El 6 de septiembre del año 1522, como si de un fantasma se tratase, hacía su aparición en la bahía de Sanlúcar de Barrameda la nao "Victoria", única superviviente de una expedición de cinco buques que habían zarpado de Sevilla 3 años atrás.
Fernando de Magallanes era un hidalgo portugués nacido en el año 1480 y que pronto entraría a servir como paje de la reina Leonor, esposa de Juan II de Portugal. En 1505 entró en la llamada Armada de la India, flota anual que partía hacia la India a través del Cabo de Buena Esperanza, ruta abierta por el gran marino portugués Vasco de Gama. Recorrió así miles de leguas, llegando a lugares tan imposibles en aquel entonces como Goa, Cochín o Cananor, en la India, Kerala, en Tanzania, o Malaca, en Malasia. En 1514, siendo ya toda una institución en su país, fue acusado de
comerciar ilegalmente en Marruecos, por lo que perdió su empleo. Desde ese momento se empecinará en investigar rutas hacia el Pacífico con el reputado cosmógrafo Rui Faleiro.
Por su parte, Juan Sebastián Elcano había nacido en la localidad guipuzcoana de Guetaria y provenía de una familia muy marinera, que se dedicaba a la pesca y al comercio. En 1509 embarcó en la expedición que dirigía el cardenal Cisneros para tomar Orán, dentro de la política de Fernando el Católico de tomar importantes plazas berberiscas en el Mediterráneo occidental. También participó en las Guerras Italianas de el Gran Capitán, pero esto le costó la ruina. Tuvo que deshacerse de su nave en favor de unos mercaderes de Saboya con los que previamente se había hipotecado para costear las pagas adeudadas a su tripulación, con la esperanza de que la Corona le entregase a tiempo el dinero que le debía, algo que no ocurrió. Arruinado y prófugo de la justicia, ya que se consideraba delito vender buques artillados en tiempos de guerra a los extranjeros, marchó hacia Sevilla buscando recuperar su patrimonio.
Es en esto que a mediados de 1517 apareció en Sevilla Fernando de Magallanes. Llevaba con él un proyecto tan incierto como fascinante: un amigo suyo, residente en las Molucas, le había mandado unas cartas con la ruta exacta para llegar a la Isla de las Especias y, junto a Rui Faleiro, concluyó que la información era correcta y el viaje, factible. Consiguieron los marinos portugueses entrevistarse con Juan de Aranda, factor de la Casa de Contratación de Sevilla, y encontraron en él un gran aliado. Éste logró audiencia con el obispo de Burgos, Juan Rodríguez de Fonseca, al que expusieron el plan: llegar a las Molucas por aguas reservadas a los españoles según el Tratado de Tordesillas, y demostrar que las islas se encontraban en territorio español.
La empresa causó el entusiasmo del obispo y fue propuesta al rey, Carlos I, quien el 22 de marzo de 1518 aprobaría la aventura. La noticia corrió como la pólvora, llegando a oídos de Elcano, que se encontraba por Sevilla buscando fortuna en alguna expedición. Los problemas para reclutar gente, por lo incierto y peligroso del viaje, y la mediación de un pariente de Elcano con la Casa Contratación, hicieron que el de Guetaria pudiera enrolarse en una de las naves, la nao "Concepción", donde además obtuvo el puesto de contramaestre, debido a sus amplios conocimientos marinos, bajo las órdenes del capitán Gaspar de Quesada, un experimentado marinero andaluz.
Las capitulaciones de la empresa contemplaban ventajosos acuerdos pata Magallanes y Faleiro, tales como la obtención de una vigésima parte de las ganancias del viaje, así como el derecho a retener mil ducados sobre los siguientes viajes, con una tasa del 5% sobre el sobrante. También obtendrían el monopolio de la ruta durante 10 años y el nombramiento como gobernadores de los territorios descubiertos y la propiedad de una isla para cada uno, siempre y cuando no estuvieran entre las 6 más ricas encontradas. No solo eso, también fueron nombrados comendadores de la Orden de Santiago.
Con todos los preparativos en marcha Faleiro abandonó la empresa por discrepancias con Magallanes, siendo sustituido por Diego Ribeiro, que se empleaba por aquel entonces en la Casa de Contratación. Sería el cartógrafo de la expedición. En la consecución de los fondos jugó un papel destacado el comerciante castellano Cristóbal de Haro, mientras que en la costa vasca se llevaron a cabo los abastecimientos necesarios, fundamentalmente armamento y herramientas.
5 buques se consiguieron para tal aventura: la "Trinidad" sería la capitana de Magallanes, una nao de 130 toneladas dotada con una tripulación de 62 hombres. También estaba la nao "San Antonio", buque de 140 toneladas, comandado por Juan de Cartagena y cuyo piloto era Esteban Gómez. La nao "Concepción" estaba capitaneada por Gaspar de Quesada, teniendo éste como segundo a Juan Sebastián Elcano. Cerraban la formación la nao "Victoria", a cargo de Luis de Mendoza, y la "Santiago", bajo el mando del capitán Juan Serrano. En total viajaban 234 hombres, en su mayoría portugueses, castellanos y vascos.
El 10 de agosto del año 1519 la expedición arrancó desde Sevilla, avituallándose en San Lúcar de Barrameda durante algo más de un mes, para hacerse a la mar el 20 de septiembre. La crónica de aquella aventura sería relatada por Antonio Pigafetta, que era ayudante de Magallanes. La primera parada, como no podía ser de otra forma, fue en Tenerife. Según Cristóbal Bernal, Juan de Cartagena le exigió a Magallanes que consultara sus decisiones con él, comenzando los problemas con la oficialidad del "San Antonio". Desde allí pasaron cerca de las costas de Cabo Verde para luego tomar rumbo sudoeste hacia las costas de Brasil. Al parecer, y según Bernal, Magallanes mudó la derrota y Cartagena no se mostró de acuerdo, sucediéndose los días con tensa calma hasta que en una de las reuniones de capitanes, Magallanes mandó apresarle, poniendo en su lugar a Antonio de Coca.
En su travesía atlántica contemplaron frecuentemente el llamado "Fuego de San Telmo", un fenómeno atmosférico considerado por los marineros de aquella época como un mal augurio. Para diciembre ya habían llegado a las aguas brasileñas. Bordearon su costa tomando rumbo sur hasta alcanzar el río de la Plata, o río de Solís, como se le conocía en esa época por la expedición del marino español Juan Díaz de Solís. En marzo de 1520 entraban ya en aguas desconocidas y Magallanes mantenía en secreto el propósito del viaje, intrigando enormemente a los capitanes y oficiales de las distintas naves.
Los ánimos estaban muy caldeados y Magallanes decidió tomar puerto en la bahía de San Julián la víspera del Domingo de Ramos de 1520. El invierno entraba en el hemisferio sur y se encontraban a tan solo unos días de la Antártida. Las temperaturas máximas apenas superaban los 5 grados, y las mínimas estaban muy por debajo de cero. Las provisiones empezaron a escasear y Magallanes tuvo que reducir las raciones, por lo que el malestar se hacía palpable y el motín no se hizo esperar. Los 4 capitanes se rebelaban.
Pigafetta relataba los hechos de la siguiente manera: "Habíamos apenas fondeado en este puerto cuando los capitanes de las otras naves formaron un complot para matar al comandante en jefe: estos traidores eran Juan de Cartagena, veedor de la escuadra; Luis de Mendoza, tesorero; Antonio Coca, contador; y Gaspar de Quesada. El complot fue descubierto y muertos Mendoza y Quesada. Se perdonó a Juan de Cartagena, quien algunos días después meditó una nueva traición. Entonces el comandante, que no osaba quitarle la vida porque había sido creado capitán por el Emperador en persona, lo arrojó de la escuadra y lo abandonó en la tierra de los Patagones con cierto sacerdote su cómplice".
Precisamente Elcano, que había participado en el motín siguiendo a su capitán, Gaspar de Quesada, fue también quien más hizo para rebajar la tensión durante el motín. Esto sin duda tuvo que pesar en la decisión que tomó Magallanes de no cumplir con la condena a muerte que había decretado no solo para él, sino para otros 40 marinos más. Finalmente solo hubo 2 ejecuciones. La expedición no podía permitirse el lujo de perder tantos y tan experimentados hombres. Juan Serrano fue nombrado capitán de la "Concepción", mientras que a Duarte Barbosa se le concedía el mando de la "Victoria". Así que sofocado el motín tocaba seguir fondeados y aguantar el duro invierno austral.
Magallanes distribuyó las tareas entre sus hombres para que no cayesen en la desesperación. Labores de caza, de limpieza... y de exploración. En el interior los hombres descubren a los indios patagones, llamados así por su gran estatura y las huellas que dejaban al caminar. También decidió enviar a la "Santiago" a explorar las costas de la Patagonia, pero ésta acabaría dando con sus maderas en las rocas junto al río Santa Cruz el 3 de mayo, tras pasar varios días pescando y haciendo acopio de madera. Todos los hombres sobrevivieron y fueron distribuidos entre las restantes naos.
Al fin, el 21 de agosto, los barcos se hicieron nuevamente a la mar. Navegando rumbo sur, los buques tuvieron que soportar los duros temporales de la región hasta que, el 21 de octubre, descubrieron el paso que unía los dos océanos. El cabo por el que entraron al estrecho fue bautizado como el de la Virgen, y desde ahí entraron en el mismo estrecho el día 1 de noviembre, por lo que en un principio se llamó "de todos los santos". El paso era un auténtico laberinto, por lo que Magallanes apostó por dividir la flota, mandando a la "Concepción" y a la "San Antonio" por una de las vías que se abrían ante ellos para explorarla y volver luego al punto de reunión.
La "San Antonio" jamás se unirá a la flota. El capitán, Álvaro de Mezquita, al que se le dio al mando tras deponer a Cartagena, sufrió un motín a manos del piloto, Esteban Gómez y del tesorero, Jerónimo Guerra, los cuales resolvieron junto a la tripulación regresar a España. A su regreso a España, Gómez se atribuirá injustamente el mérito de haber descubierto el paso. Magallanes, que creía que la "San Antonio" se había perdido, esperó varios días su regreso. En balde, por supuesto. El tiempo apremiaba y finalmente decidieron continuar la marcha, tomando rumbo noroeste y saliendo por fin a alta mar a finales de noviembre de 1520. El último cabo del paso del estrecho fue bautizado como "Cabo Deseado".
Siguiendo rumbo noroeste se adentraron las 3 naves en las aguas del nuevo océano, al que
Magallanes bautizó como "Pacífico" o de "Las Damas". Claro que la tranquilidad del mar también hizo que los buques avanzasen con lentitud y el viaje se hiciera interminable. Los hombres empezaron a notar la escasez de alimento y el aumento de enfermedades. El hambre y el escorbuto diezmaron las tripulaciones. Pigafetta describía la enfermedad así: "Nuestra más grande desgracia llegó cuando nos vimos atacados por una especie de enfermedad que nos inflaba las mandíbulas hasta que nuestros dientes quedaban escondidos".
Así transcurrieron más de 2 meses en condiciones infrahumanas hasta que a finales de enero llegaron a una de las islas que componían lo que hoy se conoce como Las Marianas. Allí se aprovisionaron y, tras descansar y recuperarse, partieron rumbo oeste, donde Magallanes suponía que encontrarían las Molucas. Pero lo que se encontraron no eran las Molucas, sino Cebú, en lo que unos años más tarde se conocerían como las Islas Filipinas, en honor a Felipe II, y allí arribaron, a las costas de San Lázaro, el 16 de marzo de 1521. Allí enterraron a varios compañeros que, terriblemente enfermos, fueron a morir en esa isla. Luego, una vez recuperados, siguieron explorando aquellas islas, comerciando y trabando amistad con las tribus locales y buscando información.
Magallanes se ganó la confianza de varios caciques locales, los cuales se hallaban en disputas con otro jefe tribal musulmán de nombre Lapu-Lapu. A principios de abril, la expedición partía hacia la isla de Mactán. Según Pinafetta, la presencia de corales hizo imposible acercar las naves a la costa hasta distancia de cañón, por lo que Magallanes y 48 de sus hombres, se acercaron a la costa en botes y desembarcaron en la playa. Frente a ellos, más de 1.500 guerreros dispuestos a arrebatarles la vida. Comenzó el combate y pronto quedó patente que la superioridad numérica de los indios era insalvable, más aún sin el apoyo de la artillería. El miedo inicial al fuego de las armas españolas pronto tornó en furia y Magallanes ordenó la retirada.
Cargaron los indios con arcos, lanzas y cimitarras. Magallanes fue herido en la pierna con una flecha envenenada y en el brazo con una lanza, pero se dispuso a cubrir la retirada de su hombres con valentía suicida. Pigafetta relataba de esta manera los acontecimientos: "un isleño consiguió herir al capitán en la cara con una lanza de bambú. Desesperado, este hundió su lanza en el pecho del indio y la dejó clavada. Quiso usar la espada, pero solo pudo desenvainarla a medias, a causa de una herida que recibió en el brazo derecho... Entonces los indios se abalanzaron sobre él con espadas y cimitarras y cuanta arma tenían y acabaron con él, con nuestro espejo, nuestra luz, nuestro consuelo, nuestro guía verdadero. Cuando lo hirieron, se volvió muchas veces para comprobar que estábamos todos a salvo en los barcos".
Era el 27 de abril de 1521 y Magallanes había muerto salvando la vida de sus hombres. Ahora tan solo quedaban 114 hombres y no podían gobernar 3 barcos, por lo que decidieron quemar la "Concepción", repartiéndose los exploradores entre la "Trinidad", bajo el mando de Gómez de Espinosa, y la "Victoria", que tendría como capitán a Elcano. Tras un breve periodo al frente de la expedición, Duarte Barbosa cayó muerto en una emboscada junto a 24 de sus hombres, quedando Juan López de Carvalho al mando. No tardó en ser depuesto por mala conducta y en tomar el mando un triunvirato de españoles, que desconfiaban de las intenciones de sus compañeros portugueses.
Al fin, el 7 de noviembre de 1521, llegaron a las tan ansiadas Molucas. Allí, en la isla de Tidore, comerciaron con los pueblo nativos. Desde la preciada canela, pasando por el clavo, la pimienta o la nuez moscada. Una vez aprovisionados y descansados de todas las penalidades sufridas tras más de dos años de aventura, zarparon el 21 de diciembre con rumbo a España por la ruta africana. Pero solo lo hizo la "Victoria". La "Trinidad" tenía una vía de agua y debía ser reparada. El plan era llegar a Panamá, pero nunca lo conseguirían. Tras partir a comienzos de abril de 1522 una serie de fuertes temporales se cebaron con la desdichada nave, y Gómez de Espinosa se vio obligado a pedir ayuda a los portugueses. Éstos, lejos de prestársela, le tomarían como prisionero junto al resto de la tripulación. Tan solo 5 hombres de la "Trinidad" regresarían a España en 1527.
Mientras tanto, Elcano avanzaba rumbo oeste. Tocó tierra en Timor, y se enteró de la existencia de Java, China o Indonesia. Atravesó el Índico evitando acercarse a los puertos africanos controlados por los portugueses, pues éstos tenían órdenes de apresarles. El hambre y la sed hicieron mella en la tripulación. Pasaron las costas de Mozambique, donde los hombres suplicaron a su capitán desembarcar, pero éste se negó en rotundo aduciendo que "antes morir que entregarnos a los portugueses". A mediados de mayo de 1522 doblaron el Cabo de Buena Esperanza. Con sus hombres completamente desesperados, Elcano mandó un pequeño bote a tierra con 13 hombres para comerciar con los nativos, pero el gobernador del territorio era portugués y, a pesar de ocultar su identidad, lo único que tenían los españoles que ofrecer a cambio del agua y los víveres, eran las especias que habían conseguido en las Molucas. Esto les delató y fueron presos, aunque más adelante regresarían a España.
El Atlántico se les hacía eterno. Los días pasaban sin que aquellos hombres probasen bocado ni diesen trago. El escorbuto les hacía padecer lo indecible, y se tenían que arrojar por la borda los cadáveres de los que no aguantaban. Elcano trataba de reconfortar a su tripulación. Ánimos y promesas de gloria a su regreso a España. Cuando todo parecía perdido, y tras superar un fuerte temporal que les llevó hasta las aguas de las Azores, a primeros de septiembre divisaban las costas de España. El 6 de septiembre de 1522, tras más de 3 años de viajes, fatigas y penalidades, la nao "Victoria" arribaba al puerto de Sanlúcar de Barrameda. Tan solo 18 hombres habían conseguido dar la vuelta al mundo tras recorrer más de 14.000 leguas.
Agua, comida y sin perder un segundo subieron las aguas del Guadalquivir para llegar el día 8 a Sevilla. Los principales cargos de la Casa de Contratación y las autoridades de la ciudad les esperaban en el puerto para celebrar aquella gesta. Allí bajaron del buque, descalzos y en procesión para escuchar misa en la basílica de Nuestra Señora de la Victoria. Completamente repuesta, la tripulación viajó a Valladolid, donde fue recibida por el rey Carlos en persona, quien colmó de honores a los supervivientes. A Elcano le entregó una renta anual de 500 ducados, una fortuna por aquel entonces, y un escudo de armas con un globo terráqueo y la leyenda: "Primus Circumdedisti Me" (el primero en circundarme). También negoció con el rey portugués la liberación de todos los apresados. La vuelta al mundo ya era una realidad.
Los nombres de aquellos valientes hombres eran los siguientes:
Juan Sebastián Elcano, capitán. Natural de Guetaria.
Francisco de Albo, piloto. Natural de Quíos.
Miguel de Rodas, piloto. Natural de Rodas.
Juan de Acurio, piloto. Natural de Bermeo.
Antonio Lombardo Pigafetta, sobresaliente. Natural de Vicenza.
Martín de Yudícibus, marinero. Natural de Savona.
Hernando de Bustamante, marinero y barbero. Natural de Mérida.
Nicolás el Griego, marinero. Natural de Nauplia.
Miguel Sánchez de Rodas, marinero. Natural de Rodas.
Antonio Hernández Colmenero, marinero. Natural de Ayamonte.
Francisco Rodríguez, marinero. Portugués de Sevilla.
Juan Rodríguez, marinero. Natural de Huelva.
Diego Carmena Gallego, marinero. Natural de Bayona.
Hans, artillero. Natural de Aquisgrán.
Juan de Arratia, grumete. Natural de Bilbao.
Vasco Gómez Gallego, grumete. Natural de Bayona.
Juan de Santander, grumete. Natural de Cueto.
Juan de Zubilete, paje. Natural de Baracaldo.
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