El 21 de abril de 1503 las fuerzas españolas del conde de Andrade derrotaban en Seminara, en la región italiana de Calabria, al ejército francés del señor de Aubigny, aliviando así la presión sobre el ejército del Gran Capitán, el cual se preparaba para combatir en Ceriñola.
En el marco de la Guerra de Nápoles, dentro de las conocidas como Guerras Italianas, a comienzos de 1502 Luis XII, tras romper de manera sorpresiva el Tratado de Granada, enviaba al duque de Nemours, Luis de Armagnac al frente de un poderoso ejército para invadir las posesiones españolas en el Reino de Nápoles, en Italia. Este fulgurante ataque había cogido desprevenidos completamente a los españoles, que se encontraban sin previo aviso ante un ejército mucho mayor en número, por lo cual tuvieron que replegarse ordenadamente hasta hacerse fuertes en la plaza de la Barletta, situada en la región de Apulia a orillas del Adriático.
De esta manera las fuerzas francesas se dividieron en dos. En Calabria, al suroeste de la península itálica, se concentrarían las fuerzas de Berault de Stuart, señor de Aubigny, que ascendían a unos 6.000 hombres, mientras que en Apulia, al sureste, lo haría el ejército principal francés, bajo el mando de Armagnac, con la misión de derrotar al Gran Capitán. Mientras esto sucedía, gracias una intensa labor diplomática por parte de Felipe el Hermoso parecía poder atisbarse una paz. Felipe logró convencer al rey francés de firmar el conocido como Tratado de Lyon, por el cual se cedía a Francia el sur del reino napolitano. Ni que decir tiene que los Reyes Católicos rechazaron rotundamente tal cuestión.
En este orden de cosas Fernando el Católico resolvió enviar una armada de socorro a las maltrechas tropas españolas en Nápoles. De esta manera a mediados de febrero de 1503 zarpaba desde el puerto de Cartagena una flota de 40 naos que transportaban una fuerza de 500 caballos y 2.000 infantes, bajo el mando del Luis Portocarrero, señor de Palma del Río. Iba como su segundo al mando Fernando de Andrade, conde de Andrade y de Villalba. La flota arribó a Mesina el 5 de marzo y, tras aprovisionarse, desembarcó en la ciudad de Regio de Calabria, en la costa peninsular del Estrecho de Mesina, el día 8. Unos días antes, el 23 de febrero, El Gran Capitán tomaba la plaza de Ruvo.
Poco después de llegar a Calabria, Luis Portocarrero falleció a cuenta de unas extrañas fiebres, quedando el ejército bajo el mando de Fernando de Andrade. Nacido en Puentedeume en 1477, provenía de un linaje de gran arraigo en Galicia desde el siglo XIII. Su padre, Diego de Andrade, se posicionó a favor de los Reyes Católicos y envió a Fernando a educarse en la corte. Se distinguió en la Guerra de Granada, luchando junto a su padre, quien ostentaba el mando de la infantería gallega. Allí se ganó la confianza de sus católicas majestades quienes lo nombraron contino de la Casa Real en 1494. Para cuando estalló la guerra en Nápoles, Andrade ya era un militar experimentado y de notable posición.
Enterado Aubigny del desembarco de las fuerzas españolas, se desplazó a toda prisa con una fuerza de 800 infantes y 200 caballeros a sitiar Terranova Sappo Minulio, una pequeña villa al este de Regio y la cual estaba defendida por unos 400 hombres, 100 de ellos jinetes, bajo el mando del capitán español Sebastián de Vargas. Contaba la villa con un castillo que ofrecía una buena posición defensiva, con gruesos muros que lo protegían eficazmente de la artillería, por lo que los españoles pudieron resistir sin demasiados problemas el asedio francés hasta que, ante la llegada de las tropas de Andrade, a Aubigny no lo quedó más remedio que levantarlo y retirarse a San Martino di Taurianova, localidad situada al noreste de Regio.
Tras recoger a la gente de Terranova, Andrade siguió avanzando hacia el norte paralelo a la costa llegando a Seminara, a unos 10 kilómetros al suroeste de San Martino, donde se reunió con las tropas españolas de Hugo de Cardona y Manuel de Benavides, que habían aguantado en Calabria el avance de Aubigny. Andrade, tras planificar el movimiento de su ejército, envió emisarios a parlamentar con los franceses para fijar la fecha y el lugar de la batalla. Ésta se produciría el 21 de abril en las proximidades de Seminara. Aubigny movió entonces su ejército hasta el norte de la posición española, a la villa de Gioia Tauro.
El día anterior a entrar en combate las tropas españolas se amotinaron por la falta de pagas, algo que sería demasiado habitual por desgracia. Tuvieron que intervenir entonces Juan de Lanuza y Pimentel, virrey de Sicilia, y el propio Hugo de Cardona, quienes pagaron de sus bolsillos un adelanto como señal de las pagas que recibirían todos los soldados tras la batalla. De este modo Andrade pudo formar sus hombres y seguir con su estrategia de combate para el día 21.
Contaban los españoles con un ejército de cerca de 4.000 infantes y unos 800 caballos, mientras que las fuerzas francesas superaban los 4.500 soldados y llegaban al millar de jinetes. Aubigny había adoptado una buena posición defensiva al norte del río Petrace, pero descuidó su flanco y los españoles lograron vadear el río Petrace por un paso a unos dos kilómetros al este de la formación francesa. Se dice que fue Manuel de Benavides el encargado de desviar la atención de Aubigny para facilitar a las fuerzas de Andrade el cruce del río.
Sea como fuere el caso es que Aubigny, quien en 1495 había derrotado en el mismo lugar nada menos que al Gran Capitán, veía horrorizado como su ejército era flanqueado, dando apresuradas órdenes de cargar contra los españoles para impedirlo. Las sorprendidas tropas francesas se lanzaron entones a toda prisa intentando impedir a los de Andrade el cruce sobre el Petrace pero era demasiado tarde, ya que el comandante español se había asegurado de conducir sus fuerzas en perfecto orden y de manera rápida. En cambio los franceses rompieron su formación y cargaron al más puro estilo medieval, estrellándose contra el muro de infantes españoles quienes no tuvieron problema alguno en rechazar el ataque.
Cientos de soldados franceses fallecieron o quedaron heridos en aquella carga, mientras que los españoles ni se inmutaron, demostrando así la importancia de la formación en la batalla. Ahora el enemigo se tenía que batir en retirada mientras era acosado por la caballería española. Los franceses trataron sin éxito de buscar protección en un bosque cercano, pero de poco les valió. Al finalizar la jornada las bajas francesas ascendían al millar de hombres, y también lamentaban la pérdida de unos 600 caballos y medio millar de mulas. Los españoles solo debieron lamentar tres muertes.
Aubigny pudo huir con algunos pocos de sus hombres hacia el norte, logrando refugiarse en el castillo de Angitola. Muchos franceses murieron por el camino acosados por los calabreses, mientras que las fuerzas de Andrade pusieron sitio al refugio de Aubigny, quien acabó rindiéndose un mes después, siendo conducido a Nápoles y apresado en Castel Nuovo. Los españoles iniciaban así una serie de victorias, empezando por la que conseguiría el Gran Capitán tan solo una semana después en Ceriñola, que les conducirían a expulsar a los franceses y acabar así con sus pretensiones sobre Nápoles.
Tumba de Fernando de Andrade. Iglesia de Puentedeume |
Berault Stuart, señor de Aubigny |
Muy interesante este artículo. ¿Contaban ya con picas y arcabuces los infantes españoles?
ResponderEliminarSí, el arcabuz ya había sido introducido de forma masiva por el Gran Capitán. En Garellano, unos meses después de Seminara, una fuerza de 3.500 arcabuceros y rodeleros destrozaron la vanguardia francesa. En cuanto a las picas, ya estaban introducidas en el ejército español en aquella época.
EliminarFascinante. Tengo por antepasado, a un caballero llamado Juan de Serantes, que según los escritos, estuvo con su primo, don Fernando de Andrade, en esta batalla. Hoy mismo estuve de paso por Gioia Tauro y Seminara, tratando de adivinar por dónde fue exactamente el lugar donde aconteció esta batalla. Lastima que no hay letreros por ningún lugar. Por el momento, vivo en Sicilia, cosa que se me hace fácil pasar por estos lugares, después de cruzar el estrecho, desde Messina a Reggio, y vice versa, como hicieron la tropa española ya mas de 500 años. Saludos
ResponderEliminarBuenas. Disculpa la tardanza en contestar pero no sé por qué no me saltan las alertas de comentarios. Puede sentirse orgulloso de tener un antepasado así, realmente es alucinante. Disfrute en aquellas tierras anteriormente españolas. Un saludo.
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