Un 6 de junio de 1762 una enorme escuadra inglesa compuesta por más de dos centenares de barcos al mando del almirante George Pocock llegaba a la Habana con el objetivo de arrebatársela a los españoles.
Dentro del marco de la Guerra de los 7 años, España, que de la mano del rey Carlos III había firmado un nuevo Pacto de Familia con Francia, se enfrentaba a los continuos ataques británicos en el Atlántico y el Caribe. Los ingleses tenían en mente apoderarse de la Habana y hacerse con el control de una de las joyas de la Corona Española. Para ello reunieron una potente flota que zarpó de Inglaterra en marzo. 23 navíos, 27 fragatas y otra veintena de buques menores acompañando a unos 150 barcos de transporte que llevaban más de 16.000 soldados.
Carlos III, sabedor de que los ingleses tenían los ojos puestos en Cuba, había nombrado en 1760 al mariscal Juan de Prado Malleza, capitán general y gobernador de la isla, y le había dotado de medios materiales y humanos para repeler cualquier posible ataque. Pero cuando las velas inglesas se divisaron en el horizonte de La Habana el 6 de junio de 1762, se pudo comprobar la trágica realidad: ni los muros ni los castillos se habían reforzado como era debido, ni se habían dispuesto la mayoría de cañones enviados por el monarca, ni se había colocado ni una sola de las piezas de artillería de tiro rasante. Tampoco se habían organizado, tal y como había ordenado el rey, las milicias locales.
En cuanto a las fuerzas, los españoles contaban en La Habana con el Regimiento de Infantería de la ciudad, al mando del coronel Alejandro Arroyo, compuesto por cerca de mil hombres. También se encontraba el 2º Batallón del Regimiento España, al mando del teniente coronel Feliú, con poco más de 800 soldados; el 2º Batallón del Regimiento Aragón, del teniente coronel Panés, con parecido número de hombres, y algunas compañías de los cuerpos de Dragones de La Habana y de Edimburgo. En total sumaban poco más de 4.000 soldados y menos de un millar de marinos.
Bajo la presidencia del gobernador Juan de Prado se creó una junta de defensa que puso el Castillo del Morro, en la entrada del puerto de La Habana, bajo el mando del capitán de navío Luis Vicente de Velasco, mientras que al capitán de navío Manuel Briceño, se le asignó la defensa del Castillo de la Punta.
Los ingleses comenzaron a batir con sus cañones los fuertes de Bacuranao y Cojimar y, tras deshacer las defensas españolas, desembarcaron unos 8.000 hombres a lo largo del día 7 de junio, que marcharon hacia La Habana. Pudo la Junta de Defensa mandar hombres a detener el avance británico, que necesariamente debía cruzar el río Luyano a través de una espesa maleza ideal para la emboscada, pero la falta de visión de Juan de Prado dejó el camino libre al enemigo.
Las prisas y los nervios se apoderaron del negligente gobernador, que mandó a toda prisa fortificar el alto de La Cabaña, que dominaba la altura del Castillo del Morro, y subir allí varios cañones de 12 libras. Juan de Prado tomaría la desacertada idea de barrenar 3 de sus mejores navíos en la parte más estrecha de la entrada al puerto para intentar impedir el acceso inglés. El 11 de junio el "Neptuno", el "Europa" y el "Asia", eran hundidos, quedando tan solo 9 navíos en condiciones de hacerse a la mar y combatir, pero inexplicablemente la Junta los abandonó, cayendo en manos británicas sin disparar un solo cañonazo.
Mientras esto sucedía los ingleses comenzaron a batir La Cabaña con su artillería, y avanzar sobre su posición, ante lo cual, el gobernador tomó la infame decisión de despeñar los cañones que habían subido y retirarse, dejando abierta la llave de la ciudad. A la vez desembarcan más de 2.000 hombres al oeste de la ciudad y apoyados por su artillería se hacen con la torre de La Chorrera y el Torreón de San Lázaro. La Junta ordenó abandonar la ciudad y llevarse todo cuanto de valor había.
Ahora todo el peso de la defensa recaía en el Castillo del Morro y en Luis Vicente de Velasco, que contaba para tal empresa con 3.000 soldados, unos 200 gastadores cubanos, y varias decenas de artilleros y de infantes de marina. Fortificó el castillo incomunicándolo por tierra y se dispuso para aguantar como buenamente podía.
El 13 de junio los ingleses comenzaban el asedio sobre el Morro castigándolo con un brutal cañoneo desde tierra y mar. Los españoles respondían y aguantaban los embates británicos. Para finales de mes, Velasco mandó realizar una salida con unos 600 hombres contra las posiciones fortificadas del enemigo para tratar de destruir la artillería que desde tierra tanto daño estaba haciendo a los defensores. No prosperará la operación, pero permite la entrada del coronel Arroyo con algo más de 300 soldados que vendrán muy bien para reforzar la posición.
El 1 de julio los británicos acometen un ataque general por tierra y mar. 4 buques ingleses oponen 140 cañones contra los 30 de la batería de "Santiago" del castillo. El "Cambridge" perdió todos sus palos, a su capitán y a la mitad de sus oficiales, debiendo ser remolcado por el "Marlborough", que también recibió numeroso fuego. El "Dragon" sufrió severo castigo, si bien logró poner fuera de combate algunas piezas españolas. El "Stirling Castle" decidió no medirse con la artillería del castillo, siendo relevado su capitán y juzgado por cobardía.
Por la parte de tierra, el general Keppel descargaba su artillería, 6 veces superior a la española, sobre los baluartes de "Austria" y "Tejada", desatando un auténtico infierno que acaba con numerosas batería y las defensas exteriores del castillo. Velasco cayó herido el 15 de julio, siendo sustituido por Francisco de Medina, y los ingleses continuaron disparando desde todos los flancos contra las cada vez más maltrechas defensas españolas. La situación era desesperada por lo que Velasco, aun sin estar recuperado, se volvió a hacer cargo de la defensa arengando a sus hombres con un "¡Sacrifiquémonos al Rey y a la Patria!".
Los ingleses empezaron a preparar una mina contra el baluarte de La Tejada, por lo que Velasco organizó un ataque el día 23 de julio combinando fuerzas de La Habana con las del castillo, pero nuevamente la Junta volvió a adoptar una decisión pusilánime y el ataque fracasó. Para colmo de males los británicos desembarcaron más de 3.000 hombres procedentes de sus colonias norteamericanas al mando del general Burton.
El 30 de julio "como a la una y media de la tarde se oyó un sordo estampido que no podía confundirse con los fuegos que ordinariamente se hacían...", rezaba el parte de guerra. La mina había sido detonada y por la brecha abierta se lanzaron los zapadores ingleses seguidos de cuatro compañías y la brigada de Keppel, a los que el capitán Párraga, con apenas una docena de soldados, retuvo durante algún tiempo hasta caer ante la abrumadora superioridad enemiga.
Velasco aprovechó ese tiempo para reunir con él un centenar de hombres alrededor de la bandera y combatió hasta que una bala le atravesó el pecho, momento en el que Vicente González-Valor se lanzó a defender el estandarte, cayendo muerto aferrado a él. Tras ellos, los capitanes Mozaravi y Zubiria y los tenientes Rico, Hurtado de Mendoza y Fanegra. La defensa era imposible, por lo que los pocos supervivientes decidieron rendirse.
Los ingleses quedaron profundamente impresionados por la heroica resistencia demostrada por los defensores del castillo. Keppler, que ofreció a Velasco recibir atención de los médicos británicos y que cortésmente fue rechazada por el capitán español, que quiso ser curado por sus compatriotas, ordenó el traslado del capitán español a la Habana bajo la escolta de lord Abermale. Durante la operación de extracción de la bala, Velasco contrajo el tétanos y acabó muriendo el día 31 de julio a las 9 de la mañana.
Los ingleses levantaron un monumento en Westminster en honor al capitán español y dispararon salvas durante años a su paso por Noja, lugar de nacimiento de Velasco. Carlos III erigió un monumento al valiente marino en dicha localidad. A su vez concedió a la Infantería de Marina la consideración de Cuerpo de la Casa Real por Real Orden de 22 de marzo de 1763 por su valerosa actuación en la defensa de La Habana. Los miembros de la junta de defensa, con el gobernador Juan de Prado a la cabeza, fueron sometidos a un consejo de guerra.
Luis Vicente de Velasco |
Estatua del capitán español |
Defensa del castillo del Morro |
Castillo del Morro en la actualidad |
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