El 26 de mayo de 1642, en el marco de la ofensiva española en el norte de Francia, las fuerzas hispánicas de Francisco de Melo, derrotaba al ejército francés de la Champaña, bajo el mando del conde de Guiche, en las proximidades de la abadía de Honnecourt.
La muerte en Bruselas de Fernando de Austria, el Cardenal-Infante, el 9 de noviembre de 1641, había caído como un jarro de agua fría sobre las aspiraciones españolas en mantener la hegemonía europea en la Guerra de los 30 Años. Las revueltas de 1640, promovidas por los enemigos de la Corona española, en Cataluña y Portugal, con la pérdida de esta última, habían dibujado un panorama bastante oscuro en el horizonte del reinado de Felipe IV, lo que sumado a la pérdida de su mejor general y hermano, hicieron presagiar un desplome en las acciones que España llevaba a cabo en Europa.
A comienzos de diciembre el Rey Planeta nombraba al conde de Assumar, Francisco de Melo, gobernador de los Países Bajos y capitán general del Ejército de Flandes. Melo había permanecido leal a la causa española a pesar de la independencia de Portugal y ahora era recompensado por el rey. Francia se había erigido en la nueva potencia a batir en Europa. Su entrada de facto en la Guerra de los Treinta Años se produciría en 1635, si bien desde el inicio de la contienda apoyó con grandes sumas de dinero e incluso con ejércitos, como en la caso de la Guerra de Sucesión de Mantua, a los enemigos de la Casa Habsburgo.
Francia, siempre atenta a cualquier daño que pudiera causar a España, no solo había apoyado y financiado las revueltas en Cataluña, sino que había atacado abiertamente las posesiones españolas del Rosellón y Perpiñán, por lo que, para aliviar la presión francesa en los Pirineos, el Consejo de España había ordenado a Melo avanzar desde Flandes contra el norte del país galo. Dicho y hecho. Francisco de Melo, bien informado de que los holandeses no estaban en condiciones de plantar cara a comienzos de año, armó su ejército llevando todos los preparativos en el más estricto secreto, y a principios de abril comenzó su ofensiva contra Francia desde sus bases en Flandes.
El 19 de abril el ejército de Melo, con Jean de Beck, barón de Beaufort, como segundo al mando, sitió la ciudad francesa de Lens. Esta ciudad serviría para proteger la retaguardia de las tropas españolas en su objetivo principal, que era la plaza fuerte de La Bassé, una de las plazas que los franceses habían tomado a los españoles tras su entrada en la guerra. El asedio fructificó apenas dos días después, cuando las defensores de la villa se rindieron incondicionalmente antes de que los tropas hispánicas la tomasen al asalto.
Acto seguido Melo se puso en marcha nuevamente y cayó a los pocos días sobre La Bassé, un importante y estratégico bastión francés en la frontera con Flandes. Los defensores de la fortaleza de La Bassé, unos 3.000 hombres, resistieron cuanto pudieron, conscientes de que dos ejércitos franceses bajo las órdenes del conde de Harcourt y de Antoine de Gramount, conde de Guiche, se habían puesto en marcha para socorrerla. Mas nunca llegarían a auxiliar la plaza, rindiéndose ésta al cabo de tres semanas de asedio el día 13 de mayo.
Ahora los condes franceses, cuyas fuerzas eran bastantes superiores a las disponibles por Melo, iban a cometer un error de suma importancia: dividir sus fuerzas tras caer en el engaño planeado por Melo, quien había mandado a parte de sus fuerzas hacia la frontera con los holandeses ante el aviso de que estaban reuniendo tropas para una posible campaña de verano. Harcourt se dirigió al oeste hacia Boulogne-sur-Mer, mientras que Guiche marchó hacia Le Catêlet, ya en territorio francés, situada al sur de Cambrai, plaza en manos españolas gobernada por Alonso Pérez de Vivero y Menchaca, conde de Fuensaldaña, que era castellano de Cambrai, maestre de campo y general de artillería de la frontera de Francia. Ahí se dirigió Melo con su ejército y, tras consultar con su consejo de guerra y el conde, resolvió que había que salir al encuentro del ejército francés de la Champaña.
Partió Melo a toda prisa desde Cambrai en mitad de la noche y en medio de unas fuertes lluvias que dejaban los caminos impracticables. A pesar de las dificultades atmosféricas el ejército hispánico logró avanzar en buen orden y rápidamente, toda una proeza en aquel tiempo. Bien informado por sus caballos de reconocimiento, Guiche tuvo conocimiento de la pronta llegada de los españoles por lo que decidió plantar cara a éstos en las proximidades de la villa de Honnecourt, situada a unos 15 kilómetros al norte de Le Catêlet siguiendo el curso del río Escalda. Allí plantó su campamento y se atrincheró en una pequeña colina cercana a la abadía de la villa.
La posición defensiva adoptada por los franceses era en forma de cuña, con el pico de ésta apuntando hacia el oeste. La elección de un terreno elevado les permitiría frenar mejor un posible avance enemigo. Además Guiche había ordenado construir una serie de trincheras y fortificaciones con las que esperaba desgastar más cualquier intento de Melo de llegar hasta él. Al este de su posición se encontraba la abadía de Honnecourt y el río Escalda les protegía de cualquier ataque por su retaguardia y de un posible envolvimiento. En la falda norte de la colina se encontraba el pequeño bosque de Millard, que pensaba Guiche que ofrecía una excelente protección contra cualquier tipo de asalto, por lo que ahí, en el ala derecha de su formación, emplazó las unidades más experimentadas.
Al amanecer del día 26 de mayo el ejército de Melo llegó al campo de batalla. Las fuerzas francesas, algo más de 10.000 hombres, se desplegaron en forma de cuña o de L. Sus 7.000 infantes estaban divididos en 8 batallones de infantería. En la primera línea del ala derecha, mandada por el señor de Courcelles se situaron, como se ha dicho, las fuerzas más veteranas: los regimientos de Piamonte, de Rambures y de Vervins. Detrás de ellos, en la segunda línea, se concentraron 7 escuadrones de caballería, incluyendo los carabineros de D'Arnault, que a su vez protegía el flanco derecho de la infantería francesa.
El centro lo mandaba el señor de Lennocourt, con el resto de batallones de infantería, algunos escuadrones de caballería en segunda línea y toda la artillería francesa. El ala izquierda del ejército de Guiche, bajo las órdenes del conde Josías Rantzau, incluía 9 escuadrones de caballería que podían desplazarse a cualquier parte del campo de batalla como apoyo. Finalmente la reserva contaba con 6 escuadrones de caballería bajo el mando del propio Guiche, quien además había apostado varias unidades de mosqueteros del regimiento de Batilly en la abadía de la localidad.
El ejército de Francisco de Melo era un contingente muy poderoso y estaba compuesto por unos 8.000 infantes organizados en 16 tercios y regimientos y unos 5.000 caballos, divididos en 40 escuadrones, así como 20 piezas de artillería, que rápidamente emplazó Carlos Guasco, marqués de Solerio, en una cima situada a una mayor altura que la posición francesa. Por debajo de la artillería se desplegó el ejército español en idéntica forma al ejército francés pero con un frente más amplio; el ala derecha estaba mandada por Antonio Sancho Dávila de Toledo y Colonna, marqués de Velada, y contaba con 20 escuadrones de caballería española, italiana y alemana. En el ala izquierda se situaron otros 20 escuadrones de caballería valona y alsaciana que mandaba el conde Bucquoy.
El centro español lo ocupó la infantería bajo el mando del propio Melo. Desplegados en 3 líneas, la derecha de la primera línea la ocuparon, como era habitual por ser el lugar de más honor y también de mayor peligro en la batalla, los Tercios Viejos españoles de Alonso de Ávila, del duque de Alburquerque, de Jorge de Castelví, el del conde de Villalba y el de Antonio Velandia, y cubriendo su flanco izquierdo se encontraban los veteranos tercios italianos del conde Alfonso Strozzi y de Giovanni delli Ponti.
La segunda línea del centro hispánico la ocupaban, de derecha a izquierda, el regimiento irlandés del coronel Owen Roe O´Neill, así como los regimientos valones del príncipe de Ligné, del conde de Grobendonck y del señor de La Grange, todas ellas unidades muy capaces y experimentadas. Por último, la tercera línea era ocupada por los regimientos alemanes de Jean de Beck, y de Antonio Frangipani, el regimiento valón del señor de Conteville y los regimientos alemanes de Van der Bar, de Rouvroy, y del barón de Verwoert.
Disposición de las tropas, por Desperta Ferro |
Una vez dispuesto el ejército español Melo ordenó a Guasco comenzar el bombardeo del campo francés con su artillería pasadas las 14 horas. La mayor altura de ésta causó estragos entre las fuerzas francesas, por lo que Melo ordenó a los tercios de Villalba, Velandia, Strozzi y delli Ponti cargar sobre el bosque de Millard, acompañados por la caballería de Bucquoy. Por delante de ellos varias mangas de mosqueteros españoles fueron barriendo las unidades dispersas que defendían el pequeño bosquecillo, mientras el ala izquierda de la caballería de Bucquoy avanzaba sobre el flanco derecho del señor de Courcelles.
El masivo ataque español sorprendió por completo a los franceses, que no se esperaban un ataque de tal envergadura a través del bosque, emprendiendo la retirada de forma descontrolada. Los tercios de Villalba y Velandia cruzaron el bosque y se unieron a los tercios italianos y los caballos de Bucquoy para comenzar a subir la colina donde se emplazaba el ejército francés, que se encontraba perfectamente formado y emplazado en su sistema defensivo.
El avance sobre las trincheras fue detenido por la artillería francesa y los refuerzos enviados por Guiche y Rantzau. Los caballos de Bucquoy resistieron a duras penas aquel ataque, mientras el Tercio de delli Ponti sufría la mayor cantidad de bajas entre las fuerzas hispanas. Guiche vio por dónde flaqueaba el ejército de Melo y ordenó el avance de toda su ala derecha con el objetivo de envolver la izquierda española. El peligro era más que evidente.
El contraataque francés amenazaba con acabar con la contienda por la vía rápida por lo que los tercios españoles de Villalba y Velandia formaron en posición defensiva, apoyados por los regimientos valones mandados por el príncipe de Ligné. De este modo sus mosqueteros comenzaron a mantener un fuego constante mientras cubrían la retirada en perfecto orden de los italianos y los jinetes de Bucquoy, que pudieron refugiarse tras los cuadros españoles y valones.
Una vez rechazado el ataque y recompuestas sus filas, Melo ordenó un segundo ataque por el flanco derecho francés con la caballería, que fue rechazado gracias a los refuerzos enviados por Rantzau. A su vez, el centro español volvió a la carga, empujando con fuerza, pero la excelente línea de trincheras francesas y la buena actuación de los regimientos de Vervins, Piamonte y Rambures hicieron fracasar nuevamente el ataque. Con todo Melo y Beck sabían que era cuestión de tiempo que la infantería francesa, inferior en calidad, acabase cediendo, por lo que ordenaron otro nuevo ataque de su flanco izquierdo.
La caballería valona y alsaciana de Bucquoy volvió a la carga apoyada por los tercios de Villalba, Velandia, Strozzi, delli Ponti y los valones de Ligné. En esta tercera carga la caballería de Bucquoy logró flanquear con éxito por la derecha a los jinetes galos, mientras que la infantería cayó sobre su flanco izquierdo con toda la potencia de fuego de la que disponía. Toda el ala derecha del señor de Courcelles se derrumbó inexorablemente. La caballería emprendió la huida dejando a los regimientos de infantes franceses solos ante el avance de los tercios.
Era el momento de un ataque masivo. Melo ordenó cargar al marqués de Velada, quien se lanzó con tremenda violencia contra los escuadrones de caballos de Rantzau. Instantes antes los cañones españoles habían preparado el terreno y abierto profundos huecos en las formaciones francesas. Al mismo tiempo se habían empezado a mover los tercios de Ávila, Alburquerque y Castelví. Subiendo la colina ya encontraron una fuerte resistencia, pues la artillería enemiga estaba emplazada fundamentalmente hacia aquella dirección, lo que unido a la mayor veteranía de las unidades francesas de dicha posición, hizo que el ataque español fuera rechazado.
Más a la derecha la caballería de Velada hacía frente a la resistencia de los jinetes franceses, muy desordenados por el cañoneo de los españoles, pero aún así aguantando. Los tercios españoles volvieron una segunda vez a la carga encontrando una desesperada resistencia por parte del centro francés de Lenoncourt, que no cesaba en ir y venir por sus filas dando instrucciones e infundiendo ánimos entre sus hombres. Una vez más los españoles no fueron capaces de superar la línea de trincheras enemigas.
Melo ordenó rehacer filas y cargar nuevamente. Los españoles, a pesar de ser rechazados dos veces, apenas habían sufrido bajas, por lo que nuevamente subieron la colina y volvieron a intentar tomar la posición francesa. A su vez Velada conseguía hacer retroceder a Rantzau, mientras que la izquierda española perseguía hasta el río Escalda a las unidades enemigas que huían en desbandada. Guiche se unió a Lenoncourt para tratar de subir la moral de sus hombres, y resultó. Un tercer ataque español fue rechazado.
Melo, impaciente ya, ordenó a Beck movilizar el resto de las tercera línea de su ejército que ascendió la colina tras los tercios españoles. El propio Melo cargó con sus tropas, por lo que los infantes españoles, espoleados por tener con ellos a su general, cargaron con un ánimo desmedido. Batiéndose a fuego y acero los españoles empezaron a tomar una por una las trincheras francesas y lograron volver contra el enemigo sus propios cañones.
Algunos escuadrones de caballería francesa trataron de socorrer a los infantes, pero Velada logró flanquear definitivamente el ala izquierda enemiga y romper la resistencia en el centro francés. La victoria estaba al alcance de la mano. Los últimos reductos enemigos claudicaron a última hora de la tarde. Muchas de las tropas que huían despavoridas y que eran perseguidas por los jinetes alemanes y croatas, perecieron ahogadas en las aguas del Escalda o bajo el acero de las espadas de la caballería de Melo. El propio Guiche salvó su vida de milagro, logrando escapar con algunos pocos de sus hombres. La victoria fue total. Los franceses tuvieron unos 3.400 muertos y más de 500 heridos, además de que más de 3.200 hombres acabaron presos, incluyendo casi 400 oficiales. Además se ganó todo el bagaje enemigo, unos 500 carromatos, toda su artillería y banderas, y una gran suma de dinero.
Los supervivientes franceses se refugiaron en Le Catêlet y Guiche apenas logró reunir a unos 1.500 de sus hombres allí dos días después. El ejército de Francisco de Melo se mantuvo durante varios días en los campos de batalla de Honnecourt, vigilando que las fuerzas de Harcourt no pudieran llegar hasta los restos del ejército de Guiche. El ejército español apenas hubo de lamentar 400 bajas entre muertos y heridos, y tuvo que maniobrar dividiendo su ejército hacia el Rin y hacia la frontera con Holanda ya que tanto franceses como holandeses movían sus tropas en esa zona, por lo que la opción de seguir penetrando en el corazón de Francia se desvaneció.
Batalla de Honnecourt, por Pieter Snayers |
Francisco de Melo, conde de Assumar |
Antoine de Gramont, conde de Guiche |
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