Un 26 de julio del año 1582 se producía el enfrentamiento entre fuerzas navales españolas, bajo el mando del capitán general Álvaro de Bazán, y fuerzas de la armada francesa capitaneadas por el almirante Felipe Strozzi, y que acabó en una brillante victoria española.
Tras el ascenso al trono portugués de Felipe II, el prior de Crato, don Antonio, pretendiente igualmente a la corona portuguesa, había instado a una revuelta contra los españoles con el apoyo de los ingleses y franceses. Isabel I le dio dinero y la promesa del apoyo de sus corsarios a cambio de varias plazas portuguesas, 5 millones de ducados y un tributo anual. Pero Francia, con Enrique III de Valois en el trono, no dudó en ofrecer, además de dinero, tropas y suministros, alarmado por el poder que tenía en aquellos momentos el imperio español, y bajo la promesa de Antonio de cederle la posesión de Brasil.
El reducto del prior de Crato eran las islas Azores, desde donde los corsarios ingleses y franceses podían atacar fácilmente los convoyes que venían hacia España desde América. Felipe II estaba decidido a acabar con esa amenaza, por lo que a comienzos de 1582 ordenó preparar una flota con la intención de ocupar las Azores. Álvaro de Bazán, el almirante que nunca había perdido una batalla, veterano de Lepanto, Muros, Malta, o del peñón de Vélez, sería el encargado de tal empresa.
Felipe, que no estaba en guerra ni con Inglaterra ni Francia en esos momentos, gracias a sus espías en Londres y París, sabía de los planes de Crato, y de la conspiración que se urdía contra los intereses de España. Además, desde la isla de San Miguel, donde los partidarios de Felipe eran la inmensa mayoría de la población, se habían enviado emisarios a Lisboa advirtiendo al virrey de que franceses e ingleses estaban descargando en las islas armas, municiones y hombres.
Álvaro de Bazán tenía previsto reunir 60 naos grandes y sus pataches auxiliares, 12 galeras y unas 80 barcazas de desembarco para el transporte de 10.000 soldados. Pero Catalina de Medicis, madre de Enrique III, tenía prisa por acabar con la paz con España y ordenó al almirante Strozzi tomar las Azores. El tiempo apremiaba, por lo que Bazán recibió órdenes de zarpar inmediatamente con tan solo 2 galeones, 18 naos españolas y 8 portuguesas, así como 10 urcas flamencas y 5 pataches. El plan era reunirse con las 20 naos de Juan Martín de Recalde y las 12 galeras de Benavides.
La flota francesa estaba compuesta por 64 buques de diverso tamaño y 6.500 soldados bajo las órdenes del mariscal Charles, conde de Brissac, hermano de Strozzi, y había zarpado el 16 de junio. Un mes después habían llegado a las Azores y se preparaban para desembarcar cuando las velas españolas asomaron en el horizonte. Álvaro de Bazán, que no había logrado reunirse con las otras dos flotas españolas, se encontraba en una clara desventaja, con tan solo 28 naves a su disposición, pero aún así decidió plantar batalla.
Era el día 22 y la falta de viento dejó inmovilizadas a ambas flotas fuera del alcance de los cañones. Al día siguiente las cosas continuaban igual hasta que por la tarde empezó a correr aire por lo que los franceses, que tenían ganado el barlovento, consiguieron llegar hasta la retaguardia española, mandada por Miguel de Oquendo y compuesta de 5 naos. En ese momento se rompieron hostilidades entre ambas fuerzas con un duro intercambio de fuego que causó numerosos daños en ambos bandos. La rapidez con la que Bazán viró y cerró la formación hizo a los franceses retirarse momentáneamente del combate.
En las últimas horas de la noche del día 24, Bazán maniobró hábilmente y a la mañana del día 25 le había ganado el barlovento a la flota francesa que además se encontraba completamente desorganizada mientras se efectuaban arreglos en sus buques. El ataque español parecía inminente cuando Cristóbal de Eraso, segundo comandante de la flota, comunicó a Bazán que el palo mayor de su nao se había partido y necesitaba reparación, por lo que el almirante no tuvo más remedio que remolcarlo y perder la ventaja del viento para ofender con sus cañones desde mayor distancia.
Al día siguiente Bazán dividió su flota en 3 escuadras: en vanguardia iría él con el "San Martín", su buque insignia, un imponente galeón de 1.000 toneladas y 48 cañones, acompañado de 6 buques más. En el centro iba el galeón "San Mateo", de 750 toneladas, bajo el mando de Lope de Figueroa, a cargo de los tercios embarcados, y escoltado por diversas urcas. Y en retaguardia el resto de buques bajo mando de Miguel de Oquendo. Formaron en línea, avanzando en paralelo y en dirección opuesta a la flota francesa, a una prudente distancia de 3 millas, cuando de pronto el "San Mateo" viró poniendo proa hacia la flota de Strozzi.
El comandante francés no lo dudó y se lanzó a por su presa con 5 buques bajo su mando, mientras que por babor mandó al conde Brissac con 6 buques, y 4 más de refuerzo a cargo del mariscal Saint Souline. El primero en llegar fue el "Saint Jean Baptiste", nave capitana de Strozzi, que abordó al galeón español por babor. Al poco el buque de Brissac estaba situado a estribor y otros dos buques más se situaban a proa y popa de la nave de Lope de Figueroa. Éste había dado órdenes de no disparar hasta estar borda con borda con el enemigo. Aquello debió ser épico, con las tropas aguantando en perfecta formación mientras recibían el fuego del enemigo.
En el momento acordado los 250 infantes que iban en el "San Mateo" descargaron el fuego de sus arcabuces y mosquetes, y mientras recargaban para una segunda andanada, los cañones del buque comenzaron a rugir por ambos costados. Dos horas estuvo el galeón batiéndose con los franceses, incapaces de abordarlo a pesar de ser 4 buques y de recibir numerosos refuerzos de otras naves. La determinación y coraje de los infantes de Lope era tal, que éste les prohibió, bajo pena de muerte, abordar los buques enemigos, ya que temía romper su formación y dejar su galeón desprotegido.
Mientras esto sucedía, Bazán estaba combatiendo contra una parte de la flota francesa y Oquendo, con su nao "Concepción", junto a las naos "Juana", bajo mando de Garagarza, y la "María", de Juan de Villaviciosa, corrió al auxilio del "San Mateo", embistiendo al buque del conde de Brissac y barriendo su cubierta con una brutal salva de artillería y mosquetería. En ese momento Álvaro de Bazán viró en dirección a la capitana de Strozzi, poniendo en fuga con sus cañones a la escuadra de Saint Souline.
Lope de Figueroa seguía batiéndose con Strozzi que, desesperado por el tremendo castigo que le estaba infligiendo el español, decidió zafarse del "San Mateo". De nada le serviría ya que Bazán le estaba esperando con el "San Martín" y la nao "Catalina", de Sebastián Labastida, que descargaron sobre el buque francés con tanta furia que no le quedó más remedio a Strozzi que rendirse, tras haber recibido un arcabuzazo que se tornaría mortal. Por su parte, Brissac veía cómo Oquendo le abordaba y tomaba su bandera, pudiendo el francés ponerse a salvo en otro buque.
Ya nada quedaba por hacer y los maltrechos barcos franceses huían en desbandada. Atrás dejaban 10 buques: 4 hundidos, 2 incendiados y otros 4 en tan mal estado que, después de saquearlos, los españoles los hundieron, incluidos la capitana y la almiranta francesas. Habían perdido más de 1.500 hombres, incluyendo a Felipe Strozzi y al conde de Vimioso, mando derecha del prior de Crato. Además 393 franceses fueron apresados y ejecutados por órdenes expresas del rey, ya que fueron considerados fuera de la ley al no estar en guerra con España. Oquendo decidió sin embargo perdonar la vida de aquellos que se le rindieron.
Las bajas españolas ascendieron a 224 muertos y 553 heridos, siendo las "San Martín" y "San Mateo" las más castigadas. Ésta última, que había recibido más de 500 disparos y numeroso incendios, contaba 40 muertos, incluyendo el capitán José de Talavera, y 74 heridos. Estaba gravemente dañada pero pudo salvarse. A los pocos días llegó la escuadra de Recalde, así que Bazán desembarcó 2.000 soldados en la isla de San Miguel, para reforzar la posición, y decidió convenientemente no asaltar la isla Terceira, ya que comenzaba la época de temporales, y esperar la llegada del convoy de América, bajo mando de Fernando Téllez de Silva, para escoltarlo.
La victoria española fue total, si bien no se habían podido tomar las Azores, el daño causado en la armada francesa fue demoledor, y la posición de Enrique III y su madre Catalina, quedaba muy debilitada en Europa, tanto, que le fueron negadas las ayudas que habían pedido a los países del norte de Europa para continuar la lucha. Además, inmersa en las Guerras de Religión, Francia vería el fin de sus aspiraciones portuguesas, y las Azores caerían un año después.
San Mateo |
Álvaro de Bazán |
Felipe Strozzi |
No hay comentarios:
Publicar un comentario