El 24 de junio de 1635 daba comienzo, por parte de las tropas franco holandesas, el asedio de la plaza de Lovaina, en el Brabante Flamenco, defendida por el veterano gobernador Antón Schetz quien contaba con 4.000 infantes procedentes de distintos tercios valones, irlandeses, y regimientos alemanes e ingleses, junto con 6 cornetas de caballos.
En el marco de la Guerra de los Treinta Años, 1635 iba a ser el año de entrada en el conflicto de Luis XIII, dando así comienzo a la llamada Fase Francesa. En realidad Francia llevaba muchos años socorriendo con dinero e incluso hombres a los enemigos de la Casa de Austria, por lo que la entrada en la guerra era simplemente una formalidad de París, en un momento en el que se encontraba con el suficiente músculo humano y económico como para poder beneficiarse de una guerra que ya llevaba casi dos décadas librándose.
De este modo uno de los primeros movimientos franceses fue el soborno del arzobispo de Tréveris, quien acabó abandonando la protección de España permitiendo la entrada de un contingente francés en su territorio. Esta posición jugaba un papel clave ya que permitía a Francia conectar directamente con los territorios de los protestantes. No iba a permitir el Cardenal Infante dejar esa plaza en poder de un enemigo tan peligroso, y ordenó al marqués de Aytona hacer los preparativos pertinentes para recuperarla. De este modo, un capitán valón que mandaba la guarnición de la plaza de Schweich, a unos 15 kilómetros al noreste de Tréveris, ideó un plan para poder tomar la plaza sin tenerla que someter a un costoso asedio.
El plan consistía en descender el río Mosela en barcas durante la noche, de tal forma que antes de que amaneciera, las tropas hispánicas pudieran acometer la plaza sin despertar la atención de los defensores. Las barcas se pusieron en marcha amparadas por la oscuridad, llegando poco antes de la salida del sol a una zona por donde le solían llegar provisiones desde Lorena. La fuerza que desembarcó a orillas del Mosela estaba compuesta por 1.000 escogidos infantes y 600 caballos. Al llegar a una de las puertas de entrada a la ciudad, colocaron unos petardos, la volaron, y embistieron con gran furia y rapidez. En menos de tres horas los soldados hispánicos eran los amos y señores de Tréveris, habiendo acabado con la mayoría de los más de 800 franceses que se encontraban de guarnición, y arrestando al arzobispo, Príncipe Elector, llevándolo a Luxemburgo tras saquear su casa.
Éste fue el hecho que sirvió de excusa a Francia para declarar la guerra a España y entrar de lleno en la Guerra de los Treinta Años. De esta forma el ejército francés se puso en marcha en el norte, con Urbain de Maillé, marqués de Brezé y cuñado del cardenal Richelieu, y Gaspard III de Coligny, duque de Châtillon, al frente de las tropas. Las fuerzas que mandaban sobrepasaban los 22.000 infantes, distribuidos en 13 regimientos, y algo más de 6.000 caballos, los mejores que habían podido reunir en Francia, y muchas piezas de artillería. El plan era atravesar el río Mosa y unirse de esta forma al ejército holandés que mandaba Federico Enrique de Orange, y así, reunidas ambas fuerzas, atacar Bruselas nada menos, donde se encontraba el infante cardenal.
Enterado del plan, don Fernando de Austria se decidió a actuar para impedir la unión de las fuerzas. Moviéndose rápido ordenó a Tomás Francisco de Saboya, príncipe de Carignano, acantonar tropas en Namur consistentes en un tercio de españoles, otro de italianos, otro de loreneses, dos de valones, y un regimiento de alemanes y otro de irlandeses, sumando todas las fuerzas algo menos de unos 10.000 infantes, a los que se unió un regimiento de caballería. Tomás Francisco había sido informado erróneamente sobre el número de hombres que traían los franceses, pues su secretario le había asegurado que no superarían los 10.000 infantes y 2.000 caballos. El 19 de mayo, ya por la noche, llegaron noticias de algunos de sus exploradores de que el enemigo disponía de unos 30.000 soldados, no dando crédito a semejante afirmación y partiendo a la búsqueda de la fuerza francesa.
El 20 de mayo las fuerzas hispánicas se desplegaron sobre unas colinas situadas frente a un pequeño valle en Les Avins, en el principado de Lieja, con el río Hoyoux a sus espaldas. Les Avins se encontraba a poco más de 40 kilómetros de distancia al este de Namur. La infantería se situó en vanguardia, con los mosqueteros del capitán Antonio de la Rúa en primera línea, acompañados de la artillería. Detrás el grueso del ejército y la caballería se desplegó por escuadrones en los flancos. Los franceses del marqués de la Brezé formaron en dos líneas de infantería, con la caballería cubriendo sus flancos, mientras que los hombres del duque de Châtillon alargaron el frente situándose en el flanco izquierdo de Brezé. El príncipe de Carignano contemplaba horrorizado la tremenda superioridad numérica de los franceses, pero ya era tarde para retirarse.
El ataque de Brezé no se hizo esperar; ordenó la carga de siete escuadrones de caballería, algo más de 700 caballos se lanzaron sobre la vanguardia hispánica, pero fueron rechazados por los mosqueteros españoles y la artillería. Brezé insistía ahora enviando a su primera línea de infantería sobre las fuerzas españolas que defendían la colina, pero nuevamente su ataque fue rechazado en seco, teniendo grandes bajas por el fuego de mosquete y artillería. Châtillon, entonces, envió a su caballería para romper la defensa hispánica, saliéndole al encuentro los escuadrones de caballos de Carlos Alberto de Longueval, hijo del gran general católico, el conde de Bucquoy, y del señor de Villerval. La abrumadora superioridad de las fuerzas francesas no permitió a los hispánicos mantener mucho tiempo la posición y, tras el apresamiento de Villerval, la caballería se retiró.
Tomás Francisco, viendo lo imposible de continuar resistiendo, ordenó la retirada general. Ésta se llevó con bastante orden gracias a la cobertura que hicieron el tercio español de Alonso Lodrón y el italiano de Sfondrati. Ambas fuerzas resistieron un total de cinco cargas hasta que pudieron replegarse tras el grueso del ejército en huida, tras perder más de 1.000 hombres entre muertos, heridos y prisioneros. Las cifras de bajas son bastante confusas. Los franceses aseguraban haber hecho 800 prisioneros y haber causado más de 6.000 bajas al ejército hispánico entre muertos y heridos. Por parte de los españoles se habla de 700 prisioneros y unos 1.500 muertos y heridos. Sea como fuere, el ejército católico hubo de retirarse dejando el paso libre a los franceses para reunirse con los rebeldes holandeses.
Batalla de Les Avins |
El 2 de junio las tropas francesas llegaban a Maastricht, a unos 80 kilómetros al norte de Les Avins, aunque su número se había visto seriamente reducido a unos 25.000 hombres por los muertos, heridos y desertores. El ejército holandés, conducido por Federico Enrique, llegaba dos días después. Estaba compuesto por 12 regimientos con unos 15.000 infantes holandeses, y también alemanes, escoceses y frisones, a los que había que sumar unos 5.000 caballos. La unión de ambos ejércitos resultaba imponente a los ojos del más experimentado militar. Para hacerse una idea de la magnitud de la empresa que pretendían emprender los enemigos de la Corona Española, en Maastricht y Aquisgrán se hornearon 350.000 toneladas de pan, y se suministraron 200.000 libras de bizcocho, todo ello para abastecer a un ejército que superaba los 50.000 hombres.
Parecía que la suerte de Bruselas estaba echada, pero el Cardenal Infante aún tenía un as en la manga. Uniendo a las tropas que habían sobrevivido en Les Avins, con fuerzas procedentes de distintas guarniciones del país y reclutas de Flandes y Brabante, logró reunir un ejército de 19.000 hombres y se construyeron diversas posiciones defensivas y fortalezas al oeste del río Gete. Mientras tanto, el ejército franco holandés cruzó el río Mosa entre el 5 y el 6 de junio y, avanzando en varias columnas, llegaron a a las afueras de Tirlemont, en el Brabante Flamenco, el 8 de ese mes. El enemigo se encontraba a menos de 50 kilómetros al este de la capital y a poco más de kilómetro y medio del ejército hispánico.
En vista de que la posición defensiva no era lo más adecuada, ordenó al capitán Martín de los Arcos quedarse al frente de 1.200 valones en Tirlemont, mientras que el grueso de su fuerza se establecería en Lovaina. Esta era una ciudad a medio camino entre Tirlemont y Bruselas, situada en la confluencia de los ríos Dijle, un afluente del Ruper, y Voer. Contaba con un extenso perímetro circular amurallado con varios revellines y un foso, así como una muralla interior de tipo medieval. La plaza estaba defendida por el veterano militar Antón Schetz, que estaba al frente de 4.000 hombres de distintas naciones y 6 cornetas de caballería. Las tropas franco holandesas se desplegaron alrededor de Tirlemont y comenzaron el asedio.
La artillería gala comenzó el bombardeo y logró abrir brecha en los muros de la plaza. Martín de los Arcos, en vista de la imposibilidad de defender la ciudad negoció una rendición con Federico Enrique acordando respetar la villa, pero las tropas francesas desoyeron los pactos alcanzados y saquearon Tirlemont y no solo eso, quemaron a católicos dentro de iglesias, violaron a las mujeres e incluso empalaron a los sacerdotes. Mientras esto sucedía, el infante cardenal seguía dirigiendo los trabajos de fortificación al sur de Lovaina, en la ribera del río Dijle. Una vez terminada de saquear Tirlemont las tropas franco holandesas avanzaron en dirección a Lovaina a la vez que llegaban noticias de que un socorro imperial comandado por Octavio Piccolomini se aproximaba con una fuerza de 16.000 hombres.
El 20 de junio el ejército franco holandés llegó al río Dijle a unos 20 kilómetros al sur de Lovaina y trató de vadearlo por la villa de Florival, por lo que don Fernando mandó al tercio del marqués de Celada junto con varias cornetas de caballos para reforzar la posición del regimiento alemán del conde de Isemburg, que era el encargado de defenderla. Las tropas franco holandesas encontraron un paso por una abadía cercana a Florival tras hacer prisioneros a los 80 defensores que allí se encontraban. Con ese paso controlado, los ingenieros franceses lograron tender pontones y pasar a la mayor parte del ejército el día 21 de junio, por lo que el cardenal infante decidió retirar sus fuerzas a Bruselas, para poder defenderla en caso de que el enemigo la atacase. Pasando por el sur de Lovaina el ejército franco holandés llegó a vista de Bruselas el día 23.
Ese mismo día el cardenal infante se enteró de que uno de sus secretarios estaba a sueldo de los Orange, falseando comunicaciones con los imperiales para retrasar de esta manera el socorro. Fue juzgado y condenado a ser descuartizado por cuatro caballos a los que fue atado por las extremidades. Con Bruselas a tiro de artillería, ambos mariscales franceses juzgaron más prudente acabar antes con la amenaza que suponía una plaza como Lovaina en su retaguardia, por lo que ordenaron al ejército sitiar la ciudad, comenzando el cerco el día 24. Las fuerzas francesas se desplegaron al sur de Lovaina, contra la puerta de Vilvarde, defendida por el regimiento de irlandeses de Preston, mientras que los holandeses lo hicieron por el norte, donde se encontraba la puerta de Malinas.
Poco a poco los sitiadores iban completando los trabajos de circunvalación y contravalación para aislar por completo la ciudad, mientras Anton Schetz coordinaba los ataques de los defensores. El día 27 un pequeño auxilio de 500 caballos comandado por el capitán Pedro de Villamor logró sortear las defensas enemigas y pasar entre los sitiadores, logrando así entrar en la ciudad con cientos de kilos de pólvora para la artillería. Tras recibir los refuerzos, Schetz procedió a inundar el terreno circundante abriendo las esclusas de la ciudad. Esto provocó la destrucción de muchos de los trabajos realizados por los sitiadores, mientras que el fuego de los cañones y las salidas de los defensores, provocaban cuantiosas bajas en el enemigo. Para finales de junio se calcula que el ejército francés había perdido más de 8.000 hombres, entre bajas y deserciones. De hecho, la situación era tan grave que el propio Richelieu, informado de los acontecimientos, escribió al duque de Châtillon prometiéndole el envío de 8.000 infantes y 2.000 caballos, pero debían aguantar asediando Lovaina al precio que fuera.
Mientras tanto, las fuerzas francesas estaban ya a menos de 200 metros del foso que rodeaba la ciudad y trataban de minar la contraescarpa. Habían instalado también dos baterías artilleras que estaban haciendo mucho daño en los muros de la plaza, por lo que Schetz ordenó una salida a cargo de las tropas irlandesas que se encontraban defendiendo esa posición, causando bastante bajas e interrumpiendo los trabajos de expugnación. El día 29 le tocó el turno a los holandeses, quienes lanzaron un fuerte ataque contra la media luna de la Puerta de Malinas, que fue detenido por los soldados valones a los que apoyaron los estudiantes de la universidad de Lovaina, que se unieron a la defensa con picas, espadas y mosquetes.
Universidad de Lovaina |
Ese mismo día Schetz, que se encontraba dirigiendo la defensa de la ciudad desde el torreón llamado Verloren Kost, ordenó una salida de soldados valones contra las posiciones de los holandeses, que tuvieron en aquel ataque 400 muertos. Había transcurrido ya una semana desde que comenzó el sitio y las pérdidas de las fuerzas franco holandesas eran considerables, cobre todo en los franceses, asolados por las enfermedades. Por si no era suficiente, el infante cardenal envió una columna de tropas españolas y valonas para tomar el fuerte de Schenkenschans, un fuerte de suma importancia para los intereses de los holandeses enclavado entre los ríos Rin y Waal, estratégico paso entre Holanda, Zelanda y Alemania. Su importancia era de tal magnitud, que Olivares decía que "Sin el Schenkenschans no hay nada, aunque se tome a París, y con él, aunque se pierda Bruselas, lo hay todo".
Este hecho propició que Federico Enrique decidiera abandonar la campaña de 1635 con Francia para centrarse en la recuperación del fuerte. El 2 de julio llegaron noticias de que el socorro de Piccolomini y Colloredo, quienes conducían un ejército de 15.000 infantes, 7.000 corazas, 2.000 dragones y 3.000 croatas, se hallaba ya en Namur, a unos 50 kilómetros al sur de Lovaina, y su vanguardia, compuesta por 6.000 caballos, avanzaba a toda velocidad. Los franceses, en vista de que sus aliados van a abandonar la campaña para ocuparse de sus asuntos, decidieron levantar el asedio. Su retirada fue de todo menos tranquila; el cardenal infante ordenó hostigar al enemigo a lo largo del río Mosa, recuperando Diest tras asaltarla y acabar con la guarnición.
Las bajas francesas fueron terribles; apenas una cuarta parte de las tropas que partieron de Francia llegaron a los puertos holandeses para regresar. Más de 22.000 hombres perdieron los mariscales Brezé y Coligny en aquella campaña. A las bajas ocurridas durante el asedio hubo de sumarle las causadas por las fuerzas del cardenal infante, quien había salido desde Bruselas en persecución de los enemigos, capturándoles todos los suministros, municiones, artillería y más de 240 banderas y estandartes. Tampoco los holandeses se libraron de las pérdidas y las persecuciones, perdiendo un convoy con la plata del príncipe de Orange y más de 1.800 hombres. La campaña franco holandesa de 1635 fue un fracaso en toda regla.
Mapa de Lovaina. Siglo XVII |
Bibliografía:
- Con Balas de Plata. 1631-1640 (Antonio Gómez)
- La Guerra de los Treinta Años. Una tragedia Europea (Peter H. Wilson)
Buenas de nuevo, como siempre un placer leer su blog.
ResponderEliminarHe encontrado información muy valiosa que puede le sirva sobre las bajas y el ORBAT de Avins.
La relación del capitán Diego de Luna, que tomó parte en la campaña, coincide con Mascareñas, citando 1.300 muertos y 700 prisioneros.
El cronista Matías de Novoa señala, igual que en la batalla de Rocroi, como los hispanos rodeados de enemigos tuvieron que rendirse: "Capitulóse, pues; cosa jamás vista, y que admiró mucho a todos los soldados viejos de
Flandes, de que fuese en la campaña, y al primer ardor y con las armas en la mano." señala 500 muertos y 600 heridos, pero nada dice del número de prisioneros, tan sólo que fueron llevados a Maastricht.
Como bien dices el tercio español y el italiano quedaron destrozados y tuvieron que ser reconstruidos con otras unidades. Con el ejército francés pasaba lo mismo, y su ejército quedó muy deshecho al finalizar la campaña.
En la revista "Researching & Dragona" nº 19 se hace referencia a una muestra de febrero de 1635:
Tercio español de Ladrón de Guevara (1.112 soldados en 15 compañías)
Tercio italiano de Esfrondato (1.240 soldados en 16 compañías)
Tercio valón de Frezin (860 soldados en 12 compañías)
Regimiento lorenés de Brun (748 soldados en 10 compañías)
Regimiento alto-alemán de Hoogstraten (1.316 soldados en 18 compañías)
Caballería: 1.500 caballos al mando del conde de Bucquoy
En total no llegaría a los 7.000 soldados, ya que en "R&D" se indica que el tercio valón de Ribaucourt y el irlandés de Preston habían marchado ya a guarnecer Lovaina, y no habrían tomado parte en la batalla. El "Mercure François" tampoco cita estas unidades en la batalla, ni tampoco se citan bajas suyas en los textos.
Un cordial saludo.
Buenas, perdón por la tardanza en contestar, pero he estado ausente unos días.
ResponderEliminarMuchas gracias por sus palabras y sobre todo por la valiosa información que aporta, siempre es bienvenida en este espacio.
Los tercios español e italiano sufrieron unas terribles bajas, pero hicieron pagar un alto precio a los franceses en Les Avins.
Un saludo.
No hay de qué, es impresionante como poco más de 2000 hombres se batieron contra unos 27000. Sin duda un combate poco considerado al igual que el del año siguiente en el cruce del somme.
ResponderEliminarUn saludo.
Así es, gestas que, por desgracia, han caído en el olvido. La de películas que se hubieran hecho ya de haber sido americanos en vez de españoles.
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