El 3 de noviembre del año 1543 las fuerzas imperiales de Carlos V pusieron en fuga a los ejércitos franceses del rey Francisco I, que se hallaban acampados en Cateau-Cambrésis, dejando expedito el camino de las fuerzas del emperador hacia Cambrai.
Como respuesta a los ataques franceses de 1542, orquestados por Francisco I contra las posesiones de la Corona Española, tanto en la propia frontera de España como en el Milanesado y sobre todo en los Países Bajos, Carlos V emprendió en 1543 una enérgica política tanto diplomática como militar, para recuperar la iniciativa en el teatro europeo.
Completamente desengañado de la palabra y el honor del rey francés, el cual no tenía reparos en incumplir sus juramentos, como el realizado para obtener su liberación tras su captura en la batalla de Pavía, o sus pactos con el Turco, a pesar de declararse como "Rey Cristianísimo", Carlos comprendió que la única manera de tratar con el monarca galo era mediante la vía de las armas.
A comienzos de febrero de 1543, Carlos firmaba un tratado con el rey de Inglaterra, Enrique VIII, por el cual se comprometían ambos a invadir Francia. Enrique no quería disputas con el emperador, al cual admiraba y respetaba desde los tiempos de su visita a Inglaterra, allá por 1520. Las consecuencias de dicho tratado fueron la declaración de guerra de Inglaterra contra Francia el 22 de mayo de 1543, enviando unos días después una ejército de más de 5.000 hombres, que reforzaría a las huestes imperiales de los Países Bajos.
Carlos, por su parte, partió desde Barcelona hacia Génova, donde se reunió con las tropas de Ferrante Gonzaga, condottiero italiano al servicio de España, y que había hecho las veces de embajador de España ante Inglaterra. A ambos se les unieron las tropas de Alfonso de Ávalos, marqués del Vasto, en aquel momento gobernador del Milanesado. Sin perder un segundo partieron en dirección a Espira, en el Palatinado alemán, donde se reunieron con las fuerzas imperiales allí acantonadas.
Carlos había logrado sumar en Alemania una fuerza de casi 25.000 soldados, entre los que destacaban los 4.000 españoles de los Tercios Viejos. Pronto se les sumarían 9.000 infantes con abundante artillería y 2.000 jinetes procedentes de los Países Bajos. Un ejército así bien podía invadir Francia, pero la proximidad del invierno no aconsejaba enfrascarse en una campaña tan larga y costosa.
El objetivo elegido por el emperador sería el ducado de Cléveris, que ocupaba partes del actual estado alemán de Renania del Norte-Westfalia, y de los actuales Países Bajos. El duque se había aliado con el rey francés y esto era suficiente para invadir sus posesiones, pero además Carlos poseía derechos sobre Güeldres, una de las doce provincias de los Países Bajos, por lo que no dudó en tomar la decisión de cargar contra Cléveris.
En este orden de cosas las tropas imperiales, con los tercios españoles a la cabeza, sitiaron la plaza de Düren, villa alemana fronteriza con los Países Bajos y protegida por los ríos Mosa y Rin. Con fuertes muros y una poderosa guarnición, se consideraba inexpugnable en esa época, pero poco le importó a Carlos. El 23 de agosto la artillería ya estaba batiendo las murallas de la ciudad, logrando abrir brecha un día después.
4 cargas lograron resistir los defensores, pero en la quinta, y ya con los soldados de los tercios al frente, se desmoronaron ante la ofensiva de las huestes españolas. Las vidas de los no combatientes se respetarían, así como las iglesias y los lugares más significativos, pero un incendio fortuito causó estragos en parte de la ciudad. La noticia de la caída de Düren se extendió rápidamente por todo el ducado, provocando la rendición inmediata de villas tan importantes como Jülich, Sittard, Roermond o la propia Güeldres, sin que Carlos tuviera que poner el pie en ellas.
El propio duque, Guillermo de Jülich-Cléveris-Berg, abandonado por su antiguo aliado francés, pediría el perdón del emperador. Éste, en un gesto típico en él, no solo se lo concedió, sino que le permitió seguir ostentando el dominio del ducado, previo juramento de lealtad a su persona, y tras incorporar Güeldres y Zutphen a los Países Bajos.
El paso siguiente era tomar Landrecy, villa estratégica que le abría el camino hacia Cateau-Cambrésis. A mediados de septiembre las tropas de Carlos la ponían sitio, teniendo el rey francés que mandar un socorro inmediato con el propio Francisco a la cabeza. Las tropas francesas formaron a las afueras de Cateau-Cambresis y Carlos no dudó en formar a su ejército y plantar batalla.
El 2 de noviembre, y tras pasar revista a sus tropas, Carlos buscó el enfrentamiento con los franceses que tanto estaba deseando. Con sus tercios españoles en el centro de la formación, sabía que de alcanzar la victoria ese día, el camino a París quedaría libre. Francisco también lo sabía, al igual que sabía que sus fuerzas no eran rival para detener al ejército imperial, al menos si en él formaban tercios viejos españoles. Y también sabía que de caer capturado, el emperador no sería tan magnánimo como en Pavía, cuando cayó prisionero de los españoles.
Tras unas pequeñas escaramuzas y enfrentamientos de menor consideración, Francisco juzgó prudente retirarse y evitar males mayores. Carlos, no sin cierta decepción, perseguiría la retaguardia del enemigo durante varias horas, causándole bajas de escasa consideración, y resolviendo dejarles marchar finalmente, ante la cercanía de la estación invernal.
Cateau-Cambrésis fue tomada por las tropas del emperador, al igual que las villas de Ligny y de Cambrai, teniéndose que levantar el cerco sobre Landrecy, al tener que regresar a los cuarteles invernales. Las operaciones se pospondrían hasta el siguiente año.
Emperador Carlos V |
Francisco I, rey de Francia |
Guillermo de Jülich-Cléveris-Berg, duque de Cléveris |
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