Un 3 de abril del año 1563 se producía el inicio del sitio de las pequeñas fortalezas españolas de Orán y Mazalquivir, por las fuerzas turcas de Hasán Bajá, hijo de Jeireddín Barbarroja, y gobernador de Argel, que acabaría con una incontestable victoria por parte de las tropas de Alfonso de Córdoba y Velasco, II conde de Alcaudete y gobernador de ambas villas, y su hermano Martín.
En 1551 Turgut Reis, almirante turco, arrebataba Trípoli a los Caballeros de la Orden de Malta. A esto le seguiría la caída de la crucial plaza de Bujía en 1555, dejando así las plazas de Orán y Mazalquivir como el único territorio cristiano en los mares de las costas berberiscas. Estas plazas constituían un serio problema para los intereses otomanos en la zona y sobre todo para Hasán Bajá, gobernador de Argelia.
La plaza de Mazalquivir, tomada en 1505 por Diego Fernández de Córdoba, quien en 1509, y junto al cardenal Cisneros tomaría Orán, había sido convertida en presidio por el propio Córdoba, gobernador de las mismas, desde su captura hasta el comienzo del siglo XVI. Estas villas servían de puertos seguros para los españoles desde donde operar contra la expansión otomana por el Mediterráneo occidental. Ante esta amenaza en 1562 Hasán solicitó ayuda al sultán otomano Solimán, y consiguió reunir un poderoso ejército de aproximadamente 100.000 hombres, así como una treintena de galeras, casi dos decenas de galeotas y diversos buques menores, algunos de ellos facilitados por Francia.
Felipe II empezaba a estar muy ocupado con los asuntos de Flandes, pero aún así era consciente de la situación que se estaba gestando las costas de la Berbería gracias a sus espías. Alfonso de Córdoba también se enteró de los planes enemigos y mandó al capitán Gonzalo Hernández pedir ayuda al rey. De este modo se aprestó el monarca a enviar una fuerza 4.000 soldados y una flota de galeras desde Barcelona para reforzar las estratégicas plazas, pero un temporal frente a las costas malagueñas destruyó buena parte de los buques, pereciendo gran cantidad de hombres.
Este desastre no evitó que un pequeño contingente que zarpaba desde Málaga pudiese arribar a las plazas españolas con vitales suministros y armamento. Los hermanos Córdoba, ante tal amenaza, y conscientes de que no recibirían refuerzos a tiempo, empezaron a reforzar sus posiciones y construyeron un fuerte en la colina que separaba las dos plazas, el de San Miguel, y una torre en la parte más elevada de Mazalquivir, a la que bautizaron como Torre de los Santos. Éstos emplazamientos se unían a un conjunto de fortificaciones en las que destacaba el fuerte de Santa Cruz, en lo alto de la montaña de Orán.
El gobernador también envió una fuerza de casi un centenar de caballos y unos 600 infantes para enfrentarse a la vanguardia del ejército y así ganar algo de tiempo. Pero el ejército de Hasán Bajá era demasiado numeroso y potente, por lo que se tomó la acertada decisión de retroceder de nuevo a las plazas y prepararse para el asedio que se les venía encima.
El día 3 de abril de 1563 las fuerzas argelinas llegaron, junto al resto de soldados que llegaban de todos los rincones del imperio Otomano, hasta las inmediaciones de Orán y Mazalquivir y dispusieron su flota con la intención de bloquear el puerto de Orán y así poder bombardear a placer las fortificaciones españolas. La vanguardia de Hasán Bajá se situó a unos 5 kilómetros de distancia, junto a unos providenciales pozos de agua que servirían para saciar la sed del ejército.
De este modo Hasán ordenó atacar la posición de la Torre de los Santos, defendida por apenas 200 soldados españoles. Esta torre aguantó como pudo gracias a la tenacidad de sus defensores y el apoyo de la artillería de la plaza de Mazalquivir, logrando así contener durante varios días a un ejército de más de 20.000 hombres. Pero los cañones de las galeras turcas, que no cesaban de escupir fuego, lograron derribar parte de las murallas de la fortaleza y los defensores tuvieron que retirarse a Mazalquivir.
En ese momento Hasán concentró sus fuerzas sobre el fuerte de San Miguel. Este fuerte era un enclave estratégico, ya que separaba las posiciones españolas de Orán y Mazalquivir, y apenas estaba defendido por un centenar de muy escogidos soldados bajo el mando de Francisco de Vivero. Hasán dispuso su artillería y ordenó cegar el foso que protegía el fuerte. Córdoba ordenó reforzar el fuerte con la compañía del capitán Bartolomé Morales, de este modo la resistencia fue heroica, logrando rechazar hasta en 6 ocasiones las acometidas de unos 25.000 otomanos, entre los que se contaban numerosos jenízaros, las tropas de élite turcas.
En el último asalto las tropas de Hasán había logrado levantar un pontón de madera con el que salvar el foso, pero los defensores consiguieron rociarlo de pólvora y prenderle fuego, acabando con la vida de cientos de enemigos. Hasán, asombrado por la obstinada defensa española, ofreció una honrosa capitulación pero fue rápidamente rechazada por aquellos aguerridos soldados.
Tras casi un mes de asedio, el 8 de mayo, ante la imposibilidad de recibir más hombres desde Mazalquivir, y teniendo los otomanos bloqueado Orán, los defensores del fuerte San Miguel consiguieron escabullirse en plena noche y refugiarse en la ciudad de Mazalquivir. Ahora Martín de Córdoba, encargado de su defensa, contaba con unos 500 hombres pero su moral seguía intacta y preparó a conciencia la defensa de la villa. Por su parte, Hasán ordenó rodear la plaza española, cavar fosos, levantar defensas y disponer su artillería para batir las murallas.
Mientras se completaban los preparativos, envió una fuerza de 10.000 soldados como avanzadilla para tratar de tomar la ciudad al asalto, pero la tenacidad de los soldados españoles, descargando el fuego de su arcabucería de manera continuada, provocó casi 3.000 muertos entre las fuerzas enemigas. Los días pasaban y las fuerzas españolas no flaqueaban y seguían obstinadas en la defensa de la plaza. Cuentan las crónicas de la época que los fosos que rodeaban la villa rebosaban de cadáveres tucos y argelinos. Así se continuó durante varios días, con los soldados españoles rechazando los ataques otomanos una y otra vez, pero la situación tornaba desesperada, ya que se acababan la munición y los víveres.
Pero como si de un milagro se tratase, el día 6 de junio se divisaron desde Mazalquivir en el horizonte las velas de una potente flota enviada desde Cartagena por Felipe II. Esta flota se había puesto bajo el mando de Francisco de Mendoza, Álvaro de Bazán y Andrea Doria, y estaba compuesta por 34 galeras que contaban unos 5.000 soldados embarcados, que había sido reunida a toda prisa para el socorro de los sitiados.
Hasán, que se encontraba en ese momento planificando el asalto definitivo sobre la ciudad, entró en pánico al verse amenazado por los españoles. Ni por asomo se enfrentaría a aquellos soldados por mar y tierra, por lo que huyó apresuradamente abandonando toda su artillería, pertrechos y a multitud de hombres. Pero ni tanta presteza pudo evitar que la flota española se apoderase de diversos buques otomanos y que se diesen caza a muchos enemigos. La derrota de las tropas de Hasán fue estrepitosa y a la pérdida de sus buques hubo de sumarse la de miles de hombres que murieron o cayeron prisioneros de los españoles.
Los hermanos Córdoba serían recompensados por la valerosa defensa de las plazas africanas; Alfonso de Córdoba fue nombrado virrey de Navarra, y a Martín de Córdoba le fue entregada la encomienda de Hornachos de la Orden de Santiago y nombrado virrey de Navarra tras la muerte de su hermano. También diversos de sus hombres fueron recompensados por la impresionante resistencia y valor demostrados, entre ellos Francisco Vivero, quien se destacó en la defensa del fuerte de San Miguel. Además tal victoria propició la recuperación en los siguientes meses del valioso enclave del Peñón de Vélez de la Gomera, que aún continua bajo soberanía española en la actualidad.
Martín de Córdoba |
Puerto de Orán. Cuadro de Vicente Maestre. 1613 |
Solimán |
Plano de las defensas de Orán y Mazalquivir |
Mapa de las posiciones de Orán y Mazalquivir |
Versos del Gallardo español, de Miguel de Cervantes |
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