Se cumplen 378 años de la trágicamente célebre Batalla de Rocroi, una batalla que a día de hoy sigue generando muchas preguntas y, sobre todo, mucha controversia. Una batalla que ha sido usada por los enemigos de España, tanto dentro como fuera del país, esparciendo la falsa creencia de que supuso el final de los Tercios y, por ende, de la hegemonía hispánica en Europa.
Lo cierto es que la derrota del ejército de Flandes en Rocroi no fue trascendental y, ni mucho menos, supuso el final de los Tercios. Es más, si bien la victoria táctica de los franceses es incuestionable, no lo es tanto el resultado final de la misma, tanto por el número de bajas, como por las posteriores operaciones de ese mismo año. Francia construyó un relato vencedor y lo vendió por toda Europa, empezando por su propia población, ampliamente necesitada de inyecciones de moral que le ayudaran a sobrellevar las cuantiosas cargas que estaba suponiendo la entrada del reino en la Guerra de los Treinta Años.
Lo más curioso de todo esto es la pervivencia en el tiempo de ese exagerado y tendencioso relato francés, que ha llegado hasta nuestro días casi como una verdad indiscutible, y que solo desde hace unos pocos años se está poniendo en entredicho a base de mucho estudio y del cada vez mayor interés que los tercios despiertan. No deja de ser, por tanto, necesario revisar algunas de esas premisas que durante tanto tiempo han permanecido en el imaginario colectivo tanto de los enemigos de España como de los propios españoles. De este modo en este artículo se tratarán de analizar las claves de la batalla, y cómo y por qué se llegó a la derrota del ejército hispánico, acabando con algunos mitos sobre lo acontecido en Rocroi.
- Sitio de Rocroi y llegada del ejército francés.
Como bien es sabido, el capitán general del Ejército de Flandes se puso en marcha para la campaña de 1643, penetrando en la Champaña y Las Ardenas para aliviar de este modo la presión que los franceses ejercían sobre Cataluña. Con un ejército de 20.000 hombres, de los que menos de 5.000 eran de caballería, y una treintena de cañones, se dirigió a la plaza de Rocroi, cercana a la frontera con Flandes y que estaba defendida por unos 500 hombres, para ponerla bajo asedio el 12 de mayo. Los movimientos de las tropas hispánicas no pasaron desapercibidos para Francia, que se puso inmediatamente manos a la obra y movilizó una potente fuerza de unos 25.000 hombres bajo el mando del joven duque de Enghien.
Enghien contaba para ello con unos 18.000 infantes y 7.000 jinetes. Por tanto tenía más hombres de infantería y más caballos a su disposición, esto último sería sin duda una de las claves de la pírrica victoria francesa. El avance francés fue muy rápido, algo que caracterizaría a Enghien, valiente e impulsivo a lo largo de toda su carrera militar, lo que permitió que el día 16 de mayo el ejército francés llegase hasta Maubert-Fontaine, a poco más de 10 kilómetros de distancia al suroeste de la plaza de Rocroi. Enghien mandó una avanzadilla de unos 150 hombres para meter un rápido socorro en la plaza sitiada, algo que se consiguió en la noche del 16 al 17 de mayo, sin que Melo pudiera hacer nada para impedirlo.
Esto indica que las posiciones de circunvalación sobre la ciudad no estaban completadas o bien no eran las más adecuadas. Enghien descansó con sus tropas durante el día 17 y se puso en marcha con las primeras horas del día 18. El ejército francés tenía que atravesar los bosques de Potées y de Sevigny, que daban acceso desde el sur a la llanura en la que se emplazaba Rocroi. La única forma de hacerlo era a través de un sendero que discurría de sur a norte entre ambos bosques, un lugar perfecto para perpetrar una emboscada y poder acabar con el enemigo. Melo, sin duda, tenía noticias de que Enghien se dirigía a marchas forzadas hasta Rocroi, por lo que estaba preparado para responder a la incipiente amenaza, cuando a primera hora de la tarde la vanguardia de Enghien emergió de los bosques.
- La sucesión de errores tácticos de Melo. El despliegue.
En este punto es importante destacar que Melo conocía la llegada del socorro francés, ya que la mañana del día 18 se había dedicado a sacar a sus hombres de las trincheras de circunvalación de Rocroi, preparándolos para el combate. Por tanto, Melo pudo haber emboscado al ejército francés, en el estrecho paso por el que discurría éste entre los bosques de Potées y de Sevigny. Es aquí donde se produce el primero de los errores tácticos que Melo cometería a lo largo de las dos jornadas en las que se desarrollaron los hechos. Se trata, quizás, del más importante, pues con esta acción podía haber acabado con la fuerza de socorro a placer, emboscándola con sus mosqueteros, que podrían disparar a sin apenas oposición sobre los confundidos franceses.
El fuego de los mosquetes hispánicos causaría grandes bajas y provocaría la desbandada, y consiguiente desorden de las líneas francesas que, además, no podrían contar con el apoyo de la caballería ya que ésta no podría maniobrar adecuadamente en un terreno como ese, tan poco propicio para los caballos. Mucho se ha especulado sobre esta acción, y es que no resulta fácil de entender cómo un experimentado militar como Melo, quien a su vez contaba con algunos de los mejores mandos militares de Europa entre sus filas, no saliese al encuentro de Enghien antes de que éste pudiera formar en el campo de batalla.
Disposición de ejércitos. Mapa de M.A. Picouet |
Es posible, como han señalado varios autores, que Melo no se decidiese a combatir sin que Jean de Beck, barón de Beaufort, estuviese en el campo de batalla con una fuerza de 3.000 infantes, entre los que se encontraba el Tercio de veteranos españoles de Alonso de Ávila, y 1.000 caballos. Este interés en la presencia de Beck es comprensible, puesto que era uno de los más notables comandantes al servicio de Felipe IV, y la fuerza que llevaba consigo bastaba por sí misma para decidir cualquier batalla. Pero tampoco es descartable que Melo subestimara a su enemigo, quizás por la juventud del duque de Enghien, quizás confiado en la superioridad de sus infantes sobre los franceses, a tenor de lo ocurrido tan solo un año antes en Honnecourt.
De esta forma Melo permitió a los franceses desplegarse cómodamente en el campo de batalla, a unos 4 kilómetros de distancia de Rocroi y a poco menos de un kilómetro de las tropas españolas. Cuando la tarde del día 18 ambos ejércitos se despliegan en formación de combate, Melo comete su segundo error, muy grave, atendiendo a las ulteriores consecuencias que se derivarían de éste. Disponiendo a su ejército a la manera habitual, con la infantería en el centro de la formación y la caballería cerrando los flancos, el duque de Alburquerque, general de caballería, quien mandaba el ala izquierda española compuesta por unos 2.500 caballos valones, solicitó a Melo más mosqueteros para situarlos en el bosque de Potées y en el de Rubert, reforzando así los flancos y ofreciendo una buena cobertura de tiro que desbaratase cualquier ataque de las alas francesas.
Melo y La Fontaine se negaron aduciendo que el centro de la formación podía ver mermada sus fuerzas. Esto viene a insinuar que tanto Melo como La Fontaine seguían anclados en la vieja idea de que la infantería, formando en poderosos cuadros que combinaban el fuego y la pica, se las bastaba sola en combate frente a cualquier tipo de ataque. Esto ya no era así, si bien la superioridad de la infantería seguía siendo incuestionable, la caballería recobraba poco a poco la importancia que había tenido dos siglos atrás. El uso combinado de las pistolas con el poder de las cargas, hacía de la caballería un arma muy a tener en cuenta. De hecho, durante las últimas décadas del siglo XVII, y a pesar de la hegemonía de Francia en Europa, la caballería hispánica se mostró como la mejor del continente en esa época, tal y como apuntan muy acertadamente historiadores de la talla de Davide Maffi.
- El inicio de los combates. Melo duda.
El 18 de mayo por la tarde los ejércitos estaban situados en formación de batalla. Melo había enviado correo urgente a Beck para que acudiera a toda prisa a Rocroi, por lo que se deduce que no tenía idea de plantear batalla en ese momento, posiblemente por la inferioridad numérica que tenía con los franceses y por la ausencia de una fuerza tan experimentada como la que conducía Beck. Sin embargo, y para desgracia de Melo, Enghien estaba ansioso por pelear, por lo que ordenó a La Ferté, quien mandaba el ala izquierda francesa, probar fortuna. La vanguardia de la fuerza de La Ferté, formada por un escalón de 8 escuadrones de caballos, cargó contra el flanco derecho hispánico, donde se encontraban la caballería alsaciana del conde de Isemburg, que rechazó completamente el impetuoso pero desordenado ataque francés.
Aquí se produce el tercer error de Melo. Si hubiera estado dispuesto a combatir ese mismo día, hubiera enviado a su infantería para que envolviese a la vanguardia del flanco de La Ferté, Pero no lo hizo, reforzando de esta forma la teoría de que esperaba a Beck y sus hombres para entrar en combate. La maniobra de La Ferté fue, de hecho, tan arriesgada, que obligó nuevamente a Enghien a intervenir, ordenando regresar a su general antes de que los españoles entraran por el hueco abierto en las líneas del flanco izquierdo galo. Este tanteo debió suponer una valiosa enseñanza para el joven duque, que podría haber advertido las reticencias del capitán general hispánico a combatir.
Ya el 19, día de la batalla, Enghien despertó pronto a sus hombres, creyendo que Melo ordenaría atacarles nada más amaneciera. Durante parte de la noche la artillería española había castigado duramente el campo francés, causando unas 2.000 bajas, tal y como reconoció el mariscal Sirot, al cargo de la reserva del ejército francés en Rocroi. Poco antes de las 5 de la mañana Enghien ordenó el ataque de su caballería. Las alas francesas cayeron sobre las hispánicas. La derecha francesa, bajo el mando del general Gassion, fue rechazada por varias mangas de mosqueteros que estaban apostados en el bosque de Potées, lo que confirmaba el acierto de Alburquerque en solicitar más mosquetes en los flancos.
Lo mismo ocurrió en la izquierda francesa, con La Ferté cometiendo un nuevo error, ya que ordenó la carga desde demasiado lejos, por lo que al llegar a las posiciones de Isemburg su ataque había perdido vigor y fue fácilmente rechazado por los alsacianos. Tal fue el desastre, que La Ferté acabó herido y capturado. Ambas alas hispánicas contraatacaron y es aquí dónde se va a producir el cuarto error de Melo, al no ordenar al centro del ejército avanzar en apoyo de su caballería. Tanto Isemburg como Alburquerque penetraron peligrosamente en las líneas francesas. Los caballos alsacianos llegaron hasta la artillería francesa y mataron a su general, La Barré, capturando algunos cañones, pero sin el apoyo de los jinetes croatas, que se entretuvieron en saquear a los enemigos muertos, ni de la infantería, tuvieron que volver a sus posiciones ante el avance de la reserva francesa conducida por Sirot.
Algo similar ocurrió con la caballería valona de Alburquerque, que deshizo la resistencia de Gassion y le capturó varias piezas de artillería, no pudiendo completar el éxito al carecer de infantería de apoyo. Eran casi las 6 de la mañana y Melo estaba confiado en una fácil victoria, quizás por eso no supo ver que el centro francés estaba intacto y que su caballería se estaba reorganizando. Con las fuerzas de Gassion recompuestas, Enghien lo mandó a envolver el flanco izquierdo hispánico penetrando a través del bosque de Sevigny. El primer escalón de Alburquerque aguantó el avance, pero dejó un hueco en su flanco derecho, por donde trató de colarse el siempre atento duque de Enghien. El general de caballería español ordenó a su segundo escalón salir a su encuentro, pero Enghien movió al Regimiento Viejo de Infantería de Picardía para apoyar a sus jinetes.
Batalla de Rocroi. Movimientos de los ejércitos |
Nuevamente Melo vaciló, produciéndose así el quinto error que cometería durante los combates. Sin el apoyo de la infantería, el flanco izquierdo de Alburquerque fue presa fácil de los franceses. Tras aguantar dos tremendas cargas de la caballería de Gassion y de Enghien, y el fuego de los mosqueteros de Picardía, Alburquerque debió retirarse con el apoyo de los pocos infantes que se encontraban con él y los ánimos infundidos por el propio Melo, que corrió a su auxilio con su guardia personal. Una valiente acción que no tapa la desastrosa táctica planteada por el capitán general.
Enghien olió la sangre y ordenó a su centro avanzar sobre el centro hispánico, gobernado por La Fontaine, un veterano y valiente militar de 66 años. También ordenó a Gassion realizar un movimiento envolvente sobre la retaguardia hispánica, mientras que L'Hopital, que había tomado el mando de la izquierda francesa, avanzó sobre Isemburg con furia. A estas alturas la agotada caballería alsaciana poco pudo hacer, ya que tampoco tenía apoyo de la infantería. Melo parecía estar desbordado, pero tuvo una nueva oportunidad cuando el centro francés se desordenó ante la resistencia de los tercios de italianos y españoles, y éstos cargaron, logrando hacerse con varias piezas de artillería. Enghien actuó rápidamente y penetró con su caballería en la formación hispánica separando a los tercios de españoles del resto de fuerzas de las otras naciones.
Ya sin la caballería, Melo cometió el sexto error al ordenar a los tercios italianos de Visconti, Strozzi y Ponti retirarse para evitar más bajas. Esta orden pudo deberse a que Melo creía que Beck estaba llegando ya y no quería exponer más a las fuerzas italianas que habían aguantado lo indecible, confiado en que los tercios de veteranos españoles aguantarían. Los españoles estaban frescos y, junto a los alemanes y valones que quedaban, más algunas unidades dispersas de caballería, compusieron 6 batallones que se organizaron en dos grandes formaciones rectangulares. Por su parte Sirot y Enghien recompusieron su ejército y se prepararon para el ataque. Lo que siguió a continuación es de sobra conocido: una heroica resistencia de los tercios de veteranos españoles, que solo concluyó cuando el duque de Enghien decidió que Beck podía aparecer antes de que sus hombres fueran capaces de doblegar la resistencia española.
Sin tratar de menospreciar el valor y el talento demostrado por el duque de Enghien, los franceses hubieran cosechado una sonada derrota como la obtenida en Honnecourt, de haberse hecho las cosas bien por parte del capitán general Melo. Los errores en la dirección del ejército hispánico tuvieron mucho más peso en el resultado final de la batalla que los aciertos del mando galo. A estas alturas es evidente que Melo no se decidía a presentar batalla sin que Beck estuviera presente, pero nada sabemos de sus pensamientos o sus ideas durante el transcurso de los acontecimientos. Es incuestionable que no valoró debidamente la amenaza que suponía el ejército de socorro francés, y que no dispuso adecuadamente a sus hombres sobre el campo de batalla, como atestiguan las cartas que envió el duque de Alburquerque a Felipe IV en las que le advertía de los graves errores cometidos por el general portugués.
- Bajas en ambos ejércitos.
En cuanto a las bajas, sabemos con exactitud que cayeron prisioneros de los franceses 3.826 hombres ya que existió una relación nominal de ello. Apenas un mes después, casi 2.000 de ellos ya habían sido devueltos a España vía Fuenterrabía. El baile de cifras en torno a las bajas en el bando hispánico es muy grande. Hay autores que aceptaron sin más la propaganda francesa y afirman sin tapujos que el ejército de Melo tuvo más de 5.000 muertos. Lo cierto es que el cálculo más sensato a tenor de las fuentes de la época, como las del duque de Alburquerque o el mariscal Sirot, estiman las bajas totales, entre muertos y heridos, entre 3.000 y 4.000. Sabemos que de los 95 capitanes españoles presentes en Rocroi solo murieron 4, como Pedro de Porres Vozmediano y Juan de Barbón y Arango, del Tercio de Castelví, el más castigado de todos.
Del lado francés las bajas fueron muy abultadas. En este punto de la historia merece la pena detenerse. La Batalla de Rocroi ha sido vendida hasta la extenuación como el derrumbe total del ejército hispánico ante la incipiente hegemonía del ejército francés. Pues bien, dos detalles bastan para tirar por la borda semejante discurso. En primer lugar, el hecho de que los franceses negociasen la capitulación de la fuerza hispánica constituye un hecho sin parangón en las batallas a campo abierto en los siglos XVI y XVII. Este tipo de finales se daban en asedios, donde los sitiadores ofrecían una rendición honrosa a los defensores cuando habían peleado con bravura y aún no se había abierto brecha en los muros. En ocasiones, aun con brecha abierta, los sitiadores daban la oportunidad a los sitiados de rendirse, si entendían que los combates podían aumentar inútilmente el número de bajas en ambos bandos.
Pero en campo abierto las batallas se finalizaban con la derrota total del enemigo, persiguiendo los restos de su maltrecho y desdichado ejército. Rocroi fue algo insólito. El duque de Enghien ofreció una rendición honrosa a los españoles por dos motivos principales: por la amenaza que suponía una fuerza tan grande como la de Beck, que se encontraba ya en las inmediaciones de Rocroi, y por el alto número de bajas que estaba sufriendo con cada ataque sobre los dos escuadrones compactos que habían formado los tercios españoles y los restos de fuerzas que aún permanecían en el campo de batalla. Es importante resaltar este extremo, ya que es la única manera de comprender las prisas de Enghien en buscar un final de batalla negociado.
El duque de Alburquerque señalaba que en la muestra tomada por Enghien a su ejército el 15 de junio de 1643, faltaban algo más de 5.000 hombres. Esto, unido a que el duque francés tardó más de un mes de poder reorganizar su ejército en Guisa, nos indican de manera clara que los franceses tuvieron unas bajas extremadamente abultadas para una victoria. Puestos a teorizar es muy probable que, de haberse empeñado en seguir asaltando las formaciones españolas, los franceses hubieran cosechado una sonora derrota con la llegada de la fuerza de Beck. Enghien, una de las mentes más brillantes en el campo militar francés, no era ajeno a este peligro, de ahí su interés y prisa en acabar cuanto antes con aquella batalla.
Capitulación de Rocroi. Por Víctor Morelli y Sánchez Gil |
A partir de ese momento, la maquinaria de propaganda francesa se mostró tan eficaz como inexistente se mostraría la española. Supo explotar hasta la extenuación aquella victoria pírrica, y convertirla en su Batalla de Pavía particular, ansioso como estaba el pueblo francés de victorias que justificasen la sangría tributaria a la que era sometido. Las más de 100 banderas y 60 cornetas capturadas al ejército hispánico fueron exhibidas en París en un desfile sin precedentes en Francia, para orgullo y satisfacción del pueblo francés, y exaltación de un recién coronado Luis XIV.
La propaganda francesa se empeño en repetir hasta la extenuación que era la primera vez que un ejército derrotaba a los tercios españoles en campo abierto. Nada más lejos de la realidad. Los tercios conocerían la derrota ya en la Batalla de Cerisoles, en abril de 1544, donde el ejército imperial contó 6.000 muertos y unos 3.000 prisioneros. A lo largo de su gloriosa carrera serían derrotados en distintas ocasiones, si bien era cierto que su fama de imbatibilidad estaba muy extendida por toda Europa merced a las grandes victorias obtenidas, la mayoría de ellas, en condiciones muy adversas y en inferioridad numérica. Sin duda esto ayudaría a extender la propaganda francesa hasta el punto de que incluso siglos después se sigue tomando por cierta la leyenda de la gran victoria francesa en Rocroi.
Es necesario, de igual forma, destacar que aunque no muy abultadas, las bajas producidas en los tercios de veteranos españoles fueron cualitativamente muy importantes, pues España cada vez estaba más empobrecida, su población cada vez más diezmada y era, por tanto, cada vez más complicado remplazar hombres como los veteranos infantes españoles. De hecho se decía que diez de ellos valían como 100 de cualquier otro ejército, y no le faltaba razón, a tenor de que el español era un pueblo curtido durante siglos en las guerras, no obstante se había forjado tras más de 700 años de Reconquista.
Pero si bien no había llegado aún el momento en que la infantería francesa, holandesa o alemana pudiera estar al nivel de la española, las distancias cada vez se estaban recortando más y a partir de la segunda mitad del siglo XVII veremos cómo España va perdiendo la hegemonía europea en favor de su vecino del norte que, apoyado en su ingente población, el triple que la española de la época, en su fuerte economía, y en un sistema centralista que permite al rey concentrar cuantos recursos del país requiera, se convertirá en el enemigo a batir a lo largo del siguiente siglo.
- Conclusión.
Para poner punto y final a este análisis simplemente resaltar algunos puntos ya citados anteriormente. En primer lugar destacar que la intención del capitán general del Ejército de Flandes, Francisco de Melo, no era la de combatir contra los franceses sin que estuviera presente en el campo de batalla Jean de Beck con sus hombres. De hecho no queda claro si Melo tuvo intención alguna de combatir ya que, como aseguraba el duque de Alburquerque en sus cartas al rey, "no dispuso el ejército para lucha sino para mostrarle". Esta frase es muy significativa, pues quizás el general portugués pensase que ante el despliegue del ejército hispánico, Enghien optaría por retirarse del campo de batalla dejando a los hombres de Melo continuar tranquilamente el asedio.
En segundo lugar es necesario recalcar que, una vez comenzada la batalla, no fueron los aciertos, ni el valor o el buen hacer franceses los que decantaron el resultado, sino los continuos errores por parte de Melo, quien tuvo en varias ocasiones la victoria al alcance de su mano, pero que la perdió por no saber mover sus fichas correctamente. En el lado contrario nos encontramos con Enghien quien, a pesar de estar en varias ocasiones contra las cuerdas, supo aprovechar de manera brillante los respiros concedidos por su rival, y actuó con osadía y arrojo cuando era necesario, y con prudencia y sentido común cuando la ocasión los requirió.
En tercer lugar el hecho de que los españoles no hicieran nada, o muy poco, para contrarrestar la propaganda francesa, da una idea de lo mal que nuestro país entendió este hábil y útil recurso. De hecho, desde el comienzo de la hegemonía de España en Europa, naciones como la italiana, principalmente venecianos, la holandesa, francesa, inglesa o alemana, han contribuido hasta la saciedad a propagar la terrible Leyenda Negra que aún hoy nos persigue, sin que por parte de España se opusiera un recurso eficaz contra ella. No deja de ser significativo el hecho de que la inmensa mayoría de los nobles españoles consideraban una deshonra contestar a las infundadas acusaciones de brutalidad y salvajismo que nuestros enemigos propagaban contra España o contra ellos.
Por ejemplo, el Gran Duque de Alba nunca optó por combatir las tremendas acusaciones que contra él se hacían desde los Países Bajos. Acusaciones, por otra parte, que ayudaron a extender sus enemigos en la Corte de España, principalmente los de la facción de Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli, y una de las personas con más influencia en Felipe II. El duque consideraba que responder a infundadas acusaciones o descalificativos era indigno de un buen católico. Con el nacimiento de la imprenta la guerra ya no era solo una cuestión militar o económica, también ideológica, y eso no lo acabaron de entender en España, que se quedó atrás en este aspecto. Rocroi fue un claro ejemplo de ello.
Como último apunte, ya más bien a nivel personal, no hacemos ningún bien en combatir la leyenda negra en torno a esta batalla cuando, sin embargo, hablamos de la Batalla de Tuttlingen como el Rocroi francés. Nada tuvo que ver una batalla con otra. En primer lugar porque Tuttlingen supuso una rotunda derrota de los franceses, ya que el ejército franco-weimariano dejó de existir, nada que ver con la honrosa capitulación de los españoles en Rocroi. Y en segundo lugar porque nuestro ejército no tuvo una intervención destacable en aquella batalla, limitándose a asediar la villa de Tuttlingen, llevando la voz cantante las fuerzas bávaras de Johan von Werth y Franz von Mercy.
Desfile en París de banderas tomadas en Rocroi. Por Nicolas Cochin |
Muy buen artículo, no se si te lo habré preguntado ya, son tantas las preguntas que hago...
ResponderEliminarNo tienes información sobre las bajas que tuvieron los regimientos alemanes y valones. Se de los españoles que fueron 1.000 muertos y los italianos 400, más o menos, mientras que la caballería que eran algo más de 5.000 y se salvaron prácticamente todos, ya que en la revista posterior a la batalla, en mons, se lograron reunir 15.000 hombres, entre ellos 5.000 de caballería.
De ahí mi interés sobre las bajas de los alemanes y valones.
Un saludo y gracias.
Muchas gracias. Pues no existe (o al menos yo no he encontrado) una relación de las bajas producidas en la infantería alemana y valona. Guthrie afirma que no sufrieron una gran cantidad de muertos, aunque sí de oficiales. Estas tropas huyeron o se reagruparon en torno a otras unidades, principalmente la de Beck. Aunque Guthrie tiende a exagerar las cifras de bajas y muestra una clara predilección por los franceses, por lo que no me fio demasiado.
EliminarMuchas gracias, con saber eso me basta, en el libro que estudié (Rocroi, cuando la honra española se pagaba con sangre) la revista de los prisioneros hechos, aparecen una gran cantidad de alemanes y valones y como fueron atacados por el flanco por una gran cantidad de caballería y no teniendo tantas picas para frenar a la caballería francesa, supuse que tendrían una gran cantidad de bajas.
ResponderEliminarY en cuanto a la caballería supuse que también tendría muchas bajas pero viendo en otro blog que atestigua que la caballería española lo formaban algo más de 5.000 hombres y se salvaron 5.000, más aún, después de ver en un PDF, que la caballería española, todavía rechazo la tercera carga francesa en pinza de Gaission y Condé, pero que apoyados por infantería desordenaron a la caballería española y esta tuvo que ceder ante el contra ataque francés, poniendose a la fuga y en el flanco de Isenburg, ese mismo PDF, menciona que la caballería española, después de rechazar a la fere y capturar algunos cañones y se puso a saquear, debiendo retirarse ante el contra ataque francés y no por que conde los atrapase de espaldas, por lo que también creo que estén en lo cierto en cuanto a las pocas bajas en la caballería hispánica, si eso puedo pasarselo, para echar un vistazo, ya que pone en duda toda la aureola que e creó en torno a Condé.
Me encanta esta batalla por la cantidad de datos controvertidos y que solo los estudiosos de la historia, son capaces de apreciar y conocer.
Muchas Gracias otra vez y un saludo
La caballería hispánica acabó prácticamente intacta y pudo agruparse más tarde en torno a Beck. De hecho, la propia actuación de Enghien acaba con el mito de las grandes bajas sufridas por las fuerzas de Melo. De no haberles ofrecido una honrosa capitulación, los tercios de veteranos españoles habrían aguantado las cargas causando grandes bajas hasta la llegada de Beck.
EliminarSobre el contraataque de Isemburg, fueron los jinetes croatas los que se pararon a saquear a las víctimas rivales pensando que la victoria ya estaba al alcance de la mano. Si en ese momento Melo hubiera ordenado el avance de su centro, el ejército de Enghien hubiera sido aniquilado por completo.
En cuanto al enlace que me ha enviado, estoy de acuerdo en casi todo, no obstante, en Tuttlingen participó el ejército español de Alsacia, y su papel se limitó a operaciones de asedio, llevando el peso de la batalla los bávaros de Wert y Mercy.
Muchas gracias por los aportes. Un saludo
https://aesvmz.files.wordpress.com/2018/05/rocroi.pdf
ResponderEliminarGran artículo.
ResponderEliminarYo pienso lo mismo de la batalla de Tuttlingen. No hay que buscar paralelismos. Además Rocroi se presenta como una derrota en la que se inicia la decadencia española. Y los franceses hay que reconocer que a finales del S.XVII, de decadencia nada.
Exacto. Tuttlingen y Rocroi nada tienen que ver, salvo que en ambas batallas hubo españoles y franceses. Pero ni en Tuttlingen el ejército español de Alsacia jugó un papel decisivo, ni Rocroi supuso una derrota mayúscula como Tuttlingen.
EliminarUna de las grandes diferencias, que se remarcaría aún más en la mitad del siglo XVII, era la gran cantidad de población y recursos con los que contaba Francia, mientras que España menguaba poco a poco. Francia pudo reponer para 1644 su Armée d'Allemagne, y estar listo para el combate en buenas condiciones, como demostró poco después en Friburgo. Lo cierto es que Francia pasaría a ser la potencia dominante en Europa tras la Guerra de los 30 Años, mientras que España trataría contra viento y marea de mantener sus territorios, algo que logró de manera milagrosa, en parte gracias a una gran gestión económica y diplomática durante el reinado de Carlos II.
Muchas gracias por sus palabras. Un saludo.
Si la decadencia durante el reinado de Carlos II hubiera sido tan grande como se ha dicho muchas veces, se hubiera perdido hasta la camisa. Y la verdad es que solo hubo pérdidas territoriales contenidas. Probablemente la más dolorosa la del FrancoCondado, que había sido un territorio fidelísimo.
EliminarExacto, pero la historiografía tradicional se ha empeñado en obviar que España no estaba en condiciones de competir con un gigante como Francia, y que la labor diplomática y militar desplegada por el gobierno de Carlos II evitó un desastre mayúsculo y el desmembramiento del Imperio.
EliminarQuieran o no, el imperio se perdió con el primer Borbón, de perder con Felipe IV, solo el rosellón y parte del Artois y con Carlos II el Franco condado y el resto del pas du Calais con Felipe V, todo Flandes, Valonia y Luxemburgo, Ducado de Milán, Napoles, Sicilia y Cerdeña.
ResponderEliminarAsí es. Buen apunte.
EliminarY con Felipe V se recuperó Sicilia y Nápoles. Después de siglos de intentarlo, por fin una casa real francesa gobernaba en Nápoles, pero de la mano de España.
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