El 29 de junio del año 1579 terminaba el largo asedio al que había sido sometida la ciudad holandesa de Maastricht, tras lograr los españoles batir sus defensas y penetrar en ella, saqueándola y poniendo en fuga a la mayor parte de la población. Maastricht seguiría en manos españolas hasta 1632, año en que las Provincias Unidas lograrían conquistarla.
Corría el año 1577 cuando Alejandro Farnesio llegó a Flandes, tras la llamada de sus tíos, Juan de Austria, y el rey de España Felipe II. La Guerra de los 80 años llevaba ya casi una década y el duque de Parma tenía claro que había que recuperar la iniciativa perdida en los años anteriores. La muerte de Juan de Austria a comienzos de octubre de 1578 había convertido al duque en el nuevo gobernador de los Países Bajos. Tras una serie de hábiles maniobras políticas emprendidas por Farnesio, el 5 de enero de 1579 se firmaba la Unión de Arras, por la cual las provincias católicas del suroeste se comprometían con la causa de Felipe II. Por su parte, las provincias rebeldes formarían unas semanas después la llamada Unión de Utrecht.
De esta forma el duque se aseguró tener la retaguardia cubierta, además de un suministro razonable de tropas, por lo que, una vez preparado, se lanzó a la conquista de las ciudades de Bruselas y Amberes, o eso al menos era lo que pensaba el líder de los rebeldes holandeses, Guillermo de Orange. El duque de Parma tenía claro que era de suma importancia recuperar la ciudad de Maastricht, ya que constituía un magnífico puente sobre el río Mosa, y comunicaba con territorios aliados, y en esa tarea empeñaría todos sus esfuerzos en los siguientes meses.
Puso, pues, rumbo hacia allí y, enterado por sus espías de que las tropas de élite calvinistas, bajo el mando de François de La Noue, se hallaban en la villa de Borgerhout, dividió su ejército resuelto a plantarlas cara y derrotarlas. Así lo hizo el 2 de marzo de 1579, obteniendo una aplastante victoria. Una vez eliminada la amenaza de ese peligroso ejército, simuló marchar desde Kerpen hacia Amberes en un movimiento de diversión, pasando a tan solo unas pocas millas de dicha ciudad, pero en realidad corrió a toda prisa contra la plaza de Maastricht.
De la Noue tardó en reaccionar pero una vez entendida la jugada del comandante español, trató sin éxito de interceptarlo por el camino; fue un movimiento inútil ya que Farnesio había ido dejando destacamentos por el camino para evitar sorpresas. Farnesio había partido con el grueso del ejército y el día 8 de marzo estaba ya a las puertas de la ciudad, montando el cuartel general a tan solo un kilómetros y medio de Maastricht. Por su parte, el Tercio de Lope de Figueroa, junto a un regimiento de alemanes, llegó a la ciudad por otro camino. Ahora la defensa de ésta recaía sobre el sargento mayor de origen francés Sebastián Tapino, y las fuerzas disponibles en la villa, que ascendían a 4.000 soldados, entre ellos un capitán español renegado.
Para emprender semejante asedio el duque de Parma contaba como fuerza principal con los tercios de españoles; el Tercio de Lombardía, bajo el mando del maestre de campo Hernando de Toledo, con algo más de 2.000 infantes, el Tercio de Sicilia, a las órdenes del maestre Francisco de Valdés, con un número similar de hombres, y el Tercio de Lope de Figueroa, con casi 2.700 infantes españoles. Dirigiendo las fuerzas de los soldados de las naciones alemana y valona, se encontraba el veterano coronel Cristóbal de Mondragón. La caballería hispánica estaba bajo el mando del comisario general Octavio de Gonzaga, mientras que la artillería la dirigía el conde de Berlaymont, quien llevaba 48 cañones medios y gruesos y 3 culebrinas, traídas desde Namur.
Maastricht, o Mastrique, como la conocían los españoles, era una ciudad fuertemente amurallada. Contaba con excelentes fortificaciones, incluyendo ocho revellines donde acumulaba abundante artillería. Tenía un profundo foso alimentado por las aguas del río Mosa, y estaba muy bien comunicada. El Mosa atravesaba de norte a sur la ciudad, partiéndola prácticamente por la mitad. En la margen occidental del río se encontraba la ciudad amurallada, mientras que en la parte derecha estaba el burgo, de menor tamaño y con defensas más vetustas, conectándose ambas partes entre sí por medio de un puente de piedra.
Maastricht, o Mastrique, como la conocían los españoles, era una ciudad fuertemente amurallada. Contaba con excelentes fortificaciones, incluyendo ocho revellines donde acumulaba abundante artillería. Tenía un profundo foso alimentado por las aguas del río Mosa, y estaba muy bien comunicada. El Mosa atravesaba de norte a sur la ciudad, partiéndola prácticamente por la mitad. En la margen occidental del río se encontraba la ciudad amurallada, mientras que en la parte derecha estaba el burgo, de menor tamaño y con defensas más vetustas, conectándose ambas partes entre sí por medio de un puente de piedra.
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Plano de la época de la ciudad de Maastricht |
Farnesio, sabedor de la dificultad de la empresa, dividió su ejército en dos; él se encargaría de la parte oeste de la ciudad, mientras que Cristóbal de Mondragón lo haría de la parte este, cerrando el cerco sobre la plaza completamente. Lo primero que hizo el duque de Parma fue enviar al capitán Pedro de Castro para exigir la rendición de la ciudad, a lo que obviamente los defensores respondieron negativamente. Lo siguiente que tenía en mente Farnesio era cortar el río, de esta manera se podía evitar que la ciudad pudiese recibir refuerzos por ahí. Los hombres del duque así lo hicieron, y se pusieron manos a la obra construyendo dos grandes puentes a base de barcas. También levantaron hasta seis fuertes, y lo hicieron en el increíble espacio de tan solo 48 horas. El propio duque, azada en mano, se esmeró como el que más en llevar a cabo tal tarea.
Una vez establecidas las defensas españolas, la artillería empezó su trabajo. Farnesio, junto a su Consejo de Guerra, determinó que la principal zona a batir fuera la de la Puerta de San Pedro, que estaba al cargo del Tercio de Hernando de Toledo, por lo que ordenó al general de artillería que batiera el revellín de ese sector. Para ello el conde de Berlaymont empleó 8 piezas de artillería, aunque no de manera muy eficaz, a tenor de los resultados. Para el 20 de marzo los trabajos de zapa habían dado sus frutos y los españoles llegaron al foso, pero la artillería enemiga impidió seguir avanzando a las tropas de Farnesio.
El Tercio de Valdés estaba a cargo de la conocida como Puerta de Bruselas, mientras que el de Lope de Figueroa se encargó de la Puerta de San Antón. Día y noche los cañones del conde de Berlaymont trataban de batir las murallas de la ciudad, mientras que un larguísimo túnel, lejos del alcance de la artillería enemiga y tan profundo que pasaba por debajo del foso de la ciudad, era construido con ahínco por los españoles. Los defensores, por su parte, trataron por todos los medios de evitar que los hombres de Farnesio completasen sus trabajos mediante el uso de humo, de agua hirviendo, así como de contraminas.
Dos minas explotaron a finales de marzo, pero no lograron causar el daño deseado. Además, los rebeldes realizaron diversas salidas, causando algunas decenas de bajas entre los españoles. Mientras tanto, por la Puerta de San Antón los trabajos estaban muy avanzados y el Tercio de Figueroa estaba preparado para el asalto. Farnesio concentró sus fuerzas en ese punto, ordenando a los suyos que rellenaran en esa parte el foso con fajina. Una vez terminadas las obras, justo debajo de la parte de la muralla más castigada, se rellenó de explosivos y se emplazaron 20 piezas de artillería para batir esa parte de la muralla.
Una vez abierta brecha en los muros de Maastricht, un primer intento de asalto corrió a cargo de la compañía del capitán Antonio Trancoso, que trató infructuosamente de atravesar las trincheras que los rebeldes habían levantado tras los muros de la ciudad. Esa sorpresa no la esperaban los aguerridos españoles que se lanzaron a entrar en la ciudad. Aquello era un caos en medio de la incesante lluvia; el terreno del foso se venía abajo y los españoles se las veían tiesas con el fuego enemigo y con las enfermedades que empezaban a brotar.
Un masivo ataque a comienzos de abril, a cargo de los tercios de Valdés y Figueroa, acabaría en fracaso, a pesar del ímpetu de la carga. Los españoles se lanzaron al ataque pero los holandeses lograron volar una de las minas españolas. La deflagración fue tremenda, volando por los aires cascotes de piedra, metal, arena y agua. Muchos soldados murieron en aquella explosión, y el asalto causó estragos entre las fuerzas atacantes, entre ellos el marqués de Malaspina, Pedro Zúñiga y Fabio Farnesio, primo de Alejandro. El duque tuvo que ser detenido por sus propios hombres cuando se lanzaba contra las trincheras de los rebeldes, y sus capitanes le hicieron ver de lo inútil de tal acción, en la que habían perdido la vida más de 500 infantes españoles.
Farnesio entonces rehízo su estrategia y levantó una muralla alrededor de la propia ciudad de nueve metros de altura. Se construyeron nada menos que 16 baluartes desde los que poder dar cobertura a las tropas que realizaban las labores de zapa, y se cerró por completo el cerco sobre la ciudad, no pudiendo Maastricht recibir los refuerzos que Guillermo de Orange mandaba para sus resistencia. Para completar la imponente obra de ingeniería se construyó una especie de fortaleza frente a la Puerta de Bruselas, el punto de la ciudad desde el que más daño causaban los enemigos. En ese punto se iba a emplazar la mayor parte de la artillería. Todo esto llevó más de dos meses, pero la obra, junto a los túneles que complementariamente se construyeron, dio sus frutos.
Una vez abierta brecha en los muros de Maastricht, un primer intento de asalto corrió a cargo de la compañía del capitán Antonio Trancoso, que trató infructuosamente de atravesar las trincheras que los rebeldes habían levantado tras los muros de la ciudad. Esa sorpresa no la esperaban los aguerridos españoles que se lanzaron a entrar en la ciudad. Aquello era un caos en medio de la incesante lluvia; el terreno del foso se venía abajo y los españoles se las veían tiesas con el fuego enemigo y con las enfermedades que empezaban a brotar.
Un masivo ataque a comienzos de abril, a cargo de los tercios de Valdés y Figueroa, acabaría en fracaso, a pesar del ímpetu de la carga. Los españoles se lanzaron al ataque pero los holandeses lograron volar una de las minas españolas. La deflagración fue tremenda, volando por los aires cascotes de piedra, metal, arena y agua. Muchos soldados murieron en aquella explosión, y el asalto causó estragos entre las fuerzas atacantes, entre ellos el marqués de Malaspina, Pedro Zúñiga y Fabio Farnesio, primo de Alejandro. El duque tuvo que ser detenido por sus propios hombres cuando se lanzaba contra las trincheras de los rebeldes, y sus capitanes le hicieron ver de lo inútil de tal acción, en la que habían perdido la vida más de 500 infantes españoles.
Farnesio entonces rehízo su estrategia y levantó una muralla alrededor de la propia ciudad de nueve metros de altura. Se construyeron nada menos que 16 baluartes desde los que poder dar cobertura a las tropas que realizaban las labores de zapa, y se cerró por completo el cerco sobre la ciudad, no pudiendo Maastricht recibir los refuerzos que Guillermo de Orange mandaba para sus resistencia. Para completar la imponente obra de ingeniería se construyó una especie de fortaleza frente a la Puerta de Bruselas, el punto de la ciudad desde el que más daño causaban los enemigos. En ese punto se iba a emplazar la mayor parte de la artillería. Todo esto llevó más de dos meses, pero la obra, junto a los túneles que complementariamente se construyeron, dio sus frutos.
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Asedio de Maastricht |
Para mediados del mes de junio los españoles habían logrado colocar la artillería en lo alto del imponente baluarte. El conde de Berlaymont colocó una veintena de cañones gruesos y martilleó esa parte de la muralla. obteniendo los frutos deseados para finales de mes. El 28 de junio, tras casi 4 meses de asedio, la muralla principal por fin cedió ante las minas y la artillería, abriéndose un gran hueco en la media luna de esa parte de la ciudad. La noche del 28 al 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, el duque dispuso a sus hombres para el asalto general.
Los españoles se lanzaron en tromba al interior de la ciudad al grito de "¡cierra España, Santiago!". Movidos por el deseo de venganza y la esperanza de encontrar un buen botín, tras tan largos y penosos padecimientos, los ánimos de los infantes estaban muy exaltados. En esta ocasión la furia española fue terrible. Alejandro Farnesio, consciente de lo mal que lo habían pasado sus tropas, dejó que durante dos días sus hombres saquearan la ciudad a su antojo y se curaran de las penalidades sufridas durante el asedio.
Más de 1.300 españoles murieron en aquel terrible asedio, a los que había que sumar otros 800 muertos entre las tropas italianas, alemanas y valonas al servicio del duque de Parma. Nada menos que 23 capitanes y 2 sargentos mayores españoles se dejaron la vida en los muros de Maastricht, lo que da una idea de la crudeza de los combates, y de que el peso de éstos fue llevado claramente por la nación española, auténtico nervio de los ejércitos de la Monarquía Española. Por la parte holandesa se contaron más de 10.000 muertos, incluyendo los 2.000 soldados de la guarnición que cayeron durante los meses de asedio. Se tomaron de igual forma cientos de prisioneros con los que los españoles esperaban obtener un cuantioso rescate.
Con esta victoria Alejandro Farnesio se ganó la fama no solo de valiente militar y soberbio general, sino también de brillante ingeniero. Su talento natural para la guerra se iría acrecentando en los años posteriores, con incontables y sobresalientes victorias, reconquistando los territorios perdidos tras las revueltas protestantes. La toma de la ciudad de Maastricht fue un duro golpe para la Unión de Utrecht, que vería cómo los católicos de muchas de sus provincias se rebelaban contra ellos volviendo a la obediencia del rey español Felipe II.
Con esta victoria Alejandro Farnesio se ganó la fama no solo de valiente militar y soberbio general, sino también de brillante ingeniero. Su talento natural para la guerra se iría acrecentando en los años posteriores, con incontables y sobresalientes victorias, reconquistando los territorios perdidos tras las revueltas protestantes. La toma de la ciudad de Maastricht fue un duro golpe para la Unión de Utrecht, que vería cómo los católicos de muchas de sus provincias se rebelaban contra ellos volviendo a la obediencia del rey español Felipe II.
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Asedio de Maastricht |
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Mapa de los Países Bajos en 1579 |
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