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Guerreros: Álvaro de Sande


Álvaro de Sande y Paredes de Ulloa nació en Cáceres, en un tiempo en que Extremadura paría a algunos de los mejores soldados del mundo. Tercer hijo de una noble familia que se había mudado de Lugo a Cáceres a comienzos del siglo XV, su padre era Juan de Sande, señor de Valhondo y primo del cardenal obispo de Ostia, Bernardino de Carvajal y Sande, su madre Isabel de Paredes Golfín, y su abuelo paterno, Sancho de Paredes, fue camarero de la mismísima Isabel la Católica. 

Como todos los que no eran primogénitos en esa época su futuro se encontraba en las armas o la sotana. Álvaro de Sande se decantó por lo segundo, tal vez impulsado por el primo de su padre, y se trasladó a Salamanca para desarrollar su carrera eclesiástica y estudiar derecho. Pero no le duraron mucho las inquietudes religiosas y legales, y pidió una dispensa papal para poderse dedicar a lo que era su auténtica pasión: las armas.

Los años siguientes a esta decisión son poco conocidos pero en la década de 1530 Álvaro de Sande se encontraba combatiendo en el Mediterráneo tras haberse puesto a las órdenes del condotiero Ferrante Gonzaga, leal servidor del emperador Carlos. Fue en la campaña de Túnez y La Goleta de junio de 1535 donde le vemos destacar sobresalientemente, distinguiéndose en los duros combates de aquella jornada que acabó con la victoria española y la recuperación de Túnez, arrancándola de las manos de Barbarroja y los otomanos.


Álvaro de Sande combatía en el ala derecha de la formación y, una vez rendido ese frente se trasladó al flanco contrario, donde salvó la vida de un compañero que estaba rodeado por varios hombres de Barbarroja, siendo herido en una mano. Los mandos del ejército de Carlos y el propio emperador pusieron sus ojos en él y su talento militar, por lo que Sande decidió renunciar definitivamente a los hábitos para ponerse a disposición nuevamente de Ferrante Gonzaga, una vez obtenido el permiso de Fernando de Habsburgo, hermano de Carlos, de quien Sande era paje.

Ataque a la Goleta. Obra de Jan Cornelisz

Así que en 1537 Álvaro de Sande vuelve a las órdenes del ahora virrey de Sicilia y se le designa como capitán de 2 banderas de soldados viejos españoles. En este nuevo periplo se distinguió nuevamente en Túnez ese mismo año, arrebatándole una bandera al enemigo y defendiendo con sus hombres el reembarque del ejército a las galeras. Por sus méritos en el combate se le concedió el mando del Tercio de Diego de Castilla, recientemente fallecido. El tercio contaba con nueve compañías, todas ellas compuestas por soldados de sobrada reputación.

En este punto de su biografía hay diversas contradicciones y dudas. Según cuenta José Manuel Zulueta, teniente coronel de caballería, y varios autores más, Sande protesta por tal designación que ya que se considera muy joven para estar al cargo de todo un tercio, al contar con tan solo 23 años. Según consta en los libros de bautismo de la parroquia de San Mateo, en Cáceres, Alvaro de Sande nacería en el año 1489, por lo que en 1537 debería contar 48 años, y no los 23 que se citan. Sea como fuere, un año después encontramos a Sande enrolado en una campaña que la Liga Santa había puesto en marcha para socavar el poder del Turco.

La Liga Santa, compuesta por España, el Papado, Venecia, la Orden de Malta y el Archiducado de Austria, tenía como objetivo la toma de Castelnuovo, pero antes de poder hacerlo, la Liga se rompió y España se quedó sola junto a Venecia en tal empresa. Sande embarcó con su tercio en las galeras de Andrea Doria y, tras tomarse el puerto y desembarcar, se lanzó al frente de sus hombres al asalto de los muros del castillo de Castelnuovo ganando la plaza tras varas horas de encarnizados combates. En Castelnuovo quedó una guarnición de poco más de 3.000 soldados del Tercio de Nápoles y algunas banderas del de Lombardía, bajo el mando del maestre de campo Francisco de Sarmiento.

Sitio de Castelnuovo, por Ferré Clauzel

Sande regresó con su tercio a Sicilia teniendo que aplacar un intento de motín al llevar sus hombres varios meses sin cobrar sus pagas. Para 1540 Carlos preparó una nueva campaña en África, esta vez en Argel, y al poco de llegar Sande tuvo que hacerse también cargo del Tercio de Juan de Vargas, uno de los primeros maestres de campo de los tercios, nombrado como tal al frente de los 2.000 infantes que había en Niza en las Ordenanzas de Génova de 1536. De esta forma Sande dirigió 2 tercios en esta campaña con los que conquistó Monestir, quedando allí acantonado durante el invierno de ese año, para después lanzar una ofensiva y hacerse con el control de diversas plazas más, como Esaque, Susa o Xamel.

Finalizando el verano de 1541 Sande recibió órdenes de tomar una cabeza de playa en Argel para la campaña que el emperador preparaba para finales de verano allí. Los aliados de Carlos trataron sin éxito de convencerle de no llevar a cabo tal misión, ya que llegaba el otoño y se avecinaban temporales en aquellas costas. Pero no surgieron efecto las advertencias y para finales de octubre más de 300 naves, entre galeras y buques de transporte, se asomaban a la costa de Argel, tras haber sufrido un temporal terrible.

Álvaro de Sande aseguró la zona de desembarco y los hombres pudieron empezar a bajar tierra. Pero pronto se desató un nuevo temporal y quedaron sin poder desembarcarse los materiales de asedio, caballos y víveres, por lo que, cuando comenzó el asedio sobre la plaza, la empresa se antojaba casi imposible, más aún cuando el temporal recrudeció, por lo que no hubo más remedio que levantar el sitio y regresar a los buques. La campaña acabó en un desastre mayúsculo y Sande embarcaría con sus hombres rumbo a Cerdeña.

Tropas imperiales se estrellan en los muros de Argel

En 1542 fue llamado nuevamente por Carlos para ponerse a las órdenes del Gran Duque de Alba, por lo que embarcó en las flotas de Bernardino de Mendoza y Andrea Doria para dirigirse a la defensa de Perpiñán, donde los franceses habían roto la paz. Tras levantar exitosamente el asedio se le reclamó nuevamente en Génova para frenar el avance francés, cosa que hizo sin problemas.

En 1543 pasó Sande a Flandes. Allí se le necesitaba para detener el ataque que el duque de Cléves-Julich-Berg, Guillermo V, había organizado junto a Francisco I sobre Brabante. Carlos decidió invadir Julich y tomar la plaza fuerte de Düren. Allí Álvaro de Sande volvió a distinguirse arengando a sus hombres con la frase "hoy me veréis en Düren, vivo o muerto". Tras el éxito de la campaña fue reclamado nuevamente para la toma de la villa de Landrecies, en la frontera francesa con Bélgica.

Álvaro de Sande puso sitio a la plaza siendo herido mientras trepaba sus murallas. El propio Carlos acudió a visitarle en el hospital de campaña donde le convenció para que siguiera dirigiendo el ataque desde un lecho mientras le curaban sus heridas. Tomada la villa y tras recuperarse de sus heridas se dirigió a Luxemburgo donde los franceses probaron las tácticas del extremeño que les castigó sin cuartel mediante el uso de la guerrilla y posibilitando así el avance del ejército de Ferrante Gonzaga.

Tomada Luxemburgo Carlos puso sus ojos en Francia. Inglaterra, aliada española, atacarían desde el norte mientras que las tropas imperiales, reunidas en Metz, lo harían desde el este. Los españoles, con el tercio de Sande a la cabeza, pusieron sitio a Saint-Dizier y, tras tomarla, se dirigieron contra Chateau-Tierry, a tan solo dos días de París. Pero los ejércitos estaban agotados y ambos reyes accedieron a firmar la Paz de Crépy el 18 de septiembre de 1544.

Sande se retiró a Lorena a descansar junto a sus hombres aunque no duró mucho su tranquilidad ya que en Hungría se había desatado un serio problema para Fernando de Habsburgo, ahora rey de Hungría y Bohemia. Varios nobles húngaros habían levantado un ejército de 40.000 soldados y desafió la autoridad del monarca, por lo que pidió ayuda a su hermano Carlos y éste le envió a Álvaro de Sande al frente de los 3.000 soldados de su tercio y, tras atravesar Alemania llegó a Hungría y se puso a disposición de Fernando quien le entregó otros 5.000 soldados más. Al frente de 8.000 hombres Sande fue recuperando una a una todas las plazas que el rey había perdido, demostrando que era uno de los mejores militares del momento.

Estando Sande en Bohemia en 1546 recibió órdenes del emperador de dirigirse a toda prisa con sus hombres a Ratisbona. Nuevamente su tercio volvió a demostrar el por qué de su fama superando los 450 kilómetros que separaban ambas ciudades en tan solo 11 días, cargados con todos sus bagajes, víveres y municiones. La Liga Esmalcalda se había levantado en armas contra el emperador y Sande corrió a toda prisa a socorrerlo junto con las coronelías de Renspurg y Madruzzi, sumando una fuerza de 9.000 hombres. Allí el tercio de Sande emprendió una exitosa campaña, destacando las magníficas encamisadas dirigidas por su maestre, que culminó con la toma de ciudades como Neuburg, Landshut o Ulm. Sande llegó a penetrar en el campamento enemigo acompañado de tan solo doce hombres, obteniendo así valiosa información para el duque de Alba.

Batalla de Mühlberg. Paso del Elba

Al año siguiente siguió el emperador la campaña en el río Elba y el Tercio de Alvaro de Sande volvió a distinguirse notablemente en la batalla de Mühlberg, donde apresó al Elector de Sajonia, Juan Federico I, uno de los máximos instigadores de la revuelta y líder de la Liga Esmalcalda. Este hecho se refleja en la carta de concesión del marquesado de Valdefuentes por parte del rey Felipe IV a su nieto, donde se dice que "en Alemania, en todas aquellas guerras, hallándose en ellas el Emperador mi Señor, en cuya Real Presencia hizo cosas muy señaladas, así en la batalla en la que fue preso el Duque de Sajonia, de que el dicho marqués fue autor".

Tras sofocar la revuelta el emperador mandó al tercio de Sande a Italia, para ponerse nuevamente a las órdenes de Ferrante Gonzaga, pero éste no tenía recursos económicos para mantenerlo por lo que el veterano maestre se reunió con el emperador y le pide por sus hombres: "este tercio de soldados viejos que ha servido al César en todas las guerras fiel y valientemente, debajo de mi mano", a lo que el emperador le contestó: "si quisiera despedir a todos mis hombres solo a ti detuviera". Sande regresó a Lombardía como gobernador de la plaza de Corio, situada al norte de Turín, y con la promesa de que se les pagaría a sus hombres.

En 1548, durante el viaje del príncipe Felipe al Milanesado, Sande le recibió con 300 de sus mejores soldados viejos, algo que impresionó sobremanera al futuro rey de España, quien le aseguró la concesión del cargo de maestre de campo general de los ejércitos de Italia tras la muerte de Pirro Colonna, condotiero italiano y leal vasallo del emperador. Los siguientes años los pasó Sande en Italia distinguiéndose en las campañas de Lombardía, Parma o Asti.

Señorío de Valdefuentes

En 1552, tras la muerte de Colonna, Sande accedió al cargo pero teniendo que renunciar al mando de su tercio, algo que le ocasionaba una profunda tristeza, llegando a enfrentarse con su antiguo amigo Gonzaga por esta cuestión. Solo pudo quedarse 300 soldados viejos y 100 jinetes de su antiguo tercio con el que había combatido en tantas ocasiones. Como gobernador de Corio tuvo que defender la ciudad de Ferrara del ataque del ejército francés del mariscal de Brissac. La defensa fue tal, que Brissac no solo tuvo que levantar el asedio, el cual duró nada menos que 6 meses, sino que mostró públicamente la admiración por Sande y sus soldados en un gesto caballeresco que fue igualmente devuelto por el maestre español.

Un episodio controvertido fue la defensa de Pontestura, población cercana a Alessandria, en el Monferrato, ordenada por el duque de Alba. Sande veía aquella empresa imposible, ya que la plaza no contaba con defensas naturales y además disponía de apenas 700 españoles y 800 infantes alemanes. El maestre español le pidió al de Alba una orden por escrito, ya que consideraba que esa defensa acabaría en derrota y eso socavaría su fama y prestigio. Recibida las órdenes por escrito Sande preparó la defensa; sacó 150 hombres más de refuerzo pero el ejército francés que se le venía encima superaba ampliamente los 20.000 hombres.

Así las cosas la suerte de los defensores españoles estaba echada y la posición se perdería sin remedio, o eso hubiera ocurrido de no ser porque Álvaro de Sande era quien era y su fama le precedía allá donde iba. De esta forma pidió reclutas entre las poblaciones cercanas y la sola la idea de combatir bajo su mando le procuró cientos de hombres atraídos por la gloria de combatir bajo el mando del que por aquel entonces estaba considerado el mejor maestre de campo de la infantería española y por ende, de toda Europa. A estas fuerzas se les sumarían 5 banderas enviadas a toda prisa desde Alessandría.

Contra todo pronóstico Sande logró resistir el asedio y provocar la retirada del ejército francés dirigido nuevamente por su admirador, el mariscal de Brissac, quien no podía dar crédito ante un nuevo asedio frustrado. El duque de Alba se rindió ante la evidencia y premió a Álvaro de Sande con el cargo de gobernador de Asti y del valle de Ferrara, reconociéndole como maestre de campo general del ejército imperial.

Ya con Felipe en el trono de España se emprendió una campaña contra el Turco en el Mediterráneo para 1559. De esta forma tendremos a Sande en los Gelves en 1560. La flota cristiana había tenido numerosas bajas debido al temporal y el duque de Medinaceli, Juan de la Cerda y Silva, nuevo virrey de Sicilia, ordenó construir un fuerte en la isla de los Gelves, en Túnez, calculando que los otomanos no podrían enviar una flota hasta comienzos del siguiente año. Pero los cristianos erraron en sus cálculos y un poderosa flota turca bajo el mando de Pialí Bajá se presentó el 11 de mayo de 1560, cogiendo por sorpresa a la flota cristiana, que estaba desorganizada completamente.

Desastre de los Gelves

Tras la práctica destrucción de la flota cristiana y la huida de los pocos buques que quedaban bajo el mando de Juan Andrea Doria, quedaron en tierra las tropas del Tercio de Lombardía a las órdenes de Miguel Barahona y el Tercio de Álvaro de Sande, con 3.000 hombres. Estas fuerzas, que sumaban un total de unos 5.000 soldados, se refugiaron en el fuerte para resistir el asedio de las fuerzas de Bajá y de Turgut Reis, que ascendían a casi 40.000 hombres. Los españoles lograron aguantar más de 2 meses, pero la disparidad de fuerzas, la carencia de víveres y munición, y la pérdida de los pozos que suministraban agua al fuerte, hicieron que los defensores se rindieran el 31 de julio.

Según el cronista Giacomo Bosio los otomanos tomaron cerca de 5.000 prisioneros, incluyendo a Alvaro de Sande, quien fue llevado a Constantinopla y encerrado en la torre del Mar Negro tras negarse a servir bajo las armas turcas. El propio Sande escribiría "he matáronme delante de los ojos al capitán Hierónimo (Jerónimo) de Sande, mi sobrino, otros amigos e muchas personas queridas". Entre ellos se encontraban varios nobles cacereños como Per Álvarez Golfín, Juan de Ovando, Martín de Ulloa o Jerónimo de la Cerda. Durante 5 años se emprendieron negociaciones para lograr su liberación en las que participó el propio rey de Francia, siendo finalmente rescatado en 1565 tras el pago de 60.000 escudos de oro.

Tras regresar a España se le envió inmediatamente bajo las órdenes del virrey de Sicilia, García de Toledo, que estaba preparando un socorro a la isla de Malta, para liberarla de la ocupación por el Turco. Álvaro de Sande, a cargo del Tercio de Nápoles, junto con Ascanio della Cornia, mandó la vanguardia de las fuerzas que pusieron en fuga las últimas fuerzas otomanas que finalmente emprenderían la huida por mar el 11 de septiembre de 1565.

Socorro de Malta

Fue nombrado coronel de infantería de Nápoles y tuvo bajo su mando al mismo Miguel de Cervantes, por mediación del padre de éste. Sande estuvo en el consejo de guerra que se creó para la batalla de Lepanto, planificando la estrategia a seguir. Un mes antes de la batalla, tras la muerte de del gobernador de Milán, Gabriel de la Cueva Girón, duque de Alburquerque, ocupó el cargo de forma interina hasta su muerte en 1573.

Por sus méritos y logros Felipe II le concedió el marquesado de la Piovera, pero sin duda de lo que más orgulloso estaba Sande era del cariño y la admiración que le profesaban todos sus hombres. Fue un ejemplo para ellos y para otros muchos que no tuvieron la fortuna y el privilegio de servir bajo su mando, incluyendo a muchos enemigos que loaban abiertamente sus hazañas, dotes militares y caballeresco carácter.

Sande contrajo matrimonio con Antonia de Guzmán y Ayala, con quien tuvo a su hijo Rodrigo de Sande, quien le sucedió en el marquesado de la Piovera, y además tuvo otro fuera del matrimonio, llamado Álvaro de Sande también. La vida de este militar fue apasionante y llena de emociones fuertes. Casi todas sus batallas se cuentan como victorias, aunque también conoció los sinsabores de la derrota y padeció el presidio otomano. Sirvió siempre con lealtad, distinción y honor a su rey y su patria.

Batalla de Lepanto

Escudo de armas de Álvaro de Sande









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