En el marco de la Guerra de los Cuatro Años, que enfrentaba a la Francia de Francisco I y su aliada Venecia contra el Emperador Carlos V y los Estados Pontificios por el control del norte de Italia, se produjo la batalla de Bicocca, una contienda que dejaría huella incluso siglos después, recordando las tácticas que el famoso Gran Capitán había aplicado en los campos de batalla italianos dos décadas antes.
Los franceses, apoyados por el
Estado de Venecia, se habían lanzado en 1521 a la ocupación del
Milanesado. Odet de Foiex, vizconde de Lautrec, había reunido un
ejército de más de 40.000 soldados, entre los que se encontraban
mercenarios suizos a las órdenes de Albert von Stein y las Bandas
Negras del condottiero Giovanni de Medicis. Para evitar que los
franceses tomasen Milán, las tropas imperiales, comandadas por el
gran militar Próspero Colonna, oponían apenas 12.000 soldados, por
lo que Colonna, al igual que Fernández de Córdoba antes, estudió
el terreno y le sacó el máximo partido posible. Celebró consejo con el duque de Tratto, el duque de Termenes, el marqués de Pescara, el marqués de Civita Sant Angelo, el conde Golisiano, Antonio de Leyva, Georg von Frunsberg y Fernando de Alarcón, comisario general del ejército, resolviendo interceptar al ejército de Lautrec que había abandonado la idea de tomar Milán ante la obstinada defensa que habían planteado los españoles.
Dispuso sus ejércitos en el
parque de Bicocca, al norte de Milán, flanqueado al oeste por
pantanos y al este por una carretera con un profundo dique que había
de cruzarse por un estrecho puente al sur de la posición de las
tropas imperiales. Solicitó además refuerzos de Milán, enviándole
unos 6.000 hombres más. Al norte de su posición, y por donde debía
entablar batalla el ejército enemigo, discurría de oeste a este un camino cenagoso
y bastante hundido, por lo que Colonna aprovechó para levantar un
gran muro de tierra que dificultase aún más un ataque frontal sobre
sus posiciones. Además dispuso su artillería en pequeños
montículos que dominaban todo el campo de batalla, protegidos por
defensas de arena.
Una vez levantado el inmenso muro de tierra, colocó a sus arcabuceros tras él formando en cuatro filas al mando del Fernando Francisco de Ávalos, V Marqués de Pescara, protegidos en su retaguardia por los piqueros españoles y alemanes que había mandado el emperador bajo el mando de Georg von Frundsberg, uno de los más brillantes lansquenetes de su época. Al sur de la formación imperial se situaba la caballería del general navarro Antonio de Leyva, I príncipe de Ascoli, junto al conde Golisiano, unas 400 lanzas y unas mangas de arcabuceros españoles, mientras que para defender el puente que cruzaba el río, por donde sospechaba Colonna que atacaría el enemigo, se situaron tres banderas de infantería española, 200 lanzas y otros tantos caballos ligeros al mando de Francisco Sforza.
El vizconde de Lautrec no quería
entablar una guerra al uso, ya que conocía las habilidades de Próspero Colonna, y había sido informado por sus exploradores de las
fortificaciones que estaban levantando los españoles. De este modo entendió que una carga frontal no podría ofrecer buenos resultados, por lo que se decidió por otro movimiento. Su táctica
sería martillear las tropas imperiales con su superior artillería,
esperando agotarlas y cargar luego con la caballería para rematar el
trabajo. Aun así, había formado tres grandes escuadrones de esguízaros, con unos 15.000 hombres en el primero, llamado el Toro, y otros 15.000 en los dos siguientes, a los que llamaron la Vaca y el Becerro.
Igualmente, Lautrec preparó un escuadrón con la infantería gascona acompañada de gendarmes, y otro con el resto de la gente, para acometer por la retaguardia de los españoles. Pero los suizos, columna vertebral del ejército de Lautrec,
no habían cobrado todavía sus pagas y estaban ansiosos por saquear Milán para desquitarse, a
la par que intentaban demostrar que no habían perdido la hegemonía de la
infantería europea, por lo que von Stein instó a Anné de
Montmorency, primer barón cristiano de Francia y que comandaba la infantería francesa, a que lanzase
un ataque frontal de inmediato contra las posiciones imperiales.
Lautrec, viendo que las tropas suizas se le podían ir de las manos, no tuvo más remedio que
ordenar el ataque. La tarde del día 27, el primer escuadrón suizo, tras tocar tres veces el cuerno, avanzó en dos
columnas, con Montmorency
al mando, y las Bandas Negras de Giovanni de Médici, tropas mercenarias que eran consideradas las mejores tropas italianas del momento, iban en vanguardia despejando el terreno para el grueso de la infantería. Mientras las Bandas Negras y la infantería suiza avanzaban, la caballería francesa al mando de Thomas de Foix-Luescun y de Sieur de Pontdomy se desplazaba por la carretera que corría al este de las posiciones imperiales para tratar de asaltar el
puente que daba acceso a la retaguardia española, y el resto de la
infantería, incluida la veneciana de Francesco Maria I della Rovere, Duque de Urbino y de Sora, avanzaba tras
las columnas suizas formando la línea principal francesa.
Cuando el ejército francés estuvo a distancia de la
artillería imperial, Colonna ordenó abrir fuego y el resultado fue
demoledor; casi 1.000 suizos habían perecido antes siquiera de
alcanzar el camino cenagoso tras el que se levantaba el muro de tierra donde las tropas imperiales esperaban ansiosos la llegada del enemigo. Montmorency no supo maniobrar ante la
magnitud de la situación, viéndose incapaz de solventar la muralla que se encontraba ante él. Los arcabuceros españoles no desaprovecharon la ocasión que se les presentaba y comenzaron a cebarse con los suizos, lanzando furiosas andanadas contra ellos.
El pánico se desató entre las tropas enemigas y algunos suizos intentaron moverse hacia el este y llegar a la carretera para avanzar dirección sur hacia el puente junto a la caballería francesa, pero fueron sorprendidos igualmente por la arcabucería y artillería españolas que no cesaban de escupir fuego. Otros, en cambio, comenzaron a subir por el terraplén de tierra y combatir cuerpo a cuerpo con los imperiales, pero los que no fueron presa del arcabuz, lo fueron de las picas españolas y alemanas que entraron en acción protegiendo a los arcabuceros. Frundsberg, el legendario lansquenete alemán, dio buena cuenta de muchos piqueros suizos, incluyendo algunos capitanes, y acabando por desangrar la maltrecha infantería enemiga.
El pánico se desató entre las tropas enemigas y algunos suizos intentaron moverse hacia el este y llegar a la carretera para avanzar dirección sur hacia el puente junto a la caballería francesa, pero fueron sorprendidos igualmente por la arcabucería y artillería españolas que no cesaban de escupir fuego. Otros, en cambio, comenzaron a subir por el terraplén de tierra y combatir cuerpo a cuerpo con los imperiales, pero los que no fueron presa del arcabuz, lo fueron de las picas españolas y alemanas que entraron en acción protegiendo a los arcabuceros. Frundsberg, el legendario lansquenete alemán, dio buena cuenta de muchos piqueros suizos, incluyendo algunos capitanes, y acabando por desangrar la maltrecha infantería enemiga.
Por su parte, la caballería
pesada francesa consiguió llegar hasta el puente pero fue detenida por los
caballeros de Antonio de Leyva. Luescun trató de maniobrar para alcanzar el
campamento de Colonna, pero Leyva se lo impidió, mientras que
Pontdomy se batía sin éxito contra la caballería de Sforza. Finalmente, a
riesgo de verse rodeados, Luescun ordenó la retirada de sus hombres,
quienes junto con los suizos supervivientes, consiguieron replegarse hasta la línea
principal. En estos combates murió el conde Golisiano de un flechazo en el ojo.
El Marqués de Pescara y algunos
capitanes españoles solicitaron a Colonna emprender la persecución
de los restos del ejército francés, pero Colonna se opuso
argumentando que la línea principal francesa estaba intacta, puesto
que no había entrado en combate, y además quedarían expuestos al alcance de la artillería
gala. Además, consideró que los suizos, que habían recibido el
grueso del ataque imperial, se retirarían del combate, descomponiendo
definitivamente el ejército francés, como así sucedió instantes después.
A pesar de ello algunos grupos de arcabuceros y caballos ligeros españoles persiguieron al enemigo amenazando seriamente con descomponerlo, pero la providencial intervención de las Bandas Negras logró estabilizar la situación y rechazar el ataque español, donde moriría el capitán Ginés. Ante la pérdida de los mercenarios suizos, Lautrec decidió abandonar el campo de batalla refugiándose en Monza esa misma noche, para posteriormente cruzar el río Adda hacia territorio veneciano.
A pesar de ello algunos grupos de arcabuceros y caballos ligeros españoles persiguieron al enemigo amenazando seriamente con descomponerlo, pero la providencial intervención de las Bandas Negras logró estabilizar la situación y rechazar el ataque español, donde moriría el capitán Ginés. Ante la pérdida de los mercenarios suizos, Lautrec decidió abandonar el campo de batalla refugiándose en Monza esa misma noche, para posteriormente cruzar el río Adda hacia territorio veneciano.
Esta batalla incorporaría al
diccionario español la palabra “Bicoca”, como sinónimo de algo
obtenido con facilidad, dado que el resultado fue un completo
desastre para los intereses franceses en Italia, habiendo perdido más
de 12.000 hombres (y perderían otros tantos más en su retirada hacia
Francia), mientras que la leyenda cuenta que los españoles apenas contaron un muerto, y no
precisamente por la batalla, sino víctima de la coz de una mula, algo que no es del todo cierto ya que al menos conocemos la muerte del capitán Ginés y del conde Golisiano.
Las posiciones francesas en el norte de Italia estaban seriamente amenazadas tras la batalla, prueba de ellos fue la toma de la ciudad de Génova por el ejército dirigido por Próspero Colonna y el marqués de Pescara. Además Luescun rindió el castillo de Sforcesco, último bastión francés en Milán, y cruzaron los Alpes de vuelta a casa. Por su parte los venecianos, ahora con Andrea Gritti, nuevo Dux de Venecia, se retiraron de la contienda por miedo a las represalias del emperados Carlos firmando el Tratado de Wörms. A pesar de ello Francisco I no renunciaría a tomar el Milanesado hasta que fuese derrotado en Pavía en 1525, donde fue capturado y se le obligó a firmar el Tratado de Madrid.
Las posiciones francesas en el norte de Italia estaban seriamente amenazadas tras la batalla, prueba de ellos fue la toma de la ciudad de Génova por el ejército dirigido por Próspero Colonna y el marqués de Pescara. Además Luescun rindió el castillo de Sforcesco, último bastión francés en Milán, y cruzaron los Alpes de vuelta a casa. Por su parte los venecianos, ahora con Andrea Gritti, nuevo Dux de Venecia, se retiraron de la contienda por miedo a las represalias del emperados Carlos firmando el Tratado de Wörms. A pesar de ello Francisco I no renunciaría a tomar el Milanesado hasta que fuese derrotado en Pavía en 1525, donde fue capturado y se le obligó a firmar el Tratado de Madrid.
Mapas de los movimientos de la batalla |
Arcabuceros españoles en Bicoca |
Antonio de Leyva |
Anne de Montmorency |
Próspero Colonna
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Lansquenetes alemanes rechazan el ataque suizo
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¡Buenas tardes terciosviejos!
ResponderEliminarMe gustaría consultarte una duda en cuanto a terminología se refiere, cuando en algún relato menciona una bandera como "el caballero bayard cogió 4 o 5 banderas de suizos..." es un equivalente de una compañía o un regimiento...?
Gracias y un saludo.
Buenas. Perdona por la tardanza pero he estado desconectado un tiempo. Sí, se refiere a las banderas de las compañías.
ResponderEliminarGracias y otra cuestión algo más compleja.
ResponderEliminarMe gustaría pasarte unos enlaces para saber tu opinión con respecto al orden de batalla de ambos bandos, por que entre uno y otro hay mucha diferencia.
https://www.despertaferro-ediciones.com/2020/batalla-de-bicocca-1522-el-triunfo-del-arcabuz-espanol-sobre-las-picas-suizas/
https://ejercitodeflandes.blogspot.com/2012/12/la-batalla-de-bicoca-27-de-abril-de-1522.html
Espero atentamente su respuesta, un saludo.
Disculpe la tardanza, pero no me han saltado los avisos de los comentarios y no lo he visto hasta este momento. Le echaré un vistazo a ambos enlaces, aunque ya le adelanto que tanto Clarademunt como Valenzuela son muy rigurosos con sus publicaciones, por lo que, de haber algunas diferencias, se deberá a las fuentes consultadas y no a interpretaciones.
EliminarDeseando estoy de echarle un ojo.