El Milagro de Empel

Conquista y pérdida del fuerte de Schenkenschanz

 


En julio de 1635 una pequeña fuerza del Ejército de Flandes, comandada por el coronel Adolf Enholt, se hacía con el control del inexpugnable fuerte Schenkenschanz, propinando un golpe demoledor a los rebeldes holandeses que tuvieron que dar por finalizada la campaña en los Países Bajos que estaban llevando a cabo junto al ejército francés. 

1635 sería el año en que Francia entrase formalmente en la Guerra de los Treinta Años, no obstante, desde prácticamente los inicios de esta el reino de Luis XIII venía dotando de importantes subsidios a las fuerzas protestantes con la intención de desgastar a los que consideraba su principal rival en Europa: los Habsburgo. Un poderoso ejército de 30.000 soldados se internó a mediados de mayo en Flandes para reunirse con las fuerzas holandesas de Federico Enrique y tomar nada menos que Bruselas. El Cardenal Infante, enterado de los planes del enemigo, envió una fuerza bajo el mando de Tomás Francisco de Saboya, príncipe de Carignano, para tratar de detener a los franceses, pero la tremenda superioridad numérica de estos propició la derrota de las fuerzas hispánicas en Les Avins el 20 de mayo. 

Tras esto, las fuerzas francesas, comandadas por Urban de Maillé, marqués de Brezé y Gaspard III de Coligny, duque de Châtillon, se reunieron a comienzos de junio en Maastricht con el ejército holandés, y se dirigieron hacia Tirlemont. Don Fernando de Austria había desplegado una línea defensiva al oeste del río Gete con la esperanza de obtener tiempo para organizar la defensa de Bruselas. Tirlemont cayó tras ser sometida a un brutal saqueo por parte de los franceses, que incumplieron los acuerdos alcanzados entre los defensores hispánicos y los holandeses para entregarla. De allí se dirigieron hacia Lovaina, a pocos kilómetros al este de Bruselas, ya que tanto Brezé como Châtillon querían evitar dejar atrás una ciudad de esa importancia y que además contaba con una fuerza de 4.000 hombres para su defensa. 

El asedio de Lovaina fracasaría gracias a la resistencia de los defensores, dirigidos por el veterano militar Anton Schetz, las tremendas bajas entre los asaltantes, principalmente en el ejército francés, que había perdido cerca de 8.000 hombres entre muertos, heridos y desertores, y la llegada de una fuerza de socorro gobernada por el general del Imperio Octavio Piccolomini. Tras la llegada de Piccolomini a Bruselas, donde fue recibido con alegría por el Cardenal Infante, el marqués de Aytona, a la sazón gobernador de los Países Bajos desde la muerte de Isabel Clara Eugenia hasta la llegada de don Fernando de Austria, se acuarteló en Malinas a la espera de la llegada de una fuerza de 1.500 soldados españoles a las órdenes del capitán Alonso de Cosgaya, la cual reforzaría distintas unidades, incluyendo el maltrecho tercio de Alonso Ladrón. 

El día 7 de julio se reunió con el Cardenal Infante, que estaba acompañado del marqués de Orani, jefe de su guardia, y del resto del ejército, dividido en tres cuerpos. Piccolomini, Juan de Nassau y Andrea Cantelmo partirían en persecución del ejército franco holandés, mientras que don Fernando pondría sitio a la plaza de Diest, en el Brabante Flamenco, situada a medio camino entre Amberes y Maastricht. El asedio comenzó el  de julio, abriendo cuatro trincheras y ocupando los españoles la zona más expuesta, pero fueron los italianos de Carlo Guasco los que, tras ocupar una media luna de la muralla por la parte de la puerta de Zichem, lograron rendir la ciudad. La respuesta del Cardenal Infante a la invasión francesa no quedó ahí, y en Bergen-op-Zoom las fuerzas hispánicas derrotaron a una partida de caballería francesa haciendo más de 200 prisioneros. 

Tras la llegada de más refuerzos procedentes de Alemania, el Cardenal Infante reorganizó sus fuerzas. Un veterano coronel, Adolf Enholt, aseguraba que el fuerte de Schenkenschanz se había dejado casi desprotegido, pues la salida en campaña del ejército de Federico Enrique y la creación de una fuerza para hacer frente a las correrías que el II duque de Lerma, Francisco Gómez de Sandoval, llevaba a cabo con un contingente de caballos ligeros croatas, había obligado a reclutar muchos hombres. Esta última acción propició que quedasen en un estado muy mermado las guarniciones que se hallaban en la zona del alto Rin y el Betuwe. Esta información llevó a don Fernando a planificar el asalto al vital fuerte. 

El fuerte Schenkenschanz había sido construido durante el último cuarto del siglo XVI por Maarten Schenk, un veterano y muy válido soldado que había dejado el bando orangista para unirse a los españoles hasta que, en 1580 volvió a unirse a los rebeldes holandeses. En 1586, bajo la dirección del conde de Leicester, Schenk levantó un fuerte en una pequeña isla situada cerca de Emmerich, justo donde el Rin se dividía en dos, saliendo un brazo hacia el noroeste para acabar uniéndose al río Ijssel, y otro hacia el oeste que se rebautizaba como río Waal, bordeando así el condado de Zutphen y el ducado de Cleves. Aquella fortificación era ciertamente impresionante, pues se encontraba al final de una larga y estrecha lengua de arena que podía desaparecer según el caudal que llevase el río, y que partía de la isla de Betuwe, y además se componía de unos fuertes y altos muros provistos de hornabeques y con un doble foso. Contaba además con dos embarcaderos y todo lo necesario para alojar una guarnición capaz de resistir durante meses a un asedio. 

Plano del fuerte

La toma de aquel fuerte se tenía por una misión imposible y nadie, desde que en 1599 las fuerzas realistas trataran sin éxito de asaltarlo, había intentado su toma. Para la ocasión Enholt había escogido a 500 de los mejores hombres disponibles, los cuales irían con él, mientras que otras dos columnas con un número parecido de hombres servirían de distracción. La noche del 26 al 27 de julio salió de Geldern el contingente que había de tomar el fuerte, dirigiéndose hacia el norte en pequeños grupos y llevando ocultas las barcas y escalas con las que deberían asaltarlo. Así, lograron pasar inadvertidos y llegar a una pequeña población llamada Halt, donde echaron los botes al agua y remaron hasta alcanzar la lengua de tierra que unía el fuerte con la isla de Betuwe. 

Una vez en tierra avanzaron sin ser detectados hasta el doble foso, que se encontraba seco debido al poco nivel de agua que llevaba el río, y prepararon las escalas para asaltar el fuerte. En ese momento uno de los guardias que estaba en la muralla detectó la presencia de varios soldados y, tras no recibir contestación al santo y seña, disparó su arma, alertando de esa manera al resto de la guarnición, compuesta por algo más de 240 hombres. Los hispánicos se movieron rápido y treparon la muralla en un abrir y cerrar de ojos, por lo que cuando los aún somnolientos defensores se aprestaban a la defensa, fueron sobrepasados sin problemas. Los holandeses que no habían caído en los primeros instantes trataron de organizar la defensa en torno al molino que tenía el fuerte, pero sus intentos de resistir fueron en vano, y antes de que amaneciese Schenkenschanz era español. 

Menos de una decena de hombres lograron escapar del fuerte, y los muertos en el bando hispánico apenas llegaron a dos decenas de hombres. Enholt envió aviso al duque de Lerma informándole de la toma del fuerte, y este rápidamente despachó correo al Cardenal Infante, que se encontraba en Diest, esperando instrucciones. Gómez de Sandoval recibió la orden de reforzar inmediatamente el fuerte con tropas que se hallaban en la villa de Stevensweert, dejar doce compañías del tercio del marqués de Celada en las villas existentes en los alrededores del fuerte, y el barón de Wezemaal partió de inmediato con su regimiento a tomar la villa de Erkelens para reforzar la posición hispánica al sur. 

Don Fernando de Austria esperaba que los holandeses respondiesen de manera inmediata al astuto y demoledor movimiento hispánico, y así sucedió. Federico Enrique abandonó por completo la campaña de 1635 y centró todos sus esfuerzos y recursos en recuperar Schenkenschanz. Tal era su importancia que el propio conde duque de Olivares afirmaba que "sin el Schenkenschans no hay nada, aunque se tome a París, y con él, aunque se pierda Bruselas, lo hay todo". La alegría en la corte no pudo ser mayor cuando llegaron las noticias de aquel notable hecho. Federico Enrique, sin un segundo que perder, reforzó las plazas de Emmerich y Wesel, y ocupó por completo la isla de Betuwe. Para asegurar los pasos del sur, el Cardenal Infante envió una fuerza de 3.000 soldados españoles, italianos y valones bajo el mando del marqués de Lede para tomar la plaza de Straelen, uno de los objetivos conquistados con anterioridad por Alejandro Farnesio para aislar la ciudad de Maastricht. 

El 3 de agosto caían las tropas hispánicas sobre la villa cuyos 300 defensores combatieron a cara de perro hasta que los cañones empezaron a abrir brecha en los muralla. Straelen fue tomada el 4 de agosto. Mientras tanto, el tercio de Carlo Guasco se hizo con el castillo de Arcen, en la orilla oriental del río Mosa y don Fernando tomó la plaza de Goch, acuartelándose en ella mientras su infantería lo hacía en Uedem y la caballería en Kalkar. A la vez que esto sucedía, el ejército francés se había deshecho como un azucarillo en el café, y del otrora poderoso contingente que se había puesto en marcha a comienzos de mayo, para principios de agosto tan solo quedaban 8.000 infantes y apenas 2.000 caballos. Federico Enrique quedó enormemente decepcionado por la pésima calidad de las tropas galas y su falta de disciplina y la violencia que empleaban contra la población civil. 

Tras fracasar en su intento de tomar Geldern, en la margen derecha del Mosa, al sur de Cléveris, el estatúder holandés puso todo su esfuerzo y reputación en recuperar Schenkenschanz. Desde Nimega, a menos de 30 kilómetros al oeste del fuerte, había seguido el curso del río Waal y se había situado en Betuwe, desde donde pasó tropas al otro lado del Rin y preparó una batería artillera. En Schenkenschanz se encontraban con las compañías del marqués de Celada, que se habían ido replegando ante el avance holandés, y disponían de 40 piezas de artillería, abundantes provisiones de pólvora y granadas, y muchísimo trigo almacenado, carne salada y embutidos. Como Federico Enrique esperaba que las fuerzas hispánicas embistieran desde el sur, envió al coronel Casimiro al frente de doce banderas de infantería y un millar de caballos para cortarle el paso en Bislich, a poca distancia de Emmerich siguiendo el curso del Rin hacia el sur. 

Mientras, en Betuwe, los holandeses siguieron haciendo avances y estrechando el cerco sobre el fuerte. La primera acción de relevancia se produjo con la toma por parte de los holandeses de un pequeño fortín desde el que una batería de cañones defendida por 200 soldados alemanes disparaban a placer contra los trabajos de asedio. Los defensores alemanes hubieron de retirarse a toda prisa por la lengua de arena en medio del continuo fuego que se hacía desde la orilla del Rin. Tras esto, Federico Enrique ordenó construir un fuerte sobre el Waal y varias baterías de cañones en ambas orillas del río y en el istmo que unía el fuerte al Betuwe. Don Fernando envió a los tercios de Cantelmo y Sfondrati para lograr contactar con las fuerzas hispánicas del fuerte, y durante el mes de agosto ambos contendientes fueron situándose por todo el ducado de Cleves. 

Tras la muerte del marqués de Aytona, a mediados de agosto, el ejército hispánico tomó la villa de Griethausen, situada en la margen occidental del Rin, frente a Emmerich, y su caballería, especialmente la croata, amenazaba todo el ducado y las inmediaciones de Nimega. Desde Spick, en la orilla oriental del Rin, los holandeses causaban estragos a los defensores de Schenkenschanz para cubrir el avance por el dique de sus fuerzas de infantería y zapa. Por su parte, los españoles realizaban salidas para destruir los trabajos de asedio y acabar con cuantos enemigos pudieran, y recibieron el refuerzo de dos compañías de infantes del tercio del marqués de Celada y otras dos del de Francisco Zapata, antiguo tercio del de Sicilia que había traído Julián Romero. 

Plano del fuerte

Los holandeses empeñaron todos sus recursos en recuperar el fuerte antes de que la llegada del invierno paralizase las operaciones militares, pero la resistencia de los defensores, así como las ayudas enviadas por el Cardenal Infante. En los combates que se sucedieron en septiembre de 1635 murió Antonio Trejo, del hábito de Santiago, hijo mayor del marqué de la Rosa y uno de los soldados más válidos, y también el capitán Trujillos, cuya compañía quedó al mando de Juan de Somoza, caballero del mismo hábito. A finales de septiembre quedó Cantelmo al frente de 3.000 hombres en las inmediaciones del Schenk que dominaban los hispánicos, mientras que el Cardenal Infante avanzaba hacia el oeste y tomaba Gennep, en la ribera oriental del Mosa, para asegurar la ruta entre Cleves y el Brabante. 

Antes de la paralización de las acciones militares por el invierno, los holandeses lograron acabar con una fuerza de caballos croatas, y estos tomaron venganza en las inmediaciones de Nimega. En octubre, el Cardenal Infante se lanzó a la conquista del ducado de Limburgo, en manos holandesas tras la ofensiva de 1632. Envió para ello al marqués de Lede, un competente y valiente oficial, que, tras recibir refuerzos desde Luxemburgo y Namur, se asentó en Dalhem y desde allí comenzó el asedio a Limburgo, tomando la ciudad el 31 de octubre y haciéndose con el resto del ducado en los siguientes días. Antes de ello, el II duque de Lerma falleció víctima de unas fiebres. Mientras esto ocurría fuera, en el interior del fuerte se sucedían los combates contra los atacantes holandeses, dejando numerosas bajas en ambos bandos las constantes salidas de los hispánicos y el fuego de los holandeses. 

Antes de que el hielo imposibilitase los movimientos, Federico Enrique logró tomar a mediados de noviembre el castillo existente en Bijland, en la orilla oriental del río, lo que les dio otra excelente plataforma desde la que batir el Schenkenschanz. Antes de acuartelarse, ambos contendientes se dedicaron a reforzar sus posiciones de cara a la campaña siguiente. En el fuerte aguantaban algo más de 2.000 hombres bajo el mando de Enholt, que murió poco después de un mosquetazo, siendo sustituido por Goumar Fourdin. En Gennep se estableció el tercio de irlandeses de Preston con algunas compañías sueltas, y el grueso de las fuerzas quedó en los alrededores de Diest, mientras que las tropas de Piccolomini se acuartelaron en Juliers y Lieja. 

En diciembre, y a pesar del rigor del invierno, Federico Enrique siguió construyendo fuertes en la orilla del río desde donde poder batir Schenkenschanz, mientras que los hispánicos se mantenían acuartelados. Recuperar el fuerte era una obsesión para el general holandés, y fueron no pocos los intentos en pleno invierno para hacerlo, como el intento de golpe de mano ocurrido en febrero, donde los holandeses habían logrado sobornar a un capitán borgoñón para que no diese la alarma ante un asalto mediante barcas. El complot fue descubierto, el ataque rechazado y el capitán ajusticiado. Como era previsible que las fuerzas hispánicas no se pusieran en movimiento hasta la primavera, los holandeses golpearon primero movilizando todos los hombres disponibles hasta lograr formar una fuerza de 10.000 hombres con Juan Mauricio de Nassau, primo de Federico Enrique, a la cabeza para arrebatar Griethausen a los hispánicos y así cercar por completo el fuerte. 

A finales de marzo la plaza fue retomada por los holandeses y el cerco sobre Schenkenschanz era total, logrando en tiempo récord construir toda una línea de fortificaciones para evitar cualquier socorro del Cardenal Infante. Este se puso en marcha a comienzos de abril de 1636, demasiado tarde, ya que, a pesar de unir sus fuerzas a las de Piccolomini, la fuerza de asedio era demasiado poderosa y estaba bien atrincherada. La suerte de los defensores de Schenkenschanz estaba echada. A pesar de ello, Fourdin logró rechazar varios asaltos de los holandeses en las siguientes semanas, e incluso realizar algunas salidas que causaron estragos entre los sitiadores, pero la realidad es que el fuerte estaba perdido y no había esperanza alguna de recibir socorro. El 24 de abril, ante un nuevo asalto general, Fourdin entabló conversaciones para rendir el fuerte. 

El 30 de abril cayó Schenkenschanz. Apenas quedaban en él 600 defensores, muchos de ellos heridos o enfermos, a los que Juan Mauricio permitió salir con las armas al hombro y les escoltó hasta Gennep acompañados de sus familias, que habían soportado, al igual que los soldados, nueve meses de durísimo asedio. Federico Enrique podía al fin dormir tranquilo, había recuperado la joya de su corona, aunque el precio que hubo de pagar fue altísimo, ya que, si bien se desconoce la cifra aproximada de bajas rebeldes, éstas se contaron por miles, perdiendo a muchos y muy valiosos oficiales y veteranos soldados. Además, el coste de aquella empresa había sido desorbitado, dejando las arcas de las Provincias Unidas prácticamente vacías, lo que a la postre supuso una paralización de las operaciones militares durante el resto del año. El conde duque, al enterarse de la pérdida del fuerte, exclamó: "pues veo, señor, que se ha perdido la mayor joya que el Rey nuestro señor tenía en esos estados para poder acomodar sus cosas con gloria... grande golpe, señor, para el Rey nuestro señor, grande para toda España".

Asedio del Schenkenschanz. Por Frederick Hendrik

Bibliografía: 

-Con Balas de Plata I: 1631-1640 (Antonio Gómez)

-Estudios del reinado de Felipe IV (Antonio Cánovas del Castillo)

-Memoriales y cartas del conde duque de Olivares. Correspondencia con el Cardenal Infante don Fernando. 1635-1641 (John H. Elliott; Fernando Negredo del Cerro)

-La Guerra de los Treinta Años: una visión desde la Monarquía Hispánica (Fernando Negredo del Cerro)



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