El Milagro de Empel

Las Campañas de Farnesio en Flandes. De Maastricht a Oudenaarde



La toma de Maastricht había convertido a Alejandro Farnesio ya en una leyenda militar. El joven príncipe se había ganado a pulso una fama de concienzudo y valiente general, capaz de superar cualquier obstáculo que se le pusiese por delante, por muy difícil que pudiera ser. Pero justo en el momento en que más debería estar saboreando la importante victoria obtenida, Farnesio se encontraba debatiéndose entre la vida y la muerte debido a unas fiebres contraídas durante el asedio de la ciudad. De hecho, no fue hasta finales de julio cuando su estado de saludo mejoró, pudiendo hacer su entrada en Maastricht casi un mes después de rendirla.

Al éxito diplomático de la Unión de Arras le había seguido el militar, pero aún así Farnesio parecía no contar con la total confianza del monarca ya que, cuando según lo acordado en el tratado hubo de nombrarse un nuevo gobernador para los Países Bajos, éste otorgó el cargo a Margarita de Parma, la madre de Alejandro. El 8 de marzo de 1580 recibió la hermana del rey sus instrucciones y partió hacia Flandes, escribiendo desde Luxemburgo a su hijo diciéndole que esperaba que se encargase del ejército y la auxiliase como gobernadora. Farnesio lo rechazó, considerando, tal vez, que ese no era el puesto que le correspondería a alguien que había pacificado Flandes y había tomado Maastricht. 

El 12 de agosto de 1580 se encontraron al final Alejandro y su madre, quien estaba acompañada de la hija mayor del primero, de 12 años de edad. Farnesio se negó a compartir el poder y así se lo hizo saber tanto a su madre como a los secretarios reales Granvela e Idiáquez. Era evidente que se había generado una crisis que amenazaba con llevarse por delante todo lo conseguido desde que Juan de Austria se viese contra las cuerdas, por lo que Margarita escribió a Felipe II, su hermano, indicándole que renunciaba al gobierno. A su vez, el Consejo de Estado de los Países Bajos tenía claro que era Farnesio quien debía gobernar aquel país, y así se lo pidió a finales de octubre. 

-La marcha de los españoles a Milán

Antes de eso, en el mes de marzo, Farnesio, obligado por el Tratado de Arras, hubo de mandar a los tercios españoles de Francisco Valdés, Hernando de Toledo y Lope de Figueroa, conducidos por Octavio Gonzaga, de vuelta a Milán, haciendo lo propio con los regimientos alemanes que integraban el ejército realista. El discurso que dio a los infantes españoles fue muy emotivo, contestando todos los capitanes que "todas las veces que tuviese necesidad de ellos y los enviase a llamar, volverían con grandísimas veras y voluntad a defenderle y servirle hasta acabar sus vidas con su servicio". Alejandro formó una nueva fuerza alrededor de las tropas del señor de La Motte, de Montigny y de los regimientos valones y la caballería croata e italiana. Pedro Ernesto de Mansfeld fue nombrado maestre de campo general, su hijo, el conde Carlos, se hizo cargo de la artillería, y el mando de la caballería recayó en el marqués de Richebourg. 

Juzgaba Farnesio que este ejército no sería suficiente para hacer frente a los rebeldes, algo que se confirmó con la toma por éstos de la ciudad de Malinas mientras el de Parma se encontraba en Namur, la conquista de Cambrai por las tropas del duque de Anjou gracias a la traición del señor de Inchy, quien gobernaba la plaza, la pérdida de Diest o Sichem, y el asalto de las fuerzas de La Noue a la ciudad de Ninove. El 15 de abril, y aceptando la invitación de los leales a Felipe II, desplazó su corte e Mons, sin demasiado entusiasmo, ya que en Namur se sentía más seguro y podía gozar de la protección de la caballería italiana. Courtrai, que se había perdido a últimos de febrero, representaba un problema mayúsculo para las poblaciones católicas de alrededor, ya que las correrías de los protestantes hacían estragos, por lo que solicitaron ayuda de Farnesio, que envió una fuerza de caballería bajo el mando del marqués de Richebourg acompañada de un regimiento valón a las órdenes del señor de Haupetenne. 

Esta fuerza logró acabar con el ejército de La Noue, que fue hecho prisionero y llevado a Mons a la presencia de Farnesio a mediados de mayo, donde quedaría a la espera de un intercambio por el conde de Egmont, que había sido apresado en Ninove por los rebeldes. Pero este éxito pronto se vería empañado por la traición de un noble de su entorno más cercano, Guillermo de Hornes, señor de Hesse, uno de los coroneles de la infantería valona del nuevo ejército realista. El 24 de mayo, en Mons, Hesse intentó que Farnesio saliera de la ciudad para pasar revista a su regimiento de 3.000 infantes valones. Advertido por varios capitanes, Montigny y Richebourg descubrieron el complot y arrestaron a Hesse, que fue sentenciado y ejecutado por traición. 

Mientras, nobles como el conde de Rennenberg, gobernador de Frisia, se pasó al bando realista, por lo que Guillermo envió un ejército para sitiar Groningen. El asedio no fructificaba debido a la tenaz resistencia de los campesinos a los que Rennenberg había armado, por lo que Guillermo envió refuerzos bajo el mando de Philippe de Hohenlohe, al que los españoles conocían como Hollac, y de su hermano Juan de Nassau, por lo que Farnesio, tras la imposibilidad de Gaspar de Robles de acudir, encomendó la tarea se socorrer la ciudad a Martin Schenk, quien derrotó en Hardenberg, al sur de Groningen, a las fuerzas rebeldes, que ascendían a 10.000 infantes y 2.000 caballos. La derrota de Holac, que perdió aquella jornada más de 3.000 hombres, entre muertos y prisioneros, permitió romper el sitio sobre Groningen, y consolidar las posiciones realistas en Frisia. 

Tras estos favorables acontecimientos en el norte de los Países Bajos, Farnesio centró su atención en el sur, donde planificó una operación a gran escala; el conde de Mansfeld se plantó ante los muros de Bouchain, a poca distancia al noreste de Cambrai, el 7 de agosto. Sus defensores franceses se rindieron en el momento en que los cañones realistas batieron los muros de la plaza, permitiéndoles abandonarla y refugiarse en Cambrai, no sin antes haber dejado una mecha encendida que acabó provocando la explosión de 30 barriles de pólvora que acabaron con las vidas de 300 habitantes de la villa. Mansfeld no pudo dar caza a los responsables, pues ya se hallaban muy próximos a Cambrai. A su vez, el marqués de Richebourg se hallaba construyendo un fuerte al noroeste de esta plaza, y Mansfeld, tras guarnicionar Bouchain, tomó la plaza de Nivelles mientras que Montigny hacía lo propio con Condé. 

A su vez, el conde de Rennenberg proseguía su campaña para asegurar la provincia de Overijssel y el objetivo escogido para ello era la villa de Steenwijk, a la que puso sitio. En plenas obras de asedio, el coronel católico Johan Meyn resultó muerto de un arcabuzazo, quedando su regimiento bajo el mando del coronel Juan Bautista de Tassis. Orange mandó un socorro bajo mando del coronel Hegtiman, que fue derrotado de manera incontestable por las tropas católicas, por lo que envió un segundo auxilio, esta vez dirigido por el coronel John Norris, uno de los favoritos de la reina Isabel de Inglaterra, a cargo de 27 banderas de infantería y un gran número de caballos. Norris instaló su cuartel general en Meppel, al sur de Steenwijk, y desde ahí se dedicó a intentar socorrer la ciudad, aunque sin demasiado éxito debido a la fortaleza del asedio católico. Antes de que acabase el año, Farnesio ordenó al señor de La Motte que asaltasen la plaza de Gante, pero las circunstancias climatológicas adversas hicieron que el avance se retrasara, perdiendo así el factor sorpresa, por lo que no pudo llevarse a buen puerto la tarea.

Asedio de Cambrai

El conde de Rennenberg, enfermo y cansado, solicitó licencia a Farnesio, ya que además no gozaba de las simpatías de los habitantes de Groningen. Tras muchos debates sobre quién sería el mejor candidato para ocupar ese puesto, el príncipe de Parma se decidió por Francisco Verdugo, con quien se reunió en Valenciennes y le nombró para el cargo, librándole 40.000 escudos para las fuerzas de Frisia. 1580 finalizaría con el intento de los rebeldes de apoderarse de Alost. Desde Gante, al oeste de su objetivo, los protestantes se lanzaron a tomarla y la pusieron bajo asedio, pero Farnesio, que aún proseguía con el sitio de Cambrai, envió desde allí una fuerza bajo el mando de Montigny a socorrerla. Los católicos derrotaron en las inmediaciones de Alost a las fuerzas rebeldes, que en aquella jornada tuvieron 1.400 muertos. 

-La campaña de 1581. El socorro de Cambrai

A comienzos de año Guillermo volvió a solicitar la ayuda del duque de Anjou, quien ratificó un tratado firmado en Plaissis-les-Tours el 23 de enero de 1581. Farnesio pidió a las provincias leales el regreso de los españoles, ya que el Tratado de Arras estipulaba su vuelta en caso de una guerra contra una nación extranjera. Mientras Anjou reunía una fuerza de 15.000 infantes y 5.000 caballos, el embajador francés en Flandes trataba de convencer a Farnesio del desconocimiento del rey de Francia de las maquinaciones de su hermanos. Por su parte, el 27 de febrero, y sin que los sitiadores pudieran impedirlo, Norris lograba socorrer la villa de Steenwijk, que había resistido un duro asedio por parte de los ejércitos realistas. La respuesta de Alejandro se produjo con la toma de Breda, el 28 de mayo, gracias a la mediación de un católico que abrió las puertas de la ciudad desde el interior. 

El 7 de junio los Estados Generales renunciaron a que su gobierno recayese en el archiduque Matías, y el 26 de julio abjuraron de Felipe II. Una semana antes, el conde de Rennenberg fallecía en Groningen. Sin Matías, el duque de Anjou se postulaba para liderar las Provincias Unidas, por lo que Farnesio se apresuró a partir de Mons con las pocas fuerzas que pudo reunir, unos 5.000 infantes y 1.500 caballos valones e italianos, y se aproximó a Cambrai a mediados de agosto, donde mandó una compañías de hombres de armas y varios archeros para reconocer el camino que llevaba el ejército francés. En plena noche dieron con una vanguardia de 60 caballeros bajo el mando del vizconde de Turena que se dirigían a entrar en Cambrai, interceptándolos y acabando con varios de ellos y haciendo presos a otros 15, entre ellos al vizconde, que fue llevado inmediatamente a presencia de Alejandro. 

Farnesio quiso salir al encuentro de Anjou, que había pasado ya con su ejército el río Escalda, pero al reunir a su consejo de guerra este le hizo percatarse de lo peligroso que sería combatir con tan poca gente contra un ejército tan grande como el francés. Gaspar de Robles, barón de Billi, discutió con el propio Farnesio diciéndole que "en caso que no mudase de parecer, le seguiría con una pica, como el menor de los soldados que allí tenía, hasta acabar con la vida". Ante esto, el impetuoso príncipe entró en razón y, tras mandar una pequeña fuerza a escaramuzar con las vanguardias de Anjou, se retiró con sus hombres a Valenciennes, entrando los franceses en Cambrai el 18 de agosto, y posteriormente tomando la plaza de Cateau-Cambrésis tras un pequeño asedio de dos días. 

Alejandro ordenó levantar por aquel tiempo un regimiento de alemanes al lorenés Marco Sanz, a quien nombró teniente del mismo, pasando el regimiento a conocerse como el del príncipe de Parma. A su vez, a comienzos de septiembre las fuerzas rebeldes se pusieron en marcha desde Tournai y tomaron Saint Ghislain, a muy poca distancia al este de Mons, el 8 de ese mes, por lo que Farnesio envió a Richebourg con parte de la caballería a reconquistarla, algo que se logró a los pocos días. Por su parte, el duque de Anjou, sin el apoyo de su hermano y enemistado con los habitantes de Cambrai, no tenía más opción que dejar refuerzos en la ciudad y retirarse con parte de sus fuerzas a Le Câtelet, para desesperación de Orange. Mientras tanto, el príncipe de Epinoy había abandonado la importante ciudad de Tournai y se hallaba con sus hombres tratando de llegar a Gravelinas para contactar con fuerzas francesas y emprender el asedio sobre la misma.

-El asedio de Tournai y la situación en Frisia

Ante la ausencia del príncipe, la princesa Christine de Lalaing era la encargada de la defensa de la ciudad. Guillermo le había asegurado que no había peligro de un asedio, ya que el otoño se había echado encima y nadie en su sano juicio emprendería tal empresa. Pero Alejandro, para estupor de los defensores, se plantó a comienzos de octubre ante los muros de la plaza al frente de una fuerzas de 20.000 hombres. Farnesio, tras inspeccionar la ciudad, concluyó que el grueso del asedio debía sostenerse por la zona de la puerta de San Martín. Para cuando el príncipe de Epinoy quiso socorrer Tournai, las obras de circunvalación ya eran muy fuertes y no podía contactar con el interior de la ciudad, que se encontraba a merced de las fuerzas realistas. El asedio de Tournai se prolongaría hasta el 30 de noviembre, festividad de San Andrés, cuando el ejército católico entró en la ciudad, que hubo de pagar un rescate de 250.000 florines para evitar su saqueo. 

El fracaso de la estrategia seguida por Orange era más que evidente, puesto que además en Frisia Verdugo, que había llegado en sustitución del fallecido Rennenberg, recuperaba el control de las plazas arrebatadas por éstos. En agosto avanzó atravesando Wesel y Bredevort, y levantó el sitio de Goor. En Coevorden las fuerzas rebeldes levantaron sus cuarteles ante la llegada del ejército que había levantado el coronel español, el cual tomó igualmente el fuerte de Reydem el asalto, ganado cuatro banderas al enemigo. A su llegada a Groningen, Verdugo hubo de lidiar con el motín de la guarnición por la falta de pagas, cosa que no fue tarea fácil, lográndolo tras repartir entre las tropas 40.000 escudos que llevaba y licenciando un regimiento de alemanes, y enviando al Henao dos compañías de hombres de armas. Con una preocupante falta de hombres, Verdugo tuvo que hacer frente a un nuevo intento de tomar Groningen por parte del inglés Norrys, que había recibido refuerzos desde Brabante. 

El 30 de septiembre, poco antes de llegar las fuerzas de Farnesio a Tournai, el ejército de Frisia de Verdugo se dispuso a combatir contra las tropas protestantes del coronel Norrys en Noordhorn. El resultado fue la completa victoria de los realistas, que en aquella jornada se cobraron 3.000 enemigos muertos, incluyendo 24 capitanes y 2 tenientes coroneles, ganando además los 5 cañones que los protestantes traían. El coronel español había advertido a sus hombres que la batalla la ganaría el ejército que permaneciese en sus posiciones, por lo que "procurasen con la obediencia mostrar su valor". Esta victoria sin duda supuso una fuerte inyección de moral para las tropas realistas en Frisia, que hasta ahora habían venido sufriendo derrotas y graves padecimientos, si bien la victoria no pudo ser explotada convenientemente por el amotinamiento de los soldados alemanes. 

Grabado de la batalla de Noordhorn

Los burgomaestres de la ciudad salieron a recibir a Verdugo y recompensaron a sus hombres con comida y ropas, cambiando así la hostil actitud que habían mostrado en un primer momento ante la presencia del nuevo ejército realista en Frisia. El capitán Jean van der Cloester, instigador del amotinamiento de los soldados, se libró del castigo por hallarse Verdugo "con pocas fuerzas y menos posibilidad para dar satisfacción a los soldados". Verdugo envió al capitán Pedrosa a dar las noticias de la victoria y del socorro de Groningen a Farnesio, y a pedirle dinero y hombres para poder proseguir la campaña. Tras esto, y la victoria realista sobre Tournai, una parte de los nobles malcontentos comenzó a propagar el rumor de que Farnesio no cumplía los acuerdos alcanzados, puesto que en Tournai había hecho alojar tropas extranjeras, en este caso alemanes. No tardó mucho el príncipe en recordarles que eran muchos lo nobles que no cumplían las obligaciones estipuladas y que la ciudad no había sido entregada al rey de España, sino tomada por las armas, lo que no impedía alojar fuerzas extranjeras en ella. 

-Alejandro, nuevo gobernador de los Países Bajos

Tras la reunión de Farnesio con los nobles, estos se convencieron de que no podía haber más gobernador que el príncipe de Parma, pues sus victorias eran incontestables y sus dotes políticas sobresalientes, y así se lo hicieron saber al rey. En realidad, Felipe II ya había renunciado a la idea de nombrar gobernadora a Margarita de Parma, ante la negativa de esta a enemistarse con su hijo y su imposibilidad de ostentar el cargo sin su asistencia, como le había advertido el propio Alejandro, por lo que otorgó el cargo a éste el 20 de diciembre. Un día después, el 21, y antes de partir hacia Lille para ser jurado como gobernador, quiso pasar por Namur para visitar a su madre, con quien estuvo varios días, volviéndose a final del año a Tournai y marchando a Lille a primeros de enero. 

En Lille, el nuevo gobernador advirtió de la reunión de un nuevo ejército francés por parte del duque de Anjou para atacar Flandes, probablemente por Tournai, por lo que solicitó a los Estados el regreso de los tercios españoles si querían poder hacer frente a aquella amenaza. El 15 de enero de 1582 escribía a Felipe II sobre el estado de las negociaciones con los nobles leales, convencido de que lograría hacerles entrar en razón. Poco después, para finales de enero, se volvió a reunir con todos los nobles y obispos y abades en Tournai, y les expuso las noticias que le llegaban de su servicio de inteligencia; Anjou preparaba su llegada y se había concertado con Orange y con la reina de Inglaterra para tal propósito, lo que escandalizó a los que se mostraban más reacios a permitir el regreso de fuerzas extranjeras a Flandes. En una nueva reunión, celebrada en Tournai el 8 de febrero, Farnesio logró al fin el apoyo unánime al regreso de los españoles, escribiendo el 20 de ese mismo mes a su tío para pedirle el envío lo más pronto posible de éstos y de dinero. 

Mientras esto ocurría, el duque de Anjou, que había fracasado en su intento de contraer matrimonio con la reina Isabel de Inglaterra, fue acompañado por ésta al puerto inglés desde el que partió el 9 de febrero con rumbo a Flesinga, en la provincia de Zelanda, siendo recibido por Guillermo de Orange. El 19 se plantó en Amberes, donde fue nombrado por los Estados Generales como nuevo duque de Brabante y soberano de los Países Bajos. En realidad el nuevo duque carecía de poder efectivo, ya que eran los Estados los que se atribuían la mayor parte de las competencias de gobierno y además se reservaban la opción de desligarse de su juramento de obediencia en caso de que Anjou incumpliese algunas de las cláusulas de los acuerdos firmados, que incluían la contribución económica a la guerra contra las provincias católicas. 

La primera acción militar emprendida por Alejandro como nuevo gobernador sería la toma de la ciudad de Oudenaarde, situada al sur de Gante, en el Flandes Oriental, a orillas del Escalda, y lugar de nacimiento de su madre. Antes de esto, Verdugo emprendió una acción contra una fuerza de 400 soldados rebeldes que habían escapado de Noordhorn y habían tomado el castillo y el burgo de Keppel. Avisado por el gobernador de Oldenzaal, el señor de Rinavelt, Verdugo acudió con parte de su regimiento y, llegado a las proximidades de Keppel, dio órdenes a Rinavelt, que gobernaba una compañía de infantes alemanes y al barón de Anholt, para que se situaran detrás del castillo "sin moverse ni tocar arma sin su orden, mientras que situó al teniente coronel Tassis en la zona del camino hacia la ciudad de Emmerich junto con la compañía de arcabuceros del señor de Villiers. El propio coronel se situó con su compañía de lanzas españolas y algunos infantes y caballos alemanes en la otra puerta del burgo. 

Al disparo de dos piezas de campaña se inició el asalto antes del amanecer. Poco pudieron hacer los rebeldes cuando Rinavelt por un lado, y Verdugo por otro, les atacaron. Los que huían cayeron en las manos de las fuerzas de Tassis, que dieron buena cuenta de ellos. Se acabó con la totalidad de los rebeldes, y se conquistó todo su bagaje y muy buenos caballos que llevaban, resultando herido el propio Tassis de un arcabuzazo en el rostro. Después de esto, Verdugo envió a Tassis a recuperar el castillo de Anholt, en el país de Munster, tomándolo tras dos días de asedio. Más tarde, en las cercanías de Keppel, fue el alférez de compañía de lanzas españolas Alonso Mendo quien interceptó una fuerza inglesa, acabando por completo con ella. Mientras esto sucedía en el norte, Alejandro llegaba a Oudenaarde el 8 de mayo, aunque ya había sido puesta bajo asedio con anterioridad a su llegada. Un par de semanas antes, el señor de Tyant, Robert de Merode, y el gobernador de Bruselas, el rebelde Oliver van den Tempel, con tres compañías de infantería francesas y de los Estados, y una compañías de caballería, tomaron al asalto la villa de Alost, sometiéndola a un brutal saqueo. 

-La empresa de Oudenaarde

Desde su llegada a Oudenaarde, Farnesio se había esmerado en reconocer las defensas de las que disponía, comprobando que se trataba de una ciudad casi inexpugnable. Las obras de asedio fueron perfeccionadas y se dispuso las baterías sobre los puntos más débiles de la plaza. Farnesio, como era habitual en él, participó en todo cuanto a un soldado corresponde, exponiéndose como el que más al alcance de los cañones de Oudenaarde, como durante un almuerzo en una de las trincheras, cuando mandó poner los manteles para almorzar sobre unas cajas de atambor. Mientras se encontraba comiendo en compañía de algunos integrantes de su consejo, como el conde de Arenberg o el señor de la Motta, una bala se llevó la cabeza del hijo del señor de Siques, y la cara de un español llamado Alonso de Valencia, así como la del preboste de la guardia. La tranquilidad mostrada por el príncipe dejó boquiabiertos a los presentes, ya que no se levantó de su sitio "y con semblante muy sosegado y sin mostrar ningún género de alteración, dijo que retirasen los muertos y trajesen otra vianda y manteles limpios". 

Tampoco le tembló el pulso a la hora de sofocar una tentativa de amotinamiento de un regimiento de infantería alemana al que se le debía tan solo dos pagas. Cuando Alejandro fue informado del motín, acudió con su caballo al lugar donde estaban acomodados, comprobando para su sorpresa que los alemanes habían formado escuadrón y tomado las armas. Se dirigió entonces hacia ellos en un estado de profunda indignación, y los amotinados respondieron terciando las picas, como si fuera el enemigo. Esto enfureció tanto al príncipe de Parma que se lanzó contra ellos espada en mano a lomos de su caballo, rompiendo el escuadrón y "dándoles de cuchilladas, con increíble valor y presteza", hiriendo a varios y arrastrando a uno de los cabecillas hacia fuera del escuadrón, mientras les gritaba toda clase de insultos e improperios. 

La caballería que estaba más cercana acudió y rodeó al regimiento sublevado, mientras que Alejandro obligó al coronel de los alemanes a entregarle un hombre de cada compañía de los que considerase cabecillas del motín, terminando por ahorcar a trece de ellos para dar ejemplo de que no iba a tolerar estas actitudes. Esto, sin duda, le granjeó un enorme prestigio y respeto entre la tropa, pues como diría Alonso Vázquez "ni se sabe hasta hoy de otro capitán general que haya en semejante ocasión emprendido hazaña como esta". A los pocos días ordenó pagar al regimiento y lo licenció, continuando con el asedio como si nada hubiera ocurrido. Viendo lo complicado de la empresa, decidió acometer la toma de la ciudad por la parte de un pequeño monte sobre el que se asienta la muralla, llegando hasta un foso con un revellín exterior. Inspeccionado por un soldado valón, Alejandro concluyó que era imposible cegarlo, pues la corriente que llevaba el agua del foso era muy fuerte, por lo que ordenó a su ingeniero Barroce que construyese un puente, lo cual hizo en tan solo seis días. 

Pero los sitiados lograron destruir el puente, por lo que Alejandro dio ordenó al señor de la Motta, general de la artillería, de llevar las batería a la parte más llana de la ciudad. Al poco de comenzar el cañoneo, los defensores hicieron una salida que fue repelida por las fuerzas católicas, encabezadas por el propio príncipe de Parma quien "le quitó a un alemán la pica de las manos, poniéndose en una de las desembocaduras, defendiéndola tan valerosamente, peleando un gran rato hasta que habiéndose tocado arma en todo el ejército, acudieron a socorrerle". Al fin, tras finalizar los trabajos de zapa y minado, logró abrir brecha en los muros y emplazar su artillería sobre esa parte, mandando al teniente de maestre de campo general a negociar con los sitiados las condiciones de rendición. Los defensores, en vista de que ni Guillermo ni el duque de Anjou acudían a su auxilio, pactaron la entrega de la ciudad el 5 de julio tras aceptar las mismas condiciones ofrecidas en Tournai. El 9 de julio envió carta a Felipe II comunicándole la buena noticia, así como la acuciante necesidad de dineros para proseguir con su campaña, la cual marchaba de manera brillante, a pesar de las dificultades y necesidades por las que atravesaba. 

Grabado del asedio de Oudenaarde

Bibliografía: 

-Los sucesos de Flandes y Francia en tiempo de Alejandro Farnesio (Alonso Vázquez)

-Alejandro Farnesio (Julián María Rubio)

-Alexander (Lui de Carlos)

-La guerra sin fin (Ignacio José Notario López)



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