El nuevo año comenzó con una ofensiva de los holandeses para recuperar la importante plaza de Schenkenschans, perdida un año antes. Los holandeses eran el principal objetivo de la política de Olivares, quien no parecía sentir especial miedo de las acciones francesas, los cuales reorganizaban sus fuerzas en torno a un ejército bajo el mando del príncipe Enrique II de Borbón-Condé, con la idea de invadir el Franco Condado. Por su parte los holandeses se adelantaban a los planes que el Cardenal-Infante tenía en mente para las campañas de su ejército de Flandes.
A finales de diciembre de 1636 España había firmado un nuevo tratado con Viena por el cual se comprometía a pagar 100.000 táleros mensuales a cambio de la entrega de un ejército de 25.000 alemanes al servicio del Cardenal-Infante. Pero los intereses del emperador no eran los mismos que los del valido del rey y los generales imperiales no prestaron la ayuda que se debía, por lo que Olivares retuvo en numerosas ocasiones los pagos desde 1636 hasta 1639. La situación de Schenkenschans era inmejorable. Enclavada entre el río Rin y el Waal, constituía una valiosa plataforma de entrada a los Países Bajos desde Alemania y, por lo tanto, una seria amenaza para los protestantes holandeses. Olivares eran consciente de su importancia hasta el punto de afirmar que "sin el Schenkenschans, no hay nada, aunque se tome a París, y con él, aunque se pierda Bruselas, lo hay todo". Pero la realidad era que una plaza así era muy complicada de conservar, incluso a pesar de que Fernando había dejado una guarnición de 1.500 hombres y otros 2.000 más en Cleves.
Federico Enrique de Orange tenía claro que su objetivo sería esa plaza y que debía adelantarse a cualquier movimiento de las tropas españolas del Cardenal-Infante, que se movilizarían presumiblemente en primavera, si quería apropiarse de ella. No estaban los holandeses muy boyantes de fondos, y los franceses no podían asumir más pagos, al menos momentáneamente. En cuanto a las cosas del imperio los pactos con los sajones se reforzaron y, tras la retirada de Baudissin, el emperador envió un ejército de más de 12.000 infantes bajo el mando del general Melchior von Hatzfeld, para reforzar sus posiciones y hacer frente a la amenaza protestante en la zona de Magdeburgo, Pomerania y Brandeburgo.