Un 20 de junio de 1567 Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III Duque de Alba, partía desde Milán al mando de 10.000 soldados de los Tercios para pacificar la región de Flandes, inmersa en una guerra de religión propiciada por los calvinistas, inaugurando así el comienzo de los que se denominaría el "Camino Español".
En 1566 el calvinismo ya se había extendido por los Países Bajos alentado por las guerras de religión alemanas. En abril de ese año diversos nobles locales presentaron una serie de exigencias a la gobernadora Margarita de Parma, hermanastra de Felipe II, conocidas como el "Compromiso de Breda". En él se exigía, además de la libertad religiosa, numerosas ventajas para la burguesía calvinista, muy afectada por el bloqueo comercial con Dinamarca y Suecia, dada la guerra que enfrentaba a ambos reinos.
La actitud de Margarita, asistida por el cardenal Granvela, fue de flexibilidad y tolerancia, pero los calvinistas aumentaban sus exigencias y alentaban el descontento de una burguesía cada vez más empobrecida. En agosto estalló la revuelta, conocida como la de los iconoclastas. Los calvinistas, cuya cabeza visible era Guillermo de Orange, asaltaron iglesias, quemaron imágenes que consideraban heréticas y se lanzaron a la persecución de los cristianos valones, flamencos u holandeses.
Felipe II tenía que enviar un ejército para pacificar la región y socorrer a los cristianos de la persecución calvinista. La ruta por mar era la opción más lógica, pero la subida al trono de Inglaterra de Isabel I, enemiga acérrima de España, y la guerra con Francia, hacían muy arriesgado el paso por el Canal de la Mancha, por lo que el rey español tuvo que recurrir a abrir un corredor que llegase a Bruselas por territorios seguros.
El viaje comenzaba en el Milanesado. Las tropas podían estar acantonadas en Italia o ser transportadas desde España hasta el puerto de Génova y desde allí partían a Milán. Una vez reunidos los ejércitos allí, se ponía rumbo a Flandes. Primero se tenían que cruzar los Alpes por el Ducado de Saboya, de ahí se llegaba a los bosques del Franco Condado y, tras atravesarlos, se llegaba a Lorena y de ahí a Luxemburgo, para posteriormente cubrir el final del trayecto a través del Obispado de Lieja hasta Flandes. En total se cubrían más de 1.000 kilómetros de distancia y se subía hasta cotas superiores a los 2.000 metros de altitud.
Era sin duda una hazaña logística sin precedentes que Felipe II encargó a Fernández Álvarez de Toledo. El Duque de Alba partió desde Milán el día 20 de junio, al mando de 10.000 soldados pero sobre todo, de un batallón de 300 zapadores comandados por un ingeniero jefe, que serían los encargados de hacer transitables pasos como los de Mont Cenis, en Saboya. Adelantados al resto de la expedición, iban explorando las posibles vías y caminos por donde debía pasar el inmenso contingente que, además de los soldados, incluía casi 1.000 caballos de batalla y unos 7.000 acompañantes, entre familiares, comerciantes y meretrices.
Los ejército del Duque de Alba cubrieron aquella distancia en 56 días, plantándose en Flandes el 15 de agosto de 1567. Para los aprovisionamientos había recurrido a la vieja táctica de convocar subastas en los pueblos a los que llegaba, lo que los franceses habían llamado "etapas". Un oficial se adelantaba a las tropas al aproximarse a alguna localidad y negociaba el avituallamiento y alojamiento de los soldados con los mercaderes de la zona, que ofrecían el mejor precio para hacerse con el contrato. Así cuando llegaba el ejército todo estaba dispuesto y en orden. Las tropas podían aprovisionarse y para las localidades suponía una fuente de riqueza.
El Camino Español se mantuvo abierto desde 1567 hasta 1634, eso sí, con variaciones, debido a la alianza del Ducado de Saboya con Francia en 1622, lo que obligó a los españoles a atravesar los valles suizos de Engadina y Valtelina, para desde allí llegar al Tirol y luego, bordeando el sur de Alemania, cruzar el Rin por Alsacia llegando a Flandes desde Lorena.
A lo largo de todo el trayecto los españoles construyeron multitud de fuertes y puestos para guarnecer el camino, consiguiendo de esta manera mantener una vía de comunicación terrestre con Flandes. El récord a la hora de recorrer el Camino Español lo logró el maestre de campo Lope de Figueroa, al mando de un ejército de 5.000 hombres, cubriendo los más de 1.000 kilómetros en tan solo 32 días, tras partir de Milán el 22 de febrero de 1578.
Como le escribió por carta el Cardenal Richelieu al rey Luis XIII de Francia, "es indudable que los españoles aspiran al dominio universal, y que los únicos obstáculos que han encontrado hasta el presente son la distancia que separa sus dominios y la escasez de hombres". El historiador Geoffrey Parker no ha dudado en afirmar que "es un milagro que hayan podido alguna vez llegar a los Países Bajos soldados españoles, especialmente por tierra". Mantener abierto ese paso fue uno de los tantos logros de ingeniería y logística de los españoles durante los siglos XVI y XVII, una gesta de la que hoy, en España, muy pocos se acuerdan.
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