El Milagro de Empel

Batalla de Breitenfeld


El 17 de septiembre de 1631 las fuerzas suecas y sajonas de Gustavo Adolfo lograban una gran victoria en Breitenfeld, al norte de Leipzig, contra los ejércitos católicos del emperador Fernando II de Habsburgo comandados por Jean Tserclaes, conde de Tilly. 

La Guerra de los 30 años llevaba ya más de una década y, tras la retirada Danesa del conflicto y el final de la Guerra de Sucesión de Mantua, ahora el nuevo enemigo del poder de los Habsburgo en Europa era Gustavo Adolfo de Suecia. El rey sueco demostró desde muy temprana grandes edad dotes y pronto emprendió una serie de reformas en todos los ámbitos, aunque fue el militar el que se llevó la palma. Gustavo extrajo valiosas lecciones de sus guerras contra los daneses y los polacos y las plasmó en una doctrina propia con la que en un tiempo récord logró enseñorearse de los campos de batalla de Alemania.

En mayo el León del Norte, como le apodaban, dio un ultimátum al emperador pero éste no debió tomárselo en serio cuando no solo no hizo nada sino que redujo sus fuerzas y cesó a su mejor general, Wallenstein. Los suecos llegaron en junio de 1630 al continente y desde ese momento extendieron sus líneas por toda Pomerania Oriental y Mecklenburg. Los católicos, bajo el mando del barón de Tilly, que ahora comandaba las fuerzas imperiales y las de la Liga Católica, trató de oponerse sin éxito a los protestantes escandinavos. A comienzos de 1631 Gustavo atacó Fráncfort del Oder y penetró en Brandeburgo, mientras que Tilly ocupó la ciudad de Magdeburgo, que fue saqueada por sus tropas. Tilly, en un error de cálculo, quiso forzar a Juan Jorge de Sajonia para que deshiciera su recién constituido ejército de la Unión Evangélica, así que invadió Sajonia y ocupó Leipzig, lo que hizo que Juan Jorge se uniese, en contra de su intención primigenia, a Gustavo Adolfo.

El 15 de agosto las tropas suecas y sajonas se juntaron en Breitenfeld, una villa situada al norte de Leipzig. Allí esperaron a las fuerzas de Tilly. Éste, sabiendo que estaba en inferioridad, quiso esperar a los refuerzos que debían de llegar de la mano de Aldringer, quien traía consigo 6.500 veteranos. También había dado órdenes para movilizar unos 8.000 hombres procedentes de las distintas guarniciones de la región. 

Pero esta actitud calculadora chocó frontalmente con la beligerancia de Gottfried von Pappenheim, su segundo al mando, quien quería plantar batalla inmediatamente confiado en la debilidad de las tropas sajonas. De esta forma obtuvo el consentimiento de Tilly para adelantarse con 2.000 caballos y escudriñar el terreno y comprobar las fuerzas protestantes. A primera hora de la tarde envió emisarios a Tilly advirtiéndole que estaba siendo atacado, por lo que el veterano general valón marchó sin demora a auxiliarle.

Tilly pudo comprobar que las tropas de Gustavo Adolfo no habían avanzado y, por tanto, Pappenheim le había mentido tratando de forzar la batalla. No tenía interés en combatir pero tampoco podía retirarse con seguridad, así que se decidió a afrontar lo que viniese. La posición católica era buena, sobre una pequeña loma con una ligera pendiente que se presentaba ideal para la defensa. Además tenía el sol a su espalda y el viento a favor, algo de suma importancia cuando se emplea artillería y mosquetes, pues el humo ciega así al oponente. 

Además entre ambos ejércitos existía un arroyo cenagoso, el Lober, que los protestantes deberían cruzar para combatir. Alrededor de las 12 del mediodía los protestantes cruzaban el riachuelo sin encontrar oposición, salvo una breve resistencia de una pequeña fuerza croata. Mucho se ha debatido sobre por qué Tilly no empleó una fuerza y un tesón mayor en evitar el cruce, lo que le hubiera permitido retirarse en orden o incluso obtener una victoria si jugaba bien sus cartas.

Tilly había formado en el centro con 18.700 infantes distribuidos en 12 tercios agrupados en 4 batallones con forma triangular bajo el mando de Friedrich von Schoenberg. Por delante de los infantes situó la artillería: 14 cañones pesado y 12 medios cañones, mientras que las piezas ligeras las dispuso en la parte derecha de su centro. En el ala izquierda se situó Pappenheim con 1.500 infantes del regimiento de Holstein para apoyar a los 3.800 caballos divididos en 7 escuadrones donde destacaban los coraceros y arcabuceros a caballo de Piccolomini. 

El mando del ala derecha recayó en Egon von Furstenberg quien contaba con 1.200 infantes del regimiento de Wangler y 4.100 caballos agrupados en 10 escuadrones donde destacaban los croatas y los arcabuceros a caballo de Wengersky. Tilly dejó en reserva a Erwitter, al frente de 5 escuadrones de 400 caballos cada uno. En total las fuerzas católicas contaban con algo más de 21.000 infantes, casi 10.000 caballos y 26 piezas de artillería.

Por su parte Gustavo ocupó casi toda la línea protestante, quedando enfrentado con el centro y el ala izquierda católica. La derecha sueca, dividida en 2 escalones, la formaban algo más de 4.000 caballos y unos 900 mosqueteros. La primera línea la dirigía el propio Gustavo Adolfo con 3.000 caballos y la totalidad de los mosquetes agrupados en 4 destacamentos. La segunda línea del ala derecha la formaban unos 1.000 caballos más agrupados en 4 escuadrones bajo el mando de Johan Baner, un temerario pero capaz general sueco. 

El centro estaba dividido también en 2 escalones, ocupando la primera línea el mayor general Teuffel con algo más de 7.500 infantes de las temibles Brigadas Amarilla, Sueca, Roja y Azul, así como 24 cañones de 3 libras y 12 pesados bajo el mando de Torstensson. La segunda línea central estaba ocupada por 3 brigadas más: la Verde, que era de escoceses, bajo el mando del coronel Hepburn, que además mandaba toda la línea y 18 cañones ligeros; la Negra, dirigida por el general Thurn, hermano del líder protestante Mathias Thurn; y la Blanca, formada por jóvenes e inexpertos soldados bajo las órdenes del coronel Vitzhum.

El ala izquierda sueca la mandaba Gustav Horn, segundo de Gustavo, que ocupó la primera línea al frente de 1.300 caballos auxiliados por 1.000 mosqueteros, mientras que en la segunda línea quedó Effern-Hall con 1.500 caballos y unos 500 dragones de reserva. Por su parte los sajones, comandados por el competente general Georg von Arnim, que había servido bajo las órdenes de Wallenstein y que había cambiado de bando cuando Juan Jorge formó la Unión Evangélica, quedaron enfrentados con la derecha católica. 

Arnim, en cambio, formó su centro en triángulo, con 10 batallones que sumaban algo más de 12.000 infantes y 18 cañones bajo el mando de Sax-Altenburg. Su flanco derecho lo protegía el propio Arnim al frente de 2.300 caballos agrupados en 6 escuadrones, mientras que la izquierda del ejército sajón quedó al mando de Bindauf, con unos 2.900 caballos. En total el ejército protestante sumaba casi 27.000 infantes, algo más de 13.000 caballos y 66 cañones, teniendo una proporción favorable de 4 a 3 frente a los católicos.

Disposición de las tropas en Breitenfeld

Al grito de guerra acordado de "¡Jesús, María!", los cañones del general Tilly empezaron a escupir fuego en cuanto Gustavo empezó a avanzar. Los protestantes no respondieron hasta estar a medio kilómetro cuando, tras la consigna del León del Norte, "¡Dios con nosotros!", dispararon varias salvas. El ala derecha sueca, a cargo del mismo rey, se encontraba más próxima a las líneas católicas, y sobre las 14 horas Pappenheim ordenó el ataque de sus 3.800 caballos. 

Al trote largo de los católicos los suecos respondieron guardando la calma, que solo se vio interrumpida cuando, tras la salva de la primera línea de Pappenheim, y en medio de la maniobra de caracola, el rey dio la orden de descargar toda su potencia de fuego, que era de 900 mosquetes más las pistolas de los jinetes. La carga católica había sido rechazada y ahora Pappenheim luchaba por retirarse lo más ordenadamente posible ante el ímpetu del contraataque sueco. Los infantes de Holstein y los arcabuceros a caballo de Piccolomini salvaron la situación momentáneamente.

Pappenheim no desistió y siguió emperrado en cargar buscando flanquear a los suecos. Gustavo resistió impasible, reforzando sus posiciones con caballos de la segunda línea de Baner y con los infantes de la Brigada Amarilla de Teuffel. Tras resistir 7 cargas y después de dos horas de batalla, los suecos lograron abrir brecha entre el regimiento de infantería de Holstein, que daba protección a la caballería de Pappenheim, y los infantes de Gallas, en el centro católico. Gustavo vio la oportunidad y sacó unidades frescas para tratar de envolver el ala izquierda de Pappenheim. Eran casi las 16:30 cuando lanzó la carga con Baner sobre el flanco izquierdo y el regimiento de caballería de Tott entrando por la brecha abierta con el centro católico y rodeando por completo a la infantería de Holstein.

Por su parte las cosas eran muy distintas en la izquierda protestante. El comandante católico Furstenberg estaba castigando especialmente a los infantes sajones que resistían gracias al apoyo de la caballería del coronel Bindauf. Furstenberg ordenó a Cronberg, Baumgarten y Schonberg cargar con todo al frente de sus regimientos de caballería. Cuando los caballos católicos penetraron por la izquierda sajona ésta se derrumbó rápidamente, muriendo el propio Bindauf y huyendo Juan Jorge con su guardia personal. 

Armin reunió unas cuantas tropas más veteranas, sobre todo los coraceros de Taube, y se unieron a los suecos. Básicamente, una vez superada su línea de artilleros, los sajones carecían de capacidad y experiencia como para resistir el ataque de un ejército veterano, por lo que huyeron o murieron salvo unos pocos cientos. El descrédito sajón aumentó cuando no contentos con abandonar cobardemente el campo de batalla, se detuvieron a saquear el bagaje sueco que estaba a retaguardia. Una auténtica indignidad.

Pero la caballería de Furstenberg se había desordenado en el ataque y esto daba una oportunidad. El regimiento de infantería de Wangler, que había apoyado la carga de los caballos, ahora se encontraba solo por lo que Tilly lanzó a 6 de sus tercios de infantería y 5 escuadrones de caballería contra el ala izquierda sueca, donde se había refugiado Arnim con los restos de las tropas sajonas que no habían huido. Horn pidió ayuda al centro sueco y los escoceses de la Brigada Verde de Hepburn y parte de la Blanca y la Negra acudieron en su ayuda, formando una improvisada línea de defensa en forma de triángulo a lo largo del flanco amenazado sueco. Las tornas habían cambiado y los católicos superaban en número a los protestantes, mas como Dios aprieta pero no ahoga, el viento cambió de dirección y ahora los hombres de Tilly tenían sobre sus rostros el humo de la pólvora.

Eran las 4 de la tarde cuando comenzó el choque sobre la izquierda sueca con los artilleros de Tilly sosteniendo un fuego constante. Al poco la Brigada Verde se encontraba combatiendo con los regimientos de infantería del coronel Filip, de excelente calidad, a los que acompañaban varios escuadrones de caballería. Los escoceses parecía presa fácil para el poderoso ataque católico pero lo cierto es que aguantaron estoicamente, siempre siguiendo las instrucciones de Hepburn, y lograron contraatacar lanzando una potente descarga con sus 3 primeras líneas de mosquetes y sus 8 cañones ligeros, para inmediatamente lanzar una segunda descarga con las siguientes 3 líneas deteniendo completamente el avance de Filip. Acto seguido los bravos escoceses de la Brigada Verde se lanzaron al cuerpo a cuerpo.

Mientras, a su derecha, los soldados de la Brigada Blanca lograban detener otro ataque católico protagonizado por el regimiento de infantería de Goess y a su vez, la Brigada Azul del coronel Winckel frenaba en seco el avance del regimiento católico de Salis. Por su parte Teuffel, comandante de la Brigada Amarilla, la mejor unidad de Gustavo Adolfo, caía muerto mientras se dirigía a inspeccionar el flanco izquierdo de su ejército víctima de una bala perdida. Tilly, consciente de que su ataque se paraba, maniobró rápidamente mandando a su reserva al cargo de Erwitte. Éste cargó con más valor que cabeza, y fue bruscamente repelido por la caballería de Horn, quien recibió además el refuerzo del regimiento de caballería de Gothland Occidental, enviado por el rey para apoyarle. Con estas fuerzas Horn se llevó por delante cualquier pretensión de Erwitte y envolvió a sus fuerzas condenándolas a una muerte segura.

Tilly no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Había tenido la victoria al alcance de la mano cuando Furstenberg acabó con el ejército sajón, pero no había contado con la resistencia de las temibles brigadas de Gustavo ni la habilidad de sus comandantes, y ahora contemplaba horrorizado cómo Horn y Arnim estaban envolviendo toda su ala derecha y no le quedaba caballería, salvo la de Cronberg, que además estaba muy desgastada, para acudir al auxilio. Tilly debió comprender en ese instante que la victoria era imposible y que lo único que podía hacer era lograr una retirada lo más ordenada posible y salvar el mayor número de hombres.

A su vez en el ala izquierda católica no iban mejor las cosas. Con Pappenheim derrotado y los regimientos de infantería de Savelli y Grotta destruidos, tan solo resistía el regimiento de Holstein ayudado por algunos caballos españoles de Merode, que habían sido completamente rodeado. Como un erizo, los infantes de Holstein formaron con sus picas repeliendo una y otra vez las cargas de caballería de Tott y de Uslar, hasta que a la cuarta carga decidieron no seguir ante el alto número de bajas que estaban causando entre los jinetes. Baner decidió mandar a sus mosqueteros y a parte de la artillería ligera de las Brigadas Amarilla y Azul. A golpe de fuego los suecos abrieron profundas brechas en el regimiento católico por las que entró la caballería provocando una auténtica carnicería. El propio Holstein fue herido de gravedad, muriendo aquella misma noche. Su regimiento desapareció por completo, cayendo más de 800 hombres en aquel lance.

En ese momento, con las alas católicas derrotadas, Gustavo Adolfo mandó al resto de unidades frescas que aún le quedaban contra el centro de Tilly. Pasadas las 5 de la tarde cargaron. El avance fue brutal; el propio Tilly fue herido en un brazo y en la cabeza, teniendo que ser sacado de allí por Cronberg, al que aún quedaban unos 600 caballos. Los Tercios de Chiesa, Goess y Blankhart, junto al tercio de españoles y valones del coronel Baldiron y los coraceros españoles de Francisco de Caffarelli, bloquearon el avance sueco, permitiendo la huida de los regimientos católicos de Wangler, Wahl, los restos de caballería y las fuerzas que acompañaban a Tilly. Eran las 6 de la tarde y Gustavo mandó a su caballería atacar, apoyados por toda la artillería protestante y la católica capturada, mientras que las Brigadas Negra, Sueca y Roja aún no habían entrado en combate. El rey sueco sabía que ya había ganado la batalla y no quería desgastar más unidades.

Los tercios católicos resistieron hasta que cayó la noche, momento en el que los hombres que aún quedaban en pie aprovecharon para retirarse, uniéndose a un millar de caballos que logró ir reuniendo Pappenheim. La batalla había llegado a su fin y la victoria sueca había sido incontestable. Tilly había perdido a 7.000 de sus mejores hombres mientras que otros 6.000 habían sido hechos prisioneros. Además, los regimientos de Wangler y Wahl se habían refugiado en Leipzig, que fue sitiada al día siguiente por los suecos, obligando a rendirse a otros 3.000 hombres más. Algunos de los mejores comandantes católicos habían caído: Caffarelli, Schönberg, Erwitte, Blankhart, Filip o Holstein, que murieron al frente de sus hombres. Un total de 120 banderas y 26 cañones acabaron en manos del León del Norte. 

Por su parte los suecos tuvieron algo más de 2.000 muertos, incluyendo a coroneles como Caldenbach y Dammitz, pero sobre todo Teuffel, el comandante de la Brigada Amarilla. El ejército sajón se había desintegrado con la carga católica de Furstenberg, salvo algunas pocas unidades a cargo de Arnim, y lamentaba cerca de 4.000 muertos. Si bien la victoria obtenida por Gustavo fue digna de admiración y estudio, no supuso ningún capítulo decisivo dentro de la Guerra de los 30 años, ya que aún estaban muy lejos los suecos de hacerse con el control de Alemania. De hecho los católicos no tardarían en reorganizarse y plantar cara a los protestantes, quedando todavía muy lejano el final de la guerra.

Algunos historiadores han ensalzado hasta el hastío esta victoria, sin duda brillante, pero no hay que olvidar que los católicos cometieron errores imperdonables, como dejarles cruzar el riachuelo sin oposición, la carga de Pappenheim sin consultar con Tilly, la desorganización de las fuerzas de Furstenberg en su ataque a los sajones y la incapacidad para reordenar sus filas, son algunos ejemplos, si bien el rey sueco fue capaz de aprovecharlos. Tampoco supuso, como afirman autores como William P. Guthrie, el final de los tercios como formación de combate idónea en beneficio de las brigadas. Lo cierto es que apenas tres años después los tercios acabarían en Nördlingen con la hegemonía sueca en Alemania, demostrando que aún, bien dirigidos y con buenos hombres, podían ser superiores al resto de formaciones.

Gustavo Adolfo en Breitenfeld. Por Jean Walther
Disposición de las fuerzas en Breitenfeld

Johan Tserclaes, conde de Tilly













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