Un 23 de diciembre del año 1546 la ciudad de Ulm, una de las principales ciudades que sustentaban la revuelta de la Liga Esmalcalda contra el emperador Carlos V, capitulaba, finalizando así con éxito la campaña del Danubio emprendida por las fuerzas imperiales contra los protestantes alemanes.
Las tensiones religiosas vividas a comienzos del siglo XVI en Alemania desembocaron, tras la Confesión de Augsburgo, en la creación de la Liga Esmalcalda, nombrada así por celebrarse en la ciudad alemana de Turingia, en 1531. Con ella, diversos príncipes luteranos alemanes, liderados por el landgrave Felipe de Hesse y el elector de Sajonia, Juan Federico, formaban una alianza militar con el propósito de defender el protestantismo.
Si bien en un principio no se declaró una guerra abierta contra el emperador y el catolicismo, las expropiaciones de tierras, las expulsiones e incluso ejecuciones y linchamientos a la población católica, hicieron que los príncipes de dicha confesión religiosa, encabezados por el duque de Baviera y por Jorge de Sajonia, se organizasen formando la Liga Católica en 1538, también conocida como Santa Liga de Nuremberg, por ser esa ciudad la elegida para acoger la reunión.
Los años transcurrieron con bastantes tensiones hasta la celebración de la Dieta de Ratisbona, a comienzos del verano de 1546. El emperador Carlos se había estado preparando para una posible revuelta; consiguió firmar un acuerdo con el papa Paulo III por el que Roma se comprometía con más de 10.000 soldados y un aporte económico de 200.000 ducados. También consiguió atraer a su causa al margrave de Brandemburgo-Kustrin, al de Brandemburgo-Kulmbach, al duque de Brunswick-Kalemberg, e incluso al duque Mauricio de Sajonia, uno de los más notables príncipes protestantes.
Así las cosas, los protestantes dieron el primer golpe. El 4 de julio de 1546, con una fuerza de más de 8.000 infantes y cerca de 3.000 jinetes acantonados en Ichterhausen, se levantaron contra Carlos V. Los primeros avances protestantes no pudieron ser contrarrestados por los imperiales, que contaban con sus fuerzas muy dispersas. Pero la Liga Esmalcalda no supo aprovechar su ventaja inicial y no se lanzó contra Ratisbona, dando ocasión a los imperiales a refugiarse en Ingolstadt, en el ducado de Baviera. A su vez, y desde Augsburgo, donde los protestantes habían reunido un ejército de 13.000 infantes y casi 2.000 jinetes, se lanzaron a tomar Fussen, en la región de Suabia, en el estado de Baviera.
Los protestantes, dirigidos por el general Schertlin, consiguieron cortar los pasos alpinos y plantarse a las puertas de Innsbruck, impidiendo así el refuerzo que los tercios españoles acantonados en Italia podrían aportar a la causa imperial. La ciudad resistió el asedio, pero además, en otro error estratégico, los príncipes de la Liga Esmalcalda ordenaron a sus tropas volver al alto Danubio y reunirse allí con las fuerzas de Juan Federico de Sajonia, del duque de Württemberg y de Felipe de Hesse.
Este incomprensible movimiento dejó libre el paso hacia la guarnición española de Kufstein, a orillas del río Eno, en el Tirol austriaco, y los Tercios Viejos de Nápoles y Lombardía podrían llegar así hasta sus compatriotas. A su vez, el tercio de Álvaro de Sande, llegaba desde Hungría para respaldar a su emperador, junto con las coronelías de Renspurg y de Madruzzi, sumando un total de 9.000 infantes y 700 jinetes.
El emperador declaró por edicto proscritos, el 20 de julio, tanto a Felipe de Hesse como a Juan Federico de Sajonia, por haber depuesto éstos en 1542 al duque Enrique de Brunswick-Lunenburg, aliado católico del emperador. Carlos, que contaba con un buen servicio de espionaje por todo el territorio alemán, estaba al tanto de los movimientos protestantes y se anticipó a su siguiente jugada: la toma de Landshut.
Situada en la baja Baviera, a orillas del río Isar, Landshut ofrecía unas magníficas comunicaciones y un enclave defensivo de vital importancia. Carlos no dudó y, a pesar de contar con una notable inferioridad numérica, se lanzó a comienzos de agosto a reforzar la plaza abandonando Ratisbona, donde dejó 4.000 infantes alemanes y españoles, mientras partía con el grueso de sus fuerzas, dirigidas por el duque de Alba y enlazaba con las tropas procedentes de Italia, asegurando tan importante posición.
Ahora Carlos V contaba con unos 45.000 efectivos, incluyendo los temibles Tercios Viejos y las tropas papales que habían cruzado sin oposición los pasos de Splügen y de Tarvis. También disponía de 1.500 jinetes ligeros y una treintena de piezas de artillería. Pero los protestantes casi les doblaban en número de infantes y contaban además con cerca de 10.000 jinetes y 110 piezas de artillería. Era vital que llegasen los refuerzos procedentes de los Países Bajos.
Maximiliano D'Egmont, conde de Buren, había partido desde Aquisgrán el 1 de agosto con 9.000 infantes, 1.000 hombres de armas y unos 4.000 caballos ligeros. Los protestantes habían levantado un ejército, bajo el mando de Oldenburg y Beichlingen, compuesto por casi 15.000 soldados con la misión de evitar que las tropas de Buren cruzasen el Rin. Pero el conde consiguió pasar sus tropas por la ciudad de Bingen, situada entre el Rin y el río Nahe, muy cerca de Maguncia, penetrando rápidamente en Württemberg, en la región de Suabia, amenazando así por el norte la ciudad de Augsburgo.
Por su parte, en el sur, los ejércitos imperiales y protestantes estuvieron midiéndose durante semanas en las proximidades del Danubio. En estos enfrentamientos de baja intensidad destacaron las encamisadas del Tercio de Álvaro de Sande, que causaron notorias pérdidas en el enemigo durante los últimos días de agosto. Los protestantes, haciendo uso de su enorme superioridad artillera, empezaron a martillear las posiciones imperiales a primeros de septiembre.
Durante varios días descargaron con furia todo el plomo de que disponían por lo que, nuevamente, los hombres de Sande, acompañados por dos regimientos italianos, se lanzaron en plena oscuridad contra la retaguardia protestante que defendía la artillería de reserva. Más de 3.000 mercenarios suizos perecieron a manos de los tercios la noche del 12 de septiembre. El golpe a los enemigos alemanes se acentuaría con la llegada del conde de Buren el día 15 de ese mes, reuniéndose al completo los ejércitos de Carlos V en Ingolstadt.
Ahora las fuerzas imperiales sumaban unos de 60.000 hombres; 20.000 infantes alemanes, unos 10.000 valones y flamencos, algo más de 10.000 italianos y otros tantos españoles; 5.000 jinetes flamencos, 3.000 jinetes alemanes y otros 500 italianos.
Los protestantes también se habían reforzado gracias a la llegada de las tropas de Oldenburg y Beichlingen, pero ni con esas se atrevieron a forzar un combate a gran escala contra Carlos. Así que para finales de septiembre el emperador se lanzaba rápidamente contra las posiciones del conde Palatino, haciéndose con Neuburg, en el paso del Danubio, y luego contra la región de Suabia, tomando la importante villa de Donauwörth, que capituló el 2 de octubre.
Pero a pesar de los avances de las tropas imperiales, el mal tiempo que empezaba a reinar en la región, hizo que muchos soldados de distintas nacionalidades desertasen regresando al calor de sus hogares. Pero los tercios no. Los tercios seguían al pie del cañón, con el duque de Alba al mando, el cual sabía que la clave de la campaña iba a residir en la capacidad de aguante de las tropas, y en eso, los españoles no tenían semejante.
Mientras los imperiales mantenían las posiciones a lo largo del mes de octubre, entraba en escena a finales del mismo mes un ejército aliado al mando de Fernando I, rey de Hungría y hermano de Carlos V, y de Mauricio de Sajonia, que invadía los territorios del elector Juan Federico en la Sajonia Ernestina. El principal líder de la Liga Esmalcalda se veía obligado a abandonar la región de Suabia, dejando a los ejércitos protestantes muy mermados numéricamente y con la moral por los suelos.
Carlos V cargó con todo. Irrumpió con fuerza en la región, haciéndose con el control de todas las grandes ciudades de la Liga Esmalcalda. Frankfurt, Augsburgo, Estrasburgo y Ulm se encontraban seriamente amenazadas. El ejército protestante era incapaz de frenar el avance de los imperiales, con los tercios a la cabeza. Ante el temor de ser tomada a la fuerza y saqueada, Ulm inició negociaciones de rendición que culminaron con la entrega de la ciudad al emperador el día 23 de diciembre, quien no tuvo reparos en perdonar la traición e incluso en hacer concesiones en materia religiosa.
El resultado de la campaña del Danubio fue muy prometedor para la causa de Carlos. Buren tomaba días después Frankfurt, y a comienzos de enero caían Augsburgo y Estrasburgo. Federico II, conde del Palatinado, renunció a la Liga Esmalcalda, lo mismo que el duque de Württemberg, que tras ver cómo el duque de Alba y sus tercios conquistaban sus posesiones, no perdió un segundo en pedir el perdón del emperador. El principado de Colonia, que había sido usurpado por los protestantes, volvía a manos católicas, y el duque de Brunswick veía recuperadas sus tierras.
Carlos V |
Fernando I de Hungría |
Duque de Alba |
Mauricio de Sajonia |
Juan Federico de Sajonia |
Felipe I de Hesse |
No hay comentarios:
Publicar un comentario