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España en la Guerra de los 30 Años (Parte VI. Fase Sueca 1630-1632)


Son diversos los motivos que llevaron a Gustavo Adolfo a intervenir en la Guerra de los 30 años, si bien el principal que se esgrime es su preocupación ante el aumento del poder católico en Alemania, amenazando los propios intereses suecos en la costa báltica, no es menos cierto que el rey nórdico buscaba, como asegura William P. Guthrie en su obra Batallas de la Guerra de los Treinta Años, "compensación", es decir, conseguir todo lo que pudiera y expandir al máximo su poder. 

Lo cierto es que desde comienzos de 1628 Suecia se venía preparando para la guerra, otorgando el parlamento plenos poderes al rey para que dispusiera lo necesario para un futuro conflicto. La derrota danesa era ya un hecho para 1629 y la influencia y el comercio sueco en el Báltico estaban amenazados. Además Francia había mandado emisarios a Suecia ofreciendo financiación para su intervención militar. Por ello Gustavo Adolfo se preparó a conciencia para una guerra que supondría invadir la costa norte de Alemania y asegurar así el control de esa parte del continente.

Así las cosas el emperador no debió tomarse muy en serio la amenaza que supondría un rival como Suecia cuando, tras acabar con los daneses y firmar la paz de Lubeck, y estar a punto de poner fin a la cuestión de la  Sucesión de Mantua, en 1630 disolvió la mayor parte de su ejército y cesó al general Wallenstein en la Dieta de Ratisbona en julio de ese año. Mucho se ha especulado con esta destitución, pareciendo la causa más probable la desconfianza de Fernando II ante el aumento de poder del general imperial. Ahora las fuerzas imperiales se reducían a 40.000 hombres mientras que las de la Liga sumarían un total de 20.000, quedando los dos ejércitos bajo el mando único del conde de Tilly, todo ello a pesar del ultimátum dado por los diplomáticos suecos para que los imperiales se retirasen de Mecklenburg y Pomerania el 11 de mayo.

España en la Guerra de los 30 Años (Parte V. Guerra de Sucesión de Mantua)


En plena Guerra de los 30 Años, mientras en los campos de Alemania y Holanda se dirimía la hegemonía europea de los Habsburgo, la repentina muerte de Vincenzo II Gonzaga a la edad de 33 años, abría en el ducado de Mantua, al igual que unos años antes en el Monferrato, una disputa por la elección del nuevo duque.

El ducado de Mantua formaba parte del Sacro Imperio y eso le otorgaba al emperador la última palabra en caso de una disputa por el ducado. En este orden de cosas Vincezo II había casado a su sobrina María Gonzaga con Carlos de Gonzaga-Nevers, un familiar del duque perteneciente a la línea francesa de la familia Gonzaga. Fernando II no veía con buenos ojos otorgar el ducado de Mantua a éste, consciente del peligro que suponía tener un aliado de Francia a las puertas del Milanesado. Además el emperador estaba casado con Leonor Gonzaga, hermana del fallecido duque, por lo buscó el ducado para Fernando Gonzaga de Guastalla.

Sucedía que Carlos de Gonzaga-Nevers veía reconocido por Francia, Venecia y el Papa, su derecho a la sucesión del ducado de Mantua, por lo que si el emperador no daba su brazo a torcer y cedía a las pretensiones de Carlos, la guerra estallaría. Francia y Venecia, siempre dispuestas a cualquier acción que pudiera debilitar el poder de los Habsburgo, no dudaron en apoyar diplomática, económica e incluso militarmente a Carlos. Para complicar más aún las cosas, apareció en escena el siempre complejo duque de Saboya, Carlos Manuel, que tanta guerra había dado a los españoles en el Monferrato, con la propuesta de intervenir en favor de los Habsburgo en este conflicto. Así se lo comunicó al gobernador de Milán, el héroe de Fleurus Gonzalo Fernández de Córdoba.

Asedio de Santo Domingo


El 23 de abril de 1655 las fuerzas inglesas del almirante William Penn y el general Robert Venables, desembarcaban en la isla de La Española con la misión de ocuparla y socavar el poder español en el Caribe. La expedición resultaría ser uno de los mayores fracasos en la historia de Inglaterra.

La Inglaterra de Oliver Cromwell, Lord Protector de la Commonwealth, había puesto los ojos en las posesiones españolas en el Caribe y Centroamérica, en lo que se conocía como el Western Design, o plan occidental. El primer objetivo era la isla de La Española y para tal propósito se organizó una potente flota para transportar a su ejército.

Los problemas empezaron desde los primeros preparativos. Muchas eran las voces, entre ellas la del jefe del ejército inglés, que pedían llevar para esa campaña a sus fuerzas de élite, las que habían participado en las campañas de Irlanda de 1649 a 1654. Pero Cromwell creía que España ya no representaba peligro alguno cuando le declaró la guerra, y permitió que su cuñado, el general John Disbowe, hiciese una improvisada recluta de soldados jóvenes y poco entrenados. A estos se le sumarían después agricultores reclutados en las colonias inglesas de Barbados.

Segunda Batalla de Seminara


El 21 de abril de 1503 las fuerzas españolas del conde de Andrade derrotaban en Seminara, en la región italiana de Calabria, al ejército francés del señor de Aubigny, aliviando así la presión sobre el ejército del Gran Capitán, el cual se preparaba para combatir en Ceriñola.

En el marco de la Guerra de Nápoles, dentro de las conocidas como Guerras Italianas, a comienzos de 1502 Luis XII, tras romper de manera sorpresiva el Tratado de Granada, enviaba al duque de Nemours, Luis de Armagnac al frente de un poderoso ejército para invadir las posesiones españolas en el Reino de Nápoles, en Italia. Este fulgurante ataque había cogido desprevenidos completamente a los españoles, que se encontraban sin previo aviso ante un ejército mucho mayor en número, por lo cual tuvieron que replegarse ordenadamente hasta hacerse fuertes en la plaza de la Barletta, situada en la región de Apulia a orillas del Adriático.

De esta manera las fuerzas francesas se dividieron en dos. En Calabria, al suroeste de la península itálica, se concentrarían las fuerzas de Berault de Stuart, señor de Aubigny, que ascendían a unos 6.000 hombres, mientras que en Apulia, al sureste, lo haría el ejército principal francés, bajo el mando de Armagnac, con la misión de derrotar al Gran Capitán. Mientras esto sucedía, gracias una intensa labor diplomática por parte de Felipe el Hermoso parecía poder atisbarse una paz. Felipe logró convencer al rey francés de firmar el conocido como Tratado de Lyon, por el cual se cedía a Francia el sur del reino napolitano. Ni que decir tiene que los Reyes Católicos rechazaron rotundamente tal cuestión.

España en la Guerra de los 30 Años (Parte IV. Fase Danesa)


Tras la exitosa Campaña del Palatinado emprendida por los ejércitos católicos de Gonzalo Fernández de Córdoba y el conde de Tilly, la guerra, que había comenzado en 1618 tras la revuelta en Bohemia, parecía llegar a su fin y el emperador empezaba a consolidar su poder de manera definitiva.

Para 1624 Mansfeld había disuelto su ejército ante la imposibilidad de seguir combatiendo y pagarlo, y estaba cómodamente asentado en Frisia, mientras que Brunswick había sufrido la pérdida del suyo tras la Batalla de Stadtlohn, y Bethlen Gabor se había avenido a un nuevo acuerdo de paz en Hungría. Esto supuso que Fernando II empezase a licenciar a sus tropas y que el ejército de la Liga Católica detuviese sus levas y se acuartelase a la espera de nuevos acontecimientos.

En el norte del continente Dinamarca y Suecia empezaban a erigirse como nuevos paladines del protestantismo. Cristian IV de Dinamarca era un luterano moderado que tenía en alta estima a España, con la que guardaba muy buenas relaciones, y desconfiaba de los holandeses, con los que tenía una enemistad manifiesta. No era partidario del calvinismo radical que estaba asolando el imperio por lo que había buscado la paz en los primeros años del conflicto. Era un hombre de una constitución formidable, fuerte y sagaz, pero sus miedos le llevaron a cometer gravísimos errores. Por otro lado estaba el rey sueco Gustavo Adolfo, un belicoso monarca con un carisma tremendo, que entendía aquella guerra como una especie de cruzada contra Roma y para la cual comenzó a prepararse ya en 1623.

Segunda Batalla de Playa Honda


El 15 de abril de 1617 una pequeña flota española bajo el mando de Juan Ronquillo del Castillo derrotaba en las aguas de Playa Honda, en la isla filipina de Luzón, a la escuadra holandesa del almirante Joris van Spielbergen. 

A pesar de la Tregua de los Doce Años la marina holandesa seguía con los ojos puestos en el comercio marítimo español y, bien mediante acciones de piratería, bien mediante enfrentamientos abiertos, Holanda seguía en guerra de facto con España en el mar. La Compañía Holandesa de las Indias Orientales mandó en agosto de 1614 una nueva flota al mando del almirante Joris van Spielbergen que, recorriendo la antigua ruta de Magallanes y Elcano, debía plantarse en el Pacífico y amenazar los convoyes españoles.

La escuadra de Spielbergen realizó diversas correrías a lo largo de 1615, tras doblar el estrecho y salir al Pacífico. Apresó varios buques menores y asaltó pequeñas poblaciones en la costa chilena antes de derrotar en un desigual combate a una pequeña fuerza española, bajo el mando de Rodrigo de Mendoza, que había salido a hacerle frente en el Cañete, en las costas de Perú. Más tarde, tras recuperarse de los daños causados por los españoles, Spielbergen puso rumbo al puerto del Callao, donde fue rechazado por una improvisada defensa española, siguiendo su periplo de saqueo por las aisladas poblaciones de la costa hasta llegar a Acapulco. De allí, y tras lograr un pequeño rescate de la ciudad, se dirigió a las Filipinas.

España en la Guerra de los 30 Años (Parte III. Fase Alemana. Campaña del Palatinado 1622-1623)


1622 comenzaba con las fuerzas españolas de Córdoba como señoras de la mayor parte del Palatinado, la disolución de la Unión Protestante, y Fernando consolidando su poder. Pero lo cierto es que en Alemania las tensiones crecían por la filtración de las promesas que el emperador había hecho a Maximiliano de Baviera sobre las tierras y la dignidad electoral.

Por su parte Francia se hallaba inmersa en unas guerras religiosas causadas por las revueltas de hugonotes, pero contribuía en secreto con fondos a promover cualquier causa contra España. Las hostilidades contra Holanda se habían reanudado, lo mismo que contra las ligas grisonas en la Valtelina, y Francia, Venecia o Saboya las apoyaban, por lo que pronto España se vio luchando en 3 frentes y con sus recursos cada vez más debilitados.

Para hacerse una idea de la falta de medios baste con leer el informe de las tropas de Fernández de Córdoba en el Palatinado Inferior, que el capitán Álvaro de Losada envió a Ambrosio de Spínola: "De las calidades del ejército que el señor don Gonzalo tiene a su cargo, se decir a V.E. en conciencia, que a mí se me ha hecho milagro por más partes y valor que tiene este caballero, el haber salido sin desaire este verano pasado, porque se apretó mucho la campaña, y porque lo más de él consta de levas, y los españoles y italianos con resabios de Nápoles, la caballería sin oficial principal, ni la artillería, y con el tren muy disipado".