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Las Campañas de Spínola en Flandes: el asedio de Rheinberg



El invierno de 1605-1606 se antojaba tranquilo tras la campaña emprendida por Ambrosio de Spínola durante ese año, y que concluyó con la toma del castillo de Krefeld, tras haber conquistado Wachtendonk y derrotado a Mauricio de Nassau en Mülheim. Es por eso que el genovés decidió viajar a Madrid para planificar la campaña minuciosamente.

Para volver a España Spínola decidió atravesar Francia, siendo recibido con todos los honores por el rey Enrique IV. Aunque ambas potencias no estaban en guerra, Francia siempre estaba presta a perjudicar los intereses españoles y desgastar su poder. Spínola, gran conocedor de los ardides del monarca galo, no se dejó embaucar por el fastuoso recibimiento que le habían preparado. En mitad de la cena celebrada en su honor, Spínola contestó a las insistentes preguntas del rey francés sobre cuáles iban a ser sus planes para la campaña de 1606, afirmando que volvería a invadir la región de Frisia, plenamente consciente de que Enrique no se tomaría en serio aquellas palabras. 

Así ocurrió. Enrique IV, acostumbrado a moverse en la mentira y las intrigas, creyó que Spínola le mentía, y tan pronto éste marchó hacia España, comunicó a los rebeldes holandeses que los españoles no tenían la más mínimo intención de entrar en Frisia. Ya en España Spínola fue recibido como un héroe, siendo colmado de prebendas por Felipe III, quien le hizo miembro del Consejo de Estado y de Guerra. El auge de Spínola parecía imparable desde que en 1604 lograse rendir la ciudad de Ostende tras más de tres años de durísimo asedio. 

El general genovés cuidó todos los detalles en la preparación de la campaña que se avecinaba. Tanto los españoles como los holandeses estaban al límite de sus recursos económicos. Los rebeldes lograban mantenerse a flote gracias a los recursos económicos que desde Francia les hacía llegar Enrique IV. Por su parte, España dependía de la plata y el oro que desde América tenía que llegar, por lo que el propio Spínola adelantó el dinero necesario para la ofensiva que había previsto, y marchó con presteza a Flandes para ponerse al frente de las tropas nuevamente. 

Antes de la llegada de Spínola, los holandeses habían aprovechado la ausencia de éste para lanzar una serie de ataques de depredación sobre la región de Amberes antes de la primavera, por lo que las fuerzas hispánicas en los Países Bajos se empezaron a organizar en abril. Por su parte, Mauricio hacía lo propio pero la falta de fondos jugaba un papel determinante para lograrlo. El estatúder holandés necesitaba con urgencia hombres para defender la línea del río Rin entre las plazas de Rheinberg y la de Schenkenschans, en previsión de que las fuerzas hispánicas pudieran atacar ahí, algo que le había negado meses atrás el rey francés. También tenía entre sus prioridades reforzar plazas importantes de la región del Bajo Güeldres, fundamentalmente Lochem y Groenlo.

La negativa de los Estados Generales a aportar cuantos hombres y dineros requería Mauricio, dieron al traste con sus planes de reforzar Rheinberg y desde ahí invadir el Alto Güeldres y el ducado de Brabante, debiendo conformarse con reforzar algunas plazas y añadir un número insuficiente de hombres a su ejército de maniobra. Mauricio no podría salir en campaña con aquella fuerza no solo en mayo, como había previsto, sino tampoco en junio, algo que le dejaba a expensas de los movimientos españoles. 

El concienzudo plan de Spínola consistía en dividir sus fuerzas una vez más. La principal, conducida por él mismo, volvía a tener el mismo objetivo que en las campañas anteriores, adentrarse en el señorío de Overijssel desde el sureste, mientras que la fuerza de Bucquoy cruzaría el río Waal desde sus posiciones en Brabante, realizando así un movimiento en pinza que llevaría a ambos ejércitos a converger en el mismo corazón de las Provincias Unidas, y a hacerse con el control fluvial del Ijssel y el Waal, y dominar el Bajo Güeldres y Overijssel. El plan era tremendamente ambicioso incluso para el general genovés, pero el riesgo merecía la pena, ya que el golpe a los rebeldes sería demoledor. 

Spínola se puso en marcha a comienzos de julio, cruzando el Rin por Ruhrort el 10 de ese mes, mientras que Bucquoy partió hacia Mook, donde llegaría el día 18. Spínola avanzó a buena marcha, cruzando el río Lippe por Dorsten, siguiendo por el obispado de Munster hasta llegar a la villa de Epe. Ahí viró hacia el oeste e internándose en el señorío de Overijssel, donde acabó tomando la ciudad de Enschede. Ahí se le unieron diversas compañías, un total de 2.500 hombres, procedentes de las guarniciones que Spínola había dejado tras la toma de Lingen, el verano anterior. Tras reforzar así su ejército, que ya sumaba 10.500 infantes, 27 compañías de caballos, 8 cañones gruesos y 2.000 carros con vituallas y municiones, se lanzó más al oeste, tomando la ciudad de Goor el día 18 de julio, donde dejó guarnición para futuras operaciones bajo el mando del marqués de Santángelo. 

Asedio de Groenlo

Por su parte Bucquoy maniobró desde Mook hasta el Waal con las órdenes de tomar Nimega, importante ciudad situada en la margen sur del río. Tenía que buscar un lugar seguro para cruzar los más de 10.000 infantes que llevaba, junto con unos 1.500 caballos y un tren de artillería compuesto por una docena de cañones. Mauricio maniobró nada más enterarse de los avances de Spínola, moviendo su ejército sobre una línea de unos 15 kilómetros formada por el río Ijssel entre Zutphen y Deventer, donde pensaba el holandés que acabaría cayendo el Ejército de Frisia de Spínola. 

Mientras esto sucedía, Bucquoy, por su parte, intentaba el cruce del Waal por la villa de Kekerdom, situada en mitad de las plazas de Nimega y de Schenkenschans, encontrándose con una fortísima oposición de la artillería enemiga, hábilmente dirigida por el general rebelde Varner du Bois, que le impidió el vadeo del río, debiendo retirarse de allí el día 21 ante el temor de quedarse atrapado entre las fuerzas rebeldes. El plan de Spínola para realizar un movimiento en pinza sobre el enemigo había fracasado, pero el general genovés no iba a permitir que su campaña corriese peligro, y ordenó a Bucquoy intentar tomar Nimega. 

Spínola, mientras tanto, realizó un audaz movimiento de diversión desde Goor haciendo creer a Mauricio que se dirigía contra Deventer, pero en realidad llegó a Borculo, villa situada entre el Limburgo y el obispado de Münster, donde viró al este y tomó el día 20 de julio Lochem casi sin oposición. Antes de eso había dividido sus fuerzas en Goor, ordenando a Jean de Croÿ, conde de Solre, dirigirse a Zwolle, en el norte del Overijssel, con 4.000 infantes, 8 compañías de caballos y 2 cañones, para lograr cruzar desde ahí el río Zwarte Water, y caer sobre la retaguardia de Mauricio. El plan no se pudo completar por las fuertes lluvias y por la gran resistencia holandesa en la línea que daba acceso a Mastenbroeck. 

Mauricio desplegó su fuerza en la margen izquierda del Ijssel a la altura de Zutphen, convencido de que Spínola vadearía el río por ahí, pero en realidad el ejército hispánico cayó sobre Groenlo, una de las ciudades más importantes de Güeldres, y fortificada a conciencia por los holandeses tras su captura en 1597. La vanguardia de Spínola llegó el 3 de agosto ante sus muros, justo a la par que Bucquoy caía sobre Nimega. El grueso del ejército de Spínola llegó a Groenlo el día 5, iniciando de inmediato los trabajos de asedio. Nimega se encontraba a poco más de 50 kilómetros al suroeste de Groenlo, por lo que Spínola aceleró los trabajos de asedio para poder auxiliar a Bucquoy, que era quien estaba más expuesto. 

El día 14 de agosto terminaba el asedio de Groenlo, con la ciudad rindiéndose a las fuerzas hispánicas, pero Nimega no pudo tomarse dada la fuerte resistencia y las condiciones adversas del terreno. Este revés no mermó la capacidad de maniobra de Spínola, que no permitió que aquel contratiempo variase sus planes. Inmediatamente celebró consejo de guerra y resolvió que, ante las fuertes lluvias que se estaban dando ese verano, resultaba extremadamente complejo avanzar hacia el oeste internándose en territorio rebelde, por lo que el objetivo se fijó en Rheinberg, un enclave estratégico entre los Países Bajos, Colonia y Westfalia. Esta plaza era usada por los holandeses para descansar sus tropas en los territorios alemanes.

Spínola envió órdenes a Bucquoy para que cesase en sus esfuerzos de vadear el Waal, y acudiese a sitiar la plaza de Rheinberg, partiendo a toda prisa atravesando el ducado de Cléveris, llegando a Rees, en la margen derecha del Rin, el día 20 de agosto. Ahí las fuerzas hispánicas lograron abatir los 5 buques, incluido uno de guerra, que Mauricio había enviado desde Schenkenschans, con casi 1.000 infantes y numerosas provisiones y municiones, para reforzar Rheinberg una vez que se hubo enterado de que era el objetivo elegido por los españoles. A su vez, Mauricio había enviado por tierra desde Schenkenschans a su hermanastro Federico Enrique con una fuerza de 2000 infantes y un número similar de caballos. Esta fuerza debía pasar inadvertida a los ojos españoles, por lo que avanzó por Cléveris hasta Warden, a unos 15 kilómetros al noroeste de Rheinberg. 

El 22 de agosto llegaron las primeras fuerzas hispánicas a Rheinberg. La vanguardia de Bucquoy, compuesta por 20 compañías de infantería y algo más de 500 caballos, acompañados por 2 cañones gruesos y pontones para vadear el río, comenzó a tomar posiciones frente a la plaza. Mientras tanto, desde Bradevoort, al norte, el ejército de Spínola va llegando, desplegándose para lograr cerrar el cerco sobre la ciudad. Advertidos los españoles sobre la llegada de un refuerzo holandés, se organizaron patrullas para interceptarlo, pero Federico Enrique logró sortear la vigilancia hispánica, introduciendo de esta forma los tan necesarios refuerzos en Rheinberg. 

Rheinberg había sido tomada por los holandeses en 1601. Estaba situada en la margen occidental del Rin, frente a un meandro al norte de la plaza que constituía una pequeña isla donde, en 1586, Alejandro Farnesio había construido un fuerte. Esta isla estaba reforzada en su cara nororiental por otro fuerte mandado construir por Mauricio tras la toma de la plaza, compuesto por cuatro poderosos baluartes, un foso seco y tres medias lunas exteriores. Ambos fuertes constituían las formidables defensas exteriores de Rheinberg. La ciudad, por su parte, había sido reforzada por quince revellines y medias lunas en sus muros interiores, y sus murallas exteriores se habían ampliado, contando con diversos emplazamientos artilleros y un camino cubierto, así como un riachuelo, el Lub, que bañaba el foso de la plaza por el oeste. Además, en su lado sur, una llanura plagada de ciénagas y terreno pantanoso dificultaba sobremanera un ataque por esa posición. 

Plano de Rheinberg, por Frans Hogenberg. 1596

La ciudad, como se ha visto, era harto complicado de expugnar, pero eso tampoco mermó un ápice la decisión de Spínola, quien de inmediato organizó sus tropas para completar el asedio. En el lado este de la Rheinberg el general genovés dispuso a los tercios italianos de infantería lombarda de Lelio Brancaccio y de Pompeo Giustiniano, acompañados por el regimiento del conde Ludovico Biglia. En el oeste Spínola desplegó a los tercios españoles de Juan de Meneses y de Simón Antúnez, los tercios valones de Charles de Lalaing, barón de Achicourt, y de Felipe de Torres, y los regimientos de infantería escocesa e irlandesa. Spínola desplegaba de esta manera un fuerza de algo más de 12.000 infantes y 2.500 caballos. 

Una vez completado el asedio, Spínola ordenó construir un fuerte al noroeste de Rheinberg, cerrando un triángulo entre la plaza y el antiguo fuerte construido por Farnesio. A su vez, el fortín de Mauricio, fue cercado en menos de una semana, provocando finalmente la huida de los defensores, la mayoría de los cuales no pudieron vadear el río que los separaba de la pequeña isla y murieron ahogados. Desde Wesel, a menos de 20 kilómetros de distancia de Rheinberg, y protegido por el río Lippe, Mauricio contemplaba el devenir de los acontecimientos junto a su ejército, una fuerza de casi 15.000 infantes y 3.000 caballos, un número superior a los hombres con los que contaba el ejército de asedio. 

Septiembre transcurría entre los avances de las tropas hispánicas, que progresaban a buen ritmo a través de las trincheras cavadas, y la negativa de Mauricio a acudir con su ejército para socorrer a los asediados. Los Estados Generales presionaron al estatúder para que presionara batalla, pero éste no se atrevía a volverse a ver las caras con Spínola, quien ya le derrotó ampliamente en Mülheim. A lo más que llegó fue a enviar un refuerzo de unos 1.500 hombres, quienes debían romper el cerco y entrar en la ciudad, pero las tropas de Spínola lo impidieron causando grandes bajas entre los protestantes. Rheinberg demandaba ayuda desesperadamente mientras proseguían los avances de los sitiadores, incluso un motín estalló en el campamento de Mauricio, que tuvo que empeñar parte de su patrimonio para sofocarlo. 

Para finales de septiembre las fuerzas de asedio habían llegado a las defensas exteriores. Las salidas de los defensores cada vez eran más numerosas y desesperadas, pero las fuerzas de Bucquoy, que llevaban el mayor peso del asedio, resistieron lo indecible. Los tercios italianos de Giustiniano y de Brancaccio, y el valón de Torres, se desenvolvieron a la perfección en aquellos combates. También se desempeñaron con valentía y eficacia los españoles de Antúnez y de Meneses, que no cedieron ni un metro ante los ataques de los defensores holandeses, y además continuaban estrechando el cerco, tal es así, que se tomaron al asalto las defensas exteriores de Rheinberg.

En 29 de septiembre Spínola tenía preparada las baterías artilleras, y sus zapadores se esmeraban al máximo para colocar las minas que debían derribar los muros de la ciudad y dar paso al asalto general, previsto para el 1 de octubre. Pero unas horas antes del asalto el consejo de gobierno de la ciudad decidió rendir la plaza, cuando aún disponía de una guarnición de 5.000 hombres y abundantes provisiones y pertrechos. El 2 de octubre la ciudad era entregada a los españoles en medio del júbilo y la euforia desatada entre los soldados y sus mandos, ante lo que se consideraba un asedio imposible de acometer. 

Poco tiempo hubo para las celebraciones puesto que Mauricio reforzó sus posiciones al sur de Rheinberg, en el condado de Moers, para tratar de forzar una ruta con los estados alemanes, mientras estallaba un motín en el campo español ante los infundados rumores, propagados por los holandeses, de la pérdida de la Flota de Indias, con la consecuente ausencia de pagas. El motín se inició en Ravenstein, en el norte del ducado de Brabante, donde 4 compañías alemanas del conde de Rietberg se rebelaron. Desde ahí se extendió a otras unidades, pero Spínola reaccionó rápido y adelantó pagas de su propio bolsillo y se apresuró a desmentir los rumores. En Hoogstraten más de medio millar de infantes italianos y alemanes se amotinaron, siendo sometidos por el Tercio de Álvaro de Luna, que acudió en persona. Los amotinados que lograron escapar ofrecieron sus servicios a Justino de Nassau, gobernador de Breda.

Mauricio quiso explotar esto y recuperó Lochem, tras 5 días de asedio, avanzando posteriormente hasta Groenlo para ponerla sitio a comienzos de noviembre. Esa ciudad estaba defendida por Enrique de Bergh con 400 infantes y 300 caballos, mientras que la fuerza de asedio que Nassau llevaba consigo ascendía a algo más de 9.000 infantes, casi 2.000 caballos y 12 cañones de asedio. La fuerte resistencia de los defensores, junto con las intensas lluvias de otoño, ,posibilitó la llegada de un ejército de socorro dirigido por Spínola, lo que fue suficiente para que Mauricio tomase la decisión, una vez más, de no enfrentarse al genovés en una batalla campal y levantase asedio de Groenlo, sufriendo más de medio millar de pérdidas entre sus fuerzas de retaguardia. 

La campaña de 1606 había llegado a su fin y Spínola aumentaba su aura de imbatible. Entre 1605 y 1606 había ampliado los territorios de la Corona Española a expensas de las posesiones holandesas en Güeldres, había cortado las comunicaciones de los rebeldes con los estados alemanes, y se había garantizado una línea segura en el Rin, todo ello con una fuerza inferior numéricamente. Esto pone claramente en tela de juicio la famosa superioridad táctica y técnica de Mauricio, algo muy extendido en la historiografía tradicional, que ha obviado, en muchos casos deliberadamente, que las fuerzas hispánicas superaron ampliamente al ejército de Nassau en casi todos los enfrentamientos entre ambos contendientes. 

Plano del asedio de Rheinberg de 1601


Ambrosio de Spínola. Rijksmuseum


Bibliografía: 

- La pacificación de Flandes. Spínola y las campañas de Frisia (Eduardo de Mesa Gallego)

- España y la rebelión de Flandes (Geoffrey Parker)

- Ambrosio Spínola, primer marqués de los Balbases (Antonio Rodríguez Villa)

- Spínola, capitán general de los tercios. De Ostende a Casal (José I. Benavides)







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