"Fallecido el archiduque Alberto, que fue a trece de julio, el año de 1621; y habiendo pocos meses después renunciado la infanta Doña Isabel Clara Eugenia los Estados de Flandes en su sobrino, el Rey Don Felipe, Cuarto de este nombre, quedando su Alteza por gobernadora de ellos, se comenzó en aquellos estados, y a conocer en España cuán importante sería por muchas razones enviar a que los gobernase, a uno de los infantes sus hermanos, Don Carlos o Don Fernando."
Así comienza el Capítulo Primero del Memorable y Glorioso Viaje del Infante Cardenal D. Fernando de Austria, de Diego de Aedo y Gallart. Dada la importancia del cargo y la necesidad de que éste recayera en una persona de la absoluta confianza real y, sobre todo, del prestigio suficiente para el buen gobierno de los Países Bajos, se decidió enviar al cardenal-infante Fernando de Austria, arzobispo de Toledo, decisión publicada en mayo de 1631. A primeros de junio se nombró a los gentilhombres de Cámara, ayudantes, mayordomos, caballerizos, pajes y demás criados.
Como no pudo salirse en agosto de ese año, se resolvió aplazar el viaje hasta la primavera de 1632. A comienzos de abril de dicho año partió Su Alteza a Barcelona, con la intención de "acabar las Cortes del Principado de Cataluña, que Su Majestad había comenzado el año de 1626 y estaban pendientes". Antes de ello hizo alto en Aranjuez, donde comió con sus hermanos, y con renombrados miembros de la aristocracia. De Aranjuez se dirigió a Valencia, donde llegó el 17 de abril, tras pasar por Almenara, Villar de Cañas, o Requena. Tras ocho días de estancia en Valencia, donde acudió a diversos festejos, partió el 25, entrando en el principado por Tortosa, y llegando a la ciudad de Barcelona el 3 de mayo.