El 4 de octubre del año 1576 las tropas españolas de Sancho Dávila, refugiadas en la ciudadela de Amberes, pedían socorro a los españoles amotinados en Alost, ante la traición de las autoridades de la ciudad que habían dejado entrar en ella a los ejércitos protestantes del conde de Egmont.
Inmersa en la Guerra de los 80 años la Hacienda Real española no podía seguir soportando los ingentes gastos que conllevaba dicho conflicto. En 1574 Felipe II enviaba el doble de dinero al gobernador de los Países Bajos, Luis de Requesens, que en los tiempos del Duque de Alba, pero el 1 de septiembre de 1575 la Corona se quedó sin fondos y declaró la suspensión de los pagos de los intereses de la deuda contraída, por lo que se cortó el grifo de la financiación y los Tercios se quedaron sin pagas.
El ejército de Flandes se vio sin dinero y rodeado de enemigos. Guillermo de Orange no perdió el tiempo y movilizó todas sus fuerzas contra los españoles. Requesens logró tomar Zirickzee, en un asalto encabezado por Dávila, pero la pésima situación financiera impidió la ofensiva sobre Zelanda, así que trató de cerrar acuerdos con las provincias católicas en previsión de lo que se venía encima pero falleció casi repentinamente el 5 de marzo de 1576. Ahora el conde Pedro Ernesto de Mansfeld se hacía cargo de un ejército de más de 80.000 soldados que no cobraban sus pagas.
Orange, que había iniciado conversaciones con el Consejo de Estado, órgano subordinado a la Corona Española, consiguió sobornar a varios de sus miembros los cuales consumaron la traición firmando órdenes para degollar a los españoles y a todo aquel que les ayudase. Los miembros del Consejo leales a Felipe fueron arrestados y los protestantes enviaron misivas a la reina de Inglaterra y a los franceses para que les enviaran refuerzos.
Las fuerzas españolas se encontraban dispersas en distintos puntos de Flandes, teniendo guarnición en Amberes, Maastricht, Liere, Gante, Utrecht o Valenciennes. En medio de este panorama tan poco amable 1.600 soldados de diversas banderas del Tercio de Francisco Valdés, amotinados por llevar dos años y medio sin cobrar sus pagas, se dirigieron al Brabante y se hicieron con la villa de Alost y la sometieron a saqueo, a pesar de ser una población leal a la Corona.
De poco sirvieron los intentos de negociación del Consejo de Estado, lleno de traidores, ni las súplicas de Pedro Ernesto de Mansfeld. Tampoco el reciente nombramiento de Juan de Austria como gobernador de los Países Bajos, que llegaba atravesando Francia haciéndose pasar por criado de Octavio de Gonzaga. Sancho Dávila, ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, se reunió con los coroneles Polwiller, Frundsberg y Fúcar, y dio orden a los dispersos ejércitos de juntarse lo más posible cerca de Amberes, advirtiendo que los Estados Generales tratarían de impedirlo, por lo que en su camino no debían enfrentarse con las poblaciones locales y no usar las armas "en cuanto no les obligase la propia defensa de sus vidas y estandartes", tal y como recoge Bernardino de Mendoza.
Uno de los primeros en llegar fue el capitán de arcabuceros a caballo Juan de Alconeta. A poca distancia de Amberes fue sorprendido por más de 3.000 hombres de las villas de alrededor que les atacaron con furia obligando a Sancho Dávila a enviarles socorro y unas cuantas barcas para pasar el río, pudiendo vencer a los enemigos sin perder un solo hombre, y haciéndose con un mandato sellado y firmado por el Consejo de Estado para degollar a los españoles y a quienes les ayudasen.
Dávila fortificó la ciudadela y reforzó su posición construyendo un fuerte al otro lado del río para asegurar el paso de éste, metiendo en él 400 hombres bajo el mando del maestre Francisco Valdés. Al mismo tiempo Julián Romero se fortificaba en la villa de Liere con diversas banderas de su tercio, mientras que Francisco Montesdoca, gobernador de Maastricht, desconfiando de la guarnición de alemanes del conde de Eberstein reforzó los torreones de la puerta de Bruselas y se reunió con las compañías de Martín de Ayala. Por su parte, el coronel Cristóbal de Mondragón se hallaba detenido en la villa de Zierickzee.
Mientras tanto Dávila había enviado a Alonso de Alameda, contador del ejército, con parte del dinero adeudado a los amotinados de Alost, pero éstos se negaron a volver a la disciplina si no se les abonaban todas las pagas completas. El castillo de Gante fue puesto bajo asedio por los protestantes, por lo que Julián Romero, junto a Alonso de Vargas, Pedro de Tassis y Bernardino de Mendoza, se dirigieron hacia allá. Al mismo tiempo en Maastricht los alemanes se pasaron al bando protestante y dejaron entrar en la villa a los soldados enemigos, quedando los españoles en los torreones del castillo.
Por suerte para los cercados, Hernando de Toledo y Alonso de Vargas se dirigieron con varias banderas para allá. Los arcabuceros españoles se emplearon a fondo desde los torreones, matando a la mayor parte de los artilleros protestantes, mientras que el socorro consiguió entrar en la ciudad, donde se topó con numerosas barricadas y fuerte resistencia. Los soldados de Hernando de Toledo y de Martín de Ayala se emplearon a fondo, matando numerosos enemigos y poniendo en fuga a unos cuantos más, algunos de los cuales se ahogaron en el río al tratar de huir.
Quedaban ya solo las 4 banderas de alemanes que se habían hecho fuertes en la plaza de San Gervasio, pero al verse rodeado por los infantes españoles rindieron las armas y culparon de su traición a sus capitanes. Hernando de Toledo se quedó en la Maastricht para evitar que los protestantes pudieran intentar sitiarla de nuevo, mientras que Alonso de Vargas ocupaba diversas aldeas de los alrededores.
4 compañías de valones bajo el mando de Monsieur de Ferri, habían abandonado la isla de Zierickzee y se dirigieron al Brabante, alojándose en la aldea de Waelen, en un punto estratégico entre Malinas y Amberes, asegurando el paso del río Hade. Romero a su vez partió de Liere con 500 arcabuceros y la compañía de Bernardino de Mendoza y se enfrentaron a éstos, venciéndoles y acabando con la vida de Ferri, que se acabó colgando de la iglesia de la aldea. Pero los protestantes seguían juntando hombres en las inmediaciones de Amberes, cuyos comandantes eran el conde de Egmont, monsieur de Capres, monsieur de Goignies y monsieur de Hauré.
La noche del 3 de octubre las tropas protestantes, más de 5.000 infantes y 1.500 caballos, que tenían un acuerdo con monsieur de Champaigney, gobernador de Amberes, y con el conde de Eberstein, entraron a la ciudad por la puerta de Borgerhout y empezaron a situarse en los puntos clave de ésta, fortificándose en las calles que desembocaban en la plaza de la ciudadela donde estaban los españoles. A la mañana siguiente, alertados por el ruido de las trompetas del enemigo, Dávila envió una petición de auxilio tanto a Julián Romero y Alonso de Vargas, como a los amotinados de Alost.
El día 4 comenzaba con la artillería del castillo descargando fuego sobre las posiciones protestantes, aunque con escaso acierto debido a la espesa niebla en la que había amanecido sumida la ciudad. Al ejército protestante se le había sumado una multitud de 14.000 civiles a los que se les entregaron armas, y empezaban ya a situar su artillería para batir los muros de la ciudadela. 2 españoles murieron ese día a causa de los disparos protestantes. Esa misma noche el capitán Gaspar Ortiz salió del castillo con 100 de sus hombres a reconocer las defensas enemigas y acabó con 50 enemigos y diversas trincheras, prendiendo fuego a las posiciones donde el enemigo tenía montadas varias piezas de artillería.
Los amotinados de Alost, al recibir las noticias del sitio del castillo de Amberes se resolvieron "socorrer el castillo y ganar la villa o perder las vidas sobre ello", como recoge el capitán Bernardino de Mendoza en sus escritos. De este modo los amotinados, al paso marcado por los tambores, partieron a las 3 de la noche, llegando a Amberes a la mañana siguiente y cruzando el río a nado y en pequeñas barcas que les enviaba Dávila. A su vez, los hombres de Alonso de Vargas llegaban junto a Julián Romero el cual traía con él 600 españoles, uniéndose con los amotinados de Alost.
Al fin, el 4 de noviembre a las 8 de la mañana pudieron acceder al castillo y unirse a Dávila, quien ofreció a los españoles descanso y alimentos, contestándole éstos que "estaban resueltos de comer en el paraíso o cenar en la villa de Amberes". De esta forma, algo más de 3.000 infantes españoles, 800 alemanes y cerca de 1.000 caballos se pusieron en marcha después de orar todos juntos. Un soldado español llamado Juan de Navarrete, que había sido nombrado alférez por los amotinados, abría el paso de los de Alost con un estandarte con el crucifijo de un lado, y del otro la imagen de la Virgen, cargando contra el enemigo por la calle de San Miguel, mientras que los hombres de Julián Romero arremetían por la calle de San Jorge, todos ellos al grito de "¡Santiago, España!"
Alonso de Vargas irrumpió con la caballería arrasando al enemigo, mientras que los infantes españoles terminaban de barrer los últimos reductos de resistencia del enemigo, que corrió a refugiarse en el Ayuntamiento de Amberes. En la plaza del ayuntamiento los españoles se concentraron para asaltar éste mientras que los protestantes tiraban con los arcabuces, matando a varios soldados españoles e hiriendo al capitán Damián de Morales. Ante ésta resistencia los españoles prendieron fuego al Ayuntamiento, mientras que Pedro de Tassis acababa con los que trataban de huir.
El fuego se extendió rápidamente a diversas viviendas, Champagney y el marqués de Haure pudieron huir a Zelanda; el conde de Eberstein se ahogó tratando de sortear el cauce del río, mientras que Goignies, Capres y el conde de Egmont fueron apresados. Los españoles saquearon la ciudad durante 3 días. Los muertos por armas se contaron entre 2.500 y 3.000 hombres, mientras que los quemados y ahogados superaron los 5.000, mientras que los españoles no sufrieron más que unas pocas decenas de bajas.
Las noticias del saqueo corrieron como la pólvora y la indignación de los Estados Generales fue mayúscula. El recién llegado Juan de Austria tuvo que firmar el 8 de noviembre la Pacificación de Gante, por la que se comprometía a sacar todas las tropas españoles de los Países Bajos. Este episodio avivó en gran medida la famosa Leyenda Negra contra los españoles.
Ayuntamiento de Amberes en llamas |
Sancho Dávila |
Julián Romero |
Pedro Ernesto de Mansfeld |
Saqueo que se habían ganado a pulso haciendo traición a su legítimo soberano y luego siendo derrotados.
ResponderEliminarun pueblo valaliente ahora castrado
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