El 25 de diciembre del año 1553 fallecía durante la batalla del fuerte de Tucapel, Chile, durante la Guerra del Arauco contra los indios mapuches, el militar y conquistador español Pedro de Valdivia.
Nació un 17 de abril de 1497 en Extremadura, en la región de la comarca de La Serena, siendo incierto el lugar exacto. El cronista y militar español, Alonso de Góngora Marmolejo, compañero de armas de Valdivia, afirmaba que éste era natural de Castuera, donde estaba su casa. Hijo de Pedro de Oncas de Melo e Isabel Gutiérrez de Valdivia, pronto destacó como un notable militar, enrolándose en 1520 en el ejército del rey Carlos I en la Guerra de los Comuneros.
De ahí partió para combatir en las Guerras Italianas, distinguiéndose en la batalla de Pavía, en febrero de 1525, volviendo a España para contraer matrimonio con Marina Ortiz de Gaete, y volviendo a destacarse en el combate dos años después, durante el saqueo de Roma. La vida en España no le satisfacía y, como otros muchos hidalgos empobrecidos de su época, partió al Nuevo Mundo con el afán de buscar fortuna y gloria. Esa sería su máxima en la vida.
Así que en 1534 se embarcó en la expedición a Venezuela liderada por Jerónimo de Ortal, nombrado gobernador de la región de Paria, llegando a la isla caribeña de Cubagua en diciembre de 1534. Desde allí partieron hacia tierra firme buscando El Dorado, situado supuestamente en el virreinato de Nueva Granada. En 1535 se lanzó, junto a su amigo Jerónimo de Alderete, con quien combatió codo con codo en las revueltas comuneras, a la conquista de la provincia de Nueva Andalucía.
No están muy claros los años posteriores, aunque se sabe que tuvo problemas con la justicia. Para 1538 se pasó a Perú, poniéndose a las órdenes de Francisco de Pizarro, quien se disputaba los territorios de Cuzco con el adelantado Diego de Almagro. Participó como maestre de campo de Pizarro en la Batalla de las Salinas, en el valle del Cuzco, derrotando a las tropas de Almagro, quien vería cómo su lugarteniente y mano derecha, Rodrigo Orgóñez, fallecía.
Pizarro premió sus servicios otorgándole minas de plata en la región de Potosí, donde conoció a la conquistadora extremeña Inés de Suárez, con quién inició una relación. Juntos emprenderían la conquista de Chile, asumida económicamente por el propio Valdivia, acompañados por 11 hombres más, entre los que destacaban el alférez Pedro de Miranda, el sargento mayor Alonso de Monroy o el escribano Luis de Cartagena.
Partió de Cuzco en enero de 1540, llegando al valle de Arequipa y marchando hacia el sur próximos a la costa. Durante la expedición se les fue uniendo gente en busca de aventuras y riquezas hasta sumar más de 100 hombres. Se dirigieron hacia Atacama la Chica siguiendo la red de caminos del Tahuantinsuyo, y de allí partió al encuentro del conquistador Francisco de Aguirre, quien se encontraba en San Pedro de Atacama, evitando así ser asesinado por uno de sus socios, Pedro Sancho de la Hoz.
A su vuelta, y tras sofocar aquel conato de traición, partió junto con 154 hombres, según los escritos del cronista Jerónimo de Vivar, hacia el sur, llegando al desierto de Atacama, el más seco del planeta. Allí tuvo que hacer frente a un intento de motín y elevar la moral de sus hombres quienes, agotados por las extremas condiciones de aquellos parajes, pensaron más de una vez en abandonar la empresa. Pero fue Inés Suárez quien encontró, tras hacer un agujero en el suelo, y cuando la expedición se descomponía por la falta de agua, un arroyo subterráneo que salvó la vida de los hombres.
La fortuna siguió sonriéndoles cuando, el 26 de octubre de 1540, encontraban el valle del Copiapó, rico en agua y vegetación. No sería fácil asentarse en aquellas tierras, ya que estaban habitadas por los hostiles indios diaguitas, a los que tuvieron que derrotar para tomar así posesión de ese territorio en nombre del rey Carlos I, bautizándolo por el propio Valdivia como Nueva Extremadura.
Desde allí siguió hacia el sur por el camino del Inca y el 24 de febrero de 1541 fundó la ciudad de Santiago de la Nueva Extremadura, la actual Santiago de Chile, nombrando alcaldes a Francisco de Aguirre y a Juan Jufré; regidores a Juan Fernández de Alderete, Francisco de Villagra, Martín de Soler y a su amigo Jerónimo de Alderete, y procurador a Antonio de Pastrana. Ante los rumores del asesinato de Pizarro por parte de los almagristas, y temiendo perder los poderes otorgados por éste, sus seguidores le entregaron el gobierno de Chile, aceptándolo finalmente el 11 de junio de 1541.
Hubo de hacer frente nuevamente a un intento de motín promovida por Sancho de la Hoz, y vio como el 11 de septiembre de 1541. el cacique Michimalonco, habiendo reunido a diversas tribus indias del Aconcagua y del valle del Cachapoal. Valdivia, en una desacertada decisión, decidió abandonar Santiago para combatir a los enemigos en Cachapoal, mientras que Alonso de Monroy, su lugarteniente, quedó al mando de la defensa de la ciudad con apenas 50 hombres y 200 aliados indios yanaconas.
Michimalonco atacó la ciudad de Santiago con entre 6.000 y 10.000 indios. La batalla fue terrible y los españoles tuvieron que ver cómo sus enemigos quemaban la villa y sus provisiones. Cuando todo parecía perdido, Inés Suárez acabó con la vida de varios caciques que habían sido apresados, infundiendo el desánimo en las filas indígenas, que acabaron por retirarse.
Valdivia se enfrentó al desolador panorama de ver su ciudad arrasada. Apenas 2 gorrinas y 1 cochinillo, junto a una gallina y un pollo y un puñado de trigo, fue todo lo que quedó para alimentar a toda la población. Valdivia envió a Monroy junto a varios hombres a pedir ayuda a Perú, pero fueron atacados por los diaguitas. Tan solo Monroy y Pedro de Miranda, tras lograr escapar de su cautiverio, llegaron a Perú y pudieron solicitar el tan ansiado socorro que llegaría en septiembre de 1543, levantando en su honor una ermita a la virgen de Nuestra Señora del Socorro.
Para asegurar el futuro de la colonia, Valdivia estableció una alianza con Michimalonco y emprendió el comercio con los indios del Aconcagua y otros valles cercanos. Expandió sus territorios y fundó la ciudad de La Serena, que contaba con minas de oro y abundante vegetación y tierras para el cultivo. Pero Valdivia y sus hombres querían más; habían descubierto, gracias a una expedición de dos barcos salidos del puerto de Valparaíso, las tierra situadas más al sur, que parecían ofrecer incluso mejores posibilidades, pero había un problema: había escasez de hombres y la población indígena era muy numerosa y no parecía dispuesta a compartir aquel vasto territorio.
Valdivia mandó a su fiel Monroy, junto con un genovés llamado Pastene, hacia Perú con unos 25.000 pesos para reclutar hombres, caballos y pertrechos. También envió a Antonio de Ulloa de vuelta a España para informar al rey de los progresos y los logros de la expedición del extremeño. Mientras esto ocurría, en Santiago los españoles no disponían de suficientes tierras ni indios para trabajarlas y apremiaban a Valdivia para dirigirse al sur sin esperar la llegada de los refuerzos que había ido a buscar Monroy.
Así pues, con 60 soldados, el intrépido extremeño se lanzó hacia el sur en enero de 1546 y, tras varias semanas cabalgando se toparon con unos indígenas de ferocidad inusitada: eran los mapuche, un pueblo que, según el cronista Jerónimo de Vivar, combatían como si fueran soldados alemanes. El terrible encuentro, conocido como la batalla de Quilacura, duró varias horas, en mitad de la noche, y los españoles, tras conseguir acabar con unos 200 indios y el cacique Malloquete, pudieron abandonar el lugar con 12 heridos y 2 caballos muertos a sus espaldas.
Valdivia, ante la abrumadora superioridad numérica de los mapuche, resolvió junto a sus hombres partir de allí hacia Santiago cuanto antes. Soportaron los españoles el hostigamiento de los agresivos indígenas, capturando a varios de ellos, entre los que se encontraba el hijo de un cacique local: Lautaro, quien se mostraría a la larga como el peor enemigo de los españoles en aquellas tierras.
Era evidente que se necesitaban muchísimos más hombres, pero Monroy no aparecía y por si fuera poco, durante la ausencia de Valdivia una nueva conspiración, orquestada por Pedro Sancho de la Hoz, amenazaba la vida del propio gobernador. Ésta vez no habría perdón para el traidor, quien fue ejecutado tras el pertinente juicio en diciembre de 1547. Justo a la vez, regresaba Pastene, que había partido en busca de hombres hacía más de 2 años. Venía sin el fiel Monroy, que había muerto víctima de unas fiebres infecciosas. Además, Antonio de Ulloa le había traicionado y le entregó el dinero a Gonzalo Pizarro, quien se había rebelado en Perú contra el rey, por las nuevas ordenanzas sobre la Encomienda.
Las cosas irían mejorando poco a poco gracias al oro que extraían de las minas de Marga-Marga, que darían cerca de una tonelada del preciado material en los siguientes años, pero la revuelta de Pizarro había hecho que Carlos I enviase a Pedro de La Gasca para devolver las cosas a su estado natural. Valdivia vio en esto la oportunidad de ponerse del lado de la Corona y hacer que ésta le ordenase oficialmente gobernador de Chile. Así que partió al norte, hacia Perú, y se puso a las órdenes de La Gasca y, como maestre de campo de éste, obtuvo una brillante victoria en la batalla de Xaquixahuana.
Pero no sería todo un camino de rosas. No había tenido Valdivia ocasión de reclutar hombres y partir a Chile, cuando llegaron las noticias de la ejecución de Sancho de la Hoz. Eran graves las acusaciones, que se sumaban a las de algunos enemigos del gobernador. La Gasca no tenía más remedio que abrir un proceso para investigar y esclarecer los hechos, que concluyó con la absolución de todos los cargos en noviembre de 1548.
Partió así hacia Chile, llegando a La Serena en enero de 1549, encontrándose la ciudad asolada y al capitán Juan Bohón, junto a 30 hombres más, muerto. Mandó reconstruirla y se dirigió a Santiago, desde donde ordenó a Aguirre pacificar la región del Huasco, que era de donde partieron los ataques a La Serena. Tampoco perdió de vista su ansiado objetivo de colonizar los territorios situados al sur, los cuales tuvo que abandonar a toda prisa tras el ataque de los indios mapuche.
En enero de 1550 cruzó el río Bío-Bío junto a 200 soldados españoles a caballo y unos 300 indios yanaconas. A partir de este punto, ya en pleno valle del Arauco, los mapuche empezaron a hostigar a los españoles casi a diario. Para finales de febrero llegaron al río Andalién, decidiendo acampar en sus proximidades. La noche del día 22 una hueste de más de 10.000 mapuche, dirigidos por el cacique Aillavillú, atacó las posiciones españoles. Los combates se prologaron durante más de 3 horas, muriendo unos 300 indios, por tan solo un español.
Valdivia se percató de que la posición era indefendible, por lo que mandó partir hacia la costa, donde fundó la ciudad de Concepción del Nuevo Extremo, la actual Concepción, el 3 de marzo de 1550. Las obras de fortificación alcanzaron un ritmo febril, construyendo en apenas una semana un muro de unos 2 kilómetros de largo y un fuerte, el Penco, al norte de la nueva villa. También envió emisarios para lograr la paz con los mapuche, algo que resultó del todo infructuoso; de nuevo el cacique Aillavillú se dirigía contra ellos, y esta vez acompañado de más de 20.000 guerreros.
El 12 de marzo los mapuche asediaron la ciudad. La batalla resultó durísima y las fortificaciones resistieron, aunque lo que decidió el combate fue una carga de caballería lanzada por Jerónimo de Alderete, seguida por otra de Francisco de Villagra, que desarboló por completo las líneas enemigas, poniendo a los hombres de Aillavillú en fuga. Unos 300 indios cayeron en ese combate y otros 3.000 en la persecución que se inició luego. Esto indignó a la población indígena de la zona, incluido al joven Lautaro, que empezó a asentar en su interior un odio terrible contra los españoles.
La Guerra del Arauco había dado comienzo y ahora Valdivia emprendía una nueva campaña hacia el sur, reuniendo para la ocasión a unos 170 españoles y cerca de 200 yanaconas. En octubre de 1551 fundó la ciudad de La Imperial, por la forma de águila que tenía su diseño. A comienzos de 1552 los españoles seguían avanzando pero se produce un misterioso incidente: el joven Lautaro desaparece. Para el 9 de febrero sería fundada la ciudad de Santa María la Blanca de Valdivia. 1552 terminaba de manera prometedora: la región estaba relativamente tranquila y 6 ciudades funcionaban a pleno rendimiento en Chile.
A comienzos de 1553 las cosas empezaron a torcerse. Primero una pequeña revuelta mapuche acaba con un español muerto en Villa Rica. Después cayeron 4 más en una emboscada tendida a Diego de Maldonado, quien marchaba hacia Tucapel con órdenes de Valdivia. Se hacía evidente un próximo levantamiento mapuche. Mientras tanto, el fuerte de Purén se ve asediado por varios miles de mapuches que consiguen introducir uno de sus hombres en el campamento, dejándose capturar por los españoles. Éste indio les contó a los españoles que los mapuche tenían pensado atacarlos en cuanto salieran del fuerte, por lo que el capitán de Purén decidió fortificar sus posiciones y aguantar hasta la llegada de los refuerzos que había solicitado a través de un emisario que, astutamente había sido dejado pasar por entre las fuerzas enemigas. Este emisario sería posteriormente interceptado cuando llevaba las órdenes de Valdivia al capitán de Purén.
Los mapuche habían empezado a hacer una nueva forma de guerra, y todo gracias a un antiguo paje de Valdivia: Lautaro, quien se había fugado de un campamento española apenas un año antes. Valdivia había ordenado a los hombres de Purén reunirse con él en Tucapel, pero estas instrucciones nunca llegaron a su destino. El gobernador llegaba a Tucapel el 23 de diciembre de 1553 acompañado de 50 españoles y unos 2.000 indios yanaconas. Allí se encontró con el fuerte completamente en ruinas; había sido asolado por los mapuches.
Casi sin tiempo de reaccionar, unos 10.000 mapuches se les echaron encima. Estaban dirigidos por el cacique Caupolicán y por Lautaro, auténtico cerebro de la estrategia Arauca. Los mapuches desbarataron las cargas de caballería españolas a base de formaciones cerradas y el reemplazo de sus líneas. Tras varias horas de combates, más de 20 españoles y varios cientos de yanaconas habían fallecido. El militar y cronista Alonso de Góngora Marmolejo, que servía a las órdenes de Valdivia relató de esta forma las palabras que el gobernador dirigió a sus hombres: "¿Caballeros, qué hacemos?", a lo que el capitán Altamirano respondió lacónicamente: "¡Que quiere vuestra señoría que hagamos sino que peleemos y muramos!".
Y eso fue lo que realmente ocurrió. Los españoles pelearon hasta el final y murieron. Valdivia fue apresado tras quedar su caballo atrapado en una ciénaga, y llevado ante Lautaro y Caupolicán. Marmolejo relata en sus crónicas que Valdivia fue asesinado tras tres días de torturas y que su cráneo fue conservado como trofeo, siendo devuelto por el cacique Pelantarú en 1608. Jerónimo de Vivar, en cambio, afirma que fue asesinado de una lanzada asestada por el cacique Teopolican, y luego decapitado, siendo colocada su cabeza en un palo a las puertas de la casa del señor local. De cualquier forma, el día de Navidad de 1553, Pedro de Valdivia moría en el fuerte de Tucapel, a la edad de 56 años.
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