El 9 de diciembre del año 1774 las fuerzas del sultán de Marruecos, Mohammed ben Abdalah, pusieron sitio a la plaza española de Melilla, que resistió de manera asombrosa bajo el mando del gobernador militar, Juan Sherlock.
Durante el reinado de Carlos III las rencillas entre España e Inglaterra se sucedían tras la Guerra de los 7 años, sucedía unos años atrás. Los ingleses se ofrecían a ayudar a cualquier enemigo declarado de España, algo aprovechado por el Sultanato de Marruecos. Con la promesa de la ayuda británica el sultán envió una carta al rey español el 19 de septiembre de 1774, advirtiéndole que, junto al Bey de Argel, tenía intención de conquistar todas las plazas de la Berbería, pidiendo que le fueran entregadas en el plazo de 4 meses.
A pesar de la declaración claramente hostil, el sultán no deseaba interrumpir las relaciones comerciales con España ni entrar en guerra por mar con ella. Carlos III no salía de su asombro ante aquella propuesta, y por supuesto, no accedió a la demanda del sultán de entregar así como así las plazas españolas o no hacer la guerra en el mar.
Al margen de aquel inusual ofrecimiento, las intenciones del sultán quedaron de manifiesto cuando, el 9 de diciembre, mucho antes del plazo dado en la misiva al rey español, el sultán Abdalah se plantó ante los muros de Melilla con un ejército de 40.000 soldados, entre ellos la famosa Guardia Negra, unos 2.000 hombres que escoltaban al sultán, así como abundante artillería. Se ofreció al gobernador la opción de abandonar la plaza y volver a España, entregando la posición a las fuerzas del sultanato.
Juan Sherlock, mariscal de campo enviado para defender la plaza, como no podía ser de otra forma, no aceptó rendición alguna y se aprestó a preparar las defensas de la ciudad, que estaban en muy mal estado, a pesar de contar tan solo con 700 hombres de guarnición, 16 morteros y 28 piezas de artillería de bronce, no pudiendo hacer uso de las casi 80 piezas de hierro, que se encontraban en tan mal estado que algunas explotaron con los primeros disparos. Además envió a Málaga a Juan Triquini pidiendo socorro urgente.
El sultán colocó sus tropas primeramente en la zona del Atalayón, instalando inmediatamente una batería de morteros de a 9 y 12 pulgadas con la intención de batir rápido los muros de la villa española. Al día siguiente el resto de baterías estaban colocadas y ya abrían fuego contra los muros de Melilla. Sherlock había retirado los depósitos de munición a zona segura y mandó enviar a la población civil a la seguridad de las cuevas e instalaciones subterráneas con las que contaba la plaza.
Anduvieron rápidos los españoles enviando desde Málaga refuerzos y provisiones, logrando llegar a la ciudad unos días después de comenzar el asedio, tras superar el temporal que asolaba aquellas aguas en esas fechas. Primero lo harían embarcaciones con material de fortificación. Más tarde llegan algunos barcos con 4 cañones, colocados en la batería del fuerte de "La Concepción". A estas alturas de los combates los españoles solo disponían de 16 cañones con los que hacer frente al enemigo,
Para finales de diciembre consiguieron llegar refuerzos importantes. Dos navíos, 6 fragatas y 9 jabeques, bajo el mando del brigadier Francisco Hidalgo de Cisneros, fueron enviados esas navidades para transportar hombres y artillería, elevando el número de soldados en Melilla hasta alcanzar la cifra de más de 3.000 hombres. También llegó en navío de guerra "San Genaro", de 74 cañones, acompañado de 4 buques artilleros.
Los refuerzos llegado eran soldados de lo más escogido: un batallón del Regimiento de la "Princesa", bajo el mando del coronel Domingo Salazar, así como un batallón del Regimiento "Bruselas" y otro del de "Nápoles". También acudieron 8 compañías de los Voluntarios catalanes, y el 2º batallón de artillería de Cádiz. Pocos días después se les unirían también 2 compañías del Regimiento "Zamora", completando la capacidad de la plaza. Además de estos importantes refuerzos humanos, tanto los navíos como las fragatas dieron, cuando el tiempo lo permitía, cobertura a los defensores con su artillería, que sumados al desembarco de cañones de a 24 y 18 libras, constituían una grave amenaza a las posiciones de los moros.
Pasaban las semanas y las fuerzas del sultán no hacían avance alguno; incapaces de batir las murallas de Melilla, bien por falta de artillería gruesa, que no de proyectiles, ya que cayeron más de 9.000 sobre la villa española, bien por la actuación de Antonio Barceló al mando de los jabeques, acercándose gallardamente a la costa para martillear las trincheras de los hombres del sultán. Tampoco se quedaron atrás las fragatas. Así, el 9 de enero, la "Santa Lucía" y la "Santa Dorotea", sorprendieron en plena noche a las huestes marroquíes, propiciando así una salida de tropas españolas que descompuso las líneas enemigas por completo.
La imposibilidad de penetrar en la ciudad, unido al hecho de que el sultán tuviera que trasladar su campamento un kilómetro tierra adentro, tras el bombardeo por parte de los navíos españoles "San Genaro" y "San José", de 74 cañones cada uno, de que los refuerzos ingleses no llegasen, debido a la captura por los españoles de un convoy de ayuda a Marruecos, y de las constantes deserciones de los argelinos del Bey, hizo que Abdalah no se arriesgase a perder más hombres y levantase el asedio para el 19 de marzo de 1775.
100 días resistieron los españoles durante los cuales se arrojaron sobre los defensores más de 12.000 proyectiles, resultando muertos unos 90 hombres y contando más de 500 heridos. Las bajas en el bando enemigo se contaron por miles, teniendo que ofrecer el sultán un tratado mucho más favorable a España que el firmado con anterioridad a la contienda.
Melilla. Plano de la época. |
Plaza de Melilla. |
Juan Sherlock. |
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