Aún se duda si Cristóbal de Mondragón y Otálora nació en 1504 o en 1514. Quizás esta última fecha sea la más comúnmente aceptada. Lo cierto es que vino al mundo en la localidad vallisoletana de Medina del Campo y que tomó el apellido de la villa de procedencia de la familia de su padre: Mondragón, en Guipúzcoa. Éste se había casado con Mencía de Mercado, de hidalga familia de Medina, donde tenían su residencia.
Sus primeras acciones militares datan de los tiempos de las campañas de Carlos I en Italia, combatiendo contra los franceses, y posteriormente lo encontramos en las tomas de La Goleta y Túnez. Pero Mondragón obtiene repercusión tanto nacional como internacional durante la Batalla de Mühlberg, contra los rebeldes luteranos de la Liga Esmalcalda.
Allí, junto a diez soldados más, el 24 de abril de 1547 cruzaba el río Elba "con las espadas en la boca y el agua por encima del pecho", como escribiría Lope de Vega, y, tras vencer la resistencia de los vigilantes de los pontones con los cuales poder cruzar el río de manera segura, se apropiaron de ellos y consiguieron llevarlos hasta la orilla española, sorteando el fuego de arcabucería enemiga, mientras sus compañeros de armas gritaban de júbilo y sorpresa ante tal hazaña.
Ni que decir tiene que las tropas imperiales, bajo el mando del propio Carlos V y el Duque de Alba, cruzaron el Elba y obtuvieron una resonada victoria que descabezó durante años la Liga Esmalcalda. Tamaña proeza le valió ser nombrado alférez en el mismo campo de batalla y ser acogido bajo la protección del propio duque. Después vinieron más campañas, las más destacables, ya como capitán, las de San Quintín y Gravelinas, en 1557 y 1558 respectivamente.
En 1559, tras firmar España, Francia e Inglaterra la Paz de Cateau-Cambrésis, se le nombró gobernador de Damvillers, en el Ducado de Luxemburgo y también coronel de las tropas valonas. Es por ello por lo que recibió el apodo de "El Coronel", que era el máximo mando en los regimientos de las tierras alemanas, y por el cual se le conocería a lo largo de toda su vida.
Con el comienzo de las primeras revueltas protestantes en Flandes, ya bajo el reinado de Felipe II, Mondragón fue puesto junto con su regimiento de valones bajo las órdenes del Maestre Sancho Dávila. La misión: defender las villas de Lieja y de Deventer del ataque de los piratas holandeses, más conocidos como "los mendigos del mar". Por supuesto "El Coronel" cumpliría su cometido.
Ya en plena guerra de los 80 años, el Duque de Alba le ordenó defender Amberes y Middelburg, en Zelanda. Corrían los años 1570/71 y Mondragón volvió a sobresalir por su decisión e ingenio y por supuesto, por sus victorias. En ese momento su fama ya es destacada en toda Europa, pero no tiene tiempo de descansar. A finales de agosto un ejército rebelde de unos 8.000 soldados había puesto sitio a la villa de Goes y Sancho Dávila y Mondragón debían acudir al rescate.
La flota holandesa impedía la llegada de los buques españoles por lo que, guiado por un flamenco al servicio de España, Mondragón, con unos 2.700 soldados, se echaron a las aguas del Escalda y recorrieron casi 15 kilómetros con el agua al cuello superando el frío y las corrientes. Los holandeses fueron cogidos por sorpresa y unos 2.000 perecieron ahogados o muertos a manos de las tropas de El Coronel. De nuevo Mondragón cruzaba un río para obtener una brillante victoria. Aprovecharía un pequeño parón en las operaciones militares para contraer matrimonio en segundas nupcias con Guillemett de Chastelet en 1572.
Un año después volvía a repetir estrategia y al mando de 300 soldados tomaba la isla de Tholen, defendida por más de 1.200 protestantes, que sufrieron graves pérdidas. En 1574 consiguió mantener el máximo tiempo posible la resistencia de Middelburg, pero la imposibilidad de recibir refuerzos por mar y lo prolongado del asedio, hicieron inasumible la defensa de la ciudad. Aún así, causó tantas bajas al enemigo que finalmente negociaron una rendición honrosa y las tropas de la ciudad y los católicos pudieron llegar sin problemas a territorio leal.
En 1575, tras sofocar una revuelta en Amberes, repitió la jugada que tantas veces le había dado resultado y tomó la isla de Schouwen, en Zelanda. Tras esto se lanzó a rendir Zierikzee, lo cual consiguió tras un largo asedio de varios meses en 1576. Para 1578 había tomado Limburgo y Dhalem, y se proponía el asalto a Maastrich bajo las órdenes de Alejandro Farnesio, asalto que se lograría en junio de 1579.
Tocaba ahora regresar a España, informar al rey y tomarse un respiro. Felipe II le otorgó la castellanía de Gante y Farnesio le llamó para formar parte de su consejo de guerra. Para 1582 se había ganado ser nombrado Maestre de Campo del Tercio de Sicilia. Pero siguió siendo conocido en toda Europa como El Coronel.
Ahora Gante necesitaba de su ayuda y allí acudió Mondragón derrotando a las huestes del duque de Alençon en 1582. Siguió guerreando, conquistando los castillos de Linquerque y venciendo Ninove. En 1584 Farnesio le reclama para tomar Amberes. Una empresa monumental y que catapultó a la fama al duque de Parma, teniendo de nuevo Mondragón una actuación destacada. España logró pacificar la región, al menos por el momento, por lo que Cristóbal pudo regresar a España.
Mondragón no tuvo el trato merecido en la corte española; no fue nombrado noble y sus hijos no obtuvieron las peticiones formuladas al rey por su padre. Se dice que había muchos nobles cercanos al monarca que envidiaban la fama de El Coronel, y no querían tenerle cerca, no fuese a influir en Felipe. De esta manera regresó a Flandes allá por 1592, ya anciano pero combatiendo de igual forma que en los tiempos de Mühlberg. Tomó Verló y Turnahaut.
Ernesto de Mansfeld, nombrado gobernador de los Países Bajos a la muerte de Farnesio, tenía claro a quién conceder el mando de los ejércitos de Flandes y Mondragón, en el otoño de 1595 partía hacia Lippe al frente de un pequeño ejército. Allí Mauricio de Nassau, hijo de Guillermo de Orange, aguardaba la ocasión propicia para tender una celada sobre las tropas españolas. A pesar de la superioridad numérica de los holandeses, las labores de espionaje, una de las estrategias más socorridas de El Coronel, le habían puesto sobre aviso, por lo que pudo dar un golpe mayúsculo a los rebeldes, que perdieron gran parte de su ejército, incluido Felipe de Nassau, primo de Mauricio.
Tras esta última y brillante victoria Mondragón se retiró al castillo de Amberes. Más de 60 años al servicio de España y del Rey, y no ver reconocidos sus logros, le habían agotado. Pero lo que la corte de Felipe II no le otorgó, se lo dieron sus soldados y hasta sus enemigos, que lo admiraban como el gran hombre de armas que era. Sus hombres le tenían por un padre y junto a él pasaron sus últimos días, viéndole expirar el 4 de enero de 1596. Se había ido uno de los grandes militares de la historia de España.
Allí, junto a diez soldados más, el 24 de abril de 1547 cruzaba el río Elba "con las espadas en la boca y el agua por encima del pecho", como escribiría Lope de Vega, y, tras vencer la resistencia de los vigilantes de los pontones con los cuales poder cruzar el río de manera segura, se apropiaron de ellos y consiguieron llevarlos hasta la orilla española, sorteando el fuego de arcabucería enemiga, mientras sus compañeros de armas gritaban de júbilo y sorpresa ante tal hazaña.
Ni que decir tiene que las tropas imperiales, bajo el mando del propio Carlos V y el Duque de Alba, cruzaron el Elba y obtuvieron una resonada victoria que descabezó durante años la Liga Esmalcalda. Tamaña proeza le valió ser nombrado alférez en el mismo campo de batalla y ser acogido bajo la protección del propio duque. Después vinieron más campañas, las más destacables, ya como capitán, las de San Quintín y Gravelinas, en 1557 y 1558 respectivamente.
En 1559, tras firmar España, Francia e Inglaterra la Paz de Cateau-Cambrésis, se le nombró gobernador de Damvillers, en el Ducado de Luxemburgo y también coronel de las tropas valonas. Es por ello por lo que recibió el apodo de "El Coronel", que era el máximo mando en los regimientos de las tierras alemanas, y por el cual se le conocería a lo largo de toda su vida.
Con el comienzo de las primeras revueltas protestantes en Flandes, ya bajo el reinado de Felipe II, Mondragón fue puesto junto con su regimiento de valones bajo las órdenes del Maestre Sancho Dávila. La misión: defender las villas de Lieja y de Deventer del ataque de los piratas holandeses, más conocidos como "los mendigos del mar". Por supuesto "El Coronel" cumpliría su cometido.
Ya en plena guerra de los 80 años, el Duque de Alba le ordenó defender Amberes y Middelburg, en Zelanda. Corrían los años 1570/71 y Mondragón volvió a sobresalir por su decisión e ingenio y por supuesto, por sus victorias. En ese momento su fama ya es destacada en toda Europa, pero no tiene tiempo de descansar. A finales de agosto un ejército rebelde de unos 8.000 soldados había puesto sitio a la villa de Goes y Sancho Dávila y Mondragón debían acudir al rescate.
La flota holandesa impedía la llegada de los buques españoles por lo que, guiado por un flamenco al servicio de España, Mondragón, con unos 2.700 soldados, se echaron a las aguas del Escalda y recorrieron casi 15 kilómetros con el agua al cuello superando el frío y las corrientes. Los holandeses fueron cogidos por sorpresa y unos 2.000 perecieron ahogados o muertos a manos de las tropas de El Coronel. De nuevo Mondragón cruzaba un río para obtener una brillante victoria. Aprovecharía un pequeño parón en las operaciones militares para contraer matrimonio en segundas nupcias con Guillemett de Chastelet en 1572.
Un año después volvía a repetir estrategia y al mando de 300 soldados tomaba la isla de Tholen, defendida por más de 1.200 protestantes, que sufrieron graves pérdidas. En 1574 consiguió mantener el máximo tiempo posible la resistencia de Middelburg, pero la imposibilidad de recibir refuerzos por mar y lo prolongado del asedio, hicieron inasumible la defensa de la ciudad. Aún así, causó tantas bajas al enemigo que finalmente negociaron una rendición honrosa y las tropas de la ciudad y los católicos pudieron llegar sin problemas a territorio leal.
En 1575, tras sofocar una revuelta en Amberes, repitió la jugada que tantas veces le había dado resultado y tomó la isla de Schouwen, en Zelanda. Tras esto se lanzó a rendir Zierikzee, lo cual consiguió tras un largo asedio de varios meses en 1576. Para 1578 había tomado Limburgo y Dhalem, y se proponía el asalto a Maastrich bajo las órdenes de Alejandro Farnesio, asalto que se lograría en junio de 1579.
Tocaba ahora regresar a España, informar al rey y tomarse un respiro. Felipe II le otorgó la castellanía de Gante y Farnesio le llamó para formar parte de su consejo de guerra. Para 1582 se había ganado ser nombrado Maestre de Campo del Tercio de Sicilia. Pero siguió siendo conocido en toda Europa como El Coronel.
Ahora Gante necesitaba de su ayuda y allí acudió Mondragón derrotando a las huestes del duque de Alençon en 1582. Siguió guerreando, conquistando los castillos de Linquerque y venciendo Ninove. En 1584 Farnesio le reclama para tomar Amberes. Una empresa monumental y que catapultó a la fama al duque de Parma, teniendo de nuevo Mondragón una actuación destacada. España logró pacificar la región, al menos por el momento, por lo que Cristóbal pudo regresar a España.
Mondragón no tuvo el trato merecido en la corte española; no fue nombrado noble y sus hijos no obtuvieron las peticiones formuladas al rey por su padre. Se dice que había muchos nobles cercanos al monarca que envidiaban la fama de El Coronel, y no querían tenerle cerca, no fuese a influir en Felipe. De esta manera regresó a Flandes allá por 1592, ya anciano pero combatiendo de igual forma que en los tiempos de Mühlberg. Tomó Verló y Turnahaut.
Ernesto de Mansfeld, nombrado gobernador de los Países Bajos a la muerte de Farnesio, tenía claro a quién conceder el mando de los ejércitos de Flandes y Mondragón, en el otoño de 1595 partía hacia Lippe al frente de un pequeño ejército. Allí Mauricio de Nassau, hijo de Guillermo de Orange, aguardaba la ocasión propicia para tender una celada sobre las tropas españolas. A pesar de la superioridad numérica de los holandeses, las labores de espionaje, una de las estrategias más socorridas de El Coronel, le habían puesto sobre aviso, por lo que pudo dar un golpe mayúsculo a los rebeldes, que perdieron gran parte de su ejército, incluido Felipe de Nassau, primo de Mauricio.
Tras esta última y brillante victoria Mondragón se retiró al castillo de Amberes. Más de 60 años al servicio de España y del Rey, y no ver reconocidos sus logros, le habían agotado. Pero lo que la corte de Felipe II no le otorgó, se lo dieron sus soldados y hasta sus enemigos, que lo admiraban como el gran hombre de armas que era. Sus hombres le tenían por un padre y junto a él pasaron sus últimos días, viéndole expirar el 4 de enero de 1596. Se había ido uno de los grandes militares de la historia de España.
Retrato de Cristóbal de Mondragón |
Cristóbal de Mondragón
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