El 19 de agosto de 1605 caía en manos de la Monarquía Hispánica la ciudad de Lingen, situada en la región de Frisia Oriental, tras un corto pero intenso asedio por parte de las fuerzas del Ejército de Flandes que Ambrosio de Spínola había empleado en su estrategia de llevar la guerra al mismo corazón de las Provincias Unidas.
En el marco de la Guerra de los Ochenta Años, los últimos momentos del siglo XVI y la entrada del nuevo siglo no habían sido propicios para la causa hispánica en los Países Bajos. La derrota en Nieuwpoort, primera de relevancia a campo abierto, el 2 de julio de 1600, puso en entredicho la fortaleza de las armas hispánicas y dejó de manifiesto las intenciones de Mauricio de Nassau de invadir Flandes. El archiduque Alberto, soberano de los Países Bajos junto a Isabel Clara Eugenia, se propuso llevar a cabo la recuperación de la ciudad de Ostende, única villa de la región de Flandes en poder de los rebeldes, y uno de los puertos más importantes de la provincia. El archiduque empeñó lo mejor de sus fuerzas en tomar aquella ciudad, desde la cual los holandeses lanzaban constantes ataques sobre las poblaciones leales próximas.
Desde 1596, los Estados de Flandes habían clamado una intervención en Ostende, por lo que a comienzos de julio de 1601 empezó el asedio. Las operaciones de expugnación de la ciudad se extendieron hasta finales del verano de 1604 cuando, tras un cambio en el mando de las operaciones, Spínola logró rendir Ostende el 20 de septiembre. El precio que hubieron de pagar los hispánicos fue alto, no solo por el gran número de bajas, sino por la ingente cantidad de recursos económicos empleados en aquel asedio, uno de los más largos que se recuerdan. Además, en las semanas finales de la conquista de Ostende, Mauricio de Nassau emprendió una nueva ofensiva en Flandes que dio como resultado la toma por parte de los holandeses de La Esclusa, ciudad situada a menos de 50 kilómetros al noreste de Ostende, y que contaba con otro valioso puerto en plena salida que el río Escalda tiene al mar.
De este modo el archiduque, consciente de lo delicado de su posición, no solo ante los rebeldes, sino también ante la propia Corte, asentada en Valladolid por voluntad del duque de Lerma, ideó una campaña militar que le permitiera recuperar la iniciativa para 1605. La estrategia se basaba en llevar la guerra lo más adentro posible del territorio de las Provincias Unidas, de tal forma que el mantenimiento de las fuerzas hispánicas hubieran de soportarlo las ciudades rebeldes haciendo que el coste y el padecimiento de la guerra llevase a sus gobernantes a pedir la paz con España, objetivo deseado por el gobierno de Felipe III, embarcado en una política de pacificación europea.
A finales de 1604 Philippe de Croÿ, conde de Solre, llegó a España para presentar el plan trazado por el gobierno de los Países Bajos. El rey aceptó el plan. El Ejército de Flandes debería dividirse en dos grandes fuerzas; una avanzaría por el Rin hacia el norte con la intención de invadir Frisia, mientras que la otra permanecería bloqueando La Esclusa e impidiendo cualquier ataque rebelde sobre Flandes o Brabante. La única duda era quién conduciría aquella fuerza. Candidatos no faltaban, pero sin duda era Spínola quien ocupaba el primer lugar en la mente de quienes debían tomar aquella decisión. Su brillante actuación en el asedio de Ostende, unido al hecho de que poseía una inmensa fortuna, le hicieron merecedor del puesto de maestre general del Ejército de Flandes en marzo de 1605, otorgándole además el poder sobre el presupuesto militar.
Para ejecutar el plan el estado mayor del archiduque calculaba que se debían poner en campaña unos 20.000 infantes, más otros 10.000 que debían quedar en Flandes para proteger los territorios leales. En ese momento el Ejército de Flandes contaba con menos de 3.000 españoles, por lo que Pedro Enríquez de Acevedo, conde de Fuentes y gobernador de Milán, debía asegurar el envío de otros 4.000 desde el Estado. Fuentes no se podía permitir perder tan buena tropa, por lo que trató por todos los medios de retener a los infantes españoles el máximo tiempo posible en Milán, hasta la llegada de tropas bisoñas desde España.
En la primavera de 1605 las tropas procedentes de Italia, tras reunirse en Milán, partieron hacia Flandes por el Camino Español, siguiendo la fuerza española el camino que atravesaba las tierras de las Ligas Grisonas. También marcharon a Flandes varios tercios italianos procedentes de Nápoles y Lombardía. Para proteger la ruta del Camino Español el conde de Fuentes había comenzado en octubre de 1603 la construcción de un fuerte enclavado en el valle de la Valtelina, controlando de esta forma las llanuras circundantes bañadas los ríos Mera y Adda. Las obras fueron dirigidas por los ingenieros Piotto da Vacallo, Gabrio Busca, y Cristóbal Lechuga y se prolongaron durante nueve años, conociéndose dicha fortaleza como el Fuerte de Fuentes.
Fuerte de Fuentes. El Camino Español |
En la muestra tomada para la campaña de Frisia, el veedor general contabilizó un total de 25.100 infantes y algo más de 3.500 caballos. Se hicieron levas en territorio inglés, gracias a la paz alcanzada entre ambos reinos por el Tratado de Londres de 1604, siendo el irlandés el contingente más numeroso. El Ejército de Flandes se dividió en dos cuerpos; el encargado de invadir Frisia, bajo el mando del propio Spínola, se componía de unos 15.000 infantes y 3.000 caballos, mientras que el encargado de bloquear La Esclusa y defender Flandes y Brabante, estaba a cargo de Enrique de Bergh y contaba con 10.000 infantes y 500 caballos obtenidos, entre otros, de los tercios de españoles de Álvaro de Luna, de los italianos de Lelio Brancaccio, marqués de Montesilvano y del de Alessandro del Monte, marqués de Acaia, así como de los tercios valones del conde de Bossu o de Antoine de Brucquet, señor de Thoricourt.
En medio de todos estos preparativos Mauricio de Nassau golpeó primero. El 15 de mayo partió en barco desde Dordrecht, en el señorío de Utrecht, y se dirigió a tomar el dique de Kallo, a poca distancia de Amberes, donde fue rechazado por las tropas hispánicas. A su vez, los hombres de Enrique de Bergh trataron sin éxito de apoderarse de Bergen op Zoom, perdiéndose el 23 de mayo el castillo de Wouw. El plan de Spínola seguía intacto a pesar de todo, por lo que el general genovés se puso en marcha a comienzos de junio al frente del Ejército de Frisia. Éste había sido dividido en dos fuerzas que operarían coordinadas pero en distintos escenarios, dejando el mando de la fuerza que se adelantaría para cruzar el Rin a Charles-Bonaventure de Longueval, conde de Bucquoy.
Bucquoy llevaba consigo a los infantes de su antiguo tercio de valones, cuyo maestre en ese momento era el español Felipe de Torres, los de los tercios italianos del conde de San Giorgio y del príncipe de Palestrina, y también a los del regimiento de alemanes de Florent, conde de Berlaymont. A esta fuerza se le sumaban algo más de un millar de caballos y seis piezas de artillería. La mano derecha de Spínola logró cruzar el Rin por el territorio del arzobispado de Colonia a finales de junio, para después virar hacia el norte y tomar Kaiserwerth, a las afueras de Düsseldorf. Allí, y tras recibir el refuerzo del Tercio de Pompeo Giustiniano, quien también llevaba medio millar de caballos varios centenares de infantes de distintas compañías italianas, levantó en la villa una fortificación sobre el Rin.
Mauricio, mientras tanto, seguía mordiendo el anzuelo, pensando que el ataque español sobre La Esclusa sería inminente. Nada más lejos de la realidad. El 6 de julio llegó Spínola a Maastricht y desde allí continuó hacia el este para alcanzar la posición de Kaiserwerth a finales de mes. En aquel momento los espías holandeses ya habían llevado noticias a Mauricio de que una potente fuerza hispánica se encontraba en la zona, por lo que el general holandés envió a su primo Ernesto Casemiro que se adelantase y remontase el río Waal para reforzar la ciudad de Rheinberg, cuyas defensas habían sido reconocidas por el propio maestre de campo general descartando su asedio.
Tras esto, Spínola cruzó el Rin con su ejército y a comienzos de agosto se dirigió a toda velocidad hacia el norte, penetrando en la región de Frisia tras cruzar el río Lippe a la altura de Dorsten. La vanguardia la conducía Luis de Velasco con su caballería, quedando en el centro el grueso de la fuerza, compuesta por los tercios españoles de Simón Antúnez e Íñigo de Borja, los tercios lombardos de Ludovico Melzi y de Pompeo Giustiniano, que se había unido en Kaiserwerth a Spínola,al igual que el tercio valón de Felipe de Torres, y el tercio borgoñón de Claude de Rye, barón de Balanzón. En la retaguardia de la formación iba el resto de caballos con algunos infantes y mosquetes.
A primera hora del 9 de agosto el Ejército de Frisia llegaba a las proximidades de Oldenzaal, ciudad situada en pleno señorío de Overijseel, para sorpresa y estupor de Mauricio y su consejo de guerra, incapaces de adivinar aquella jugada. Sin dar tiempo a que los defensores pudieran organizarse, Teodoro Trivulzio, conde de Musocco, arremetió con su caballería contra las defensas exteriores de la ciudad. Lo que siguió a continuación fue una dura pugna en la que los defensores trataron por todos los medios de que las fuerzas de Spínola no llegasen al foso de la ciudad. Oldenzaal, a pesar de contar con un buen trazado, tenía sus defensas en un pobre estado de mantenimiento, por lo que una vez instaladas las baterías artilleras, no costaría mucho batir sus muros.
Con las primeras luces del día 10, los cañones hispánicos comenzaron a rugir, provocando el pánico entre la población y los propios defensores, unos 500 infantes y un centenar de caballos, que no dudaron en rendirse ante lo inútil de su resistencia, permitiéndoles salir con sus banderas desplegadas y sus armas, como mandaban los usos de la guerra. Mientras esto ocurría, Spínola había enviado una avanzadilla de caballos ligeros para reconocer las defensas de Lingen, una población situada en la región oriental de Frisia, en la margen derecha del río Ems, era un importante nudo de comunicaciones entre los territorios alemanes y las Provincias Unidas, por lo que su conquista se antojaba valiosa.
Villa de Oldenzaal |
La ciudad se encontraba rodeada por un ancho foso nutrido con las aguas del Ems. Además contaba con cinco poderosos baluartes y, al oeste, una ciudadela bien fortificada que se unía al resto de la población mediante dos puentes. Para su defensa la ciudad estaba guarnicionada por algo más de 600 infantes bajo el mando del capitán Maerten Cobben, reforzados por casi un centenar de soldados holandeses que lograron entrar antes de la llegada de las tropas de Spínola, y por la milicia local. El mismo día 10, tras dejar guarnición en Oldenzaal y haber reforzado las poblaciones más al sur, Spínola partió hacia Lingen, llegando a última hora de la tarde.
Spínola desplegó a sus hombres por naciones. Los españoles ocuparon la parte más expuesta a un posible socorro holandés, debiendo lidiar con los dos baluartes más poderosos con los que contaba la ciudad. Los italianos se desplegaron en el lado contrario, haciendo frente a la ciudadela fortificada, mientras que los valones de Felipe de Torres ocuparon el flanco derecho de los hombres de Antúnez y de Íñigo de Borja, y el regimiento de alemanes de Berlaymont se situaba en su izquierda completando de esta manera el cerco total sobre Lingen.
Desde el primer momento del despliegue el ejército hispánico tuvo que soportar el fuego de la artillería enemiga, que disparaba con mucha furia tratando por todos los medios de que los atacantes no alcanzasen el foso de la ciudad. La fuerza hispánica tuvo que mover mucha cantidad de tierra para parapetarse, ya que el terreno circundante a la población estaba completamente despejado, tras haber talado sus habitantes los árboles hace tiempo. A pesar de todos los contratiempos y las dificultades de aquella empresa, los españoles lograron llegar al foso. El caudal que llevaba era muy grande, lo que imposibilitó todos los intentos de abrir una vía por parte de los españoles. Los italianos tampoco tuvieron suerte en su empeño.
El día 16 varios hombres del Tercio de Felipe de Torres lograron cruzar el foso merced a la construcción de un pequeño puente móvil, obra del brillante ingeniero Pompeo Targone, artífice de algunas de las obras de asedio clave en la toma de Ostende, y uno de los hombres de confianza del general genovés. Los infantes del resto de naciones copiaron el método, llegando todos a los muros de Lingen. El primer objetivo era eliminar los caballeros situados en los baluartes de la ciudad. Los zapadores comenzaron con su ardua labor y en menos de un día ya habían obtenido éxitos notables. El 18 de agosto los defensores, tras perder toda esperanza de recibir socorro por parte de Mauricio, enviaron emisarios para negociar las condiciones de su rendición.
Al día siguiente los defensores, algo más de 600 hombres contando los heridos, salieron con sus armas y sus banderas desplegadas, siendo cortésmente escoltados por las tropas españolas hasta la población holandesa más cercana. Dentro quedaban una docena de cañones, abundante munición y provisiones, un merecido premio. La noticia cayó como un jarro de agua fría en el cuartel general holandés. Mauricio, que creía llevar la iniciativa tan solo tres meses antes, la había perdido y ahora debía adoptar una posición defensiva en su propio territorio, mientras que Spínola planificaba con su estado mayor el próximo golpe del Ejército de Frisia.
Asedio de Lingen |
Plano de la ciudad de Lingen |
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