El Milagro de Empel

Guerreros: Lope de Figueroa y su Tercio


Lope de Figueroa fue uno de los militares más prestigiosos y con mayor fama de su época. Toda una institución entre los soldados de los tercios, su sola presencia en una batalla inspiraba confianza y fuerza a los hombres y provocaba el miedo entre sus enemigos. 

Las dudas con respecto a su nacimiento siguen aún vigentes y, aunque tradicionalmente se estableció en el año 1520, como reflejan muchos estudios, entre ellos el de Carlos Belloso Martín en su obra La Antemuralla de la Monarquía, un estudio de Juan Luis Sánchez publicado en el Diccionario biográfico español de la Real Academia de Historia, basado en las pruebas de concesión de del título de Caballero de la Orden de Santiago, afirma que nació en Guadix, Granada, en el año 1541.

Sea como fuere era el segundo hijo de Leonor de Figueroa, descendiente directa de Fernando III El Santo, según afirma Juan de Hariza en su obra Descripción genealógica de los excelentísimos señores marqueses de Peñaflor, y bisnieta de Lorenzo Suárez de Figueoroa, I conde de Feria. Su padre era el capitán Francisco Pérez de Barradas, trinchante y maestresala del rey Fernando el Católico, llegando a ser señor de Graena, alcaide de la Peza y Caballero de Santiago.

Como segundón y siguiendo costumbres de la época, Lope usó su apellido materno y no tardó en enrolarse en la milicia. Debió ser alrededor de los 17 o 18 años cuando fue a Italia a sentar plaza como soldado bisoño. En 1560 sabemos que el el virrey de Sicilia, Juan de la Cerda, envió una carta a Felipe II explicando que un ministro turco y su emisario se pasaban al bando cristiano: "uno era moço y estrangero, y el otro diverso de costumbres y religión, y yr así solos tanto camino no podría ser sin mucho incomodo y aún peligro, me ha parecido enviar con ellos al capitán Lope de Figueroa, porque aliende de ser un buen vasallo de V. Mag. y haver dado buena cuenta de lo que acá continuamente se le ha encomendado, tiene muchas noticias de Levante y sabe bien la lengua turquesa por haverse criado allá".

Tomando este documento fechado el 8 de junio de 1560, y que se encuentra en al Archivo General de Simancas, es complicado imaginar cómo, habiendo nacido en 1541, Lope pudiera ser ya capitán, estar tan bien relacionado como para poseer información fiable sobre el Turco, y dominar la lengua otomana, aunque bien pudiera haberla aprendido en su Guadix natal, donde había mucho morisco. Es posible que pueda haber errores de datación, porque otras fuentes lo sitúan en el desastre de Los Gelves ese mismo año. Lo cierto es que los primeros años en la milicia del que será uno de los grandes militares de España son bastante confusos.

Tal es la confusión que en la Relación de la pérdida de los Gelves que lleva a cabo Francisco de Urrías, enviada por carta desde Mesina el 20 de agosto de 1560 al rey, afirma que Lope de Figueroa era uno de los 21 capitanes de Lombardía y que "perdiose quando las galeras, no se sabe si es bivo o muerto". En esa relación Urrías ofrece una larga y detallada lista de bajas, entre las que, además de Lope, destacan nombres tan importantes como el del maestre Álvaro de Sande, el general de Nápoles Sancho de Leyva, el sargento mayor del Tercio de Sicilia, Moreto, o el capitán de Lombardía Francisco de Cárdenas.

No hay referencia documental acerca de Lope de Figueroa desde ese desastre hasta 1564, por lo que es muy probable que estuviera cautivo del Turco durante ese tiempo hasta que se pagó la suma de 4.000 ducados, según asevera Martín Fernández Navarrete en la Vida de Miguel de Cervantes Saavedra. El año de su liberación participó en la reconquista del Peñón de Vélez de la Gomera liderada por García Álvarez de Toledo, marqués de Villafranca del Bierzo. Allí destacó Figueroa al frente de 80 soldados que asaltaron un cerro ocupado por los moros, desalojándoles de sus posiciones.

Después fue enviado a Córcega en el asalto al castillo de Istria. Allí, al frente de unos cuantos arcabuceros, expulsó al enemigo de la colina que dominaba la posición sobre el castillo. En 1565 Lope participó en el socorro del Gran Sitio de Malta como capitán de una de las cuatro compañías del Tercio de Cerdeña, cuyo maestre era Gonzalo de Bracamonte. La compañía de Figueroa estaba compuesta por 162 soldados, tal y como se detalla en la Relación de lo de la infantería para el socorro de Malta y Çaragoça de la que hizo Andrea Doria para esto y en la Relación de gente que pareció en la muestra que se tomó en Çaragoça a las 4 compañías del tercio de don Gonzalo de Bracamonte. 

Para 1566 el Gran Duque de Alba estaba preparando un potente ejército para partir hacia Flandes ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos en aquellas tierras. El duque llegó a Italia en 1567 con diversas compañías de soldados bisoños procedentes de España a las que dejó allí mientras se llevaba varias compañías soldados veteranos para Flandes. En ese momento la compañía de Figueroa, que lo era del Tercio de Bracamonte, pasó al Tercio de Sicilia, del maestre de campo Julián Romero, que contaba con 1.620 hombres distribuidos en 10 banderas, como se atestigua en la muestra tomada por el de Alba en Asti el 16 de junio de 1567.

Lope destacaría en las campañas que el duque de Alba llevó a cabo en los Países Bajos. Con su compañía de mosquetes al frente de la formación, rechazó el ataque que el ejército de Luis de Nassau lanzó contra los 1.800 españoles de Romero y Sancho de Londoño que formaban la vanguardia del ejército español en la batalla de Jemmingen, y fue de los primeros en perseguir y dar caza al maltrecho ejército protestante que se batía en retirada en una jornada histórica para los tercios. Allí Lope, según relata Victorinus Hendricks en su obra Don Lope, figura histórica e imagen literaria, contó 17 heridas, le mataron a su caballo y capturó al enemigo mucha artillería.

Grabado de la batalla de Jemmingen

Un poco más tarde, en octubre de 1568, encontramos a Lope de Figueroa participando también en la batalla de Jodoigne. Allí las tropas del duque de Alba sorprendieron a Guillermo de Nassau intentando cruzar el río Geerte. Los arcabuceros españoles, 600 del Tercio de Lombardía, 400 del de Sicilia, en donde se encontraba la compañía de Lope y 500 valones, dieron buena cuenta de las tropas protestantes, matando a 3.000 de ellos a fuego y cuchillo. El militar y cronista Bernardino de Mendoza relata en su obra Comentarios de lo sucedido en las Guerras de los Países Bajos, que por estos hechos el rey le concedió una pensión vitalicia de 400 ducados.

Seguramente le fuera concedida cuando el 2 de febrero viajó a Madrid por órdenes del duque de Alba para hacerle llegar al rey urgentes despachos. En la obra Don Francés de Álava y Beamonte: correspondencia inédita de Felipe II con su embajador en París (1564-1570), de Pedro y Justina Rodríguez, se relata cómo el día 8 de febrero, tras enfrentarse a un duro temporal durante 4 días, la nave donde Lope viajaba naufragó en la desembocadura del río Adour, próximo a Bayona. Allí la población local se lanzó a saquear el buque, calculándose que en el pillaje se perdieron 14.000 ducados, lo cual causó un incidente diplomático bastante importante.

Para 1569, en plena rebelión morisca en las Alpujarras, Felipe II se vio obligado a llamar a su hermanastro, Juan de Austria, y traer tropas de Italia, dada la ayuda que los rebeldes estaban recibiendo del Turco. El rey escribiría que "y porque siendo tan buen soldado Don Lope, y entendiendo que por allá no hace falta ahora, le he mandado que me vaya a servir en lo de Granada y que asista allí mientras durare la necesidad en lo que Don Juan mi hermano le ocupare".

El de Austria se desempeñó brillantemente en la tarea de contener y poner fin a la rebelión. El capitán Lope de Figueroa se volvió a distinguir en aquella guerra. En febrero de 1570, en la localidad de Galera, resultó herido en el brillante ataque que dirigió contras los jenízaros que custodiaban la plaza. También fue herido junto a Juan de Austria cubriendo la retirada de las tropas de este último en Serón, cuando las tropas moriscas cargaron con dureza contra los cristianos. También fueron notables sus acciones en la villa de Tijola, en marzo de ese mismo año, y las que llevó a cabo a lo largo del verano, limpiando las costas granadinas de moriscos, que solían esconderse en las numerosas cuevas existentes en aquellos parajes.

Rebelión de las Alpujarras. Ilustración de Manuel Fernández y González


Sucedía en aquel entonces que el cargo de maestre de campo del Tercio Ordinario de Sicilia había quedado desierto al estar Julián Romero con diversas compañías de éste en Flandes. Es por eso que el marqués de Pescara, virrey de Sicilia propuso en 1570 tres candidatos para ocupar el puesto. Así, a 8 de enero de 1570, sugería la conveniencia de proveer el cargo de maestre de campo de la infantería de Sicilia por ausencia en Flandes de D. Julián Romero; propuesta de Diego Enríquez. 

Carlos Belloso Martín recuperó del Archivo General de Simancas la petición que realizó entonces Lope de Figueroa: "El capitán don Lope de Figueroa suppca. a V. Mag. que acatando los servicios y las demás causas que ha referido al palabra y por escripto y que ha consumido quanta hazienda tenía en ello y sus rescates le haga V. Mag. merced de servirse del en el cargo de maestre de campo de Sicilia o del de Lombardía, attento la experiencia que tiene de las cosas de la guerra y particularmente de las de Ytalia donde ha professado y haver tenido cargos y gobiernos en las dichas partes".

La revuelta fue finalmente sofocada en la primavera de 1571 y Lope tenía al fin su tercio. De esta manera le encontramos en julio de 1571 en Barcelona, al frente de 2.259 soldados a punto de embarcar en las galeras que Álvaro de Bazán había puesto a disposición de la Liga Santa para la decisiva jornada de Lepanto. El tercio de Lope pasó a Génova y de ahí a Nápoles para finalmente organizarse junto al resto de la armada en Sicilia. En ese momento el tercio se componía de 14 compañías de las cuales 8 embarcaron en las galeras de España y 6 en las de Nápoles.

El tercio de Figueroa sobresalió en la Batalla de Lepanto en los momentos más críticos de ésta, cuando La Real, buque insignia de Juan de Austria, había sido embestido por la capitana turca, La Sultana. Había recibido el de Austria dos arcabuzazos que no lograron traspasar su armadura y la situación era muy delicada para el centro de la formación cristiana cuando Álvaro de Bazán logró dejar infantería de los tercios de Figueroa, Pedro Padilla, Diego Enríquez y Miguel Moncada que contuvieron el avance jenízaro y contratacaron con furia subiendo a La Sultana. Roberto Muñoz Bolaños escribió en su libro La Batalla de Lepanto que Figueroa, empuñando espada y rodela, derribó el estandarte de Mahoma que se alzaba en la popa de la capitana turca.

Lepanto. Combate entre La Real y La Sultana

Juan de Austria envió a Lope a la corte de Madrid con las buenas nuevas el 10 de octubre, aunque Felipe II acabó enterándose de aquella gloriosa victoria unas semanas antes por medio del embajador veneciano. El rey escribió a su hermanastro: "que por don Lope de Figueroa se ha entendido de la victoria, su contento por ella y aprueba lo que ha hecho". Lope partió nuevamente hacia Mesina, donde quedaría bajo las órdenes de Juan de Austria que por expreso deseo del rey debía organizar la flota.

La reunión en la isla del Tercio de Lope de Figueroa y el Ordinario de Sicilia suponía un elevado coste económico para las arcas del reino siciliano, lo que suscitó las quejas del virrey, el duque de Terranova. El Tercio pasó el invierno de 1571 allí y a comienzos del verano siguiente se tomó una muestra del mismo que arrojaba un total de 2.665 hombres distribuidos en 18 compañías y cuyo coste ascendía a casi 13.000 escudos mensuales, lo que hace una idea del esfuerzo económico que debía realizar el virrey. Por ello, en diciembre de 1572 unas cuantas compañías del Tercio fueron mandadas a Génova en las galeras de Juan Andrea Doria.

En esta época el soldado Miguel de Cervantes se hallaba encuadrado en una de las compañías del Tercio de Lope de Figueroa, que para 1573 se encontraba participando en nueva campaña mediterránea de Juan de Austria. En la muestra que se hizo del tercio de Lope por el duque de Terranova el 8 de mayo de 1573, se arrojaba un total de 2.237 soldados agrupados en 12 compañías. Una vez finalizada la campaña en el mediterráneo Lope de Figueroa contaba ya en su tercio con 40 compañías que hubieron de ser distribuidas por Nápoles, Malta, Túnez y Puglia,

Por su parte don Juan mandó a Figueroa con 14 de sus compañías a proteger Cerdeña y constituir una fuerza de socorro inmediato para las plazas norteafricanas. En Cerdeña los hombres de Figueroa tuvieron sus más y sus menos con los genoveses de Marcelo Doria, lo que obligó más tarde a asentarlos en Milán y luego en Génova. En noviembre de 1574 Figueroa estaba con su tercio nuevamente en Sicilia, ya que se tomó una nueva muestra: 2.773 soldados componían ahora las 22 compañías del Tercio de Lope.

Figueroa y sus hombres permanecerían varios años en Sicilia defendiéndola brillantemente pero los roces con la población local cada vez eran más frecuentes y mayores. El rey ordenó a Colonna, nuevo virrey de Sicilia, tomar 10 compañías del tercio de Lope para completar el Ordinario de Sicilia, mientras que el veterano maestre partía con el resto de sus hombres hacia Flandes. En ese momento Lope de Figueroa era uno de los más reputados maestres y su tercio se consideraba el mejor y el más adecuado para operaciones complejas, de ahí que don Juan se lo llevase con él a los Países Bajos.

En 1578 Lope se encontraba falto de salud y de ánimo, por lo que escribió al rey pidiéndole licencia durante un año para poder recuperarse en España. Pero no se podía prescindir de un militar tan capaz en un momento tan complicado como el que atravesaban los Países Bajos, a pesar de la gran vitoria de don Juan en Gembloux, la invasión de Flandes por parte del ejército francés del duque de Anjou y del protestante Juan Casimiro, obligaba a España a movilizar recursos. El Tercio de Figueroa, compuesto por unos 5.000 hombres distribuidos en 22 compañías, partió desde Milán para Flandes el 22 de febrero de 1578 y el 27 de marzo llegó a Namur, habiendo empleado tan solo 32 días en recorrer el Camino Español, el mínimo tiempo jamás empleado en recorrer los más de 1.000 kilómetros de distancia que cubrían la ruta.

Camino Español. Obra de Augusto Ferrer-Dalmau

Lope de Figueroa pasó los siguientes dos años en Flandes a las órdenes nuevamente de Juan de Austria, con quien había compartido mil y una batallas en Malta, las Alpujarras o Lepanto. Pero no tendría mucho tiempo de servirle, pues el 1 de octubre de 1578 moría don Juan a consecuencia de unas fiebres tifoideas, dejando nombrado sucesor en el gobierno de los Países Bajos a Alejandro Farnesio. El tercio de Lope iba al frente de la comitiva fúnebre con las picas al suelo y ondeando banderas negras en señal de duelo.

En marzo de 1579 Lope de Figueroa se encontraba en el asedio de Maastricht. Su tercio, junto al de Valdés, se encargó de lanzar un masivo ataque sobre las posiciones protestantes en abril que, a pesar del ímpetu, acabó en fracaso. Farnesio comprendió que la ciudad no caería sin la ingeniería, así que se puso manos a la obra y en 2 meses tenía completado el cerco sobre Maastricht y los túneles por los que los zapadores introdujeron las minas que volaron la muralla junto al fuego de artillería. La ciudad cayó el 29 de junio tras cuatro meses de asedio y Farnesio permitió un saqueo de 2 días debido a la huida de Sebastián Tapiano, comandante de la plaza, con parte del tesoro.

La Unión de Arrás provocó que Lope abandonara Flandes junto a su tercio en dirección a Italia en abril de 1580. Pasó el invierno y todo el año siguiente en Lombardía, concretamente en Milán, desde donde se embarcó en las galeras de Juan Andrea Doria junto a su tercio rumbo a Génova en octubre. Doria tenía en alta estima a los soldados de Figueroa, pero era consciente de su indisciplina, salvo con sus capitanes y su maestre, y su laxitud moral. Como muestra sirva el embarque en Milán en las galeras del genovés, donde los soldados del tercio se acompañaban de multitud de mujeres y mozos.

Lope tuvo que hacer valer su carisma y sus dotes de mando para contener a sus hombres que acumulaban ya un retraso de un año en sus pagas, más aún cuando estaban a punto de volver a sus tierras y, como ya es sabido, para el soldado español de la época llegar a su casa luciendo sus mejores galas era una cuestión de vital importancia. Pero ni el propio Lope pudo contener a los hombres de su compañía ni de la de Juan de Gamboa, que se amotinaron un día antes de embarcar. Buscando el apoyo de las compañías de Miguel Sáenz de Benesa y de Alonso de Ávalos, se encontraron con que éstas no secundaron el motín y les recibieron a arcabuzazos, por lo que a la mañana siguiente la mayoría de hombres volvieron a sus banderas excepto unos 40 hombres que, como escribió Sancho de Padilla en su carta al rey el 6 de octubre de 1581: "salieron apellidando Francia Francia".

Para evitar el contagio de la revuelta se embarcó a los hombres del tercio a toda prisa en las galeras de Doria, mientras que los amotinados fueron conveniente ajusticiados en Milán. Pero los ánimos se caldearon aún más cuando los hombres se enteraron de que el tercio de Hernando de Toledo, que iba en las galeras de Nápoles con Juan de Cardona, habían cobrado todas sus pagas atrasadas y además en sus galeras se servía carne fresca y pan. Desde Génova, tras muchos problemas y negociaciones para lograr juntar las cantidades adeudadas, partieron hacia Barcelona a mediados de noviembre para después pasar definitivamente a Cartagena.

En Cartagena se tomó muestra de sus hombres el 30 de diciembre de 1581: la compañía de Lope estaba compuesta por 7 oficiales y 46 soldados viejos, y su tercio contaba con 184 oficiales y 1.266 soldados distribuidos en 21 compañías, 5 de ellas de arcabuceros. La compañía más nutrida era la de Juan de Gamboa, que contaba con 94 hombres, 10 de ellos oficiales, mientras que la más exigua era la del capitán Miguel de Cardona, que apenas alcanzaba los 46 efectivos, contando con sus 9 oficiales.

La situación se complicaba con Antonio, prior de Crato, el cual no reconocía a Felipe como nuevo rey de Portugal y había emprendido una guerra contra España. Antonio tan solo encontró el apoyo de las Islas Terceiras, donde pronto se hizo fuerte y desafió, apoyado por Francia e Inglaterra, el poder del monarca español. Felipe no podía aceptar tal afrenta por lo que mandó al capitán general de las galeras de España, el marqués de Santa Cruz Álvaro de Bazán, quien nunca había perdido una batalla, preparar en Sevilla y Lisboa una flota para la invasión de las Terceiras.

Teniendo conocimiento de la partida de un gran flota francesa de 64 buques bajo el mando de Felipe Strozzi, el rey ordenó que los tercios de Figueroa, que contaba en ese momento con algo más de 3.500 hombres, y el de Francisco de Bobadilla, con 2.500 hombres, la mayoría soldados viejos muy escogidos y experimentados, se dirigieron a Lisboa para su embarque en la armada dirigida por Bazán, mientras que el tercio de Antonio Moreno lo haría en Sevilla.

El 21 de julio llegaron a la isla de San Miguel las 28 naves con la que contaba Bazán, y el 22 la retaguardia de la flota española, compuesta por la escuadra de 5 naves de Miguel de Oquendo, se vio sorprendida por los franceses que habían ganado el barlovento y empezaron a cañonear con furia. La rápida maniobra de Bazán cerrando la formación desbarató los planes franceses. 4 días más transcurrieron hasta que el 26 de julio se desataron definitivamente las hostilidades.

Formaron en línea y avanzando en paralelo y en dirección opuesta a la flota francesa cuando el galeón San Mateo, con Lope de Figueroa y 250 de sus mejores hombres, se salió de la formación poniendo proa hacia la armada de Strozzi. En ese momento el almirante francés se dirigió con su capitana y 4 buques más, mientras que su hermano, el conde de Brissac, se dirigía con 6 más y otros 4 naves de refuerzo bajo el mando del mariscal Saint Souline. El primer buque en llegar fue el Saint Jean Baptiste, nave capitana de Strozzi, haciéndolo por babor, mientras que el del conde de Brissac lo hacía por estribor y otros dos buques más se situaban a proa y popa del galeón de Figueroa.

Lope había dado instrucciones a sus hombres para guardar el fuego hasta que los buques franceses no estuvieran pegados al San Mateo. De este modo, aguantaron los españoles el fuego enemigo hasta que en el momento oportuno Figueroa gritó la orden para que sus arcabuceros y mosqueteros descargaran el fuego sobre las cubiertas enemigas. Tras la primera andanada, la artillería del galeón español resonó estruendosamente mientras los hombres de Figueroa aprovechaban para recargar. De este modo combatieron los hombres del San Mateo durante más de 2 horas en la que el buque perdió las jarcias y las velas. El ímpetu de los soldados de Lope era tal que el maestre tuvo que dar la orden de no asaltar las naves enemigas para no romper la formación, bajo pena de muerte a quien la incumpliese.

El San Mateo en combate en las Teceiras

La llegada del San Martín de Bazán y de la nao Catalina, de Sebastián Labastida, hicieron que Strozzi, que había recibido un arcabuzazo, se rindiese, muriendo poco después. Los franceses  contaron más de 1.500 muertos, 393 prisioneros y perdieron 10 de sus buques, mientras que los españoles tuvieron 224 muertos y 553 heridos.

Para el año siguiente Bazán volvió a las Terceiras con la misión de tomar las Azores por completo. Cristóbal de Eraso y Juan Martín de Recalde le secundaban en lo concerniente a la marina, mientras que Figueroa fue nombrado maestre de campo general de la infantería de desembarco. Junto al tercio de Figueroa iban también las tropas de Pedro de Padilla, capitán general de Orán, las de Pedro de Toledo, marqués de Villafranca, el tercio de Francisco de Bobadilla, y el de Juan de Sandoval, y el de Íñiguez de Zárate, con 2.600 hombres. A estas fuerzas se sumarían las tropas alemanas de Jerónimo de Lodrón, las italianas de Luis de Pignatelli, y Félix de Aragón con los portugueses.

La fecha elegida para el desembarco de las tropas fue el 26 de julio, en el aniversario de la victoria sobre la armada francesa. Lope dirigió lo que se considera una obra maestra de las operaciones anfibias. En el más estricto silencio y amparado por la noche consiguió desembarcar 4.000 soldados en la cala das Mos, punto intermedio entre las calas de Angra y Praia, donde estaba concentrado el grueso de las fuerzas del prior de Crato. La victoria fue total y las islas volvieron a la obediencia de Felipe II.

Tras la victoria en las Terceiras volvió Lope a España, pasando unas semanas en Cádiz antes de partir hacia Lisboa para tomar posesión de su nuevo cargo de maestre de campo general de Portugal, teniendo que ver partir a su amado tercio que en noviembre partía hacia Lombardía para desde allí dirigirse a Flandes a través del Camino Español. Lope puso todo su empeño desde su nueva posición en tratar de mejorar la vida de los soldados que se encontraban en Portugal, incluyendo las reclamaciones para cobrar las pagas atrasadas.

Probablemente hastiado de toda esta situación pidió a Felipe II dejar Lisboa y, una vez en la corte, solicitó el cargo de capitán general de la costa del Reino de Granada, sucediendo así a Álvaro de Bazán, que pasaba a ocupar el cargo de capitán general del Mar Océano. Lope de Figueroa se desplazó en marzo a Monzón, donde se encontraban las cortes de Aragón, como invitado a la boda de Catalina, hija del rey Felipe, con el duque de Saboya. Allí contrajo unas extrañas fiebres que se llevaron la vida de unas 1.500 personas esos días, incluida la del gran maestre de campo, que falleció el 28 de agosto de 1585. Lope de Figueroa no se casó y tan solo se le conoció una hija llamada Jerónima que era monja en el monasterio de la Concepción, en Guadix. A ella dejó 500 ducados mientras que como heredero universal nombró a su hermano Fernando de Barradas.

Lope fue toda una institución en vida y a su muerte su figura se elevó a la categoría de leyenda, siendo uno de los personajes más recurridos por los grandes escritores del Siglo de Oro. Así le podemos ver en la obra El asalto de Mastrique, de Lope de Vega, El águila del agua, de Luis Vélez de Guevara, La traición vengada, de Agustín Moreto, aunque sin duda fue el gran Calderón de la Barca quien más contribuyó a agrandar la leyenda del maestre de campo granadino con obras como Amar después de la muerte y sobre todo El Alcalde de Zalamea.

En su obra Guerras civiles de Flandes, el alférez Pedro Alfonso Pimentel describió a Lope como un líder nato, un hombre que había nacido para el mando en las cosas de la guerra, valiente y osado como ninguno, con un carácter fuerte y muy emotivo, con episodios de humor melancólico. Un hombre para el que sus soldados y su patria eran lo más importante y que hizo de su honor el bien más preciado.

Bibliografía: 

-Tercios (René Quatrefages)

-De Pavía a Rocroi (Julio Albi de la Cuesta)

-Historia de la profesión militar (Fernando Mogaburo)

-La antemuralla de la Monarquía. Los tercios españoles en la defensa de Sicilia en el siglo XVI (Carlos Belloso Martín)

El Alcalde de Zalamea, por Calderón de la Barca

Lope de Figueroa en la estatua a Calderón de la Barca., por Juan Figueras y Vila



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