El Milagro de Empel

España en la Guerra de los 30 Años (Parte IX. El equilibrio de poderes. 1636-1639)


El nuevo año comenzó con una ofensiva de los holandeses para recuperar la importante plaza de Schenkenschans, perdida un año antes. Los holandeses eran el principal objetivo de la política de Olivares, quien no parecía sentir especial miedo de las acciones francesas, los cuales reorganizaban sus fuerzas en torno a un ejército bajo el mando del príncipe Enrique II de Borbón-Condé, con la idea de invadir el Franco Condado. Por su parte los holandeses se adelantaban a los planes que el Cardenal-Infante tenía en mente para las campañas de su ejército de Flandes.

A finales de diciembre de 1636 España había firmado un nuevo tratado con Viena por el cual se comprometía a pagar 100.000 táleros mensuales a cambio de la entrega de un ejército de 25.000 alemanes al servicio del Cardenal-Infante. Pero los intereses del emperador no eran los mismos que los del valido del rey y los generales imperiales no prestaron la ayuda que se debía, por lo que Olivares retuvo en numerosas ocasiones los pagos desde 1636 hasta 1639. La situación de Schenkenschans era inmejorable. Enclavada entre el río Rin y el Waal, constituía una valiosa plataforma de entrada a los Países Bajos desde Alemania y, por lo tanto, una seria amenaza para los protestantes holandeses. Olivares eran consciente de su importancia hasta el punto de afirmar que "sin el Schenkenschans, no hay nada, aunque se tome a París, y con él, aunque se pierda Bruselas, lo hay todo". Pero la realidad era que una plaza así era muy complicada de conservar, incluso a pesar de que Fernando había dejado una guarnición de 1.500 hombres y otros 2.000 más en Cleves. 

Federico Enrique de Orange tenía claro que su objetivo sería esa plaza y que debía adelantarse a cualquier movimiento de las tropas españolas del Cardenal-Infante, que se movilizarían presumiblemente en primavera, si quería apropiarse de ella. No estaban los holandeses muy boyantes de fondos, y los franceses no podían asumir más pagos, al menos momentáneamente. En cuanto a las cosas del imperio los pactos con los sajones se reforzaron y, tras la retirada de Baudissin, el emperador envió un ejército de más de 12.000 infantes bajo el mando del general Melchior von Hatzfeld, para reforzar sus posiciones y hacer frente a la amenaza protestante en la zona de Magdeburgo, Pomerania y Brandeburgo. 

-Comienzo de la ofensiva protestante. Primavera de 1636

Si bien el asedio holandés de aquel fuerte había comenzado prácticamente con la toma de los españoles, no se endureció hasta entrado ya 1636, sobre todo a partir de marzo, cuando las temperaturas permitieron el recrudecimiento de las acciones. El plan holandés era rendir la fortaleza por hambre, mientras descargaba la furia de su artillería contra sus muros. Los españoles resistieron cuanto pudieron pero Juan Mauricio ofreció una rendición honrosa a los 600 defensores que quedaban bajo el mando de Gomar Fourdin. El 30 de abril caía Schenkenschans en medio de la euforia desatada de los holandeses y el abatimiento de Olivares quien manifestaba que "pues veo, señor, que se ha perdido la mayor joya que el Rey nuestro señor tenía en esos estados para poder acomodar sus cosas con gloria... grande golpe, señor, para el Rey nuestro señor, grande para toda España". 

Por su parte el rey Luis XIII y Axel Oxenstierna firmaban en Mecklenburgo el Tratado de Wismar el 20 de marzo de 1636, comprometiéndose con Suecia en su lucha contra los Habsburgo. Los suecos atacarían en Silesia y Bohemia, mientras que Francia atacaba desde la margen izquierda del Rin. Este acuerdo supuso un cambio en la política francesa; si antes consideraba a los suecos como un estorbo en su camino al poder en Europa, ahora los veía como imprescindibles debido a la declaración formal de guerra presentada en marzo por el emperador Fernando.

Asedio holandés de Schenkenschans, por Frederick Hendrik

Así los franceses se lanzaban contra el Franco Condado y el 26 de mayo ponían bajo asedio la capital, Dôle, buscando eliminar al duque Carlos de Lorena, quien se había refugiado allí a finales del año anterior. La primera parte de la campaña francesa había sido un fracaso y Richelieu no disimulaba su disgusto cuando acusaba a los funcionarios de la Hacienda Real de no hacer llegar los pagos a las tropas, pero en realidad la bancarrota se cernía sobre Francia y se debían vigilar los gastos si no se quería una retirada forzosa de la contienda por falta de fondos. A Luis XIII no le quedó más remedio que cesar a su ministro de Hacienda, Abel Servien, y colocar en su lugar a François de Noyers, experto en finanzas desde su época como intendente militar. 

Mientras esto sucedía, Johan Baner organizaba sus fuerzas, un total de 24.000 hombres, en Magdeburgo para enfrentarse a sus nuevos enemigos, los sajones. Para hacer frente a esta amenaza el emperador envió a Hatzfeld con su ejército y al mariscal Rodolfo Giovanni de Marazzino al frente de un cuerpo de ejército de 6.000 hombres. El ejército sajón, con Hatzfeld como comandante, sumaba ahora una fuerza superior a 30.000 hombres. Baner hizo amago de marchar pero se encontró el 11 de abril con las fuerzas sajonas que avanzaban sobre Magdeburgo. A Baner no le quedó más remedio que dejar guarniciones en la ciudadela de Magdeburgo. Un total de 2.000 hombres se quedaron para defender la ciudad mientras que Baner avanzó hacia el este dirigiéndose a Weber, en Brandeburgo. 

-La respuesta católica

Si bien la primavera no se había antojado buena para los intereses católicos, éstos no tardarían en reaccionar. El primero en atacar fue Marazzino, quien cargó contra Pomerania el 11 de abril. Hatzfeld pronto acudió a Magdeburgo y puso sitio a la ciudadela el 18 de junio. Defendida por los coroneles suecos Drake y Salomon Adams, la plaza aguantó casi un mes hasta que el 13 de julio se rindió tras la generosa oferta de capitulación del general católico. Aproximadamente unos 300 alemanes que defendían la ciudadela se unieron a las tropas de Hatzfeld, quien decidió seguir allí hasta mediados de agosto para evitar cualquier contraataque enemigo o intento de sublevación. 

Por su parte Gallas continuaba reorganizando sus fuerzas en su campamento en Drusenheim, Alsacia, por lo que Olivares ordenó al Cardenal-Infante realizar una cadena de ataques de diversión desde sus posiciones en los Países Bajos. Aprovechando que los holandeses se habían quedado sin fondos en su ofensiva por reconquistar Schenkenschans, y no constituían una amenaza por el momento, Fernando y el príncipe Tomás de Saboya avanzaron con un ejército de 25.000 hombres sobre la región francesa de Picardía, mientras que Octavio Piccolomini partía desde el Rin al frente de un ejército imperial y bávaro de 12.000 hombres y se dirigía contra la Champaña. Los ejércitos se pusieron en marcha de manera combinada a comienzos del mes de junio, mientras el grueso del ejército francés se encontraba poniendo sitio a Dôle, capital del Franco Condado. 

A comienzos de julio las tropas españolas se internaron en Francia, cuyo ejército de 10.000 hombres bajo las órdenes de Luis II de Soissons no era rival para el experimentado ejército de Flandes. Aún así Soissons se negó a plantar batalla en una clara muestra de cobardía, por lo que las plazas fuerte de La Capelle, nudo estratégico de comunicaciones en la frontera con Flandes, Le Catelet y Vervins cayeron sin resistencia. El señor de Bec, al mando de la defensa de La Capelle, fue sometido a consejo de guerra, perdiendo sus títulos y sus bienes, y logrando escapar antes de que se le ejecutara por descuartizamiento. También cayeron las plazas francesas de Bohain y Roye a finales de julio, disparando todas las alarmas en la Corte de París, cuya respuesta fue ordenar levas para reforzar el ejército de Soissons. 

El Cardenal-Infante se dirigió hacia el río Somme para sitiar la plaza de Corbie el 7 de agosto. Esta plaza era uno de los últimos obstáculos defensivos en el camino hacia París. A poco más de 100 kilómetros constituía una importante fortaleza a orillas del Somme que guardaba la capital francesa de cualquier posible ataque enemigo. El asedio tan solo duró 8 días, pues el 15 de agosto la plaza se rendía y los españoles tenían el camino expedito hacia París. Mientras tanto el general bávaro Werth llegó con su caballería hasta Compiegne, mientras que Fernando llegaba a Pontoise, a 50 kilómetros de la corte. El pánico se desató allí, huyendo muchos nobles y cortesanos hacia Chartres y Orleans. Richelieu y Luis XIII se negaron a abandonar París y Soissons comenzó los preparativos defensivos de la capital con su ejército de milicianos y campesinos. 

Por si fuera poco un ejército español cruzaba los Pirineos desde Guipúzcoa y Navarra y se internaba en el suroeste francés, en la provincia francesa de Labort. Los españoles tomaban la plaza fuerte de San Juan de Luz. Francia parecía perdida, pero fueron una serie de desdichados acontecimientos los que impidieron que fuera completamente derrotada. Mucho se ha especulado con las causas que llevaron a las fuerzas de los Habsburgo a retirarse de Francia cuando la victoria estaba tan cerca. Algunos incluso han tachado de cobarde la actitud del Cardenal-Infante, pero nada más lejos de la realidad. 

En primer lugar Piccolomini pidió en repetidas ocasiones al emperador que cruzara el Somme, pero Fernando II nunca se mostró por la labor de tomar París, temiendo perder sus ejércitos si los internaba tanto en territorio enemigo. Gallas no se internó en la Borgoña francesa tal y como se había previsto por lo que no se pudo abrir un cuarto frente que sin duda hubiera desbaratado por completo las defensas francesas. En segundo lugar la línea de suministros del ejército de Flandes se había extendido sobremanera, y sin el apoyo de los imperiales era imposible mantener unas fuerzas tan grandes. Además Federico Enrique lanzó un ataque de diversión en el norte de los Países Bajos con una fuerza de poco más de 10.000 hombres, insuficiente para alarmar a las fuerzas españolas, pero que suponía una oportunidad para el Cardenal-Infante, pues esperaba derrotar de una vez por todas a los holandeses. 

-La campaña de Sajonia. La batalla de Wittstock

En este orden de cosas al Cardenal-Infante no le quedaba más remedio que volver tras sus pasos, dejando una pequeña guarnición en Corbie. Mientras que las fuerzas españolas y las imperiales y bávaras de Piccolomini y Werth se retiraban de Francia, Gallas aprovechó la confusión para internarse en el Franco Condado desde Alsacia, uniéndose al ejército del duque de Lorena. Nuevamente las adversidades salvarían a los franceses, ya que un brote de peste asoló toda la región, debiendo replegarse Gallas hacia el este. Esto da una idea de la falta de intereses comunes de las dos ramas Habsburgo. Una sólida política de unidad hubiese llevado no solo a mantener sino a expandir el poder de las casas de Madrid y Viena en Europa, pero no fue así, y los intereses particulares primaron sobre los generales, lo que a la larga haría que Francia se erigiese como la potencia dominante de Europa.

Mientras tanto, en Sajonia, Hatzfeld había reanudado las hostilidades a mediados de agosto y tomaba Werben y Havelberg a finales del mismo mes. En septiembre los católicos tomaron Rathenow y Perleburg, pero entonces los protestantes de Johan Baner iniciaron una carrera por recuperar Werben y Havelberg, algo que hicieron a finales de septiembre. Hatzfeld sabía de la llegada de Baner pero no estaba al tanto de su posición exacta por lo que se decidió a establecerse en Wittstock, ocupando una posición defensiva sobre una elevación de terreno llamada Schreckenberg. Esta posición era casi impenetrable, de haberse defendido bien. A la izquierda de la elevación se alzaban las colinas de Scharfenberg, el bosque de Fretzdorfer y el río Dosse, y a la derecha estaba el bosque de Heiligengrab. Hatzfeld solo fortificó la cara sur de la elevación, descuidando la retaguardia y dejó sin vigilar los bosques de los flancos.


Batalla de Wittstock. Grabado de la época

La noche del 3 de octubre Baner reparó el puente de Frezdorf, que posibilitaba el cruce del río Dosse, comenzando el paso sobre las 4 de la mañana del día siguiente. Alrededor de las 14:00 horas el sueco encaró sus fuerzas con las de Hatzfeld, asomando por su izquierda a través de los bosques de Fretzdorfer. Baner reaccionó con rapidez y audacia, dividiendo sus fuerzas en 4 cuerpos de ejército. El de la derecha, más al norte y próximo a las fuerzas imperiales, lo mandaba Torstensson y el propio Baner y estaba formado por algo más de 3.600 caballos y 500 infantes, así como 7 cañones. El cuerpo del centro estaba mandado por Alexander Leslie y se componía de 5 brigadas con 4.300 infantes, 1.450 caballos y 40 cañones. La izquierda, a cargo de Torsten Stanhalsk y James King, se componía de 18 escuadrones de caballería con 3.150 caballos en total, mientras que el cuerpo de reserva, a cargo de Hans Vitzhum, estaba formado por 4 brigadas de infantería, 2.000 caballos y 10 cañones. 

Por su parte los imperiales, en posición defensiva, formaban en su izquierda con las fuerzas de Hatzfeld, compuestas por 16 escuadrones con 4.000 caballos en total. El centro, bajo el mando del coronel Wildberg y formado por 4 escalones, estaba compuesto por 13 batallones  con un total de 8.500 infantes, 2.400 caballos y 30 cañones. Por último en el ala derecha, dividida en 2 escalones y bajo comandada por Rodolfo Giovanni Marazzino y por el coronel Kalkstein, se componía de 2.700 caballos agrupados en 15 escuadrones. A esto se le sumaba una pequeña fuerza de vanguardia con 1.000 dragones que pronto retrocedió al asomar las fuerzas suecas a través del bosque de su flanco izquierdo. 

Hatzfeld estaba confiado en la inaccesibilidad del terreno que protegía a su ejército por lo que no prestó demasiada atención a los movimientos de Baner. Fue un error. Baner y Torstensson habían avanzado rápidamente hacia el norte y sus vanguardias aparecían sobre las 15:00 horas en las colinas de Scharfenberg y amenazaba el ala izquierda del ejército imperial. Los regimientos de coraceros de Hatzfeld trataron de recuperar la colina antes de que el grueso del cuerpo de ejército de Baner la ocupase por completo. Tres regimientos imperiales lograron echar a Torstensson, pero un cuarto, el de Schonickel, que debía llegar de refuerzo, no avanzó y además bloqueó los movimientos del resto del ala izquierda imperial, por lo que Baner pudo llegar a tiempo y expulsó de la colina a los coraceros de Hatzfeld, haciéndoles retroceder hasta la ladera del Schreckenberg.

Los combates fueron encarnizados y se difundió el rumor de que Baner había muerto mientras los imperiales recuperaban el dominio de su ala izquierda. En ese crucial momento Alexander Leslie apareció por el centro. Su infantería cargó con un ímpetu tremendo y sus 40 cañones martillearon la infantería imperial, evitando que ésta pudiese envolver a las fuerzas de Baner y Torstensson. A pesar del avance de Leslie la inacción de Vitzhum y King hicieron que Hatzfeld tuviese la victoria en las manos. Cuando todo parecía perdido para los suecos, King y Stalhansk hicieron su aparición cayendo sobre el ala derecha imperial, mientras que Vitzhum reforzaba el centro de Leslie. Eran las 19:00 horas y la oscuridad se cernía sobre el campo de batalla, perdiendo los suecos la ocasión de acabar con el ejército imperial de Sajonia. 

Hatzfeld ordenó a Montecuccoli cubrir la retirada imperial, que comenzó a medianoche, con 4 regimientos de caballería. Baner no se dio cuenta del movimiento imperial y tan solo pudo hostigar tímidamente a las fuerzas de Montecuccoli a la mañana siguiente. Los imperiales habían tenido más de 3.000 muertes, 2.000 prisioneros y perdieron 150 banderas y todos sus cañones. Los suecos lamentaron más de 3.300 muertos pero habían logrado una victoria estratégica de calado lo cual permitía a Baner llevar la ofensiva durante el invierno que se avecinaba. Hatzfeld por su parte tuvo que dividir sus fuerzas; mientras los sajones se retiraban a Werben, los imperiales lo hacían a Westfalia, a sus cuarteles de invierno. 

-La muerte del emperador y la nueva ofensiva imperial de 1637

Con la declaración de guerra de Francia a España el papa Urbano VIII se vio obligado a intervenir. El conflicto ya había ocasionado demasiadas muertes en Europa y ahora eran dos reinos católicos los que se enfrentaban y el norte de Italia volvía a ser una pieza importante del tablero bélico. De este modo a finales de octubre de 1636 se celebró el Congreso de Colonia. Richelieu envió emisarios con la propuesta de renunciar a Alsacia e incluso a Lorena a cambio de unas concesiones territoriales. Las conversaciones de paz se extendieron durante meses sin llegar a ningún resultado fructífero. 

El 15 de febrero de 1637 moría el emperador Fernando II en Viena. Su mausoleo sería instalado en Graz, mientras su hijo pasaba al trono como Fernando III con 29 años de edad, aunque desde los 17 ejercía como rey de Hungría. Sin duda el nuevo emperador tenía una visión más práctica que la de su padre y procuró que la cuestión religiosa no nublase su visión política. Este tipo de pensamiento hizo que Fernando III se alejase de la esfera de influencia española, ya debilitada por los intentos de Olivares de imponerse en la corte de Viena. Aún así en ambas cortes se tenía la idea de que un ataque conjunto de los Habsburgo sobre Francia podría acabar con la guerra de una vez por todas, algo que había estado apunto de pasar el año anterior, que sería conocido como el Año de Corbie. 

Mientras tanto en enero de 1637 el ejército bávaro de Werth se unió a las fuerzas del emperador que se encontraban en Ehrebreitstein. Los imperiales contuvieron a los hombres de Hesse mientras cercaban cada vez más el electorado de Tréveris. Por su parte Francia dividió su ejército en 4 cuerpos con los que atacar Alsacia, Picardía, el Franco Condado y Luxemburgo, mientras que Federico Enrique decidió recuperar Breda. El 21 de junio empezó el cerco sobre la ciudad que con tanto esfuerzo Ambrosio de Spínola había logrado tomar en 1625. Federico Enrique, acompañado de su hijo Guillermo II de Nassau, de tan solo 13 años, quería recuperar a toda costa aquella plaza que permitiría asegurar el comercio en Zelanda, por lo que desplegó para la ocasión un poderoso ejército de 25.000 hombres acompañados de un gran tren de artillería. 

El Cardenal-Infante trató de romper el cerco con una fuerza de 17.000 soldados, pero resultó imposible, por lo que se dedicó a realizar una serie de movimientos de diversión con la esperanza de que Federico Enrique levantase el cerco. No dio resultado, ni siquiera cuando los españoles tomaron Venlo y Roermond. Además los franceses movilizaron una fuerza de 20.000 soldados contra Landrecies, por lo que Fernando de Austria tuvo que desviar su ejército para expulsarlos. Pero no fue posible llegar a tiempo y la ciudad cayó en manos francesas mientras que Breda se rendía al de Orange el 7 de octubre. 

Rendición de Breda

Por su parte para abril de 1637 Fernando III decidió la invasión de Hesse-Kassel. Si bien la mayor parte del ejército católico de Westfalia estaba ocupado en otras tareas, mas con el apoyo de Darmstadt el emperador consiguió que Guillermo V se retirase hacia el interior de Westfalia. Por su parte Francia, con el ejército del mariscal Chatillon, avanzaba a través de Luxemburgo, tomando las plazas de Dinant y Danvilliers. El avance francés parecía imparable pero la oportuna llegada de Octavio Piccolomini evitó esto y salvo la ciudad de Saint Omer, causando más de 4.000 bajas a los franceses. Mientras esto ocurría, Bernardo de Sajonia-Weimar, junto con el mariscal francés Longueville, sometió a un brutal saqueo al Franco Condado, y de ahí pasó a Lorena tras derrotar en junio al duque Carlos en las proximidades del río Saona. Después de esto Bernardo se separó de Longueville y se dirigió a la Alta Alsacia, donde fue rechazado por Werth y su ejército de 7.000 hombres en su intento de cruzar el Rin por el puente de Estrasburgo. A Bernardo no le quedó más remedio que retirarse con sus maltrechas fuerzas al obispado de Basilea. 

-La Batalla de Rheinfelden. Breisach y la traición del Palatiando. 1638

Presionado por Francia, Bernardo de Sajonia partió a comienzos de enero de 1638 para intentar cruzar nuevamente el Rin con un ejército de 6.000 hombres y 14 cañones. Sorteando la vigilancia de las guarniciones católicas de Alsacia y Borgoña, logró ocupar varias villas a la orilla del Rin. Entre Stein y Säckingen encontró un cruce y envió una avanzadilla de 500 caballos y 500 mosquetes con la que tomó Laufenburg. El siguiente objetivo era la fortaleza de Rheinfelden, defendida por una guarnición de 400 hombres y capaz de aguantar un duro asedio. Recibido el aviso del intento de asedio, las fuerzas imperiales del conde de Savelli y de Werth marcharon a toda prisa a socorrer la plaza. La vanguardia imperial se topó con el ejército de Bernardo a finales de febrero y fue rechazada por un ataque de éste, lo cual posibilitó que los protestantes tuvieran más tiempos para cruzar hombres y pertrechos al otro lado del Rin. 

La aparición del grueso del ejército católico de Savelli cambió la situación. Éste se introdujo por el flanco derecho de Bernardo, separándole de su retaguardia y poniendo en serios aprietos a los protestantes. Bernardo trató entonces de dirigirse a Laufenburg en un movimiento de diversión que los imperiales interpretaron como una huida. De esta forma se relajaron y no adoptaron posiciones defensivas en condiciones, por lo que la mañana del 3 de marzo, cuando el contingente de Bernardo llegó a Rheinfelden, Savelli y Werth fueron cogidos por sorpresa. El ejército imperial sufrió una severa derrota. 3.000 hombres cayeron presos, incluyendo Werth y Savelli, y 800 soldados murieron. Rheinfelden cayó 3 días después, rindiéndose la guarnición de más de 1.000 hombres en ese momento. 

Batalla de Rheinfelden

A comienzos de verano Bernardo se dirigió a tomar la plaza de Breisach, emplazada en una colina sobre el Rin. La defensa estaba confiada al coronel Reinach, un experimentado oficial bávaro que se distinguió al frente de la infantería de Pappenheim en Lützen, y disponía de 3.000 hombres y 150 cañones. Para socorrerla se envió al conde Götz, quien llegó al norte de Breisach el 26 de junio. Enseguida se evidenció que no disponía de fuerzas suficientes para levantar el asedio por lo que se retiró a Wurtemberg a la espera de reunirse con Savelli, algo que haría a comienzos de agosto. Lo que siguió después fue la batalla de Wittenweir el 8 de agosto, la cual terminó con la vergonzosa retirada de Savelli, quien se libró de un consejo de guerra por sus contactos en la corte, dejando solo a Götz que poco pudo hacer ante la superioridad de Bernardo. De nada sirvieron los siguientes intentos de Götz, Savelli e incluso del duque Carlos de Lorena de liberar la plaza y ésta cayó en diciembre. 

Por su parte una inesperada amenaza se cernía contra España. Carlos I Luis del Palatinado abandonó su alianza con España y se pasó al bando francés firmando un tratado secreto con Richelieu el 24 de febrero de 1637. Para verano de 1638 había reclutado 4.000 hombres y se unió a los suecos en Stadholm en septiembre y se lanzaron a sitiar Meppen. El cerco tuvo que ser levantado ante la llegada de un ejército imperial al mando de von Hatzfeldt y Carlos Luis se retiró a Minden, pero las fuerzas imperiales le cortaron el paso en el puente de Vlotho el 17 de octubre. Walther Devereux, el asesino de Wallenstein, fue uno de los más destacados en la victoria imperial. Carlos Luis trató de huir oculto en un carromato pero éste se hundió en el río Weser, salvando su vida de milagro al poder asirse a una rama, y de ahí se exilió en Holanda. El intento de un Palatinado independiente se acabó ahí y el inicio de las guerras civiles en Inglaterra contribuyeron a que muchos soldados regresasen a su nación y abandonasen la causa Palatina. 

Mientras tanto Baner le ponía las cosas difíciles a Gallas y liberaba Mecklemburgo en octubre, debiendo el general católico replegarse al otro lado del Elba. De ahí envió hombres a Bohemia y Silesia, que tenían un serio problema de provisiones, por lo que se esfumó su sueño de aplastar de una vez por todas las últimas defensas suecas. Además la región entre el Elba y el Oder estaba arrasada tras 3 años de continuos combates y era incapaz de soportar el mantenimiento de un ejército del tamaño necesario como para emprender una campaña en condiciones contra las fuerzas suecas, que recibían por mar continuos suministros durante ese año gracias a las aportaciones de los franceses. 

-1639. El golpe de Thionville y la batalla de las Dunas

el año 1639 comenzaba mal para los intereses españoles, con la toma del fortín de Hesdin por parte de las tropas francesas. Pero no le iba a durar mucho la alegría a los galos ya que el 6 de junio el ejército francés del marqués de Feuquieres que se encontraba en pleno asedio de la plaza de Thionville, en las cercanías de Luxemburgo, se vio sorprendido por un ejército hispano-imperial dirigido por el general Octavio Piccolomini, uno de los más brillante comandantes católicos, que contaba con cerca de 9.000 infantes y 5.000 jinetes. 

Los franceses sumaban algo más de 8.000 infantes y casi 3.000 caballos, y además estaban en un terreno que les era desfavorable pero el marqués de Feuquieres, en un gesto de valentía o de temeridad, quién sabe, no aceptó retirarse y plantó batalla. Las fuerzas españolas fueron la que llevaron, como era costumbre, el peso del combate, y los caballos, mandados por Jean de Beck, completaron la decisiva victoria, a pesar de la heroica resistencia de los regimientos franceses de Rambures, Navarra y Picardía, unos de los mejores de todo el ejército galo. Los franceses lamentaron muchas bajas, incluyendo la de su general, que cayó muerto en el fragor de la batalla. 

Por su parte Federico Enrique quedó inmovilizado, incapaz de tomar las villas de Hulst y de Geldern, mientras que Bernardo de Sajonia fallecía el 18 de julio, posiblemente a causa de la peste. Esto dejaba tres ejércitos que eran susceptibles de ser atraídos a la causa imperial. En el Rin el del difunto Bernardo que ahora quedaba en manos de cuatro generales: Erlach, von Rosen, Bernhard Ohm y Wilhelm Otto. El segundo ejército era el de Hesse, que se encontraba en Westfalia, mientras que el tercero era el de los güelfos en la Baja Sajonia. El emperador contactó con los bernardinos con la ayuda de Darmstadt y Baden Baden, y con las fuerzas de Hesse, pero la reacción francesa y sueca frenaron las laborales diplomáticas de Fernando III dejando únicamente el camino de la guerra. 

La victoria en Thionville hacía augurar un buen año para España pero en el otoño todo se torció. El 21 de octubre la flota española del almirante general Antonio de Oquendo que llevaba un mes fondeada en la rada de las Dunas, se vio sorprendida por la flota holandesa del almirante Maarten Tromp. Los holandeses contaban con 103 buques y 16 brulotes mientras que los españoles disponían de 51 barcos y estaban a la espera de recibir suministros, pólvora y municiones. Tromp no dudó en lanzar sus brulotes contra los buques españoles fondeados. Éstos levaron anclas y se hicieron a la mar esquivando los incendiarios barcos lanzados contra ellos, pero tan solo 22 buques lograron salir de las Dunas, mientras que el resto quedó varado en la arena y en las costas de las Dunas. Los galeones se vieron luchando en una proporción negativa de más de 5 a 1. El desastre para la armada española fue monumental y mermó notablemente el potencial naval español de mitad del siglo XVII. 

Batalla de las Dunas

Antonio de Oquendo














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