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1652, ¿Un nuevo Annus Mirabilis?

 


Se habla del año 1625 como el Annus Mirabilis de las armas hispánicas, y no le falta razón a aquellos que así lo afirman, ya que la Monarquía Española obtuvo una serie de impresionantes victorias en los distintos teatros de operaciones bélicos del mundo. En Flandes, la conquista de Breda a manos de Ambrosio Spínola fue todo un hito y acrecentó la ya de por sí merecida fama del general genovés. En Italia los hispánicos socorrieron Génova, mientras que en América derrotaron a los holandeses en Salvador de Bahía, recuperando la vital ciudad, y en Puerto Rico, y en España acabaron con la armada anglo holandesa en Cádiz. 

Pero el año 1652 ha pasado bastante inadvertido para la historiografía tradicional como año triunfal para los ejércitos hispánicos. La Guerra de los Treinta Años había llegado a su fin cuatro años antes, pero España tenía que seguir viéndose las caras con su enemiga, Francia, que controlaba buena parte de Cataluña, y presionaba en los Países Bajos españoles y en el Milanesado. La estrategia de la Monarquía para 1651 pasaba por mantener la iniciativa en Cataluña, tal y como había sucedido en 1650, y recuperar Barcelona. Las Guerras de la Fronda habían mermado considerablemente la capacidad francesa para responder en todos los frentes que mantenía abiertos contra la España de Felipe IV, así que el marqués de Mortara, virrey de Cataluña, recibió órdenes de ponerse en campaña. 

Mortara, al que se había unido en Tarragona Juan José de Austria procedente de Sicilia, se lanzó a por su objetivo a comienzos de julio desde Lérida, tomando rápidamente numerosas plazas entre agosto y  octubre, incluyendo Prades, Mongat, Sarriá, Sans, Hospitalet de Llobregat y Tarrasa, cercando así Barcelona, que además había sufrido las terribles consecuencias de un brote de peste en los meses anteriores en el que murieron unas 30.000 personas. Las fuerzas de Juan José de Austria establecieron una línea fortificada alrededor de la ciudad, desde Monjuic hasta el río Besós, mientras que la artillería española se empeñó en bombardear la ciudad, que disponía de 8 regimientos de infantería, 4 catalanes, 2 suizos y 2 franceses, y otros 2 regimientos de caballería para su defensa. 

De la Batalla de Montjuic al Asedio de Tarragona.

 


A comienzos de mayo de 1641 una flota francesa compuesta por 32 galeones y 14 galeras bajo el mando de Henri d'Escobleau de Sordis, arzobispo de Burdeos, llegaba a las aguas de Tarragona mientras que por tierra hacía lo propio el ejército del mariscal Philippe de La Mothe-Hondacourt. El objetivo no era otro que tomar la ciudad y desde ahí penetrar en Valencia poniendo en jaque a España. 

Con el levantamiento en Cataluña producido tras el Corpus de Sangre, los líderes políticos catalanes capitalizaron aquellos sucesos y firmaron el 7 de septiembre de 1640 el Tratado de Ceret con Francia. Por este acuerdo Cataluña se ponía bajo la protección de Luis XIII a cambio de protección y apoyo. El objetivo de Richelieu de desestabilizar la Monarquía Española desde el interior del reino se estaba logrando, y desde Madrid se organizó un ejército que restableciera el control del principado ante el temor de que los franceses se internasen allí y dificultasen las operaciones militares y políticas. 

El ejército realista, bajo el mando del marqués de los Vélez, nuevo virrey de Cataluña, se componía de 25.000 hombres y a comienzos de noviembre recuperó el control sobre la plaza de Tortosa y prosiguió su avance retomando Villafranca del Penedés y posteriormente Martorell. El objetivo principal, Barcelona, se encontraba a tiro y el pánico se apoderó de los líderes de la revuelta, sobre todo de Frances Tamarit y de Pau Clarís, quien convocó a la Junta de Brazos el 16 de enero de 1641 y la convenció de entregarse por completo a los franceses. Tanto la Junta como el Consejo del Ciento acordaron jurar a Luis XIII como nuevo conde de Barcelona. Esto supuso, al contrario de las pretensiones de Clarís y sus allegados, dejar Cataluña como vasalla de Francia, y pronto los franceses así lo demostraron. 

El frente del Rosellón. La lucha por Salses. 1639

 


Tras la entrada de Francia en la Guerra de los Treinta Años, en 1635, el frente de batalla se había desplazado a las mismas fronteras españolas, concretamente al norte del país, convirtiendo Guipúzcoa, Navarra, el Rosellón y Cataluña en los principales territorios a defender por los ejércitos de la Monarquía Española. 

Olivares había diseñado en los años anteriores a 1639 la invasión del Languedoc desde las bases españolas en el Rosellón, aunque o no habían tenido éxito o ni siquiera se habían llegado a producir por el adelanto de las campañas de los franceses, que obligaban a las fuerzas de Felipe IV a ir a remolque. Tras el desastre del ejército francés del príncipe de Condé en Fuenterrabía el año anterior, Richelieu planificó para el año 1639 un ataque total sobre todos los territorios de la Monarquía Española. Los Países Bajos, Italia y el Rosellón eran el objetivo y para ello movilizó cuantos recursos pudo con los 13 millones de táleros que fueron destinados ese año a gasto militar. 

A comienzos del verano un ejército de 15.000 hombres, agrupados en 17 regimientos bajo el mando del príncipe de Condé y del mariscal Schomberg penetró en el Rosellón y se hizo de manera rápida con la fortaleza de Opol, en los Pirineos Orientales, y la villa de Rivesaltes, a las afueras de Perpiñán, dejando completamente aislada por el norte, oeste y sur, la importante plaza de Salses, mientras que al este, la laguna de Salses imposibilitaba cualquier auxilio. Esta plaza disponía de buenas murallas y más de una veintena de cañones, así como una guarnición de 700 soldados bajo el mando de Bartolomé Gil. A pesar de ello, era improbable que una plaza tan pequeña y con tan pocos defensores pudiera resistir un asedio tan fuerte. 

El año de Corbie. 1636. La oportunidad perdida contra Francia

 


Tras la brillante victoria obtenida en Nördlingen por los católicos sobre las fuerzas sueco-bernardinas, sustentada principalmente en el ejército hispánico del Cardenal Infante, don Fernando de Austria, los Habsburgo parecían a controlar la situación en el Imperio, lo que provocó la entrada de Francia en la  Guerra de los Treinta Años pocos meses después. 

De manera sorpresiva y arguyendo banales justificaciones, Luis XIII y su todopoderoso ministro, el cardenal Richelieu, se lanzaron al ataque contra los Países Bajos españoles en la primavera de 1635, uniendo sus fuerzas a las de los holandeses de Federico Enrique de Orange, derrotando a las fuerzas hispánicas en Les Avins y tomando salvajemente la ciudad de Tirlemont para finalmente poner bajo asedio a Lovaina. Finalmente la incursión pudo ser rechazada con la ayuda de un ejército imperial conducido por Octavio Piccolomini, la tenaz resistencia de los defensores de la ciudad, y el constante acoso de los hombres del Cardenal Infante, quien además había dado el visto bueno a una arriesgada operación para tomar el inexpugnable fuerte de Schenkenschanz, o Esquenque, como así lo conocían los españoles. 

La toma de Schenkenschanz, en julio de 1635, bastó para que los holandeses se desentendieran del ejército francés y se centrasen en la recuperación de la que consideraban su plaza más emblemática e importante. Sin apoyos, los mariscales Brezé y Coligny evacuaron a los restos de su maltrecho ejército, que lograba regresar a Francia habiéndose dejado por el camino más de 22.000 hombres, 240 banderas y estandartes, y todo su tren de artillería, municiones y suministros. Tras el estrepitoso fracaso del estreno francés en la guerra, al que se sumaba la pérdida de las islas Lérins, frente a las costas de Cannes, el año de 1636 comenzaría con la terrible noticia de la pérdida del fuerte de Esquenque, en el que Federico Enrique y su primo, Juan Mauricio de Nassau, se habían jugado la hacienda y la reputación de las Provincias Unidas. 

Conquista y pérdida del fuerte de Schenkenschanz

 


En julio de 1635 una pequeña fuerza del Ejército de Flandes, comandada por el coronel Adolf Enholt, se hacía con el control del inexpugnable fuerte Schenkenschanz, propinando un golpe demoledor a los rebeldes holandeses que tuvieron que dar por finalizada la campaña en los Países Bajos que estaban llevando a cabo junto al ejército francés. 

1635 sería el año en que Francia entrase formalmente en la Guerra de los Treinta Años, no obstante, desde prácticamente los inicios de esta el reino de Luis XIII venía dotando de importantes subsidios a las fuerzas protestantes con la intención de desgastar a los que consideraba su principal rival en Europa: los Habsburgo. Un poderoso ejército de 30.000 soldados se internó a mediados de mayo en Flandes para reunirse con las fuerzas holandesas de Federico Enrique y tomar nada menos que Bruselas. El Cardenal Infante, enterado de los planes del enemigo, envió una fuerza bajo el mando de Tomás Francisco de Saboya, príncipe de Carignano, para tratar de detener a los franceses, pero la tremenda superioridad numérica de estos propició la derrota de las fuerzas hispánicas en Les Avins el 20 de mayo. 

Tras esto, las fuerzas francesas, comandadas por Urban de Maillé, marqués de Brezé y Gaspard III de Coligny, duque de Châtillon, se reunieron a comienzos de junio en Maastricht con el ejército holandés, y se dirigieron hacia Tirlemont. Don Fernando de Austria había desplegado una línea defensiva al oeste del río Gete con la esperanza de obtener tiempo para organizar la defensa de Bruselas. Tirlemont cayó tras ser sometida a un brutal saqueo por parte de los franceses, que incumplieron los acuerdos alcanzados entre los defensores hispánicos y los holandeses para entregarla. De allí se dirigieron hacia Lovaina, a pocos kilómetros al este de Bruselas, ya que tanto Brezé como Châtillon querían evitar dejar atrás una ciudad de esa importancia y que además contaba con una fuerza de 4.000 hombres para su defensa. 

Las Campañas de Farnesio en Flandes. De Maastricht a Oudenaarde



La toma de Maastricht había convertido a Alejandro Farnesio ya en una leyenda militar. El joven príncipe se había ganado a pulso una fama de concienzudo y valiente general, capaz de superar cualquier obstáculo que se le pusiese por delante, por muy difícil que pudiera ser. Pero justo en el momento en que más debería estar saboreando la importante victoria obtenida, Farnesio se encontraba debatiéndose entre la vida y la muerte debido a unas fiebres contraídas durante el asedio de la ciudad. De hecho, no fue hasta finales de julio cuando su estado de saludo mejoró, pudiendo hacer su entrada en Maastricht casi un mes después de rendirla.

Al éxito diplomático de la Unión de Arras le había seguido el militar, pero aún así Farnesio parecía no contar con la total confianza del monarca ya que, cuando según lo acordado en el tratado hubo de nombrarse un nuevo gobernador para los Países Bajos, éste otorgó el cargo a Margarita de Parma, la madre de Alejandro. El 8 de marzo de 1580 recibió la hermana del rey sus instrucciones y partió hacia Flandes, escribiendo desde Luxemburgo a su hijo diciéndole que esperaba que se encargase del ejército y la auxiliase como gobernadora. Farnesio lo rechazó, considerando, tal vez, que ese no era el puesto que le correspondería a alguien que había pacificado Flandes y había tomado Maastricht. 

El 12 de agosto de 1580 se encontraron al final Alejandro y su madre, quien estaba acompañada de la hija mayor del primero, de 12 años de edad. Farnesio se negó a compartir el poder y así se lo hizo saber tanto a su madre como a los secretarios reales Granvela e Idiáquez. Era evidente que se había generado una crisis que amenazaba con llevarse por delante todo lo conseguido desde que Juan de Austria se viese contra las cuerdas, por lo que Margarita escribió a Felipe II, su hermano, indicándole que renunciaba al gobierno. A su vez, el Consejo de Estado de los Países Bajos tenía claro que era Farnesio quien debía gobernar aquel país, y así se lo pidió a finales de octubre. 

Batalla de Lens

 


El 20 de agosto de 1648 se producía en Lens la última gran batalla de la Guerra de los Treinta Años en la que combatiría el Ejército de Flandes, al mando del archiduque Leopoldo, y el ejército francés del duque de Enghien. La derrota hispánica, al igual que ocurriese en Rocroi, sería hábilmente explotada por la propaganda francesa. 

En el contexto de los últimos coletazos del conflicto que había sumido a Europa en el caos durante los últimos treinta años, el cardenal Mazarino, primer ministro francés del joven rey Luis XIV, buscaba obtener una mejor posición en las negociaciones que se estaban llevando a cabo en Westfalia con el objetivo de lograr la paz. El desastre anterior de las fuerzas francesas en Cataluña y la firma de la Paz de Münster el 30 de enero de 1648 entre España y las Provincias Unidas, habían complicado la posición de Mazarino al frente del gobierno. El cardenal había tratado sin éxito de torpedear las conversaciones de paz, ofreciendo cuantiosas sumas de dinero al nuevo estatúder, Guillermo II de Orange, y a los gobernadores de varias ciudades importantes de Holanda y Zelanda para que continuasen con la guerra, pero finalmente la paz se impuso para satisfacción de los intereses mayoritarios de holandeses y españoles. 

La campaña de 1648 contra España centraría toda la atención de Mazarino, reanudando las operaciones contra Lombardía, aunque sin éxito alguno, y movilizando un nuevo ejército para atacar los Países Bajos al mando del duque de Enghien, el Gran Condé. El primer objetivo que se fijó Condé fue la toma de la plaza de Ypres, en el Flandes Occidental; la campaña se inició con bastante retraso debido al mal tiempo y a las lluvias, no pudiendo llegar hasta mediados de mayo. La ciudad se rindió tras ofrecer una débil resistencia, lo que provocó el enfado del archiduque, a la sazón gobernador de los Países Bajos, que replicó tomando la plaza de Courtrique, a unos 30 kilómetros al este de Ypres. En este intercambio de golpes, Condé se internó en Flandes y se encaminó hacia la costa con la idea de tomar nada menos que la ciudad de Ostende, la que había dado fama y gloria a Ambrosio Spínola en 1604.

El Asedio de Grave y la toma de Venlo


Tras la liberación de los infantes españoles de Francisco Arias de Bobadilla en Bommel, suceso popularmente conocido como el Milagro de Empel, Alejandro Farnesio ordenó al señor de Haupetena dirigirse contra la plaza de Nuis, en Groninga, mientras que el conde Carlos de Mansfeld, hijo de Pedro Ernesto de Mansfeld, debía marchar contra la plaza de Grave, donde ya se habían emplazado una serie de fuertes de cara a plantar asedio. 

Grave se encontraba en el Brabante Septentrional, a unos 30 kilómetros al noreste de Bolduque. El Tercio de Juan del Águila, junto con 7 compañías de los demás tercios, se había adelantado y se encontraba acampado en Herpen, a poca distancia al oeste de Grave, y el 3 de enero de 1586 partió desde allí con dirección a la villa de Mill, al sur de Grave siguiendo la ruta hacia la plaza de Venlo. Inmediatamente se pusieron manos a la obra, levantando un fuerte y emplazando los cañones para tirar sobre Grave. Mansfeld, que también se había puesto en movimiento, situó su cuartel general en el castillo de Oss, a medio camino entre Bolduque y Grave, y en el que se hallaba el tercio de Camilo Capezucca. Al poco de llegar pudo comprobar que los rebeldes holandeses habían construido un fuerte a las afueras de Grave, por lo que mandó a varios de sus hombres ir a Bolduque a por 3 cañones con los que batirlo para poder centrarse sin problemas en las labores de asedio. 

El invierno estaba siendo especialmente duro ese año, por lo que Mansfeld, una vez terminados los fuertes para un futuro asedio, ordenó al ejército invernar en sus cuarteles. El Tercio de Juan del Águila lo hizo en el ducado de Tréveris, tras dejar guarnición en Rondveld, cortando así las comunicaciones entre Grave y Venlo; los italianos se repartieron por todo el Limburgo, mientras que Mansfeld se quedó por los fuertes junto a Grave y Mondragón se instaló en Roermond. A su vez, el coronel Francisco Verdugo había partido junto a Juan Bautista Tassis para tomar posiciones al norte de Grave, en las cercanías de la villa de Arnhem, donde se divide el río Ijssel del Rin. Durante la construcción de un fuerte sobre esa plaza, no fueron pocas las escaramuzas libradas por los realistas contra los rebeldes, destacando la protagonizada por Aníbal Gonzaga con su compañía de caballos, en la que logró acabar con la vida del conde de Solms, a la sazón, gobernador rebelde de Zelanda.