Los Tercios españoles fueron una máquina de guerra perfecta que, durante siglo y medio, impusieron su fuerza en cualquier teatro de operaciones en el que España tuviera que desenvolverse. Esto fue posible gracias a los hombres que componían sus filas y a los mandos que los dirigían.
Y es que los soldados españoles eran los mejores de su época; la cultura de la guerra, ya que en la península ibérica se estuvo batallando durante 8 siglos con muy pocos momentos de paz, unida a la constante innovación táctica y técnica, fundamentalmente en los dominios italianos, y un orgullo sin parangón, que haría que el soldado español prefiriera la muerte a la deshonra, hizo de esto posible. El rey francés Francisco I, durante su cautiverio en Madrid exclamaría: "¡Bendita España, que pare y cría los hombres armados!", como aseveran Martínez Laínez y Sánchez de Toca en su libro Tercios de España: la infantería legendaria.
Y es que estos hombres aprendían a combatir desde muy pronto. Apenas siendo niños eran habituales los juegos con espadas de madera, así que el manejo de las armas era algo natural en los españoles. Los hombres que ingresaban en los ejércitos de la Corona Española recibían armas, cuyo coste se les descontaba de sus pagas. Pero los soldados españoles, orgullosos como eran, solían hacerse con las mejores armas posibles; un buen armamento aumentaba la honra, es decir, la opinión que los demás tenían de ellos. Y es que honor y honra fueron dos conceptos que todo español que se preciara llevaba a límites insospechados.
Pues bien, el armamento en los ejércitos españoles varió con el tiempo. Como afirmaba Jerónimo Zurita, en las ordenanzas de 1497 se dividieron los infantes según el tipo de armamento que portaban; así se dividieron en una tercera parte de piqueros, otra de escudados y otra de espingarderos y ballesteros, y será el Gran Capitán quien introduzca de manera decisiva el uso del arcabuz en el campo de batalla, siendo innecesarios los escudados ya que casi todos los hombres portarán espadas.
Los soldados de los tercios usarán de manera combinada las armas blancas como la espada o la daga, con las armas de asta como la pica o la alabarda, y con las armas de fuego, como el arcabuz o el mosquete. El gran maestre de campo Sancho de Londoño, en su obra Discurso sobre la forma de reducir la disciplina militar a mejor y más antiguo estado, nos ofrece, entre otras muchas cosas, una visión muy detallada de cómo deben ser las armas de los soldados del tercio y su manejo de las mismas.
- Picas:
De esta manera Londoño describía cómo debían ser las picas: "los alemanes y esguízaros siempre las traen muy largas, y por eso han tenido las más de sus victorias, que no puede haber mayor ventaja que es ofender sin poder ser ofendido", por lo que las picas serían de una longitud de 5 metros y medio (26 palmos de vara española) y tendrían un peso de unos 5 kilos. El material ideal para el asta era el fresno vizcaíno, por su gran flexibilidad y resistencia, mientras que la punta de lanza o moharra, solía ser de hierro y podía adoptar distintas formas como de prisma o de hoja de olivo o de laurel. También existían picas más cortas, de 20 palmos, poco más de 4 metros.
También nos ofrece Londoño la mejor formación de los piqueros a la hora de entablar combate: "los soldados han de ir tan juntos que entre uno y otro no podrá pasar persona alguna, y las picas para hacer la ejecución que pueden, se han de llevar arrimadas a los pechos sobre lo más alto de los estómagos, cargadas desde la mano izquierda al codo del mismo brazo, que se ha de llevar arrimado al estómago, de manera que la mano pase hasta en par de la coyuntura del hombro derecho, o poco menos, la mano derecha retirada todo lo que se pudiere, teniendo a puño cerrado la pica, dejando hacia el cuento, parte que contrapese, y aligere a la que estando así armado pasare desde el codo izquierdo al hierro, y al tiempo de herir, afirmando el pie izquierdo delante, llegando con toda la furia posible la mano derecha a la izquierda, por la cual ha de correr la pica, y al mismo tiempo juntando el pie derecho al izquierdo, saldrá lo más grueso de la pica del codo izquierdo adelante, con cuyo vaivén, y el del cuerpo, y la fuerza del brazo derecho se hará grandísimo golpe".
En combate contra la caballería las picas se situarán en un ángulo de 45º, anclando con el pie el extremo del asta, la cual se sujeta con la mano izquierda. Mientras que para llevarla durante las largas marchas de los Tercios, se llevaban sobre el hombro derecho y cuando los soldados hacían un alto se quedaban en posición vertical. Para Londoño una compañía de piqueros debía tener 300 unidades, de los cuales la mitad debían ser coseletes, ciento cincuenta cumplidos, es a saber, petos, espaldares, escarcelas, brazales, guardabrazos, manoplas, celadas, sin permitirles dejar pieza alguna". También debe haber 40 piqueros desarmados, solo con celadas, que se situarán en el centro de los escuadrones guarnecidos por los coseletes y sin mezclarse con ellos, y "los conviene enviar con arcabuceros expeditos, por donde no pueda ir caballería ni llegarían a tiempo coseletes".
Tipos de armas de asta |
Cuadro de piqueros |
- Alabarda y demás armas de asta:
La alabarda era otra arma de asta usada por los sargentos y también por algunos cabos junto con los alabarderos que formaban en las compañías de arcabuceros para su defensa. Solía medir entre 2 y 2 metros y medio y contaba en su extremo con una cuchilla de algo más de un palmo que tenía en un lado de su base una especie de hacha.
El capitán solía portar una jineta, que era del tamaño de una lanza y contaba con una punta o moharra con forma de gota puntiaguda y con filo. Tenía un cruceta en la base de la moharra cuya finalidad era evitar que ésta se insertase demasiado en el cuerpo del adversario y dificultase así su uso. Era cargada por el paje de jineta que acompañaba al capitán.
El espontón era muy similar a una jineta, aunque su filo solía ser distinto, y era arma de oficiales.
La partesana era una alabarda más modesta, pues solía carecer de adornos y solo contaba con una punta de lanza al final del asta y una especia de media luna metálica debajo de ésta que hacía de tope, al igual que en la jineta. Era empleado normalmente por los cabos.
También estaba la corcesca, prácticamente igual que la partesana pero con una punta más fina y unos topes más prolongados que hacían que parecieran un tridente.
La última arma de asta que vemos es el chuzo, un arma similar a la pica pero de menor tamaño, cuya moharra era sencilla. Era de empleo común entre los tercios embarcados, aunque también se vieron en los campos de batalla.
Tipos de Alabarda |
Moharras de Partesanas |
Moharras de Jineta
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- Espada y Daga:
La espada era el arma por excelencia de los infantes españoles, una prolongación de sus brazos, si se puede decir tal cosa. Y es que, como se ha indicado, los españoles aprendían a manejar este arma desde bien pequeños. Se solía llevar a la altura de la cintura, en una especie de funda de cuero o sujeta mediante correas, y su longitud podía no solía exceder del metro, ya que ante todo era un arma defensiva, salvo espadas más grandes especiales para duelos. Londoño escribía que "las espadas de todos en la guerra no deben ser más largas de cuanto con facilidad se puedan desenvainar trayéndolas ceñidas sobre lo alto del muslo, con una cinta por debajo de él". Su peso rondaba los dos kilos.
La espada de los soldados de los tercios contaba con una hoja larga y delgada, con doble filo y acabada en punta. La empuñadura solía disponer de una cazoleta, una pieza de metal que protegía la mano que blandía el arma. También estaba el tipo de espada conocida como ropera, que presentaba una guarnición de lazo y fue la habitual su uso civil en el siglo XVI. La hoja de la espada de los soldados de los tercios se conseguía amartillando las láminas de acero, que le proporcionaba flexibilidad, colocadas sobre una varilla de hierro, que era el material que evitaba su rompimiento. Las espadas vizcaínas y sobre todo las toledanas alcanzarían una reputación difícilmente igualable.
Si bien tácticamente carecía de la importancia que presentaban el arcabuz o la pica, era un arma esencial en las encamisadas, especialidad española consistente en atacar sorpresivamente las posiciones enemigas aprovechando la oscuridad que ofrecía la noche. También se mostraban fundamentales en las persecuciones a campo abierto, cuando el enemigo era puesto en fuga y tenían que seguirlos para acabar de completar la victoria, o en los combates cuerpo a cuerpo una vez sobrepasados los arcabuces. Este combate se realizaba de perfil, ofreciendo así menos cuerpo y disminuyendo las posibilidades del enemigo de ofenderlo. La destreza en el manejo de la espada será vital, al igual que la agilidad para moverse y esquivar los ataques del adversario.
La daga era un tipo de arma blanca de un tamaño inferior a la espada, normalmente un tercio menos de longitud, y resultaba un complemento perfecto para la espada, soliendo usarse a menudo ambas a la vez. Podía tener doble filo, e incluso 3 o 4 filos y presentaban un final en punta afilada.
Espadas y dagas de los tercios |
- Arcabuz:
El arcabuz alcanzó una importancia fundamental en los Tercios españoles. El emperador Carlos V afirmaría que "la suma de mis guerras es puesta en las mechas encendidas de mis arcabuceros españoles". Según Londoño los arcabuceros debían ser la tercera parte de "cualquiera bien regulada compañía" y los arcabuces "deberían ser de una munición o pelota, porque a necesidad puedan los unos servirse de las pelotas de los otros, y por lo menos debe pesar cada pelota tres partes de una onza, y ser el cañón de cuatro palmos y medios de vara española (aproximadamente metro y medio), aligerado por delante y reforzado de cámara", para evitar los peligros del sobrecalentamiento o de una posible explosión.
Pesaba cerca de 4 kilos y medio y solía componerse de un cañón que se montaba sobre un soporte de madera llamado caja. El cañón tenía un sencillo mecanismo de disparo que se remontaba a mediados del siglo XV, una varilla de hierro en forma de S, llamada Serpentín, donde se alojaba la mecha que, prendida, encendía la pólvora del arcabuz entrando el fuego a través de un orificio llamado oído y prendiendo la pólvora introducida anteriormente a la munición de plomo por la boca del cañón que producía la deflagración y disparaba, gracias a la presión de los gases, la munición, siendo por tanto un arma de avancarga. Esta munición la fabricaban los propios arcabuceros con un molde que portaban para fundir el plomo.
Su alcance no era muy elevado, apenas 50 metros, pero los españoles solían emplearlos a una distancia de entre 15 y 20 metros, siendo letal para el enemigo si se comprimía bien la pólvora con la baqueta. El duque de Alba ordenó que "las primeras salvas, que suelen ser las mejores, se guardasen para de cerca". La munición la llevaba el arcabucero en una bolsa y disponía de 2 frascos, uno más grande para alimentar el cañón y el más pequeño para cebar la cazoleta. Los arcabuceros españoles solían llevar unos 12 saquetes o tubos, llamados los doce apóstoles, colgados de una bandolera, los cuales contenían la cantidad exacta de pólvora para efectuar el disparo. Más adelante este método fue cambiado por una especie de cartuchos hechos de papel con una base de pólvora sobre la que se depositaba la munición, ahorrando así un tiempo precioso.
Si bien el arcabuz presentaba varias limitaciones, tales como la lenta cadencia de disparo o la imposibilidad de usarlo con lluvia o vientos fuertes, en las manos de los experimentados soldados españoles se acabó convirtiendo en una temible arma. Los arcabuceros de los tercios, hábiles, fuertes y ágiles, cargaban más rápido que nadie, y sus armas se ajustaban a la perfección a las tácticas que tanto dominaban como las encamisadas y los golpes de mano.
Piquero, arcabucero y mosquetero español |
- Mosquete:
La falta de alcance del arcabuz hizo que a partir de la década de 1560 se fuera introduciendo el mosquete en los ejércitos. Fue el duque de Alba quien ordenó que en cada compañía de los tercios fuesen 15 mosqueteros. Era un arma más larga y pesada, por lo que hasta estas órdenes solo se usaba en defensa de fortificaciones, donde no necesitaba ser llevada y podía ser apoyada sin problemas. Tal era así que los mosqueteros no usaban, como sí hacían los arcabuceros, morrión para evitar cargar con tanto peso, usando de este modo su tan característico sombrero. También necesitaba para su uso de una horquilla que se fijaba al suelo y sobre la cual se apoyaba el mosquete a la hora de efectuar un disparo.
La longitud del cañón era de 6 palmos y la munición, mayor que la del arcabuz, solía ser de 2 onzas, suficiente para atravesar cualquier rodela a una distancia considerable. Su alcance era de unos 200 metros, aunque su efectividad real era inferior. Además su cadencia de fuego era menor que el arcabuz, soliendo ser de un disparo por minuto, quizás algo menos en las manos de los entrenados españoles. De todas formas a los 4 o 5 disparos seguidos era necesario enfriar el arma ya que corría el riesgo de sobrecalentarse, esto si no fallaba el arma y no se producía el disparo, algo que solía ser habitual, sobre todo en los primeros mosquetes.
Con el tiempo se fueron perfeccionando, aligerándolos de peso y dotándoles de mayor fiabilidad, primero con la llave de ruedo pero sobre todo gracias a la aparición de las llaves de chispa, fueron sustituyendo progresivamente a los arcabuces. La llave de chispa montaba un pedazo de pedernal y, al montarla, una vez accionado el disparador o gatillo, hacía chocar el pedernal con una pieza de metal, produciendo la chispa que encendía la pólvora y disparaba la munición.
- Pistola:
La pistola tiene su origen en la tercera década del siglo XVI y responde a la necesidad de la caballería de portar un arma cuyas dimensiones le permitieran cabalgar y ofender al enemigo al mismo tiempo. Es en Alemania donde van a aparecer estas pistolas o arcabucejos gracias a la aparición de la llave de rueda. Los jinetes alemanes van a equiparse con estas armas que poco a poco se irán introduciendo en sus unidades de caballería. Estas unidades era conocidas como Reiters y en España se les daría el nombre de herreruelos.
La llave de rueda era un mecanismo al que se le daba cuerda a una rueda, la cual se tensionaba, y era liberada al accionar el disparador, haciendo que girase rápidamente mientras hacía rozar la pirita contra una piedra produciendo la chispa que encendía la pólvora de la cazoleta. El mecanismo era bastante complejo y no funcionaba, al igual que el sistema de mecha, con fuertes vientos y lluvia. La aparición de la llave de chispa solventó estos problemas.
La pistola no tenía una medida estandarizada, era un arma puramente artesanal, aunque encontramos a mediados del siglo XVI tamaños que oscilan entre los 40 y los 60 centímetros de longitud. Se llevaba en unas fundas en la parte delantera de la silla de montar, en el lado con el que el jinete empuñase el arma, y se solían llevar dos.
Arcabucejo. Lámina de la Real Armería de 1898. |
- Armadura y protecciones:
Las antiguas armaduras de la edad media fueron perdiendo importancia según aparecían las armas de fuego y cambiaban las tácticas militares. Los mosquetes podían atravesar fácilmente las armaduras de la época, y para evitar esto los armeros diseñaron petos cada vez más resistentes con las llamadas pruebas, que no eran otra cosa que la señal del impacto del proyectil que atestiguaba la incapacidad de ser atravesado. Lo cierto es que las armaduras no eran muy populares entre los infantes españoles por la limitación de movimientos que les causaba.
Como ya hemos visto entre los escuadrones de piqueros la mitad debían ser coseletes. El coselete completo se componía de las siguientes piezas: el morrión era casco con forma de media almendra y alas horizontales en su base, que ofrecía una notable protección para la cabeza del soldado. El peto protegía el dorso y el espaldar hacía lo propio con la espalda. La gola ofrecía la protección del cuello. El guardabrazo era una especie de hombrera que cubría hombro, parte del pectoral y del brazo, mientras que el brazal protegía el antebrazo y parte del brazo. Las manoplas o guanteletes cubrían las manos y la escarcela protegía la zona de la cintura y los muslos.
Con el paso del tiempo se irán eliminando piezas quedando tan solo el peto con su espaldar y el morrión, tal y como se aprecia en las formaciones de coseletes del siglo XVII. En esto tuvo que ver el aumento de las armas de fuego y su potencia, el peso de estas equipaciones, que a menudo superaban los 15 kilos de peso, y el coste de las mismas, que podían llegar a superar los 10 escudos. Teniendo en cuenta con un coselete cobraba una paga de 3 escudos, más 1 de ventaja al mes, nos podemos hacer una idea de lo costoso que resultaba.
Bibliografía:
-Discurso sobre la forma de reducir la disciplina militar a mejor y más antiguo estado (Sancho de Londoño)
-Discurso y regla militar (Martín de Eguiluz)
Muy interesante ese artículo. Para mi que soy recreacionista, la explicación de como se usaba la pica es interesantísima.
ResponderEliminarMuchas gracias. Sin duda la pica era un arma de notable importancia y cuyo manejo requería de una depurada técnica. En el "Discurso sobre la forma de reducir la disciplina militar a mejor y más antiguo estado", de Londoño, se ofrece una muy buena y amplia descripción de la disciplina, armas y tácticas de los tercios. También es muy interesante "Discurso y Regla Militar" de Martín de Eguiluz. En la subdirección de publicaciones del Ministerio de Defensa se pueden conseguir ambos en edición de papel. Un saludo.
EliminarHe oído hablar de compañías de bastoneros en los tercios. Infantes armados con bastones grandes tipo cayado. ¿Es eso cierto?
ResponderEliminarBuenas noches. Disculpe la tardanza pero no me saltan los comentarios y no lo he visto hasta ahora. La verdad es que desconozco este extremo, nunca he oído hablar de este tipo de compañías, lo mismo había algún arma tipo cayado que pudieran portar algunos infantes, pero dudo mucho que se constituyeran compañías armadas de esa manera.
EliminarUn saludo.
Buenos días. Saludos desde Cartagena. En un campamento ¿cómo se acopiaban las picas?
ResponderEliminarLas picas se ensebaban con tocino o grasa, mientras que el hierro se envolvía en papel, de esta manera se mantenía bien la madera y el hierro de las picas. Las picas, al igual que el resto de armas, estaban en la plaza de armas, no pudiendo meterse en las tiendas de los soldados salvo en caso de lluvia o nieve. las picas se solían colocar en una estructura de madera para mantenerlas en vertical y facilitar así su uso en caso de necesidad.
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