El 2 de marzo de 1579 las fuerzas españolas, dirigidas por Alejandro Farnesio, príncipe de Parma, vencían a las tropas inglesas y francesas que apoyaban a los protestantes holandeses de la Unión de Utrecht, en la villa de Borgerhout.
Desde su nombramiento en el cargo de gobernador de los Países Bajos, tras la muerte de su tío Juan de Austria, Alejandro Farnesio, que había llegado a Flandes hacía menos de año y medio, había impulsado una extraordinaria labor diplomática y militar que llevó a la firma de la Unión de Arras, con la que las provincias del sur mostraban su compromiso de permanecer leales a la Corona Española.
Los Estados Generales, por su parte, firmaron la Unión de Utrecht el 23 de enero de 1579, ante la amenaza que suponía el imparable avance de las tropas de Farnesio. Bruselas estaba en serio peligro y los protestantes buscaron refugio en Amberes. El príncipe de Parma, a comienzos de año diseñó una estrategia de acoso y derribo contra los protestantes, que le llevó a tomar Weert y a derrotar a las temibles reiters alemanes de Juan Casimiro en Eindhoven y ponerlos en fuga. Entonces decidió sitiar la ciudad de Maastricht, su principal objetivo, de tal forma que quedase expedito el camino hacia la ansiada Amberes.
Por su parte, y dentro de dicha estrategia, el príncipe de Parma envió al coronel español Cristóbal de Mondragón con la misión de aislar los Países Bajos por el este, evitando que los protestantes alemanes pudieran socorrer a los holandeses, y tomando las importantes villas de Strelen, Erkelenz y Kerpen. De este modo Maastricht quedó completamente aislada por el norte y por el este. Por otro lado, los espías del gobernador le habían informado de la presencia de un contingente de selectas tropas de calvinistas franceses, junto a las inglesas y escocesas de John Norreys en la villa de Borgerhout.
Farnesio resolvió combatirlas, de tal modo que eliminaba una amenaza para la retaguardia española a la vez que privaba a la Unión de Utrecht de sus mejores tropas sobre el terreno. Al mando de aquellos hombres estaba el mariscal francés François de la Noue, que había sustituido al conde de Bossu como jefe del ejército de los Estados Generales, y que había acampado en Borgerhout, un arrabal de la ciudad de Amberes, tras negársele la entrada en ésta ante el temor de que sus hombres cometieran saqueos y pillaje, y la imposibilidad de alimentar a tantas bocas. El 23 de febrero el ejército real se puso en marcha en dirección a Borgerhout; no podían dejar escapar a la presa esta vez.
El 2 de marzo el ejército real se desplegó sobre el campo de batalla: se situaron tres tercios en la vanguardia de apenas 12 compañías divididas cada uno; la izquierda quedó al mando del tercio de españoles de Lope de Figueroa. El centro estuvo confiado a Claude de Berlaymont y su regimiento de valones, mientras que la derecha, al mando de Francisco de Valdés, estaba compuesto por escogidos soldados flamencos. Estas tres fuerzas fueron reforzadas cada una por un centenar de mosqueteros españoles. Por detrás de ellos se situaba la caballería ligera bajo el mando de Antonio de Olivera. El grueso del ejército, que sumaba casi 5.000 soldados en total, quedaba en la reserva, mandada por el conde de Altemps, con los regimientos de Georg von Frundsberg en el centro, la caballería del duque Francisco de Sajonia-Lauenburg a la derecha, los lanceros de Pedro de Tassis a la izquierda, reforzados a izquierda y derecha por arcabuceros españoles y valones. Por último, la caballería pesada de Octavio de Gonzaga se hallaba cubriendo la retaguardia.
Las tropas de De la Noue y Norreys, unas 30 banderas, contaban con unos 4.000 hombres en total y un centenar de jinetes. Estaban bien atrincheradas y protegidas por un foso que habían excavado y un arroyo. Guillermo de Orange, que se encontraba en la ciudad de Amberes junto al archiduque Matías de Habsburgo, a muy poca distancia de Borgerhout, contaba, según las crónicas de Alonso Vázquez, con cerca de 25.000 hombres en la villa, y desplegó 4 regimientos en las plazas de Termonde y Ath, situadas entre Amberes y Borgerhout, para proteger el fortín protestante.
Farnesio, acompañado de unos pocos jinetes, inspeccionó personalmente el estado de las defensas y las tropas enemigas. Una vez observado todos los pormenores, dio la orden de atacar, estimulando las rivalidades entre las tres naciones que componían la vanguardia del ejército realista. El ataque empezó con un fuerte cañoneo desde el campo realista. El tercio de Figueroa asaltó la villa desde el sur, mientras que los valones de Berlaymont lo hacían desde el norte y los hombres de Valdés atacaban directamente por el centro. El sargento Camille Sacchino, al frente de algunas banderas valonas, logró tomar la posición del puente del arroyo, mientras que los mosqueteros españoles se batían con los calvinistas franceses.
De la Noue trató de frenar el avance en el arroyo, al objeto de impedir que más tropas pudieran cruzar y comprometer aún más su situación, pero fue un intento inútil, ya que los valones defendieron esa posición a sangre y fuego. Por otro lado, los hombres de Valdés, gracias a las dos piezas de artillería que llevaban, abrieron una brecha en uno de los muros que protegían la villa. Farnesio, viendo la buena marcha del ataque, se hizo cargo de los lanceros de Pedro de Tassis y junto a la caballería ligera de Olivera se lanzó a rematar la faena.
Ahora los franceses e ingleses se parapetaban en el interior de la villa, defendiéndose como podían y ofreciendo bastante resistencia. Pero no pudieron aguantar el empuje de los hombres de Farnesio. El Tercio de Lope de Figueroa consiguió traspasar las últimas defensas de la villa y la caballería hizo el resto. El enemigo se retiraba incendiando sus cuarteles para cubrir su huida y frenar el avance de los realistas. Guillermo de Orange, que observó el combate desde la seguridad de los muros de Amberes, no hizo nada por auxiliar a sus más experimentadas tropas, a las que se dirigía como "sus valientes". Tan solo se abrieron las puertas de la ciudad para acoger a los heridos y huidos, y se dispararon tímidamente los cañones para evitar que los españoles llegaran hasta ella. Farnesio ordenó reagruparse en Borgerhout, descansar y partir inmediatamente a Turnhout.
Las bajas de los rebeldes oscilaron entre los 800 y los 1.000 hombres, hablando algunas crónicas de 200 muertos, mientras que los hombres del príncipa de Parma, según la carta enviada por éste a su padre, contaron con unas irrisorias bajas de 8 muertos y 40 heridos. Alejandro logró distraer así a los protestantes de su objetivo principal, que era la villa de Maastricht, a la cual puso asedio el 8 de marzo, tan solo 6 días después de vencer en Borgerhout, sin que Guillermo de Orange y François de la Noue pudieran hacer nada para reforzarla.
La victoria supuso un duro golpe a la causa protestante, no solo por los excelentes hombres que perdieron, sino por las deserciones que se sucedieron entre los valones que combatían para ellos. Emanuel Philibert de Lalaing, que había sido comandante de un regimiento protestante en Gembloux, se pasó a la causa española con 5.000 valones, tomando Menen para el príncipe de Parma. Maastricht, además, sería tomada tras un brillante asedio de 4 meses.
Toma de Borgerhout |
François de la Noue |
Alejandro Farnesio
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John Norreys |
Interesante artículo. Lástima que los recursos se acaban siempre antes de terminar de reconquistar el territorio protestante.
ResponderEliminarAsí es. España siempre padeció una terrible falta de recursos humanos y económicos.
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