El Milagro de Empel

Batalla de Höchst


El 20 de junio de 1622 tuvo lugar la batalla de Höchst, en el corazón del arzobispado de Maguncia, en la que las fuerzas católicas de Fernández de Córdoba y el conde de Tilly, obtuvieron una aplastante victoria sobre el ejército protestante de Cristian de Brunswick. 

En el marco de la Guerra de los Treinta Años la Campaña del Palatinado entraba en su tercer año. Las fuerzas hispanas se encontraban bajo el mando de Fernández de Córdoba, tras la marcha de Ambrosio de Spínola a toda prisa una vez finalizada la Tregua de los Doce Años con las Provincias Unidas. La aparente pacificación del Palatinado, con la derrota de las fuerzas de Federico el Palatino, comandadas por Ernesto de Mansfeld, y la disolución de la Unión Protestante, hacía creer que la guerra llegaba pronto a su fin. Pero esto no había logrado que las tensiones en Alemania se rebajaran, menos aún cuando se filtraron por aquellos territorios las promesas que el emperador Fernando II le había hecho a Maximiliano de Baviera, en forma de tierras y dignidad electoral. 

Las fuerzas católicas se enfrentaban ahora a una nueva amenaza: el falso obispo de Halbertstadt, Cristian de Brunswick, se había proclamado paladín de la causa protestante y estaba dispuesto a acabar con el poder católico en el Palatinado. Para ello, y tras saquear la Baja Sajonia el Obispado de Paderborn, levantó un potente ejército de más de 15.000 hombres en Westfalia. También surgió otra amenaza en la persona de Jorge Federico de Baden-Durlach, con un ejército de 11.000 soldados. La llegada de Federico a Landau, al oeste de Espira, y su unión con los ejércitos de Mansfeld, terminaron de complicar la situación en el Palatinado. 

Mansfeld contaba con más de 18.000 soldados y a finales de abril de 1622 se encontró con las fuerzas católicas del conde de Tilly, que apenas sumaban 15.000 hombres, en Mingolsheim. Mansfeld derrotó allí a Tilly, quien perdió unos 2.000 soldados en aquella fatídica jornada del 27 de abril y debió retirarse al este hacia Wimpfen, pidiendo ayuda urgente a Fernández de Córdoba. Éste acudió a la petición a comienzos de mayo, reuniéndose a las afueras de la ciudad ambos ejércitos. Jorge Federico de Baden-Durlach había seguido a las fuerzas de Tilly y estaba deseoso de entrar en combate y derrotar nuevamente a Tilly como en Mingolsheim, pero esta vez estaban los tercios de Córdoba para evitar tal cosa. El 5 de mayo se producía la Batalla de Wimpfen, donde la derrota protestante fue total, perdiendo Jorge Federico casi todo su ejército y un botín de 125.000 florines.

Mientras tanto Mansfeld había partido hacia el norte para tratar de tomar la plaza de Landenburg y, de esta forma, cortar el paso a las tropas católicas a través del río Neckar y evitar que éstas pudieran amenazar la principal plaza protestante y capital del Palatinado: Heidelberg. Con los restos de los hombres que habían escapado de Wimpfen, unos 3.000, Jorge Federico se unió a Mansfeld para asediar Landenburg. Ante una fuerza tan superior la guarnición de la plaza, compuesta por tan solo 8 compañías bajo el mando del barón de Neuerberg, poco podía hacer. El tiempo corría en contra de los defensores por lo que Baltasar de Santander, teniente de maestre de campo general del ejército de Córdoba, partió a toda prisa desde Oppenheim para socorrer Landenburg. No fue posible; el 8 de mayo los protestantes entraron en la ciudad y asesinaron a cuantos pudieron, demoliendo las fortificaciones existentes. 

Tras la toma de Landenburg Mansfeld se dirigió a toda prisa a Alsacia para tratar del levantar el asedio al que el archiduque Leopoldo tenía sometida Hagenau. En una rápida operación los protestantes levantaron el sitio y para mediados de mayo se encontraban nuevamente en Espira, entrando en Darmstadt, en el landgraviato de Hesse-Darmstadt, el 2 de junio y tomando como prisionero a Luis de Hesse. Desde allí Mansfeld se dirigió al este, hacia la villa de Aschaffenburg, en la margen izquierda del río Meno, para esperar la llegada del ejército de Cristian de Brunswick. Allí esperó dos días de manera infructuosa pero, ante la próxima llegada de Tilly, que había partido de Wimpfen para sar caza a Mansfeld, éste volvió bajo sus pasos hasta Dieburg con la intención de acuartelarse en Mannheim. 

El 10 de junio, a consecuencia del cansancio de su ejército, Mansfeld hubo de parar. El lugar elegido fue la abadía de Lorsch, al noreste de Mannheim, en plena Bergstrasse. Al anochecer la caballería española de Pascual de Berenguer, que había sido cedida por Fernández de Córdoba a Tilly, irrumpió en el campamento protestante causando el pánico entre los allí presentes. Federico el Palatino emprendió la huida y su ejército hizo lo propio, siendo duramente hostigado por la caballería de Berenguer y los infantes de Tilly, que apareció por el flanco protestante. La victoria católica fue total y los protestantes perdieron 4.000 hombres entre muertos, heridos y presos. Presos que incluían al primo de Mansfeld, y al conde Cristian de Birkenfeld.

Con esta victoria los católicos quedaban dueños y señores de la Bergstrasse y habían recuperado el control de Hesse-Darmstadt. Además, Córdoba recibió refuerzos desde Bohemia, lo que le permitió guarnicionar adecuadamente sus plazas en el Palatinado. Por su parte Cristian de Brunswick, con una fuerza de cerca de 22.000 hombres, cruzaba el río Weser por la villa de Höxter, en Westfalia, a unos 350 kilómetros al norte de Mannheim. Los espías católicos habían informado al conde de Anholt y a Enrique de Bergh de este movimiento, siguiéndolo muy de cerca para controlar sus acciones. Brunswick era despiadado y cruel como pocos, y a su paso iba saqueando cuantos pueblos y templos católicos encontraba a su paso por los territorios de Turingia, Fulda y Würzburgo. 

Su siguiente movimiento fue dirigirse contra el arzobispado de Maguncia, que en esos momentos estaba completamente desprotegido. Allí sembraron el terror mediante la comisión de asesinatos, violaciones, saqueos y extorsiones. Córdoba y Tilly no estaban dispuestos a tolerar más desmanes por lo que partieron en su busca con la ayuda de Anholt y Losada, que se reunieron con ellos en Aschaffenburg. Brunswick cruzó el río Kinzig a la altura de Gelnhausen, mientras que las fuerzas católicas le siguieron avanzando en paralelo, Brunswick mandó una avanzadilla de 1.500 infantes y varias compañías de caballos bajo el mando del coronel Knyphausen, para poner sitio a la ciudad de Höchst, y levantar un puente sobre el río Meno. 

Grabado de la batalla de Wimpfen. Por Matthäus Merian


El ejército católico avistó al protestante el 19 de junio. Knyphausen había tomado el día 16 la ciudad y estaban construyendo el vital puente sobre el Meno. Brunswick disponía de menos hombres, ya que había ido perdiendo fuerzas en su avance, por lo que apenas llegaban a 18.000 los efectivos disponibles, pero era un fanático obsesionado por la guerra por lo que desplegó sus fuerzas el día 20, adoptando una poderosa posición defensiva, situándose tras un riachuelo difícilmente vadeable, el Sulzbach. Su intención era poder cruzar el río y llegar a Höchst. Además su flanco derecho estaba protegido por el río Meno y su izquierdo por un bosque bastante tupido. Para mejorar esta posición y retrasar cualquier llegada del ejército católico, Brunswick mandó construir varias líneas de trincheras delante del centro de su formación. 

El plan de Brunswick era cruzar el río Meno aprovechando que se habían finalizado los trabajos de construcción del puente, mientras que la caballería cubría la retirada y, una vez cruzado el río, destruir el puente y partir a toda prisa a reunirse con las fuerzas de Mansfeld. La infantería se desplegó de izquierda a derecha, con los regimientos de Carpzo, Isemburg, Lowenstein, Saxe-Lauenburg, Knyphausen y Leib, mientras que la caballería se situó detrás, principalmente a la derecha del ejército, aunque reservó un regimiento que se desplegó pegado al bosque y reforzado por unos 1.000 mosqueteros. De igual modo Brunswick emplazó la artillería que llevaba, apenas cinco cañones, justo por delante del regimiento de Leib. 

El ejército católico se desplegó sobre una inmensa llanura que se extendía al noroeste de Höchst, en formación similar a la adoptada para la batalla de Wimpfen. Como era costumbre, el lugar de honor, el ala derecha, estaba ocupada por las fuerzas hispanas de Fernández de Córdoba, con el extremo de la formación reservado al Tercio de Nápoles, reforzado por los italianos de Campolattaro, el Tercio de Spinelli, y los tercios valones del coronel Henin y del coronel Guillermo Verdugo, a quien se le entregó el mando de todo el cuerpo de ejército. Era éste el hijo del célebre Francisco Verdugo, gobernador de Frisia e Yssel, y era su primogénito, fruto de su matrimonio con la viuda Ruttgeerts. Guillermo nació alrededor de 1570 y su educación fue encomendada a los jesuitas. Guillermo ya había combatido en la Batalla de la Montaña Blanca, antes de partir hacia el Palatinado con Fernández de Córdoba. 

El otro cuerpo del ejército de Córdoba estaba formado por el regimiento alemán de Trentines, tropa veterana y muy válida, bajo el mando del conde de Fugger, y el regimiento de alemanes del coronel Fourdin, y se situaba en la izquierda de la formación hispana, pegado al ejército de la Liga Católica. Este cuerpo tenía emplazado en su extremo izquierdo a la fuerza de arcabuceros a caballo del coronel Gaucher, y detrás de ellos, en la retaguardia, a los coraceros de Berenguer y de Losada, que más tarde se situarían en el extremo del flanco derecho católico, y que sumaban un total de 4.000 caballos. 

Por su parte Tilly dividió su ejército en tres batallones, desplegándolos en línea de batalla desde el centro de la formación católica hacia el ala izquierda de ésta. El primer batallón de Tilly estaba formado por el regimiento de infantería de Schmidt, y se encontraba pegado al de alemanes de Fugger. El segundo batallón estaba compuesto por los regimientos de los coroneles Herliberg y Wurzburg, mientras que el grueso de su fuerza, emplazada en el ala izquierda del ejército católico, se situaron las 13 compañías pertenecientes al regimiento del conde de Anholt, y que estaban mandadas por Matthias Gallas, un coronel cuya estrella estaba en ascenso y que había empezado su carrera militar en Flandes, como soldado al servicio de España. Por último, la artillería fue emplazada por delante de la infantería, en el centro de la formación.

Poco antes del mediodía la artillería católica daba comienzo a las hostilidades entre ambos ejércitos. Los cañones católicos se emplearon a fondo y castigaron duramente las posiciones de Brunswick. Pero a pesar del duro cañoneo los protestantes aguantaban estoicamente, por lo que las fuerzas de Córdoba y Tilly comenzaron su avance para salvar el kilómetro y medio de distancia de le separaba del enemigo, mientras que adelantaban sus baterías, de tal forma que el daño causado cada vez era mayor, abriendo de hecho varios huecos en las líneas de Brunswick. Los protestantes iban retrocediendo paulatinamente mientras perdían sus tres cañones por el certero fuego católico. 

Tilly dio órdenes a Anholt para que cruzara el río Nidda y sorprendiera al ejército protestante en su flanco derecho, mientras que Córdoba adelantó sus líneas hasta el punto de salvar el riachuelo de Sulzbach. Brunswick había emplazado al Regimiento de Infantería de Kochler, con unos 1.000 hombres, en la fortaleza de Sossenheim, por delante del riachuelo y en la margen izquierda del río Nidda. También colocó dos fuerzas de 500 mosquetes en un par de trincheras que protegían el cruce. En este punto el barón de Inchy, en vanguardia de las fuerzas hispanas, se adentró con unas magas de infantería y arroyó a una fuerza de más de 500 mosquetes encargados de impedir el cruce del Sulzbach. 

Ante tan rápido avance Brunswick no podría cruzar el Meno y llegar a Höchst, por lo que decidió plantar cara, a pesar de las protestas de diversos oficiales que le aconsejaron una retirada táctica. Córdoba y Tilly no vacilaron y ordenaron avanzar tras haber superado las defensas avanzadas protestantes. El general español ordenó a Caracciolo formar un tercio juntando las fuerzas del Tercio de Nápoles, el de Verdugo, el de Campolattaro, el de Bucquoy, mandado por el coronel Hennin, y el de Spinelli, mientras que los alemanes de Fugger y Fourdin formaron otro tercio. Por delante de ellos mandó una fuerza de 1.500 mosqueteros sacados de los tercios hispanos. Tilly hizo lo propio aglutinando sus fuerzas en tres batallones, y en los flancos avanzaba la caballería católica e hispana. 

Batalla de Höchst, por Matthias Merian

La defensa planteada por los protestantes fue cayendo línea tras línea y los españoles lograron establecer una cabeza de puente en el riachuelo. Brunswick, temiendo que su ejército se viniera abajo por completo, lanzó un contraataque con cuantos mosqueteros pudo reunir, a los que se unió una fuerza de caballos, logrando recuperar momentáneamente la orilla norte de Sulzbach, pero los regimientos católicos de Schmidt y Herliberg contuvieron el avance y sobrepasaron a las fuerzas de Brunswick, flanqueándolas y amenazando con envolverlas completamente, por lo que el general protestante no dudó en escapar de aquella ratonera. 

En este punto las fuerzas católicas perdieron casi dos horas limpiando los reductos que quedaban tanto en Sossenheim como en las trincheras, tiempo que aprovechó Brunswick para iniciar la retirada de su fuerza principal. Tilly se mostró demasiado cauteloso y defensivo, pudo haber acabado con el ejército de Brunswick esa misma tarde, pero ese tiempo perdido permitió que buena parte del ejército protestante escapara, protegido por la tenaz resistencia que ofrecieron los hombres del Regimiento de Infantería de Kochler, que se empleó a fondo hasta el final de la tarde. 

Pero esto no fue impidió el desastre que vendría después, cuando las tropas protestantes, en su huida, trataron de cruzar el puente que habían construido sobre el río Meno pero se lo encontraron bloqueado por el tren de bagaje. La desorganización fue total, más aún cuando la caballería croata de Tilly hizo su aparición, acabando con todo aquel que se quedaba rezagado. Brunswick, viendo la terrible situación en que se hallaba su ejército, atrapado en un pequeño trozo de tierra tratando de cruzar el puente, optó por abandonarlo a su suerte y, junto a parte de su caballería y cuatro carromatos donde llevaba buena parte del tesoro que había obtenido con los saqueos de poblaciones católicas, intentó seguir el Meno corriente abajo. 

En su huida, y para aligerar la carga, los jinetes protestantes se desprendieron de los jamones de Westfalia que llevaban en sus sillas de montar, tal y como indica Peter H. Wilson en su imprescindible "La Guerra de los Treinta Años: Una tragedia europea". Brunswick logró vadear el río junto a más de 1.000 caballos, y cabalgar a través de la Bergstrasse hasta llegar a Bensheim, donde Mansfeld le aguardaba con su caballería. El resto del ejército protestante se encontraba en una situación desesperada, sobre todo cuando los coraceros católicos de Eynatten y los hispanos de Berenguer y Losada, se abalanzaron sobre el puente y cortaron el paso al enemigo. En ese momento los infantes y jinetes que aún no habían podido cruzar el puente se lanzaron a cruzar el río a nado, muriendo muchos en el intento. 

El castillo de Höchst resistió hasta poco antes de la medianoche y, tras su rendición, Tilly dio la batalla por finalizada, a pesar de que si hubieran continuado en persecución de los protestantes, la aniquilación del ejército de Brunswick hubiera sido un hecho. En la "Relación de los sucedido en el Palatinado, en 23 de junio de 1622" hay una relación de la batalla supuestamente escrita por Córdoba en la que señala que "a la infantería que pasó al otro lado han tratado los villanos peor que a la de Mansfeld, y gente nuestra, que sin orden pasó el río, ha degollado mucha, de suerte que ahora no se sabe que se haya retirado alguno de aquellos regimientos en pie". 

La cifra de bajas en el ejército protestante baila demasiado. Mientras que Tilly estimó que en aquella jornada se perdieron unos 5.000 soldados enemigos, Gonzalo de Céspedes habla de 9.000, mientras que Fray Marco de Guadalajara estima que al menos fueron 8.000 las bajas protestantes en aquella jornada, entre muertos, heridos y desertores. Por su parte, el coronel Knyphausen habla de 2.000 muertos y presos, cifra que no incluye ni desertores ni heridos. Lo cierto es que el ejército de Brunswick había desaparecido prácticamente. De los 22.000 hombres que logró reunir para el comienzo de la campaña, apenas contaba con unos pocos de miles, y en muy mal estado, hasta el punto de que el propio Mansfeld calificó a aquellos hombres de chusma. 

A Brunswick y Knyphausen les llevó varias días reunir a los que habían logrado escapar del infierno de Höchst y no habían desertado. Además, Brunswick logró salvar buena parte del tesoro amasado con el pillaje y el saqueo, y pudo reunirse con Mansfeld, su objetivo principal, pero el golpe fue durísimo para la causa protestante, tal es así, que el propio Federico el Palatino abandonó prácticamente toda esperanza de vencer a los católicos y recuperar su estado. 

Fernández de Córdoba, por Wencesllas Holar 

Johan Tserclaes, barón de Tilly

Cristian de Brunswick, por Paulus Moreelse








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