El 14 de julio del año 1616 daba comienzo una batalla naval entre una pequeña flota del imperio español y una potente armada del imperio otomano, en las aguas del cabo de Celidonia, cercanas a las costas de Chipre.
El nuevo virrey de Nápoles, Pedro Téllez de Girón, III Duque de Osuna, había reorganizado la flota del virreinato consciente del peligro que suponía la piratería berberisca en las aguas del Mediterráneo. Una de sus medidas fue la paulatina sustitución de las galeras por galeones. Una de las nuevas escuadras fue puesta bajo el mando de Francisco de Rivera, capitán natural de Toledo.
La misión de Rivera era partir desde Sicilia hacia el mediterráneo oriental y poner freno a las acciones de la piratería berberisca y de paso castigar los territorios otomanos. Para ello contaba con 5 galeones y un patache. El galeón "Concepción" era su capitana y contaba con 52 cañones. Con él iban también el "Buenaventura", de 27 cañones, bajo el mando de Íñigo de Urquiza; el "Almirante", de 34 cañones y con Serrano al frente; el "Carretina", con otros 34 cañones y comandado por Valmaseda; el "San Juan Bautista", galeón capitaneado por Juan de Cerceda y que contaba con 30 piezas de artillería; y el patache "Santiago", bajo el mando de Garraza. Como refuerzo embarcaron 1.600 infantes españoles.
Rivera recaló en aguas chipriotas, controladas por el imperio otomano, inspeccionando diversos puertos y entablando varios combates en los que apresaría algunas embarcaciones otomanas. Al llegar al puerto de Salinas los soldados desembarcaron y acabaron con las defensas del puerto. En Famagusta logró apresar un corsario inglés. El bey de Chipre pidió ayuda a la flota otomana, por lo que Rivera puso rumbo al cabo de Celidonia con la esperanza de toparse con las naves enemigas. Esto sucedió el 14 de julio.
El Turco había mandado una potente escuadra formada por 55 galeras que contaban un total de 275 cañones. En ellas iban embarcados 12.000 hombres. Los turcos, confiados en su imponente superioridad numérica, buscaron el combate con la escuadra española en las aguas próximas a Celidonia. Con su formación clásica de media luna, esperaban una fácil victoria. Por su parte, Rivera dispuso sus buques en línea, dejando dos buques en retaguardia a la espera de intervenir una vez recibieran órdenes.
Rivera se lanzó entre la formación otomana y a las 9 de la mañana descargó con violencia sus cañones desde ambas bandas. Los turcos trataron sin éxito de llegar a los buques españoles y abordarlos, pero el constante cañoneo español contuvo durante todo el día a la flota enemiga. Al anochecer los otomanos se replegaban a sus posiciones iniciales; habían perdido 8 galeras que acabaron escoradas y fuera de combate.
A la mañana del día 15 los turcos volvieron a la carga. Más motivados y con mayor ferocidad, buscaron el combate cuerpo a cuerpo. Pero los españoles no se arrugaron y con un intenso fuego de artillería y de mosquetería causaron enormes pérdidas en el enemigo. De nada le sirvió a los turcos tratar de aislar a la "Concepción" y al "Almirante", ya que el "Carretina" acudió en su ayuda y los mosqueteros españoles barrieron las cubiertas de las galeras enemigas. El Turco había perdido para el combate otras 10 galeras en esta jornada.
El día 16 los otomanos realizaron el último intento. Al amanecer, con la moral recuperada, se lanzaron contra los galeones españoles. Ante el intento otomano de aprovechar un ángulo muerto en la línea defensiva de los galeones, Rivera mandó al patache "Santiago" a la proa de la formación española para solventar el problema. De este modo los españoles lograron poner en fuga a los turcos, tras haber hundido otra galera y dejando gravemente dañadas 19.
Al atardecer los restos de la flota otomana se retiraban con un balance desolador: 10 galeras hundidas, 23 con serios daños, cerca de 1.200 jenízaros y unos 2.000 marineros muertos. Rivera no podría completar su caza al ver su capitana y al "Santiago" con daños en los aparejos, por lo que tuvo que poner rumbo a Creta remolcando ambos buques. Tan solo 34 españoles habían muerto en aquellos 3 días de combates. El golpe era durísimo para la armada turca y su dominio del mediterráneo oriental; el Turco no conocía derrota más abultada desde Lepanto.
Una vez realizadas las oportunas reparaciones, Rivera puso rumbo a Nápoles donde habían llegado las felices noticias de la derrota otomana. Allí esperaba el virrey y gran parte de la población para honrar a los vencedores y repartir premios y cargos entre los más destacados. El propio rey, Felipe III, concedió a Rivera el título de Almirante y el hábito de la Orden de Santiago. Luis Vélez de Guevara, novelista y dramaturgo del Siglo de Oro, dejaría para la posterioridad la obra "El asombro de Turquía y valiente toledano", en honor al ya almirante Rivera y su gesta contra el Turco.
"Ese que hiciste capitán famoso,
ese que el mundo por edades nombre,
ese cuyo aliento Marte está envidioso,
de cuyo nombre tiembla cualquier hombre
a quien se debe el triunfo victorioso,
a quien se le atribuye por renombre
ser vencedor de aquesta acción primera,
ya sabes que es el Capitán Ribera".
Duque de Osuna |
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