El 6 de mayo de 1622 las tropas católicas bajo el mando de Gonzalo Fernández de Córdoba y del conde de Tilly derrotaban a las fuerzas protestantes de Jorge Federico de Baden-Durlach en la localidad alemana de Wimpfen.
La Campaña del Palatinado avanzaba a buen ritmo para las tropas españolas de Fernández de Córdoba, pero los ejércitos protestantes aún representaban una seria amenaza. A finales de abril de 1622 un ejército bajo las órdenes de Federico el Palatino y de Ernesto de Mansfeld se encontró con el ejército católico de Tilly en Mongolsheim. Si bien no fue una batalla decisiva, los de Tilly tuvieron 2.000 bajas y lo que es peor aún, las tropas de Jorge Federico de Baden-Durlach lograron reunirse con las de Mansfeld y Federico, amenazando seriamente la posición de Tilly.
Éste no perdió el tiempo y envió emisarios urgentemente a Córdoba solicitándole ayuda ante la ofensiva de Jorge Federico. Córdoba no tenía muy claro exponer a su ejército y dejar los territorios conquistados sin la protección adecuada. Reunido con sus consejeros finalmente, y tras dejar las plazas españolas guarnicionadas y con suministros y municiones suficientes, accedió a dirigirse con las tropas españolas en ayuda de Tilly en dirección a Wimpfen. Por el camino, los soldados españoles iban pasando por las villas católicas de Mossbach o Minneburg, que les aclamaban a su paso.
El 5 de mayo los ejércitos católicos se reunieron y comenzaron a desplegarse para la batalla. Córdoba se dispuso en el flanco derecho, lugar de honor al estar al servicio del rey. El ejército español lo formaban algo más de 4.000 infantes, destacando el Tercio de Nápoles con 1.400 veteranos españoles, las mejores tropas de Europa. También estaban los regimientos de infantería alemana y valona de los coroneles Bauer y Emden. A estas fuerzas se sumaban unos 2.000 caballos al mando del comisario de caballería Berenguer, situadas en el extremo derecho de la fuerza española, y 4 piezas de artillería.
Tilly, situado en el ala izquierda, contaba con unos 9.000 infantes, aunque algunos autores lo reducen a 7.000, destacando entre ellos los regimientos bávaros del coronel Schmidt y del coronel Haimhausen, y el batallón de Buningen. También llevaba consigo 2.900 caballos, incluidas las 13 compañías del regimiento de caballería de Maestro, posicionadas en el extremo izquierdo. Las tropas católicas se situaron al sur de Wimpfen, cubiertos al este por el río Neckar, y al sureste de su posición estaba la villa de Untereisesheim.
Jorge Federico, ansioso por entrar en combate, situó a su ejército al sur de las tropas católicas, delante de un riachuelo llamado Bölliger. Al este de su posición tenía el río Neckar y al oeste la villa de Biberach y unos bosques que, creía el de Baden-Durlach, le darían protección. Todo ello formando un semicírculo de 2 kilómetros. Contaban los protestantes con algo más de 10.000 infantes, destacando los regimientos de infantería de Baden, al mando del coronel Hunolstein, el de Wurtemberg, el de Sajonia-Weimar del coronel Uslar y el de Goldstein.
La caballería protestante la formaban los regimientos de Leib, de Rhinegrave, la de Wurtemberg al mando del duque Magnus, y la del coronel Streiff, la más potente y experimentada de Jorge Federico, sumando un total de 3.500 caballos. La artillería estaba a cargo del coronel Bocklin, un experimentado artillero, y se componía de 2 cañones, 6 medios cañones, 3 falconetes y 70 carros de guerra o tabores detrás de los cuales, y a modo de barricada, se situaron unos 2.000 mosqueteros.
Esta poderosa línea defensiva daba confianza al líder protestante y sembraba las dudas entre los mandos católicos. Tras unas pequeñas escaramuzas a lo largo de las últimas horas del día 5. Los primeros combates del día 6 fueron entre ambas artillerías, aprovechando los católicos su posición más elevada para superar las mejores defensas del enemigo. Tras desayunar y escuchar la oportuna misa Tilly se decidió a atacar a eso de las 11 de la mañana llegando a una distancia de 100 metros de la vanguardia protestante, pero el continuo fuego de mosquete y cañón de éstos, les hizo retroceder. Pasada la media mañana y, ante el calor reinante, Tilly y Córdoba aprovecharon para dar descanso a sus hombres y almorzar. Jorge Federico quiso hacer lo propio y sus hombres empezaron a relajarse, los mosqueteros de vanguardia se retiraron y los hombre del flanco izquierdo empezó a abandonar sus posiciones para comer y comentar lo sucedido.
Córdoba había aprovechado para enviar una manga de mosqueteros y arcabuceros de los capitanes Martín Fernández y Alfonso Marcía a internarse en el bosquecillo que cubría el flanco izquierdo protestante horas antes, y ahora les daba la orden de tomar la aldea de Biberach. Jorge Federico se dio cuenta del error y quiso subsanarlo mandando a su infantería recuperar la posición y a su caballería cargar contra las posiciones de la caballería católica de Maestro. Gonzalo de Céspedes y Meneses, en su obra Primera parte de la Historia de D. Felipe IIII, publicada en 1631, describía así la arenga que Córdoba, marchando a caballo entre sus hombres, lanzó: "Marchad con gran firmeza a pelear, y caminad a vencer, pues los presentes enemigos a Dios y a su Príncipe, hacen justísima vuestra causa. Procurad este día dar con valor nuevos trofeos al Águila Imperial Romana y a los Castillos y Leones acostumbrados a vencerlas".
Los españoles empezaron a rodear el flanco izquierda de Jorge Federico pero la caballería de éste había sobrepasado a la de Maestro, rompiéndose el flanco del ejército de Tilly. Solo la intervención del regimiento de infantería de Schmidt pudo salvar la situación, reorganizándose las filas de Maestro tras él. Córdoba vio el movimiento de la caballería enemiga y se lanzó al frente de sus jinetes, pero éstos entendieron mal las órdenes y caracolearon tras la primera descarga, quedando el general español rodeado por el enemigo. Solo la intervención del Tercio de Nápoles le salvó de ser apresado. En el otro ala la carga de Baden perdió fuerza ante la defensa enconada de los veteranos alemanes de Schmidt.
La suerte sonrió a los católicos cuando un cambio repentino de viento llenó de humo el campo enemigo, quedando éste cegado, algo que aprovechó Córdoba para reorganizar sus filas haciendo Tilly lo propio. El Tercio de Nápoles avanzó junto con los hombres de Bauer, mientras que Tilly sacó al batallón de Buningen, que estaba fresco, cargando todos contra la línea de tabores a las 7 de la tarde. Los regimientos de infantería protestantes de Helmstadt y Goldstein formaron en erizo pero los jinetes católicos lograron envolverlos. Esta infantería era de peor calidad y enseguida se vio sobrepasada, más aún cuando Tilly comenzó a batirles con su artillería, impactando uno de los proyectiles en un carromato de pólvora que estalló por los aires. Jorge Federico se puso en fuga junto a los restos de su caballería y, tras la muerte del coronel Helmstadt y la última carga de Tilly con sus caballos sobre la derecha protestante, lo poco que quedaba de la infantería se hundió.
La batalla había terminado. Baden-Durlach perdió casi todo su ejército, más de 2.000 hombres muertos, incluidos un reingrave de caballería, 2 coroneles y 42 oficiales, además de otros 2.000 heridos. También perdió todos sus tabores, más de 400 carros de bagaje y un tesoro de 125.000 florines. El resto, salvo los poco más de 3.000 hombres que siguieron a Jorge Federico, huyó o cayó prisionero. Los católicos contaron 600 muertos y algo más de 1.000 heridos. El revés para el bando del Palatino fue enorme, aunque pudieron continuar con sus operaciones y más tarde volverían a verse las caras en la batalla de Höchst.
Esta poderosa línea defensiva daba confianza al líder protestante y sembraba las dudas entre los mandos católicos. Tras unas pequeñas escaramuzas a lo largo de las últimas horas del día 5. Los primeros combates del día 6 fueron entre ambas artillerías, aprovechando los católicos su posición más elevada para superar las mejores defensas del enemigo. Tras desayunar y escuchar la oportuna misa Tilly se decidió a atacar a eso de las 11 de la mañana llegando a una distancia de 100 metros de la vanguardia protestante, pero el continuo fuego de mosquete y cañón de éstos, les hizo retroceder. Pasada la media mañana y, ante el calor reinante, Tilly y Córdoba aprovecharon para dar descanso a sus hombres y almorzar. Jorge Federico quiso hacer lo propio y sus hombres empezaron a relajarse, los mosqueteros de vanguardia se retiraron y los hombre del flanco izquierdo empezó a abandonar sus posiciones para comer y comentar lo sucedido.
Córdoba había aprovechado para enviar una manga de mosqueteros y arcabuceros de los capitanes Martín Fernández y Alfonso Marcía a internarse en el bosquecillo que cubría el flanco izquierdo protestante horas antes, y ahora les daba la orden de tomar la aldea de Biberach. Jorge Federico se dio cuenta del error y quiso subsanarlo mandando a su infantería recuperar la posición y a su caballería cargar contra las posiciones de la caballería católica de Maestro. Gonzalo de Céspedes y Meneses, en su obra Primera parte de la Historia de D. Felipe IIII, publicada en 1631, describía así la arenga que Córdoba, marchando a caballo entre sus hombres, lanzó: "Marchad con gran firmeza a pelear, y caminad a vencer, pues los presentes enemigos a Dios y a su Príncipe, hacen justísima vuestra causa. Procurad este día dar con valor nuevos trofeos al Águila Imperial Romana y a los Castillos y Leones acostumbrados a vencerlas".
Los españoles empezaron a rodear el flanco izquierda de Jorge Federico pero la caballería de éste había sobrepasado a la de Maestro, rompiéndose el flanco del ejército de Tilly. Solo la intervención del regimiento de infantería de Schmidt pudo salvar la situación, reorganizándose las filas de Maestro tras él. Córdoba vio el movimiento de la caballería enemiga y se lanzó al frente de sus jinetes, pero éstos entendieron mal las órdenes y caracolearon tras la primera descarga, quedando el general español rodeado por el enemigo. Solo la intervención del Tercio de Nápoles le salvó de ser apresado. En el otro ala la carga de Baden perdió fuerza ante la defensa enconada de los veteranos alemanes de Schmidt.
La suerte sonrió a los católicos cuando un cambio repentino de viento llenó de humo el campo enemigo, quedando éste cegado, algo que aprovechó Córdoba para reorganizar sus filas haciendo Tilly lo propio. El Tercio de Nápoles avanzó junto con los hombres de Bauer, mientras que Tilly sacó al batallón de Buningen, que estaba fresco, cargando todos contra la línea de tabores a las 7 de la tarde. Los regimientos de infantería protestantes de Helmstadt y Goldstein formaron en erizo pero los jinetes católicos lograron envolverlos. Esta infantería era de peor calidad y enseguida se vio sobrepasada, más aún cuando Tilly comenzó a batirles con su artillería, impactando uno de los proyectiles en un carromato de pólvora que estalló por los aires. Jorge Federico se puso en fuga junto a los restos de su caballería y, tras la muerte del coronel Helmstadt y la última carga de Tilly con sus caballos sobre la derecha protestante, lo poco que quedaba de la infantería se hundió.
La batalla había terminado. Baden-Durlach perdió casi todo su ejército, más de 2.000 hombres muertos, incluidos un reingrave de caballería, 2 coroneles y 42 oficiales, además de otros 2.000 heridos. También perdió todos sus tabores, más de 400 carros de bagaje y un tesoro de 125.000 florines. El resto, salvo los poco más de 3.000 hombres que siguieron a Jorge Federico, huyó o cayó prisionero. Los católicos contaron 600 muertos y algo más de 1.000 heridos. El revés para el bando del Palatino fue enorme, aunque pudieron continuar con sus operaciones y más tarde volverían a verse las caras en la batalla de Höchst.
Disposición de la batalla de Wimpfen, por Hugo Cañete |
Batalla de Wimpfen. 1622 |
Fernández de Córdoba, por Wencesllas Holar |
Johann Tserclaes, conde de Tilly |
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