La Guerra del Monferrato había concluido en 1617 pero las tensiones entre el ducado de Saboya, apoyado por Francia, habían hecho peligrar el antiguo Camino Español, por lo que los soldados de Felipe III hubieron de buscar una alternativa, y la encontraron atravesando la región de la Valtelina, una zona montañosa del norte del Milanesado pegada al cantón de los grisones. Esta región se había mantenido bajo autoridad del ducado de Milán desde el siglo XIV, pero a partir del siglo XVI surgieron tensiones tras la llegada del calvinismo al cantón grisón.
Los grisones, llamados así según parece por sus ropajes grises, invadieron parte de la Valtelina y persiguieron sin tregua a los católicos de la región. Los grisones no dudaron en torturar y asesinar al arcipreste de Sondrio, Nicola Rusca, en septiembre de 1618. Los católicos estallaron ante tal provocación y se rebelaron contra los calvinistas. A mediados de julio de 1620 los católicos, liderados por Robustelli di Grosotto, lograron hacerse nuevamente con el control de la Valtelina y deshacerse del poder grisón en la región.
Pero los grisones no tardaron en organizar un nuevo ejército de 3.000 mercenarios suizos bajo el mando de los capitanes Güller y Salis, que se hizo con todo el valle de Sondrio, regado por el río Adda, a comienzos de agosto. El nuevo gobernador del Milanesado, Gómez Suárez de Figueroa, el Gran Duque de Feria, informó a la corte y al papa de los acontecido. Felipe III no dudó en calificar la Valtelina como territorio bajo protección española y el papa Pablo V apoyó la intervención española contra los calvinistas aportando cuantiosos fondos a la causa.
Para frenar el avance de los grisones el duque de Feria contó con el Tercio de Saboya, bajo el mando de Juan Bravo de Laguna, y con 1.000 jinetes de la caballería del Milanesado comandada por Jerónimo Pimentel. La tropas se reunieron en el Fuerte de Fuentes, fortaleza levantada por Pedro Enríquez de Acevedo, conde de Fuentes, en el valle del río Adda y del río Mera, sobre una pequeña colina a las orillas del extremo norte del lago Como. Desde allí Pimentel y Laguna organizaron la ofensiva contra los grisones que se concentraban en Chiavenna, expulsándolos de allí, y ocupando y fortificando las plazas de la zona.
Pero los grisones no se rindieron y enviaron un nuevo ejército financiado por los venecianos, ávidos de cualquier acción que socavara el poder español. Las tropas grisonas invadieron la región de Bormio, situada al este de Chiavenna, tomando la villa de Bormio y de Foscagno, por lo que los españoles avanzaron hasta Tirano, ocupándola con una guarnición de 800 españoles y 500 italianos, más cuatro compañías de caballos, y amenazando el flanco occidental de las tropas grisonas.
Los calvinistas, con un ejército de cerca de 7.000 soldados, avanzaron desde Bormio para expulsar a los españoles de Tirano. Pese a la inferioridad numérica Pimentel, estudiando previamente el terreno, salió al encuentro del enemigo. Situándose a los lomos de una pequeña colina que daba acceso al valle, colocó a sus jinetes tras la protección de una arboleda y a los arcabuceros y mosqueteros parapetados tras los muros que servían de separación de las distintas fincas existentes en el valle.
El enemigo mordió el anzuelo y avanzó en dirección al grueso de la infantería española del Tercio de Saboya. En su camino los mosqueteros españoles comenzaron a abrir fuego apoyados por la caballería dirigida por Octavio Custone. Los soldados grisones comenzaron a amilanarse ante el empuje de los jinetes españoles; de nada sirvió que una bala perdida de un arcabuz acabara con la vida de Custone, pues los españoles siguieron martilleando los flancos del enemigo, que aún conservaba la formación cuando un disparo de mosquete mató al comandante suizo Niklaus von Mülinen.
A partir de ese momento los grisones se descompusieron, retrocediendo desordenadamente ante el empuje de la infantería española que ahora pasaba al ataque contra la vanguardia suiza. Muchos soldados enemigos murieron ahogados tratando de cruzar el río Adda, mientras los españoles se hacían con todos los pertrechos. En ese momento la retaguardia grisona se puso en marcha para evitar el desastre, pero Pimentel reaccionó bien y consiguió recomponer sus filas dando cara al enemigo que de nuevo asomaba por la colina.
Los españoles repitieron la maniobra de acoso con sus mosqueteros y arcabuceros y con cargas esporádicas de sus jinetes, mientras que los calvinistas trataban de alcanzar las posiciones de la infantería del tercio de Juan Bravo de Laguna, pero el mando suizo, advertido por lo que había ocurrido antes, decidió no jugársela y no acometer el asalto final, a pesar de las constantes provocaciones de los hombres de Pimentel.
Los grisones decidieron abandonar el campo de batalla aquella misma noche. A la mañana siguiente Pimentel despachó noticias al duque de Feria y mandó fortificar el territorio ante otro posible ataque grisón en la zona. Si bien las tensiones siguieron existiendo en la zona, un acuerdo firmado en febrero de 1621 ponía momentáneamente fin al problema, devolviendo Bormio a los grisones bajo condición de que respetasen el culto católico y de que se garantizara el libre paso de tropas, así como el comercio.
Poco tardaron los grisones en romper el pacto y atacar por toda la región de Bormio, introduciéndose incluso en territorio tirolés, lo que provocó la entrada en acción del ejército del archiduque de Austria, Leopoldo V de Habsburgo. El avance de los ejércitos austriacos y las noticias de que el duque de Feria se dirigía a la zona al frente de los tercios acantonados en el Milanesado pusieron en fuga a los grisones, cuyos líderes fueron capturados o ejecutados. La guerra en la Valtelina parecía haber llegado a su fin, pero nada más lejos de la realidad.
Levantamiento de los católicos. Grabado de la época |
Gómez Suárez de Figueroa, duque de Feria |
Mapa de los grisones, de Phillip Clüver |
Grisones. Grabado de la época
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No sabía que Venecia había sido tan enemiga de España. Después de sacarles las castañas del fuego contra los turcos lo pagan así. En fin.
ResponderEliminarVenecia por norma general mantuvo una política de hostilidad con España por sus posesiones en Italia y jugó una doble juego en política, pactando con franceses y otomanos cuando le convino, sobre todo a partir de finales del siglo XVI. Venecia jamás desaprovechó ocasión para financiar a quien quisiera plantar cara a los españoles.
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