El 7 de octubre de 1571 se producía la batalla de Lepanto, que enfrentó en el golfo de Patras a las fuerzas navales del imperio otomano y a las de la Liga Santa, formada por España, Venecia, la Orden de Malta y el Papado, y que acabó con una rotunda victoria cristiana.
Con Selim II como sultán otomano, en septiembre de 1570 los turcos habían comenzado a asediar la ciudad de Famagusta, en el este de Chipre, tras haber tomado Nicosia y buena parte de la isla. Bajo el mando de Lala Mustafá y Pialí Bajá, más de 150.000 turcos tomaron, tras casi un año de asedio, la ciudad. El encargado de la defensa de Famagusta, Marco Antonio Bragadino, pronunciaría unas proféticas palabras: "Un día nuestra armada llegará y tu ejército y tu flota quedarán destruidos".
A la par que los turcos asediaban Chipre, Venecia, España y el Papado unían sus fuerzas para tratar de enviar un socorro. Los venecianos, con Girolamo Zanne al mando, enviaban 136 galeras, 11 galeazas y otros 14 buques diversos. El papa contribuía con 12 galeras bajo el mando de Marco Antonio Colonna, virrey de Sicilia. España, por su parte, mandaba a Juan Andrea Doria con 50 galeras. Pero las desavenencias entre los distintos generales y el mal estado de muchos de los buques venecianos, pusieron fin a la esperanza de enviar la ayuda necesaria para que Chipre no cayese.
Pero el papa Pío V no desistiría de su idea de poner fin a los avances del Turco en el Mediterráneo occidental. Tras muchas negociaciones y limar asperezas y recelos, el 24 de mayo de 1571 se leyó el Tratado de Roma, jurando el papa con la mano en el pecho, observarlo fielmente, tal y como afirma Cesáreo Fernández Duro. Igualmente procedieron los representantes de España y Venecia, no encontrando la adhesión en los reinos de Portugal, Austria o Francia, que durante años colaboraba activamente con el Turco.
Selim II, en vistas de este nuevo acuerdo, reforzó su posiciones para tomar Chipre definitivamente, algo que haría el 5 de agosto de 1571 con la entrega de Famagusta por parte de Bragadino. La Liga Santa se volvía a constituir para plantar cara a los otomanos y se fijó el puerto de Messina para congregar la flota. Venecia llegó primero con Sebastián Veniero al mando; aportaba 106 galeras y 6 galeazas, grandes buques de remo que podían llevar hasta 40 cañones en sus castillos de proa y de popa. Después llegó Marco Antonio Colonna con las 12 galeras del Papado, y después lo hicieron las 9 de Malta. La flota española llegó casi un mes después, bajo el mando de Juan de Austria, hermanastro del rey Felipe, con 90 galeras y diversos buques de transporte y fragatas.
El 16 de septiembre se hacía a la mar la flota cristiana. Recaía el mando de ésta en Juan de Austria y contaba para la empresa con más de 80.000 hombres, de los cuales unos 34.000 eran soldados. La armada española estaba bajo la dirección de Álvaro de Bazán, con Luis de Requesens y Juan Andrea Doria secundándole. Los buques venecianos, ante la falta de hombres, fueron reforzados con 4.000 soldados españoles, y en cada galeaza se apostaron 400 arcabuceros.
Formaban los cristianos en vanguardia con 8 galeras venecianas de avanzadilla y luego las 6 galeazas, bajo el mando de Juan de Cardona. El resto de las fuerzas se dividieron en 4 cuerpos de combate. El centro de la formación sería ocupado por 61 galeras bajo el mando del propio Juan de Austria, quien hizo de la "Real" su capitana, una nave de 37 metros de eslora, 360 remeros y 400 soldados. También estaba la capitana del Papado "Su Santidad" y las capitanas de Venecia, bajo el mando de Sebastián Veniero, de Génova, bajo el mando de Héctor Spínola, y de Saboya, a cargo de Monseñor de Leyni. El ala derecha estaba formada por 54 galeras bajo el mando de Juan Andrea Doria, mientras que la izquierda la comandaba el veneciano Antonio Barbarigo, con 53 galeras. Por último, quedaba a retaguardia con la escuadra de socorro Álvaro de Bazán con 30 galeras.
Por la parte otomana se habían tenido noticias de la amenaza cristiana y el sultán había ordenado al gran almirante de la flota turca, Alí Bajá, que capitanease la flota turca y que acabase "con cuantos infieles encontrase en la mar". Alí llamó a todos sus almirantes que operaban en el Mediterráneo y el Adríatico, y reunió 215 galeras, 64 galeotas y más de una veintena de fustas y casi 90.000 hombres, de los cuales 45.000 eran soldados, entre ellos 2.500 escogidos jenízaros.
Los turcos habían formado en 4 escuadras también. El centro de la formación estaría ocupado por Alí Bajá con 87 galeras y 32 galeotas. El ala derecha, con 56 galeras y 2 galeotas, sería para Mahomet Sciroco, un competente general otomano y gobernador de Alejandría. El mando del ala izquierda recayó en Cara Kodja, un sanguinario corsario que tenía a su disposición 61 galeras y 32 galeotas. Por último, la formación la cerraba en retaguardia, como escuadra de socorro, Murat Dragut con 8 galeras y una veintena de fustas.
La armada cristiana llegó a Epiro, en Albania, donde se aprovisionó. Allí fue informado Juan de Austria de la presencia de la flota turca en el golfo de Lepanto, por lo que dio orden de partir sin demora para allá. El día 3 de octubre estaban ya en Cefalonia y se dieron instrucciones de preparar todo para la batalla. Tan solo dos días después, Famagusta, el último bastión cristiano en Chipre caía, siendo degollados los supervivientes. El día 6, los turcos salían del puerto de Patras para enfrentarse con la flota cristiana.
Al alba del día 7 de octubre los cristianos llegaron a la isla de Oxeia y encontraron 2 velas enemigas, resultando ser las primeras de muchas más que venían tras ellas. Los generales cristianos tuvieron momentos de duda y miedo ante la gran flota que desplegaban los turcos, pero Juan de Austria embarcó junto a Antonio Cardona en una pequeña fragata para ir dando ánimos a todos sus hombres, asegurándoles que obtendrían la victoria en nombre de la cristiandad. Oraron todos juntos y recibieron absoluciones de la mano de los padres jesuitas. Finalmente los turcos lanzaron una salva para advertir del inicio de la batalla, respondiendo Juan de Austria con otra en señal de reto. Según Fernández Duro, el de Austria espetó a sus generales: "¡Señores, ya no es hora de deliberación, sino de combate!".
El comandante cristiano se había cuidado de aserrar los espolones y quitar las esculturas de proa, para que no interfirieran en la eficacia de sus cañones. Recorrió su flota en la pequeña fragata y espetó a sus hombres: "Hijos, a morir hemos venido, o a vencer si el cielo lo dispone. No deis ocasión a que con arrogancia impía os pregunte el enemigo: ¿dónde está vuestro Dios? Pelead en su santo nombre, porque muertos o victoriosos, habréis de alcanzar la inmortalidad". Ordenó a Barbarigo, en el ala izquierda de la flota, que se pegase lo más posible a la costa para evitar ser flanqueados por los otomanos, cosa pretendida por Alí Bajá, y marchó a su capitana.
A las 11 de la mañana, poco antes de entrar en combate, un súbito cambio de viento favoreció a las naves cristianas. Las galeazas pudieron romper la formación turca y las naves venecianas de Barbarigo evitar el flanqueo, acorralando a los buques de Sciroco en la costa, a la altura de la punta de Scorfa. En el transcurso de la contienda, una flecha atravesó el ojo de Barbarigo, matándole casi al instante, cayendo también su sobrino, Contarini, cuando intentaba socorrerle. Con ayuda de los napolitanos y de los buques de Padilla, los cristianos aguantaron y el ala derecha turca resultó aplastada, muriendo el propio Sciroco e iniciando la huida hasta por tierra, donde desembarcaron algunos cristianos para perseguirles.
En el centro se iniciaron los combates poco antes de las 12. Las galeazas atravesaron casi sin problemas las primeras líneas enemigas, pero no había espacio para maniobrar. Las naves más poderosas de ambas escuadras se agolparon junto a sus capitanas, de esta manera los turcos lograron romper la formación cristiana y llegar hasta la "Real", que fue embestida por la capitana turca, la "Sultana". Embistió con tanta fuerza la nave de Bajá que su espolón penetró en la capitana de Juan de Austria. Tras abordar la "Real", los otomanos se lanzaron a su toma pero los arcabuceros y artilleros españoles barrieron a los jenízaros que trataban de hacerse con ella.
El combate era terrible, reemplazándose las bajas con las de los hombres de los buques tenían a sus bandas ambas capitanas. Al principio la "Real" solo estaba asistida por la capitana de Sebastián Veniero, por lo que la aparición de Álvaro de Bazán, haciendo explotar una galera llena de jenízaros que se lanzaba contra la capitana de Juan de Austria, y embistiendo a otra, fue providencial. Recibió incluso dos arcabuzazos que no pudieron traspasar la armadura que llevaba el general. Ya entrada la tarde se seguía combatiendo. Bazán lograba dejar hombres en la "Sultana" que se sumaron a los de la "Real" y otros buques cristianos. Eran soldados de los tercios de Lope de Figueroa, Pedro Padilla, Diego Enríquez o Miguel Moncada.
La furia con la que arremetieron los hombres de los tercios fue terrible, tomando el castillo de popa de la "Sultana" y matando de un arcabuzazo a Alí Bajá. Su cabeza sería insertada en una pica y el estandarte otomano, acabaría prendido por el capitán Andrés Becerra. Eran aproximadamente las 4 de la tarde y la noticia de la muerte del general otomano corrió como la pólvora entre su flota. Cara Kodja se rindió, haciendo lo propio otros destacados mandos otomanos, que se vieron superados por completo.
Mientras esto sucedía, el ala izquierda otomana arremetía contra el flanco derecho cristiano, que había dejado una brecha abierta entre los buques de Malta y el resto de los de Doria. Uluj Alí lo vio y lanzó sus barcos contra los desdichados malteses que pronto se vieron superados y batidos. Doria trató de corregir la posición pero no era capaz de parar el empuje otomano. La capitana de Malta fue batida y abordada; las naves papales, la "Florencia" y el "San Juan", habían perdido prácticamente toda su dotación, y la situación empezaba a ser preocupante. Pero la aparición de Juan de Cardona con 8 galeras, y sobre todo de Álvaro de Bazán, que había visto la maniobra turca y lanzó el socorro a cubrir el flanco derecho cristiano, evitaron el desastre.
Una vez eliminadas las amenazas en el flanco izquierdo y el centro cristiano, el grueso de la flota se dirigió a ayudar a su ala derecha, donde Doria, junto a Bazán y Cardona se encontraban luchando contra Uluj Alí. Éste, que llevaba a remolque la capitana de Malta, recibió la noticia de la muerte del comandante otomano y ante la llegada de la flota del de Austria, hubo de cortar las cuerdas y emprender la huida, llegando a puerto e incendiando las naves que le quedaban para que no cayeran en manos cristianas. Por su parte, Juan de Austria ordenó refugiarse en el puerto de Petala ante la amenaza de tormenta.
La Liga Santa había asestado un terrible golpe al Turco. A pesar de la superioridad numérica de naves y hombres otomanos, los cristianos contaban con mayor artillería y demostraron la superior eficacia del arcabuz en combates a corta distancia. Además, la disposición de la flota cristiana y los preparativos realizados por Juan de Austria, resultaron vitales en el desarrollo del combate, junto con, ni que decir tiene, la superioridad militar de los tercios, que volvieron a demostrar ser la fuerza de choque más temible del momento, tanto en tierra como embarcados.
Las bajas turcas oscilaron entre 25.000 y 30.000 hombres, entre ellos Alí Bajá, su comandante, y Mahomet Sciroco, general a cargo del ala derecha otomana. El número de prisioneros superó ampliamente los 5.000. Perdieron a manos cristianas unas 130 galeras, y otras 60 aproximadamente acabaron en el fondo de las aguas de Lepanto. Se rescataron a su vez, casi 12.000 cristianos cautivos, entre ellos muchas mujeres. Por la parte de la Liga Santa se contabilizaron casi 8.000 muertos, de los cuales 2.000 eran españoles, 5.000 venecianos y unos 800 de la Santa Sede.
Juan de Austria mandó a Lope de Figueroa a España para llevar una carta con los acontecimientos sucedidos y el estandarte otomano. También envió emisarios al Papa y a Venecia. Miguel de Cervantes, como otros muchos escritores españoles, combatió en los tercios en aquella jornada. Lo hizo en la "Marquesa", siendo herido en el pecho y en la mano izquierda "que perdió su movimiento para mayor gloria de la diestra", como él mismo diría. En su famoso Quijote, Cervantes dejó escrito sobre "la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros", para la posteridad: "y aquel día, que fue para la cristiandad tan dichoso, porque en él se desengañó el mundo y todas las naciones del error en que estaban creyendo que los turcos eran invencibles por la mar, aquel día digo, donde quedó el orgullo y soberbia otomana quebrantada".
Batalla de Lepanto. Christopher Check |
Combate entre la Real y la Sultana |
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