El Milagro de Empel

Las Campañas de Farnesio en Flandes. De Gembloux a Maastricht

 


Habían transcurrido ya seis años desde la gran victoria católica contra el Turco en la Batalla de Lepanto y el ardor guerrero de Alejandro Farnesio se volvía cada vez más difícil de contener, más aún tras la muerte de su mujer, María de Portugal, princesa de Parma. El joven príncipe ardía en deseos de acompañar a su tío don Juan de Austria, que había sido nombrado gobernador de los Países Bajos, y ayudarle en la complicada situación en la que se encontraba. Don Juan había tenido que huir de Bruselas el 13 de junio de 1577, ante las graves informaciones de un complot para asesinarle, y hacerse con el castillo de Namur, donde se refugiaría con los que aún le eran leales. El 15 de agosto don Juan, en una emotiva carta, solicitó el regreso de los soldados españoles, que habían abandonado los Países Bajos en virtud de los acuerdos alcanzados en la Paz de Gante y el Edicto Perpetuo. De igual forma, solicitó la llegada de su querido sobrino, Alejandro Farnesio. 

Unas semanas antes, el 30 de junio, y con su esposa recién fallecida, Farnesio solicitó al rey que le emplease en algún "servicio". Tenía en mente el de Parma acudir a Flandes o embarcarse en la aventura que el rey Sebastián I de Portugal preparaba: la conquista del norte de África. Pero don Juan le reclamaba ante el rey Felipe II, y el 29 de agosto escribió a Farnesio solicitando que acudiese a Flandes a la mayor brevedad posible. Geoffrey Parker en su obra Felipe II, la biografía definitiva, apunta que en reunión del Consejo de Estado, el consejero Quiroga indicó al rey que "el príncipe de Parma estarían bien con el señor don Juan y podría ayudarle mucho", y además expuso el argumento que acabó de convencer al rey: "y lo que más importa es que si el señor don Juan faltas, no quedaría aquello desamparado como cuando murió el comendador mayor (Luis de Requesens), que ha sido la causa de venir a estos términos". 

La situación en Flandes era crítica, tal es así, que don Juan había escrito el 15 de agosto una sentida carta en la que reclamaba la vuelta urgente de los infantes españoles. "A los magníficos, amados, y amigos míos, los capitanes y soldados de la mía infantería española que salió de los Estados de Flandes [...] Venid pues, amigos míos, mirad que no solo aguardo yo, sino también las iglesias, monasterios, religiosos y católicos cristianos, que tienen a su enemigo presente, con el cuchillo en la mano, y no os detenga el interés de lo mucho o poco que se os dejaré de pagar, pues será cosa muy ajena de vuestro valor preferir eso, que es miseria, a una ocasión donde con servir tanto a Dios y a S. M. podréis acrecentar la fama de vuestras hazañas, ganando perpetuo nombre de defensores de la fe". Y concluía don Juan con una última arenga: "a todos ruego que vengáis con la menor ropa y bagaje que pudiereis, que llegados acá no os faltarán de vuestros enemigos".

 

-La marcha a Flandes

El 11 de noviembre Farnesio era informado por el marqués de Ayamonte, gobernador de Milán, de que el rey había dispuesto su marcha a Flandes para ayudar a su tío en todo cuanto pudiera. De este modo, el 5 de diciembre de 1577 Alejandro salía de Parma junto a un pequeño séquito, haciéndose pasar por el criado del capitán Pedro de Castro, parando unos días en Turín para visitar a Manuel Filiberto de Saboya, el héroe de la Batalla de San Quintín. Mientras tanto, Felipe II tenía serias dudas sobre la capacidad de su hermano para recuperar el control de los Países Bajos, por lo que barajó la opción de hacer que su hermana, y madre de Alejandro, Margarita de Parma, volviese a hacerse con las riendas del gobierno junto al cardenal Granvela. Pero el nombramiento del archiduque Matías de Austria como gobernador por parte de los Estados Generales hizo que el rey cambiase de opinión. 

El 17 de diciembre llegó Farnesio a Luxemburgo y pudo reunirse con don Juan, que se hallaba con gran deterioro de salud, algo que no impidió su alegría al ver a su sobrino. Éste rechazó el mando de la caballería, pues consideraba que debía recaer en Octavio Gonzaga, y también una paga de mil ducados mensuales. No solo llegó Farnesio, también lo hicieron las tropas españolas. Los primeros en llegar fueron un contingente de 300 soldados españoles que se hallaban en Francia como mercenarios. El resto, conducidos por el mítico maestre de campo Julián Romero, que murió durante el viaje a Flandes a los 59 años de edad, llegaron casi a la par que Alejandro. Dos tercios de infantes españoles; el de Sicilia, antiguo tercio de Julián Romero que ahora mandaba Francisco Valdés, y el de Lombardía, cuyo maestre era Hernando de Toledo. Para finales de 1577, y según nómina del Ejército de Flandes, éste estaba compuesto por 20.736 infantes, de los que 4.790 eran españoles, y 2.610 caballos, de los que 400 eran hombres de armas. 

El príncipe de Parma no perdió el tiempo y su primera misión fue salir al encuentro del señor de Hierges, Gilles de Berlaymont, que acudía con 4.000 hombres desde Roermond, que se encontraba bajo asedio de las fuerzas rebeldes del conde de Hollack. La plaza estaba defendida por el gallardo barón de Pollweiler o, como se le conocía por los españoles, Polbeyra. La tenaz defensa y la llegada de la fuerza de Berlaymont forzaron a Hollack a levantar el sitio y huir, aunque en la persecución perdió gran cantidades de hombres y todo su tren de artillería y municiones. Farnesio se reunión con don Juan en Marche-en-Famenne, donde se celebró un consejo de guerra y se decidió plantar batalla al ejército de los Estados Generales que estaba acampado en las proximidades de Namur. El principal argumento para tal acción era evitar la unión del ejército rebelde con las tropas que traía el elector Casimiro desde Alemania. 

-La batalla de Gembloux

El 25 de enero de 1578 el gobernador publicó un edicto donde exponía las razones para ir a la guerra contra los Estados y ofrecía un perdón general en caso de rendición. Don Juan contó también con el apoyo del papa Gregorio XIII, que le envió un estandarte en el que se había bordado la frase In hoc signo vici turcos, in hoc haereticos vincam, es decir, con este signo vencía a los turcos, con este signo venceré a los herejes. El papa incluso publicó una bula otorgando el perdón de los pecados a quienes combatieron junto a los realistas contra los herejes. De esta forma el 16 de enero el ejército realista se concentró en Namur. Farnesio y don Juan sabían por sus servicios de espionaje que el competente general rebelde, Maximiliano de Hénin, conde de Bossu, se hallaba junto a Philippe de Lalaing, Robert de Melun y el señor de la Motte, en una boda en Bruselas. 

Así, los jefes del ejército rebelde no estarían presentes si los realistas deseaban atacar, recayendo el mando en Antoine de Goignies, señor de Vendregies, un antiguo comandante que había servido a las ordenes de Felipe II. Mucho se ha especulado con el hecho de que los principales lideres militares de los Estados no estuvieran presentes en Gembloux; lo cierto es que poco después todos pasarían nuevamente a las filas realistas. El ejército rebelde se hallaba en Saint Martin, una localidad situada entre Namur y Gembloux, hacia donde comenzó a replegarse a última hora del día 30 de enero de 1578. A las 7 de la mañana del 31, don Juan celebró consejo; sus exploradores a caballo le habían advertido del movimiento del ejército rebelde hacia Gembloux, por lo que se decidió a salir en su persecución a fin de evitar que pudiera atrincherarse en una plaza tan fuerte. 

Grabado de la batalla de Gembloux

Decidido a acabar con el ejército rebelde, don Juan envió a parte de su caballería, bajo el mando de Octavio Gonzaga, junto con varias mangas de arcabuceros valones y borgoñones a las órdenes de Alonso de Acosta y del barón de Chevraux, junto con la compañía española del capitán Troncoso y unos cuantos alemanes para cubrir a la caballería. Posteriormente, el propio Farnesio, ante la debilidad de uno de los flancos rebeldes, cargaría en persona junto a varios escuadrones de caballos, lo cual desarbolaría por completo la resistencia del ejército rebelde. La Batalla de Gembloux fue un auténtico paseo triunfal de las fuerzas realistas conducidas por don Juan y Alejandro. Los rebeldes contaron entre cinco y siete mil muertos, perdieron 30 banderas de infantería y 4 cornetas, así como todo su bagaje, pertrechos y artillería. 

Gembloux supuso el impulso definitivo al gobierno de don Juan, logrando cambiar el sentido de la guerra, minando profundamente la moral del enemigo, y recuperando la iniciativa perdida tras la muerte de Luis de Requesens. El arrojo mostrado por el príncipe de Parma rayaba en la temeridad, por lo que le valió una pequeña reprimenda de su tío, aunque lejos de arrepentirse, Alejandro le contestó que "no podía llenar el cargo de capitán quien valerosamente no hubiese hecho primero oficio de soldado". Lo cierto es que las noticias de la carga del joven príncipe debieron correr como la pólvora, tal es así que Felipe II le escribió felicitándole por el arrojo y la audacia demostrados en este lance. 

La reacción de Guillermo ante aquella estrepitosa derrota fue la de abandonar Bruselas y buscar refugio en Amberes, algo que hizo acompañado del archiduque Matías. Ahora la cuestión era ver si se atacaba Bruselas o se consolidaban las posiciones realistas en el sur; don Juan decidió lo segundo, seguramente pensando en que sería necesario un largo y costoso asedio, en contra del parecer de Farnesio, que aconsejaba atacar Bruselas aprovechando la desaparición del ejército de los Estados. Don Juan decidió crear dos cuerpos de ejército y concentrar sus ataques en el Brabante; uno bajo las órdenes de Octavio Gonzaga con la misión de tomar Lovaina y Malinas, y otro a las órdenes de Carlos de Berlaymont, barón de Hierges, debería apoderarse de la plaza de Bouvignes. 

-La ofensiva realista tras Gembloux

Lovaina se entregó sin oponer resistencia. Al aparecer el ejército realista, que había tomado antes la villa de Jodoigne, los habitantes de la ciudad expulsaron a la guarnición de escoceses y permitieron la entrada de don Juan y sus hombres. Por su parte, Berlaymont también tomó Bouvignes, que abrió sus puertas en cuanto los realistas empezaron a colocar los cañones. El 20 de febrero partió Farnesio desde Lovaina con la misión de ocupar Zichem, en el Brabante Flamenco, a unos 30 kilómetros al noreste de Lovaina, y también la plaza de Diest, a 6 kilómetros al este de Zichem, que era el principal objetivo por ser una baronía perteneciente a Guillermo de Orange. De esta forma Alejandro mandó al conde de Meghen adelantarse con su regimiento de alemanes a tomar Zichem, pero la ciudad no quiso capitular, incluso, el gobernador mandó un mensaje desafiante para el rey Felipe. Farnesio no iba a permitir tal afrenta, por lo que plantó los cañones y comenzó a batir los muros de la ciudad. 

Tras el castigo de la artillería los infantes valones atacaron por la parte trasera de la plaza, mientras que los alemanes y loreneses lo hacían por la parte de la puerta. Los combates fueron durísimos, pero la entrada en escena de cuatro compañías de españoles desequilibraron la balanza lo que, unido al ataque valón por la retaguardia, acabaron con la resistencia de los defensores, Los que pudieron salvarse y huir fueron cazados por la caballería, mientras que el gobernador, con unos pocos soldados, se refugió en el castillo. La muerte de los capitanes españoles Diego de Barajas y Pedro de Henríquez, enfureció a los infantes, que se cebaron con la población, debiendo intervenir el propio Farnesio para detener lo que podía haber sido una carnicería. A la mañana siguiente, 25 de febrero, el gobernador y sus hombres rindieron el castillo, pero Farnesio no tuvo clemencia y ordenó la ejecución de todos por haber desafiado la autoridad real y, sobre todo, porque eran soldados que habían sido perdonados en Gembloux y liberados con la condición de no volverse a enfrentar al rey de España. 

Farnesio dejó de guarnición dos compañías valonas y se dirigió a Diest, que después de lo ocurrido en Zichem se entregó sin oponer resistencia alguna. Leau fue la siguiente en caer, situada a medio de camino al sur de Zichem, entregando la plaza y uniéndose una de las compañías que la defendían al ejército realista. El Brabante Flamenco se había tomado en una semana, demostrando Farnesio su genio militar. Además, llegaron refuerzos compuestos por casi 2.000 caballos y 5.000 infantes, incluyendo un tercio de infantería italiana, todo ello bajo las órdenes de Alonso Martínez de Leiva, quien llevaba consigo capitanes de renombre como Diego Hurtado de Mendoza, Pedro de Toledo Osorio o Sabcho de Leyva. Junto al importante contingente militar, llegaban también 200.000 ducados que sirvieron para liquidar las pagas debidas a los soldados. 

Los siguientes objetivos de los realistas eran la plaza de Nivelles, en el Brabante valón, a tan solo 30 kilómetros al sur de Bruselas, y la plaza de Chimay, a 70 kilómetros al sur de Nivelles, en el Henao. El 14 de marzo capituló Nivelles, y Chimay se tomó poco después, además de las plazas de Soignies, Maubeuge, Havré, Beaumont o Roeulx. El rey Felipe reconoció por carta los buenos servicios que prestaba Farnesio, que se estaba forjando ya una merecida fama de reputado comandante y hábil diplomático. El 28 de marzo llegaba a Flandes el Tercio de Lope de Figueroa con 4.000 hombres y su primera misión fue participar en la toma de Philippeville, una ciudad situada al norte de Chimay, a medio camino entre ésta y Charleroi. La plaza estaba fuertemente defendida, contando con numerosos cañones y unas murallas fuertes y elevadas. Farnesio y don Juan no juzgaron prudente asaltar los muros directamente y recurrieron al levantamiento de trincheras y la excavación de túneles. Las obras de asedio avanzaban a buen ritmo y, finalmente, el 19 de mayo la ciudad se rindió, uniéndose cuatro compañías al ejército realista. 

Tras empeorar la salud de don Juan, Farnesio continuó con la campaña, cayendo esta vez sobre el ducado de Limburgo, que capituló tras una breve resistencia el 15 de junio, uniéndose buena parte de los defensores a las tropas de Alejandro. Tras esto, mandó a Cristóbal de Mondragón a tomar Dalhem, una de las pocas plazas en la región que se negó a abrir las puertas a las tropas realistas. Tras un duro bombardeo, los soldados borgoñones lograron entrar en la plaza por la parte trasera de la ciudad, y la saquearon a placer, lo que provocó el enfado de Mondragón. Poco después la favorable situación que tenían los realistas se complicó con las noticias de la posible llegada de un ejército protestante de 12.000 hombres a las órdenes de Juan Casimiro, y la llegada a Mons el 12 de julio de una fuerza de 10.000 infantes y 2.000 caballos que traía al duque de Anjou, hermano del rey de Francia. Por otra parte, se estaba formando un movimiento católico llamado los Malcontentos, contrarios al príncipe de Orange y a los calvinistas. 

Don Juan tenía claro que si las fuerzas de Anjou y de Juan Casimiro lograban unirse a las fuerzas que el conde de Bossu había levantado y concentrado en Malinas, complicaría mucho la campaña de reconquista que estaba llevando a cabo, por lo que se decidió a atacarlas. Farnesio no estaba de acuerdo con esa estrategia, ya que consideraba un peligro exponer al Ejército Real de esa manera, más aún con la amenaza francesa en retaguardia. Pero una vez que se hubo decidido el ataque, y tal y como afirma Famiano Strada, Alejandro solicitó "que se le diese lugar delante de los maestres de campo, en la primera hilera del Escuadrón de los españoles, a quien tocaba el principio a la pelea". Desde la ciudad de Thienen, los realistas partieron, llegando a Rijmenan el 1 de agosto. El ejército de don Juan contaba con 12.000 infantes y 5.000 caballos, mientras que el de los Estados Generales tenía algo más de 17.000 infantes y 7.000 caballos, y se encontraba bien fortificado en su campamento. 

Grabado de la batalla de Rijmenan

La vanguardia del ejército realista, mandada por Alonso de Leiva, fue enviada para hacer salir de su campamento a los rebeldes del conde de Bossu. Los infantes iban apoyados por 600 hombres de armas y, tras encontrar varias compañías inglesas al mando de John Norris, comenzaron a escaramuzar con ellas. El propio Farnesio acudió allí con la pica en la mano para ponerse al frente de sus hombres, haciendo retroceder a las fuerzas inglesas, que se retiraron prendiendo fuego a varias casas de la villa. Los soldados comenzaron la persecución y mordieron el anzuelo que había puesto el conde de Bossu, encontrándose de frente con todo el ejército de los Estados Generales. Farnesio, consciente de la celada que los protestantes habían tendido, impidió a don Juan enviar al resto del ejército, y consiguió sacar a la mayoría de sus tropas de aquella emboscada, perdiendo 600 hombres en esa batalla, pero logrando salvar el ejército. Poco después, el 26 de agosto, se unían las fuerzas de Bossu a las de Juan Casimiro. Los rebeldes ocuparon la recientemente conquistada Nivelles y trataron sin éxito de hacerse con Lovaina, firmemente defendida por las tropas borgoñonas del barón de Gibrao. El 16 de septiembre don Juan sufrió un fuerte ataque de fiebre tras la visita a unos soldados convalecientes por la fiebre tifoidea. 

-La muerte de don Juan y la política de Farnesio en Flandes

En Namur se detuvo a dos conspiradores ingleses que tenían como misión apuñalar con una daga envenenada a don Juan. Éste, finalmente se trasladó al campamento de Lope de Figueroa, donde el aire era más sano. Enfermo, y con un sentimiento de abandono por parte de su hermano el rey, ya que todas las promesas de envío de dinero no se habían cumplido, convocó el 28 de septiembre a su consejo y capitanes, y les pidió obediencia a Farnesio, su querido sobrino, al que nombró su sucesor. El 1 de octubre a eso de las dos de la tarde acabó muriendo Juan de Austria a la edad de 33 años. El príncipe de Parma escribió al rey informándole de lo ocurrido y pidiendo instrucciones. Igualmente, organizó personalmente el funeral de su amado tío, cuyo cuerpo fue llevado por los miembros del Consejo de Estado, con los soldados de Lope de Figueroa encabezando la procesión. Cinco meses después, el cadáver del joven don Juan, cortado en distintas partes para evitar que fuera apresado por los enemigos, sería llevado al Escorial por orden del rey, encomendando la misión Farnesio a Gabriel Niño de Zúñiga, maestre de campo. 

El ejército realista no atravesaba su mejor momento; afectado por fiebres tifoideas y falto de pagas, se agrupaba principalmente en Bouge, muy próximo a Namur. Mientras, los rebeldes contaban con tres ejércitos y amenazaban con deshacer todo el trabajo realizado por Alejandro y don Juan en los meses anteriores. El 20 de octubre el rey escribió a Alejandro otorgándole el gobierno de los Países Bajos. Contaba por aquel entonces con 33 años y era el militar más dotado en el que podía confiar Felipe II y, además, contaba con el respeto y la admiración de los hombres, cosa muy importante en un momento en que el ejército se encontraba falto de pagas. Mientras tanto, el ejército del duque de Anjou se había puesto en marcha cayendo sobre la plaza de Binche, la cual, tras una férrea y heroica resistencia, en la que los defensores realizaron varias salidas y mataron un gran número de franceses, acabó capitulando a mediados de octubre. 

Tras el luto por la muerte de don Juan, Farnesio escribió a las provincias valonas informándolas de la muerte del gobernador, e instándolas a vuelta a la obediencia al rey de España. El príncipe de Parma pasó al ataque nada más recibir refuerzos traídos por el conde de Altemps y el barón de Pollweiler, unos 6.000 hombres en total. Tras debatir con su consejo de guerra, en el que se encontraban ilustres como Pedro Ernesto de Mansfeld, el conde de Berlaymont, Juan Bautista de Tassis, Octavio Gonzaga o Robles de Billy, decidió que el objetivo sería la ciudad de Maastricht. Al poco de partir hubo de enviar a Billy y Berlaymont con parte de su fuerza para socorrer Deventer, que se hallaba bajo asedio de las fuerzas rebeldes del conde de Renenberg. Pero la ciudad se rindió cuando aún tenía víveres para tres o cuatro semanas, lo que enfureció sobremanera a Farnesio, que se centró de lleno en el objetivo marcado. 

El 15 de diciembre el Regimiento del conde de Altemps deshizo sin muchas dificultades una fuerza de 17 banderas de franceses. Por esa época murió el conde de Bossu, el general más competente de los Estados, por lo que mermó notablemente la dirección de su ejército, que ahora se encontraba bajo el mando de Juan Casimiro, aunque éste no tardó en dejar al ejército en manos de su segundo, Mauricio de Sajonia-Lauenburgo, ya que Guillermo de Orange le había encargado una misión diplomática de suma importancia: viajar a Inglaterra y solicitar a la reina apoyo económico y hombres a cambio de varios puertos. Ya el 23 de enero de 1579 Guillermo logró llevar a buen término las negociaciones con diversas provincias del norte en lo que se conoció como la Unión de Utrecht. Era la reacción a la Unión de Arras, impulsada por Farnesio, y de la que informaba al rey por carta el 9 de enero de 1579, y que sería ratificada por Felipe II el 22 de noviembre de ese año. 

Paralelamente a las negociaciones diplomáticas, Alejandro continuaba con las operaciones militares que, como se ha dicho, tenían como objetivo la toma de Maastricht. Envió al coronel Mondragón para tomar las cercanas plazas de Straelen, Erkelenz y Kerpen, todas al este de Maastricht, asegurando así la margen occidental del Rin, y las comunicaciones con Alemania. El plan era aislar la ciudad de cualquier posible socorro que pudiera venir desde Alemania. Kerpen, la situada más al sur de las tres, fue tomada por Mondragón a mediados de enero tras un asedio de cuatro días y el asalto a sus murallas. El comandante español prosiguió hacia el norte y tomó Erkelenz sin oposición alguna, y poco después Straelen, que también abrió sus puertas. Después el ejército cruzó el Mosa a la altura de Roermond, a algo más de 50 kilómetros al norte de Maastricht, y desde ahí se envió al Tercio de Valdés a tomar la plaza de Weert, a 20 kilómetros al oeste de Roermond, aislando así totalmente Maastricht. 

Tras tomar Weert, el ejército de los Estados se dividió; algunos fueron a Maastricht, otros a Malinas o Amberes, los mercenarios de Juan Casimiro se refugiaron en Bolduque, y los reiters alemanes al servicio de Guillermo fueron hacia Eindhoven, a muy poca distancia al noroeste de Weert. Mandó Farnesio de vanguardia a Octavio Gonzaga con cuatro compañías de arcabuceros a caballo y otras cuatro de hombres de armas, y después fue él mismo en persona con el Tercio de Valdés y cuatro compañías de corazas. A las afueras de Eindhoven interceptó Alejandro a los reiters alemanes y, tras unos breves combates, los puso en fuga en dirección a Turnhout. De ahí, los alemanes bajo el mando de Mauricio siguieron hacia el norte, intentando refugiarse en Bolduque sin éxito, ya que los habitantes de la ciudad no les abrieron las puertas. Mauricio, perseguido por las tropas del príncipe de Parma, envió una desesperada propuesta al general español: se marcharían del país a cambio del abono de las pagas que les debía Guillermo. Alejandro se negó en rotundo, pero les ofreció un salvoconducto para regresar a Alemania. De este modo se libró de un incómodo ejército enemigo. 

A su regreso de Inglaterra Juan Casimiro, descontento por la marcha de los acontecimientos, también volvió a Alemania, abandonando la causa de los Orange. Farnesio se había librado del duque de Anjou y de las fuerzas alemanas, por lo que se podía concentrar plenamente en su misión. Pero antes de asediar Maastricht, se decidió a acabar con el grueso del ejército de los Estados. Informado de que éste había establecido sus cuarteles de invierno en la aldea de Borgerhout, a las afueras de Amberes, se lanzó en su busca para acabar con la amenaza. Las fuerzas rebeldes estaban compuestas por una treintena de compañías francesas, escocesas e inglesas, dirigidas por François de la Nouë y por el coronel inglés John Norris. El 2 de marzo el ejército realista se desplegó en el campo de batalla y obtuvo una aplastante victoria en la Batalla de Borgerhout

Grabado de la batalla de Borgerhout

-La toma de Maastricht

Acabada con la amenaza que suponían las mejores tropas de las que disponían los Estados Generales, el príncipe de Parma se lanzó con todo sobre Maastricht. A través del Mosa transportaron 48 piezas de artillería gruesa, 3 culebrinas, unos 50.000 proyectiles y la necesaria pólvora, algo más de 20 toneladas. El ejército realista avanzó a través del curso del Mosa; Lope de Figueroa por la margen izquierda y la caballería de Octavio Gonzaga por la derecha. Mientras, el propio Alejandro realizó un movimiento de diversión sobre Amberes, virando sorpresivamente para caer en realidad contra Maastricht desde el oeste, llegando a las inmediaciones de la ciudad el 8 de marzo de 1579. Farnesio dividió su ejército en dos, para completar el cerco sobre la ciudad. Al oeste quedaría él al frente de los tercios españoles de Lope de Figueroa, de Francisco Valdés, y de Hernando de Toledo, con la artillería de Berlaymont, mientras que Cristóbal de Mondragón se haría cargo del asedio desde el este, por la parte de Wijck. Los trabajos de asedio fueron francamente impresionantes, levantando seis fuertes y diversos puentes sobre el Mosa para cortar las comunicaciones fluviales de los rebeldes y poder comunicar son las fuerzas de Mondragón. 

El asedio que siguió fue una lucha encarnizada entre los defensores de la ciudad, unos 6.000 hombres entre soldados y milicia, con el sargento mayor Sebastián Tapino, de origen francés, a la cabeza, y las fuerzas del príncipe de Parma. Durante los casi cuatro meses de asedio, se sucedieron casi sin descanso durísimos combates, incluyendo varias atrevidas salidas de los defensores que hicieron peligrar el sitio sobre la ciudad. Pero finalmente, el 29 de agosto de 1579, día de San Pedro y San Pablo, el ejército de Alejandro Farnesio se hacía con el control de Maastricht tras tomarla al asalto. Unos 2.000 atacantes se dejaron la vida en el asedio, incluyendo más de una treintena de oficiales y al general de artillería Berlaymont. Muy pocos defensores lograron escapar, perdiendo la vida el gobernador interino, Melchior Schwarzenberger y el sargento mayor Tapino. Se calcula que entre un cuarto y un tercio de la población de la ciudad murió en aquel asedio. 

La Toma de Maastricht fue, hasta la fecha, el mayor éxito militar del joven príncipe, que ya era tomado como un veterano y experimentado general. Sus dotes para la guerra de asedio se habían revelado más que brillantes, como demostraría en los siguientes años, y su capacidad para dirigir a los hombres estaba fuera de toda duda. Felipe II había encontrado al hombre que estaba llamado a sustituir al Gran Duque de Alba como el mejor general de la Monarquía Española. En cambio, para los rebeldes holandeses, la pérdida de tan importante ciudad fue un golpe demoledor, que además les hizo perder crédito frente a las provincias católicas del sur, que además estaban descontentas por los excesos de los calvinistas, lo cual las llevó a restablecer la paz con el rey de España. Alejandro, que había contraído unas fiebres que le dejaron postrado en cama, envió a Madrid a Cristóbal de Mondragón para comunicar la buena nueva a Felipe II, y a uno de sus secretarios, Ercole Magno, para que se dirigiera a Italia a informar a sus padres de su reciente éxito militar. 


Bibliografía: 

-Primera y Segunda década de la Guerra de Flandes (Famiano Strada)

-Los sucesos de Flandes y Francia en tiempo de Alejandro Farnesio (Alonso Vázquez)

-Alexander (Luis de Carlos)

-Don Juan de Austria (Juan Antonio Vaca de Osma)

-La guerra sin fin (Ignacio José Notario López)


Alejandro Farnesio, por Sofonisba de Anguissola

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