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El Asedio de Grave y la toma de Venlo


Tras la liberación de los infantes españoles de Francisco Arias de Bobadilla en Bommel, suceso popularmente conocido como el Milagro de Empel, Alejandro Farnesio ordenó al señor de Haupetena dirigirse contra la plaza de Nuis, en Groninga, mientras que el conde Carlos de Mansfeld, hijo de Pedro Ernesto de Mansfeld, debía marchar contra la plaza de Grave, donde ya se habían emplazado una serie de fuertes de cara a plantar asedio. 

Grave se encontraba en el Brabante Septentrional, a unos 30 kilómetros al noreste de Bolduque. El Tercio de Juan del Águila, junto con 7 compañías de los demás tercios, se había adelantado y se encontraba acampado en Herpen, a poca distancia al oeste de Grave, y el 3 de enero de 1586 partió desde allí con dirección a la villa de Mill, al sur de Grave siguiendo la ruta hacia la plaza de Venlo. Inmediatamente se pusieron manos a la obra, levantando un fuerte y emplazando los cañones para tirar sobre Grave. Mansfeld, que también se había puesto en movimiento, situó su cuartel general en el castillo de Oss, a medio camino entre Bolduque y Grave, y en el que se hallaba el tercio de Camilo Capezucca. Al poco de llegar pudo comprobar que los rebeldes holandeses habían construido un fuerte a las afueras de Grave, por lo que mandó a varios de sus hombres ir a Bolduque a por 3 cañones con los que batirlo para poder centrarse sin problemas en las labores de asedio. 

El invierno estaba siendo especialmente duro ese año, por lo que Mansfeld, una vez terminados los fuertes para un futuro asedio, ordenó al ejército invernar en sus cuarteles. El Tercio de Juan del Águila lo hizo en el ducado de Tréveris, tras dejar guarnición en Rondveld, cortando así las comunicaciones entre Grave y Venlo; los italianos se repartieron por todo el Limburgo, mientras que Mansfeld se quedó por los fuertes junto a Grave y Mondragón se instaló en Roermond. A su vez, el coronel Francisco Verdugo había partido junto a Juan Bautista Tassis para tomar posiciones al norte de Grave, en las cercanías de la villa de Arnhem, donde se divide el río Ijssel del Rin. Durante la construcción de un fuerte sobre esa plaza, no fueron pocas las escaramuzas libradas por los realistas contra los rebeldes, destacando la protagonizada por Aníbal Gonzaga con su compañía de caballos, en la que logró acabar con la vida del conde de Solms, a la sazón, gobernador rebelde de Zelanda. 

Más adelante, Francisco Verdugo hubo de marchar a Frisia, región de la que era gobernador, dejando a Tassis con su gente para ayudar al señor de Haupetena, el cual se instaló junto a la villa de Rhenen, próxima a Utrecht. Allí, el anterior coronel al servicio de la Monarquía Española, Martin Schenck, que ahora combatía por los rebeldes, asaltó su campamento. El ataque no solo fue rechazado, sino que los rebeldes fueron aplastados, debiendo huir a toda prisa Schenck y su ayudante, el conde de Murs, por miedo a morir o quedar presos, como el ocurrió al señor del Villiers. Por su parte, Farnesio ordenó a Juan del Águila estar prevenido, pues se había enterado de que los ingleses habían mandado un socorro para Grave. Su tercio, junto a las 10 compañías que quedaban del de Íñiguez después de las reformas que hizo Bobadilla, y que estaban bajo el mando del capitán Acasio de Yera, y 4 compañías de caballos ligeros españoles, abandonaron sus cuarteles a finales de febrero. 

A comienzo de abril Farnesio ordenó que las 11 compañías que quedaban del Tercio de Bobadilla, bajo el mando del capitán Manuel de Vega Cabeza de Vaca, se uniesen a 300 hombres del Tercio de Mondragón que llevaba el capitán Juan Chasco, y que este contingente reforzase al conde. La noche del 14 de abril los rebeldes desembarcaron al otro lado del río Mosa tomando el puesto del dique de Batenburg y la esclusa, a la altura de la villa de Ravenstein, al noroeste de Grave, donde pusieron guarnición con sus mejores 800 hombres, casi todos mosqueteros experimentados. Desde esta posición podían socorrer mejor Grave, por lo que fue Juan del Águila junto con los hombres de Chasco a desalojarles de allí, momento en que se produjo un encontronazo entre el maestre y el capitán, por ver quién ocupaba la vanguardia del ataque. Finalmente, del Águila ordenó a Gonzalo Girón, capitán de su tercio, adelantarse con unas mangas de arcabuces y detrás un escuadrón de picas para cerrar con los rebeldes. El miedo a que los hombres de Chasco les ganasen la vanguardia llevó a los españoles a desordenarse durante la marcha, lo que hizo que la posición fuese mucho más difícil de ganar. 

Finalmente, el empuje de los españoles acabó por decantar del lado de las armas realistas la victoria, huyendo los rebeldes en desbandada perseguidos por los indisciplinados españoles, que se vieron sorprendidos cuando desde las charrúas holandesas empezaron a dispararles cañonazos. De esta manera, los rebeldes contraatacaron y recuperaron el fuerte perdido, y a punto estuvieron de hacerse con la bandera del capitán Baltasar de Hortigosa, ya que el alférez que la portaba quedó atrapado y los rebeldes le mataron, pero el sargento Jerónimo de Vega logró hacerse con la bandera, peleando hasta la muerte por ella, momento en el que tomó el relevo Alonso Vázquez, logrando salvarla al precio de ser herido por una pica. En estos combates los rebeldes contaron más de 600 muertos, entre ellos 13 capitanes, y de los españoles murieron más de 300, la mayoría del Tercio de Juan del Águila, quedando otros 100 heridos. Este pequeño éxito animó a los rebeldes a tomar el castillo de Batenburg, a menos de 8 kilómetros al norte de Grave, el cual hubo de rendirse, imposibilitado de recibir socorro alguno, el 23 de abril. 

El conde Holac, que había roto uno de los diques del Mosa para anegar los terrenos próximos a Grave, marchó con el grueso de su ejército y consiguió mandar barcas con víveres y municiones, así como un refuerzo de 400 hombres para la ciudad. Esto no desanimó a Mansfeld, que levantó un fuerte por la parte por la que los sitiados mandaban avisos a Holac y puso en él a 100 españoles bajo el mando del capitán Bartolomé de Torralva. Con esa parte cubierta, el conde dispuso la construcción de otro fuerte a tiro de mosquete de Grave, de tal forma que de la ciudad no pudiera salir nadie sin ser detectado. El príncipe de Parma quería acelerar la toma de esta ciudad, por lo que ordenó a Haupetena abandonar el sitio de Nuis y dirigirse al frente de los 4.000 hombres de los que disponía para reforzar a Mansfeld, llegando a Grave el 4 de mayo. Tan solo dos semanas después lo haría el propio Alejandro, acompañado de Pedro Ernesto de Mansfeld y parte de la caballería de Flandes, lo que da una muestra del interés que tenía por hacerse con aquella plaza. 

Los siguientes dos días los dedicó Farnesio a inspeccionar las obras de asedio realizadas y encontrar el mejor punto para abrir nuevos ramales y asaltar las murallas, y en el transcurso de la visita a uno de los fuertes que había ganado Haupetena en la ribera opuesta del Mosa, un cañonazo procedente de la ciudad le mató al caballo sobre el que iba montado, quedando "en pie sin atemorizarle ni mostrar alteración más que si no le hubiera sucedido semejante caso, porque jamás a este animoso príncipe se le conoció miedo ni mudanza en el rostro en muchos mayores peligros que se le habían ofrecido". Ese mismo día los españoles apresaron a tres espías rebeldes que trataban de entrar en la ciudad, los cuales confesaron que Holac preparaba un gran socorro desde la parte del país de Güeldres que llegaría al Mosa, al noreste de Grave, de donde saldrían varias barcas para introducirlos en ella. 

Dio orden Alejandro de que cada noche saliesen de los tercios de Juan del Águila y de Bobadilla 400 infantes para hacer guardia por la parte por la que se esperaba la llegada del socorro, pero los espías de Holac debieron descubrir esta fuerza porque no se atrevieron a intentar el auxilio, salvo el envío de un pequeño grupo de ingenieros escoltados por un capitán, un sargento y 6 soldados, que fue interceptado por el centinela Martín de Morales, perteneciente a la compañía de Alonso de Espinosa Calderón, del Tercio de del Águila. Para evitar cualquier socorro desde la parte de Güeldres o a través de Mosa, se construyó un puente y unas fortificaciones en la parte más estrecha del río, lo que se hizo con mucha presteza para comenzar a instalar allí unas baterías de artillería con los cañones que había traído el de Parma desde Amberes, y los que se sacaron de Nimega y Bolduque. 

Asedio de Grave. Grabado de Michelangelo Cerquozzi

Una vez instalados los 23 cañones disponibles, llegó al cuartel general de Farnesio desde Frisia el coronel Francisco Verdugo junto con 300 alemanes y una compañías de lanzas españolas. No se veían desde hacía mucho tiempo, por lo que ambos conversaron durante horas sobre un sinfín de temas, principalmente militares, y acordaron que, una vez tomada Grave, el siguiente objetivo sería la plaza de Arnhem, a menos de 40 kilómetros al norte, en el país de Güeldres. Pero la desgracia se cebó con Verdugo cuando, al tercer día de estar con Farnesio en Grave, le llegó la noticia de que su mujer, Dorotea de Mansfeld, hija de Pedro Ernesto, había muerto, por lo que pidió licencia para regresar a Groningen y enterrarla. Entretanto, en Brujas, en el Flandes Occidental, se interceptó un correo de algunos burgueses partidarios de los Orange en el que se detallaba cómo tenían pensado entregar la ciudad a un ejército rebelde compuesto por 4.000 hombres que debía llegar desde Ostende. El señor de la Mota, gobernador de Gravelinas, sacó tropas de las guarniciones cercanas y entró en Brujas reforzando sus defensas y deteniendo a los traidores. 

Farnesio entonces redobló sus esfuerzos para acometer la toma de Grave y mandó traer el Tercio de Mondragón a Grave, dejando en su lugar 4 compañías de caballo y una de lanzas bajo el mando del capitán Sancho Martínez de Leiva. Las fuerzas hispánicas prosiguieron con los trabajos de construcción de trincheras, aproximándose cada vez más a los muros de la ciudad; los tercios de Bobadilla y de Juan del Águila desde la villa de Ravenstein, al noroeste, plantando una batería con 5 cañones, los tercios italianos y de demás naciones desde el sureste, cortando la ruta a Venlo, y el Tercio de Mondragón desde el otro lado del Mosa, donde pusieron 12 cañones que se unían a los otros 23 ya colocados por Farnesio. Para comienzos de junio los muros de Grave estaban ya muy batidos, por lo que Farnesio comenzó los preparativos para el asalto final sobre la ciudad. 

Al cuartel general de Farnesio llegaron noticias de que la ciudad estaba planteando rendirse, por lo que envió una trompeta para decir al gobernador y a los defensores de Grave que "si querían la paz y entregar la villa al Rey, su tío, les haría buenos pactos y que le parecía buen acuerdo por excusar mucha sangre que se podría derramar". Pero, a pesar de la oferta realizada por el general hispánico, no quisieron saber nada de acuerdos en esos momentos y continuaron con su lucha. El día del Corpus Christi se comenzó a batir un revellín que había en el norte de la plaza, en la ribera del Mosa, y tras un intenso cañoneo se ordenó a los capitanes Sancho de Solís y Torres de Vivero que, con 50 hombres, lo tomasen y mantuviesen hasta la llegada de refuerzos. La lucha por el revellín fue terrible, arrojando los defensores muchas guirnaldas de fuego, granadas, piedras y balas de arcabuz y mosquete, debiendo por momentos los españoles arrojarse al agua para evitar ser quemados, pero finalmente consiguieron su objetivo y se hicieron con la posición.

Pero tras comprobar el príncipe de Parma que esa parte de la villa era la más difícil de batir, ordenó a los hombres que acaban de tomar el revellín que abandonasen el fuerte recién ganado y volvieran a la seguridad de sus unidades de procedencia. La lucha por esta posición costó la vida de más de una decena de españoles, entre ellos el capitán Solís, y de unos 200 rebeldes, distinguiéndose los alféreces Cristóbal de Montero, Francisco de Borja, Bartolomé de Amaya, Martín de Morales, Gaspar de Biedma o Francisco Luzón, que fue herido de un arcabuzazo en su brazo izquierdo. Con todo, los sitiados se encontraban muy tocados, más aún después de ver cómo, tras una enconada defensa en la que disponían de superioridad numérica y de armamento, habían salido derrotados, y además, no podían esperar ningún auxilio por parte de Holac ya que el cerco hispánico era muy fuerte. El 6 de junio, cuando los cañones de Farnesio batían con extrema violencia la parte noreste de la plaza, salió un tambor con una carta con los términos para la capitulación. El general hispánico, viendo la buena defensa que habían hecho los rebeldes de la plaza, aceptó la rendición de la ciudad y permitió la salida de los 1.000 defensores que aún quedaban en ella, subiéndoles en barcas y ofreciéndoles un paso seguro a través del Mosa. No perdió el tiempo Alejandro y ordenó a sus hombres reparar y mejorar las defensas de la ciudad, pues la consideraba clave en su estrategia de asegurar Brabante y Güeldres. 

Aún quedaban dos últimos incordios: el castillo de Megen, al noroeste de Grave, siguiendo el curso del Mosa, y un poco antes de llegar a éste, en la ribera opuesta del río, el castillo de Batenburg, por lo que ordenó al conde Carlos coger varias compañías de infantería valona y tomar el primero. Iba provisto Mansfeld de varias piezas de artillería y, nada más llegar al castillo por el sureste, comenzó a disponer sus cañones, así que viendo los rebeldes que en breve comenzarían a abrir fuego decidieron entregar el fuerte sin combatir. Ya solo quedaba el castillo de Batenburg, que estaba completamente aislado pero que aún mantenía una fuerza de 300 soldados en su interior. A mediados de junio, una partida de 20 soldados españoles interceptó dos barcas cargadas de bastimentos que se dirigían a abastecer el castillo, apresando a los marinos y haciéndose con el botín que transportaban. Estaba claro que nadie iría a socorrerlos, por lo que, nada más aparecer el conde Carlos y sus hombres en las inmediaciones, los defensores se rindieron y salieron del castillo sin armas ni banderas. 

El Brabante Septentrional y Limburgo estaban prácticamente bajo control real, pero todavía se antojaba una presa al sur: Venlo. Como Farnesio deseaba limpiar toda la ribera del Mosa de plazas rebeldes, se decidió a tomarla posponiendo la ejecución de la expugnación de Arnhem, cuya captura era de mucho interés para los españoles, pues era la puerta de entrada a Holanda. Venlo se encontraba bien guarnecida y contaba con fuertes defensas, además de poder ser abastecida a través del Mosa, pero el de Parma iba a poner toda la carne en el asador en esta empresa, en parte por su deseo de acabar con la amenaza que representaba Maarten Schenck y sus mercenarios ingleses. Informado por espías de Nimega, Schenck creyó que el ejército realista iría contra Arnhem, por lo que sacó de Venlo parte de la guardia para marchar hacia el norte, dejando apenas 300 hombres para su defensa. 

En vista de esto, Alejandro ordenó a Haupetena que se adelantase con los tercios de las naciones italianas y valonas y compañías de cada uno de los 3 tercios españoles, marchando a toda prisa a Venlo para cerrar todos los pasos sobre la ciudad y evitar cualquier socorro. También ordenó a Pedro Ernesto de Mansfeld y a su hijo tomar el castillo de Veld, en la orilla oriental del Mosa, a poca distancia al norte de Venlo, con los alemanes, borgoñones, parte de la caballería y 4 cañones. Al día siguiente, 14 de junio, el castillo se rindió al poco de empezar a recibir cañonazos, permitiéndoles salir a los defensores con sus armas y bagajes. Ese mismo día se puso en marcha el ejército de Farnesio, alertado por el posible socorro que llevaba Schenck para Venlo, y a media noche ya estaba instalando su campamento a las afueras de la ciudad. A eso de las 3 de la mañana el coronel holandés, acompañado de 300 caballos holandeses e ingleses, pasó sin saberlo por el cuerpo de guardia de la caballería italiana, atravesando sus defensas y cayendo en la emboscada que le había preparado Haupetena con los españoles del alférez Alonso de Ribera Zambrana, de la compañía de Pedro de Luna. 

No le quedó más remedio a Schenck que huir, siendo perseguido por caballería española e italiana hasta que pudo refugiarse en el castillo de Wachtendonck, a unos 15 kilómetros al este, en el ducado de Cléveris. En esa acción perdió el holandés 170 hombres, entre muertos, que fueron alrededor de un centenar, y el resto prisioneros. Ese mismo día se arrimó ya el ejército sobre Venlo y al día siguiente llegaron los Mansfeld con la fuerza que había tomado el castillo de Veld, tras dejar guarnición en él, junto con 23 piezas de artillería que llegaron en barca desde Grave a través del Mosa. Las obras de asedio iban a buen ritmo, estando las trincheras más avanzadas por la parte donde se hallaba el Tercio de Juan del Águila, cuyos hombres comenzaron a minar el revellín que cubría esa parte de la muralla, rindiéndose los 50 soldados que lo defendían. El 19 de junio se tomó una media luna que había en la otra orilla del río y se emplazó una batería para comenzar a disparar sobre la parte oeste de la ciudad. Mientras, esa noche, los hombres del Tercio de Mondragón tomaron una fuerte sobre una pequeña isla cuyo brazo pasaba muy cerca de los muros de Venlo.

Prosiguieron los trabajos y la ciudad cada día estaba más cercada y las obras de zapa estaban ya casi finalizadas, y en vistas de que el socorro mandado por Schenck había fracasado, los burgueses de la ciudad empezaron a negociar con los soldados de la guarnición la rendición, saliendo el día 28 a la muralla a pedirla. Envió Farnesio una trompeta con las condiciones de la capitulación, a las que accedió el gobernador, saliendo el día 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, los 300 defensores sin armas ni banderas y solo con el bagaje que pudieran llevar a cuestas. Dentro de la ciudad se hallaban la mujer y el hermano de Schenck, a los que se permitió partir donde quisieran. Farnesio había logrado tomar las plazas sobre el Mosa en el Limburgo en una campaña relámpago que sorprendió a los rebeldes holandeses, que se encontraban en una complicada posición para afrontar lo que quedaba de año. 

Bibliografía: 

-Los sucesos de Flandes y Francia en tiempo de Alejandro Farnesio (Alonso Vázquez)

-Alexander (Luis de Carlos)

Grabado del asedio de Venlo. Por Simon Frisius





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