El 24 de noviembre de 1643 las fuerzas imperiales de Melchior von Hatzfeldt, junto a las bávaras de Franz von Mercy, y las fuerzas españolas del duque de Lorena, derrotaban al ejército Franco-Weimariano del mariscal Josias Rantzau en la batalla de Tuttlingen.
En el marco de la Guerra de los Treinta Años, Francia se erigía como la nueva potencia europea tras su intervención en la contienda en 1635 ante el desmoronamiento sueco acaecido en Nördlingen. Si bien es cierto que sus primeras acciones contra España habían resultado infructuosas, poco a poco los mandos franceses iban ganando experiencia en el combate y se estaban convirtiendo en un poderoso enemigo, no obstante, su capacidad para reclutar y movilizar ejércitos resultaba asombrosa. El cardenal Richelieu había fallecido y Luis XIII lo haría tan solo cinco meses después, tomando el cardenal Mazarino las riendas del gobierno en nombre de Luis XIV.
Gracias a su numerosa población y a una política fiscal centralizada y asfixiante, los franceses podían levantar ejércitos sin demasiados problemas, por lo que pudieron reponerse de derrotas tan notables y sonadas como la de Honnecourt, en mayo de 1642, y derrotar un año después al ejército hispánico de Francisco de Melo en Rocroi, aunque quedando sus fuerzas virtualmente inservibles por el alto número de bajas sufridas en esa jornada. Desde ese momento, los franceses se afanaron en movilizar dos poderosas fuerzas; una trataría de consolidar su posición en el río Rin con el ejército del mariscal Jean Baptiste Budes, conde de Guébriant, compuesto por unos 18.000 franceses y weimarianos y diversas piezas de artillería. Mientras que la otra, comandada por el duque de Enghien, seguiría presionando en la frontera con los Países Bajos y se haría con las fortalezas sobre el Mosela de Thionville y Sierck-les-Baines.
-El camino a Tuttlingen
La estrategia que planteaba del alto mando francés se centraba en ocupar las tierras del margraviato de Baden, por lo que su Ejército de Alemania cruzó el río Rin el 2 de noviembre a la altura de la villa de Ottenheim, al sur de Estrasburgo. El plan ideado por el mariscal Guébriant era tomar la ciudad de Rottweil, a unos 90 kilómetros al este de su posición, y establecer allí su campamento y base de operaciones. El camino hacia dicha ciudad se hizo largo y complicado por las fuertes lluvias y el frío propios de esa época del año. De hecho, las inclemencias meteorológicas provocaron numerosas bajas fruto de las deserciones, congelaciones y las enfermedades, pero el 7 de noviembre de 1643 Guébriant había llegado finalmente a su destino.
El mariscal francés optó por sitiar la plaza y rendirla por hambre, ya que Rottweil contaba con fuertes defensas y una guarnición considerable como para tomarla al asalto, y menos en pleno invierno. Esta decisión dividió entonces a su consejo de guerra; el marqués de Montausier y los coroneles Roque-Serviere y Oehm no querían ponerse en un asedio tan complejo estando tan avanzada la estación invernal, pues creían que las bajas que sufriría el ejército serían demasiado elevadas y podría peligrar la supervivencia del ejército, mientras que Josías Rantzau y el propio Guébriant se empeñaron en hacerlo, a pesar de que su artillería y su tren de bagaje aún no había llegado a su posición. Parte de su caballería, dirigida por el general Rosen, recibió la orden de tomar Balingen, al noreste de Rottweil. Esta fuerza contaba con 2.500 caballos y pronto desistió de su objetivo al observar una fuerza bávara en las inmediaciones de la plaza.
Debido a esto, Rosen se dirigió a Geislingen y ordenó montar el campamento en el castillo de la localidad. La mala suerte quiso que una pequeña fuerza bávara de 200 caballos y 300 dragones bajo el mando del coronel Spork les descubriera. Spork atacó por sorpresa a los desprevenidos franceses mientras se estaban alojando, ajenos a lo que ocurría a su alrededor, y provocó una auténtica carnicería, pudiendo escapar Rosen con tan solo 500 de sus jinetes. Tan pronto llegó la artillería a Rottweil, el 14 de noviembre, Guébriant dio la orden de instalar las baterías a la mayor brevedad posible y comenzar con el fuego. El día 17 el ejército franco-weimariano logró abrir una brecha en una de las torres. En mitad de los preparativos de asalto los defensores hirieron gravemente de un cañonazo en el brazo a Guébriant. El 18 se asaltó la plaza y el 19 ésta se rindió. Algunos defensores fueron incorporados al ejército de Guébriant, mientras que los que no accedieron pudieron desfilar con honores hacia Baviera.
Ante el grave estado de salud de Guébriant, a quien se le hubo de amputar el brazo derecho para contener la gangrena, el mariscal Josías Rantzau asumió el mando del ejército franco-weimariano. El 20 de noviembre, tras celebrar consejo, Rantzau acordó dar por finalizada la campaña de ese año y establecer su cuartel de invierno en la ciudad de Tuttlingen, desde donde podrían recibir suministros de Friburgo y Rottweil. El marqués de Montausier no era de esta opinión, lo mismo que el coronel Oehm, quien pensaba que los Alpes ofrecían una mayor protección frente a cualquier ataque hispano-imperial, pero su opinión fue desestimada por considerar el viaje muy largo y dificultoso. La noche del 22 de noviembre las fuerzas franco-weimarianas llegaron a Tuttlingen tras una penosa marcha en la que sufrieron importantes bajas por congelación.
Rantzau no tardaría en darse cuenta de su fatal error. Tuttlingen no era capaz por sí misma de albergar a todo el ejército y las defensas de la ciudad estaban en pésimo estado, pero no podía el nuevo comandante echarse atrás en su decisión si no quería comprometer su autoridad ante sus hombres. Decidió dejar en Tuttlingen a cuatro compañías del Regimiento de Guardias Francesas, varias compañías escocesas y el Regimiento de Infantería bernardina de Klug, así como la artillería y todo el bagaje, y el alto mando de su ejército, en el que se encontraban los generales Montausier, Sirot, Noirmoutiers y Maugiron. En Möhringen, a unos 5 kilómetros al suroeste, ordenó acampar al barón de Vitry con el grueso de la fuerza, unos 10.000 soldados, mientras que en Mülheim an der Donau, a casi 10 kilómetros al norte de Tuttlingen y a unos 40 kilómetros al sur de Balingen, acamparía el resto del ejército, algo más de 5.000 hombres a cargo del general Rosen.
Vista de Tuttlingen y el castillo de Honberg. Por Matthäus Merian |
Mientras todo esto ocurría, los imperiales no habían perdido el tiempo y ya se estaban preparando para encontrar al enemigo y darle caza. Enterados del cruce del Rin por las fuerzas franco-weimarianas, el ejército del duque de Lorena se reunió con las fuerzas imperiales de Melchior von Hatzfeldt y las bávaras de Franz von Mercy en la ciudad de Tübingen, a unos 80 kilómetros al norte de Tuttligen. El duque Carlos de Lorena tenía a su disposición al ejército español de Alsacia, con unos 4.000 hombres comandados por Juan de Vivero, teniente general de la caballería de Flandes. Esta fuerza era muy importante para el ejército de Flandes, bajo el mando de Alonso Pérez de Vivero y Menchaca, maestre de campo general de dicho ejército y hermano del anterior, pero Francisco de Melo aceptó enviar refuerzos al duque, en su compromiso con las fuerzas católicas alemanas.
Llegados todos los ejércitos a Tübingen, se celebró reunión del consejo de guerra para ver cuál era la estrategia a seguir más conveniente. Las opciones católicas eran dos y pasaban por cerrar el paso a las tropas franco-weimarianas hacia la región de Suabia, o por forzarles a combatir en Tuttlingen. Esto último fue lo que se decidió finalmente de manera unánime, en la convicción de que en pleno invierno no esperarían un ataque de esa envergadura, así que el ejército católico se puso marcha hacia Sigmaringen, a unos 40 kilóemtros al este de Tuttlingen. Tras recorrer unos 50 kilómetros hacia el sur de su posición y cruzar el Danubio, el duque de Lorena decidió atravesar los bosques de Messkirch para ocultar sus movimientos al enemigo.
Por su parte, los franceses, completamente ajenos a los planes católicos y pésimamente distribuidos, se dedicaron a construir un puente que permitiera cruzar el Danubio entre las localidades de Tuttlingen y Möhringen. Rantzau estaba completamente confiado en su posición, amparado por el frío y los caminos nevados propios de la estación invernal, pensaba que no habría ningún comandante que se atreviese a movilizar su ejército en aquellas fechas, así que no se molestó en fortificarse convenientemente. Sus espías no solo no descubrieron a las fuerzas católicas, sino que calcularon mal su paradero, creyendo que se encontraban a decenas de kilómetros de distancia al norte de su posición, en el interior de la región de Wurtemberg, por lo que bajaron aún más la guardia.
La realidad era que los católicos estaban ya en Messkirch, a tan solo 15 kilómetros al este de Tuttlingen. Una avanzadilla de caballos apresaron a varios vigilantes franceses que informaron de la posición del ejército de Rantzau. El duque de Lorena celebró nuevamente consejo. El sargento mayor Jacinto Vera y el coronel Carlos Padilla estuvieron presentes, y Lope de Zancada lo relató de la siguiente forma en su "Relación del viaje a Flandes": "Después de mucho platicar acerca de cómo cerrar contra los franceses y weimarianos se dispuso que la vanguardia, a las órdenes de Johann von Werth, avanzase con diligencia para tomar las guardias del enemigo y si fuera posible entrar en la villa antes que el resto de los franceses pudieran disparar mosquetería contra ellos".
Lope de Zancada se quejaba amargamente de la posición del ejército hispánico en la batalla: "parece ser que nos mantendremos así detrás del resto del ejército. Nuestro sentir es molesto puesto que nunca hemos marchado en filas tan retrasadas y tan alejadas de nuestra honra en Flandes. El sargento mayor ha protestado después a Su Alteza por el agravio que nos ofenden nuestros aliados cesáreos, pero Su Alteza no ha tenido la misma opinión, que por ventura la retaguardia es un lugar importante porque los franceses se hallan desplegados en toda la campiña y temerse que puedan dar la vuelta de Rottweil y cerrar contra nosotros".
El ejército católico se aproximó a Tuttlingen la noche del 23 al 24 de noviembre. El duque de Lorena había ordenado a la vanguardia del ejército, mandada por Johann von Werth, tomar el control de los accesos a la ciudad y anular la artillería enemiga. Para ello Werth contaba con los regimientos de caballería bávaros de Neuneck, Wartenubrg y Gayler, mandados por el coronel Spork, la compañía de caballería croata del coronel Truckmüller, la compañía de dragones de Wolf, así como varias compañías de mosquetes bávaros dirigidos por el coronel Aslang. En total eran unos 2.500 hombres. La sorpresa sería la clave del éxito de la operación; Werth y sus hombres debían actuar con sigilo, rapidez y determinación, hacerse con el control de las posiciones enemigas, y esperar la llegada del resto de las fuerzas bávaras de Franz von Mercy.
Por su parte, el general lorenés contaba con los regimientos de infantería bávara de Mantelo, Reinach, Wahl, Binaw, Henderson y Gold. La misión del ejército hispánico de Alsacia del duque de Lorena sería cercar la ciudad y, junto al resto de fuerzas bávaras libres de cometido, evitar cualquier socorro por parte de los dispersos ejércitos franco-weimarianos. Además, Werth debía reforzarse con varias compañías de caballos e infantes que estuvieran frescas y dirigirse, una vez controlada la situación en Tuttlingen, a Möhringen, donde acampaba el grueso del ejército francés del barón de Vitry, y contenerlos allí el máximo tiempo posible hasta la llegada de los refuerzos.
El ejército hispánico estaba formado por los regimientos de infantería de Reynier de Rouveroy, con 11 compañías valonas; el regimiento del coronel Guilio Antonio Frangipai, con 11 compañías de infantería italiana, y el regimiento del barón de Geraldin, con otras 11 compañías de infantería borgoñona. Además, contaba con los regimientos de caballería del sargento mayor Jacinto Vera, el del coronel Carlos Padilla, el regimiento del Conde de Linares, mandado por el coronel Baltasar de Villar, y los regimientos de caballos de Broucq, Gottfried Dunckel, Louis de Savary y de Wight.
Por su parte, las fuerzas imperiales de von Hatzfeldt debían tomar la población de Mülheim an der Donau, y acabar con el ejército del general bernardino Rosen. El general imperial contaba para esa misión con los regimientos de infantería de Goltz, Sarradetzky, y el célebre regimiento de Wallenstein. Además, tenía a su disposición los regimientos de caballos de Weyer y Enkefort. El total de las fuerzas católicas no está del todo claro, oscilando entre los 16.000 y los 20.000 efectivos y una quincena de piezas de artillería, por lo que ambos ejércitos estaban parejos en cuanto al número de fuerzas.
Grabado de la batalla de Tuttlingen. Matthäus Merian |
-La batalla de Tuttlingen.
La vanguardia de Werth llegó con las últimas horas de oscuridad a Tuttlingen. Todavía protegido por el bosque y la noche, ordenó a los dragones del coronel Wolf tomar la artillería enemiga, la cual se encontraba situada en el cementerio de la ciudad. El resto de su fuerza debía avanzar lo más rápido que pudiera y acabar con el enemigo haciendo el menor ruido posible. Los franceses aún dormían cuando la caballería bávara cayó por sorpresa sobre ellos. El cometido resultó más fácil de lo esperado y ni siquiera tuvieron que disparar un solo tiro, bastó con la espada para acabar con la guardia que custodiaba la artillería francesa.
Ahora Werth se dirigió a toda prisa a la ciudad con la intención de tomarla igual que el cementerio, pero algunos franceses que lograron escapar del primer ataque dieron la voz de alarma y las tropas franco-weimarianas de Tuttlingen corrieron a sus puestos de combate. Los hombres de Werth se aprestaron a rodear la ciudad, mientras que desde los muros de la misma los hombres de Rantzau disparaban sus mosquetes. Algunas fuerzas lograron escapar de la ciudad a través del Danubio para tratar de reunirse con las fuerzas de Rosen en Mülheim an der Donau.
Mientras tanto, el grueso del ejército bávaro llegó a Tuttlingen. Mercy ordenó al general Friedrich von Holtz tomar el castillo de Honburg, algo que hizo sin demasiadas dificultades. Por su parte, las fuerzas de Werth disparaban los cañones capturados a los franceses contra los muros de la ciudad, pero Josias Rantzau confiaba en aguantar hasta que llegase el socorro desde Mülheim y Möhringen. Las fuerzas católicas, entonces, se empeñaron eficazmente en bloquear la ciudad por ambos márgenes del río Danubio. Ahora la clave de la batalla estaba en rodear completamente la ciudad y evitar su posible socorro, y el duque de Lorena ordenó levantar fortificaciones a lo largo de toda la línea de circunvalación para asegurar el cerco.
El campamento franco-weimariano de Mülheim convulsionó al enterarse del ataque católico. Rosen reaccionó coléricamente y ordenó a sus hombres partir de inmediato y socorrer la ciudad. Las prisas le hicieron partir con tan solo 2.000 hombres entre infantes y jinetes, y avanzar por la margen izquierda del Danubio. La ruta desde Mülheim estaba cubierta por los imperiales de Hatzfeldt, aunque una fuerza de 3.000 hombres bajo el mando del coronel Gaspard von Mercy, hermano pequeño del general bávaro, controlaba precisamente esa ruta. Las primeras luces de la mañana asomaban entre una espesa niebla cuando Rosen y sus hombres se vieron sorprendidos por la fuerza bávara de Gaspard. Los mosqueteros de éste se cebaron con los sorprendidos franceses y weimarianos que no esperaban encontrarse a nadie en esa ruta. El fuego bávaro desarboló el avance de Rosen y los jinetes de Gaspard se metieron entre sus filas sembrando el pánico y llenando el campo de cadáveres.
Por si esto no fuera bastante, diversas compañías de caballos de Hatzfeldt cruzaron el Danubio para ayudar a los bávaros, ya de por sí en una ventajosa posición por el ataque sorpresa sobre los hombres de Rosen. La fuerza franco-weimariana se vino abajo completamente y Rosen, con unos pocos jinetes de su estado mayor, huyó a toda prisa hacia Rottweil para salvar su pellejo, dejando a su infantería y a algunas pocas unidades de jinetes abandonadas a su suerte. Aprovechando el desplome francés, las fuerzas católicas continuaron su avance hacia Mülheim an der Donau, donde aún quedaban fuerzas enemigas rezagadas que trataban de concentrarse para socorrer Tuttlingen. El regimiento de caballería del coronel Spork y el de dragones de Wolf fueron los primeros en llegar a la villa, empleándose a fondo en acabar con la pobre defensa ofrecida por los franceses y bernardinos.
La matanza en Mülheim se consumaba al mismo tiempo que Werth avanzaba hacia el suroeste desde Tuttlingen en dirección a Möhringen, donde se concentraba el grueso del ejército de Rantzau a las órdenes del barón de Vitry. Werth cabalgó al frente de algo más de 2.000 jinetes mientras que Vitry formaba a toda prisa a sus hombres para marchar a socorrer Tuttlingen, situando en la vanguardia de la formación al famoso regimiento francés de infantería de Mazarino, bajo las órdenes del marqués de Saint-Germain. Werth, que conocía las intenciones de Vitry, esperaba oculto con una parte de sus hombres en el bosque que separaba ambas ciudades y los incautos franceses pasaron entre sus filas cayendo en una emboscada.
En el momento preciso el coronel bávaro dio la orden de atacar sembrando el pánico entre las fuerzas de Saint-Germain, quienes emprendieron la huida precipitada hacia atrás, en busca de la protección del ejército de Vitry. Pero para llegar hasta allí tenían que cruzar un puente sobre el Danubio y ese punto se convirtió en una ratonera de la que no habría salida posible, ya que en él convergieron los que huían del ataque católico con la vanguardia del grueso del ejército francés, apelotonándose y siendo presa fácil de los caballos bávaros, más aún cuando por el flanco izquierdo francés apareció el resto de la fuerza de Werth que desataron un infierno con el fuego de sus pistolas.
Carga de los jinetes de Werth |
Vitry luchaba a la desesperada por contener a sus hombres cuando hicieron aparición los infantes bávaros de Franz von Mercy. En ese momento el general francés entendió que la única opción que le quedaba era regresar a Möhringen y tratar de contener a los católicos allí, a la espera de que Josias Rantzau pudiera resistir el ataque sobre Tuttlingen. El margrave de Baden-Durlach, consejero principal de Vitry, recomendó una retirada táctica y de esta forma salvar el grueso del ejército francés, pero el orgulloso general no quiso ni hablar de tal cosa; debían resistir a toda costa en el interior de la ciudad, hasta el último hombre.
Werth y Mercy rodearon rápidamente Möhringen y comenzaron el asedio de la plaza, interceptando a cuantos hombres intentaban huir de aquella ratonera. Vitry estaba completamente perdido pero lo único que le importaba era salvar su honor. De esta forma, en todos los accesos a la villa situó barricadas y destacamentos y se preparó para una defensa larga y penosa tras los muros de la ciudad. Werth trató sin éxito lanzar un ataque contra las posiciones franco-weimarianas pero fue rechazado brillantemente por éstas, de tal forma que el coronel bávaro ordenó que le trajeran refuerzos y cañones. En Möhringen se decidiría el resultado de la batalla.
Ya por la tarde llegaron varios cañones y tropas del duque de Lorena, ofreciendo a los franceses una rendición honrosa. Vitry se negó por completo a claudicar, y pronunció unas valientes palabras en la que decía "que antes entregaría su espada al demonio que no rendirse y perder la honra y las banderas que su Rey le había confiado defender con la vida y la de sus hijos sus soldados", como atestiguó Lope de Zancada. La noche caía y ambos ejércitos se prepararon para descansar, aunque el coronel Pontis, jefe del regimiento francés de La Reina, al frente de un centenar de hombres y amparado en la oscuridad, logró capturar la iglesia de la plaza, donde formarían un nuevo frente de resistencia.
En Tuttlingen la situación se tornaba desesperada ya que Rantzau se estaba quedando sin municiones y solo podía confiar en un pronto socorro desde Mülheim o Möhringen. El duque de Lorena, conocedor de la mala situación del ejército franco-weimariano, exigió una rendición incondicional a Rantzau, algo que éste no aceptó con la esperanza de resistir hasta que Rosen o Vitry llegasen, mas esto nunca iba a suceder. Mülheim había caído, con Rosen en fuga hacia Rottweil, y Hatzfeldt así se lo confirmó al duque en plena noche; los muertos del ejército de Rosen se contaban por centenares, al igual que los prisioneros y los desertores, literalmente no existía ningún ejército francés en Mülheim, y se habían capturada todas sus armas, bagajes, dineros y municiones.
Por su parte, en Möhringen la situación no era mucho mejor que en Tuttlingen, ya que el duque había enviado nuevas fuerzas de su ejército español de Alsacia y más cañones. Al amanecer del día 25 comenzó la lucha por el control de la iglesia, lugar estratégico desde los franceses habían causado importantes daños durante la noche. De este modo, los católicos lograron tomar al asalto la iglesia y pudieron concentrarse en batir los muros de la plaza. Werth recibió noticias de un emisario del duque de Lorena: más tropas estaban en camino para ayudarle, ya que Tuttlingen había caído.
Efectivamente, a primera hora de la mañana los católicos comenzaron a abrir fuego y sus cañones hicieron brecha en las murallas de Tuttlingen, era evidente que todo se había perdido para Rantzau. Cuando el general francés vio que españoles e imperiales se preparaban para el asalto ofreció la rendición. No quiso el duque de Lorena, aunque motivos no le faltaban, ser excesivamente duro con el enemigo, y le permitió salir con sus banderas, aunque desarmados, y los oficiales podrían llevar sus espadas aunque no sus monturas, y los bagajes, dineros y municiones se quedarían en posesión de los vencedores. Rantzau aceptó sin dilación.
Espoleado por tal éxito, Werth concentró el fuego de sus cañones sobre una parte de la muralla y logró abrir brecha. De este modo envió emisarios para ofrecer una rendición y esta vez Vitry aceptó, intuyendo que nadie vendría a su rescate y que serían presa fácil para las fuerzas bávaras e hispanas. Todo había acabado para el Ejército Francés de Alemania, y los defensores de Möhringen salían de la plaza sin sus banderas y estandartes, que fueron entregados a los vencedores, en dirección a Tuttlingen. Allí se concentraron todos los prisioneros y a los oficiales se les ofreció un cortés trato, como era la costumbre de la época.
El ejército franco-weimariano había dejado de existir. 7.000 de sus hombres fueron hechos prisioneros, casi 3.000 murieron y el resto fueron heridos o desertaron. Se apresó a su comandante, Josias Rantzau, a cinco mariscales, tres generales, y más de 300 oficiales. Se capturaron más de 70 banderas y estandartes, 16 piezas de artillería, toda su munición, bagajes, y dineros, que ascendían a más de 100.000 táleros. Por su parte, las bajas católicas fueron bastante exiguas, ascendiendo la cifra, según las fuentes que se consulten, a entre 600 y 1.000 el número total de muertos y heridos. La victoria había sido absoluta. Algunos historiadores se han empeñado en bautizar esta batalla como el Rocroi francés, nada más lejos de la realidad, atendiendo al número de bajas de ambos ejércitos, siendo en Rocroi muy parejas, algo que no se puede aplicar en Tuttlingen.
El 27 de noviembre, con el ejército combinado nuevamente organizado, el duque de Lorena ordenó marchar sobre Rottweil y tomarla. La plaza estaba defendida por el coronel Taupadel y por Federico de Württemberg, quienes contaban con casi 2.000 hombres para tal tarea. Cuando éstos vieron llegar a las fuerzas católicas solicitaron ayuda inmediata al cardenal Mazarino, pero hasta Francia era incapaz de armar un ejército en pleno invierno y menos aún tras el desgaste económico que había sufrido ese año. Hatzfeldt y von Mercy se prepararon para un asedio que debía ser lo más corto posible, ya que el rigor del invierno desharía su ejército.
De esta forma concentraron sus baterías artilleras en un punto concreto de los fuertes muros de Rottweil y lograron abrir brecha el 18 de diciembre, rindiéndose la ciudad al día siguiente, tras ofrecer a su guarnición pasarse al ejército católico y a los oficiales integrarse en su ejército o esperar en prisión a que se pagase un rescate por ellos. De esta forma acababa la campaña de Tuttlingen y el año 1643. En Francia estas derrotas fueron convenientemente ocultadas a la opinión pública, mientras que se explotaba al máximo el éxito de Rocroi. Su propaganda se acabó imponiendo al igual que finalmente su ejército y su hegemonía en Europa, pero al menos en Tuttlingen fueron ampliamente derrotados.
Bibliografía:
-La Guerra de los Treinta Años. Una tragedia europea (Peter H. Wilson)
-Batalla de la Guerra de los Treinta Años (William P. Guthrie)
-La Batalla de Tuttlingen. 1643 (Alberto Raúl Esteban Ribas)
-Relación del viaje a Flandes (Lope de Zancada)
-Breve relación de la rota del exercito de Francia y weimareses por las magestades Cessarea y Catolica y duque de Baviera sucedida junto a la ciudad de Dutlinghen cerca de las fuentes del nacimiento del Danubio en 24 de noviembre del año pasado de 1643.
Carga sobre Tuttlingen, por Dariusz Bufnal |
Soldados españoles en Tuttlingen. Dariusz Bufnal |
Franz von Mercy |
Melchior von Hatzfeldt |
Josias Rantzau |
Pero lo que se dice españoles, pocos, ninguna unidad.
ResponderEliminarParticipó parte del ejército de Alsacia, pero no tuvieron un gran protagonismo, ya que la mayor parte de su trabajo fue hacer labores de asedio. El peso de la batalla lo llevaron las tropas de Johann von Werth.
EliminarParticipó parte del ejército de Alsacia, pero no tuvieron un gran protagonismo, ya que la mayor parte de su trabajo fue hacer labores de asedio. El peso de la batalla lo llevaron las tropas de Johann von Werth.
EliminarDicen por aquí que españoles pocos, ninguna unidad, pero si fueron 4.000 de los 15.000 de von Mercy y siendo parte de un cuerpo de élite de la época algo harían supongo.
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