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Conquistadores: El regreso de Vicente Yáñez Pinzón


El 30 de septiembre del año 1500 regresaba al puerto de Palos Vicente Yáñez Pinzón. Lo hacía con tan solo 2 de las 4 carabelas con las que partió menos de un año antes, y tras haber descubierto las costas de Brasil y el río Amazonas.

Vicente Yáñez Pinzón era el menor de los famosos hermanos Pinzón. Nacido ente 1461 y 1462, provenía de una familia de gran tradición marinera, de las más influyentes de la región de Palos de la Frontera. Pocas cosas se saben de su infancia y Juventus salvo que su hermano mayor, Martín Alonso Pinzón, le instruyó en el arte de la navegación y en las prácticas corsarias en las costas berberiscas, demostrando grandes dotes marineras y de donde obtuvo provechosos conocimientos náuticos y militares.

Vicente no dudó en sumarse a su hermano Martín en el apoyo a la empresa de Cristóbal Colón. Ambos participaron activamente en el reclutamiento de la tripulación, así como en los preparativos de la expedición a las Indias. Al fin, el 3 de agosto de 1492 partieron, siendo Vicente el capitán de la carabela "Niña". En los momentos más difíciles de la expedición siempre se mantuvo del lado de Colón, ayudando a sofocar los motines y rescatándole cuando la "Santa María" naufragó.

Guerreros: Ambrosio Spínola


El 25 de septiembre de 1630 moría poniendo sitio a la villa de Casale, en la Guerra de Sucesión Mantua, dentro del marco de la Guerra de los 30 años, Ambrosio Spínola, uno de los más notables militares al servicio de España.

Ambrosio Spínola Doria vino al mundo en Génova en el año 1569. Descendiente de una rica familia genovesa, los Spínola, era el primogénito de Filippo Spínola, marqués de Sesto, y Policena Cossino. La familia había adquirido gran fortuna principalmente por sus negocios de asiento de galeras con la Corona Española y el comercio. Como hijo mayor fue educado para administrar las finanzas de la familia, algo de ingente trabajo debido a la gran fortuna que manejaba. Ambrosio pasó su infancia y juventud estudiando y leyendo, sobre todo acerca de estrategia militar, de la que era un gran apasionado, pero sus obligaciones eran lo primero.

Sus hermanos, en cambio, pronto entraron al servicio de los ejércitos de España, destacando Federico, un auténtico aventurero que desde pequeño mostró grandes dotes para luchar, sobre todo en Flandes. La familia Spínola tuvo disputas con la familia Doria, la otra gran familia genovesa. Estos pleitos llegaron a tal punto que tuvo que intervenir el propio monarca español para solventar las desavenencias entre ellas. Ambrosio manejaba bien los negocios familiares, pero éstos no parecían satisfacer su carácter, alimentado por sus lecturas de juventud. Ambrosio anhelaba ese espíritu de guerra y no desperdició la ocasión de ofrecer sus servicios y fortuna a España. Su hermano Federico apostaba firmemente por crear una escuadra de buques con los que intentar invadir nuevamente Inglaterra, pero la idea no cuajó en la corte de Felipe II, que aún se lamía las heridas por el fracaso casi una década antes de la Grande y Felicísima Armada.

Batalla de Zutphen



Un 22 de septiembre del año 1586 se producía la batalla de Zutphen, villa de los países bajos españoles a la que las tropas anglo-holandesas del conde de Leicester habían dado sitio, y de la cual saldrían derrotadas tras acudir un socorro bajo el mando de los maestres de campo Francisco Verdugo y Juan del Águila

En el marco de la Guerra de los Ochenta años, con Alejandro Farnesio como Gobernador de los Países Bajos, los protestantes holandeses se hallaban en una situación muy complicada, dada las constantes derrotas a las que les estaba sometiendo el duque de Parma. Maastricht, Tournai, Sichen, Eindhoven, Brujas, Gante o Amberes, son algunas de las vitorias que el italiano consiguió para la causa española. 

Las cosas pintaban mal no solo para los holandeses, sino para cualquier enemigo de la Corona de España, por lo que Isabel I de Inglaterra se decidió a enviar ayuda a los protestantes; 600.000 florines, 7.000 soldados y más de 500 de los más notables nobles ingleses bajo el mando de Robert Dudley, conde de Leicester, el cual sería nombrado gobernador y capitán general de los Estados de la Unión Protestante nada más pisar Holanda. Por descontado tal ayuda no sería gratuita. Si la reina Isabel enviaba esa fuerza comandada por su favorito y amante, era porque esperaba sacar tajada, y mucha, de aquel conflicto.

Asedio de Mons


El 19 de septiembre de 1572 se firmaban las capitulaciones de la rendición de Mons, ciudad tomada en mayo de ese año por los protestantes holandeses de Luis de Nassau, y que fue recuperada por los ejércitos del Duque de Alba, gobernador de los Países Bajos.

En el marco de la Guerra de los 80 años, los protestantes preparaban un nuevo golpe de mano empujados por las negociaciones que estaban llevando a cabo con los franceses y los ingleses. Éstos, tras la victoria de los españoles en Lepanto, temían que Felipe II quedase con las manos libres para extender su poder aún más en Europa, por lo que tenían un claro interés en avivar las llamas de las revueltas en los Países Bajos.

Con estas promesas de respaldo se lanzó Luis de Nassau a tomar Mons. Iba acompañado de Mos de Genlis y su ejército de 1.500 hugonotes franceses. Mediante diversas artimañas consiguieron meter una pequeña fuerza en la ciudad y abrir las puertas para que entrase después el resto del ejército. A los pocos días llegarían unos 2.000 soldados franceses más, y otros 2.500 hombres, entre infantes y jinetes, bajo el mando del conde de Montgomery, que irían a conquistar distintas plazas. Los saqueos de templos y abusos y asesinatos contra la población católica no se hicieron esperar.

Batalla naval de los Abrojos


El 12 septiembre de 1631, en las aguas de la costa de Pernambuco, la escuadra española de Antonio de Oquendo derrotó a una flota holandesa que estaba bajo el mando de Adrian Jansz Pater, tras más de 7 horas de duros combates.

En el marco de la Guerra de los 30 años, los holandeses habían tomado los puertos de Olinda y Pernambuco en febrero de 1630, como parte de su estrategia de debilitar a España atacando en sus provincias de ultramar. Pusieron en tierra 6.000 infantes que avanzaron hacia la villa de Arrecife, que fue incendiada por el gobernador, Matías de Alburquerque, quien, ante la imposibilidad de plantar cara al enemigo en campo abierto, dado lo exiguo de sus tropas, se dedicó a emboscarles y hostigarles hasta el punto de que los holandeses se vieron obligados a aprovisionarse por mar. En mayo de 1631 tomaba el mando aquellas plazas el almirante Adrian Jansz Pater, sustituyendo al almirante Lock, que regresaba con la mayor parte de su flota para Holanda.

El 5 de mayo de 1631, con 54 años y una vida llena de victorias en el mar, Antonio de Oquendo y Zandátegui, natural de San Sebastián y por aquel entonces almirante general de la Armada del Océano, cargo alcanzado por ilustres marinos como Juan de Lezcano, López de Legazpi, Juan de Austria o Álvaro de Bazán, zarpó desde Lisboa rumbo a las colonias brasileñas de Pernambuco y de Bahía de todos los Santos, capitaneando una flota que debía llevar tropas para poner fin a aquella invasión.

Gran Sitio de Malta (Parte I)


El 11 de septiembre del año 1565 los turcos levantaban el sitio de la isla de Malta tras 4 largos meses de asedio. La llegada de un socorro español bajo el mando de García Álvarez de Toledo, virrey de Sicilia, puso en fuga a las fuerzas otomanas tras perder una ingente cantidad de hombres, incluyendo al grueso de sus fuerzas de élite. 

En el año 1530, los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, orden que databa aproximadamente del año 1048, se instalaban en Malta, cambiando el nombre de la orden por el de la isla, la cual les había sido cedida por el rey de España, Carlos I, tras haber sido expulsados por los turcos de Solimán I, el Magnífico.

Situada en un enclave estratégico, al sur de Sicilia, Malta servía de barrera de protección frente a los corsarios berberiscos que pasaban al Mediterráneo occidental. A comienzos de 1565 Jean de la Valette, Gran Maestre de la orden desde el año 1557, había sido informado por sus espías de los preparativos para una inminente invasión de la isla por el Turco. A pesar de ello, los trabajo de reclutamiento de hombres y fortificación fueron lentos y deficientes, dejando Malta demasiada expuesta al peligro otomano.

Gran Sitio de Malta (Parte III)


Para mediados de agosto García de Toledo había convocado al consejo para exponer las órdenes del rey, Felipe II. Allí estaban Álvaro de Bazán, general de galeras de España; Andrea Doria, general de galeras de Génova; Álvaro de Sande, maestre de campo del Tercio Viejo de Nápoles; Sancho de Londoño, maestre del Tercio Viejo de Lombardía, y Gonzalo de Bracamonte, maestre del Tercio de Cerdeña. Las noticias que les llegaban a los turcos acerca del Gran Socorro no eran muy halagüeñas: Mustafá recibió misivas que le advertían de la presencia en Messina de al menos 36 navíos, 113 galeras y varios miles de soldados. Debía darse prisa en tomar Malta si no quería vérselas con los Tercios de España.

Siguieron los turcos descargando su artillería contra las defensas cristianas y el día 20 de agosto lanzaron un nuevo gran asalto. Mustafá atacaría San Miguel, liderando él mismo las tropas para infundirles moral. Pialí, mientras tanto, terminaría la mina que estaba preparando contra el puesto de Castilla. El plan era atraer a cuantos cristianos pudieran sobre San Miguel para que, una vez desguarnecido el Burgo, hacer volar la mina e iniciar el asalto. El asalto llevaba varias horas cuando Pialí tenía lista su mina. La fortuna sonrió a los defensores del espolón de Castilla, ya que el artefacto explosionó hacia afuera, causando enormes daños entre los turcos.

Gran Sitio de Malta (Parte II)



A comienzos de julio de 1565 los turcos habían tomado ya San Telmo, aunque pagando un precio muy elevado, habían terminado de construir las baterías para empezar a batir el Burgo y San Miguel, y un pequeño socorro se internaba en el corazón de la isla, con el maestre del Tercio de Sicilia, Melchor de Robles, a la cabeza.

En este orden de cosas los turcos comenzaron el día 3 a hacer fuego contra el baluarte de Provenza desde el monte Santa Margarita; contra San Miguel desde la posición otomana de La Mandra, situada en el monte Sceberras; contra la Burmola desde el monte Corradino, y contra el puesto de Francisco Zanoguera en San Ángel, desde la recién adquirida posición de San Telmo. Para júbilo de los defensores, el socorro conseguía entrar en el Burgo tras recorrer casi 20 millas, circunvalando todo el sur de la isla a marchas forzadas, y atravesar el Gran Puerto en barcas que les habían dejado los sitiados sin ser detectados. Nada más llegar desplegaron sus banderas los nuevos defensores en señal de desafío a los otomanos.

La furia de los asaltantes se incrementó tras esto, añadiendo nuevas piezas a las baterías hasta contar con 26. Por su parte, y viendo el peligro que corría San Miguel, el Gran Maestre mandó construir un puente que lo uniese al Burgo, y así poder pasar auxilio a través de él. El 11 de julio los turcos intentaron cortar la cadena que impedía la entrada a las aguas entre estas dos posiciones, siendo rechazados por unos soldados malteses. Las intenciones otomanas estaban claras: iban a asaltar San Miguel y los defensores reforzaron sus posiciones.

La Batalla de la Isla de Flores


Un 9 de septiembre del año 1591, en las aguas de la Isla de Flores, una flota corsaria inglesa, bajo el mando de Thomas Howard, conde de Suffolk, caía derrotada por Alonso de Bazán, tras tratar de asaltar el convoy español procedente de América.

En el marco de la Guerra anglo-española (1585-1604) las cosas pintaban mal para los de la Pérfida Albión, que desde el desastre de la Grande y Felicísima Armada de 1588 no habían dejado de cosechar derrotas, empezando por la Contra Armada inglesa del siguiente año, que acabó en un completo fracaso bajo la tutela de Francis Drake y John Norreys, y siguiendo por las derrotas frente a los convoyes procedentes de las indias en 1590.

El año 1591 empezaba igual de mal, con la derrota de George Clifford, conde de Cumberland en julio en las Islas Berlengas. Alonso de Bazán, hermano del ilustre e invicto Álvaro de Bazán, había recibido aviso, a través del maestre de campo Juan de Urbina, de que una flota corsaria inglesa patrullaba por aguas cercanas a las islas Azores, por lo que se aprestó a reunir tantos buques como pudiese para acudir a plantarles batalla. Así hizo bajo su mando a la escuadra de Marcos de Aramburu, que sería su segundo al mando; la escuadra de Antonio de Urquiola, la de Sancho Pardo y la de Martín de Bertendona, a la que se sumaría más tarde la escuadra portuguesa de Luis de Coutiño, haciendo un total de 55 buques y 7.200 hombres entre soldados y marineros.

Conquistadores: Vuelta al mundo de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano


El 6 de septiembre del año 1522, como si de un fantasma se tratase, hacía su aparición en la bahía de Sanlúcar de Barrameda la nao "Victoria", única superviviente de una expedición de cinco buques que habían zarpado de Sevilla 3 años atrás.

Fernando de Magallanes era un hidalgo portugués nacido en el año 1480 y que pronto entraría a servir como paje de la reina Leonor, esposa de Juan II de Portugal. En 1505 entró en la llamada Armada de la India, flota anual que partía hacia la India a través del Cabo de Buena Esperanza, ruta abierta por el gran marino portugués Vasco de Gama. Recorrió así miles de leguas, llegando a lugares tan imposibles en aquel entonces como Goa, Cochín o Cananor, en la India, Kerala, en Tanzania, o Malaca, en Malasia. En 1514, siendo ya toda una institución en su país, fue acusado de
comerciar ilegalmente en Marruecos, por lo que perdió su empleo. Desde ese momento se empecinará en investigar rutas hacia el Pacífico con el reputado cosmógrafo Rui Faleiro.

Por su parte, Juan Sebastián Elcano había nacido en la localidad guipuzcoana de Guetaria y provenía de una familia muy marinera, que se dedicaba a la pesca y al comercio. En 1509 embarcó en la expedición que dirigía el cardenal Cisneros para tomar Orán, dentro de la política de Fernando el Católico de tomar importantes plazas berberiscas en el Mediterráneo occidental. También participó en las Guerras Italianas de el Gran Capitán, pero esto le costó la ruina. Tuvo que deshacerse de su nave en favor de unos mercaderes de Saboya con los que previamente se había hipotecado para costear las pagas adeudadas a su tripulación, con la esperanza de que la Corona le entregase a tiempo el dinero que le debía, algo que no ocurrió. Arruinado y prófugo de la justicia, ya que se consideraba delito vender buques artillados en tiempos de guerra a los extranjeros, marchó hacia Sevilla buscando recuperar su patrimonio.

Batalla de Nördlingen


Un 5 de septiembre del año 1634 comenzaban los primeros combates de una de las batallas más importantes de la Guerra de los 30 años. En Nördlingen las tropas españolas, imperiales y de la Liga Católica asestaban una severa derrota al ejército sueco de Gustavo Adolfo, que se habían enseñoreado de los campos de batalla alemanes. 

La Guerra de los 30 años llevaba algo más de una década cuando los suecos, con el rey Gustavo Adolfo II de Suecia a la cabeza, desembarcaron en las costas alemanas en 1630. Las revolucionarias tácticas de combate que había promovido el rey, habían convertido al ejército sueco en una moderna máquina de guerra que avanzaba imparable desde el norte de Alemania. Los suecos introdujeron modificaciones como el añadir 4 piezas ligeras de artillería más por regimiento. También la formación de la brigada, compuesta por 2 regimientos; redujeron la profundidad y aumentaron la extensión de sus formaciones y también incrementaron la potencia de su fuego con la creación de la táctica de la doble salva.

España, bajo el reinado de Felipe IV, había decidido ayudar al emperador en la guerra; los lazos dinásticos y la continuación de la hegemonía Habsburgo en Europa. De esta manera los ejércitos católicos se habían impuesto a la revuelta Bohemia, el levantamiento de los protestantes alemanes agrupados en torno a la figura de Federico el Palatino, y habían derrotado al rey Cristian de Dinamarca en su intento de lanzar una ofensiva contra los católicos en Alemania.

La nueva amenaza ahora eran los suecos, que desde su llegada al continente en julio de 1630 había avanzado por Pomerania y Magdeburgo con la ayuda de su aliada Sajonia-Weimar, y derrotando a los católicos en Breitenfeld, Lech y Lützen, por lo que el emperador necesitaba la ayuda de España si quería detener al poderoso ejército sueco que, aunque había perdido a su rey, seguía constituyendo la fuerza más poderosa en ese momento en el continente. Así que el rey de España armó un ejército en Milán bajo el mando de Diego Mexía Felipe de Guzmán, marqués de Leganés. Éste debía auxiliar a los católicos en Alemania y llevar al Cardenal-Infante, Fernando de Austria, hijo de Felipe III, a tomar posesión del cargo de gobernador de los Países Bajos, tras el fallecimiento de Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II.

Guerreros: Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán


El 1 de septiembre del año 1453 nacía en Montilla, villa de la provincia de Córdoba, Gonzalo Fernández de Córdoba y Enríquez de Aguilar, destacado miembro de la nobleza de Andalucía que revolucionó las tácticas de la guerra y padre del primer ejército moderno, siendo considerado hoy por muchos el mejor militar español hasta la fecha.

Era el segundo de los hijos de Pedro Fernández de Aguilar y Elvira de Herrera y Enríquez. Fue criado en Córdoba junto a su hermano Alfonso, pasando a ser paje del hermano de la futura reina Isabel la Católica, el infante Alfonso, en Segovia. Por aquella época Castilla se hallaba dividida por un conflicto interno entre los partidarios del infante Alfonso y los del rey Enrique IV. La muerte en 1468 de Alfonso centró las miradas en Isabel, y Gonzalo, tal y como lo había hecho con Alfonso, pasaría a ser un fiel servidor de la futura reina.

Al no ser el primogénito solo podía escoger entre el ejército o el sacerdocio, así que escogió lo primero. La guerra de sucesión castellana tras la muerte del rey en 1474, que enfrentaba a los partidario de Juana de Trastámara, hija del rey, con los leales a Isabel de Castilla, legítima heredera por el Tratado de los Toros de Guisando, supuso el inicio de su brillante carrera militar, destacándose en la batalla de Albuera, en 1479, donde dirigió una compañía de 120 jinetes, bajo las órdenes del maestre de la Orden de Santiago.