El 14 de abril de 1574 el ejército hispánico, bajo el mando del maestre Sancho Dávila, obtenía una brillante victoria sobre las tropas protestantes de Luis de Nassau en la localidad de Mook, en la provincia de Limburgo.
En el marco de la Guerra de los 80 años, Luis de Nassau se lanzó con sus tropas desde Alemania a comienzos de 1574. En febrero cruzó la frontera con la misión de unirse a Guillermo de Orange. Con 6.000 infantes y 3.000 jinetes invadió el Brabante e intentó desviar la atención española, cuyas tropas se encontraban asediando Leiden desde octubre del año anterior.
Luis de Requesens, gobernador de los Países Bajos, apenas disponía de hombres, por lo que Luis de Nassau creyó que los católicos no podrían contener su ofensiva. Pero no contó con la extraordinaria capacidad española para reaccionar en situaciones adversas y sobre todo, con la calidad de sus tropas.
Requesens, en cuanto tuvo constancia de la invasión protestante, envió todos los hombres que fue capaz de reunir. El plan: tratar de interrumpir el avance de Luis en el río Mosa. Para ello los españoles recurrieron a escaramuzar con el enemigo ante la superioridad numérica de éste. Uno de estos episodios se dio el día 18 de marzo cuando, mediante una encamisada, táctica muy usada por los españoles, con apenas 300 arcabuceros españoles y casi igual número de valones, causaron al enemigo más de 700 bajas, por tan solo 4 valones y 3 españoles muertos.
Gracias a esto las fuerzas hispánicas lograron ganar tiempo y reunir un ejército de 5.000 infantes y 800 caballos bajo el mando de Sancho Dávila. Luis de Nassau, incapaz de franquear el Mosa, se veía ahora perseguido por las tropas españolas, que buscaban una batalla decisiva para eliminar la amenaza protestante en la región.
Dávila, el "Rayo de la Guerra", vio su oportunidad y la aprovechó; en las cercanías de la localidad de Mook, a orillas del río Mosa, plantó batalla al enemigo. El general protestante dispuso sus tropas buscando la protección de un cerro cercano, donde apostó más de un millar de soldados. En su flanco derecho situó casi 2.000 jinetes y a su izquierda formó el grueso de sus tropas: 25 banderas, la mayoría de arcabuceros, y otras 10 banderas más, atrincheradas en posiciones algo más avanzadas.
Por su parte Sancho Dávila formó su ejército en 5 escuadrones; 25 compañías de los Tercios Viejos de Nápoles y Lombardía formaban el centro hispano. Comandaban éstas los maestres de campo Gonzalo de Bracamonte y Hernando de Toledo. Iban con éstos otras 16 compañías valonas bajo el mando de Cristóbal de Mondragón. A la izquierda del grueso del ejército formaban casi 600 arcabuceros a caballo, a cuyos flancos se disponían unos 200 herreruelos más. A estas tropas se les sumaría poco antes de la batalla cerca de 300 arcabuceros procedentes del Tercio de Sicilia.
Empezaron los combates con una avanzadilla de españoles descargando el fuego de sus arcabuces sobre el enemigo, que respondió de la misma manera. Según relata Julio Albi en su obra "De Pavía a Rocroi", "hora y media duró el combate hasta que viendo que tiraban algo más flojamente, dan el asalto y les desalojaron del trincherón".
Los combates por aquella trinchera se recrudecieron enormemente; los holandeses contraatacaron recuperando nuevamente la posición, a lo que respondió Sancho Dávila enviando otros 300 arcabuceros españoles y valones junto con 100 piqueros para protegerles, que lograron tomar la trinchera de nuevo. Un capitán y un alférez español murieron junto a varios de sus hombres en aquellos cruentos combates.
Los protestantes enviaron su caballería a restablecer la situación. Muchos más numerosos, los jinetes holandeses intentaron romper la posición española, consiguiendo repeler un contraataque de los herreruelos de Dávila. De no ser por la intervención de los sufridos piqueros españoles, los protestantes podrían haber roto la formación del ejército hispánico y poner en serios apuros a los católicos. Un par de cargas con las pocas por ambos flancos del enemigo, y otra por el frente, descompusieron las líneas de los protestantes, que ahora huían en desbandada.
El desastre enemigo fue total. Más de 3.000 hombres perecieron en aquel combate. Se les arrebataron 30 banderas, 3 estandartes y 2 cañones, y sus comandante, Luis de Nassau, su hermano Enrique de Nassau y el duque Palatino, murieron. Por la parte española solo hubo que lamentar una veintena de muertos y más de un centenar de heridos, algo casi milagroso dada la envergadura de la contienda.
De nuevo se mostró la efectividad y disciplina de los Tercios, capaces de superar cuantas adversidades se les pusieran por delante, aun en condiciones imposibles. La importancia de mantener la formación resultó ser la clave de la batalla. Pero a la par de los éxitos militares marchaban la falta de recursos económicos, algo que perseguiría a España durante toda la guerra, y que al final haría imposible mantener en funcionamiento su extraordinaria maquinaria de guerra.
Los españoles no pudieron explotar, como tantas veces sucedería, la brillante victoria por la falta de dinero y el atraso en las pagas de sus soldados, que se acabarían amotinando.
Grabado de la batalla de Mook |
Sancho Dávila |
Luis de Nassauge |
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