes de las milicias de Wurtemberg, y otros 4.000 a cargo del coronel Cratz. También trajo un mapa con la disposición de las tropas en el campo de batalla, y le comunicó, entre otras cosas, que el "duque de Weimar y los demás cabos de su ejército habían dicho que habían entendido que venían en socorro del rey de Hungría, cuatro o cinco mil españoles e italianos descalzos, que pedían que les señalasen el día de la batalla hacia donde estaban, para almorzárselos y no dejar ninguno con vida, lo cual llegando a noticia de estas valerosas naciones, les indignó grandemente, ofreciendo y jurando que ellos se darían bien a conocer al señor Weimar, y que harían de él y de su gente, lo que él decía que haría de ellos". </p><p>El 31 de agosto se detuvo el ejército en Donauwörth para que se cociese pan y Don Fernando envió al maestre Idiáquez a reconocer la disposición de los cuarteles que se le habían asignado a sus fuerzas, y también para reconocer la posición de los del enemigo. El día 2 de septiembre se reemprendió la marcha, saliendo a recibir al ejército el marqués de Castañeda, y a media legua de distancia de las posiciones bávaro-imperiales, apareció Fernando, rey de Hungría, para recibir al cardenal-infante. El encuentro de ambos primos fue majestuoso. Venía su Majestad Apostólica acompañado del príncipe de Florencia, de Octavio Piccolomini y de los demás cabos y coroneles del ejército. </p><p>La noche del 2 al 3 su Alteza, acompañado de su séquito se instaló en el campo católico, apenas a un kilómetro de la ciudad de Nördlingen. Con las primeras luces se comenzó a batir la ciudad por tres sitios con cuatro medios cañones y ocho culebrinas. Esa mañana los dos primos fueron a inspeccionar los cuarteles, marchando el infante cardenal a la izquierda del rey de Hungría. "Era cosa muy de ver tan grande campaña tan cubierta de tantas bravas, bizarras y gruesas tropas de caballería, con tan agradable y belicoso son de trompetas y timbales". El ejército bávaro-imperial se componía de 8.000 infantes y 9.000 caballos, quedando muy contento Don Fernando por ver aquellas tropas tan bien aprestadas. Mientras tanto, la infantería hispánica iba llegando al campo de batalla y "se mandó encaminar a un alto pegado a su cuartel, donde se puso toda en escuadrones, cada tercio de por sí, uno al lado del otro, que estando bien pegados ocupaban un frente de más de un kilómetro". </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlnhvWJqJzV8QJum2HP7U1jj-fKoigPA1uDh6xEalrC1Oe8dE-pJJTc-x0VLga_OA0OWBifNeeWsu4gkgi2hzxQ9PC9fqka_HoHyEbqhlg3vY5algHx0i8UUEGXUiuQQyK6rrXTf-t7NdvdoZ20a5HVWZWK7uYkTIgezccql45LmDv9DQerSx9vWlc-Q/s848/cardenal%20infante%20por%20Jan%20van%20den%20Hoecke.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="848" data-original-width="660" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjlnhvWJqJzV8QJum2HP7U1jj-fKoigPA1uDh6xEalrC1Oe8dE-pJJTc-x0VLga_OA0OWBifNeeWsu4gkgi2hzxQ9PC9fqka_HoHyEbqhlg3vY5algHx0i8UUEGXUiuQQyK6rrXTf-t7NdvdoZ20a5HVWZWK7uYkTIgezccql45LmDv9DQerSx9vWlc-Q/w311-h400/cardenal%20infante%20por%20Jan%20van%20den%20Hoecke.jpg" width="311" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Don Fernando de Austria, por Jan van den Hoecke</td></tr></tbody></table><p>En total "entran en todo nueve tercios, que son dos de españoles, cuatro de napolitanos y tres de lombardos, y dos regimiento de alemanes". Don Fernando llevó a su primo a visitar a su infantería, que ya estaba en orden, pues lo deseaba mucho dada la fama y reputación de las naciones que lo componían. "Subieron a lo alto y comenzando por la infantería española, que estaba en el cuerno derecho hasta el izquierdo, que ocupaba la napolitana de Don Gaspar de Toralto, fueron viendo despacio todos los escuadrones, con gran admiración del Rey y de todos los suyos, de ver tanta, tan buena gente, tan bizarra y tan igual infantería, tan llena de gente particular y oficiales reformados". </p><p>"Quedó el Rey y todos los suyos con mucho gozo de verse seguros con tan grande y nunca visto y esperado socorro, y aún les faltaba por ver la caballería, que pasaba de tres mil quinientos, muy lucida y bizarra". La infantería hispánica realizó tres salvas reales en honor del rey de Hungría, quedando éste ampliamente admirado y satisfecho por ver lo que había visto en el campo español. Un poco más tarde hizo su aparición el duque de Lorena para ponerse al frente del ejército de la Liga, visitando a su Alteza al día siguiente. La tarde del día 3 recibió en su campamento, asistido por los marqueses de Leganés y de los Balbases, y el conde Juan Cervellón, a Piccolomini, al marqués de Grana, y a otros coroneles importantes.</p><p>Mientras tanto, se seguían batiendo los muros de Nördlingen sin descanso, cayendo la noche y percatándose que se había batido alto, pues harían falta escalas de veinte pies para poder subir. De ese modo, el día 4, se dieron nuevas instrucciones para abrir nuevas cañoneras y batir el pie de la falsa braga. Una vez logrado, se envió un emisario para pedir la rendición de la ciudad, con la amenaza de entrar a sangre y fuego de no hacerlo. Se les dio de tiempo hasta las dos de la tarde y, llegado el plazo acordado, y sin haber obtenido respuesta alguna, se dio asalto a la ciudad por tres puntos distintos, en dos de ellos con gente del bando imperial y algunos borgoñones del ejército hispánico, y por el otro con gente de la Liga. </p><p>El asalto duró algo más de tres horas y no se pudo realizar por la gran resistencia que se encontraron los soldados católicos, perdiendo la vida casi 500 de ellos. Mención especial mereció el comportamiento de los infantes borgoñones que, desde el sitio de Ratisbona el infante cardenal había prestado al ejército imperial, ya que llevaron ellos el peso del asalto llegando a entrar en la ciudad y, de no haber sido porque las defensas no habían sido batidas completamente, hubiesen podido ser acompañados por el resto de la fuerza y se habría podido tomar la ciudad. Mientras esto sucedía, la caballería ligera croata daba aviso de que el enemigo estaba llegando, tal es así, que aparecerían el día 5 de septiembre para alborozo de los sitiados. </p><p><b>Bibliografía:</b></p><p>-<i>El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria </i>(Diego de Aedo y Gallart)</p><p>-<i>El ejército de Alsacia 1633/1634 </i>(Carlos de la Rocha)</p><p>-<i>La Guerra de los Treinta Años </i>(Geoffrey Parker)</p><p>-<i>La Guerra de los Treinta Años. Una tragedia europea </i>(Peter H. Wilson)</p><p><br /></p>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-3151095071403005222022-07-31T13:41:00.020-07:002022-11-07T04:05:56.613-08:00Guerreros: El Gran Duque de Alba (Parte I)<p><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhyniq4d7psQJQil7M1RGytfy3mVND0azmJ_304lA6lknaGmfZAdyIuWDLSU3ek_6ZGsF3zmEK3sZcT9HaERFmcy6J_MjtDjrb6IPKseOSqvmc356PWE5BQb_d4Ca-pOZfjMbZO5YRQ1JTNVcthWb4TLJ0tBpPsf4uuGlKHrHe4UxeGaJ7WITTX4-dD7Q/s258/duque%20de%20alba%201.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="258" data-original-width="239" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhyniq4d7psQJQil7M1RGytfy3mVND0azmJ_304lA6lknaGmfZAdyIuWDLSU3ek_6ZGsF3zmEK3sZcT9HaERFmcy6J_MjtDjrb6IPKseOSqvmc356PWE5BQb_d4Ca-pOZfjMbZO5YRQ1JTNVcthWb4TLJ0tBpPsf4uuGlKHrHe4UxeGaJ7WITTX4-dD7Q/w297-h320/duque%20de%20alba%201.jpg" width="297" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><p></p><p>Fernando Álvarez de Toledo, III duque de Alba, fue el mejor militar de su tiempo, un auténtico guerrero al servicio de España y de sus reyes, al que la historiografía, principalmente anglosajona aunque también nacional, ha tratado injustamente, en gran parte por sus años como gobernador de los Países Bajos.</p><p>Pero lo cierto es que el duque de Alba fue un gran hombre de su tiempo; querido por sus hombres y temido por sus enemigos, un portento del arte de la guerra, con una inteligencia y astucia muy superior a la de sus rivales, lo que le llevó a no arriesgar de manera inútil hombres y recursos, y a vencer en todas las batallas en las que participó. Fue capaz de sacar el máximo partido a los exiguos recursos de los que dispuso, mediante una habilidosa planificación estratégica de todas sus campañas, basando su fuerza en la sorpresa, velocidad y un detallado estudio del terreno, con los que encadenó brillantes victorias a lo largo de cuatro décadas. </p><p>Pero no solo fue un brillante militar, también fue un hombre de extraordinaria cultura, amante de los clásicos como Tácito, a quien leía con ahínco en latín, y del arte, reclutando a lo largo de toda su vida a grandes músicos, pintores y humanistas. Hablaba y leía perfectamente en latín, francés e italiano, y se defendía con soltura en el alemán, lo que le confería un inmenso valor en el terreno de la diplomacia. Fue un hombre con unos profundos valores caballerescos, inculcados por su abuelo Fadrique, y que le guiarían durante toda su vida. En definitiva, estamos ante un hombre de una talla y calado difícilmente comparables, un hombre que hizo del servicio a la Corona el más alto ideal al que un noble podía aspirar, un hombre que empequeñeció a grandes figuras de su tiempo y al que, tanto al final de su vida como después de su muerte, no se le llegó a hacer justicia. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p><b>- La infancia del joven Fernando.</b></p><p>Fernando vino al mundo en Piedrahita, Ávila, el 29 de octubre de 1507, y su nombre le fue dado por sus padres, García Álvarez de Toledo y Beatriz de Pimentel, en honor al Rey Fernando El Católico, primo de su abuelo Fadrique, II duque de Alba. Éste se iba a convertir en la figura de referencia de Fernando, por lo que conviene reseñar algunas cuestiones sobre su figura. Fadrique nació en 1460 en Alba de Tormes y durante toda su vida estuvo vinculado a los Reyes Católicos. Sus ideales caballerescos estaban profundamente marcados por las corrientes italianas de la época, y su odio al infiel le vino en gran medida en la guerra de Granada, la cual entendió como una especie de cruzada. De los cinco hijos que tuvo, el mayor, García, cumplía los cánones del perfecto noble español, inculcados con rigor y disciplina por Fadrique. </p><p>Cuando surgió la posibilidad de participar en una campaña en África, García no lo dudó y se embarcó en la empresa y, junto a Pedro Navarro, decidieron tomar la isla de Djerba o de los Gelves, un objetivo estratégico entre Túnez y Trípoli, que había caído recientemente en poder de los moros. Arribaron a su costas el 28 de agosto de 1510, pero fueron sorprendidos por los moros que les superaban ampliamente en número. García combatió con valor y arrojo, pero murió junto a sus hombres, algo que enorgulleció enormemente a Fadrique, su padre, que exclamó: "¡Oh, buen hijo!", al enterarse de la cantidad de enemigos que mató, según relata el gran amigo de juventud de Fernando Álvarez de Toledo, Garcilaso de la Vega. Fernando tenía por aquel entonces tres años de edad y quedaba al cargo de su abuelo, comenzando su instrucción de manera inmediata. </p><p>Poco se sabe de su infancia, dado que, como en la mayoría de casos de personajes históricos españoles de esa época, no se registraban estas etapas de la vida, pues se consideraban de poca importancia. A pesar de esto, podemos imaginar, por el carácter que va a mostrar en su adultez, que su infancia tuvo que estar marcada por una educación severa y estricta, así por las numerosas campañas en las que acompañó a su abuelo, empezando por la toma de Navarra, cuando el pequeño Fernando apenas contaba con seis años. Se sabe que le encantaba estar presente en los campamentos militares y hablar con los soldados, quienes con el tiempo sintieron una profunda devoción por el que estaba llamado a convertirse en el gran general de su época. </p><p>Como preceptor su abuelo escogió a Juan Luis Vives, un humanista muy amigo de Erasmo, pero Fadrique hubo de conformarse con un fraile dominico llamado Severo para el puesto. Amante de los clásicos, se esmeró en compartir sus conocimientos con el joven Fernando y desde luego lo hizo bien, ya que el futuro duque se convirtió en un latinista de categoría. El puesto de ayo, quien se encargaba de instruir en el arte de la guerra y de hacer las veces de amigo del noble en cuestión, recayó en la persona de Juan Boscán en 1520, y le acompañó hasta su muerte, en 1542. No escatimó esfuerzos Fadrique en la educación de su nieto, ni tampoco en que tuviera las mejores compañías posibles, prueba de ello son la residencia casi permanente en Alba de Tormes de grandes personajes como Alonso de Palencia o Garcilaso de la Vega, amigo inseparable de Fernando hasta muerte en 1536, en medio de la campaña de Carlos V en la región de Provenza. </p><p>Ya de adolescente Fernando había acaparado vastos conocimientos tanto militares como económicos y administrativos. Antonio Ossorio en su <i>Vida y hazañas de Don Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba, </i>realiza una descripción del joven noble: "era alto y delgado, como la familia de su madre, de piel cetrina y nariz prominente". De su carácter Ossorio remarca que "estaba lleno de fogosidad y cólera" aunque mostraba un autocontrol impropio de su edad. William Maltby afirma que "se vestía bien, pero sin ostentación, bebía poco y su mesa era modesta. Sus intereses primeros eran los caballos, de los que tenía una excelente cuadra, y la guerra". Tal es la pasión que le suscita la guerra que con dieciséis años se unirá al Condestable de Castilla para participar en el asedio de Fuenterrabía. Allí demostró un arrojo sin parangón, unido a unas dotes para el mando impropias de su corta edad, pero que le hicieron granjearse el cariño y admiración de los hombres, y a ser nombrado gobernador del castillo de Fuenterrabía tras su toma. </p><p>En sus primeros pasos militares ya se vislumbraron algunos de los rasgos que caracterizarían al Gran duque de Alba durante toda su carrera, tales como su obsesión por controlar el terreno, y golpear de manera rápida y brutal al enemigo, sin entrar en batallas campales que podían resultar impredecibles. Se sabe, que con diecisiete años participó en un duelo a espada por la atención de una dama, hecho que su amigo Garcilaso contaría en su <i>Segunda Égloga. </i>A los 22 años de edad, y mientras buscaba refugio en un molino contra una tormenta que se había desatado, mantuvo un encuentro con la hija del molinero. Fruto de éste, nacería Hernando, a quien no conocería hasta años después en un torneo de toros celebrado en honor del ya nombrado duque, y a quien reconoció de manera inmediata y le llevó a su casa, esmerándose notablemente en su educación, tal es así, que acabaría convirtiéndose en un hombre extremadamente culto y en un buen militar, siempre ensombrecido por la imponente figura de su padre. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9ygZ_kXnkJ1ivAEn3U7r2pa617V9F4raMrVo4vcKacpSMUoPJK_M_jtFjLFKOpfBoY1nnbZGheTR4UUL7y7zHsKv6Q4iFTF7u67q-44KeygrN-cnEV_zAyVuC8M4chZsJcrAN7zEZGFzAkqbjdvRXQCV60EbcgkYjB2kgGydMBmRlDLEebgcSQ8A9vQ/s1112/duque%20de%20alba,%20copia%20de%20rubens%20de%20unretrato%20de%20Tiziano.%201550.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1112" data-original-width="800" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9ygZ_kXnkJ1ivAEn3U7r2pa617V9F4raMrVo4vcKacpSMUoPJK_M_jtFjLFKOpfBoY1nnbZGheTR4UUL7y7zHsKv6Q4iFTF7u67q-44KeygrN-cnEV_zAyVuC8M4chZsJcrAN7zEZGFzAkqbjdvRXQCV60EbcgkYjB2kgGydMBmRlDLEebgcSQ8A9vQ/w288-h400/duque%20de%20alba,%20copia%20de%20rubens%20de%20unretrato%20de%20Tiziano.%201550.jpg" width="288" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Duque de Alba. Copia de Rubens a un retrato de Tiziano. 1550</td></tr></tbody></table><br /><p><b>- La forja de un general. </b></p><p>Con el fallecimiento de su abuelo Fadrique, el 18 de octubre de 1531, Fernando pasaría a obtener el título de III duque de Alba, y su primera reacción fue la de marchar a comienzos de 1532 a Bruselas, para unirse al emperador Carlos V. Al poco de partir hubo de detenerse pues había una orden de arresto contra Garcilaso, quien, como no podía ser de otra forma, acompañaba al joven duque en la campaña. Tras varios tiras y afloja, el duque prosiguió su camino con Garcilaso en su séquito, incumpliendo así una orden directa de la emperatriz, Isabel de Portugal. De Bruselas, donde llegaron con mucho retraso, hubieron de partir a Regensburg, donde el emperador celebraba Dieta para lograr la unión de los príncipes alemanes contra el Turco, que había llegado a las cercanías de Viena tras una serie de exitosas campañas en la segunda mitad de los años veinte. </p><p>Garcilaso fue encarcelado por desobedecer a la emperatriz en una isla del Danubio, mientras que Fernando se ponía bajo las órdenes de Carlos V, que había logrado movilizar al ejército gracias al apoyo de última hora de la mayoría de los príncipes alemanes. Solimán I, mientras tanto, estaban embarcado en el asedio del fuerte de Güns, ubicado en la región montañosa de Köszeg, cerca de la región austriaca de Burgenland. No podía imaginar el todopoderoso sultán que aquella fortaleza aguantaría el asedio de su numeroso ejército durante casi un mes, lo que obligó a los otomanos a retirarse a sus posiciones más al sur, abandonando la idea de conquistar la zona del alto Danubio, lo que fue aprovechado por las tropas imperiales para atacar la retaguardia turca causando estragos en sus filas. El joven Fernando dirigió en estas acciones una compañías de caballos ligeros croatas. </p><p>Terminada la amenaza turca, al menos hasta el siguiente año, Fernando acompañó al emperador como parte de su íntimo círculo de confianza, llegando a mandar la retaguardia del ejército que acompañó al emperador en otoño hacia Italia. Allí el emperador emprendió una serie de complejas negociaciones con el Papa Clemente VII hasta febrero de 1533, cuando arrancó un acuerdo papal que no llegaría a cumplirse por parte de la cabeza de la Iglesia Católica, más afín a Francia, no obstante, logró casar a su sobrina, Catalina de Médicis, con el duque de Orleans, hijo de Francisco I, quien acababa de firmar un acuerdo de alianza con el Turco. Éste había emprendido las acciones en el Mediterráneo, actuando en las costas del Adriático con su escuadra oriental, y en el Mediterráneo occidental con la armada de Hayreddín Barbarroja, quien tenía su base en Argel, y desde donde tomaría Túnez tras deponer al aliado español, el Bey Muley Hassan. </p><p>El joven duque dirigiría la caballería pesada para la operación que se iba a realizar en África, partiendo a comienzos de junio de 1535 con la flota desde Cerdeña. Llevaba con él a su hijo García, de tan solo 5 años de edad, como antes había hecho su abuelo con él. El 15 de junio llegó la armada, muy cerca de la fortaleza de La Goleta, que era la llave de entrada a Túnez. El 4 de julio el duque entró en acción, en unos pequeños combates contras más de 200 jinetes moros, y el 14 de ese mes participó en el asalto y toma de La Goleta, tal y como asegura Antonio Ossorio que el duque se empeñó con fiereza en la acción, causando el terror y la muerte entre los turcos. En la fortaleza había nada menos que 300 cañones franceses, lo que da una idea del compromiso de Francia con el Turco. El duque fue uno de los pocos nobles que insistieron en la necesidad de tomar Túnez, cuando la mayoría del consejo del emperador se oponía a ello. </p><p>Finalmente se impuso el criterio de Fernando y el 20 de julio el ejército cristiano se dirigió hacia Túnez, mandando el duque la retaguardia. Durante la marcha, agotadora por el calor y la sed, las maltrechas fuerzas de Alba tuvieron que hacer frente al constante acoso de los hombres de Barbarroja. Éste había preparado sus fuerzas con la artillería en el centro, compuesta por 12 cañones, y entre tres y cuatro mil arcabuceros cubriendo los pozos de agua, mientras que la caballería la situó en los extremos de la formación. Por su parte, el ejército cristiano formaba con el emperador y su guardia en el centro, mientras que la infantería italiana se situó en la línea de costa, cubriendo el flanco izquierdo del ejército, y los infantes españoles en el derecho, junto a un extenso olivar. </p><p>El 21 de julio los combates se desataron con la artillería de Barbarroja castigando las posiciones italianas. Por su parte, Carlos respondió cañoneando el centro de la formación mora. El propio caballo del emperador cayó víctima de una bala de cañón, lo que hace una idea de la dureza de los combates. Barbarroja ordenó atacar el centro cristiano, pero su ataque fue rechazado y, acto seguido, vino el contraataque del emperador. Las posiciones moras se tambaleaban cuando Barbarroja ordenó a su caballería flanquear a los infantes españoles, momento en que la caballería del duque hizo su aparición. El duque mantuvo en perfecto orden su formación, incluso en los momentos más complicados de los combates cuerpo a cuerpo, logrando derrotar a los jinetes enemigos sin caer en la tentación de salir detrás de ellos en su huida, lo que le hubiera supuesto muy probablemente perder a todas sus fuerzas. </p><p>En esa acción el duque se ganó los galones de comandante agresivo y, a su vez, analítico y reflexivo. Barbarroja se refugió tras las murallas de Túnez ante la fuerza del ataque cristiano, pero huiría esa misma noche hacia Argel cuando los más de 5.000 esclavos cristianos cautivos en la alcazaba de la ciudad, se sublevaron, logrando contactar con el ejército del emperador. Tras esta victoria, el emperador se dirigió a Italia tras descartar un ataque contra Argel. Estando en Sicilia, llegaron malas noticias para el joven duque; su hermano Bernardino, quien le había acompañado en la Jornada de Túnez, había muerto. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0ts6TsY5TlUZYvNwevPz-q10KtMy6oMM_XqcTRtP1zo3tIdQWf5eZvWDgHAFNwHkvTDdMeFvPrSjA493Ei324jM1V-qp1MpQF_NmSjHg833WpWrjhXqWiQLZIrP9MkofQIeoGexnGLdkB6AstYUtfYk8vAKK_wKcq2G0SUMMwUuyr2zwlDN9sXcwK0A/s507/Goleta%20ataque.%20Tapiz%20Jan%20Cornelisz.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="270" data-original-width="507" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0ts6TsY5TlUZYvNwevPz-q10KtMy6oMM_XqcTRtP1zo3tIdQWf5eZvWDgHAFNwHkvTDdMeFvPrSjA493Ei324jM1V-qp1MpQF_NmSjHg833WpWrjhXqWiQLZIrP9MkofQIeoGexnGLdkB6AstYUtfYk8vAKK_wKcq2G0SUMMwUuyr2zwlDN9sXcwK0A/w400-h213/Goleta%20ataque.%20Tapiz%20Jan%20Cornelisz.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Jornada de Túnez. Tapiz de Jan Cornelisz</td></tr></tbody></table><br /><p>La pérdida de su hermano fue mitigada, en parte, por las celebraciones en Nápoles por la victoria contra el Turco, en las que siempre estuvo al lado de Carlos V, y sobre todo, por haber recuperado las armas que su padre había perdido 25 años atrás en Djerba, las cuales le fueron entregadas por el mismísimo emperador. El resto del año, y los primeros meses de 1536, los pasó el duque acompañando al emperador en sus viajes por Italia, confiado en recuperar las buenas relaciones con el papado con la subida a la silla de San Pedro de Paulo III. Durante esta época Fernando se hizo un hueco entre los más estrechos consejeros del emperador, pero sobre todo, fue capaz de lograr una red de contactos en Italia de notable importancia, no obstante su tío, Pedro de Toledo, era virrey de Nápoles y un firme defensor del joven duque. </p><p>Las intrigas políticas dejaron paso a la planificación militar cuando Carlos, movido por el afán de frenar el expansionismo de Francisco I en el noroeste de Italia, pidió consejo para planificar un ataque contra Francia. Los más veteranos consejeros del emperador, entre ellos el general riojano Antonio de Leyva y el almirante genovés Andrea Doria, aconsejaban un ataque sobre Marsella, para acabar así con la flota francesa del Mediterráneo. Por su parte, el duque entendía que atacar una ciudad tan bien fortificada como Marsella era una locura, ya que daba tiempo a las maltrechas fuerzas francesas a reorganizarse. Por el contrario, un ataque sobre Lyon, ciudad rica y desprotegida, pillaría desprevenidas a las fuerzas francesas, que sería derrotadas sin problemas por el experimentado ejército imperial. </p><p>La campaña fue un desastre de principio a fin, ya que las tensiones entre mandos, las indecisiones y los cambios de opinión del emperador, hicieron mella en el ejército, a lo que se sumó la imposibilidad de aprovisionamiento por el mar, tal y como Carlos había planificado. A esto había que sumarle el hostigamiento a las tropas imperiales por parte de la milicia francesa y hasta de los propios campesinos de la región. El emperador, una vez llegado ante los muros de la ciudad, entendió que el duque tenía razón, por lo que decidió emprender retirada. Aquí el duque jugó un papel fundamental, pues al frente de los tercios de Lombardía y Sicilia, algunos alemanes y la caballería ligera bajo el mando de Sancho de Leyva, logró contener los ataques franceses contra la retaguardia del grueso del ejército, logrando embarcar sano y salvo junto a los suyos el 11 de septiembre. La campaña fue un completo desastre, y en ella, además, perdieron la vida Antonio de Leyva y Garcilaso de la Vega, el gran amigo del duque. </p><p>Los siguientes años transcurrieron con el duque maniobrando entre sus privilegios como noble y su lealtad a la Corona, sobre todo en los años en los que Carlos quiso aprobar un impuesto al consumo, conocido como "sisa". Alba supo mantener un doble juego; por un lado mostró una apariencia pública de apoyo al emperador, y por otro, más privado, mostró su disconformidad con esta mediad pues veía atacado principalmente los derechos de los nobles a la exención de impuestos. También se desplazó con el emperador para poner orden en la ciudad natal de éste, Gante, en la que había estallado una revuelta por la negativa al pago de impuestos. No solo eso, sino que los líderes de la revuelta le ofrecieron la provincia a Francisco I. Éste, en contra de lo pronosticable, se negó y además informó de la situación a Carlos, a quien autorizó a atravesar Francia, escoltándole personalmente de París a Valenciennes. La revuelta fue duramente reprimida y sus líderes fueron ejecutados. </p><p>Para el verano de 1541 el duque se hallaba organizando la armada que debía tomar Argel. A esta empresa se habían opuesto gente como Doria o el <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2021/05/guerreros-alfonso-de-avalos.html" target="_blank">marqués del Vasto</a>, aduciendo que era una locura arriesgarse a un ataque que, como temprano, se podría llevar a cabo en el otoño de ese año. Además, los turcos habían tomado Budapest, por lo que el Papa también trató sin éxito de persuadir al emperador de que lo innecesario de aquella acción. Finalmente nada impidió que Alba partiera con más de 350 embarcaciones, incluyendo 65 galeras, y cerca de 30.000 soldados, incluyendo 8.000 infantes españoles. El duque apenas dispuso de tiempo para organizar aquella empresa y, cuando el 21 de octubre llegaron a las costas argelinas, una tormenta estuvo a punto de llevarse la flota a pique. Cuando al fin pudieron desembarcar el material de asedio quedó en los buques que, azotados por un nuevo temporal, no pudo ser descargado. En la ciudad, bien fortificada, apenas había unos 6.000 hombres para defenderla. La falta de víveres, municiones y cañones, hicieron al emperador tomar la decisión de levantar el asedio sobre la ciudad, en contra de la opinión, por ejemplo del veterano capitán Hernán Cortés, completando el embarque de tropas el 1 de noviembre, y emprendiendo un terrible viaje de regreso hasta Cartagena. </p><p>No habría tiempo para lamentaciones pues Francisco I había roto hostilidades en enero de 1542 tomando Stenay, sobre el río Mosa. Carlos envió entonces al duque a Pamplona, temiendo un ataque francés sobre Navarra, pero el golpe habría de venir por Perpiñán. Así, de este modo, Alba partió hacia el Principado, donde en agosto de 1542 cayó un enorme ejército de 40.000 infantes y 4.000 jinetes, bajo el mando del delfín de Francia. El duque planteó una defensa muy inteligente; contaba tan solo con cuatro tercios de infantería y unos pocos escuadrones de caballos, por lo que salió de Perpiñán con el grueso de sus fuerzas estableciéndose a las afueras de Gerona donde, con libertad de movimientos, se dedicó a acosar a las fuerzas francesas que asediaron Perpiñán durante 40 días hasta que, mermado por las enfermedades y el acoso de los hombres de Alba, no tuvieron más remedio que levantar el asedio. </p><p>Finiquitada la amenaza sobre territorio español, el frente se desplazó a Flandes. Amberes resistió gracias a la movilización de la población civil, al igual que Lovaina, donde los estudiantes jugaron un papel fundamental, mientras que Luxemburgo se salvó por la retirada de las fuerzas francesas ante sus graves problemas logísticos. Carlos reaccionó desplazándose a Flandes y buscando la alianza con Inglaterra, acuerdo que firmó el 11 de febrero de 1543, declarando Enrique VIII la guerra a Francia el 22 de mayo. Antes había dejado al duque como capitán general de las fuerzas en España, así como nuevo miembro del Consejo de Estado, pero le excluyó del consejo del príncipe Felipe. Los motivos los explicaba el emperador en una instrucción secreta que acompañaba a las <i>Instrucciones </i>del 1 de mayo que había dejado a su hijo Felipe que, tras la marcha su padre, quedaba como regente. Y es que Carlos no se fiaba no solo de Alba, sino de cualquier Grande de España, temeroso de que engatusaran a su hijo y le privaran de criterio propio. </p><p>Lo cierto es que, a pesar del cargo de capitán general, la decisión de dejarle en España suponía un frenazo en la ascendente carrera militar del duque, considerado ya por muchos como uno de los mejores comandante del emperador en ese momento. Fernando protestó en diversas ocasiones sobre tal agravio, incluso exigiendo que se le cubriesen los gastos que abonó de su propio bolsillo durante el asedio de Perpiñán. Mientras el duque protestaba el emperador lograba una serie de brillantes victorias: Tomó Cléves, Jülich, Roermond, Güeldres y Straelen, todo ello mientras Felipe contraía matrimonio con María Manuela de Portugal, en noviembre de 1543, boda, por cierto, organizada por el duque de Alba, quien actuaría como padrino del príncipe. Ya en 1544, la victoria del emperador sobre los franceses, tras avanzar desde Metz con su ejército y el que traía Ferrante Gonzaga desde Italia, que llegó a amenazar la propia París, hizo que Alba fuera consultado sobre qué posesión se debía mantener, Milán o los Países Bajos, ya que con la Paz de Crépy el duque de Orleans debía contraer matrimonio a la elección del emperador, recibiendo como dote una de estas dos posesiones, en función de si se casaba con la infanta o con la archiduquesa. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh1KNfcCECJ2Y3R4hiPqQHdzoe2Z46Dq9R0gZfat5xOmyAhliC7A4Yde-ZR4V8ZQHBLecaKoJ-upkDA0awd1tT0tRdYg3_lSPBfHqFn0c1PpN0KiqueMF3SOQS4FyTWtcXEo6dyeeEVYGdBdZ4o6AS17s-dFrTLq9HbG-y4PmJXKV5eOY3pmaKXZs8TVg/s616/Duque%20de%20Alba%20escudo%20de%20armas.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="616" data-original-width="375" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh1KNfcCECJ2Y3R4hiPqQHdzoe2Z46Dq9R0gZfat5xOmyAhliC7A4Yde-ZR4V8ZQHBLecaKoJ-upkDA0awd1tT0tRdYg3_lSPBfHqFn0c1PpN0KiqueMF3SOQS4FyTWtcXEo6dyeeEVYGdBdZ4o6AS17s-dFrTLq9HbG-y4PmJXKV5eOY3pmaKXZs8TVg/w244-h400/Duque%20de%20Alba%20escudo%20de%20armas.jpg" width="244" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Escudo de armas del duque de Alba</td></tr></tbody></table><br /><b>- Del Toisón de Oro a las campañas de Alemania.</b><br /><br />Alba argumentó que Milán era la llave del control de toda Italia, así como el acceso a los pasos alpinos que le comunicaban con el Imperio. Sin Milán no había nada. Los Países Bajos, a pesar de su riqueza, eran indefendibles a largo plazo, y su población era mucho más díscola y complicada que la de las posesiones italianas. La prematura muerte del duque de Orleans finiquitó este dilema. Un problema se resolvía pero se abría otro especialmente complejo; la cuestión protestante cobraba tintes cercanos a la guerra abierta, por lo que Alba fue llamado por el emperador para preparar una posible contienda. En Utrecht le impuso el Toisón de Oro junto a Filiberto de Saboya, el duque de Baviera o el conde de Egmont. Este era el más alto honor que la Casa de Borgoña concedía, y el duque de Alba, tras años de grandes servicios al emperador, era premiado con ello. Al fin se le distinguía como el gran noble que era. <br /><p>En abril regresó la Corte a Regensburg para la celebración de una nueva Dieta; el resultado más destacado de las celebraciones del emperador fue la concepción de quien estaba llamado a convertirse en uno de los más importantes generales españoles, Juan de Austria. El Concilio de Trento fue finalmente clausurado en julio, tras la negativa de los protestantes a participar en él y el estallido del conflicto. La Campaña del Danubio de 1546 fue un ejemplo de la táctica que el duque de Alba iba utilizar a lo largo de su larga carrera militar. Había estudiado a fondo la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2021/04/batalla-de-cerisoles.html" target="_blank">Batalla de Cerisoles</a> y tenía muy presente que al ejército había que cuidarlo, pues resultaba harto complicado el reclutamiento y entrenamiento de buenos soldados, de tal modo que su conclusión fue muy clara: no presentar batalla a menos que se tenga una buena ventaja cualitativa o táctica. </p><p>Los protestantes golpearon primero de la mano de un experimentado comandante. Schertlin von Bertenbach, mientras que las fuerzas del emperador se retiraron a la protección de la plaza de Landshut, ya que su ejército era la mitad que el protestante. No fue hasta mediados de agosto cuando llegaron los tan ansiados refuerzos; 15.000 soldados pagados por el Papa. De este modo el ejército imperial disponía ahora de 30.000 infantes y 5.000 caballos, más otros 10.000 hombres bajo el mando del conde de Buren, que permanecían protegiendo Aquisgrán, aunque a finales de agosto logró maniobrar y esquivar la vigilancia de las fuerzas protestantes para reunirse en Ingolstadt con Carlos y entregarle el dinero que los banqueros de Amberes le habían conseguido para financiar la campaña. De este modo se sucedieron en los siguientes días una serie de movimientos de ambos bandos que llevaron finalmente al ejército protestante a situarse en una posición bastante buena entre el río Danubio y el Schutter. </p><p>Allí se creían invulnerables los protestantes, esperando un ataque frontal que, sin duda alguna, podría ser rechazado dada la excelente posición defensiva que tenían. Pero ese inmovilismo permitió a Alba situar sus fuerzas entre las de Buren y los protestantes, lanzando una encamisada la noche del 30 al 31 de agosto. Ante el cariz que empezaban a tomar los hechos, las fuerzas protestantes trataron de salir de aquella posición, convertida ahora en un atolladero. Así, el Landgrave de Hesse ordenó avanzar en formación de media luna al mismo tiempo que sus cañones martilleaban las posiciones imperiales. No fueron pocos los esfuerzos del duque y del propio emperador para mantener sus líneas, seriamente mermadas por los cañones enemigos. Pero el ataque fracasó y Alba ordenó al día siguiente levantar terraplenes para protegerse del fuego protestante. </p><p>El 12 de septiembre el duque realizó un movimiento de diversión mientras el Tercio de Hungría y dos tercios italianos tomaban Neuburg, a unos 25 kilómetros al oeste de Ingolstadt, tras acabar con los 3.000 esguízaros que la protegían. Unos pocos días después, con dos compañías de alemanes, Alba tomaba la plaza de Rain, un puesto avanzado de los protestantes en el río Lech. Siguiendo con la buena estrella católica, Alba logró tomar la ciudad de Donauwörth tras su capitulación el 2 de octubre, y para finales de mes, un ejército bajo el mando de Mauricio de Sajonia y de Fernando I, rey de Hungría y hermano del emperador, invadieron los territorios del elector Juan Federico, en la Sajonia ernestina. Ante esto, y el avance imperial, el ejército de la Liga Esmalcalda emprendió la huida hacia el norte, y se tomó finalmente se consiguió la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/12/rendicion-de-ulm-campana-del-danubio.html" target="_blank">Rendición de Ulm</a> el 23 de diciembre. </p><p>Pero no hubo mucho tiempo para celebraciones, pues el elector Juan Federico de Sajonia volvía a la carga y recuperaba buena parte de los territorios que le habían sido ocupados, e incluso arrebató una parte de los de Mauricio, logrando una sonada victoria en Rochlitz el 2 de marzo de 1547, en la que tomó de prisionero a Alberto de Brandemburgo. El emperador y el duque reaccionaron de inmediato y lograron unirse a las fuerzas de Mauricio y de Fernando en Tischenreuth el 10 de abril. A partir de ese momento ambos ejercito comenzaron a seguirse siempre con el río Elba como separación hasta que, en la noche del 23 de abril se alcanzó la villa de Mülhberg. Gracias al genio militar de Alba, y al arrojo de los tercios españoles, se pudo lograr una impresionante victoria en la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/04/batalla-de-muhlberg.html" target="_blank">Batalla de Mülhberg</a>. </p><p><b>- La vuelta a la diplomacia.</b></p><p>El duque de Alba se había convertido en una de las cabezas más importantes de la corte de Carlos, y su estrella como comandante de ejércitos estaba en ascenso, habiéndose ganado sobradamente los galones con sus brillantes campañas en el Danubio y el Elba. Tras haberse ganado los galones sobradamente como general en Alemania, ahora volvía a las obligaciones diplomáticas en España, siendo enviado por el emperador con unas <i>Instrucciones </i>que, como nuevo mayordomo mayor, debía vigilar que se cumplieran. De esta forma partió a finales de enero de 1548 con ellas, con el objetivo de reformar la corte, tal y como era voluntad del rey, y preparar el camino de la regencia en España de Maximiliano, hijo de Fernando y, por tanto, sobrino de Carlos, ante el inminente viaje que éste había preparado a Felipe a sus posesiones en los Países Bajos. </p><p>De este modo el poder del duque se acrecentó sobremanera, ya que su nuevo cargo le permitía estar al cargo de la disciplina y el protocolo de la corte, así como de los nombramientos de muchos de sus miembros, de tal forma que "sus derechos de patronazgo serían solo inferiores a los de la Corona", tal y como afirma Maltby. Llegado a España se reunió con Felipe en Alcalá, y desde allí viajaron juntos Valladolid, donde se reunirían las Cortes de Castilla. Como era de imaginar, las Cortes rechazaron aquella serie de cambios y la marcha de Felipe; mucho más frontal fue su oposición a la regencia de Maximiliano, cargando la nobleza contra el propio Alba al que acusaban de traicionar a Castilla. Pero la voluntad real era la que era y no había manera de cambiarla. A mediados de agosto la corte había sido reorganizada y la llegada de Maximiliano no causó el menor problema, es más, el respeto y la amabilidad fueron las líneas características de la acogida al nuevo regente. </p><p>Antes de la partida hacia los Países Bajos junto a Felipe, Alba tuvo que hacer frente a la terrible noticia del fallecimiento a los 18 años de su hijo García, que había muerto por causas desconocidas en Alba de Tormes. Cuesta imaginar el estoicismo del duque, que se negó a celebrar cualquier duelo por poder esto retrasar su viaje a Flandes. De este modo, llegados a Barcelona, tomaron las galeras que les habrían de conducir a Génova, como era habitual. El viaje por los dominios del emperador duró dos años y medio, en los que el duque estuvo muy próximo a la figura del futuro rey de España, ofreciéndole apoyo y consejo. Y no es de extrañar que así fuese; el joven príncipe no encajó en una sociedad opulenta, carente de moral, y con una afición desmedida. Felipe no bebía, comía con moderación, no gustaba de festividades ni torneo, representando en estado puro la sobriedad castellana. Por su parte, los que habrían de ser sus súbditos, no le aceptaron de buen grado, considerándole pusilánime y despreocupado. </p><p>Como mayordomo mayor contaba con un sueldo de 6.000 ducados anuales y tenía acceso ilimitado al príncipe. Si bien éste no disfrutaba de la compañía del duque, también sabía que su presencia era absolutamente indispensable. Este sentimiento de desagrado por la presencia de Alba fue creciendo a medida que la influencia de Ruy Gómez sobre Felipe crecía. Ruy había venido de Portugal como paje de la casa de la emperatriz, Isabel de Portugal, y de ahí pasó a ser el compañero de juegos del príncipe y, pasado un tiempo, fue nombrado camarero mayor de Felipe, un cargo que, si bien no ostentaba poder, al menos no mucho, sí le daba un acceso total al príncipe. Desde levantarle por las mañanas, hasta asistirle en todas las tareas necesarias a lo largo del día y, por supuesto, de la noche si la ocasión lo requería. De esta forma Ruy Gómez obtuvo el favor y el cariño del futuro rey, quien le veía casi como a un amigo, si esa palabra puede permitírsela un rey. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjDTHqdk7Wx5fYUbbEOqwSvRTeOre2ihH-BFPw5E5XNN-APSvjaUaY0nyImTG6hcztfa_BRJ-RfKDHQKYFSW25AGQV8xrP1w9AmjZrAL78WczrpQiMostXjtXuKuA2RkF4oeW5d8Y-LVeYE1o1l5fQG_XATQyfrcU4ijX0ukssQmFSBbtJqwWmyWTYK-A/s336/Ruy%20Gomez.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="336" data-original-width="263" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjDTHqdk7Wx5fYUbbEOqwSvRTeOre2ihH-BFPw5E5XNN-APSvjaUaY0nyImTG6hcztfa_BRJ-RfKDHQKYFSW25AGQV8xrP1w9AmjZrAL78WczrpQiMostXjtXuKuA2RkF4oeW5d8Y-LVeYE1o1l5fQG_XATQyfrcU4ijX0ukssQmFSBbtJqwWmyWTYK-A/w313-h400/Ruy%20Gomez.jpg" width="313" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Ruy Gómez de Silva</td></tr></tbody></table><p>Con el paso del tiempo esto acabaría deviniendo en dos poderosas facciones; por un lado la de los Alba y los Toledo, encabezadas, como no, por el Gran Duque, quien contaba con gente de tanto peso y prestigio como Pedro de Toledo, virrey de Nápoles, o Juan Álvarez de Toledo, cardenal-obispo de Santiago. Y por otro la de los Mendoza, encabezados por el que sería el suegro de Ruy, es decir, el padre de Ana de Mendoza y de la Cerda, el conde de Melito y duque de Francavilla, quien contaba con poderosos aliados como el marqués de Mondejar o el duque del Infantado. Pero por el momento el duque debía atender la figura del príncipe en los viajes por las posesiones familiares. Y no solo eso, el emperador le reclamaba de manera constante, pues necesitaba los consejos de su hombre de confianza. De esta forma, a mediados de 1550 regresaron a Augsburgo con motivo de la celebración de otra Dieta y, como en los casos anteriores, solo sirvió para reflejar la profunda brecha en la que se hallaba el imperio. </p><p>No fue hasta comienzos del verano de 1551 cuando regresaron Alba y Felipe a España. Allí apenas pudo descansar durante unos meses ya que para 1552 su presencia era nuevamente requerida en Alemania debido a las disputas sucesorias al trono del Rey de Romanos. El emperador pretendía que, tras ceder el imperio a su hermano Fernando, a su muerte éste fuera sucedido por Felipe, y no por su hijo Maximiliano. Era comprensible el enfado no solo de Maximiliano, sino de otros príncipes alemanes recelosos de Felipe, quien no guardaba demasiadas simpatía por el estilo de vida germano. Así, antiguos aliados como Alberto de Brademburgo o Mauricio de Sajonia se unieron a Alberto de Prusia, Hans de Küstin y a Juan Alberto de Meklenburg en su alianza con Francia. Las hostilidades se rompieron en abril de 1552, mientras el emperador se encontraba en Innsbruck. </p><p><b>- Del auxilio del emperador a las nupcias del príncipe.</b></p><p>La llamada de auxilio de Carlos fue respondida por el duque levantando un ejército de 7.000 hombres en España, según algunas fuentes como Antonio Ossorio, pagados de su propio bolsillo tras empeñar algunos bienes y rentas. La sola idea de que un ejército español conducido por el duque de Alba se dirigía a toda prisa contra los rebeldes, convenció a Mauricio de la necesidad de alcanzar un acuerdo, que firmó el 2 de agosto. Disuelta esta amenaza, aún quedaba la francesa. El condestable Anne de Montmorency se había excedido en sus atribuciones y había tomado Metz, una ciudad perteneciente al Imperio. Los franceses, con el duque de Guisa a la cabeza, habían fortificado excelentemente la ciudad y el otoño no era la mejor época precisamente para emprender una campaña de esas características. Por si esto no fuera suficiente, Alberto de Brandemburgo se hallaba en las proximidades de Metz con una fuerza de 15.000 hombres. </p><p>Alba, que no estaba de acuerdo con la decisión de atacar Metz, tuvo que adaptarse a las circunstancias. Su primera acción fue atraerse a Alberto aprovechando su descontento con el rey francés. Solucionado este escollo se concentró en el bombardeo de la ciudad, que comenzó el 31 de octubre. El 10 de noviembre el asedio se cerró por tres partes, pero no se lograba abrir brecha. El 20 llegó el emperador con sus fuerzas, y el 28 se logró abrir brecha pero, para desazón de los sitiadores, los franceses habían levantado otro muro interior. El sitio se abandonó el 1 de enero de 1553, después de que las enfermedades, el frío y las disensiones internas socavasen las fuerzas imperiales. Este fracaso no mermó un ápice la confianza del emperador en el duque, consciente de lo improvisado del plan y de las dificultades de éste. El duque se retiró a Bruselas, donde permaneció unos meses junto a Carlos antes de reemprender el regreso a España en verano. </p><p>Poco le duró nuevamente el descanso, pues en febrero de 1554 fue llamado por el emperador para preparar la boda de Felipe con María I de Inglaterra, hija de Catalina de Aragón y Eduardo VIII. Como mayordomo mayor le correspondían esas tareas, pero también le encargó Carlos la complicada misión de vigilar que los protestantes hostiles no entorpecieran los actos y, algo más delicado, que su propio hijo se comportase "del modo adecuado", consciente de la nefasta impresión que había causado en los Países Bajos. La comitiva principesca partió del puerto de La Coruña el 13 de julio y el 25 de julio se celebró la boda, en medio de una calma tensa. Sin duda alguna el éxito de que no hubiera incidentes se debió al buen hacer del duque, acompañado de su esposa esta vez, quien tuvo que pasar un auténtico calvario para alojar a todo el séquito de Felipe y mantener su seguridad, en un ejercicio de diplomacia y protocolo sin parangón. Estos servicios le fueron reconocidos por el emperador, no así por Felipe, quien estaba cada vez más influenciado por el ambicioso Ruy. </p><p><b>Bibliografía: </b></p><p><b>-</b><i>El Gran Duque de Alba </i>(William S. Maltby)</p><p><i>-Vida y Hazañas de Don Fernando Álvarez de Toledo, Duque de Alba </i>(Antonio Ossorio)</p><p><i>-Las campañas del duque de Alba. De Fuenterrabía a Argel </i>(Rubén Sáez Abad y Antonio Carrasco García)</p><p><i>-Las campañas del duque de Alba. Contra franceses y protestantes </i>(Rubén Sáez Abad y Antonio Carrasco García)</p>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-12233433099946283032022-06-30T09:13:00.001-07:002024-03-13T12:48:48.801-07:00Del Viaje a Flandes del Cardenal-Infante (Parte I)<p><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjhcz22rZhsZu-TcAPeokXu2hgGOAzp2GU-a1Mh5xWFMBqfehKVR59oV6tfaDRBAEEiWD5dJBmiWBvh8D-ToTZCb5fldAGYP5hth5LF5uFfG2RAtEFZ_lX9dYDeQ93IfX_a151JJ_w6f2AHoUyrV4dnyAZHpRSKtYj8UOF10arGtzWZBHuj6V4YSmKwmg/s1920/Cardenal-Infante,%20por%20Anton%20van%20dyck.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1920" data-original-width="1894" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjhcz22rZhsZu-TcAPeokXu2hgGOAzp2GU-a1Mh5xWFMBqfehKVR59oV6tfaDRBAEEiWD5dJBmiWBvh8D-ToTZCb5fldAGYP5hth5LF5uFfG2RAtEFZ_lX9dYDeQ93IfX_a151JJ_w6f2AHoUyrV4dnyAZHpRSKtYj8UOF10arGtzWZBHuj6V4YSmKwmg/w395-h400/Cardenal-Infante,%20por%20Anton%20van%20dyck.jpg" width="395" /></a></div><br /><p></p><p>"Fallecido el archiduque Alberto, que fue a trece de julio, el año de 1621; y habiendo pocos meses después renunciado la infanta Doña Isabel Clara Eugenia los Estados de Flandes en su sobrino, el Rey Don Felipe, Cuarto de este nombre, quedando su Alteza por gobernadora de ellos, se comenzó en aquellos estados, y a conocer en España cuán importante sería por muchas razones enviar a que los gobernase, a uno de los infantes sus hermanos, Don Carlos o Don Fernando."</p><p>Así comienza el Capítulo Primero del <i>Memorable y Glorioso Viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria, </i>de Diego de Aedo y Gallart.<i> </i>Dada la importancia del cargo y la necesidad de que éste recayera en una persona de la absoluta confianza real y, sobre todo, del prestigio suficiente para el buen gobierno de los Países Bajos, se decidió enviar al cardenal-infante Fernando de Austria, arzobispo de Toledo, decisión publicada en mayo de 1631. A primeros de junio se nombró a los gentilhombres de Cámara, ayudantes, mayordomos, caballerizos, pajes y demás criados. </p><p>Como no pudo salirse en agosto de ese año, se resolvió aplazar el viaje hasta la primavera de 1632. A comienzos de abril de dicho año partió Su Alteza a Barcelona, con la intención de "acabar las Cortes del Principado de Cataluña, que Su Majestad había comenzado el año de 1626 y estaban pendientes". Antes de ello hizo alto en Aranjuez, donde comió con sus hermanos, y con renombrados miembros de la aristocracia. De Aranjuez se dirigió a Valencia, donde llegó el 17 de abril, tras pasar por Almenara, Villar de Cañas, o Requena. Tras ocho días de estancia en Valencia, donde acudió a diversos festejos, partió el 25, entrando en el principado por Tortosa, y llegando a la ciudad de Barcelona el 3 de mayo. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p><b>- Sobre la estancia de Su Alteza en Barcelona.</b></p><p>El 18 de mayo, tras celebrar el solio en el Convento de San Francisco, el rey "habilitó a su Alteza, dejándole juntamente por virrey y capitán general del principado de Cataluña, y condados de Rosellón y Cerdaña, con todo el poder y mano que Su Majestad mismo tenía". Aquella mismo noche llegó de Italia el marqués de Montenegro, que sería el maestre de campo general del ejército que se estaba levantando en Cataluña. El 24 de ese mes acudió el cardenal-infante a la Iglesia Mayor para jurar los fueros del principado, y a primeros de junio partió en galeras a la villa de Mataró. La víspera de San Juan, volviendo del campo, se encontró indispuesto y al día siguiente empeoró rápidamente, teniendo grandes calenturas que requirieron hasta cinco sangrados. Tras varios días de preocupación, en el que el pueblo se mostró muy consternado, comenzó a recuperarse estando "ya de todo punto bueno" el 20 de julio. </p><p>Poco tiempo duraron las alegrías, ya que el 30 de julio moría su hermano, el infante Don Carlos, provocando una honda consternación en el cardenal-infante. Pero no había tiempo para los lamentos, puesto que el 1 de julio llegaba al puerto de Barcelona el marqués de Villafranca, general de las galeras de España, con 3 de las naves de su escuadra, que había quedado en el puerto de Santa María. Llegaban también 7 galeras de Sicilia con el duque de Alburquerque y 10 de Génova, con Juanetín Doria, todas ellas con la misión de llevar al cardenal-infante a Italia. Desde esos reinos llegaron igualmente 4.000 infantes napolitanos y 300 caballos ligeros a las órdenes del marqués de Campolataro. </p><p>Por aquellas fechas llegó desde Flandes al Rosellon, atravesando toda Francia, el duque de Orleans, enfrentado con el rey de Francia, su hermano, por las políticas del cardenal Richelieu. Envió el duque al marqués de Fargis para departir con su Alteza algunos asuntos de sumo interés. Fueron semanas de frenética actividad política y militar, mandando poner en orden el ejército acantonado en el principado, al que se habían sumado 700 infantes procedentes de Castilla y Valencia, abonando las pagas de los soldados, algunas de ellas de su propio bolsillo, como las dadas a la caballería de Flandes que se encontraba allí, que no podía volver por Francia, por lo que dio "bastimentos por treinta días, acción propia de su cristiano, generoso y piadoso ánimo". </p><p>El 22 de agosto de 1632 cayó la ciudad de Maastricht en manos de los holandeses bajo el mando de Federico Enrique de Nassau, una ciudad que con tanto esfuerzo de los ejércitos de la Monarquía Española se había recuperado a los rebeldes en 1579, tras un brillante asedio de casi cuatro meses conducido por Alejandro Farnesio. Esto aceleró los preparativos para que el cardenal-infante acudiese lo antes posible a los estados de Flandes. El tiempo pasaba y su Alteza aún no había partido hacia Italia, pues no se habían resuelto aún las Cortes, expirando la habilitación para ello el 17 de noviembre, debiendo el rey prolongarla para "acabarlas después por su persona". </p><p>Don Fernando envió en diciembre a su confesor a Madrid, donde se aceleraban los preparativos para el viaje de su Alteza a Flandes por el Camino Español. El Consejo de Estado había dispuesto la partida de 14.000 infantes que habrían de partir con Don Fernando desde Italia. Los infantes en España eran levantados por el duque de Cardona en Aragón, el duque de Medina Sidonia y el de Osuna en Andalucía, el duque de Arcos y el marqués de Priego en Córdoba y Jaén, el duque de Béjar en Extremadura. Mientras se completaban los trabajos de partida, acudió el cardenal-infante a diversos festejos en su honor y, el día 11 de febrero suplicó la protección de la virgen en el santuario de Montserrat, para llevar a buen término la empresa que se le había encomendado. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhK-IOkSMzVVS-8rWxuZTyvqDADNqkAt1b8MHwmGHM-RrMs_Jp3TjM_4UJMKD8vLgMmEovfW0lXK8e7IqOPxZEEh1lJibcM2tVTD6CNWvF70RLF5wCAE0fZcvfQDAD3ZslOfASMu1jbGIuC_vPf4zuxmvLoehi_cwqFS3dB6JrTidfnhR6wUOAPeNrluA/s1097/Montserrat%20grabado%20siglo%20XVIII.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="866" data-original-width="1097" height="316" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhK-IOkSMzVVS-8rWxuZTyvqDADNqkAt1b8MHwmGHM-RrMs_Jp3TjM_4UJMKD8vLgMmEovfW0lXK8e7IqOPxZEEh1lJibcM2tVTD6CNWvF70RLF5wCAE0fZcvfQDAD3ZslOfASMu1jbGIuC_vPf4zuxmvLoehi_cwqFS3dB6JrTidfnhR6wUOAPeNrluA/w400-h316/Montserrat%20grabado%20siglo%20XVIII.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Grabado de 1707 del monasterio de Montserrat</td></tr></tbody></table><p>El 15 volvió a Barcelona y comió en Martorell, donde se encontró con el duque de Veragua, que había vuelto de Flandes, para ultimar todos los asuntos del viaje, mientras que desde Madrid llegaban las órdenes de última hora. La actividad fue frenética durante el mes de marzo de 1633; cinco galeras de Sicilia llegaron al puerto de Tarragona con más de 800 infantes españoles que habrían de acompañar a su Alteza, uniéndose a otras dos más del mismo reino, a las diez de España, y a la patrona de Génova. 18 galeras se juntaron al final, siendo cargadas con los mantenimientos y municiones necesarios. Con todo listo, solo había que esperar que el tiempo fuera propicio, ya que a finales de marzo y comienzos de abril, "hacía muy malo, con unos levantes recios contrarios a la navegación, que traían la mar muy alborotada".</p><p>El 9 de abril se partió la mayor parte de la caballería del cardenal-infante hacia Milán, siguiendo el camino de Francia, mientras que el resto fue embarcando en los buques que habrían de partir desde Barcelona hacia Génova. Las juntas de pilotos se sucedían, tratando de determinar cuándo sería el mejor momento para partir hacia Italia, celebrándose la última el 10 de abril, y decidiendo que se zarparía al día siguiente, por ser los vientos apropiados para ello. Se embarcó lo que quedaba de provisiones y al amanecer del día 11 "se disparó la pieza de leva para que todos se pusieran a punto". Acudió Don Fernando a la iglesia de Santa María del Mar, y después a una iglesia donde se hallaba una imagen de Nuestra Señora de Montserrat, para pasar por palacio y salir a las siete de la tarde a embarcarse. </p><p>A la marina y el muelle acudió el pueblo, las damas y los caballeros más notables de Barcelona, ya que por ahí iba en coche su Alteza, "vestido de corta y de felpa corta carmesí, con tan lindo aire, tanta gracia y majestad, que enterneció a todos, pidiendo a Dios con lágrimas que le diese buen viaje". En el muelle le esperaban en un esquife que le habría de llevar a su embarcación, la capitana de España, el marqués de Villafranca, general de las galeras de España, y el marqués del Viso, general de galeras de Sicilia. Una vez en la capitana el príncipe marqués de Montenegro le asistía con su consejo, compuesto por algunos de las más notables personas, como el marqués de Orani, hijo del duque de Pastrana, el conde de la Rivera, el vizconde de Puertollano, o el conde de Oñate, que formaba parte del Consejo de Estado de Felipe IV. </p><p><b>- Sobre el viaje por mar a Génova. </b></p><p>Don Fernando no llevó un séquito grande, pues debía ir ligero y en Flandes se le unirían las personas necesarias, por lo que quedó la mayor parte de su Casa en Madrid. Como se ha dicho, 800 infantes españoles iban con él para pasar a Lombardía, al igual que muchos caballeros aventureros españoles y napolitanos, incluso unos caballeros flamencos y alemanes que habían servido con la caballería del duque de Orleans, y a los que costeó el viaje de su propia mano. A pesar de que a última hora de la tarde se originó mucha mar, para medianoche el tiempo había mejorado y se hallaba la flota en las aguas de Cadaqués, donde hubieron de quedarse durante trece días debido al mal tiempo que les impedía a los pilotos tomar el golfo de Narbona. </p><p>Allí pasó los días cazando y visitando el castillo de Rosas, haciendo entrega a su guarnición de municiones y vestimentas adecuadas. El 26, teniendo la mar a favor, partieron a mediodía, divisando las costas de Francia al día siguiente. No sin muchas dificultades lograron llegar a las aguas de Marsella, adelantándose el marqués del Viso con la capitana de Sicilia para dar aviso de la llegada del cardenal-infante. Poco después se incorporó a la armada la galera <i>Santa María, </i>de la escuadra de Génova, la cual llegaba con despachos procedentes de Alemania e Italia. Para el 30 la armada fondeó en las aguas de la isla de Santa Margarita, en la región de Provenza; posteriormente se dirigió a Niza, no sin antes dar aviso de la llegada al duque de Saboya, quien se dirigió a la costa con "mucha Nobleza y Caballería", subiendo a una falúa para dirigirse a la Real, donde fue recibido por su Alteza con todos los honores correspondientes. </p><p>El 3 de mayo Don Fernando quiso devolver la visita al duque de Saboya, dirigiéndose al castillo acompañado del conde de Oñate, el marqués de Orani, y otros ilustres caballeros. Allí fueron agasajados como corresponde a su real persona, acompañándole después el duque hasta la Real, intercambiando el castillo y la armada "salvas reales tan gallardas, que parecía hundiese la mar y la tierra". A las cinco de la tarde el duque volvió a visitar a su Alteza, cargado de regalos y comida y vino para la flota, disfrutando de una comedia realizada por una compañía de representantes que iba en la escuadra de Nápoles. Como el tiempo mejoró notablemente, se decidió zarpar con la máxima presteza y aprovechar los vientos favorables, a eso de medianoche, pasando por Mónaco el día 4 de mayo, disparando cada castillo de la costa salvas para saludar y rendir tributo a la armada. </p><p>De esta forma el día 5 llegó la armada a las costas de Génova, llegando en la patrona de la república el príncipe Doria junto a Francisco de Melo, embajador del rey allí, para besar la mano del cardenal infante. "Era cosa hermosa y vistosa tantas galeras tan ricamente adornadas, de tiendas, popas, estandartes, flámulas y gallardetes, eran en todas veintitrés, y entre ellas cuatro capitanas y otras tantas patronas, y con este orden y lucimiento se llegó a la Linterna de Génova", y al doblar su punta comenzó la ciudad a hacer de todos sus baluartes y torres una salva real muy grandiosa de más de doscientas piezas, y luego hicieron otra no menor todas las galeras y navíos que estaban en el muelle". Así llegó la Real al muelle de la huerta del príncipe Doria, encargado de hospedar al cardenal infante durante su estancia en Génova. Salieron a recibir a su Alteza el Dux y todo el senado, nobleza y caballeros destacados de la república, con toda la pompa y honores propios del recibimiento al hermano del Rey. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh9zdELicuXP5wEI3FD_fKyaI7j_AVgd2ZCF4qT_kB2uTvLtyW5TZgDji8Ocdvh7h1BGb7XsmxZC2FAv-fSrzziibD7ZHvJaEdM21A_SSnGBWNSenKYcqVMc2ZtO6vdc_IDAlOo7pY_WwGJYmkR-88OpeDq9AdGEKG-8tJGj2sDoiSg3mzoxQRb3yxoQw/s1427/Cardenal-infante%20por%20Diego%20Vel%C3%A1zquez.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1427" data-original-width="800" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh9zdELicuXP5wEI3FD_fKyaI7j_AVgd2ZCF4qT_kB2uTvLtyW5TZgDji8Ocdvh7h1BGb7XsmxZC2FAv-fSrzziibD7ZHvJaEdM21A_SSnGBWNSenKYcqVMc2ZtO6vdc_IDAlOo7pY_WwGJYmkR-88OpeDq9AdGEKG-8tJGj2sDoiSg3mzoxQRb3yxoQw/w224-h400/Cardenal-infante%20por%20Diego%20Vel%C3%A1zquez.jpg" width="224" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">El Cardenal-infante, por Diego Velázquez</td></tr></tbody></table><p><b>- De la estancia de Su Alteza en Génova. </b></p><p>Como era habitual tras la llegada de una persona de tanta importancia como el cardenal infantes, los distintos príncipes italianos enviaron a sus embajadores para rendir pleitesía. De esta forma el día 6 de mayo recibió a los embajadores del estado de Milán, los marqueses Giovanni maría Visconti y César Visconti, y los condes Carlo Borromeo, Gerolamo Barbo y Giovanni Bautista Paniguerola. De igual forma llegó ese día a presentar sus respetos Martín de Aragón, uno de los mejores maestres de campo con los que contaba la Monarquía, en representación del duque de Feria, acompañado por los oficiales de su tercio. </p><p>El 7 recibió al arzobispo de Génova, patriarca de Jerusalén, que acudía en representación del Papa, y en los sucesivos días fue recibiendo a los embajadores de los duques de Parma, de Módena y a los senadores de Milán, desempeñando una ingente actividad diplomática durante su estancia en la ciudad. El día 11 se terminó la construcción de un arco triunfal en Génova, siendo éste el momento elegido por el cardenal infante para hacer su entrada en público en la ciudad; eligió para la ocasión un carruaje descubierto de terciopelo verde bordado de oro, y a las cinco de la tarde hizo su aparición acompañado de la nobleza y los caballeros de su séquito. "En las calles por donde pasaba había dos hileras de soldados de un lado y del otro, que llegarían a cuatro mil hombres, y a la ida y a la vuelta hicieron muy grandes salvas". </p><p>Visitó los templos del Duomo, San Ambrosio, la Compañía y la Anunciada, en cuyas cercanías se encontraba el arco, que contenía la siguiente inscripción: "<i>Ferdinando Avstrio, Regia Fraterna Potestate, Exercitus, Classes, Terras, María, Bella, Pacem, Regenti</i>". La inscripción estaba acompañada de distintas gestas y estatuas de valerosos hombres, y colgada del mismo se hallaba una espada desenvainada con un grabado que rezaba "<i>Cvrvor Ad Messem</i>". También había una corona que llevaba tallado "<i>Ferro Scalpta</i>", una balanza con un letrero que rezaba "<i>AEqva Sim Mota</i>", y un puño en el que se podía leer "<i>Tegit Ac Terit</i>".</p><p>De igual forma visitó el día 12 la muralla recientemente construida por lo genoveses que "ciñe todos los montes de donde la ciudad puede ser batida, y es tan grande el espacio, que tiene te circuito diez millas", y cuenta con sus "baluartes traveses, terraplenes y todos los demás requisitos". Al día siguiente visitó a la princesa Doria y el 16 de mayo celebró su vigésimo cuarto cumpleaños, en medio de una extraordinaria celebración. En el puerto se encontraban 37 galeras de las escuadras de España, Sicilia, Génova y las de la Señoría, que al caer la noche salieron a la mar y formaron en media luna, encendiendo gran cantidad de luminarias que parecía arder el cielo, mientras disparaban tres salvas reales. </p><p>El cardenal-infante no tenía un minuto que perder, por lo que al día siguiente decidió partir por la tarde hacia Milán. El Dux, el senado y gran parte del pueblo acudieron a despedirle, tomando el camino hacia el estado a las cuatro de la tarde, mientras que las galeras de España abandonaron el puerto italiano con rumbo a Barcelona. Llegó el séquito a Ottagio a la noche, yendo muy ligeros y con buen paso, tal es así que a la noche siguiente llegaron a Novi Ligure, donde fueron a recibirle el duque de Feria y el cardenal Trivulzio, y al día siguiente entraron ya en el estado de Milán, y en la Raya le esperaban sus dos compañías de guarda, una de arcabuces y otra de lanzas. </p><p>Antes de ir a comer a Tortona, en las inmediaciones de Alessandría, le estaba esperando el duque de Nochera, "valiente y bizarro soldado, maestre de campo general del ejército de Lombardía, con un escuadrón de cuatro mil infantes españoles y napolitanos, y algunas tropas de caballos; y va Su Alteza en uno muy lindo acompañado de muchos caballeros, y fue a dar vista a los escuadrones, y al emparejar con ellos, hicieron una salva real". Llegado a Tortona comió con el conde Piero Visconti, el conde Borromeo, y numerosa nobleza italiana deseosa de conocerle. También estaba una compañía de infantería española que iba a ponerse a sus órdenes, lo que era todo un orgullo para los hombres. Tras comer en el castillo de la ciudad, se dirigió a Voghera, donde durmió para, el día 20, pasar a Pavía. </p><p>A las puertas de la ciudad fue recibido por el marqués de Torrecuso, con su tercio de infantería napolitana, acompañado de 500 caballos perfectamente formados, entrando con ellos por la puerta del río Tesino, donde se había tallado una inscripción que comenzaba así: "<i>Serenissimo Principi Ferdinando Austriaco, vita ac morum innocentia vere infanti". </i>La entrada en la ciudad se hizo de noche, con las calles repletas de luminarias y a la población agolpándose para poder ver al hermano del rey, el cual se dirigió al palacio y colegio fundado por el Papa Pío V, ordenando al duque de Feria partir de inmediato a Milán para encargarse de los preparativos de su llegada. El 22 de mayo quiso oír la misa en el convento de los agustinos de Pavía, y la tarde la pasó visitando el templo de Sertoli, convento de religiosos de San Bruno, muy próximo al lugar donde ocurrió la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2019/02/batalla-de-pavia.html" target="_blank">batalla de Pavía</a>, hecho de armas que despertaba gran admiración en Don Fernando. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGD2zxFwNoSMWA5pLT1ZSE_q9KTHKeDssaby2tr9Rh8Ji6i3MB2zUrcUeZRfISxxlJLBBTL50k8soQx6hBGR8GiaZoBnPZkN16Ch1d6HZVdWZ7SRYv3_-s6gzzqaey6SWTlei9wGi1CWzd5tehMxCD6QjeSGlUHzJlqM4t6JVNHfAVKbLsWbwkGDK5pg/s1443/pavia%20batalla.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="749" data-original-width="1443" height="208" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGD2zxFwNoSMWA5pLT1ZSE_q9KTHKeDssaby2tr9Rh8Ji6i3MB2zUrcUeZRfISxxlJLBBTL50k8soQx6hBGR8GiaZoBnPZkN16Ch1d6HZVdWZ7SRYv3_-s6gzzqaey6SWTlei9wGi1CWzd5tehMxCD6QjeSGlUHzJlqM4t6JVNHfAVKbLsWbwkGDK5pg/w400-h208/pavia%20batalla.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Tapiz de la batalla de Pavía</td></tr></tbody></table><p><b>- Don Fernando llega a Milán</b></p><p>El día 24 de mayo por la mañana, entre una gran expectación, el cardenal-infante abandonó Pavía en dirección a Milán, donde llegó a las cinco de la tarde. Allí le esperaban saludando su llegada con "música marcial de artillería, mosquetería y morteretes, así del castillo como de la ciudad". Encabezaba la comitiva la compañía de arcabuceros a caballo de la guardia de su Alteza, seguidos de "todos los títulos y caballeros riquísimamente vestidos y con muchas galas". Les seguían el Potesta, con los jueces y el vicario de capitán de justicia, y después los juristas y los "doce la provincia con su vicario" vestidos de librea blanca y carmesí. Tras éstos iban los fiscales reales y tribunales y oficiales. Y ya detrás, los duques de Feria y de Nochera, "con sus bastones de generales", y el príncipe Doria, y después "venía su Alteza, vestido de corto, con su espada al arcón de la silla, en un caballo bizarro, rucio, con tanta majestad y agrado, que todos no se hartaban de verle y echarle mil bendiciones". </p><p>Tras Don Fernando venían nobles como el marqués de Orani, el conde de Oñate, el duque de Tursi o el conde de Puertollano, y detrás el resto del séquito. Para cerrar el acompañamiento marchaban cinco compañías de caballos, que eran dos de arcabuceros a caballo, dos de corazas y una de lanzas. La ciudad entera se había vestido con sus mejores galas, las calles estaban abarrotadas, "que bien mostró este fidelísimo pueblo lo que tenía de ver entrar por sus puertas al hermano de su Rey y Señor". La entrada se hizo por el arco triunfal de la Puerta Ticinese. Dos estatuas de Don Fernando se habían realizado para la ocasión: una vestida de príncipe "que ha de ser terror de los enemigos", y otra vestida de cardenal, "que como la monarquía austriaca tiene su principio y se mantiene de la piedad cristiana, querían dar a entender con esto que Su Majestad no podía elegir persona más a propósito para la defensa, conservación y aumento de su Monarquía, que a este príncipe lleno de valor y de piedad".</p><p>En el frontispicio del arco rezaba la siguiente inscripción: "<i>Serenissimo Infanti Ferdinando Austriaco, S.R.E. Cardinali, Archiepiscopo Toletano, Hispaniarum primati, quod suo insubriam aduentu populos in spem integrae felicitatis erexerit, civitas mediolanensis boni ominis et obsequii monumentum". </i>Continuó la comitiva por la puerta del Navillo, pasado el burgo, por donde se entraba al centro de la ciudad, y de allí pasaron a la plaza del Duomo, donde estaban erigidos dos grandes pedestales en honor a Carlos V y a su hijo, Felipe II, montados a caballo y empuñando sus bastones de mando, coronados de laurel y "vestidos a los heroico, puestos en forma de mandar ejércitos". </p><p>Así, en medio del clamor popular, llegó su Alteza a la iglesia mayor de Milán, el Duomo, "que en grandeza y suntuosidad de edificio es de los mayores templos del mundo", entrando su Alteza en él para pedir por la empresa que su hermano le había encargado. Posteriormente se dirigió a palacio, donde comenzaría los "trabajos y cuidados del nuevo gobierno; ejercicio tan pesado para sus años, y cuanto ligero y fácil para su valor y prudencia". Para el día 26, día del Corpus, salió en procesión acompañado de la nobleza de la ciudad, y el 28 recibió al embajador de Venecia que, a pesar de la animadversión y las maniobras de esta república contra España, acudió a darle la bienvenida. También acudieron al día siguiente al castillo los embajadores de Florencia, Saboya, Parma, Génova, Luca y los siete cantones católicos. </p><p>Durante todo el tiempo que estuvo en Milán trabajó sin descanso en los asuntos de estado, desarrollando una ingente labor diplomática y administrativa junto a su consejo de estado y guerra, compuesto por el duque de Feria, el conde de Oñate, el duque de Nochera, el marqués de Este, y su confesor. De este modo comenzaron los preparativos para reunir al ejército que habría de marchar a Alsacia bajo el mando del duque de Feria. En aquel momento disponía en Italia de 7.000 infantes españoles, por lo que mandó crear un tercio de 2.500 infantes escogidos, poniendo al frente al maestre de campo Juan Díaz Zamorano, "soldado viejo de valor y experiencia". De igual modo ordenó levantar dos regimientos de alemanes altos, bajo el mando de los coroneles Salm y Chamburgo. </p><p>Reformó, así mismo, dos tercios de napolitanos con 4.000 infantes en total que llegaron a finales de junio, juntando algunos de éstos con el tercio del marqués de Torrecuso, que habría de partir con el duque, dejando al resto en Milán bajo el mando del maestre Gaspar de Toralto. También formó un tercio lombardo bajo el mando del conde de Paniguerola, que ya había mandado dos años antes un tercio de infantería napolitana. A comienzos de julio llegaron a Milán 1.000 caballos ligeros napolitanos, que se unieron a los del estado. Con estas fuerzas nombró cinco compañías bajo el mando de Gerardo Gambacorta, el conde de Fuenclara, Pedro de Villamor, Pedro Pozo, y Bartolomé Domínguez. A estas fuerzas se debían de unir 4.000 infantes y 500 caballos que se estaban levantando en Borgoña. </p><p>La creación de tan potente ejército levantó los recelos de algunos de los príncipes italianos, fundamentalmente el duque de Parma, que solicitó hombres a Francia, que no tuvo reparos en enviárselos. Llegó por aquellos días el marqués de Celada desde Flandes, enviado por la infanta Isabel Clara Eugenia, para dar la bienvenida a su Alteza; iba también el maestre de campo Pedro de Ávila, caballero de la orden de Calatrava y hermano del marqués de las Navas. Mientras tanto, a toda prisa pero con toda la diligencia y disposición posible, se iba reuniendo el ejército que debía marchar hacia Alsacia, para llevar a cabo la ambiciosa operación planificada desde Madrid, y en la que tantas esperanzas había puesto el conde duque de Olivares y el propio Felipe IV para recuperar la iniciativa en el frente de Alsacia y Lorena y la línea del Rin. </p><p>Con todo ya preparado, el 22 de agosto de 1633 partía el duque de Feria al frente del Ejército de Alsacia, compuesto por 10.000 infantes y 500 caballos, la mayoría de ellos soldados veteranos, a los que se debían unir en Alsacia otros dos tercios con 4.000 infantes borgoñones bajo el mando de los condes de La Tour y de Arberg, y 500 caballos. El gobierno de la caballería del Ejército de Alsacia recayó en el teniente general Gerardo Gambacorta, uno de los mejores comandantes con los que contaba la Monarquía Española, mientras que a cargo de la artillería se puso al conde Juan Cervellón, que era comisario general del Estado de Milán. Como maestre de campo general estaba Tiberio Brancaccio. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQ3PUEFVNYzqdfms-mHcj-dQ2oTQ_h9_9g83QZ90GF0UbSnyXSQX7_NKCdavBRq0lckO0TtHk8DlJkNzDiSpGui3GG__sin289WkaYUm2KbkVgOeMUApJCinP4qX4s9d4TFD3e0qisQRBDXufwQ_DiaZB52t1WfNy5hw9RX8i1iPb2Z-mudvb9Nj9JRg/s474/Rheinfelden%20y%20el%20duque%20de%20Feria%20por%20Vicente%20Carducho.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="395" data-original-width="474" height="334" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQ3PUEFVNYzqdfms-mHcj-dQ2oTQ_h9_9g83QZ90GF0UbSnyXSQX7_NKCdavBRq0lckO0TtHk8DlJkNzDiSpGui3GG__sin289WkaYUm2KbkVgOeMUApJCinP4qX4s9d4TFD3e0qisQRBDXufwQ_DiaZB52t1WfNy5hw9RX8i1iPb2Z-mudvb9Nj9JRg/w400-h334/Rheinfelden%20y%20el%20duque%20de%20Feria%20por%20Vicente%20Carducho.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Toma de Rheinfelden por el duque de Feria. Vicente Carducho</td></tr></tbody></table><p>La partida de este ejército respondía a la necesidad de recuperar la iniciativa en Alsacia, tras la intervención sueca en dicho territorio y a lo largo de toda la línea del Rin, y llevar al cardenal infante hasta Flandes, algo que posteriormente se descartó por el peligro que representaban esos territorios en los que el emperador no podía garantizar la seguridad del hermano del rey. De igual forma, y ante la cada vez más creciente hostilidad francesa en la región de Lorena, era necesario enviar allí una fuerza que contuviese las intrigas y el expansionismo de Francia. </p><p>Lo cierto es que una vez el duque y sus hombres abandonaron Milán, se calmaron los recelos que se habían despertado entre algunos duques y repúblicas, sobre todo en la de Venecia. El cardenal infante pasó los últimos días de agosto con varios padecimientos, fruto del gran calor que se vivió en aquellos días en el estado. Una vez recuperado, envió al conde de Oñate a Alemania en embajada extraordinaria, llegando al poco el duque de Tursis en calidad de embajador del rey, y fray Lelio Brancaccio, que ocupar un lugar en su consejo de estado y guerra, tras haber servido como maestre de campo general en Flandes, que llegaba a su vez acompañado del cardenal Albornoz de Roma. </p><p>También recibió Don Fernando la visita de la duquesa de Mantua, que era su prima hermana, advirtiendo de las intrigas francesas con el duque de Nevers, por lo que fue señalada con mil quinientos escudos de alimentos cada mes. Prosiguió con los preparativos para su partida al encuentro del duque de Feria, que habría de ser el 18 de noviembre, cuando llegaron avisos de la partida del duque de Feria hacia Suabia y Baviera por el peligro que estos territorios corrían con la llegada del ejército protestante de Bernardo de Weimar. Tan solo unos días después su Alteza cayó enfermo "de un corrimiento terrible al pecho, que le causaba tan grandísima tos, que no le dejaba sosegar de noche ni de día, y a ello se juntó una calentura con gran crecimiento todos los días". Así estuvo hasta el 13 de diciembre, que se levantó por su propio pie para recibir la triste noticia del fallecimiento de su tía, Isabel Clara Eugenia, el día 1 de ese mes. </p><p>Quedó como gobernador hasta la llegada de Don Fernando el marqués de Aytona, hombre en que se "juntaban el valor, vigilancia, prudencia, y otras muchas bizarras partes", por orden del rey, "con general contento del país, portándose con tanto acierto, que prosperó las cosas del gobierno, frenando el modo licencioso de algunos, y a las armas de su Majestad restituyó, como ya lo había comenzado a hacer el año antecedente, en su antiguo lustre y reputación, con gran confusión y decaimiento del enemigo". Y así concluyó el año 1633, con la muerte de la infanta Isabel, el duque de Feria retornando a Baviera para descansar en los cuarteles de invierno que Maximiliano de Baviera había dispuesto para él, y con el cardenal infante deseoso de marchar hacia Flandes y ocupar el cargo que su hermano, el Rey, había dispuesto para él.</p><p><br /></p><p><b>Bibliografía:</b></p><p><i>- El memorable y glorioso viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria </i>(Diego de Aedo y Gallart)</p><p><i>- El ejército de Alsacia 1633/1634 </i>(Carlos de la Rocha)</p><p>- <i>La Guerra de los Treinta Años </i>(Geoffrey Parker)</p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-39662608373084285012022-05-31T14:35:00.021-07:002022-11-10T10:44:40.613-08:00Batalla de Nördlingen. Análisis de la victoria de los Fernandos. <p><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwQRf2cJNQ9nNHNWncYAGSRh7kL3yaVtOTJKcpie4S67cuyFvycZLnqWTCSSXnIlS9U9-IwsGJJNP2fBBUWl1OP8PCfnI9_d7Mll1UBEFqa90Q6LK64u0RxM6_HpQsq0K_X5grRI0lQsLnut7dNpoc-k6h20PhVfpsLmbji-X0gkam27ek5Gp6NPvoqw/s1600/Nordlingen%20Jan_van_der_Hoecke_-_The_Battle_of_N%C3%B6rdlingen,_1634.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1114" data-original-width="1600" height="279" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwQRf2cJNQ9nNHNWncYAGSRh7kL3yaVtOTJKcpie4S67cuyFvycZLnqWTCSSXnIlS9U9-IwsGJJNP2fBBUWl1OP8PCfnI9_d7Mll1UBEFqa90Q6LK64u0RxM6_HpQsq0K_X5grRI0lQsLnut7dNpoc-k6h20PhVfpsLmbji-X0gkam27ek5Gp6NPvoqw/w400-h279/Nordlingen%20Jan_van_der_Hoecke_-_The_Battle_of_N%C3%B6rdlingen,_1634.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p>Entre el 5 y el 6 de septiembre de 1634 los ejércitos hispano imperiales obtenían una contundente victoria en las cercanías de la ciudad alemana de Nördlingen frente al temible ejército sueco y sus aliados alemanes protestantes. Una victoria que supuso, o al menos así se ha vendido, el final del mito de la maquinaria bélica puesta en marcha por Gustavo Adolfo de Suecia, y una inyección de moral en las maltrechas fuerzas del Emperador, que encadenaban una serie de fatídicas derrotas en <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2020/05/batalla-de-breitenfeld.html">Breitenfeld</a>, Lech o Lützen. </p><p>En primer lugar hay que analizar el estado del ejército sueco y sus aliados alemanes a finales del verano de 1634. El rey Gustavo Adolfo había muerto apenas dos años antes, en noviembre de 1632, y las tropas suecas habían extendido sus líneas sobremanera, aunque seguían teniendo la iniciativa operacional y el control estratégico. Los protestantes desplegaban en Alemania varios poderosos ejércitos. Por un lado el del mariscal Gustaf Horn, el brillante político y mariscal sueco que se encontraba operando en la región de Suabia. Guillermo, duque de Sajonia-Weimar, se hallaba con sus fuerzas en Turingia, mientras que su hermano Bernardo estaba en Franconia. Estas tres eran las principales fuerzas protestantes en Alemania, pero no las únicas. </p><p>Cristhian I, conde Palatino de Birkenfeld, mantenía un ejército desplegado en las cercanías del Rin, en la región de Renania, mientras que Jorge de Brunswick-Luneburg ocupaba la región de Westfalia. Por su parte, el agrio Arnim se encontraba con sus hombres en Sajonia. Las rivalidades existentes entre los protestantes alemanes y el cada vez más poderoso imperio sueco iban en aumento, a pesar de los incontables esfuerzos del canciller Axel Oxenstierna por mantener la alianza lo más unida posible. Esta dispersión de fuerzas, entre las que hay que contar una cadena de innumerables plazas fuertes guarnicionadas desde Suiza hasta el Báltico, ejercía un control ilusorio sobre Alemania, control que, tras la caída de Wallenstein, general imperial, se pondría en duda por las fuerzas católicas. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>En cuanto a las fuerzas católicas, éstas, como se acaba de señalar, ya no estaban bajo el control del todopoderoso general, que había sido asesinado en Eger tras su más que posible intento de cambio de bando tras perder el favor imperial por sus fracasos militares. El ejército imperial ahora pasaba a estar comandado por el brillante general austriaco Matthias Gallas, asistido por el hijo del propio emperador. Esta fuerza se encontraba en Pilsen y estaba compuesta, según muestra tomada antes del verano de 1634, por 15.000 infantes, 9.000 caballos y 1.500 dragones, más cinco regimientos de jinetes croatas. Por su parte, en Baviera se encontraban por un lado las fuerzas propias de Baviera, y por otro un cuerpo de ejército imperial bajo el mando del general Aldringer, más los restos del ejército hispánico de Alsacia del duque de Feria.</p><p>Pero el más importante de los ejércitos del bando católico, no tanto por el número sino por la calidad de sus tropas, estaba aproximándose a Alemania desde Milán. Lo mandaba el cardenal-infante Fernando, y en su camino hacia Flandes, había sido puesto al servicio del emperador tras las negociaciones del conde de Oñate, enviado por el conde duque de Olivares, con los principales consejeros imperiales y bávaros. Este ejército se componía de algo más de 9.200 infantes, entre los que destacaban dos tercios de infantería vieja española, dos tercios de veteranos napolitanos y otros dos de veteranos lombardos. Acompañaban a los infantes una fuerza de 2.000 caballos y 500 dragones y habían salido en junio de Italia para reunirse con las fuerzas imperiales de Gallas. </p><p><b>- El camino a Nördlingen</b></p><p>Las aspiraciones de Olivares de restaurar la hegemonía española en el Rin pasaban por expulsar del sur de Alemania a las fuerzas protestantes, y que el emperador pudiera así enviar hombres para nutrir las fuerzas hispánicas en Flandes. El plan, negociado por Oñate, pasaba por fijar a las fuerzas protestantes en Sajonia, conservar las regiones de Bohemia y Silesia, controlada por el ejército imperial de Rodolfo de Colloredo y el de su hermano Jerónimo, y pasar a la ofensiva en Franconia y Suabia contra las fuerzas de Bernardo y Horn. El objetivo era destruir las dos principales fuerzas protestantes que habían invadido Baviera el año anterior, y acabar con sus principales generales, así que antes de verano las fuerzas imperiales y bávaras se pusieron en marcha unas semanas antes de que el cardenal-infante partiera de Milán, con Diego Mexía Felipe de Guzmán, marqués de Leganés, como segundo al mando. </p><p>El ejército del cardenal-infante cruzó La Valtelina por las nevadas cumbres del paso del Stelvio, y se unió a los restos del Ejército de Alsacia del difunto duque de Feria a comienzos de agosto, contando ahora con unos15.000 infantes y casi 4.000 caballos. Desde Munich deberían cruzar sin ser advertidos por los protestantes de la región. Este hecho es importante remarcarlo ya que los espías venecianos, siempre atentos a cualquier movimiento español, habían informado puntualmente a los franceses de la salida del ejército del cardenal-infante y el marqués de Leganés. Francia, aunque oficialmente no se encontraba en guerra, llevaba años maniobrando contra el poder de los Habsburgo y, por supuesto, contra los intereses de la Corona Española. </p><p>Por todos era conocida su colaboración indirecta con lo rebeldes holandeses y los protestantes alemanes, a los que proporcionaba grandes sumas de dinero. El siempre hábil y sagaz cardenal Richelieu, enviaba puntualmente los fondos tan necesarios para que la Liga de Heilbronn, encabezada por Suecia, pudiera levantar ejércitos de manera continua. Merece especial atención este hecho, puesto que Francia, a pesar de ser un país católico, llevaba más de un siglo maniobrando contra la Iglesia Católica y su principal valedor, España, lo que le llevó en numerosas ocasiones a aliarse con otomanos y protestantes sin problema alguno. Richelieu no sería una excepción en la tradicional política de anteponer los intereses políticos a los religiosos, a pesar de ser calificado como traidor a la Iglesia. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYQfK3rYkCuY4njipxJth_h_3gNJO2PMHqegyYefPrDlVAIv_MjTkiNJEbi_pvZRr1PgmchNybWHz5ZA-pnA9G-D2hK8J25mpNglpBKF9adjT9mgwpdMhqwYczXvqjNG1RSXzSu29stqVIIDNGF4iONy6WrnduXWBn7vx-bjJYxaaDH6OMXAFbd0HjXQ/s474/Liga%20de%20Heilbronn.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="268" data-original-width="474" height="226" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYQfK3rYkCuY4njipxJth_h_3gNJO2PMHqegyYefPrDlVAIv_MjTkiNJEbi_pvZRr1PgmchNybWHz5ZA-pnA9G-D2hK8J25mpNglpBKF9adjT9mgwpdMhqwYczXvqjNG1RSXzSu29stqVIIDNGF4iONy6WrnduXWBn7vx-bjJYxaaDH6OMXAFbd0HjXQ/w400-h226/Liga%20de%20Heilbronn.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Vista de Heilbronn, ciudad libre.</td></tr></tbody></table><p>En cambio, España, "luz de Trento, espada de Roma", tal y como la definiría Menéndez Pelayo, no entendía la política sin la religión, quedando todos los aspectos de ésta supeditados a la fe. El conde duque no vaciló a la hora de apoyar a la Francia de Richelieu en su lucha contra los hugonotes, de tal modo que en 1627, y aún habiendo constancia del envío de dinero francés a los protestantes, envió una flota de casi 40 buques a bloquear el puerto de La Rochelle, bastión de los hugonotes franceses. Hasta ese punto llegaba la "ingenuidad" española. Nada se había aprendido en más de un siglo de conflictos casi constantes con el vecino del norte. </p><p>Las principales fuerzas protestantes, las comandadas por Bernardo y por Horn, se reunieron en Ulm a mediados de agosto, con la vista puesta en cazar al ejército bávaro imperial del archiduque Fernando, pero habían calculado mal los tiempos y las intenciones católicas. Tras rendir la ciudad bávara de Donauwörth, el 16 de agosto, Gallas avanzó hacia el oeste cayendo sobre Nördlingen la noche del 17 al 18, comenzando con el asedio de la plaza de manera inmediata a pesar de que su ejército no se hallaba al completo. Las fuerzas protestantes avanzaban hacia el este para interceptar a los católicos, por lo que los comandantes protestantes se asentaron en Bopfingen, una pequeña población a unos 15 kilómetros al oeste de Nördlingen, mientras debatían si atacar las posiciones católicas al otro lado del río Eger. </p><p>Finalmente decidieron esperar, librando pequeñas escaramuzas principalmente con la caballería ligera croata que inspeccionaba constantemente las praderas cercanas. Esta decisión de no plantar batalla de manera inmediata se antojó como un colosal error ya que, si bien es cierto que los protestantes esperaban los refuerzos prometidos por Oxenstierna, era de sobra conocida la pronta llegada del ejército del cardenal-infante, una fuerza demasiado poderosa como para dejar que se uniese a las tropas bávaras e imperiales. Horn y Bernardo contaban en ese momento con algo más 16.000 hombres, mientras que el ejército bávaro-imperial sumaba entre 18.000 y 20.000 hombres. Esta pequeña diferencia de hombres se vería reducida al sumarse el 28 de agosto 1.000 infantes procedentes de guarniciones cercanas bajo el mando del coronel Schaffelitzky, más unos 6.000 milicianos de Wurtemberg comandados por el coronel Liebenstein. </p><p>Durante aproximadamente una semana, lo que tardó en llegar el ejército hispánico, los protestantes gozaron de superioridad numérica y pudieron haber plantado batalla contra las fuerzas del archiduque Fernando y Matthias Gallas, pero no lo hicieron, limitándose, como se ha dicho, a librar pequeñas escaramuzas con las fuerzas de reconocimiento católicas, como los combates del día 24, en que pusieron en fuga a los jinetes croatas y lograron meter un socorro en la plaza de casi 300 mosqueteros. La decisión de no atacar a las fuerzas de asedio antes de la llegada de los hispánicos es, sin duda alguna, muy controvertida. Al igual que hiciera Francisco de Melo casi una década después en <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/01/derrota-de-rocroi_22.html" target="_blank">Rocroi</a>, permitir que el enemigo se asentase completamente en el campo de batalla se mostraría como un error decisivo. </p><p>Entre tanto, el ejército hispánico hizo su aparición en el campamento bávaro-imperial el día 3 de septiembre, ante el júbilo de los soldados por la llegada de tan inestimable ayuda. Desde el campo protestante se pudieron escuchar las celebraciones católicas. El encuentro de los dos primos, los dos Fernandos, ocurrido un día antes, fue inmortalizado por el famoso pintor de la escuela flamenca Rubens. Desde ese día ambos trabaron una gran amistad y eso contribuyó a mantener los egos y las desavenencias de los principales comandantes católicos a buen recaudo y, de esta manera, dirigir las tropas en batalla de la manera más óptima y con los mejores resultados posibles. </p><p><b>- El campo protestante y las discrepancias entre sus generales</b></p><p>Y es que Horn y Bernardo diferían en muchos aspectos tanto militares como personales. Horn era un general con grandes aptitudes operacionales, muy consciente de todo cuanto era necesario en una guerra como la que se estaba librando. Había sido mano derecha de Gustavo Adolfo, y a su muerte asumió el mando de las tropas suecas en territorio alemán. Reflexivo y cauteloso, pocas veces acometía batallas que no pudiera ganar de manera clara. Sus recelos hacia Bernardo habían ido en aumento desde la muerte del rey sueco, ya que estaba convencido de que el príncipe alemán solo cuidaba sus intereses y se aprovechaba de la alianza con Suecia para poder erigirse como amo y señor de Alemania. En la época de la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/09/batalla-de-nordlingen.html" target="_blank">batalla de Nördlingen</a>, se podía afirmar que el recelo que sentía se había convertido en odio y desprecio, como así lo confesaría en más de una ocasión a los suyos. </p><p>Por su parte Bernardo de Sajonia-Weimar era de carácter impulsivo y fanfarrón. Creía profundamente en sus capacidades militares, bastante elevadas en comparación con la mayoría de comandantes protestantes, y tenía una actitud agresiva que le había llevado a cosechar éxitos como los obtenidos en Lutzen. Sus desavenencias con Horn eran más que notorias, no dudando en menospreciarle cuando tenía ocasión, sobre todo desde que en 1633 fuera ascendido a comandante en jefe de las fuerzas protestantes. Su desmedida ambición y arrogancia le hizo creer erróneamente que podría vencer en cualquier situación, y sus discrepancias con Horn en los días previos y durante el transcurso de la batalla de Nördlingen, se antojarían decisivos en el resultado final de la misma.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7QJOPivGIXpHiV4W9f1qmj4sJYIc312it0zVjeRewlCs0-HhWCuj02EC2BgHenLHbYSCFInd5SF5PW-sJkbGwOGvlatNTvlbngebnuK4pwjoYIXd0K1jJX8WKRCxbpnH8Kt-_Ylm5q5bnUAlQsbom9nvrtQcSIM6BO-S_A_cBzK5HWVyGTtj06_-ijg/s521/Bernard_van_Saksen-Weimar_(1604-1639),_by_Michiel_van_Mierevelt.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="521" data-original-width="444" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7QJOPivGIXpHiV4W9f1qmj4sJYIc312it0zVjeRewlCs0-HhWCuj02EC2BgHenLHbYSCFInd5SF5PW-sJkbGwOGvlatNTvlbngebnuK4pwjoYIXd0K1jJX8WKRCxbpnH8Kt-_Ylm5q5bnUAlQsbom9nvrtQcSIM6BO-S_A_cBzK5HWVyGTtj06_-ijg/w341-h400/Bernard_van_Saksen-Weimar_(1604-1639),_by_Michiel_van_Mierevelt.jpg" width="341" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Bernardo de Sajonia-Weimar, por van Mierevelt</td></tr></tbody></table><p>Horn, mostrando su habitual cautela, quería esperar la llegada del conde Johann Cratz, que había servido en los ejércitos católicos hasta que, su ambición y falta de escrúpulos le llevó a ofrecer sus servicios a Bernardo. Éste llegaba con 3.400 hombres pero, lo que era más importante, el principal refuerzo llegaba en cinco o seis días y lo conducía el Rhinegrave Otto Louis de Salm, y lo formaba una fuerza de más de 6.000 hombres. Horn pensaba que si habían desaprovechado la oportunidad de atacar a los católicos antes de que el ejército hispánico se le uniera, ahora no pasaba nada si esperaban un refuerzo tan importante para recuperar la ventaja numérica, incluso aunque Nördlingen no resistiese, pues era preferible sacrificar una plaza que perder un ejército. </p><p>De la misma opinión era el segundo de Horn, el conde Johann von Vitzthum, de familia sajona con una larga tradición militar. Se hizo a las armas del lado protestante por motivos puramente económicos, siendo nombrado coronel de las fuerzas de Cristian de Dinamarca durante la Fase Danesa de la Guerra de los Treinta Años. En Breitenfeld comandó una de las temibles y míticas Brigadas Suecas, la Blanca. Su fama de hombre de trato complicado y carácter irascible estaba bien merecida, pues no perdía la ocasión nunca en demostrar su lado más cruel. Aunque era un oficial bastante competente, tendía a desoír las órdenes que se le daban y a actuar por libre. </p><p>Bernardo, en cambio, tildó la actitud de Horn directamente de cobardía. A su ya habitual impulsividad se le unía la situación de extrema necesidad que Nördlingen atravesaba. Bernardo estaba convencido de que la ciudad no podría resistir una semana, y probablemente así fuera, y por ello había que plantar batalla a la mayor brevedad posible. Finalmente fue la opción de Bernardo la que se impuso. Pero ni Bernardo ni Horn tenían una idea exacta del campo católico, ya que tanto los dragones como la caballería croata habían impedido a las fuerzas protestantes las necesarias labores de reconocimiento. Esta caballería cubría la zona norte de Nördlingen, aprovechando el curso del río Eger, cuyas orillas eran un auténtico lodazal que dificultaba cualquier movimiento. </p><p>Tampoco tenían idea de cuántos hombres traía el ejército del cardenal-infante. Se sabe que hubo noticias en el cuartel de Bernardo de que "venían en socorro del rey de Hungría cuatro o cinco mil españoles e italianos descalzos", y que ante esta información el de Weimar fanfarroneó con los suyos asegurando que se los comerían. Estas informaciones, sin duda, debieron confundir al general sajón, quien reforzó de esta forma su confianza en las posibilidades protestantes. Es muy probable que buscase una batalla en la que acabase con el ejército católico y, de paso, erradicar el mito de la imbatibilidad de los tercios. </p><p>De esta manera, y ante la inminente llegada de Cratz, simularían un movimiento de retirada hacia el oeste, hacia la ciudad de Ulm, pero en realidad virarían sorpresivamente hacia Neresheim, a poco más de 15 kilómetros al sur de su posición, donde se le unirían las fuerzas de Cratz. Bernardo estaba convencido que con esos nuevos hombres la victoria estaba a su alcance, por lo que en Neresheim los protestantes, para moverse más rápido, dejarían su bagaje custodiado por parte de las fuerzas de Wurtemberg, unos 2.000 milicianos, y desde ahí marcharían a toda prisa en dirección noreste, atravesando el bosque de Jura de Suabia, para entrar en el campo católico desde el suroeste. </p><p><b>- El campo católico</b></p><p>Como ya se ha dicho, las fuerzas bávaras de la Liga Católica y las imperiales habían caído sobre Nördlingen tras su campaña de primavera y verano, donde habían tomado Ratisbona y Donauwörth. El 3 de septiembre se unía a estas fuerzas el ejército hispánico que, en su camino de Milán a Flandes, se había desviado para socorrer la causa imperial. Antes, el día 25 de agosto, se había tomado muestra en Múnich de las tropas que traía Fernando de Austria. Iban 3.250 españoles en dos tercios, el de Idiáquez y el del conde de Fuenclara. Marchaban 4.500 napolitanos distribuidos en cuatro tercios, los de Gaspar de Toralto, Pedro de Cárdenas, el príncipe San Severo y el marqués de Torrecuso. También iban tres tercios de infantería lombarda, el de Paniguerola, el del marqués de Lunato y el del príncipe Doria, que sumaban 3.100 infantes en total, y 4.500 alemanes de los regimientos de Salm y Wurmser. </p><p>A los algo más de 15.300 infantes había que sumarles 1.080 caballos divididos en 23 compañías napolitanas y borgoñonas a las órdenes de Gerardo Gambacorta, y otras 26 compañías de caballos lombardos, napolitanos y borgoñones. A esto había que sumarle diez piezas de artillería. Esta fuerza, de por sí, constituía un temible ejército cuyo mando nominal recaía en el marqués de Leganés, un más que competente general procedente del duro teatro de operaciones de Flandes, donde se desempeñó como uno de los mejores oficiales del archiduque Alberto de Austria durante más de veinte años. Primo de Olivares, gozaba de un gran talento y visión, lo que se pudo apreciar en su prolífica carrera militar, tanto en Flandes como en Castilla, Italia o Cataluña. </p><p>El ejército del cardenal-infante se constituía ahora como el principal cuerpo en la que iba a ser la batalla de Nördlingen. Le acompañaba el ejército bávaro de la Liga, comandado por el duque Carlos de Lorena tras la muerte de Aldringen. Era un general ciertamente capacitado pero carente de prudencia y de audacia, lo que le llevó a sufrir severas derrotas ante los protestantes y los franceses. Para la batalla contaba bajo su mando con unos 3.000 infantes, destacando el Regimiento de infantería Pappenheim, y cerca de 3.000 caballos, incluyendo coraceros, dragones y los arcabuceros a caballo de Johann von Werth, uno de los oficiales más competentes del bando católico, que había destacado previamente en el ejército hispánico. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhr6R_lQTR-6pdKPAPJypj83fAwdGmSM3tYHdM1JGOHkrJYUdTY7T7ioXfP1-AGwpV159t8jSycEG9SOhmVFiXYjUoIHmInS_UB35k5aQIy59t_tgLxnwoOxkBpBz2BF_oDRE0KYS6Er2HVBDWskwWDhycvpK9YbH9w8fXarD-c3OXZNSxQOYie_bXe-g/s400/marques%20de%20leganes.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="400" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhr6R_lQTR-6pdKPAPJypj83fAwdGmSM3tYHdM1JGOHkrJYUdTY7T7ioXfP1-AGwpV159t8jSycEG9SOhmVFiXYjUoIHmInS_UB35k5aQIy59t_tgLxnwoOxkBpBz2BF_oDRE0KYS6Er2HVBDWskwWDhycvpK9YbH9w8fXarD-c3OXZNSxQOYie_bXe-g/w400-h400/marques%20de%20leganes.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Retrato del marqués de Leganés, por Gaspar Crayer</td></tr></tbody></table><p>Por último, las fuerzas imperiales estaban comandadas por Fernando de Hungría, quien contaba con 26 años de edad y poca experiencia militar, por lo que el mando nominal del ejército recaía en Matthias Gallas. Natural de Trento, en esa época región austriaca, comenzó su carrera militar al servicio de la Corona Española en el escenario de Flandes para, posteriormente, servir a las órdenes del conde de Tilly primero, y después de Wallenstein, demostrando gran capacidad. Tras la muerte de este último, asumió el mando del ejército imperial, lo que le llevó a aflorar sus inseguridades como jefe de ejército, debiendo sobrellevar el peso de la presión abusando del alcohol, lo que le llevaría a cosechar estrepitosas derrotas, principalmente en Pomerania contra las fuerzas suecas de Johan Baner. </p><p>El ejército imperial se constituía de unos 5.000 infantes y 7.000 caballos. La caballería imperial, una poderosa fuerza que se antojaría decisiva en la batalla, estaba mandada por Octavio Piccolomini, duque de Amalfi, probablemente el mejor de los oficiales imperiales. Había empezado en el oficio militar con apenas 16 años, sirviendo de piquero en una compañía española. Para la batalla de la Montaña Blanca ya mandaba una compañía de caballos bajo las órdenes del conde de Bucquoy y, a partir de ahí, su carrera fue en ascenso dadas sus magníficas dotes para el arte de la guerra. Su papel en la batalla de Lützen fue crucial para mantener a flote el ejército imperial. </p><p>Con todos los ejércitos católicos juntos en Nördlingen, no se perdió un minuto en batir las murallas de la plaza. Así, el 3 de septiembre, se empezó a batir con cuatro medios cañones y ocho culebrinas por tres partes de los muros hasta la noche, momento en se comprobó que se estaba batiendo demasiado elevado y se necesitarían escalas de al menos 20 pies de alto para salvar la falsa braga. Al día siguiente se tiró contra la falsa braga con nuevos cañones y se ofreció a la ciudad una rendición honrosa, pero ésta comenzó a hacer señales de humo para advertir lo delicado de su situación a las tropas protestantes, respondiendo los suecos con dos disparos, señal de que tardarían dos días en llegar hasta ellos y que debían resistir el máximo posible. </p><p>Esa misma tarde los sitiadores lanzaron un ataque por tres sitios distintos, dos de ellos llevados a cabo por las fuerzas españolas y borgoñonas del ejército del cardenal-infante, y la otra por los infantes del duque de Lorena. El ataque duró unas tres horas y murieron casi 500 asaltantes, no prosperando por la falta de gente de refuerzo, pues se llegó a tomar una de las torres a la altura de la batería. El día 5 se celebró consejo temprano y se decidió llenar el foso de fajinas para facilitar el asalto en el que debían participar 100 infantes del Tercio de Idiáquez, otros 100 del conde de Fuenclara, otros tantos del príncipe San Severino, del marqués de Torrecuso, y otros 600 alemanes de los regimientos de Wurmser y Salm. Los trabajos comenzaron al tiempo que la artillería proseguía su castigo contra la muralla, pero a las 11 de la mañana llegó aviso de que el enemigo se aproximaba hacia el campo católico. </p><p><b>- El encuentro de las fuerzas</b></p><p>Las fuerzas católicas se hallaban a poco más de medio kilómetro al sur de la ciudad de Nördlingen. El río Eger la bordeaba por el norte y el oeste, al este se extendía la llanura de Reis y al suroeste de ésta se hallaba una extensión boscosa conocida como Arnsberg, dentro de la denominada Jura de Suabia. Entre el Arnsberg y la llanura de Reis proliferaban los arroyos y se elevaban una serie de colinas que se extendían de sur a norte en forma de arco hasta Nördlingen. La primera de las cimas, la más meridional, era la colina del Albuch y, pegada a ella, se hallaba la de Heselberg. Desde ahí la cadena montañosa se abría paso hacia el noroeste, pasando por las cimas de Lachberg y Ländle, hasta llegar a la colina de Himmelreich, a cuyos pies se hallaba la villa de Utzmemmingen. A partir de ahí la formación se extendía suavemente hacia el sureste, hasta las inmediaciones de la ciudad. </p><p>Los protestantes aparecieron por el suroeste con la intención de tomar las colinas y ganar así la posición elevada, y cortar las comunicaciones católicas con el río Danubio. El problema, y aquí está otro de los grandes errores cometidos por Horn y Bernardo, era que nunca tuvieron información precisa del campo de batalla, ya que sus partidas de reconocimiento salieron de noche y apenas pudieron observar una de las varias cimas existentes. Además, alrededor de las 11 de la mañana fueron sorprendidos por la caballería croata, por lo que los católicos quedaron prevenidos de la llegada del enemigo. En un primer momento Gallas, que había formado el ejército, pensó que los protestantes se habían retirado, y ordenó romper la formación para almorzar. El marqués de Leganés, haciendo gala de su extraordinaria previsión, dejó varias partidas de dragones, jinetes croatas y arcabuceros a caballo al sur de Utzmemmingen.</p><p>De esta forma, pasadas las tres de la tarde, la caballería católica descubrió a la vanguardia enemiga, que marchaba en columna en perfecto orden con los suecos a la cabeza. Los aproximadamente 500 caballos católicos combatieron con una fiereza inusitada, retrasando durante más de tres horas el avance protestante hasta que, pasadas las seis de la tarde, éstos se adueñaron del bosque de Arnsberg, y las colinas más septentrionales de Himmelreich, Lachberg y Ländle. Bernardo prosiguió con su avance, por lo que el conde Juan de Cervellón, a cargo de la artillería, reforzó a sus caballos enviando 500 mosqueteros y ocupando la cima de Heselberg. Una débil lluvia dificultaba en extremo el avance sueco, que debía mover la artillería, por lo que Horn no llegó a la colina hasta pasadas las diez de la noche, con más de seis horas de retraso con respecto a Bernardo. Ahora la batalla se decidía en las cimas del Heselberg y del Albuch. </p><p></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgujaLMDiaPHkK_rujwbU8ujNhI40-X8q4ppWehQ3cS9cyqnJZESUDvjKJSHfApEX4pe2uam-BqLIsOMXnFTTY_p6nfIHKMtjFuP0ILtRmqFqIN6tsXXuWA1ttpDJ9a2d_yhZTjwzKC5yrtnOGiUiTXnANmvbMhDLWQNsZxP2Pv60-PBwZs0RYHZ6NVxA/s1416/Nordlingen%20llegada%20inicial.png" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="672" data-original-width="1416" height="190" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgujaLMDiaPHkK_rujwbU8ujNhI40-X8q4ppWehQ3cS9cyqnJZESUDvjKJSHfApEX4pe2uam-BqLIsOMXnFTTY_p6nfIHKMtjFuP0ILtRmqFqIN6tsXXuWA1ttpDJ9a2d_yhZTjwzKC5yrtnOGiUiTXnANmvbMhDLWQNsZxP2Pv60-PBwZs0RYHZ6NVxA/w400-h190/Nordlingen%20llegada%20inicial.png" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Llegada de las tropas protestantes al campo de batalla</td></tr></tbody></table><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div>El siempre atento marqués de Leganés había enviado a los regimientos de Wurmser y Salm para ocupar el Albuch a primera hora de la tarde, y levantar una serie de fortificaciones ya que sabía que la contienda se decidiría en ese punto. Horn, mientras tanto, envió unos 3.000 hombres para expulsar a los mosqueteros españoles del Heselberg, quienes, después de varias de combate, cedieron su posición y se replegaron en perfecto orden tras causar numerosas bajas en las filas suecas. Los mosqueteros españoles se adueñaron de un pequeño bosquecillo existente a los pies del Albuch. Era una fuerza de 200 mosquetes del conde de Fuenclara, y poco después otros 200 de Toralto, y 200 borgoñones, todos ellos bajo las órdenes de Francisco de Escobar, sargento mayor del Tercio de Fuenclara, a los que se unieron algunas compañías de dragones. Horn cargó contra ellos con no menos de 2.000 hombres. <p></p><p>Los españoles aprovecharon la noche para resistir el máximo tiempo posible, y no fue hasta pasadas las dos de la madrugada cuando se retirarían al Albuch, tras haber plantado los suecos 10 piezas de artillería con las que machacar el bosque que se hallaban defendiendo. Escobar y algunos de sus hombres cayeron presos de los protestantes, siendo llevado al parecer al campamento de Bernardo, que le interrogó sobre el número de hombres que traía el ejército católico, respondiendo el capitán español que eran 15.000 infantes y 3.500 caballos, ante la incrédula mirada del comandante sajón, que no acababa de dar crédito a lo que escuchaba, pues pensaba que eran muchos menos los católicos que allí se hallaban. </p><p>Cuando las españoles llegaron a la cima del Albuch, los alemanes de Wurmser y Salm, con ayuda de algunos hombres del regimiento de Leslie, habían levantado dos trincheras con forma de trébol de tres pies de altura, situando el padre Gamassa, de la Compañía de Jesús, 10 piezas de artillería para su mejor defensa. En plena madrugada ambos ejércitos celebraron consejo; en el campo católico el marqués de Leganés advirtió la debilidad de las fuerzas alemanas en el Albuch, ya que muchos eran soldados bisoños y ante una carga de la experimentada infantería sueca podrían deshacerse, por lo que el cardenal-infante autorizó el envió a la retaguardia del Tercio de Idiáquez. Por su parte, los protestantes seguían divididos entre los que apoyaban a Horn y su idea de no plantear batalla hasta la llegada del Rhinegrave, que estaba a menos de dos días de distancia y traía con él 4.000 infantes y 2.000 caballos, y los que apoyaban a Bernardo, que quería seguir combatiendo. </p><p>Finalmente se impuso Bernardo, en otro error fruto de imprudencia y arrogancia, pues los católicos dominaban el Albuch y, por tanto, el campo de batalla, y la llegada de refuerzos podría haber suplido este inconveniente. De este modo las tropas descansaron apenas dos o tres horas y al amanecer del día 6 de septiembre, los ejércitos ya estaban formados. Horn se encontraba desplegado en el ala derecha del ejército protestantes, ocupando el terreno desde el Heselberg hasta el arroyo de Rezenbach. Había formado su infantería en cinco brigadas, la de Horn, Rantzau, Pfhul, la escocesa y la de Wurtemberg, que sumaban un total de 9.000 infantes, y disponía de casi 5.000 caballos distribuidos en 19 escuadrones. Todo ello se dispuso en 4 escalones que mezclaban infantería, llevando cada brigada 6 cañones, y caballos.</p><p>En el ala izquierda protestante se encontraba Bernardo, cuya fuerza se extendía desde el Heselberg en el sur, hasta el Ländle al norte. Había dividido su infantería, compuesta de unos 8.000 hombres, en tres brigadas, la Amarilla, la de Thurn y la de Bernardo, que contaba con 18 cañones ligeros y la totalidad de los cañones pesados que llevaban. La caballería, casi 5.500 jinetes, estaba compuesta por 21 escuadrones, divididos en tres agrupaciones, más 4 de dragones. Su flanco izquierdo estaba cubierto por éstas últimas unidades y 7 escuadrones a las órdenes del brillante coronel Taupadel. Mientras que los otro 14 escuadrones estaban desplegados en el centro y sur de su formación, en segunda línea, bajo las órdenes de Carberg y Cratz respectivamente. </p><p>Mientras tanto, el campo católico estaba formado de la siguiente manera: el ala izquierda, al sur, estaba ocupada por las tropas que defendían el Albuch, bajo el mando directo del conde de Cervellón. En la cima del monte estaban desplegados en la vanguardia los alemanes de los regimientos de Wurmser y Salm, en total unos 1.500 hombres, en recompensa por los más de 30 años de servicio al rey de España que habían prestado los coroneles. Se encontraban apoyados por los regimientos de Leslie y Fugger, y por el tercio de Gaspar de Toralto, con unos 750 hombres, en sus extremos. En la retaguardia, como ya se ha dicho, se situó el Tercio de Idiáquez por si el enemigo lograba romper las líneas alemanas. La caballería, bajo el mando de La Tour y Arberg, ocupaba el extremo izquierdo, mientras que se situaron 14 piezas de artillería ligera delante de la infantería. Entre la izquierda y el centro se situaron los tercios lombardos de Paniguerola, con 800 hombres, y el de Guasco, con algo menos de 1.000 efectivos. </p><p>En el centro católico se situaron en vanguardia, justo detrás de la artillería, los tercios del conde de Fuenclara, con 1.450 infantes bisoños españoles, el de Lunato, con 1.300 infantes lombardos, y los tercios del marqués de Torrecuso y de Cárdenas, con 950 infantes italianos cada uno. Detrás de ellos se encontraban 24 compañías de infantería italiana y alemana del príncipe San Severo. Entre el Albuch y el centro de la formación se encontraba la caballería de Gerardo Gambacorta y la de Octavio Piccolomini, llevando el mando de toda la fuerza el marqués de Leganés. </p><p>En cuanto al ala derecha, ahí se concentraban las fuerzas imperiales en vanguardia, destacando el Regimiento Leib del rey de Hungría y el Regimiento Pappenheim, y por detrás algunos escuadrones de caballería. También se hallaban las fuerzas bávaras del duque de Lorena, con la infantería en vanguardia y las brigadas de caballería de Johann von Werth y Gonzaga en retaguardia, mientras que cubriendo el flanco derecho, la parte más septentrional del ejército católico, se encontraba la caballería croata. Gallas había dispuesto una batería de artillería de distintos tamaños en una elevación conocida como Stoffelberg, desde donde podía batir a las fuerzas de Bernardo. </p><p><br /></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjG_10CtLNHZyQifk81_esFE3yh8Ef4eorFEGsLOCs-ATUOdTB7pCDy2z0_i_rgsb5Y2xbu0w3BTN6L8NSt3J692gM4JDvHmrwT79FntzCtk6zAgpbWFielwnuO3C6wZuAOk5hm2S1sXzBPKSN6flZnYWHyEv-i7VQfWygP3lzekBC58cEpTk9Cs7yWTQ/s1128/Nordlingen%20desarrollo%201.png" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="671" data-original-width="1128" height="238" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjG_10CtLNHZyQifk81_esFE3yh8Ef4eorFEGsLOCs-ATUOdTB7pCDy2z0_i_rgsb5Y2xbu0w3BTN6L8NSt3J692gM4JDvHmrwT79FntzCtk6zAgpbWFielwnuO3C6wZuAOk5hm2S1sXzBPKSN6flZnYWHyEv-i7VQfWygP3lzekBC58cEpTk9Cs7yWTQ/w400-h238/Nordlingen%20desarrollo%201.png" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Despliegue de ejércitos en Nördlingen</td></tr></tbody></table><br /><p></p><p><b>- La batalla de Nördlingen</b></p><p>Sobre las 5 de la mañana la artillería sueca comenzó con el bombardeo, bajo el grito "¡Dios con nosotros!", sobre el punto donde se habría de decidir la batalla. Por su parte, la artillería católica respondió inmediatamente al fuego tras la arenga "¡Viva la Casa de Austria!". La infantería de Horn avanzó en buen orden, paso a paso sobre las posiciones de las fuerzas de Cervellón, cuyos cañones ligeros no paraban de escupir fuego. El asalto sueco fue tan fuerte que desarboló a los inexpertos alemanes de los regimientos de Wurmser y Salm, debiendo Cervellón ordenar adelantarse a la caballería de Gambacorta para evitar el desastre, que se coló por el flanco izquierdo sueco causando muchas bajas y haciendo retroceder al enemigo.</p><p>Mientras tanto, la caballería sueca, con el Leib Horn de Witzleben a la cabeza, trató de asaltar el ala izquierda hispánica adelantándose a su infantería, pero fue detenido por el fuego de mosquetería de los napolitanos de Toralto. Por si fuera poco, la caballería de La Tour y Arberg penetró por el flanco derecho enemigo y cortó su comunicación con la infantería que traía Johann von Vitzthum, compuesta por las brigadas de Pfuhl y de escoceses. Este error de Witzleben de adelantarse en extremo y acudir a la pelea sin el apoyo de los infantes fue determinante en el extremo sur del campo de batalla, y solo la aparición de la caballería de Wrangel le salvó del completo desastre. Recompuestos los caballos suecos, se unieron a los infantes de Vitzthum para arremeter contra las recientemente restablecidas posiciones de Wurmser y Salm. </p><p>En la carga que siguió los bisoños alemanes se deshicieron ante el experimentado ejército sueco, a pesar de la heroica resistencia mostrada por los coroneles Wurmser y Salm, que murieron en sus puestos tal y como correspondía a militares de su talla. Cervellón, viendo la desbandada y el serio peligro que corrían los hombres de Toralto, ordenó el avance del Tercio de Idiáquez, el cual vio seriamente dificultados sus movimientos por la estampida de los alemanes. Uno de los aprovisionamientos de pólvora que los alemanes tenían en el Albuch estalló, dando tiempo así a que los españoles pudieran llegar a la cima y batirse con las fuerzas suecas. Los españoles demostraron el por qué de su dominio militar en los campos de Europa, expulsando sin demasiadas complicaciones a los suecos. </p><p>Reorganizadas las fuerzas italianas y españolas sobre el Albuch, aguantaron sin muchos problemas el contraataque sueco. Eran poco más de las 6 de la mañana y Horn decidió atacar las posiciones donde se encontraban los hombres de Toralto, por lo que Leganés y Cervellón enviaron dos mangas de mosqueteros de los tercios de Cárdenas y de Torrecuso, así como 1.000 caballos bajo las órdenes de Piccolomini. Al mismo tiempo los suecos habían plantado abundante artillería en un bosquecillo a las faldas del Hesselberg con la que causaban no poco daño. Horn ordenó un nuevo ataque, esta vez con las brigadas de Horn y de Ranztau, mientras reforzaba las maltrechas brigadas de Pfuhl y de escoceses para lanzar un ataque sostenido. </p><p>Los suecos volvieron a estrellarse contra el sólido muro de picas españolas y Horn, convencido de que antes o después los infantes de Idiáquez cederían, ordenó un nuevo ataque de las brigadas escocesa y de Pfuhl, acompañadas por la de Wurtemberg, y la caballería de Cratz y de Witzleben. El ataque fue nuevamente rechazado, quedando herido Gambacorta, cuyos hombres consiguieron arrebatar al enemigo tres estandartes. El marqués de Leganés, viendo que la obstinación de Horn no llegaba a su fin, envió otros 1.000 mosqueteros más al Albuch, y ordenó a los tercios lombardos de Paniguerola y Guasco que ocupasen la falda norte de la colina. </p><p>Un nuevo ataque lanzaron los suecos, esta vez con lo mejor que tenían entre sus filas, escogidos hombres de los famosos regimientos Negro y Azul, con toda la caballería disponible. Los hombres de Idiáquez y de Toralto volvieron a rechazar la embestida, muriendo el sargento mayor Diego de Bustos y cayendo heridos los capitanes Losada y Negrete. A eso de las 7:30 de la mañana los combates seguían en el Albuch mientras que en el extremo norte las fuerzas imperiales y de Bernardo se dedicaban a intercambiar fuego de artillería. Alguna escaramuza sin demasiada importancia se vio cuando la caballería croata se adelantó tratando de desordenar el flanco izquierdo del de Weimar, saltando inmediatamente los dragones de Taupadel a su encuentro.</p><p>En el sur del campo de batalla, donde se jugaban los cuartos de verdad, Horn insistía, esta vez obviando la posición de Idiáquez, que era un muro insalvable, y centrando sus esfuerzos en los napolitanos de Toralto. Pero los refuerzos enviados por el marqués de Leganés habían llegado y el ataque obtuvo el mismo el resultado que en las anteriores ocasiones. Horn, desesperado, había enviado mensaje urgente a Bernardo para que este moviera sus fuerzas en su ayuda. Bernardo envió a Thurn al frente de su brigada y la Brigada Amarilla, que llevaban unos 3.400 hombres que se pusieron en marcha desde el Lachberg pasadas las 8 de la mañana. </p><p>La táctica de Thurn consistió en lanzarse contra el flanco derecho de las fuerzas en el Albuch, creyendo que los regimientos de Leslie y Fugger se desharían como habían hecho los de Wurmser y Salm. A pesar de la abrumadora superioridad numérica protestante en el ataque, los alemanes aguantaron de manera brillante bajo las arengas del coronel irlandés Leslie. Thurn pecó de exceso de confianza, atacando sin esperar a la caballería, y el resultado fue desastroso para él; en apenas unos minutos se vio atrapado entre el fuego de los alemanes y el acoso de la caballería de Gambacorta y Piccolomini. Horn, temiendo que la infantería de Thurn fuera aplastada y su flanco quedase expuesto, mandó los 4.000 caballos que tenía disponibles para parar a la caballería católica. Los famosos jinetes suecos sufrieron una derrota sin paliativos, todo ello a pesar de contar con más de 1.000 caballos más que sus homólogos católicos. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZ0AlApsDyUgEcLj_tfHfZuwCCZ2tFDtVmQ2nS0Z1G87fOPgewRUxL_VDn_gWnJT2XkY5wbKHfOxijtoKL9aDYmd6TKOAIhyetagMnI5I70apvnycrpjqR5ujwn5qWdTNHTqgduyK46AFGKZVjt9YssGHQFJ7Mk-q8CFuvV9y3eiuyA0fnxpY_NZK6zg/s510/N%C3%B6rdlingen%20caballer%C3%ADa%20en%20combate.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="349" data-original-width="510" height="274" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZ0AlApsDyUgEcLj_tfHfZuwCCZ2tFDtVmQ2nS0Z1G87fOPgewRUxL_VDn_gWnJT2XkY5wbKHfOxijtoKL9aDYmd6TKOAIhyetagMnI5I70apvnycrpjqR5ujwn5qWdTNHTqgduyK46AFGKZVjt9YssGHQFJ7Mk-q8CFuvV9y3eiuyA0fnxpY_NZK6zg/w400-h274/N%C3%B6rdlingen%20caballer%C3%ADa%20en%20combate.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Nördlingen. Caballería en combate</td></tr></tbody></table><p>Cuatro horas de combates se llevaban cuando Bernardo se decidió a actuar; envió a su caballería, unos 2.000 jinetes mandados por Cratz y Carberg, contra el hueco entre las posiciones de Gallas y del duque de Lorena. Sin apoyo de la infantería, la caballería weimariana, a pesar de ser una de las mejores del mundo, poco podía hacer ante las bien organizadas líneas de infantería imperial, cuyo fuego de mosquetería resultó demoledor. Por si no fuera suficiente, la caballería imperial de Werth y Gonzaga pasó a la acción, lanzándose entre las desordenadas filas de caballos protestantes, que además fueron emboscados por unas mangas de mosqueteros que se habían situado en una pequeña arboleda situada a la izquierda de la caballería weimariana. Cratz trató de recomponerse pero el impetuoso Werth, y la aparición de la caballería croata evitó que continuase en batalla. </p><p>Eran casi las 10 de la mañana y en el Albuch Horn seguía enviando oleadas de infantes y jinetes para tratar de tomar la cima, pero los tercios lombardos de Paniguerola y Guasco habían llegado formando un único batallón, y Toralto había llevado junto a varios de sus hombres diversas piezas de artillería. La cima del Albuch era un fortín inexpugnable y los ataques suecos resultaban inútiles. En los combates siguientes falleció el conde de Paniguerola y quedó herido Guasco, mandando la formación el saregnto mayor de éste último, Juan de Orozco. El duque de Lorena movilizó el resto de su infantería organizada en dos batallones, casi toda su caballería y 2 cañones, para envolver la posición de Thurn, que llevaba hora y media combatiendo y sufriendo terribles bajas. Ante la flojedad de los ataques enemigos, el sargento mayor Orozco, que dirigía a los infantes lombardos, bajó con varias mangas de mosqueteros al bosque a los pies del Heselberg para acabar con la amenaza que constituía la artillería sueca emplazada en él. </p><p>Los defensores del Albuch perdieron la cuenta de los ataques que debieron soportar. Algunos cronistas hablan de hasta quince. Sea como sea, el cardenal-infante ordenó a Cervellón que los tercios descendieran la colina y acabaran con lo que quedaba del ejército protestante. Dicho y hecho. Los tercios de Idiáquez y Toralto desplegaron sus banderas y empezaron la marcha al son de sus tambores poco antes del mediodía. Horn, que había dejado su puesto para informar a Bernardo del desastre, insistía en retirarse en el mejor orden posible, pero el de Weimar se decantaba por mantener sus posiciones en el Lachberg y el Heselberg, algo del todo improbable, más aún cuando Gallas envió su caballería contra las maltrechas fuerzas Cratz. Los dos regimientos imperiales, junto con 4 compañías de caballos y 400 mosquetes del Tercio de Fuenclara rodearon el bosque que acababa de tomar el sargento mayor Orozco.</p><p>Las fuerzas de Cratz fueron diezmadas, cayendo el propio comandante preso, mientras que el duque de Lorena tomó el estandarte de Bernardo de Weimar. La derecha protestante trataba de cruzar el Retzenbach por la villa de Ederheim, con Pfuhl a la cabeza y Horn tratando de salvar la artillería. Pero Cervellón no se lo iba poner fácil, y envió varias compañías de coraceros bávaros junto con algunos croatas y los caballos de Gambacorta, a hostigar al enemigo. Las brigadas de Thurn, Rantzau, Wurtemberg y la amarilla, se llevaron el peor castigo, perdiendo entre el 70 y el 80 por ciento de sus fuerzas. Horn cayó prisionero y los católicos se apoderaron del tren de artillería sueco. No obstante, no se detuvo ahí la persecución, sino que continuó toda la tarde, la noche, y el día siguiente, convirtiéndose en una matanza en toda regla. </p><p>Los croatas y 14 compañías de Werth, en vanguardia, llegaron a Neresheim y se hicieron con todo el bagaje tras matar o poner en fuga a los 2.000 wurtemburgueses que lo custodiaban. Las bajas en el campo protestante fueron terribles; durante la batalla se contaron 8.000 muertos, a los que hay que unir los causados durante la persecución, que oscilan entre 2.000 y 9.000 muertos más, fundamentalmente por la caballería de Werth y la croata. Se capturaron 457 banderas y cornetas, reclamando 280 los imperiales, 125 los bávaros, fundamentalmente en las persecuciones posteriores a la batalla, y 52 los españoles, ganadas en la cima del Albuch. Además de Horn y Cratz, también cayeron presos el general Rosten y nueve coroneles protestantes. Bernardo escapó con lo poco que le quedaba de sus hombres hacia Alsacia. </p><p>Las fuerzas católicas hubieron de lamentar entre 600 y 1.500 muertos, incluyendo seis coroneles, según las fuentes consultadas, y unos 2.000 heridos. Toda una proeza dada la experiencia, calidad y capacidad del ejército que tenía delante. Proeza que recayó fundamentalmente en el ejército del cardenal-infante que, como cuentan las crónicas "si no hubiera llegado a tiempo, el enemigo hubiera roto al Rey de Hungría, se hubiera perdido la Casa de Austria en Alemania y la religión católica se desterrara de ella", llegando a afirmar que "se podía decir lo de Julio César, Veni, Vidi, Vinci: llegó el sábado 2 de septiembre, el 3 y 4 vio, y el 5 y 6 venció". </p><p><b>- Las claves de la victoria católica</b></p><p>Sin duda alguna la clave principal se encuentra en el Albuch. Esa colina fue testigo del grueso de la batalla y del destino de ambos ejércitos. Por ello es menester reseñar a las fuerzas que la guardaron de ser tomada por los protestantes. Sin el aguante sobre humano de los tercios de Idiáquez, principalmente, y de Toralto, la cima hubiera sido tomada por la poderosa infantería y caballería sueca. Pero no fue así, los infantes españoles recuperaron la cima cuando los bisoños alemanes de Wurmser y Salm cedieron tras la muerte de sus respectivos coroneles. Lograron repeler uno por uno todos los ataques durante más de seis horas, algunos de ellos terroríficos, a los que les sometieron las fuerzas protestantes, que emplearon en ellos a la élite de sus tropas, no lo olvidemos. Para ello, Idiáquez instruyó a sus hombres en la técnica de aguantar firmes hasta escuchar las detonaciones de los mosquetes enemigos para, agacharse, levantarse, y lanzar todo el fuego disponible y, una vez superado el mosquete, constituirse en un muro infranqueable de picas. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgszGH9xEcA4BvjCF7LDhgHlSf-P-YI4N0M09APMhmnxkqJ5f4WzaQ_VqDnJnkZhXZOGO5GMHatlST3l5GpMEGM56I8sTAfIil5ajlHzjJlvcmtYZbWcohnm1SvR31K8pO59b4g6LhhgfHlELi1gl92mklrEkKOaQMRuWoDBJTGa9EF-6HxW6k6UeV-ow/s696/Nordlingen%20Ferre%20Clauzel%20Idiaquez-696x388.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="388" data-original-width="696" height="223" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgszGH9xEcA4BvjCF7LDhgHlSf-P-YI4N0M09APMhmnxkqJ5f4WzaQ_VqDnJnkZhXZOGO5GMHatlST3l5GpMEGM56I8sTAfIil5ajlHzjJlvcmtYZbWcohnm1SvR31K8pO59b4g6LhhgfHlELi1gl92mklrEkKOaQMRuWoDBJTGa9EF-6HxW6k6UeV-ow/w400-h223/Nordlingen%20Ferre%20Clauzel%20Idiaquez-696x388.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Nördlingen. Infantes del Tercio de Idiáquez. Por Ferre Clauzel</td></tr></tbody></table><p>De igual manera es necesario destacar dos claves fundamentales que tienen lugar en los días anteriores a la batalla. En primer lugar la negativa a combatir cuando los tres ejércitos católicos aún no se hallaban juntos. Este punto es muy importante porque a finales de agosto Horn y Bernardo recibieron el refuerzo de unos 7.000 hombres, con los que gozaron durante días de superioridad numérica hasta la llegada del cardenal-infante. Poco se entiende de esa decisión, tomada en conjunto por ambos comandantes, por lo que no se pueden alegar las discrepancias que posteriormente surgirían en el mando protestante. En segundo lugar hay que reseñar como otra de las claves que decidieron los acontecimientos de Nördlingen, precisamente la acción contraria a los días previos, esta vez con el voto en contra de Horn que, juzgando con prudencia y acierto, reclamaba esperar la llegada del Rhinegrave y su fuerza de más de 6.000 hombres. En cambio, la arrogancia de Bernardo se impuso y los protestantes corrieron a enfrentarse a un ejército superior en número y, sobre todo, en el que había auténticas fuerzas de élite como las hispánicas, contras las que no se habían enfrentado hasta la fecha. </p><p>Cometidos estos dos errores, la siguiente clave responde a cuestiones puramente personales de los mandos protestantes. Las desavenencias entre Horn y Bernardo se antojaban en este punto insalvables. Horn, herido en su orgullo al ser acusado abiertamente de cobardía en pleno consejo de guerra por el de Weimar, subestimó a un rival que no conocía, y en unas condiciones que no le eran favorables. Para empezar, apenas tenía información del terreno en el que iba a combatir, ni del número y composición de las fuerzas que tenía enfrente. En esas circunstancias un hombre de la cautela de Horn jamás se habría lanzado a la batalla, pero era su honor lo que estaba en juego, y la rivalidad con Bernardo se había convertido en un ciego odio que podía llevar a cometer imprudencias que, en cualquier otra situación, nunca habría cometido. </p><p>En este contexto, Bernardo avanzó mucho más rápido de lo que Horn podía seguirle, y la lucha por las colinas que dominaban el campo de batalla, a pesar de tener el control de varias de ellas, la acabaron ganando las fuerzas del cardenal-infante, que se esmeraron en retrasar con muy pocos hombres el avance protestante lo máximo posible, dando tiempo así a tomar la vital colina del Albuch, en la que a la postre se decidiría la batalla de Nördlingen. Nuevamente las desavenencias y falta de comunicación de los comandantes protestantes propiciaron estos hechos. </p><p>La obcecación en tomar el Albuch, poniendo en juego lo mejor de sus fuerzas, fue otra de las claves, la cual tiene mucho que ver con la anteriormente destacadas. En realidad la única oportunidad que tuvo el mariscal sueco durante la batalla fue durante la desbandada de los alemanes donde, de haber enviado refuerzos a Vitzthum, lo mismo hubieran podido rechazar el contraataque español. Pero no sucedió así, y una vez tomada la cima por los infantes españoles, arropados por los napolitanos de Toralto, las posibilidades de vencer en el Albuch se disiparon para Horn, más aún ante la buena organización y mando empleados por los generales católicos que, bajo la atenta mirada de los Fernandos, cooperaron de manera extraordinaria. </p><p>Ni que decir tiene que la "ausencia" de Bernardo en la batalla fue otra de las claves, aunque quizás con menos importancia que las anteriores, pues difícilmente podría haber rebasado las líneas de Matthias Gallas y del duque de Lorena. Su inacción se sintió más en el ala sueca, donde se jugaba la partida, ya que tardó nada más y nada menos que tres horas en enviar los tan necesarios refuerzos a Horn. Por si fuera poco, Thurn en vez de apoyar las cargas suecas, se lanzó contra la cara norte del Albuch, donde estaban las tropas frescas de Leslie y Fugger, las cuales, a pesar de tener la mitad de hombres que la brigada de Thurn, se emplazaban en una posición dominante y además contaron con el apoyo de la caballería. </p><p>A los desatinos protestantes también hay que sumarle el acierto y el buen hacer de los católicos, no obstante, la organización que demostraron fue una de las claves de la batalla. Leganés, Cervellón, Lorena y Gallas se coordinaron de manera extraordinaria, marcando a su antojo cada fase de la batalla, enviando refuerzos donde se necesitaban, y lanzando ataques en los momentos precisos. Si se ha destacado la heroica resistencia de los tercios de Idiáquez y de Toralto, no es por menos señalar la sobresaliente actuación de la caballería de Piccolomini y, sobre todo, de Gambacorta, que resultó herido en varias ocasiones y aún así siguió combatiendo. Sus hombres se destacaron desde el primer momento de los combates, y aparecieron en cualquiera de los escenarios en los que la infantería se veía en apuros. </p><p>Cervellón y Leganés mostraron su buen hacer y sus capacidades tácticas, moviendo sus fuerzas como si de un ballet se tratase. Formidable es su entendimiento de todo lo que acontecía en el campo de batalla, cómo se adelantaron a los acontecimientos, debilitando el centro y el ala derecha para reforzar progresivamente el extremo sur, donde los suecos habían puesto toda la carne en el asador, entendiendo que Bernardo jugaba un papel residual en la contienda. Contuvieron cualquier acometida enemiga por su flanco más meridional, y evitaron la unión de las potentes fuerzas de Thurn con las brigadas suecas. Advirtieron el peligro que constituía el bosquecillo a los pies del Heselberg, donde los suecos tenían plantada su artillería, y envolvieron la retaguardia sueca adueñándose de tan vital punto. Y, por último y no menos importante, cuando percibieron la falta de energía en los últimos acometimientos del enemigo, lanzaron las fuerzas que habían estado durante más de 6 horas combatiendo, poniendo en fuga al que se tenía por el mejor ejército del momento en Europa. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmhbHAv6KrWEuhCFcYSkctTJU1RCx5TsxnaTr04fbwD8PYFFCpB2qWmD12J35aIYHXBWDlKB9or9NvrWHyD-mkPkm2J8FqqUlKkyymFWNJ8HDicstmdCNK9v6ycIjy7FQtfL2CfSFf7M_oSPu5zn2jfsFJDhV8LqtvwWr53oc7PNbOcBVktod6EbYclw/s1600/Nordlingen%20Jan_van_der_Hoecke_-_The_Battle_of_N%C3%B6rdlingen,_1634.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1114" data-original-width="1600" height="279" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmhbHAv6KrWEuhCFcYSkctTJU1RCx5TsxnaTr04fbwD8PYFFCpB2qWmD12J35aIYHXBWDlKB9or9NvrWHyD-mkPkm2J8FqqUlKkyymFWNJ8HDicstmdCNK9v6ycIjy7FQtfL2CfSFf7M_oSPu5zn2jfsFJDhV8LqtvwWr53oc7PNbOcBVktod6EbYclw/w400-h279/Nordlingen%20Jan_van_der_Hoecke_-_The_Battle_of_N%C3%B6rdlingen,_1634.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Batalla de Nördlingen. Jan van der Hoecke</td></tr></tbody></table><br /><p><b>- Consecuencias de la victoria de Nördlingen</b></p><p>La inmediata consecuencia tras la victoria católica fue, como no podía ser de otra forma, la capitulación de Nördlingen, a la que los católicos le ofrecieron una buena rendición. La ciudad no tenía ningún interés estratégico, por lo que carecía de importancia, lo que hace más inexplicable el "suicidio" protestante frente a sus muros. Bernardo y Horn apostaron sus fuerzas contra un poderoso poderoso contingente católico, que esta vez contaba nada menos que con veteranos tercios españoles e italianos entre sus filas. De poco le sirvieron sus no tan innovadoras tácticas contra la veteranía y buen hacer del todavía insuperable ejército hispánico. El resultado es de sobra conocido. Pero las consecuencias de la aplastante derrota sufrida por los protestantes no quedaron ahí. </p><p>El poder sueco quedó completamente en entredicho, y el mito de su invencibilidad se desvaneció, con la consecuente pérdida de confianza de sus aliados alemanes. Los imperiales recuperaban la iniciativa perdida en la guerra tras la llegada a Alemania de las fuerzas de Gustavo Adolfo, y la paz parecía estar más cerca que nunca. No perdieron el tiempo los católicos: ciudades como Nuremberg, Stuttgart, Espira, Phillipsburg, Maguncia o incluso la propia Heilbronn, donde Bernardo se había reunido con Oxenstierna cuando escapó de Nördlingen, se entregaron al emperador. Las posiciones suecas se desmoronaron por completo en el sur de Alemania, debiendo improvisar una línea defensiva al norte del río Meno. El duque de Lorena se hizo con el Bajo Palatinado mientras los imperiales se expandieron hacia el oeste y el cardenal-infante completó su viaje a Bruselas no sin antes poner en orden algunas ciudades rebeldes. </p><p>Los príncipes alemanes aliados de Suecia pronto comenzaron a abandonarla. Los miembros de la Liga de Heilbronn solicitaron, a espaldas de los suecos, la intervención de Francia, que tantos años llevaba ayudando a la causa protestante con importantes sumas de dinero. Oxenstierna convocó a la Liga en Worms el 2 de diciembre de ese año con un resultado desolador; prácticamente nadie quería seguir al lado de los suecos. Algunos, como Bernardo, se ofrecieron directamente a Francia, mientras que otros como Hesse-Darmstadt y Sajonia abogaban abiertamente por la paz con el emperador. Oxenstierna, completamente abatido, escribía a Johann Baner: "no quiero seguir luchando, sino dejarme llevar a donde me lleve la marea... somos odiados, envidiados y hostigados". </p><p>Las concesiones en materia religiosa, política y territorial que realizó el emperador, sirvieron para atraerse a su bando a Sajonia, representada por el moderado Juan Jorge, y también a Brunswick. La coalición protestante moriría en 1635, tras los acuerdos alcanzados en la Paz de Praga, el 30 de mayo. Apenas una semana antes, el 21, Francia declaraba la guerra a España bajo el pretexto del envío de un contingente español para apresar a Phillip Christoph von Sötern, elector de Tréveris, después de que éste se echara en brazos franceses. Aunque la realidad era que Francia sentía que era la hora de ocupar el lugar que la Casa de Austria ocupaba en Europa. El emperador había recuperado momentáneamente la autoridad en Alemania, pero en realidad una nueva contienda iba a estallar y se estaban creando dos nuevas coaliciones: Baviera y Sajonia irían de la mano de España y el emperador, mientras que Hesse y Suecia se unirían a Francia y Holanda. </p><p><br /></p><p><b>Bibliografía:</b></p><p>- <i>Batallas de la Guerra de los Treinta Años </i>(William P. Guthrie)</p><p>- <i>La Guerra de los Treinta Años. Una tragedia europea </i>(Peter H. Wilson)</p><p><i>-El Memorable y Glorioso Viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria </i>(Diego de Aedo y Gallart)</p><p><i>- Oxenstierna in Germany </i>(Michael Roberts)</p><p><i>- Con Balas de Plata I. 1631-1640 </i>(Antonio Gómez)</p><p>- <i>La Guerra de los Treinta Años </i>(Geoffrey Parker)</p><p>- <i>Gustavus Adolphus and the struggle of protestantism for existence </i>(Charles R. L. Fletcher)</p><p>- <i>Estudios del Reinado de Felipe IV </i>(Antonio Cánovas del Castillo)</p><p>-<i> El ejército español en la Guerra de los Treinta Años </i>(Pablo Martínez Gómez)</p><p>- <i>De Nördlingen a Honnecourt. Los tercios españoles del cardenal infante </i>(Julio Albi)</p><p>- <i>De Pavía a Rocroi </i>(Julio Albi)</p><p><br /></p><p> </p><p><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><p></p><p><br /></p><br /><br /><br />Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-82445064135422683482022-03-16T14:13:00.003-07:002022-03-16T14:13:37.785-07:00El Socorro español de Irlanda. La campaña de Kinsale (Parte II)<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhn9b6vqLqUljrLHpDUiCXvx-rEyLwcZfh2CP4R-rEjCnmtkW5fj7cEZdtaTSVU7Lk0pPehohfBn1V3QulxVlG-iA-RKt9FopJ_woJZ7_u5Zpnd19t11_k3ho_2jQinYB7HcJcrSvvWw3qKk38YAQiFXuIpjREBjcvFPbWGJ4MpARkEzcg4449euW_3vw=s578" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="502" data-original-width="578" height="348" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhn9b6vqLqUljrLHpDUiCXvx-rEyLwcZfh2CP4R-rEjCnmtkW5fj7cEZdtaTSVU7Lk0pPehohfBn1V3QulxVlG-iA-RKt9FopJ_woJZ7_u5Zpnd19t11_k3ho_2jQinYB7HcJcrSvvWw3qKk38YAQiFXuIpjREBjcvFPbWGJ4MpARkEzcg4449euW_3vw=w400-h348" width="400" /></a></div><br /><p></p><p>El 18 de septiembre de 1601 zarpaba la flota hispana, bajo el mando del almirante general Diego Brochero, desde el puerto de Lisboa con dirección a Irlanda. Como ya se ha indicado, la elección del punto de desembarco sería un tema a tratar durante la propia travesía marítima, lo cual da una idea de cierta improvisación y falta de preparación. De esta manera la responsabilidad del lugar más idóneo donde desembarcar las tropas quedaría a voluntad del maestre de campo <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2019/12/guerreros-juan-del-aguila.html" target="_blank">Juan del Águila</a>.</p><p>Las instrucciones del socorro dadas el 8 de agosto de 1601 en Valladolid por el valido de Felipe III, el duque de Lerma, a Esteban Ibarra reflejan esta falta de organización: "y porque de aquí no se puede dar regla ni orden cierta de la parte y puerto donde sea mejor desembarcar la gente, manda Su Magestad que se remita esto a don Juan del Águila y a don Diego Brochero, dando al primero el principal lugar de elegir, pues lleva a su cargo el efecto que se ha de hazer, y a entrambos tan claras y preçisas órdenes de lo que cada uno toca, que no les quede ningun lugar de competençia por el impedimento y daño que estas cosas suelen causar en semejantes ocassiones". </p><p>La cuestión de la zona de desembarco no era, pues, un tema baladí. Mucho se discutió durante la travesía cuál era el lugar más idóneo. Galway, al oeste de la isla, o Donegal, al noroeste, eran los lugares a priori más interesantes para desembarcar las tropas, pues era donde estaban concentrados los ejércitos irlandeses, sobre todo en Donegal, en el Ulster, donde las tropas de Hugh O´Neill estaban concentradas, lejos del peligro de los ingleses. Se produjeron discusiones entre el maestre del Águila y fray Mateo de Oviedo, que era de la opinión de desembarcar en el Ulster. Sin embargo, las costas del norte de Irlanda no eran del todo conocidas, además de ser difícilmente accesibles. También estaba el problema de que un desembarco en esa región, podría suponer serios problemas a la hora de mover la artillería, dada la orografía del terreno. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>Pero ese no era el único problema que tendrían los españoles. A la altura de la isla de Ouessant, a poco más de 20 kilómetros al oeste de la costa de la Bretaña francesa, un fuerte temporal se cebó con la flota hispánica. 2 galeones, la almirante <i>San Felipe </i>del segundo al mando de la flota, Pedro de Zubiaur, y el <i>San Pedro, </i>el buque de mayor tonelaje, junto con 7 urcas, se separaban del grupo, lo que provocaría que casi 1.100 soldados del maestre Antonio Centeno no pudieran desembarcar en Irlanda, lo que suponía aproximadamente el veinte por ciento de las fuerzas del socorro español. Tras este varapalo la elección de un puerto en el sur era la más lógica, descartando de este modo el Ulster y Connaught. </p><p>Así, cuando el 1 de octubre la flota se encontraba ya frente a las costas de Cork, en el sur de Irlanda, Juan del Águila decidió desembarcar en el puerto de Kinsale, por encontrarse éste pobremente protegido por una pequeña guarnición inglesa. Ésta huyó de manera inmediata en cuanto las tropas españolas comenzaron el desembarco el 2 de octubre, refugiándose en Cork. El maestre de campo no optó por un desembarco directo en Cork ya que representaba problemas importantes. Los españoles deberían enfrentarse a la artillería que cubría la entrada al puerto desde el este, en Roches Point, y el oeste, en Crosshaven, y además a las defensas que se encontraban en Great Island, la isla que cerraba el paso al río Douglas. </p><p>De esta forma los hombres de Juan del Águila desembarcaron en Kinsale y, tras poner en fuga a la guarnición inglesa, Diego Brochero regresó a España con la intención de embarcar más hombres para reforzar el socorro, ya que la posición de Kinsale era muy delicada, alejada de las fuerzas irlandesas y a merced de ser rodeada por los ingleses. Inmediatamente el maestre de campo español hizo un llamamiento a la población irlandesa para que se uniera a ellos y se rebelara contra la tiranía inglesa, consciente de que con el reducido número de soldados que conducía no podría plantar cara a los soldados de Isabel I. A pesar de las arengas del maestre apenas se despertó el entusiasmo entre la población, dada la precaria situación de los españoles y el poco número de hombres que componía el tan ansiado socorro.</p><p>Debido a esto, Del Águila decidió hacerse fuerte en Kinsale, a la espera de que los refuerzos que la flota de Brochero había ido a buscar llegasen pronto, al igual que las tropas de O´Neill y de O´Donnell, que ya estaban puestas sobre aviso. Pero lo cierto es que Kinsale no era una posición buena desde el punto de vista defensivo. Kinsale se situaba en la desembocadura del río Bandon, pero carecía de obstáculos naturales y construcciones que sirvieran de protección en caso de un hipotético asalto sobre la posición. A esto había que sumarle, tal y como señala Oscar Recio Morales, que la tropa que llevaba Del Águila no era precisamente la mejor; muchos de los infantes eran bisoños, debiendo ejercitarse diariamente en el manejo de las armas dada su inexperiencia. </p><p>El maestre español ordenó construir dos fuertes en ambos márgenes del río: Ringcurram y Castle Park, con la esperanza de frenar lo suficiente al enemigo hasta que llegaran refuerzos. Las semanas pasaban y los ejércitos irlandeses no llegaban, lo que unido al cerco que los ingleses iban estableciendo sobre Kinsale, y la escasez de víveres y las enfermedades que se extendían, desmoralizaba a las tropas sobremanera. El campamento enemigo se hallaba a poco más de un kilómetro al noreste de la posición española. A los 4.000 ingleses bajo el mando del conde de Toutnes que llegaron en los primeros días desde el desembarco de las fuerzas de socorro, se le unieron algo más de 6.000 infantes y 500 caballos bajo el mando del del barón de Mountjoy. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgYPCUJIEm0_B1-E49_FnwzoCOfoEDyrNTUNDxt4fiVacLj8KL6p2SS1hR-R1GgRXEivTr8vhX733EUR7w6CuYmXabb7eowiKdTrF0-kLE_GqOXbmeI8G3-RlC2tkDw2NGP6jKrnmyQV7GlcL0jRAM5uptrNuaSQncxR-JuTdJox9esfjFCsPDsFsjK5A=s261" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="193" data-original-width="261" height="296" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgYPCUJIEm0_B1-E49_FnwzoCOfoEDyrNTUNDxt4fiVacLj8KL6p2SS1hR-R1GgRXEivTr8vhX733EUR7w6CuYmXabb7eowiKdTrF0-kLE_GqOXbmeI8G3-RlC2tkDw2NGP6jKrnmyQV7GlcL0jRAM5uptrNuaSQncxR-JuTdJox9esfjFCsPDsFsjK5A=w400-h296" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Plano de época de Kinsale</td></tr></tbody></table><p>Poco tiempo tardaron los ingleses en probar las defensas españolas que habían construido en Kinsale. El capitán inglés Richard Smyth, al mando de 2.000 soldados, se lanzó contra el baluarte exterior de Ringcurram, pudiendo tomarlo al asalto y haciendo replegarse a los españoles. Pero los asediados resistirían a pesar de los constantes ataques enemigos y la escasez de provisiones. Fue tal la tenacidad de los defensores españoles, que el propio barón de Mountjoy les ofreció una honrosa capitulación para tratar de convencer a Del Águila y los suyos de que depusieran las armas y abandonaran la lucha. Ni que decir tiene que ni siquiera se tuvo en consideración tal propuesta. </p><p>Por si fuera poco el invierno entraba con dureza y la situación tornaba cada vez más desesperada; el frío, las intensas lluvias y la cada vez más preocupantes escasez de alimentos mermaban las fuerzas hispánicas. Mientras esto ocurría, desde España se preparaban los refuerzos que se habrían de enviar a Del Águila. El 7 de diciembre partía desde el puerto de La Coruña una escuadra con 10 buques al mando de Pedro de Zubiaur. El general español llevaba consigo algo menos de 1.000 soldados bajo el mando del capitán Ocampo. Al igual que ocurriese con la primera flota, el temporal provocó que tan solo llegaran a Irlanda seis de las diez naves y, para colmo, una flota inglesa al mando de Richard Levinson bloqueaba la entrada al puerto de Kinsale. </p><p>Las naves de Zubiaur además se perdieron entre la espesa niebla reinante en esos momentos, por lo que finalmente el desembarco se produjo el 11 de diciembre en Castlehaven, a algo más de 70 kilómetros al oeste de Kinsale, por lo que el contacto con las tropas de Del Águila era ciertamente improbable, como así se lo comunicó Dermice O´Driscoll, señor de Castlehaven, quien les entregó el castillo de Baltimore y el de Berehaven, donde rápidamente se instalaron un centenar de hombres y varias piezas de artillería. No tardaron los ingleses, sabedores de la llegada de una nueva escuadra, en enviar barios buques para asediar el nuevo punto de desembarco español. </p><p>De esta manera siete buques ingleses sitiaron a las tropas españolas de Castlehaven por mar el día 16 de diciembre. Poco después se entabló combate entre los dos pequeños buques españoles, de 200 toneladas cada uno, y las naves inglesas, la mayoría de 600 toneladas, con un resultado agridulce para el bando hispánico pues, a pesar de que lograron impedir la entrada de la escuadra enemiga en el puerto, ésta hundió uno de sus buques. Una vez repelido el ataque naval, era necesario contactar con las fuerzas sitiadas en Kinsale por cerca de 12.000 ingleses, asentados en una docena de campamentos fortificados que rodeaban la posición española. </p><p>El capitán Pedro López de Soto, junto a 200 infantes, trató de entrar en Kinsale, mientras que desde el norte, los 5.500 hombres que componían el ejército de O´Neill y O´Donnell caminaba a marchas forzadas para, irónicamente, socorrer al socorro enviado desde España. La desesperada situación de Kinsale era de sobra conocida en España; el 10 de diciembre el Adelantado de Castilla escribía al rey sobre los acontecimientos de Irlanda: "me lastima ver que respecto de no haçer gastos se emprenden jornadas con tam poca fuerça que sirbe mas de yritar los enemigos que de castigarlos". Paralelamente a esto, en Kinsale se produjeron una serie de salidas por parte de los sitiados que causaron serios daños al enemigo, como durante la noche del 17 de diciembre, en que una salida de infantes españoles causó cerca de 700 bajas al enemigo, así como la pérdida de diversas piezas de artillería.</p><p>A finales de diciembre las tropas irlandesas lograban llegar hasta las posiciones de sitio de los ingleses. Habían recorrido casi 500 kilómetros superando las lluvias y el frío invernal a través de caminos impracticables. Los infantes de Castlehaven y el ejército irlandés se reunieron en Bandon, a unos 20 kilómetros al noreste de Kinsale, y muy cerca del campamento inglés de Coolcarron. Allí permanecieron hasta el jueves 3 de enero de 1602. Durante esos días se estuvo decidiendo la estrategia a seguir, quedando de acuerdo los irlandeses con Juan del Águila en que éstos se pondrían en marcha la noche del 3 al 4 de enero, cayendo sobre el campo enemigo, mientras que los españoles atrapados en Kinsale saldrían a romper el cerco y contactar con sus aliados. </p><p>Esa noche, y según lo pactado, los irlandeses se pusieron en marcha dividiendo sus fuerzas en tres columnas; una bajo el mando de Richard Tyrell, otra bajo el mando de Hugh O´Neill, y la tercera bajo el mando de O´Donnell. La marcha fue un tanto caótica y desorganizada, no pudiendo llegar los irlandeses a la hora prevista, siendo advertidos sus movimientos por los ingleses que rápidamente salieron a su encuentro. Mountjoy marchó con el grueso del ejército mientras dejó suficientes fuerzas para mantener el cerco sobre Kinsale. Al alba, una fuerza de unos 600 infantes y 400 caballos ingleses se lanzó contra la posición de O´Neill, que se encontraba situado sobre una pequeña elevación de terreno, comenzando así los combates por romper el cerco sobre Kinsale. </p><p>La fortuna no iba a sonreír a las fuerzas hispano irlandesas esta vez. O´Neill no podía mantener por sí solo la posición; sus hombres no estaban acostumbrados a dar batalla en campo abierto. La estrategia que habían adoptado durante la Guerra de los Nueve Años era más bien una guerra de guerrillas; atacando a los ingleses solo cuando tenían superioridad numérica sobre ellos, emboscándoles de tal manera que pudieran causar un daño rápido y sorpresivo, para posteriormente retirarse a sus zonas de control, lejos del alcance del enemigo. Además, el haber dividido las fuerzas en tres columnas restaba capacidad de choque a los irlandeses, que iban a necesitar de toda su gente para responder al ataque de un ejército profesional como el inglés que encima era mayor en número. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjkCpV4RkPZwrDG8NVt5TLJU_1GFM-JC48w96ddDVWgoXqMq8C8o52Qr0T7E9xAEA-yE3H1XGYkIOoEaR9f47Z4Ynx2Hd3aYpASbyB4IebAz7YGhGvp9uLyUxNGyzLiHGze1uE2fB_v4MgLzUs9k86OdKLc13MHDU1arC587BaeWZgrIqEwPZwlRssTGA=s735" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="537" data-original-width="735" height="293" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjkCpV4RkPZwrDG8NVt5TLJU_1GFM-JC48w96ddDVWgoXqMq8C8o52Qr0T7E9xAEA-yE3H1XGYkIOoEaR9f47Z4Ynx2Hd3aYpASbyB4IebAz7YGhGvp9uLyUxNGyzLiHGze1uE2fB_v4MgLzUs9k86OdKLc13MHDU1arC587BaeWZgrIqEwPZwlRssTGA=w400-h293" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Irlandeses luchando contra caballero inglés. Klaus Petrow</td></tr></tbody></table><p>Tal y como señala Sebastián de Oleaga en su <i>Relaçion de los subcedido al general Pedro de Çubiaur en Yrlanda y al canpo de los condes, </i>"no es la horden de pelear que no la tienen ninguna los yrlandeses por no ser gente disçiplinada y que an hecho asta aqui la guerra por enboscadas en tierras asperas, como gente suelta sin tener otra horden de pelear ni saver que es ponerse en escuadron. En esta forma an sustentado en mas de 8 años la guerra con que dieron esperanças para grandes empresas". Efectivamente, los irlandeses carecían de la disciplina y la formación necesaria para plantear batalla escuadronados y, en consonancia, ante la dura carga de la caballería enemiga, no tardaron en deshacerse, todo esto a pesar de que algunos de ellos habían combatido en el Ejército de Flandes.</p><p>Lo cierto es que la fuerza inglesa cargó con fuerza sobre la posición de O´Neill, quien no recibió ayuda de ninguna de las otras dos columnas irlandesas. Tan solo los 200 españoles de Pedro López de Soto corrieron en auxilio de sus aliados, conteniendo a los ingleses e infligiéndoles graves pérdidas. Pero los irlandeses, como se ha dicho, no tenían ni la disciplina ni la disposición de combatir en esas condiciones, y no tardaron más que unos pocos minutos en volver la espalda al enemigo, algo que fue aprovechado eficazmente por la caballería inglesa. Por su parte, Juan del Águila, en vista de los acontecimientos y la penosa organización irlandesa, decidió quedarse en Kinsale y no tratar de romper el cerco inglés y atacar la retaguardia de las formaciones de Mountjoy. </p><p>López de Soto escribía al rey el 6 de enero de 1602 "500 enemigos que los causaron su fuga, que aun no puede dezirse que los desbarataron, sino que se desbarataron solo con verlos". Esto da una muestra de la poca resistencia de la que los irlandeses hicieron gala. Los irlandeses contaron cerca de 1.200 bajas, entre muertos, heridos y prisioneros, mientras que los españoles tuvieron 90 bajas y medio centenar de prisioneros, entre ellos los capitanes Roche Pereyra y Alonso del Campo, y el alférez Saya, perdiendo además tres banderas en los combates. Por parte de los ingleses las pérdidas fueron mucho mayores, entre 4.000 y 6.000 hombres entre muertos y heridos, según diversas fuentes, aunque estas bajas fueron producidas desde la llegada de los ingleses a Kinsale. </p><p>Los supervivientes irlandeses, conducidos por Hugh O´Neill, se trasladaron al norte de la isla, al Ulster, donde encontraron la protección de la población y donde además podían recomponer sus maltrechas fuerzas. Por su parte, Hugh O´Donnell se retiró a Castlehaven con varios de sus oficiales y sacerdotes, donde la escuadra de Pedro de Zubiaur estaba anclada, huyendo de manera apresurada el 6 de enero con dirección a España, llegando el día 13 al puerto asturiano de Luarca. También los supervivientes españoles de la batalla de Kinsale pudieron encontrar refugio en Castlehaven, mientras que Juan del Águila seguía cercada junto a unos 2.700 hombres, muchos de ellos enfermos o heridos. </p><p>Si bien la situación de los españoles en Kinsale era muy delicada, tampoco era especialmente buena la de los ingleses, que habían tenido muchas bajas y sus líneas de suministros estaba bastante comprometida. De este modo, cuando Juan del Águila comenzó las conversaciones de capitulación con los comandantes ingleses, éstos se mostraron muy por la labor de que los contactos llegaran a buen puerto. Los términos de la rendición pactada por Del Águila incluían la entrega de los castillos guarnecidos por los infantes españoles y la entrega de Kinsale, siempre y cuando éstos pudieran abandonar Irlanda con sus banderas y armas, y fuesen repatriados a España por buques ingleses. Mountjoy aceptó la oferta, consciente de que era muy probable que Felipe III ya estuviera preparando, si no lo había enviado ya, un nuevo socorro a la isla. No le faltaba razón al barón inglés, ya que en Galicia se estaba haciendo acopio de armas y víveres desde comienzos de enero con la intención de mandarlos a Kinsale lo antes posible. </p><p>Los castillos de Castlehaven y Baltimore fueron entregados a los ingleses sin mayores contratiempos, pero no ocurrió lo mismo con el de Berehaven, ya que uno de los líderes irlandeses, Daniel O´Sullivan Bearen, se opuso a entregarlo sin combatir, agrupando junto a él a todas las fuerzas irlandesas disponibles en los alrededores, y solicitando nuevamente ayuda a Felipe III. Pero el fracaso del socorro español era una realidad, y poco después, cuando los españoles en la isla sean devueltos a España, la idea de enviar una nueva fuerza para auxiliar a los católicos irlandeses, será descartada por imposible, más aún cuando un año después, con la muerte de Isabel I, España e Inglaterra empezarán negociaciones que fructificarán con la paz alcanzada con la firma del Tratado de Londres, en 1604.</p><p>Así, tras la capitulación acordada, unos 850 infantes españoles partieron primeramente desde Irlanda en buques ingleses, llegando a las costas de La Coruña el 10 de marzo de 1602, dejando a todos sorprendidos, incluido el rey, ya que no tenían noticias de tal capitulación. De hecho allí se encontraba el maestre de campo Esteban de Legorreta, que había recibido instrucciones de comandar la infantería que habría de enviarse para el socorro de los españoles de Kinsale, y que sería llevada a la isla nuevamente por las naves de Zubiaur. Legorreta escribió al rey informándole sobre la llegada de los soldados españoles repatriados desde Kinsale: "todos los mas desnudos y tan faltos de salud que sera menester asistirlos con cuidado para que no se acaven segun la miseria con que viven". </p><p>Apenas dos semanas después, el 26 de marzo, llegaba Juan del Águila junto al resto de sus hombres y los casi 60.000 escudos que llevaba con él para entregárselos a los señores irlandeses, y que usó finalmente para la atención de los soldados que habían estado con él en Kinsale. El maestre de campo español debía informar al rey de lo acontecido en tierras irlandesas; el estrepitoso fracaso del socorro suscitaba todo tipo de suspicacias en la Corte. En su informe, el militar abulense excusaba su salida de Kinsale en apoyo de los irlandeses debido a la mala coordinación de éstos, el retraso en llegar al campo inglés y la poca disposición, cuando no cobardía, de algunos capitanes irlandeses que dieron la espalda al enemigo. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEij0VOMBXKRPQ4lhIxkIpytlZhqUgCJhqzbiPhkAk_e5zKnqrYpJxEkIvVXOvd8g3xdGXE_gfK8g75ZprGH_jt_6hkiiMgmVKjV10b_eBSepOJSwGtmZfqttTEc1Ve80--KTrIrZNFYsMs0dy5rWtVH-89Ef0A5YQuSsaU0SdeoUqhUxaURZj4f5nbg0Q=s954" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="599" data-original-width="954" height="251" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEij0VOMBXKRPQ4lhIxkIpytlZhqUgCJhqzbiPhkAk_e5zKnqrYpJxEkIvVXOvd8g3xdGXE_gfK8g75ZprGH_jt_6hkiiMgmVKjV10b_eBSepOJSwGtmZfqttTEc1Ve80--KTrIrZNFYsMs0dy5rWtVH-89Ef0A5YQuSsaU0SdeoUqhUxaURZj4f5nbg0Q=w400-h251" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Batalla de Kinsale</td></tr></tbody></table><p>Pedro López de Soto también se sumó a las críticas contra los señores irlandeses, y contra la población local. En una carta dirigida a Felipe III el 20 de marzo de 1602, el militar español se quejaba de que en Cork "ni un solo cassar se entrego a los condes ni en nombre de V. Magestad", llegando a pedir que " "hazer advertidas para adelante a las demas tierras, que pareze todas estan a al viba de quien venze, sería provision muy çertada prohivir con todo extremo de rigor el trato y comerçio de irlandeses con los estados de V. Magestad, con pena de la vida y perdimiento de bienes, mandando que en todos los puertos se execute, y que en Irlanda se publique desde luego, para que tengan tiempo de enmendarse si quisieren y vieren occasion, como podra ser que la tengan". </p><p>Por su parte los señores irlandeses se defendieron de las acusaciones escribiendo al conde de Caracena, a la sazón gobernador de Galicia, culpando a los españoles de dejarlos solos ante los ingleses. Sea como fuere, el desastre de aquel socorro debía ser convenientemente investigado y para eso el Consejo de Guerra se puso manos a la obra, con Diego de Ibarra al frente. El 6 de abril de 1602 se remitió a Cristóbal de Moura, marqués de Castel-Rodrigo y virrey de Portugal, y al conde de Caracena, gobernador de Galicia, una consulta con trece puntos que el Consejo creía que eran de interés para resolver aquel asunto, desde la elección del lugar de desembarco, la rápida salida de los buques de Brochero, dejando así que los ingleses pudiesen sitiar por mar Kinsale, hasta la falta de coordinación de las fuerzas española e irlandesa. </p><p>El Consejo de Guerra mostró sus conclusiones al rey. Se suspendió en su cargo al maestre de campo Antonio Centeno; se ordenó la detención de Pedro de Zubiaur hasta que respondiese a los cargos de regresar a La Coruña mientras que Brochero desembarcaba en Kinsale. De igual manera se detuvo al capitán Ocampo hasta que explicase el por qué no contactó con los capitanes irlandeses, y a varios capitanes españoles por desobedecer las órdenes de Juan del Águila, así como la detención inmediata del sargento Pedro de Heredia por pasarse al campo enemigo junto con unos cuantos soldados. En cuanto a la actuación de Juan del Águila, criticada por los irlandeses o por el propio Diego Brochero, que le reprochó no haber asegurado Kinsale y, de esta forma, permitir que la flota inglesa cercase la plaza, el Consejo de Guerra exculpó de todo al maestre de campo, que se encontraba retenido en La Coruña. </p><p>De esta forma el Consejo resolvía el 12 de julio de 1603 que "cumplio muy bien don Juan del Aguila con las obligaçiones que tenia el cargo en que V. Magestad le hizo merced de emplearle y que hizo lo que deviera hazer un muy prudente y valiente capitan, y que por lo que toca al dicho subceso de Irlanda, no se le deve atribuyr ninguna culpa. Antes meresce que en las ocasiones que se ofresçieren, V. Magestad le ocupe en iguales y mayores cargos". Juan del Águila vio salvada de esta forma su reputación, aunque no viviría mucho más para disfrutar de los cargos que el Consejo recomendaba al rey que se le concedieran, pues el 5 de mayo de 1605 moría en Ávila. </p><p>En cuanto a las consecuencias del fracaso del socorro pudiera parecer una gran victoria inglesa pero en realidad los matices son muchos. En primer lugar Inglaterra vio cómo España podía desembarcar hombres en Irlanda y amenazar su dominio de la isla e incluso de su propia tierra; además la economía inglesa no estaba muy boyante, y el gasto monumental que requirió el envío de tropas ante la amenaza de Kinsale solo pudo sufragado gracias a la venta de tierras por parte de la propia reina. Además, en el parlamento, la corriente pacifista se imponía ante el aumento de gastos de una guerra que ya se alargaba demasiado en el tiempo. En cuanto a Irlanda, el frustrado socorro supuso el fin de muchos de los señores católicos irlandeses, que hubieron de exiliarse, muchos de ellos a España, como Hugh O´Donnell. </p><p>Sea como fuere, y a pesar de que a comienzos de 1603 se hicieron preparativos para el envío de un nuevo socorro de los católicos irlandeses, la muerte de la reina Isabel I y la subida al trono de Jacobo I, propiciaron las negociaciones de paz entre dos naciones que llevaban casi veinte años en guerra, y que concluyeron con la firma del Tratado de Londres el 28 de agosto de 1604. Esto cambió por completo la política española con Irlanda y sus implicaciones en la isla. Los católicos irlandeses ya desterraban para siempre la posibilidad de la ayuda que durante tanto tiempo ansiaron de España. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiu1NsmQug3xIyPddTgPyiIe-HLPxQUf1azMy1s6G9HULAHD87-Febf8NkVsqCsCya20H2cO_6t2CBR2_yCAmi4tEeJUOZkJd9W4QwxxJJDYzXBs7Z3E6DyWCS3M_T6ah1iZMjK1Se6x6ZiXGutHkrRQcF2Kr_9OkxXfiEa80i4I2v82ytgNVDYGD_bRA=s578" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="502" data-original-width="578" height="348" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiu1NsmQug3xIyPddTgPyiIe-HLPxQUf1azMy1s6G9HULAHD87-Febf8NkVsqCsCya20H2cO_6t2CBR2_yCAmi4tEeJUOZkJd9W4QwxxJJDYzXBs7Z3E6DyWCS3M_T6ah1iZMjK1Se6x6ZiXGutHkrRQcF2Kr_9OkxXfiEa80i4I2v82ytgNVDYGD_bRA=w400-h348" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Sello conmemorativo de la batalla de Kinsale</td></tr></tbody></table><br /><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgbp8O781n_UHKSNOEXRrHbNcRh2Bq4DXN4h880H8CBaNVgM0DJEBuO39jD73QTKXZte-Jmcq0egztIvjukJxcNswY1gF6S3Iq4IN59dOB1iAxNkJqhWnF5aXMNTZW7G4T8FYOqYNgpGv37kxd7v3cLUMHOCjymz2LlSfAR2Cf1Fm8Q7IJMx0_dROyb4w=s1920" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1282" data-original-width="1920" height="268" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgbp8O781n_UHKSNOEXRrHbNcRh2Bq4DXN4h880H8CBaNVgM0DJEBuO39jD73QTKXZte-Jmcq0egztIvjukJxcNswY1gF6S3Iq4IN59dOB1iAxNkJqhWnF5aXMNTZW7G4T8FYOqYNgpGv37kxd7v3cLUMHOCjymz2LlSfAR2Cf1Fm8Q7IJMx0_dROyb4w=w400-h268" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Monumento homenaje a la batalla de Kinsale</td></tr></tbody></table><br /><p><b>Bibliografía: </b></p><p>- <i>El socorro de Irlanda y la contribución del ejército a la integración social de los irlandeses en España </i>(Óscar Recio Morales).</p><p>- <i>La cuestión de Irlanda desde la antigüedad hasta nuestros días </i>(Eduardo de Huertas).</p>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-40121401613962366862022-02-22T04:32:00.002-08:002022-02-23T01:41:28.497-08:00El Socorro español de Irlanda. La campaña de Kinsale (Parte I)<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEirU8FcUJpTgNF7hb0yMYq4hjvsIVnklJI7A5CVDerg3siW3jmT0EJuyS0rAOWlwo0JfAo-HuB_NcpNqzsIjAyCfW8PKddXvA8HzrLPUmwQvciaEgqe2Zjs8B1MD2X9NCmP8Zg-4JehOLNF3zY-KpSanaPwJF7wPmOeKaijsUpBJf_lGPEnPJWKBiEP2w=s954" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="599" data-original-width="954" height="251" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEirU8FcUJpTgNF7hb0yMYq4hjvsIVnklJI7A5CVDerg3siW3jmT0EJuyS0rAOWlwo0JfAo-HuB_NcpNqzsIjAyCfW8PKddXvA8HzrLPUmwQvciaEgqe2Zjs8B1MD2X9NCmP8Zg-4JehOLNF3zY-KpSanaPwJF7wPmOeKaijsUpBJf_lGPEnPJWKBiEP2w=w400-h251" width="400" /></a></div><br /><p></p><p>El 1 de octubre de 1601 el grueso de la flota española enviada por Felipe III para socorrer a los católicos irlandeses que luchaban contra Inglaterra en la Guerra de los Nueve Años, anclaba en el puerto de Kinsale, al sur de Inglaterra. La ayuda prometida desde España durante años llegaba al fin. </p><p>Y es que desde los comienzos del reinado de Felipe II, Irlanda se constituyó como un escenario de interés para el monarca español, más aún con la intervención a favor del pueblo católico irlandés por parte de la Santa Sede. En Irlanda las tensiones entre los señores católicos de Irlanda y las autoridades inglesas presentes en la isla iban cada vez a más y la situación amenazaba con una revuelta contra el control extranjero. Los ingleses habían establecido a finales del siglo XV, en el este de la isla, una zona fortificada de una extensión de unos 30 kilómetros cuadrados llamada <i>The Pale, </i>o la <i>Empalizada</i>, un terreno llano y fértil entre los montes Wicklow al sur, y la ciudad de Dundalk, al norte, que permitía mantener una buena posición defensiva de guarniciones. </p><p>Desde allí los ingleses trataban de extender su dominio a toda la isla. Y es que durante los siglos XIV y XV las rebeliones irlandesas, los brotes de peste negra, los asentamientos escoceses, y la Guerra de las Dos Rosas, habían dejado casi toda Irlanda en manos de los señores irlandeses que impusieron la cultura y la lengua gaélica irlandesa en sus territorios. Los ingleses se habían servido de uno de los clanes más poderosos de Irlanda para el control administrativo de la isla, los Fitzgerald, del condado de Kildare, pero en 1531 Enrique VIII eligió para el gobierno a los Butler, del condado de Oromond, lo que provocó la rebelión encabezada por Thomas Fitzgerald, X conde de Kildare, la cual fracasó y concluyó con la ejecución de su cabecilla. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>La reforma religiosa que impulsó el monarca inglés propició el aumento de las tensiones lo que condujo a diversas rebeliones, como la de Leinster, en 1550, las de Munster, en 1560, 1570 y 1580, o las de Desmond, en 1569 y 1579. Muchos irlandeses, católicos, se exiliaron a España y pasaron a la protección del monarca. Todo ello mientras proseguían los ataques irlandeses a <i>La Empalizada</i>. Los ingleses conjugaron la represión militar con la colonización de tierras irlandesas para acabar con la amenaza que estas rebeliones representaban a su autoridad. Desde España estas revueltas no pasaban inadvertidas; Felipe II, aunque ocupado con los asuntos de Flandes primero, y el trono de Portugal después, no perdía detalle de lo que ocurría en la isla, y mostraba un creciente deseo de ayudar al pueblo irlandés frente a su sempiterna enemiga, Isabel I de Inglaterra. </p><p>Los acontecimientos se precipitaron con el intento inglés de apoderarse del Ulster y de mermar el poder de Hugh O´Neill, II conde de Tyrone, y el noble irlandés más poderoso de la época. Criado en <i>La Empalizada </i>tras el asesinato de su padre, Mathew, en las luchas por hacerse con el condado de Tyrone, estuvo bajo la protección de la familia Hoveneden. Ya mayor volvió al Ulster y participó del lado inglés en las revueltas de Desmond, por lo que en Londres se le consideraba una persona de confianza. La Guerra de los Nueve Años estalló en 1594 y Hugh O´Neill consolidó su poder en Irlanda tras ser nombrado en 1595 como jefe del clan O´Neill, lo que significaba asegurarse la lealtad del Ulster. </p><p><b>- Contactos españoles. Las misiones diplomáticas en Irlanda</b></p><p>Ya desde 1586 los contactos establecidos con los rebeldes irlandeses eran bastante constantes y serios. Bernardino de Escalante, reputado marino, cosmógrafo y clérigo, escribió a Felipe II ese año advirtiendo de la necesidad de enviar un ejército a Irlanda que atacase las ciudades más importantes en poder inglés: Dublín y Warterford, y de allí saltar a Inglaterra e invadirla. Escalante reflexionaba sobre la importancia de enviar en el ejército a los numerosos exiliados irlandeses que se encontraban en España: "y para que esto tuviesse effecto (la invasión) seran de mucha importançia los cavalleros y prelados de aquella ysla que Su Magestad tiene entretenidos en España, y los demás señores y cavalleros que alla ay, a quien la Reyna no a podido reduçir a su obediençia". </p><p>Por todos es sabido que en 1588 se envió una armada para invadir Inglaterra. El marqués de Santa Cruz, Álvaro de Bazán, era el encargado originariamente de llevar a cabo tan magna tarea y, entre otras cosas, planificó en primera instancia un desembarco en Cork o en Wexford, al sur de Irlanda, ya que aquellas costas eran bastante conocidas por los españoles, sobre todo después de que Lope de Avellaneda realizase un exhaustivo informe sobre los puertos del sur de la isla en 1586. <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/08/guerreros-alejandro-farnesio.html" target="_blank">Alejandro Farnesio</a>, duque de Parma, rechazó esta idea por considerarla demasiado arriesgada: "temo que lo de la diversion por la via de Irlanda podria ser de notable daño, haziendolos levantar gente forastera y aperçevirse de otras cosas para la defensa". </p><p>De este modo la armada se dirigió a Flandes para embarcar al ejército que allí aguardaba bajo el mando del duque de Parma. Nunca lo logró. Muchos supervivientes de aquella armada acabaron en tierras de Irlanda y fueron auxiliados por señores de aquel lugar. Por ejemplo, el navío <i>San Marcos</i> naufragó en el condado de Clare, en la zona conocida como <i>Spanish Point, </i>territorio de la familia O´Brien. El <i>San Nicolás</i> lo hizo en Toorglass, en el condado de Mayo, bajo la influencia de los Burke; y el <i>Santa María de la Visión, </i>lo haría en el condado de Sligo, de la familia O´Rourke. Estas familias que ayudaron a los españoles fueron represaliados por los ingleses, lo que reforzó los lazos de unión entre España e Irlanda. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEikzebg9Q3Ogr2baf5kq6dGLsYAHrl9-zZewyy3Yi0hyub3q2CpYV2K-BHUbml_PK8LwYVn2ru8CZ8Xxfj1H1q0YRHPG2--XnyUXeEjeE86xNTnAqF3fosQ20RLkW7vWDDlouyzvpWnMvV6sVXW6CKVPOzrYKJq8oBAV_fp6HsGp5fX08uKoDjlXtiSEw=s1706" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="753" data-original-width="1706" height="176" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEikzebg9Q3Ogr2baf5kq6dGLsYAHrl9-zZewyy3Yi0hyub3q2CpYV2K-BHUbml_PK8LwYVn2ru8CZ8Xxfj1H1q0YRHPG2--XnyUXeEjeE86xNTnAqF3fosQ20RLkW7vWDDlouyzvpWnMvV6sVXW6CKVPOzrYKJq8oBAV_fp6HsGp5fX08uKoDjlXtiSEw=w400-h176" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">La Gran Armada española de Felipe II</td></tr></tbody></table><br />Pero no podía arriesgar el monarca español otra empresa de la magnitud que la Gran Armada de 1588, y menos en las condiciones en las que se encontraban aún los irlandeses, todavía divididos ante los ingleses y sin una preparación militar adecuada. Los contactos se multiplicaron a comienzos de la década de los 90, cuando la revuelta parecía ser inminente. Hugh O´Donnell, uno de los líderes de la revuelta, escribía desde Donegal a los caballeros irlandeses al servicio de España el 8 de abril de 1593: "Por esto, de comun consintimiento de todos, hemos tenido por bien de embiar el Arzobispo Tuamense para tratar desto con Su Magestad, y para llevar a V. ms. los cavalleros que halli estan nuestras cartas para que hablen juntos con Su Magestad y le pidan con brevedad socorro. Y señores, procuremos todos assistir aqui y pelear y combatir por el servicio de Dios y para defender y ganar nuestras tierras". <div><br /></div><div>De esta forma James O´Healy, arzobispo de Tuam, se desplazó a Madrid para buscar el apoyo de la Monarquía Católica al mismo tiempo que desde Lisboa lo hacía el obispo irlandés Cornelius Laonen. Laonen escribía a la Corte pidiendo el envío de un ejército prometiendo que si ganaban, Felipe II conseguiría "perpetuo nombre, y un Reyno grande, y muy fertil, y sera en la puerta para entrar en Engalaterra, y no abra ingles por todas estas costas de España ni en Flandes, ni en Francia contra V. Magestad". Los contactos diplomáticos siguieron, dándose anécdotas tan curiosas como la que protagonizó John de Lacey cuando le envió un memorial sobre cómo debía ser el socorro español de Irlanda. </div><div><br /></div><div>Lacey propuso a Felipe II la creación de una orden militar en Irlanda a imagen y semejanza de la Orden de Santiago española, que sería llamada de San Patricio. Esta orden tendría sus sede en un enclave situado a orillas del lago Lough Derg, en Donegall, territorio del conde de O´Donnell, y el cargo de maestre de la orden sería ofrecido al monarca español, o en su defecto al hermano del emperador o a los hijos del duque de Saboya y la princesa Catalina Micaela: "y si a Su Santidad y a Su Magestad no les pareciere ser cosa conveniente elegir por maestre a ninguno de los principes arriba nombrados, soy de pareçer que por la primera vez se eliga uno de los grades de España o un hijo suyo, con tal de que vaya en persona a poner en su punto la instituçion desta santa orden y echar los ereges del Reyno de Yrlanda". </div><div><br /></div><div>La propuesta acabó muriendo con su creador en una tempestad, en la primavera de 1594, que hundió el barco en que iba embarcado el propio Lacey y algunos destacados miembros irlandeses, entre ellos el arzobispo O´Healy. España siguió mandando misiones diplomáticas y de inspección de las costas de la isla, más aún cuando las revueltas estaban obteniendo notables éxitos y la reina de Inglaterra empezó a tantear la posibilidad de una paz con ventajosas condiciones para los rebeldes. España no se podía permitir, en plena guerra contra Inglaterra, que el frente abierto por la revuelta irlandesa se cerrase, por lo que Felipe II envió en la primavera de 1596 al alférez Alonso Cobo a reunirse con los principales señores irlandeses en el castillo de O´Donnell, y negociar la continuación de la guerra. </div><div><br /></div><div>De esta forma los irlandeses acordaban seguir la lucha contra Inglaterra por su deseo de servir al rey Felipe, incluso llegaron a ofrecer el título de rey de Irlanda al cardenal archiduque Alberto de Austria, a condición de que residiese en la isla. Los preparativos para enviar una armada con un socorro se aceleraron, más aún después del ataque de una flota angloholandesa sobre Cádiz. Como comandante en jefe de la fuerza iría el adelantado mayor de Castilla, Martín de Padilla, y se envió un mensaje urgente a Irlanda: "Que en comun diga a todos los catholicos en virtud de su creençia, que Su Magestad se ha condolido de sus travajos y dessea tanto que la religion catholica buelva alli a su punto antiguo, que ha resuelto de socorrerlos, y assi trata de embiarles un buen numero de soldados". </div><div><br /></div><div>Una parte de los barcos zarparon desde Lisboa para reunirse con el resto de la flota en Ferrol en octubre de ese año. En total eran 98 buques que transportaban cerca de 17.000 hombres, pero a la altura de Finisterre se vieron azotados por un terrible temporal que dispersó la flota. Algunos barcos embarrancaron por la costa cantábrica y cerca de 2.000 vidas se perdieron. Lo cierto es que no se puede asegurar con certeza que la flota se dirigiera a Irlanda. Autores como Ricardo Cerezo Martínez en su obra <i>Las Armadas de Felipe II, </i>o Martin Andrew Hume en <i>Españoles e Irlandeses en el siglo XVI, </i>son de la opinión de que la flota tenía como destino las costas de Irlanda. Mientras que otros como Henry Kamen en <i>Felipe de España, </i>aseguran que la flota se dirigía realmente a las costas de Bretaña. </div><div><br /></div><div>Sea como fuere los irlandeses se quedaron ese año sin el socorro prometido desde España, siguiendo la lucha a pesar de las tentadoras ofertas de paz de los ingleses. El monarca español no desistió en su empeño y el 18 de octubre de 1597 zarpaba de La Coruña una flota que tenía como objetivo la costa sur de Cornualles, Inglaterra. La flota estaba comandada por Martín de Padilla, que tenía a su cargo algo poco más de 4.000 hombres y unos 300 caballos, pero a la entrada del Canal de la Mancha no tuvo más remedio que abortar la misión debido a un nuevo temporal. O´Neill y O´Donnell, los líderes de la revuelta, asistían con estupor a la tardanza del auxilio, y la muerte de Felipe II el 13 de septiembre de 1598 en El Escorial, no auguraba mejores perspectivas. </div><div><br /></div><div>Pero a pesar de ello los señores irlandeses continuaron la lucha y redoblaron los esfuerzos diplomáticos por tratar de conseguir la ayuda española, esta vez de la mano de Felipe III. De esta forma Hugh O´Neill y Hugh O´Donnell, en 1599, renovaron su compromiso jurando sobre libro misal y crucifijo, como indica Óscar Recio Morales en su <i>Socorro de Irlanda en 1601 y la contribución del Ejército a la integración social de los irlandeses en España. </i>Así mismo otros nobles gaélicos se apresuraron a hacer lo mismo como los líderes de los McDonnell o de los O´Rourke. Ahora el monarca español tenía un dilema muy serio: aceptar o no la soberanía sobre Irlanda que le ofrecían los señores de Irlanda, ya que aceptarla podía significar confrontar ese ofrecimiento con la soberanía que los reyes ingleses alegaban sobre la isla desde el siglo XII. </div><div><br /></div><div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiNyozw-fkoLJEgSFf9IrMxyqAP9s1ylXKIRKBKDlktM6vo-RdEJO-Z7tCZxZRsBD-KVynYEeB7y3o5FXOXRuJL9ikyCDiiXMdlpw8O6FgqswpKM5D0_acGjkYRsfkpU1JwkrWSHKKWtZGDrgR4BmRzGvHGu_6AAIh0vrJO_XMwfB94NdfS8t7sO3fDrg=s487" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="259" data-original-width="487" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiNyozw-fkoLJEgSFf9IrMxyqAP9s1ylXKIRKBKDlktM6vo-RdEJO-Z7tCZxZRsBD-KVynYEeB7y3o5FXOXRuJL9ikyCDiiXMdlpw8O6FgqswpKM5D0_acGjkYRsfkpU1JwkrWSHKKWtZGDrgR4BmRzGvHGu_6AAIh0vrJO_XMwfB94NdfS8t7sO3fDrg=w400-h213" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Hugh O´Neill</td></tr></tbody></table><p>Felipe III optó por enviar ayuda a los señores irlandeses. A comienzos del verano de 1599 se envió al sargento mayor Fernando de Barrionuevo a Irlanda para proveer de armamento y munición a los sublevados. Así, se desembarcaron en las costas irlandeses un millar de arcabuces y de picas, grandes cantidades de pólvora, plomo y cuerda. La guerra llevaba ya casi siete años y el ánimo y las fuerzas de los irlandeses comenzaban a menguar y su situación cada vez era más insostenible, haciendo llegar el mensaje al rey española a través de Barrionuevo. </p><p>Para abril del siguiente año sería el capitán Martín de la Cerda el encargado de llevar nuevas provisiones a los irlandeses. Les entregó diversos retratos del monarca español, varias cadenas de oro, 1.000 ducados y centenares de arcabuces, así como pólvora y suministros. En verano el Consejo de Estado emitió consulta al monarca sobre la cuestión irlandesa, y éste se mostró con ánimo de auxiliar al fin a los hermanos católicos. "Esta obra sera tan servicio de Dios que ayudara a vençer las dificultades que se apuntan, y el mucho cuydado y zelo con el que el Consejo avivara los ministros a quien se encomendare la execución, y yo mandare proveer el dinero, aunque sea quitandole de lo necesario para mi persona y a de ser este año, y por esso lo resuelva todo el Consejo con gran prisa". </p><p><b>- Preparativos del socorro</b></p><p>Durante todo el año 1600 las peticiones de ayuda se sucedieron y España no podía ser ajena a ellas, menos aún cuando el monarca ya había dejado bien claro al Consejo su voluntad de actuar al fina. Pero ese año no podría ser dado que los preparativos para una empresa así eran lentos y cuantiosos. Felipe III se impacientaba y para colmo, desde la Santa Sede se presionaba para salvar el catolicismo en la isla de Irlanda. De 1601 no podía pasar el socorro; y así fue. Si bien los intereses alegados normalmente para la intervención española en el conflicto anglo-irlandés siempre han girado en torno a la religión, la realidad es que otras razones mucho más importantes estaban detrás de la decisión que llevaron a España a intervenir. </p><p>La principal y más poderosa razón era la necesidad de sojuzgar a un enemigo como Inglaterra, con el cual llevaba en guerra formal desde 1585, aunque indirectamente eran muchos más los años. Inglaterra era el principal aliado de las Provincias Unidas, y terminar con ella supondría, a priori, dar un giro importante en la Guerra de los Ochenta Años, en la que los rebeldes holandeses, en los últimos años del siglo XVI estaban obteniendo importante victorias. La firma de la Paz de Verbins entre Felipe II y Enrique IV de Francia, acababa con la amenaza constante que los franceses representaban al sur de Flandes, por lo que España podría destinar los recursos destinados a este teatro de operaciones, en su lucha contra los ingleses. </p><p>No hay que olvidar tampoco que la reina Isabel se encontraba ya en el final de su reinado, dado su avanzada edad, y los católicos que había en Inglaterra podrían tener más fuerza si los españoles e irlandeses conseguían una victoria en Irlanda. También había motivos económicos y de recursos, pues no olvidemos que Irlanda podía ser una fuente importante de materias primeras para España, fundamentalmente de madera de excelente calidad y además de buenos marineros. Por no hablar de lo que supondría contar con bases navales en aquella isla, que supondrían un seguro para las flotas de Indias. </p><p>Los preparativos del socorro se aceleraban, aunque las opciones de alcanzar los recursos estimados cada vez eran menores. En febrero de 1601 se realizó un informe sobre los recursos necesarios; 6.000 soldados y algo más de 300.000 ducados para el inicio de la empresa y otros 300.000 para mantener a las tropas durante los dos meses que se preveía duraría la campaña para el auxilio a los irlandeses. Entre Lisboa, Coruña, las Cuatro Villas y Vizcaya se reunieron casi 320.000 ducados. A finales de julio de ese año el alférez Sandoval partió a Irlanda con el mensaje de que el socorro ya era inminente, para satisfacción y alegría de O´Donnell y sus hombres. </p><p>A pesar de que varios mandos militares, como el condestable de Castilla, Juan Fernández de Velasco, insistieron en que los recursos eran insuficientes, el 18 de septiembre de 1601 zarpaba la flota desde Lisboa; 20 navíos y 13 urcas particulares. Encabezaba la flota la capitana, el galeón <i>San Andrés, </i>de 900 toneladas<i>; </i>la almirante era el galeón <i>San Felipe, </i>de 700 toneladas. El galeón <i>San Pedro </i>era el de mayor tonelaje, con 1.000. Con 350 toneladas estaban los galeones <i>Nuestra Señora de la Cinta </i>y el <i>San Lorenzo; </i>Los galeoncetes <i>Crucifijo </i>y <i>La Fe, </i>eran de 260 toneladas, y también de menor tonelaje eran los navíos <i>Santa Catalina Dobladiza, San Juan Evangelista, Santa María de Agosto, El Placer, y El Delfín de Escocia. </i></p><p>Cerraban la formación los filibotes <i>Estrella Dorada, Tobías y Cisne Camello, </i>de 180 toneladas cada uno, y el <i>Espíritu Santo, San Pedrillo </i>y <i>Santa Isabel </i>de menor tonelaje, y la galizabra <i>La Concepción </i>y el volante <i>San Juan Bautista. </i>En cuanto a las urcas particulares estas eran la <i>León Dorado I, León Dorado II, Leona Roja Dorada, Jonás el Viejo, Jonás el Chico, Reynaldos, La Pinaza, La Paciencia, San Rafael, Santa María, Ángel Miguel, San Daniel y Falcón Dorado, </i>tal y como se indica en la relación hecha por Juan de Pedroso en Lisboa el 6 de septiembre de 1601. Una de las cosas que más llaman la atención hoy en día de esta partida es la falta de instrucciones relativas al puerto donde la flota debía desembarcar las tropas. Una cuestión que ha suscitado no pocos debates entre los historiadores que han estudiado en profundidad del tema. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEi6IvmXLVx2i9TJWdGB0oZ7gvRulUqtSDb4NcNqYVXpdBTSXM2ERZawHWWz_VtAL2C2CbwuZCLwQxbNeEkg81ZzAvVNz39xrKDJzqMlcCrXRiGdJHspYTYBU2W5tsPhT_UOrl5zuge1GTkYbQ6pdT69dHAOTM0CwrRXgaI32CYkrEOku969fWQ8QHAILw=s800" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="546" data-original-width="800" height="272" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEi6IvmXLVx2i9TJWdGB0oZ7gvRulUqtSDb4NcNqYVXpdBTSXM2ERZawHWWz_VtAL2C2CbwuZCLwQxbNeEkg81ZzAvVNz39xrKDJzqMlcCrXRiGdJHspYTYBU2W5tsPhT_UOrl5zuge1GTkYbQ6pdT69dHAOTM0CwrRXgaI32CYkrEOku969fWQ8QHAILw=w400-h272" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Galeón español siglo XVI. Olaf Rahardt</td></tr></tbody></table><br /><br /><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiS7hOexUdGBxGsxNpesMM1-u5NyHK0dhKo-DJazG9QVPpsP6mXuGfCeeGahT_JIZDdGLpGcnoGpsnP7VestK0Cn9cdLDR31xFWMtcXc4COJDxKQcWywkGiRxuPtldIrS41o_wMzPX5BU8m3B9Lyo1iCWMpOBYAaBHurpfaRewd7xWpGfyrfl8lIzTnog=s984" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="624" data-original-width="984" height="254" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiS7hOexUdGBxGsxNpesMM1-u5NyHK0dhKo-DJazG9QVPpsP6mXuGfCeeGahT_JIZDdGLpGcnoGpsnP7VestK0Cn9cdLDR31xFWMtcXc4COJDxKQcWywkGiRxuPtldIrS41o_wMzPX5BU8m3B9Lyo1iCWMpOBYAaBHurpfaRewd7xWpGfyrfl8lIzTnog=w400-h254" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Mapa de Irlanda de la época</td></tr></tbody></table><p><b>Bibliografía: </b></p><p><b>- </b><i>El socorro de Irlanda y la contribución del ejército a la integración social de los irlandeses en España </i>(Oscar Recio Morales). </p><p>- <i>La cuestión de Irlanda desde la antigüedad hasta nuestros días </i>(Eduardo de Huertas).</p><p><br /></p></div>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1127184408069642534.post-18938491095749520922022-02-08T10:02:00.002-08:002022-02-14T00:49:56.833-08:00La recuperación de Salvador de Bahía<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiKby_kifScLYzc2zh_aUWUwKR2UqCFoeHNVlaxUyus69dvqUrn1KThoGayA4uWO3ZaVGJaKTycTmw5-7Lkb_ErBcg71ZumGygxrd7SrKfXxJWxZfNmp1_nZLLecEfBhYa4r8x9LcOylPeLeSUeCvGKdKCGPP52Iz0om1Ic-qiOfgKKH9iYuZNBVfBhEQ=s644" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="362" data-original-width="644" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiKby_kifScLYzc2zh_aUWUwKR2UqCFoeHNVlaxUyus69dvqUrn1KThoGayA4uWO3ZaVGJaKTycTmw5-7Lkb_ErBcg71ZumGygxrd7SrKfXxJWxZfNmp1_nZLLecEfBhYa4r8x9LcOylPeLeSUeCvGKdKCGPP52Iz0om1Ic-qiOfgKKH9iYuZNBVfBhEQ=w400-h225" width="400" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><p>El 29 de marzo de 1625 la flota de Fadrique Álvarez de Toledo, capitán general de la Armada del Océano, comenzaba el bloqueo naval sobre la ciudad brasileña de Salvador de Bahía, que había sido tomada por los holandeses en 1624. </p><p>San Salvador de Bahía de todos los Santos era una de las principales plazas de los territorios portugueses de la Monarquía Española. Fundada por los portugueses en 1549, tras la expedición de Tomás de Souza, primer gobernador de Brasil, pronto se convirtió en el centro neurálgico del comercio de caña de azúcar y de comercio de esclavos en la región. Tras la incorporación de Portugal a la Corona Española mediante la proclamación en Tomar de Felipe II como nuevo rey, el 15 de abril de 1581, la ciudad siguió desarrollándose como núcleo de capital importancia para los intereses hispánicos, siendo un gran productor, además, de tabaco, palo de Brasil o algodón, por lo que pronto los enemigos de España fijaron sus ojos en ella. </p><p>En 1621 los holandeses habían creado la <i>Compañía Holandesa de las Indias Occidentales. </i>Los objetivos de esta empresa eran muy claros; expandir el comercio holandés en aguas de tradicional dominio español y emprender la conquista de los territorios brasileños. Tras el fin de la Tregua de los Doce Años, el comercio con América se redujo notablemente, y pronto las Provincias Unidas tuvieron que hacer frente a la escasez de productos altamente demandados y por los que obtenían cuantiosos beneficios, como la caña de azúcar, que había convertido a diversas poblaciones holandesas en las principales refinerías de este producto en Europa. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p>El plan holandés era claro: abrir un nuevo frente contra España, esta vez en el Atlántico Sur, que amenazase la ruta de comercio en estas aguas, y apoderarse a su vez de territorios ricos en materias primas necesarias para sus intereses económicos. El objetivo fijado fue la ciudad de San Salvador de Bahía, que era, además de uno de los principales centros comerciales, capital administrativa, y sede del obispado de Brasil. Para ello los holandeses armaron una flota bajo el mando de Jacob Willekens, compuesta por 35 navíos y algo más de 3.300 hombres, que partió de Zuider Zee en enero de 1624, llegando a la bahía de la ciudad el 9 de mayo. </p><p>La ciudad estaba gobernada por Diego Mendoza, quien había recibido aviso del próximo ataque de los holandeses, por lo que reforzó las defensas construyendo un fuerte en un islote frente a la entrada a la bahía, que se sumaba a los dos ya existentes en los extremos de la entrada a la bahía; el fuerte <i>San Felipe </i>y el <i>San Antonio. </i>La ciudad contaba con otros dos fuertes, sin embargo poco se podía hacer ante una fuerza de tal tamaño. De esta forma los holandeses desembarcaron sus tropas y los habitantes de la ciudad huyeron para reorganizarse en las afueras de la ciudad, en torno al obispo Marcos Teixeira, y realizar posteriormente labores de acoso similares a la guerra de guerrillas desde sus posiciones en el río Rojo, donde levantaron una villa llamada el Arrabal de Río Bermejo, a menos de 10 kilómetros al oeste de San Salvador. </p><p>La ciudad había caído el 10 de mayo, y apenas un par de semanas después los holandeses ya enviaban cargamentos de mercancías rumbo a Holanda, mientras el gobernador de Pernambuco, Matías de Alburquerque, daba aviso de lo sucedido, llegando la terrible noticia a Madrid a comienzos de agosto. La respuesta española no se podía hacer esperar, consciente de la importancia que esta ciudad tenía para todo su sistema comercial, por lo que se preparó una expedición y se puso al mando nada menos que a Fadrique Álvarez de Toledo, recientemente nombrado I marqués de Valdueza en recompensa por sus méritos militares, sobradamente demostrados en gestas como la de la <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2020/08/batalla-del-estrecho-de-gibraltar.html" target="_blank">Batalla del Estrecho de Gibraltar</a>, en la que derrotó ampliamente a una gran flota holandesa. </p><p>Fadrique era el segundo hijo de Pedro Álvarez de Toledo, V marqués de Villafranca, y Elvira de Mendoza y, por tanto, hermano de García de Toledo Osorio, capitán general de las Galeras de España desde 1623. Por tanto, no cabe duda de que el hombre elegido para tan vital empresa no había sido elegido por casualidad. Sus cualidades militares eran notorias y su fama entre los marinos y los soldados era excepcional, no obstante contaba importantes victorias frente a la piratería en el Mediterráneo y contra los holandeses. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiCYBDVZVMGvZz9eS0yufvrfUWphR6-YmM85NLu5bbHe9B37eK9jwG-KkNou0z0IrLerTzl6msE2BLjYvWds21v8wARzp66Vtq01A58u4jLE4vbRsa8FA6RkhZYbRLoo5PKDjVW4dlk9ZX8Xt59X6bWJajr2_qDuY1GIPVlPq_mA3RFzfLzvPEzFPABFw=s480" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="360" data-original-width="480" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiCYBDVZVMGvZz9eS0yufvrfUWphR6-YmM85NLu5bbHe9B37eK9jwG-KkNou0z0IrLerTzl6msE2BLjYvWds21v8wARzp66Vtq01A58u4jLE4vbRsa8FA6RkhZYbRLoo5PKDjVW4dlk9ZX8Xt59X6bWJajr2_qDuY1GIPVlPq_mA3RFzfLzvPEzFPABFw=w400-h300" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Galeones españoles siglo XVII. Pintura de Rafael Castex</td></tr></tbody></table><p>El marqués de Valdueza no dejó al azar ningún detalle de la expedición militar. Cincuenta y dos fueron los buques que habrían de componerla, que llevaban un total de 1.185 piezas de artillería de diversos calibres y en los que embarcarían, según muestra tomada, 12.563 hombres entre tropa y marinería. Aquí iban 2 tercios de infantes españoles, 2 portugueses y 1 napolitano. Esta gran flota estaba compuesta por los once buques de la Armada del Océano, más 22 buques de la Armada de Portugal de Manuel de Meneses. También se unieron 6 galeones de la Escuadra de las Cuatro Villas de Francisco de Acevedo; 5 galeones de la Armada de la Guarda del Estrecho, bajo el mando de Juan Fajardo, 4 galeones más pertenecientes a la Escuadra de Vizcaya, capitaneada por Martín de Vallecilla, y por último se unieron 2 galeones y 2 pataches de la Armada de Nápoles, bajo el mando de Francisco de Ribera. </p>Con todo listo, la flota española zarpó de Cádiz el 14 de enero de 1625, mientras que la flota portuguesa lo había hecho 2 meses antes desde Lisboa, uniéndose ambas fuerzas en Cabo Verde a comienzos de febrero. Tras una semana haciendo acopio de alimentos y descansando, pusieron rumbo hacia las costas brasileñas, divisando tierra el 27 de marzo, y entrando en la bahía de San Salvador el día 29. Los holandeses, que habían estado bajo el mando del coronel Johan van Dorth, señor de Horst, el cual había muerto el año anterior en una de las muchas acciones de escaramuza lideradas por el obispo Teixeira, siendo sustituido por Wilhem Schouten, tuvieron que hacer frente durante los meses que transcurrieron entre la conquista de la ciudad hasta la llegada de la flota hispánica, a una fortísima resistencia que les impedía extenderse e incluso hacer acopio de provisiones en las inmediaciones de la ciudad. <div><br /></div><div>A la entrada en la bahía Fadrique mandó al capitán José Furtado para que se reuniera con Francisco de Moura, capitán general de las fuerzas de resistencia, en las inmediaciones del fuerte de <i>San Antonio, </i>donde<i> </i>se encontraban algunos de los reductos hispánicos que acosaban a los holandeses. Tras departir con él e informarse de las fuerzas de las que disponían los holandeses, Furtado volvió al buque y pasó la información obtenida a Fadrique, quien comenzó con los preparativos para el desembarco de tropas que habían de recuperar la ciudad. Los holandeses habían reforzado las defensas de la plaza, situando en ellas abundante artillería, y además contaban con dieciocho buques fondeados, aunque esperaban refuerzos desde Holanda, y además había otros ocho navíos que se encontraban de correrías por las costas brasileñas. </div><div><br /></div><div>Tras valorar las defensas y los recursos con los que contaba el enemigo, Fadrique comenzó el desembarco de tropas el 31 de marzo en la zona del cabo de San Benito, en la playa de San Antonio, donde se hallaban los restos de uno de los fuertes derruidos por los holandeses. En unas pocas horas los españoles ya habían desembarcado abundante infantería, 4.000 escogidos hombres de los distintos tercios, y artillería, uniéndose a sus hombres Fadrique al día siguiente, tras dejar a Juan Fajardo al mando de la escuadra que debía impedir cualquier socorro holandés por mar, la cual se desplegó en media luna abarcando prácticamente todo el ancho de la bahía. <div><br /></div><div>El 2 de abril partió Fadrique al frente de 2.000 hombres hacia el fuerte de <i>El Carmen, </i>dejando en San Benito al tercio de españoles de Pedro de Osorio, el de portugueses de Francisco de Almeida y el tercio de napolitanos de Carlo Caracciolo, marqués de Torrecuso. Las fuerzas de asedio se dividían en dos cuerpos de ejército para poner mejor cerco a la ciudad. Los holandeses no tuvieron más remedio que abandonar su posición en el fuerte de <i>San Felipe</i>, y buscar refugio en la ciudad, habiendo recuperado, por tanto las fuerzas hispánicas, todos los fuertes de San Salvador, y asegurando completamente la entrada a la bahía. Al día siguiente Fadrique completaba el cerco sobre la ciudad y aceleraba los trabajos de trincheras y expugnación, a pesar del sofocante calor que agotaba a los hombres. </div><div><br /></div><div>Esa misma tarde los holandeses, aprovechando el descanso de las fuerzas de asedio, realizaron una salida contra las posiciones de San Benito desde la puerta de Santa Lucía. 400 mosqueteros, bajo el mando del coronel Hans Kijf, se lanzaron contra las posiciones del alférez Damián de Vega, quien rápidamente fue auxiliado por el maestre Pedro de Osorio, "temiendo éste que se apoderasen de la iglesia y el convento, por la poca gente que tenía el alférez, los embistió valerosamente con la compañía del capitán don Enrique de Alagón, de su tercio, acudiendo también la de don Pedro de Santiesteban, y la de don Diego Ramírez de Haro", tal y como señala el cronista Juan de Valencia.</div><div><br /></div><div>Poco después también acudió la compañía de Diego de Espinosa, rechazándose finalmente de este modo el ataque holandés. El ímpetu del contraataque hispánico terminó cuando, al acercarse demasiado a los muros de San Salvador, Pedro Osorio cayó muerto victima de una bala, junto a varios de sus hombres, resultando también heridos los mencionados capitanes. De este modo parecía que los holandeses estaban en condiciones de resistir hasta la llegada del ansiado socorro. De esta manera, y con ánimo renovado, los holandeses volvieron a hacer una salida el día 4 pero esta vez sería rechazado por los napolitanos del marqués de Torrecuso sin ningún problema, tal es así, que no hubo ninguna baja en las filas hispánicas. Esto convenció a los holandeses de que la mejor opción era resistir tras los sólidos muros de la ciudad, a la espera de que la flota enviada por las Provincias Unidas llegase. </div><div><br /></div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjKv1eodDpHa6_ZoBr0CHRmxDDn9FqlFTwq5diUM1cvUfgKveTrtRHSmxH7xLH2fvokxfH3reX0qHaMV-rS6AUInxfKVMdDJvlf74DuqFMy8JkIZcgcgsGAp-jlPcuNs_uBj2ieDL1ivGm8_t72KWEHXACmIcs1hJWL6TZZ3BaV0h2GPUOiZ12_0tKBYg=s736" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="476" data-original-width="736" height="259" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjKv1eodDpHa6_ZoBr0CHRmxDDn9FqlFTwq5diUM1cvUfgKveTrtRHSmxH7xLH2fvokxfH3reX0qHaMV-rS6AUInxfKVMdDJvlf74DuqFMy8JkIZcgcgsGAp-jlPcuNs_uBj2ieDL1ivGm8_t72KWEHXACmIcs1hJWL6TZZ3BaV0h2GPUOiZ12_0tKBYg=w400-h259" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Salvador de Bahía. Grabado de la época</td></tr></tbody></table><div><br /></div><div>Fadrique formó un nuevo cuartel, el de Las Palmas, con fuerzas de los tercios de los maestres de campo Orellana y Muniz Barreto, y dio la orden a sus buques de que se aproximaran hasta tener a tiro los muros de San Salvador, comenzando una terrible descarga de fuego sobre la plaza y sobre los buques holandeses. La respuesta del enemigo llegó en forma de brulotes enviados contra la capitana española y portuguesa, con la esperanza de poder romper el bloque sobre la bahía y poder así huir, pero la rápida reacción de Fajardo evitó la tragedia en la flota, aunque la almiranta del Estrecho fue alcanzada por uno de los brulotes, causando algunos daños y heridos. A este éxito se habría de sumar el hundimiento de la capitana holandesa y otros dos buques más. Las fuerzas del marqués de Valdueza seguían estrechando el cerco sobre la ciudad, aproximando hasta 14 cañones en los siguientes días de abril. </div><div><br /></div><div>Los españoles recibieron refuerzos el día 14 de abril; 250 infantes bajo el mando de Salvador de Sa, que se incorporaron inmediatamente al asedio. Antes lo habían hecho los cerca de 1.500 hombres, entre portugueses, españoles e indios, de Francisco de Moura. Mientras se continuaba con la aproximación a las murallas por tierra, desde el mar los buques hispánicos seguían martilleando las defensas de San Salvador con tal intensidad que la artillería enemiga fue prácticamente desmantelada. Los holandeses trataron sin éxito de realizar nuevas salidas a finales de abril, pero la intensidad del fuego español era tan brutal, que tuvieron que desistir, resignándose a aguantar en el interior de la plaza el mayor tiempo posible, mientras las deserciones se iban sucediendo ante la incompetencia en el mando de Schouten y la desconfianza de los holandeses ante las fuerzas francesas, alemanas e inglesas que integraban la guarnición.</div><div><br /></div><div>El 22 de abril escribía Juan de Valencia que los holandeses habían perdido toda su artillería "sin que por ello parasen de hacer fortificaciones y defensas, pese a recibir un daño exorbitante de nuestras batería, y con mucha cantidad de heridos en su hospital, faltando muy poco para que nuestras trincheras llegasen a los fosos secos, y alguna, por la parte de San Benito, al foso de agua". Ese mismo día un soldado aragonés llamado Juan Vidal, de la compañía del capitán Alfonso del Encastre, pidió permiso para retirar una bandera del enemigo, permiso que le fue concedido. Vidal salió de las trincheras y se acercó hasta los muros de la ciudad, consiguiendo subir por el revellín y trepar hasta la almena que albergaba la bandera, haciéndose con ella y volviendo a sus posiciones, ante la admiración y el orgullo de los suyos, y la humillación de los enemigos. Fadrique otorgó Vidal una ventaja de ocho escudos por aquella proeza. </div><div><br /></div><div>Las deserciones se seguían sucediendo, obteniendo Fadrique información bastante fiable de que la guarnición estaba al bordo del motín y por tanto, de la rendición. Tan fiable era que el 28 de abril un tambor holandés salió de la ciudad pidiendo iniciar conversaciones para poder llegar a una rendición honrosa. El marqués estuvo carteándose durante casi todo el día con el jefe holandés, y como demostración de la buena voluntad por ambas partes, los españoles mandaron al teniente de maestre de campo general Diego Ruy, y el capitán italiano Sanfelice, y por parte de los holandeses se envió al cuartel general hispano al coronel Kijf, acompañado de su segundo. Las negociaciones se prolongaron durante largas horas, amenazando Fadrique con un asalto general si no se rendían, a lo que finalmente accedieron por la cuenta que les traía. </div><div><br /></div><div>De esta forma se acordó que la guarnición saldría de la ciudad únicamente con su ropa, dejando armas, pertrechos y suministros para satisfacción de los vencedores. Cuatro compañías españolas entrarían en San Salvador para garantizar la seguridad de los vencidos, que debían esperar recluidos en sus casas, y cuyo número ascendía a 1.919 soldados. La entrada en la ciudad se hizo el 1 de mayo, encontrándose Fadrique y los suyos una ciudad completamente fortificada, en la que en cada calle había barricadas y defensas y cada casa parecía una fortaleza. Las piezas de artillería que quedaban en la plaza ascendían a 42 cañones de bronce, según el inventario hecho por los españoles, 152 cañones de hierro entre la ciudad y las embarcaciones que quedaban; 25 pedreros y más de 1.500 mosquetes, así como abundante armamento y pólvora. </div><div><br /></div><div>El 4 de mayo se pasó revista a los vencidos, un proceso que duraría varios días con el objetivo de evitar fugas o que hicieran acopio de armas antes de mandarlos de regreso a Europa. Pocos días después, y ante el temor de que el socorro holandés estuviera próximo, Fadrique ordenó embarcar en los buques a la mayoría de su infantería, mandando el 14 de ese mes una carabela bajo el mando de Enrique de Alagón, futuro conde de Fuenclara y sobrino de Fadrique, con las buenas nuevas hacia España para informar a Felipe IV. A la semana, un barco holandés entró en la bahía de San Salvador, tratando de huir apresuradamente al otear en la lejanía el pabellón español, pero fue apresado antes de que pudiera informar al resto de la flota de socorro enemiga. </div><div><br /></div><div>Poco después llegaba la flota enviada por la <i>Compañía de las Indias Occidentales </i>bajo el mando de Balduino Enrico, como le conocían los españoles. Esta flota había salido en diciembre de 1624 y la componían 34 navíos y algo más de 6.500 hombres, lo que da una idea de la importancia que la ciudad de Salvador tenía para los intereses holandeses, y entraba por la boca de la bahía el 25 de mayo de 1625. La primera medida de Fadrique fue llevar a los prisioneros a los barcos enemigos capturados, los cuales estaban desarbolados y, sin posibilidad alguna de navegación, se encontraban a merced de la artillería de la ciudad. La segunda fue dejar entrar a los buques holandeses, ordenando no abrir fuego sobre ellos para atraerlos hacia el interior a una trampa sin escapatoria entre la flota española y el fuerte de San Antonio, reforzado convenientemente con más artillería. </div><div><br /></div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjuLqbePcBkZ7pi7j9zk2aAdBWPkGXkIdPAeyIN0x_KaXHQfHIRJqNuR8U1mZS16AuL0_pT432Shbr4o6mObjNVw3_xNabKEp0znIeYP_IB4pfrQKP_QuvKOasAiUj13i8XFCuvdBeDTbiaB2-3fs9gZMnEQEplha8hSYEaH8g72LOfq3-PERiaUPIpLg=s2400" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1335" data-original-width="2400" height="223" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjuLqbePcBkZ7pi7j9zk2aAdBWPkGXkIdPAeyIN0x_KaXHQfHIRJqNuR8U1mZS16AuL0_pT432Shbr4o6mObjNVw3_xNabKEp0znIeYP_IB4pfrQKP_QuvKOasAiUj13i8XFCuvdBeDTbiaB2-3fs9gZMnEQEplha8hSYEaH8g72LOfq3-PERiaUPIpLg=w400-h223" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Salvador de Bahía. Pintura de Hassel Gerritzs</td></tr></tbody></table><br /><div>Una vez dentro de la bahía la flota enemiga, Fadrique ordenó a la almiranta de Nápoles avanzar sobre ella con 16 buques más para evitar su huida, mientras termina de poner a punto al resto de la escuadra española. Poco tardaron los holandeses en darse cuenta de que la ciudad ya estaba en manos españolas, por lo que su comandante dio orden de partir inmediatamente y abandonar la bahía antes de que estuvieran al alcance del fuego hispánico. Sin embargo la ausencia de viento y la subida de la marea impidieron tal acción y ambas flotas quedaron a una prudente distancia sin poder hacer fuego la una sobre la otra durante todo un día hasta que, a la mañana siguiente, una fuerte corriente acompañada de un suave viento empezó a llevar a los buques hacia el sur de la bahía, zona con mucho peligro por la presencia de numerosos bajíos donde poder encallar. </div><div><br /></div><div>Los holandeses trataron de salvar la situación y huir, mientras los españoles les seguían de cerca, asumiendo demasiados riesgos a ojos de Fadrique. No se equivocaba el marqués, pues pronto encallaría el galeón <i>Santa Teresa, </i>de la escuadra de Vizcaya, lo que hizo que tomara la decisión de volver al interior de la bahía, dejando que la flota holandesa escapara de la trampa. El 27 de mayo la flota holandesa logró abandonar la bahía y poner rumbo al norte con bastantes dificultades por la ausencia de viento y sobre todo por la falta de víveres y mantenimiento de los buques, que llevaban demasiado tiempo sin tocar tierra. Mientras, Fadrique organizaba las fuerzas que debían defender la ciudad. El sargento mayor Pedro Correa de Gama quedó con 1.000 infantes portugueses escogidos, distribuidos en 10 compañías para hacerse cargo de la defensa de la ciudad, pasando la fuerza a conocerse con el nombre de <i>Tercio de la Bahía. </i></div><div><br /></div><div>El 1 de julio se tuvo noticias de que la flota holandesa había intentado sin éxito aprovisionarse de agua y víveres en Pernambuco, ya que se lo impidió el gobernador de la plaza, Matías de Alburquerque, debiendo continuar más al norte para poder desembarcar y perdiendo por las enfermedades cerca del veinte por ciento de los hombres. Poco durarían los holandeses en tierra, ya que varias compañías portuguesas les seguían de cerca y, tras diversas escaramuzas, hicieron que volvieran a sus buques y partieran, poniendo fin a su aventura en aquellas aguas. Tras preparar la armada y dejar la ciudad guarnecida y con las defensas recompuestas, Fadrique zarpó hacia Pernambuco con la esperanza de encontrar a los holandeses, pero no logran dar con su paradero, por lo que, tras recoger varios mercantes en la ciudad, ponen rumbo a España.</div><div><br /></div><div>El viaje de vuelta fue toda una odisea, con temporales tan fuertes que separaron la flota, la cual perdió varios buques. Por el camino habían llegado noticias al marqués de que en Las Azores les esperaba una gran flota angloholandesa, por lo que hicieron todo lo posible para no llegar a esas latitudes. Con fuertes vientos en contra, una parte de la flota, la que iba con Fadrique, acabó recalando en Málaga, mientras que otra parte lo hizo en Cádiz, el puerto al que debían llegar todos los buques. En esta última ciudad atracó felizmente la escuadra de Nápoles, que al poco de desembarcar su infantería tuvo que hacer frente al ataque inglés sobre <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/11/defensa-de-cadiz.html" target="_blank">Cádiz</a>, que gracias a este providencial refuerzo pudo defenderse con éxito. </div><div><br /></div><div>1625 sería, sin duda alguna, el <i>Annus Mirabilis </i>español, una gran racha de victorias que supusieron el culmen del poder del <i>Rey Planeta. </i>Los españoles lograron <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/06/sitio-de-breda.html" target="_blank">rendir Breda</a>, de la mano del Ejército de Flandes capitaneado por el gran general genovés <a href="https://terciosviejos.blogspot.com/2018/09/guerreros-ambrosio-de-spinola.html" target="_blank">Ambrosio de Spínola</a>. De igual forma recuperaron Salvador de Bahía de las garras holandesas, lograron rechazar un poderoso ataque inglés sobre la ciudad de Cádiz, y un temporal sobre las aguas de Dunkerke dejó a merced de los corsarios españoles a la flota holandesa que bloqueaba el puerto. Por si esto no fuera suficiente, los buques del marqués de Santa Cruz levantaron el cerco naval que Saboya y Francia tenían sobre Génova, y las fuerzas portuguesas rechazaron un ataque holandés sobre el fuerte guineano de San José de la Mina. </div><div><br /></div><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjXGMGVz6d0kOiThBBxomGO3WGbfA_zObxp3zXE-jHOOalp2402ZaR190VzFAjJltEkIrEMLhjZ0PCMX-DST6ActQs4-zyXkvlXUd6ck-X0zMXlbE7LDKsA_JQZNAiQG5XjSEphfa7Ko2VKTVAORApzuhU5zqBihi1JraFxP6FIcY4sxN_zJgPXcbhLWA=s644" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="362" data-original-width="644" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjXGMGVz6d0kOiThBBxomGO3WGbfA_zObxp3zXE-jHOOalp2402ZaR190VzFAjJltEkIrEMLhjZ0PCMX-DST6ActQs4-zyXkvlXUd6ck-X0zMXlbE7LDKsA_JQZNAiQG5XjSEphfa7Ko2VKTVAORApzuhU5zqBihi1JraFxP6FIcY4sxN_zJgPXcbhLWA=w400-h225" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Recuperación de Bahía, por Juan Bautista Maíno</td></tr></tbody></table><br /><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEh3IT2GCrboL-LjPojhkoQkqTChLrbqE2PgajABI7SE01vo5QT9ZCrDY278qOYKIkYNnVZja5uHXvh47emOW0WhVO33SAE7HU8VkJrojGVM9vC5xT8xHdRsa_2Ygg6UfNitxkA7wPYX_x_4wsojCwivym-LYwikKticDyzHRW9a1XgPT_dRF5xqLauZZg=s999" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="999" data-original-width="800" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEh3IT2GCrboL-LjPojhkoQkqTChLrbqE2PgajABI7SE01vo5QT9ZCrDY278qOYKIkYNnVZja5uHXvh47emOW0WhVO33SAE7HU8VkJrojGVM9vC5xT8xHdRsa_2Ygg6UfNitxkA7wPYX_x_4wsojCwivym-LYwikKticDyzHRW9a1XgPT_dRF5xqLauZZg=w320-h400" width="320" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Fadrique Álvarez de Toledo, por Félix Castelo</td></tr></tbody></table><br /><div><br /></div><div><b>Bibliografía: </b></div><div><b><br /></b></div><div><b>- </b><i>Don Fadrique Álvarez de Toledo. El sueño, la gloria, y la realidad de poder </i>(Álvaro Bueno Blanco)</div><div><br /></div><div>- <i>Los Tercios en América. La Jornada del Brasil. Salvador de Bahía 1624-1625 </i>(Hugo A. Cañete)</div><div><br /></div><div><br /></div><div><p><br /></p></div></div>Tercios Viejoshttp://www.blogger.com/profile/00355459443709204271noreply@blogger.com0